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Mensaje por Desirée Irie Lun Nov 09, 2015 5:14 am

Aquella semana la había tenido muy ajustada en cuanto a la cuestión económica se refería, para mi desgracia en uno de los lugares donde laboraba a medio tiempo lamentablemente había tenido que cerrar por cuestiones personales del dueño, y ahora buscaba todos los medios posible de encontrar una nueva fuente de ingresos o si no, no podría completar la mensualidad de mi madre y eso sería imperdonable. Quizá por esa razón es que había estado mucho más distraída que de costumbre, y eso ya comenzaba a afectarme en mis otras labores tanto de la escuela como de los demás trabajos que cargaba a cuestas. Tenía que concentrarme, o si no perdería oportunidades en mis actuales empleos y mi situación se volvería aún más crítica de lo que por sí ya era. No me preocupaba tener que salirme de la preparatoria, o vivir en la intemperie por no pagar la renta, lo único que me tenía en agustia era la situación de mi madre; a ella definitivamente no podía fallarle.
Y con estos pensamientos torturándome continuamente en la mente, era que caminaba por las calles de la ciudad de Idarion, buscando empleos y nuevas alternativas. Aquel día libre lo había empleado precisamente a buscar distintas ofertas en el periódico e ir de un lado a otro por toda la ciudad a los lugares señalados, buscando ser aceptada en alguno de ellos, pero por ahora no había tenido tanta suerte. Estaba casi por finalizar ya el día y yo me encontraba totalmente exhausta, a la vez que desilusionada. ¿Es que acaso no podría lograrlo? Por lo general siempre me mantenía positiva ante las adversidades, pero cuando se trataba de algo que afectara directamente al bienestar de mi madre... Bueno, no es como si uno pudiera mantener tantos ánimos bajo estas circunstancias.
Tomé asiento en una banca, cansada, y suspiré pesadamente al tanto que cerraba los ojos. Aferré con fuerza el periódico entre mis manos y conté mentalmente hasta cinco antes de volver a suspirar y abrir el mismo, enfocando mi mirada en la sección de ofertas de empleo. Varias casillas estaban encerradas con lápiz, aquellas que me habían resultado las más adecuadas... Actualmente casi todas estaban tachadas y poco a poco se iban reduciendo mis posibilidades. Eso definitivamente no era bueno.
-Bien... No puedo desanimarme, debe de haber algo por aquí... -deslicé mis ojos por las columnas, tratando de encontrar algo más antes de que anocheciera. El atardecer estaba tiñando lentamente el cielo de un hermoso tono dorado al tanto que el sol iba ocultándose. Desvié un segundo mi atención de lo que hacía para contemplar el panorama: las nubes de cálidos colores, la siluetas oscuras de los altos edificios contrastando contra el firmamento, las sombras de los objetos alargándose cada vez más a la vez que el ir y venir de los traseúntes resultaba una maravillosa danza que desfilaba frente a mis ojos. Aquello tenía que ser una señal, una especie de buen augurio.
En eso estaba cuando mi mirada topó con un cartel que resaltaba en la ventana del local de la acera de enfrente, justo frente a mí. Parpadeé un par de veces al tanto que trataba de distinguir y descifrar las palabras allí impresas: "Se solicita personal". ¡Aquello era una bendición! ¡Un rayo de luz a mis plegarias!
Con renovado entusiasmo doblé el periódico que llevaba conmigo, sujeté con fuerza la asa del viejo estuche de mi amado violín y crucé la calle para llegar al otro lado y así adentrarme en el local. Pero todo vestigio de esperanza se esfumó tras charlar brevemente con el encargado del local, que había resultado ser un club nocturno. El dueño no se encontraba presente para entrevistarme y como también tenía otros asuntos que atender, no era muy extraño que sus visitas a aquel establecimiento escasearan, por lo que no podría decirme una fecha con la que pudiera dar con él. Era inútil pedir empleo si no estaba el susodicho presente. Además, la mirada que me había dirigido tras un rápido escrutinio a mi persona, no me había brindado tampoco oportunidad de albergar esperanzas. "Tú no eres lo que estamos buscando" parecía haber querido decir en silencio. Resignada salí de allí, viéndome una vez más en el exterior y con un camino aún más reducido. ¿Qué podría hacer?
Caminé desganadamente hasta la esquina de la calle, la cual aún pertenecía al Club Nocturno por el que acababa de salir. Esperar al dueño sería en vano, el empleado ya me había dejado en claro que era muy probable que aquel día no hiciera acto de presencia, y si yo no encontraba un empleo para antes del anochecer, tendría que tomar medidas más desesperadas. Bueno, si era por mi madre, tampoco sería malo buscar cobijo por un tiempo en el parque...
Como en verdad me encontraba sumamente desilusionada y con el juicio nublado por la negatividad, decidí recurrir a mi viejo amigo, aquel que siempre me acompañaba en mis momentos de mayor dolor, como de alegría. Ese que me hacía vibrar con cada nota reproducida, y el que conseguía que todos mis problemas se esfumaran por unos momentos. Con esta idea en mente me establecí justo allí, donde la gente transitaba continuamente y afuera del local, sólo a unos pasos de la puerta de acceso a los clientes. Deposité con sumo cuidado el estuche en el suelo y colocándolo de una forma que no estorbara el paso, lo dejé abierto al tanto que tomaba entre mis manos la suavidad de la madera fina con la que estaba hecho mi violín. Al menor tacto con él me hacía sentir mucho más relajada, como si no existieran obstáculos que no pudiera vencer. Lo sujeté adecuadamente bajo mi barbilla y usando el hombro de apoyo; con la otra mano tomé el arco y con sutileza hice que hiciera contacto con las cuerdas. Cerré los ojos, aspiré pausadamente unos segundos, quedándome quieta, antes de comenzar a reproducir las primeras notas. De un segundo a otro fui envuelta por la magia del sonido de mi violín y permití que este me transportara a un mundo de maravillas y ensoñaciones. Transmití cada uno de mis sentimientos mediante cada acorde reproducido, deseando que estos pudieran ser parte también de aquellos que se detenían a escucharnos. Éramos mi violín y yo, no podía permitir que nada perturbara aquel momento de especial paz.


