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¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider]

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Mensaje por Julietta Tescotti Vie Ago 05, 2016 7:15 am

Los días allí pasaban lentos y aburridos. Al menos en Japón tenía a mis amigos de la escuela para pasar el rato, o los chicos del clan con los cuales entretenerme jugando cartas o practicando artes marciales, lo que fuera. Pero aquí era tan distinto a casa... empezando en primer lugar por mi progenitor, quien vivía bajo el mismo techo que yo ahora. ¿Y qué se podía hacer junto a aun completo extraño? Mis sentimientos se veían enfrentados ante el deseo de saber más de aquel que me dio la vida y el temor de hacerlo al mismo tiempo. ¿Qué se suponía que debía hacer? O mejor aún, ¿qué se suponía que se esperaba de mí? ¿Por qué después de catorce años fue que se solicitó mi presencia en esta isla de la que desconocía su existencia ahora? Era demasiado para mí... y aun si decidí enfrentarme a todos aquellos designios ajenos, seguía sintiendo miedo en mi interior. Miedo a descubrir cosas que no deseaba averiguar, miedo a dar un paso en falso, pero sobre todo miedo a ser rechazada...
Transcurrían los días y no sentía que la cosa fuera a mejorar demasiado, no podía sentirme en confianza por más que así lo pretendiera Leone Tescotti. No iba a negarlo, en realidad el hombre estaba haciendo hasta lo imposible por acercarse a mí y hacerme sentir acogida en aquella nueva residencia, pero yo no podía hacer otra cosa que no fuera recelar... Alzar barrera tras barrera para impedir el paso a cualquiera que intentara hacerlo. Y no podía evitarlo, me dolía. Ser obligada de un momento a otro actuar con madurez y semblante sereno ante los nuevos obstáculos... No podía, por más que fingiera que era capaz, muy dentro de mí sabía que seguía siendo una niña temerosa de perder aquello que le era importante.
¿Pero exactamente qué era lo que temía perder?
Tenía entendido que el día de hoy mi padre recibiría visitas, una cena de negocios, y por lógica yo no contaba como un miembro que debiera presentarse a la velada. Pero estaba bien, prefería estar encerrada en mi habitación contemplando y contando, una vez más, las grietas en el techo. Sí, eso era mucho más divertido... y seguro. Pero para ello aún faltaban un par de horas, y mientras los habitantes de allí se preparaban para dicha ocasión, yo aproveché para escabullirme por la puerta de las cocinas y salir al jardín. Era enorme, y si no tenía cuidado terminaría por no reconocer los límites de la residencia y los que peternecían al bosque que bordeaba la misma, pero mientras no me adentrara demasiado, no habría ningún problema... O al menos eso esperaba. ¿Importaba de todas formas? No sería hasta dentro de mucho tiempo que se percatarían de mi ausencia y quizá ya fuera demasiado tarde. Sí, esa idea no resultaba ser tan desagradable del todo...
Alcé la mirada al cielo, el cual lentamente pasaba de tener matices naranjas a tonalides violáceas, anunciando así el próximo anochecer. Quedé absorta en este panorama, en medio de los árboles y con los arbustos cubriendo mi escondite personal. Justo a mano derecha de la fuente de ángeles desnudos, donde el sendero terminaba e iniciaba el territorio salvaje, se encontraba un pequeño claro del cual me había adueñado en vista de que nadie más de la casa se percataba de su existencia. Sólo para mí. Un poco más a lo lejos se escuchaba el correr del agua del río que cruzaba la parte posterior de la enorme mansión. Los árboles se elevaban hasta las alturas y allí, sintiéndome pequeña e insginificante, al mismo tiempo me sentía protegida. Una tímida estrella, la primera del día, hizo acto de presencia con su suave luz titirante. Lancé un suspiro, echada sobre el descuidado césped, y cerré los ojos por un momento. Allí se sentía la paz, todo tan lejano del tumulto que se llevaba a cabo en el interior a causa de la dichosa reunión. Seguro que a nadie le importaba que yo permaneciera allí por un poco más de tiempo, quizá eternamente. ¿Qué acaso nunca fui echada de menos en estos largos catorce años? ¿A quién le podría importar, ahora, mi ausencia?
Cuando volví a abrir la mirada el cielo se había oscurecido por completo y las estrellas brillaban con mayor intensidad, aún así en el horizonte se bordeaba un pequeño haz de luz, rastro del sol que ya tenía tiempo de haberse ocultado. Pero no era lo único que mostraba esplendor, y fruncí el ceño ante el descubrimiento de esto. Me incorporé un poco para poder presenciar aquella diminuta luz que se encendía y apagaba de forma intermitente, tan similiar al de las estrellas.
-¿Una luciérnaga? ¿Qué hace una luciérnaga a...? Ya, es por el río... -seguí con la mirada, sentándome sobre mis propias piernas, aquel pequeño bicho perderse la distancia. Afilé la mirada para percebir más allá de donde me encontraba, descubriendo con sorpresa y deleite que no era la única, que a la distancia se podía apreciar otras pequeñas luces que se extinguían a momentos. Eso provocó que una sonrisa de añoranza apareciera en mis labios al recordarme mucho a mi hogar, en Japón, con mis tíos y los chicos de la mafia.
Me incorporé y sin pensarlo ni un momento, comencé a adentrarme más hacia el río, allí donde sabía ya de antemano que estaría la mayor cantidad de luciérnagas aguardando a ser admiradas. No supe cómo, ni el porqué, ni siquiera cuándo inició, pero ya estaba entonando una bella melodía sin percatarme de ello. Y cuando lo hice no me detuve, ¿quién podría escucharme allí? Estaba resguardada por aquel jardín, y saber esto hizo que me permitiera desahogar mediante el canto, dejando aflorar cuanto sentimiento guardaba en mi interior y que no permitía que nadie más descubriera.
Sólo para los árboles, sólo para las lurciérnagas, sólo para mí...
Cuando finalicé, suspirando quedamente y dejando que el silencio reinara por unos segundos, fue cuando me percaté que algo no estaba bien. Aquel sonido... no era el cotidiano en un ambiente como aquel. Rápidamente me giré para encararle, con el corazón en un puño.
-¿Quién anda allí?


