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Mensaje por Rikard Hvide Lun Dic 15, 2014 12:53 am

¿La casualidad existía? ¿El destino sería algo que, realmente, controlaba las acciones de las personas para llevarlas por el camino que se había establecido en quién sabe dónde y cómo? Pero volvamos un poco más atrás para poder llegar a explicar el porqué de estas profundas y amargas preguntas…
 
El día había llegado con una fuerte ráfaga de viento. O eso debió de parecer, porque poca gente era la que se atrevería a salir de su habitación con el vendaval que estaba azotando en aquel momento la isla, y más específicamente, la academia Soffio Divino Di Angel. Pero claro… los caprichos son los caprichos. O mejor dicho, la necesidad de comer a veces era fuerte…y allí estaba el joven de níveos cabellos amarrados en aquella larga trenza que se agitaba a un lado y otro con violencia ante cada zarandeo que el viento decidía causar, como si solo se tratara de un juego de un minino. Y la gracia de todo ello… es que ni siquiera iba a ser para él la comida. ¿Irónico, verdad? Pero Rikard tenía una peculiar ama que, en medio de un capricho, le había pedido que fuera a por comida. Y…para qué engañarse, pocas cosas le negaba aquel chico a la joven muchacha que era su ama. Y no era únicamente por el hecho de que su relación fuera supuestamente de ama y sirviente… si no porque le había acabado cogiendo el cariño de una hermana pequeña a la que, quizás de manera inconsciente, cuidar y en cierta manera consentir. Al fin y al cabo… era una princesa, ¿no? De la manera más realista que se pudiera decir aquella palabra en concreto…
 
Como fuera aquello, allí estaba él, soportando la embestida del viento mientras sostenía con su mano el sombrero que, en parte, cubría el pálido y hermoso rostro que poseía, y tuvo que seguir sujetándolo hasta que logró llegar al interior del edificio principal de aquel recinto. Y un suspiro, sin poder evitarlo, salió de sus labios mientras se apoyaba momentáneamente en la pared. Realmente…el tiempo parecía ir en su contra. ¿Se había levantado con el pie izquierdo? Lo peor de todo…es que el joven intuía que, además de levantarse con dicho pie…también debió de apoyar su mano izquierda… ese presentimiento no le gustaba, algo iba a ocurrir. Y por ello, su ceño se frunció suavemente mientras se pasaba la mano por el lacio y suave cabello blanquecino, en cierta manera colocándolo con sus dedos enguatados en aquellos guantes del mismo color inmaculado que la cabellera de él.
 
Y sin más dilación… o mejor dicho, ignorando aquellos pensamientos, se dirigió hacia el lugar donde se encontraba el comedor en dicho edificio. Sólo tenía que ir, pedir la comida y volver de nuevo. ¿Qué podría pasar en ese corto periodo de tiempo? Acabó por sonreír con amargura a sus adentros, mas su rostro seguía siendo una máscara de completa calma y amabilidad, adornada con una suave y agradable sonrisa. Que tonto por su parte…
 
Se adentró en la sala destinada a ser el comedor, y aunque parpadeó varias veces al ver la gran cantidad de gente que había…en realidad no se sorprendió. Con el día que hacía… ¿acaso no era agradable ir a tomar algo caliente en un lugar protegido del vendaval? Era lógico… pero no por ello cómodo. Rikard realmente no soportaba las multitudes, tendía a rehuirlas lo máximo posible y a pasar desapercibido en caso contrario. Así que… bueno, allí solo le quedaba la segunda opción. De ahí que directamente se dirigiera a la larga cola que había para poder pedir. Pero… mientras esperaba, algo blanquecino pasó a su lado con cierta rapidez. ¿Qué…? Inevitablemente se volteó, pero no vio nada que pudiera llamar en aquel momento su atención. De verdad… ¿se estaba volviendo paranoico? Pero la segunda vez que vio aquello blanco, reconociéndolo como una cabellera albina, pudo ver claramente la cara de la persona que lo poseía. Y un fogonazo acudió a los orbes de aquel intenso azul que poseía el chico. Aquello… era el maldito recuerdo de cuando su padre, el rey de Dinamarca, les había desterrado, a él y a su madre, del país por causas tan inmorales que escandalizarían a toda la población de dicho país. Y el recuerdo había acudido…por ver a aquel chico, a aquel camarero.
 