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Mensaje por Dante Zuegg Dom Nov 15, 2015 8:01 pm

Saturado, así se sentía. A lo largo de la semana no había parado de trabajar en la oficina y también en casa, la empresa tenía un par de nuevos proyectos en marcha y las ventas se había disparado después de que el nuevo modelo saliera a la venta. Algunos podrían pensar que estar casi en la cima de FIAT era solo llenar las cuentas bancarias de dinero, pero esas ganancias exigían que invirtiera su tiempo en cosas que quizá no le aburrían, pero sí que lo cansaban. Ya no quería saber nada de llamadas, conferencias o reuniones de negocios, su lap la había dejado en el auto porque se conocía a sí mismo, y sabía que si la llevaba consigo no podría resistirse y estaría de nuevo pegado a ella adelantando trabajo y no, su cuerpo gritaba por una pausa. Un par de horas al menos… Un respiro que inicialmente tenía pensado pasar en el club del cual era dueño pero… ahí también seguro que también le esperaban asuntos por atender.

Ya no quería ni pensar cuántos días tenía sin poner un pie en aquel lugar, porque entonces en su cabeza desfilaría una larga lista de cuestiones inconclusas o por iniciar. Por eso, contra todo pronóstico, fue a sentarse en una banca que situaba en la acera opuesta a la del club. Llevaba el cabello recogido, gafas oscuras y uno de esos gorros de invierno aunque por esas fechas todavía no hacía tanto frío. Lo importante era que nadie del club lo reconociera. Mentalmente se preguntaba por qué no simplemente se iba a casa cuando una niña tomó asiento junto a él. De reojo la observó, su semblante delataba preocupación y el periódico que llevaba en mano ayudó a Dante a hacerse una idea del por qué de su expresión, ¿no era demasiado joven para estar buscando empleo? Bueno, ese no era su problema, siempre había personas que vivían en circunstancias más complicadas.

