A buen bosque vas por leña (Priv, María Daghetti)

por **Caín E. Mayfair** Vie Ene 06, 2017 9:23 am

Dentro de la apática estructura de pensamiento de Caín, quizás lo más parecido a una emoción era la respuesta arbitraria que surgía a causa de los contados estímulos que configuraban sus gustos.
Había que reconocerlo, la mayoría de las cosas y personas en este vasto universo le daban absolutamente lo mismo al chico; sin embargo las contadas experiencias que podía catalogar como “agradables” le resultaban lo suficientemente estimulantes como para tomarlas en serio.
Era por eso que esa tarde había concurrido a aquella convención atestada de gente, en lugar de quedarse a solas con su propio ego, memorizando los guiones de “Les Silenes”, para su próximo ensayo.
Escoltado por su actual sirvienta, el muchacho atravesó el amplio Hall del hotel, en busca de los cambiadores. Quizás hubiera sido mucho más conveniente cambiarse en la academia, pero prefería no arriesgarse a ser cuestionado acerca de sus planes para aquella noche; siempre había preferido mantener un perfil bajo, había aprendido de la mala manera que llamar la atención nunca aparejaba nada bueno, en aquella convención de Cosplayers él solo sería uno más entre un tumulto de personas caracterizadas, aquí no resaltaría como lo habría hecho en la academia.
Conforme con su decisión, además del traje que había escogido para ser, esa noche, un deslumbrante Sebastian Michaelis, siguió el trayecto hacia el vestidor mientras le enumeraba a Clodia todos sus deberes para esa noche, los cuales comenzaban por desvestirlo completamente y luego caracterizarlo por completo y luego llevar a cabo consigo misma una tarea similar a fin de representar esa noche al personaje de Grell Sutcliff.
Todo parecía marchar con normalidad, como de costumbre Clodia asentía a todos los requerimientos de su maestro y Caín se limitaba a peticionar con neutralidad, cada pequeño detalle que se le pasara por la cabeza que era necesario. Quizás no se dio cuenta en qué momento había agotado la última porción de paciencia de su acompañante… Probablemente había sido cuando le había requerido que se bajara en el pegajoso barniz rojizo que habían llevado en un barril, como imitación de sangre.
Caín no fue consciente del momento en que la muchacha detuvo, el paso sollozando, hasta que esta vociferó a los cuatro vientos:

-¡Suficiente! ¡Renuncio!-

No había ni una sombra de duda en aquellas palabras que tomaron a Caín por sorpresa y lo hicieron voltear el cuerpo hacia la chica para asegurarse de que se dirigía a él y no a otra persona ¿Qué había pasado de repente? La sorpresa dio lugar al desconcierto mientras él repasaba con la mirada a aquella temblorosa joven parada, ahora, frente a él.

-No puedo más con esto, Amo. Es un malcriado inútil… Un caprichoso y para peor un rarito. Puedo tolerar hasta tener que limpiarle los dientes pero esto es suficiente, se acabó. Me rindo, no voy a acabar cubierta de porquería roja que luego no sé cómo demonios se me quitará de encima. Este es mi límite. Me largo de aquí.