En medio de su desconcierto, parpadeó, e incluso tuvieron que llamarle la atención porque ya era su turno. Y una vez en sí, se limitó a pedir el pedido para llevar y esperar a que se lo dieran… pero en el último instante, pidió una taza de té y buscó un sitio para poder tomarla. Pues…supuso que la taza se la serviría alguno de los camareros de allí…y esperaba que fuera aquel que, inevitablemente, le había traído aquel amargo recuerdo, y posteriormente las preguntas mencionadas al inicio. ¿Tan cruel era el destino… de mostrarle allí, a pesar de lo absurdo que pudiera parecer, al futuro heredero del trono de Dinamarca? ¿A aquel que, por una culpa indirecta… había causado que su vida se fuera desmoronando a trozos?
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Mensaje por Rainer Anderberg Sáb Ene 17, 2015 11:00 pm

El clima aquel día no distaba mucho del que había estado aconteciendo en los demás en aquella estación invernal, con la diferencia de que, al parecer, un frente frío acompañado de fuertes vientos pasaba justo por el territorio de la Isla y por lo tanto la Academia Soffio Divino Di Angel se veía afectada también por ello. Muchos de los estudiantes preferían quedarse en sus habitaciones a refugiarse del mal clima, mandando ya fuera a sus sirvientes por la comida o solicitando el servicio a la habitación, cosa que hacía que el personal en el comedor se redujera considerablemente, más tomando en cuenta que a pesar de esa situación, una gran multitud de hambriento y friolentos estudiantes se encontraban allí a la espera de algo caliente y delicioso que los hiciera entrar en calor.
Definitivamente a aquellas horas, y en ese día en específico, se estaba armando un caos de dimensiones alarmantes. Por fortuna, el personal encargado tanto del comedor como de la cocina de la academia ya tenía experiencia suficiente para salir airosos del problema sin perder la calma, por lo que tanto el albino como los pocos compañeros meseros que aún quedaban en aquella estancia trabajando a su lado tenían todo bajo control. Pero para ello se necesitaba un doble de esfuerzo, o incluso el triple, del que por sí ya se usaba comunmente.
Rainer iba de un lado a otro apresuradamente, esquivando mesas, sillas, alumnos y meseros por igual al tiempo que era sumamente cauteloso con lo que hacía, pues en su mayoría lo que su charola transportaba eran sopas y bebidas calientes. Desde que era pequeño siempre fue más ágil que los demás niños de su edad con los que llegó a interactuar en su infancia, que por desgracia fueron muy pocos. Incluso en este ámbito le superaba a Günther, el último superándolo a él en fuerza y por creces. Esa habilidad ya suya, sumada a la experiencia de meses trabajando en aquel oficio, le habían conferido cierta destreza al príncipe que incluso sus propios compañeros de labores le envidiaban.
El Anderberg dejó un pedido a unas jóvenes estudiantes de teatro que siempre se sentaban en esa mesa a esa hora y se encaminó con pasos rápidos hacia el otro extremo para tomarles la orden a unos estudiantes recién llegados, siendo interrumpido a medio camino por la líder de los cocineros. Detuvo su andar abruptamente y retrocedió un par de pasos andados hasta llegar a donde ella estaba, esperando pacientemente a recibir la orden de la contraria.

Ray, encárgate de llevar esto a la pesa número 26 —exclamó, colocando sobre la charola vacía del joven un pequeño platito sobre el cual reposaba una taza de humeante té— Y también dile que el pedido para llevar de su señorita estará listo en unos quince minutos, ¿entendido?