Decidió no prestarle más atención hasta que después de minutos que le parecieron largos, la chica se puso de pie y con renovadas energías cruzó la calle y fue directo hacia el club. Ok, eso sí era extraño y por lo tanto captó algo de interés por parte del ser espiritual que seguía sentado en la banca. Algo de pena sintió por ella pues no fue difícil imaginar lo que el encargado de la entrada le había dicho, además, la muchacha era bastante legible, su expresión corporal la dejaba en evidencia. –Suerte para la próxima, amiga.– murmuró casi tan desanimado como la jovencita. Ya eran dos los que no  habían tenido un buen día.

Pero después de la tempestad siempre viene la calma, se lo recordó el oído que pasados unos minutos recibió unas amenas notas desde la lejanía. ¿Quién tocaba el violín en medio de aquella calle tan ajetreada y a esa hora del día? –Alguien diferente sin duda. – se respondió a sí mismo al tiempo que se bajaba ligeramente las gafas para hurgar a su alrededor en busca del artista. No tardó mucho en dar con su paradero, y una genuina sorpresa se llevó al descubrir que era la misma señorita de antes. La verdad es que no se había fijado antes en que llevaba un estuche de violín, estaba demasiado absorto en sus asuntos y tan solo veía, no observaba.

No, no encajas por aquí. – dijo pensando en la violinista, se ajustó el gorro de la cabeza y cruzó la calle con las manos guardadas en los bolsillos de la gabardina. Le gustaba lo que escuchaba, parecía ser justo lo que su espíritu necesitaba para descansar. Con toda la naturalidad del mundo se sentó en el suelo junto a la desconocida y alzó la vista tras quitarse por completo los lentes negros. Sí, la música se escuchaba, pero también se veía, o al menos él tenía la tendencia a observar detenidamente cómo se movían las manos del intérprete, así como las expresiones en el rostro del mismo y cualquier otro detalle que pudiese contarle qué sentía el músico mientras hacía su arte. Pero la niña no podía tocar por siempre, y las notas llegaron a su fin.

Otra por favor– pidió con confianza sin levantarse de su lugar. –Necesito revivir, la ciudad me esta matando.– agregó sacando de su bolsillo un billete que echó sin dudar al interior del estuche del violín. Era eso o un cheque, porque monedas no traía encima. –Anda, compite con el bullicio de la calle– dijo guiñándole un ojo y se reacomodó en su lugar buscando comodidad. El ser observada de tan cerca no la cohibía ¿o sí?
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Mensaje por Desirée Irie Dom Dic 20, 2015 11:24 pm