El desconcierto dio lugar a la incredulidad en el momento en que Caín observaba la espalda de Clodia alejándose para siempre de él, sin siquiera exigir una indemnización.
No era el primer sirviente que huía de él. De hecho ya había tenido sobradas experiencias de personas que no habían soportado el ritmo de las exigencias diarias del chico, sin embargo todos habían durado más de un mes y nunca habían escapado despavoridos sin aguardar una compensación monetaria. Pero allí estaba la primera que había, literalmente, huido con lo puesto; probablemente sus padres recibieran una carta documento luego de esto pero ahora tenía cosas más urgentes de las que ocuparse, ya se había quedado sin su Grell pero aún debía conseguir alguien que lo ayudara con su propia caracterización.
Adquiriendo una velocidad ajena a su habitual despreocupación, se aventuró hacia el vestidor sin reparar si estaba entrando en el de chicos o chicas, para el caso le daba lo mismo, no es que fuera a mirar lascivamente a ninguno de los dos géneros, por lo que no guardó cuidado en ese detalle, la suerte decidiría por él.
Aunque no estuvo muy seguro de qué era lo que había decidido la suerte cuando lo primero con lo que se topó fue con un extraño ser andrógino que no pudo catalogar como un hombre afeminado o una mujer viril a medio desvestir en medio de la galería de los cambiadores, no le resultó raro ya que estaba acostumbrado a ver cosplays de cambio de género, habitualmente, pero más allá de eso esta persona era la única a mano con la que podía contar en aquella situación adversa; por lo que no titubeó mientras se acercaba a él/ella y le contemplaba con la misma asertividad con que Clodia le había plantado una renuncia minutos antes, manteniendo el semblante y el tono de voz neutral que le era tan propio se dirigió al contrario clamando con toda la naturalidad del mundo:

-¿Cuánto me cobrarías por desnudarme?

por **María Daghetti** Miér Abr 12, 2017 4:47 pm

No era la primera vez que acudía a aquellos tipos de eventos destinados a resaltar las curiosas peculiaridades de un tipo de ocio como era el cómic manga y la animación de dicho estilo que ya era propio y reconocible en cualquier lugar del mundo Pero, su interés no era del todo aquellas series y tomos, si no que buscaba un trasfondo algo más oculto, y quizás también, más rastrero.

Y es que.... ¡Ea increíble el poder que tenía aquello para poder conseguir dinero! ¿Cuánto se podría explotar aquel sector para sacar ganancias? Además del importante hecho de... los trajes.

Preciosos trajes de índole lolita rondaban por muchas tiendas, sumados a elaborados trajes en busca de caracterizar a personajes de aquellas conocidas series animadas. E incluso podía verse tiendas donde el objetivo principal era la venta de accesorios vintage o steampunk. ¡Podías encontrarte a una dulce chiquilla vestida con un pomposo vestido rosa lleno de flores, como podía ser una chica travestida de un gótico chico. Allí, las fronteras del género muchas veces están en una gran duda.

Y eso de alguna manera al lindo Rowan le gustaba. Quizás porque allí el anonimato era prácticamente marcado, más si ibas solo. Y el descargar parte de aquella 'obligación' que cargaba al fingir casi de diario ser una coqueta muchachita era agradable. No por ello significaba que no le gustara ir de mujer. Total... él era hermoso daba igual cómo fuera, si con falda y calcetas o con un traje de esmoquin.

Aun así, cuando se disponía a sacar de su pequeña maletita que había llevado consigo un precioso vestidito de encaje y abullonada falda oscura imitando el conocido estilo gothic lolita tras desvestirse y quedar solo con un sencillo pantalón corto similar a un culotte, fue cuando escuchó el repentino ruido de la puerta abrirse. ¿Eh? ¿Qué?

¡¿QUÉ COÑO HACÍA ALLÍ UN CHICO CUANDO SE SUPONÍA QUE ERA UN VESTUARIO DE MUJERES?! Aunque bueno, mira quién estaba allí de todas formas también... Pero viendo que el sitio estaba despejado y que no tardaría en vestirse, había optado por lo fácil.