El de ojos tornasol asintió con una suave sonrisa cordial y su interlocutora se volvió a perder en el interior de las cocinas, al otro lado de donde ahora toda esa concurrencia se encontraba y donde seguramente habría un caos aún peor que allí afuera. Se acercó al mostrador para tomar una pequeña cucharita de metal que colocó precariamente sobre un espacio disponible del platito y unos cuantos sobres con azúcar. Verificando que no le hiciera falta nada más; equilibrando la charola hábilmente con una mano en alto y esquivando más personas y objetos, al fin llegó a la mesa indicada donde un hombre de larga cabellera platinada, peinada en una trenza, aguardaba. Por alguna extraña razón las facciones del desconocido se le asemejaron familiares, y eso desconcertó bastante al espiritual, sin embargo decidió pasar por alto pues seguramente se trataba de alguna persona que ya había visto con anterioridad en sus días cotidianos y de allí el porqué sentía que se le parecía a alguien. ¿A cuántas personas no veía todos los días?

Buenos tardes —habló con voz formal y amigable, como siempre hacía cada que atendía a algún alumno, sirviente o profesor por igual. Dejó el platito con la taza en la mesa, frente a él, dejando la pequeña cuchara a un lado junto con los sobres— Espero que sea de su agrado. El pedido para llevar estará listo aproximadamente en unos quince minutos; cualquier cosa que se le ofrezca puede pedírmela y le serviré. ¿Le puedo ofrecer leche para su té? —mientras esperaba por la respuesta del contrario, le observó el rostro con una sonrisa cordial. Nunca llevaba sus lentes oscuros en horas de trabajo, aunque esa idea no le agradara en lo absoluto; sin embargo eran políticas y normas que tenía que acatar. Por lo tanto, el ajeno sería capaz de apreciar sin restricción alguna los extraños y, a la vez, enigmáticos y sumamente atrayentes ojos color tornasol de Rainer.
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Mensaje por Rikard Hvide Lun Mayo 18, 2015 11:45 pm

Aún teniendo el oscuro sombrero sobre su cabeza, una vez se acomodó en la silla, recostó en un suave gesto sus codos sobre la superficie impoluta de la mesa y sencillamente se limitó a esperar, con una calmada expresión en el pálido rostro que poseía el chico. Mas aquello no significaba que su mente estuviera tan calmada, ni mucho menos. Hacía ya demasiado que los oscuros pensamientos y los desagradables recuerdos no habían asaltado de nuevo su conciencia, y aunque en todo momento  era consciente de ellos, no le habían golpeado con tanta fuerza como aquel momento. Acababa de ver ante sus ojos el momento en el que su vida se había desmoronado como una torre de naipes por un par de palabras de aquel que decía ser su progenitor…no, espera, ni siquiera eso. Actualmente, Rikard no tenía identidad, no tenía pasado para nadie… y eso, en cierta manera, estaba bien.

Y mientras aquellos pensamientos, quizás más amargos de lo que deberían, cruzaban su mente, su mirada de ese tono azul tan intenso y profundo se entrecerró sutilmente en una leve mueca, tan fugaz que nadie que hubiera prestado mucha atención podría haberla captado. Su mirada se ensombrecía por instantes, y que la propia sombra que formaba parcialmente el oscuro sombrero sobre su rostro no ayudaba a que ese hecho se mitigara. ¿Por qué se había quedado? ¿Cuántas probabilidades había que se encontrara allí aquel muchacho que era su medio hermano? Las cifras no salían, y aún así… tenía un vago presentimiento…

Pero el hilo de sus reflexiones se rompió en cuanto una voz se dirigió a su persona, lo que le hizo suponer que su pedido, o parte del mismo, ya estaba listo. Por eso, tras cerrar momentáneamente su mirada zafiro, acabó por extender una de sus manos enguatadas en los blanquecinos guantes y retirar en un elegante gesto el sombrero que cubría su níveo cabello y rostro, acabó por entreabrir los ojos y fijarlos en el rostro de aquel que le había dirigido el habla. Y nada más su mirar se fijó en el de aquel albino joven, no tuvo duda alguna a pesar de estar negándoselo a sí mismo: era él. Aquellos ojos eran inconfundibles, los recordaba, un recuerdo tan clavado en su mente que no podía ignorar y que hasta el momento no había querido hacerlo. Por eso, inevitablemente, su profunda y misteriosa mirada, tan similar a la del otro pero sin poseer ese toque tan característico como la tornasol del joven, se quedó unos instantes clavada en aquellos iris. Pero lejos de ser, como probablemente ocurriría, por atracción, curiosidad o similares, en los del de largo cabello níveo solo se reflejó una honda aunque fugaz tristeza y aflicción. Mas aquello quedó mitigado por la cordial y suave sonrisa que acudió a sus finos labios, como un velo que ocultaba los verdaderos remordimientos de su ahora más oscura mente.- Ya veo… En ese caso espero que cunda bien el té hasta en ese rato –comentó con calma mientras acomodaba sus manos en un correcto gesto sobre la mesa, una encima de la otra mientras acababa por desviar su atención hacia donde se encontraba la taza con el cálido y humeante líquido.