Una suave sonrisa fue haciéndose notoria en mis facciones en cuanto seguía con la interpretación de la melodía. Era imposible no notar que aquello era lo que yo realmente amaba, y que mi alma se volvía un sólo ser con las notas que armoniosamente se unían hasta formar un sonido que embriagaba los sentimientos y los instaba a liberarse. Era extraño el día en que yo tocaba el violín con los ojos abiertos, por lo general los cerraba para que así fuera más fácil sumergirme en aquel mundo de fantasía destinado sólo para mí; por lo que me era imposible percatarme de cualquier cosa que sucediera a mi alrededor.
Cuando finalicé, lancé un suave suspiro de alivio y volví en mí, abriendo los ojos. Me sentía mucho mejor, más liberada de mis problemas. Ahora sentía que podía enfrentarme a cualquier dificultad yo sola, aunque en la práctica se sabía ya muy bien que ese no sería el caso, pero daba igual, de todas formas yo lo intentaría. Abrí ligeramente los ojos debido a la sorpresa de escuchar una voz muy próxima a donde yo me encontraba, sólo que a un nivel inferior. Por instinto giré la parte superior de mi cuerpo hacia donde había provenido dicha voz grave y contemplé directamente los ojos del dueño de la misma, con suma sorpresa. Por un momento no pude desviar mi vista de allí, ligeramente hipnotizada por la intensidad de su mirar, aunque... en el fondo había algo que quizá trataba de aparentar, un mensaje implícito en sus palabras continuas.
-P-pero... -observé, anonadada, cómo aquel hombre sacaba un billete y lo depositaba en el estuche abierto de mi violín. Ahogué una exclamación de asombro y volví a mirarle, con la duda y sorpresa pintadas en mis facciones. ¡Aquello era demasiado! Nunca antes me habían ofrecido tanto por una interpretación mía... Cosa que nunca me había molestado, pues yo ejecutaba mi violín por amor, no por dinero. El que pudiera recibir una remuneración por ello era algo extra del que no podía darme lujo de rechazar. Asentí ligeramente, aún aturdida por lo acontecido, y me llevé nuevamente el instrumento a mi hombro, colocando la barbilla en el lugar indicado. Posicioné el arco sobre las finas cuerdas con maestría, y una vez más cerré los ojos.
Tomé aire profundamente y con lentitud, llenando mis pulmones casi por completo del vital oxígeno; al tanto que aguardaba unos segundos en silencio, inmóvil, tratando de buscar la pieza indicada para llegar al espíritu de aquel hombre. Esperaba no defraudarle. Al tener una en mente, suspiré suavemente y por instinto comencé a arrancar las notas a las cuerdas de mi amado violín, de forma suave y casi imperceptible en un inicio, con mucha calma y lentitud cual caricia. El movimiento de mis manos sobre el instrumento fue haciéndose más notorio al tanto que la música iba in crescendo, con mayor intensidad y volumen. Casi podía sentir cómo estaba se elevaba al cielo, creando una tensión que poco a poco se iba acumulando en el espectador. Y esa era la intención, que aquel desconocido sujeto acumulara todas sus emociones de a poco, cada vez más y a la expectativa, para que cuando llegara el punto extacto del climax en la melodía, pudiera llegar a su catarsis, a su propia liberación.
Involuntariamente mis hombros se pusieron un tanto rígidos y mi ceño se frunció ligeramente, lista ya para llegar a la cumbre de la interpretación, y cuando el climax apareció, las notas volvieron a descender rápidamente, a diferencia del ascenso, hasta que la última nota prolongada pasó casi indavertida. Me quedé inmóvil por unos segundos, con la respiración ligeramente agitada por la tensión acumulada, y volví a ser consciente de dónde estaba y lo que había a mi alrededor. Volví a abrir los ojos cuando los aplausos de los traseúntes se dejaron oír, y con una radiante sonrisa por el cumplido a mi trabajo, hice un par de reverencias hacia estos, quienes habían formado un semicírculo alrededor nuestro. Mientras ellos depositaban monedas sobre el estuche, yo me giré hacia el hombre, asegurándome que aún estuviera allí. Le dediqué una suave sonrisa y, con violín en mano, libré los escasos pasos que nos separaban para ponerme de cuclillas frente a él y contemplarle a la misma altura. Ladeé ligeramente mi rostro, haciendo que mi corta cabellera rubia reposara sobre mi hombro derecho.
-Dime, amigo... ¿Te encuentras bien? -inquirí con un leve matiz de preocupación en mi voz. Se veía demasiado agotado... ¿No sería mejor que fuera a descansar en algún lugar más apropiado?

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Mensaje por Dante Zuegg Mar Feb 16, 2016 6:55 am

Gustaba de propiciar inesperadas reacciones en los demás, era un pasatiempo nunca confesado y que aplicó en la jovencita del violín. Para el heredero de los Zuegg aquel billete no era nada y en cambio para la artista claramente significó mucho, lo suficiente como para compartir más de su música con el hombre que con aires de crítico permaneció atento a sus acciones. ¿Qué le daría? ¿Otra pieza que tocara dulcemente el espíritu? ¿o tal vez una nostálgica que encajara con los pesares que la habían orillado a buscar algo en el club nocturno? Más opciones vinieron a la cabeza de Dante y sin embargo bastó con escuchar las primeras notas para que la muchachita lo obligara a bajar de su nube de seguridad y despreocupación.