Aún así, desconcertado hasta el punto de que sus grandes orbes granates estaban abiertos en par, acabó por parpadear un par de veces para intentar volver en sí en cuanto la mirada de aquel extraño chico parecía estar revisándolo, teniendo en sus manos aún la blanca camisa que había llevado previamente y que cubría sin cuidado parte de su torso por estar sosteniéndola. Y si creía que aquello era suficiente estúpido e inverosímil, pasó al siguiente nivel en cuando escuchó por fin hablar a aquella especie de besugo, porque tenia cara inexpresiva de besugo, sí. - ...¿Perdón? -acabó por inquirir, siendo lo único que se le ocurrió en el momento, descolocado por completo y sin darse cuenta de ni poner su voz más aguda ni nada. ¿Acababa de preguntarle cuándo le cobraría por desnudarle? ¿En verdad lo había escuchado bien?- ¿Acaso eres tan sumamente inútil que no sabes desabrochar los botones de tu camisa? -soltó al poco mientras retrocedía un paso y, de pura incredulidad soltaba una alta y clara carcajada

por **Caín E. Mayfair** Miér Jun 21, 2017 8:51 am

Cuando su interlocutor enunció aquella primera palabra aislada, formulada como una pregunta; Caín estuvo a punto de repetir su propia consulta, después de todo, había asumido que podrían comunicarse en un mismo lenguaje, pero perfectamente el otro podría no reconocer el inglés tan gutural propio del chico, sin embargo el interpelado prosiguió su discurso dejando al joven francés algo desconcertado.

¿Acaso había algo de malo en no saber realizar aquella labor? No es como si él alguna vez hubiera tenido interés o necesidad de aprenderlo, de manera que jamás lo había hecho. Requería ayuda, nunca había sido reacio a asumirlo, pero por lo que conocía del mundo, nadie prestaba su ayuda gratuitamente, mucho menos a un completo des conocido.
Lo más acertado le había parecido ofrecer una compensación monetaria a aquella persona, a cambio de obtener la ayuda necesaria para realizar el cosplay que lo había movilizado hacia aquel Hotel.

Y ahora se encontraba en esta situación, siendo cuestionado por algo que, para él, se caía de evidente ¿Qué clase de persona se ponía a hacer preguntas cuando había dinero de por medio? Caín nunca había enfrentado una situación parecida. Siempre que ofrecía pagar a cambio de algo, la otra parte había aceptado sin hacer preguntas.

Dos situaciones nunca antes vistas. En menos de cinco minutos estaba lidiando con dos escenarios que, hasta que se le presentaron, jamás había considerado verosímiles. No le quedaba más que ser transparente al respecto, después de todo, aún si era juzgado por su completa inutilidad o su falta de criterio, no era algo que lo afectara en absoluto.

-En realidad sí. –Respondió mientras encogía sus hombros de manera despreocupada, manteniendo el semblante de neutralidad que lo caracterizaba- Nunca he visto la utilidad en hacer algo que puedo pagar a alguien más para que haga por mí.
Su respuesta estaba absolutamente desprovista de cualquier emoción, no había allí desdén de superioridad, ni enfado por sentirse insultado; solo certeza, solo la profunda convicción de que hablaba con tanta honestidad como se pudiera conjurar en una frase.
Era así como Caín se había criado, dejando en manos ajenas todo lo que no requiriera su participación directa, incluso en los asunto más íntimos de su vida.

De hecho asistir a clases y dar sus exámenes eran de las pocas cosas que realizaba por su cuenta, en vista de que el protocolo requería que así fuera; después de todo no podía pagar a un tercero para que lo sustituyera en dichas situaciones. Considerando la naturaleza de dichos propósitos, Caín no lo cuestionaba, tenía sentido que, si él era quien debía aprender, fuera él quien debiera tomar clases y luego rendir los frutos de su aprendizaje.

Fuera de aquellas contadas experiencias, todo lo demás, para este muchacho, era delegable y por ende mucho más fácil, le resultaba mucho más conveniente contratar a alguien para que se ocupara de realizar todo lo competente a él, en lugar de malgastar su tiempo, su esfuerzo y el espacio en su cerebro, en aprender cosas tan triviales como cambiarse, higienizarse o socializar; de manera que solo quedaba que su andrógino acompañante dispusiera su precio.

-Entonces ¿Ya sabes cuánto quieres a cambio de facilitarme la vestimenta?

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