Aunque al escuchar esa sugerencia por parte del joven camarero, acabó por mirarle de reojo, aprovechando para observarlo en ese breve contacto visual de nuevo, ya que…aún seguía reacio y consternado por aquello que acababa de ocurrir.- Si, lo agradecería –acabó por asentir meros instantes después mientras enderezaba un poco su espalda. Bien… ahora venía la gran pregunta: ¿qué iba a hacer al respecto si, efectivamente… estaba frente al futuro heredero del reino de Dinamarca?
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Mensaje por Rainer Anderberg Lun Nov 16, 2015 9:15 pm

¿Era impresión suya o su comensal se había sentido algo perturbado por la presencia del príncipe? Rainer le contempló con un poco más de intensidad involuntariamente, deseando descifrar el porqué de aquellos sentimientos confusos que emanaban de su interlocutor. Era bastante raro, pero a pesar de todo aquella sensación de que ese hombre le era familiar de algo no podía mitigarse de su propio interior. ¿Por qué?
Entrecerró parcialmente su mirada cuando el ajeno desvió la suya hacia la humeante taza de té. La situación no se estaba tornando para nada agradable; extraños eran los casos en que alguien conseguía incomodarle a tal grado... Pero no podía evitarse, lo que sí tenía que hacer era concentrarse en su trabajo y ser eficiente. No importaba qué clase de persona fuera aquel hombre de larga cabellera platinada y atuendo oscuro, el Anderberg no podía permitirse ser diferente con él de con el resto. Cada persona tenía sus propios problemas y sentimientos encontrados, y el que pudiera percibir cada uno de estos debido a su condición de ser espiritual no debería de resultar ninguna diferencia. ¿Qué no tenía que lidiar con ese inconveniente todos los días? Era cierto que las emociones del contrario lo abrumaban en una escala superior al de la mayoría, pero eso no era culpa ni suya ni del hombre. Además, el sentir ajeno no tenía nada que ver consigo, ¿o sí? No había razón para que su estado de alerta se disparara de aquella manera.

Como ordene, señor —hizo una breve reverencia y de nuevo esquivo mesas, sillas y alumnos hasta llegar a la barra que dividía la zona de los comensales con la de las cocinas. De allí solicitó a uno de los dependientes que le solicitara una pequeña jarra con leche para llevarla a la mesa 26 y mientras esperaba, le fue inevitable no mirar de reojo y por encima del hombro al ocupante de esta. ¿En qué estaría pensando el sujeto con exactitud? Aunque el espiritual fuera capaz de percibir la intensidad de sus emociones, le era imposible descifrarlas con claridad. Y aunque resultaba ser toda una locura, temía que el causante de aquel agobio ajeno tenía que ver con su propia persona. ¿Por qué presentía semejante disparate, si nunca antes le había dirigido la palabra salvo hoy? Probablemente todo esto se debía al cansancio, llevar a cuesta jornadas tan extenuantes y estar rodeado de tal multitud y mezcla de emociones seguramente estaba comenzando a hacer mella ya en él. Necesitaba tomarse un receso después de esto, esto ya estaba decidido. Una vez que le proporcionaron lo que solicitó minutos atrás, se dispuso una vez más a regresar a la mesa que le correspondía a él atender.— Disculpe la demora, como podrá ver esto está saturado y por desgracia contamos con escaso personal —aclaró de forma servicial una vez que llegó a su lado. Con habilidad comenzó a añadirle leche al té, la dosis usualmente servida, antes de dejar la pequeña jarrita en la mesa, a mano del hombre al que atendía. Volvió a erguirse y sonrió con cortesía— sin embargo no se preocupe, el pedido de su ama ya se está preparando y estará listo en cualquier momento. Mi nombre es Ray, por si necesita otra cosa sólo es cuestión de que me lo solicite. ¿Puedo ofrecerle algo más mientras espera?