No conocía el nombre de la melodía que llenó sus oídos, pero lo atrapó como a un insecto. ¿Y quién era el autor? Tampoco tenía idea, ni siquiera se lo preguntó. Todo su ser se sentía obligado a centrarse en la música, como un metal cualquiera atraído irremediablemente hacia un imán, sin oportunidad alguna de escapar. ¿Sabía ella lo que hacía? ¿Tenía idea de la marea que provocaba en el interior del perturbado hombre? Porque así se sentía a causa de la música: agitado, inquieto, desesperado, atacado. Atacado por una fuerza desconocida que parecía restregarle en la cara todas las mentiras lanzadas a sí mismo, era el constante regaño de algo o alguien intangible y lo rodeó de principio a fin. Incluso cuando todo cesó, Dante podía percibirlo todavía en las cercanías. ¿Quién era esa niña que trataba como igual a una fuerza tan incomprensible?

Los aplausos de otros no le hicieron abandonar esa incógnita. Para él, los demás no existían, no en ese instante. Y tampoco después, cuando la aparentemente frágil chiquilla de cabellos color miel se puso en cuclillas y le habló como un ángel a un vil mortal. ¿Se suponía que debía sincerarse de buenas a primeras? Sentía que podía, que no sería juzgado aunque tampoco es que se sintiera particularmente culpable de algo en la vida y a pesar de eso, se negó. No pudo evitar adoptar una actitud defensiva hacia la dulce alma que a su nivel se acomodó. –Lo estoy, no hay razones para pensar lo contrario. Y discúlpame, pero me temo que no somos amigos.– ¿a dónde se había ido el Dante despreocupado y confiado de hace unos minutos? La música le había arrebatado la mejor de sus máscaras.

Tu no tienes necesidad de buscar en un periódico. Haz tu arte y tendrás todo resuelto– opinó de golpe señalando con la barbilla el estuche del violín con las monedas dentro. Él bien sabía que sostenerse a base de arte no era tan sencillo, mucho menos en un lugar como Idarion donde la mayor parte de la juventud se dedicaba a ello. Pero se negaba a aceptar que una persona completamente desconocida había sido capaz de alcanzar su alma con tanta facilidad. ¿No era justamente ese el objetivo del arte?

Incapaz de comprenderse a sí mismo volvió la vista al frente, no se apartó de la chica ni miró a nadie más. Quería deshacerse de la frustración que experimentaba mas no sabía cómo. Molesto se quitó el gorro de la cabeza y a punto estuvo de arrojarlo al suelo. Al final no pudo hacerlo y tan solo apretó en su mano derecha, con fastidio. –Este no es lugar para ti…– le dijo con rabia injustificada.
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Mensaje por Desirée Irie Mar Feb 16, 2016 7:19 pm