Evitó a toda costa centrar su atención de más para que el aura ajena no le afectara en desmedida, o en cuyo caso no podría cumplir con su deber como se le exigía. A pesar de esta resolución, le fue imposible al peliblanco no dirigir, aunque fuera fugazmente, su mirada tornasol en el perfil de su acompañante. Iba a pedir que otro mesero le relevara, ya lo había decidido; no se sentía cómodo con esto.
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Mensaje por Rikard Hvide Sáb Dic 12, 2015 3:04 pm

En cuanto escuchó las palabras de aquel chico que indicaban que iba a ir a por lo que había pedido, sencillamente esbozó una suave sonrisa, aunque neutral, ya que no indicaba nada mas que una correcta cordialidad. Pero nada mas lo perdió de vista por la continua marea de alumnos y personas que había por allí, fue cuando volvió a clavar la mirada en la humeante taza de té que había sobre la mesa. Y en ese momento, aquellas sombras, aun cuando no había sombrero que las acentuase, se instalaron en sus azulados orbes, frunciendo el ceño sutilmente como única muestra del desagradable sentimiento que estaba sintiendo. Esa rabia...esa frustración que había sentido en el momento de ser desterrado por el que era su padre, por el que, en gran medida, le había criado y tratado como un futuro descendiente. Todo aquello que él había considerado que era por aprecio, solo resultó ser una mera manipulación. Y en el momento en que tuvo a alguien 'puro', sencillamente lo había desechado como si de un mero trapo sucio fuese... Incluso su madre acabó muerta por el desinterés que de pronto aquella escoria real había decidido tomar...

Y eran aquellos crueles pensamientos los que casi hicieron asomar en la bella mascara de su rostro una mueca de odio. Odiaba aquello... y estaba dispuesto a devolvérsela. Haría sufrir a aquel hombre hasta que su alma se sintiera satisfecha. Y eran muchos años de rencor acumulados...muchos. Mas su actitud se rompió de golpe al volver a escuchar la voz de aquel con el que parecía ser que compartían sangre, volviendo a cubrir sus facciones con la cordial expresión que debía de mantener. Y en ese momento, mientras veía como la leche caía, mezclándose con la oscura bebida hasta tornarla más clara, fue cuando pensó en algo que, hasta ese momento, ni había pasado por su cabeza: ¿Se podía saber qué diantres hacía entonces ese chico allí, y encima trabajando como camarero de una cafetería de escuela? Y ya podía ser todo lo prestigiosa que quisiera la academia, pero dudaba que pudieran permitirse el lujo de tener a un futuro gobernador de Dinamarca como un simple camarero.

Y por eso, fugazmente, por su en ese momento aun oscura mente, pasó una idea. Así que tras ver como aquel joven dejaba la jarrita con la leche sobre la mesa y le sonreía, una sonrisa igual de cordial que la de él se formó. Si, casi como un reflejo, como una sombra.- Si, es evidente que hay bastante que hacer aquí. Seguro que la cafetería estará replanteándose coger más personal para este tipo de días -pronunció en una aparente naturalidad, como si solo fuera un mero comentario que hacer. Pero a diferencia del otro, su mirar de ese azul se clavó por completo en el rostro de aquel chico de cabellera plateada. Tan parecido a él mismo...y tan distintos también. Y por supuesto, no le fue ajena la actitud del otro. ¿Acaso se sentía incómodo? Le hizo gracia, amargamente, pues sentía que quien debería de estar altamente incómodo debería de ser él mismo.

Entonces, Ray...-pronunció, asegurándose de que ese era el nombre que le había dicho, aun cuando él sabía su verdadero nombre-... ¿no crees que deberías descansar? Se te ve una horrible cara...¿te encuentras mal? -¿sería posible que aquel chico pudiera saber de él? ¿Que pudiera haberlo reconocido por ende? Eso había que investigarlo... y recordemos: Rikard realmente era un guardián, un guardaespaldas y agente directo de los reyes de Inglaterra para proteger a su hija y poder coger cualquier tipo de información que pudiera ser de utilidad. Sabía lo que hacía...y sacar información era una de sus especialidades, pero por supuesto, sin hacerse notar. Y ese, era su caso: aquel joven tan parecido a sí mismo no debía de enterarse de nada.
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Mensaje por Rainer Anderberg Sáb Dic 19, 2015 4:40 am

Probablemente lo estén considerando, aunque tampoco es un hecho. Lo que a la academia le importa que es que todos sus pupilos y residentes puedan recibir el trago digno que se merecen —confirmó el joven Andeberg, con una leve cabezada de asentimiento ante la curiosidad del ajeno sobre el escaso personal de aquellos días. Solía ser agobiante días como aquellos, sin duda, pero no era una situación que se les escapase de las manos por completo al personal de cocina y servicio. Y, tal como había afirmado en voz alta el peliplateado, lo importante era la comodidad brindada hacia los que allí vivían.

Contempló con solemnidad al ajeno, sin que aquella sensación de que no todo iba como debería desapareciera por completo de su ser. Podía sentir una mezcla muy intensa de emociones emanar del joven de cabellera larga, y eso era más de lo que Rainer estaba acostumbrado a soportar. La pregunta era el por qué, ¿por qué aquel hombre experimentaba tan oscuro sentir? No podría averiguarlo, y aún si pudiera no era deber suyo el meterse en asuntos ajenos; pero aunque intentara convencerse de ello, no podía evitar sentirse intranquilo al saber que dichas emociones contrarias iniciaron cuando las miradas de ambos se cruzaron, no era algo que estuviera ya experimentando de antemano, ¿o sí? Definitivamente ya estada desvariando, eran imaginaciones suyas y nada más. ¿Cómo su presencia podría afectar a su comensal si era la primera vez que le conocía? ¿Qué podría haber hecho él, Rainer, para perturbar la estabilidad contraria? Absolutamente nada, ni tiempo había de ello. ¿Podría ser que su peculiar mirada desagradara al hombre sentado frente a sí? Era una posibilidad que acudía a la mente del mesero, y la que hasta ese momento resultaba más lógica para él, pues de modo contrario no podía entender qué había sucedido. Toda la situación en general estaba incomodando al príncipe más de lo que estaba dispuesto a tolerar; la educación recibida desde que sólo era un pequeño no le permitía doblegarse ante nada ni nadie, y por supuesto no se amedrantaría ante el otro, eso era un hecho indiscutible.
Le contempló con mayor seriedad, disminuyendo sutilmente su cordial sonrisa servicial ante las últimas palabras ajenas. ¿A qué se refería el otro con 'una horrible cara'? Estaba seguro de que su expresión se mostraba tan neutral como en cualquier otro día, probablemente con matiz de cansancio, pero nada fuera de lo común. ¿Sería acaso el albino un espiritual, como él? Para nada, de serlo ya lo sabría él que estaba ante un igual, y no era así. Su acompañante era humano definitivamente.

Disculpe, ¿pero a qué se refiere con exactitud? Me encuentro perfectamente, aunque la idea de descansar no estaría mal, sólo que es un lujo que no puedo darme en estos momentos —sonrió, apacible— como usted mismo ya ha confirmado y podrá ver, el trabajo aquí no puede posponerse —de pronto el albino alzó ligeramente la barbilla, no en un gesto autoritario pero sí uno en el que, inconscientemente, se imponía. Aquel porte sin lugar a dudas se trataba de alguien que pertenecía a la realiza, tal como lo era el heredero del trono de Dinamarca— en cambio no puedo evitar sentir cierta tensión en usted, ¿acaso algo ha resultado de su desagrado? ¿He cometido algún error que le molestara? De ser así, me gustaría que me lo hiciera ver, para de esta manera poder mejorar su servicio hacia su persona —replicó con soltura, sincerándose ante el contrario.