Aguardé paciente a que el hombre ante mí me respondiera. En caso de ser necesario, le ayudaría en lo que hiciera falta, mas no me esperé una reacción tan agresiva por parte del ajeno ante mis palabras que sólo pretendían ser amables. Abrí los ojos con suavidad por la sorpresa que me ocasionó tanta franqueza. Cualquier otra persona se hubiera ofendido, probablemente, y habría dado media vuelta para marcharse, pero yo no era así. En parte porque sabía reconocer mi error, y la culpa había sido mía por tomarme atribuiciones que no me correspondían.
-Lo lamento, no pretendía ser grosera, señor -exclamé al fin con voz suave, casi tímida. Aún así no dejé de mirarlo a los ojos, preocupada y aún pensando que mi acompañante citadino no se encontraba del todo bien. ¿Qué le había frustrado tanto? ¿Acaso había hecho algo que le había molestado, además de mostrar tanta confianza cuando no debía? ¿Mi música le habría desagradado? No lo sabía, y ahora me daba un poco de temor preguntar.
Volví a enarcar sutilmente las cejas, ante el desconcierto que provocó en mí sus palabras, y seguí la mirada ajena hasta toparme con el estuche de mi amado violín, donde reposaban varias monedas obsequiadas por los transeúntes. Vaya...
-¡Ah! ¿Eso? -me preguntaba qué tenía de malo. Volví a centrarme en él segundos después de que él lo había hecho conmigo. Una suave sonrisa nerviosa hizo acto de presencia al comprender finalmente qué me estaba queriendo decir. Aún así no me pasó inadvertida su repentina acción de desquitarse con su sombrero, ¿qué culpa podía tener la prenda de ello? No me sentí intimidada por la rabia que expresaba su voz, aún si no estaba segura si la causante de la misma era yo o los fantasmas que traía consigo el hombre- ¿Así que me vio? -pregunté, casi despreocupada, al tanto que me volvía a incorporar para acercarme al estuche.
Comencé a guardar lo recibido en mi monedero para después resguardar a mi amado instrumento en su funda, con una devoción casi ritual al hacerlo. Por un par de segundos un brillo especial danzó en mis ojos verdes a modo de despedida temporal hacia mi mejor amigo, y cerré finalmente la tapa, asegurando los broches. Lo tomé de la asa y regresé hacia el rubio una vez más, tomando asiento a su lado en el suelo y colocando entre nosotros el estuche negro, bastante desgastado pero bien cuidado, de mi violín. Doblé una de mis rodillas hacia arriba y la usé de sostén para mi brazo diestro.
-¿Quién sabe? -inquirí finalmente, mirando hacia el cielo dorado del ocaso y pensando seriamente en las palabras finales de mi destinado compañero. Respiré profundamente mientras lo hacía. No era que no hubiese pensado antes en un futuro diferente, pero no contaba con los medios necesarios para conseguir algo por mi propia cuenta. Mi madre estaba enferma y dependía enteramente de mí, yo tan sólo contaba con dieciséis años y tenía la obligación de estudiar, trabajar y mantenerme a demás por mi cuenta propia. Si la situación fuera diferente, si sólo fuera yo la afectada, me arriesgaría completamente a tratar de abrirme paso en la vida. Pero así no eran las cosas, y no me arrepentía de nada-. Sigo pensando seriamente abandonar el instituto para dedicarme de lleno a trabajar, quizá así sea más sencillo encontrar un trabajo de buen sueldo y de tiempo completo -hablé por fin, tras una breve pausa y confiando en el desconocido parte de mis temores. Porque así era yo, sencillamente no podía recelar de nadie y mucho menos de alguien que parecía tan perdido. Obviamente no lo diría, pues estaba segura de que volvería a ser merecedora de la rabia ajena y no deseaba que se tomaran a mal mis palabras. Una suave sonrisa apareció de nuevo en mis labios, una pura y sincera, sin ningún sentimiento negro nublando el brillo de mis ojos- existió un tiempo en que pude experimentar la dicha de mostrarle a los demás mi música sin recibir nada a cambio -claro, cuando sólo era una niña y aún contaba con el apoyo financiero de los Henderson- incluso hoy en día lo hago por pasión y anhelo, no por pedir dinero en las calles. Casi no tengo tiempo y el único modo en el que puedo practicar con el violín es de esta forma; también aprovecho para canalizar mis sentimientos como lo hice hoy, no tengo ningún otro objetivo. Aún así, no puedo darme el lujo de despreciar aquello que me ofrecen -al fin solté la mirada del cielo y ladeé el rostro para ser capaz de observar el perfil contrario. Sólo curiosidad y amabilidad, era lo único que sentía por el rubio de ojos azules a mi lado-. Tal vez mi lugar sí sea aquí, en las calles. Es mejor eso a no poder mostrarle a los demás un pedacito de lo que me conforma, y si consigo alegrar un poco a alguien con lo que hago, entonces no necesitaré nada más -esas fueron mis sinceras palabras, mi manera de demostrarle que confiaba en él-. Mi nombre es Cassie.
Ya iba siendo hora de que me marchara pues aún tenía que buscar un empleo nuevo, la noche era joven y utilizaría cada minuto que restara del día para alcanzar mi objetivo. Además, mañana sería un día bastante agotado, pero eso no representaba un problema para mí. Por alguna razón, el haberle dicho aquello a él me había hecho sentir con renovadas energías. Ahora ya no veía la situación tan negra como en un inicio.
De todas formas, sabiendo esto, no me moví. Me mantuve en mi actual posición, a su lado; haciéndole compañía hasta que el contrario expresara, ya fuera en alta voz o con algún ademán evidente, que mi estadía allí le resultaba una molestia. Mientras no fuera así, seguiría allí.


Off: ¡Me encantó el post! ¡Muchísimas gracias! ♥
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