En un inicio había tomado la opción de dejar que otro atendiera dicha mesa a partir de aquel momento, pero ahora se había resuelto a ser él quien terminara con la faena hasta el final. Al fin y al cabo, ese era su trabajo y se le había inculcado a nunca renunciar por más complicada que estuviera la situación. Era algo que tenía que aprender el futuro gobernante de un país.
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Mensaje por Rikard Hvide Sáb Jun 25, 2016 12:17 pm

Dejó pasar esa correcta y adecuada respuesta respecto a lo del personal, pues nada más tenía que decir al respecto, total… sólo había pronunciado aquello por comenzar la conversación. Pero, obviamente, el estar en ese momento observando directamente a aquel chico albino si causó que se fijara en ese cambio en la expresión. Como la sonrisa de aquel joven se apagaba un poco, como una seriedad comenzaba a turbar su expresión. Sí, eso Rikard, aún siendo humano, podía verlo, sutil pero visible. Y precisamente ese tipo de acto era el que estaba buscando. - Oh… ¿supongo que intuición? –pronunció con soltura a pesar de todo, manteniendo fuerte y serena aquella bella máscara de calma, a pesar de que…él sabía que el otro podría estar sabiendo lo que escondía, quizás no directamente, pero…- Debe ser duro mantenerse así todo el día, solo le vi algo sofocado. Es lo que tiene ser un humano y no un ser espiritual… yo no puedo saber que puede estar sintiendo otra persona directamente –Y esas palabras, eran una obvia indirecta hacia el otro, perfectamente camuflada para que si alguien pudiera poner el oído no captase nada de lo que quisiese decir, pero, a pesar de todo, al pronunciar aquello, su mirada se endureció un poco, sobre todo al ver como aquel chico parecía reaccionar a aquello, a su presencia, a sus palabras. Ese gesto… a punto estuvo de sacarle una amarga sonrisa en sus labios, pero solo se curvó sutilmente la comisura de uno de sus lados, mientras entrecerraba sus orbes. Sí… ese era el príncipe, el futuro heredero de Dinamarca, que estuviera de manera inesperada e inaudita trabajando como mesero en aquella academia ya era un detalle que, aunque curioso, fácilmente dejó de lado en su mente.

-Oh, disculpe. No es por nada que haya hecho –realmente ese chico no tenía la culpa de haber nacido, qué duda cabía, pero… Rikard tampoco tenía la culpa de haber sido despreciado por el nacimiento de aquel albino. Y aún así…- Solo… me sorprende e inquieta encontrar a alguien como usted aquí, en una cafetería de una academia. A alguien de su ‘categoría’ –y con una sonrisa, una encantadora sonrisa que camuflaba a la perfección la vista de todo el mundo ante lo que acababa de decir, ladeó un tanto su rostro y no tardó en proseguir con aquello, pero… desde otra perspectiva. - Por cierto, parece entrar más gente. Así que debería volver a centrarse en el trabajo si se encuentra bien. Yo ya estoy servido, esperaré pacientemente el pedido para mi ama –y de esa manera, con un fluido y elegante gesto de su mano, le indicó que podía irse si así era necesario, en un cortés gesto pero…dejando ver que, a pesar de todo, no estaba impresionado por aquella actitud más ‘superior’ del otro. No, él hasta cierta edad, fue criado también como un príncipe, y por eso mismo, a pesar de no ser ya uno, no tener nombre para ello, no se iba a acongojar por una actitud similar a la que él mismo a veces tenía. Porque él era un príncipe sin reino, un noble de sangre sucia, alguien que en su momento pudo tener algo y ya no le quedaba nada de su propiedad.
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Mensaje por Rainer Anderberg Sáb Ago 13, 2016 8:34 am

Aunque el semblante del príncipe se mostraba totalmente imperturbable, calmado y con aquella inamovible postura cortés, algo dentro de sí se tensó y quebró estrepitosamente como la cuerda de un violín. ¿Qué había querido decir su acompañante con 'categoría'? ¿Acaso él...? No, eso era imposible, ¿cómo el de albina cabellera podría saber del noble linaje del Anderberg? Y sin embargo allí se encontraba el sirviente, sentado y apacible al tanto que le dedicaba aquella sonrisa que bien podía interpretarse como socarrona, casi burlona y triunfal.
No, era inútil tratar de aferrarse a la lógica por encima de lo que su sentido como ser espiritual le dictaba: él lo sabía, de alguna forma u otra, pero el otro estaba al tanto de que no era Ray, un simple camarero de una acaudalada institución, sino Rainer Anderberg, hijo primogénito y heredero al trono de Dinamarca. El porqué o cómo estaba lejos de la comprensión del albino, sin embargo si aquello era cierto, estaba en una comprometedora situación. Todo por lo cual había apostado en esos años estaba a punto de perderse por aquel arriesgado juego. Iban a desbaratarse sus planes.

Me alegra entonces saber que mi servicio hacia usted no es deficiente, en cuyo caso no tengo nada de qué preocuparme —claro que existían demasiadas cosas por las cuales preocuparse, pero no iba a perder su serena fachada por ello. Lo bueno de ser príncipe, era que desde edad temprano se le había inculcado a mantener a los demás totalmente fuera de sus verdaderos pensamientos y emociones, a no exteriorizarlos por más intensos que estos pudieran ser. El espiritual miró a su alrededor, sólo por la necesidad de hacer algo para quebrar aquella lucha de miradas—. Tiene razón, están llegando más comensales y el personal no se da abasto, será mejor que no me demore —hizo una breve reverencia a modo de respeto—. Si en verdad no requiere de nada más, entonces me tomaré la libertad de retirarme. Regresaré en cuanto el pedido de su señorita esté listo.

Sin esperar palabra ajena, dio media vuelta y se alejó sin procurar mirar hacia atrás ni una sola vez. Continuó con su trabajo de forma impecable, sin embargo en su mente la presencia del contrario no podía desaparecer del todo; era consciente de que el otro se encontraba allí, en medio de tanta concurrencia y sin perderle a él la vista de encima. ¿Por qué? ¿Quién sería aquel sujeto como para poder interesarse en su verdadera identidad? Aquella pregunta era estúpida, cualquiera estaría interesado por esta si el descubrimiento se hiciera del dominio público.
Pero lo más relevante para el Anderberg era... ¿Qué tanto podía esperar a partir de aquel encuentro? Lo cierto era que, desde hacía tiempo, él mismo había comenzado a armarse consciencia de que tarde o temprano tenía que regresar a su hogar, pues tenía un papel que cumplir para su nación. Sin embargo, una parte de sí siempre se rebeló ante esta situación: deseaba seguir cultivando y cosechando más y mejores experiencias allí, como un simple mesero. Conocer al resto de la gente sin preocuparse por guardar las apariencias y formalidades. Ser capaz de apreciar cada mínimo detalle del mundo exterior para poder recreárselo a Freya, su amada hermana, una vez que regresara a casa... ¿Todo aquello terminaría por causa de aquel desconocido sirviente?
En cuanto estuvo listo lo solicitado para su ama, el joven camarero llevó la orden a la mesa donde aguardaba aquel peculiar ser, tomando su té con pasividad.

Lamento la demora, pero aquí tiene —depositó con cuidado sobre la mesa y frente al otro la bolsa que contenía los alimentos—, lo que ordenó. Espero que su señorita lo disfrute. Cualquier otra cosa en la que pueda ayudarle, no dude en hacérmela saber. Que tenga una excelente tarde —y con una reverencia más a modo de tajante despedida que de cortesía, volvió a alajearse del lugar rumbo a la barra.

¿Qué haría a partir de ese momento? Nada. El príncipe heredero al trono no se caracterizaba por su impulsividad, y hasta que no fuera capaz de averiguar hasta qué punto lo sabido por el hombre podía involucrarlo, y dimensionar los estragos que esto pudiera causarle, no actuaría de ninguna forma. Se mantendría como hasta ahora, con el perfil bajo pero la guardia en alto.
¿Quiénes más, además del susodicho, estarían al tanto de la verdad?
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