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¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider] Empty Re: ¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider]

Mensaje por Kristof Schneider Dom Ago 07, 2016 1:58 am

No tardé en quedar formalmente ataviado en el traje azul turquí que había comprado esa semana, justamente para estrenar en esta ocasión.

Hacía varios días que Leone había planificado un festín de negocios con el fin de concretar la transferencia de ciertas acciones a sus activos, era un negocio redondo que habíamos analizado a fondo hasta la más mínima cláusula, por lo que mi presencia allí era más que nada una formalidad, además de que lo ayudaría a sentirse seguro, ya que a veces podía enredarse en sus propias palabras… en resumidas cuentas estaría allí más como su amigo que como su abogado, lo cual me brindaba un margen de relajación a la hora de predisponerme para el asunto.

Al menos no tendría que lidiar con un montón de buitres carroñeros predispuestos a aprovecharse de la buena fe de aquel hombre que era prácticamente la única persona que contaba con mi entera confianza, por lo que siempre estaba atento con más ojos de los que poseía, a los asuntos de él… sin embargo, afortunadamente, esta ocasión no lo ameritaba.

Lista mi apariencia, me dispuse a tomar el empaque con el Cabernet Franc de cosecha tardía que había conseguido para la ocasión y un  par de gemelos de platino engarzado con obsidiana como regalo personal para Leone por esta ocasión particular.

Dado que probablemente ingiriera alguna copa con la comida y luego en el brindis, decidí que no conduciría, por lo que llamé un taxi para que me recogiera y me alcanzara hasta la mansión; me bajé y le pagué al conductor fuera de la residencia; desde aquella distancia alcanzaba a divisar el movimiento de sirvientes dentro de la casa, el despliegue de luces y música, los aromas del banquete; sin duda una nueva velada excepcional.

Cuando el enorme enrejado se dividió en dos, ingresé a la residencia con el paso calmado; disfrutando de la cálida brisa veraniega. Pronto estaba dentro del edificio principal, me ofrecieron un lugar confortable para sentarme a esperar al anfitrión.
Al fijarme en mi propio reloj pulsera me percaté de que realmente había llegado algo temprano, enseguida avancé hacia la alargada mesa que habían dispuesto para los obsequios, dejando allí el mío y luego haciendo entrega del vino al mayordomo.

Cuando me vi con las manos libres seguí avanzando por la sala hasta conseguir salir al jardín, ciertamente el aire libre ofrecía una maravillosa alternativa a la atmósfera de ansiedad de adentro, por lo que decidí que allí me quedaría hasta que llegaran los demás invitados, sentándome en una banca eché la cabeza hacia atrás mientras mis ojos se afincaban en el limpio cielo de verano que dejaba a la vista las maravillosas constelaciones del Mediterráneo.

Afortunadamente enseguida cerraron la puerta que comunicaba la casa con el jardín, de manera de poder conservar el ambiente acondicionado artificialmente, entonces todo se volvió quietud y hermoso silencio bajo aquel manto renegrido… Todo excepto un murmullo… uno suave y delicado que parecía provenir desde el bosque aledaño.

Guiado por un impulso de curiosidad, de los que rara vez tenía, fui envuelto por la armoniosa emoción que se traslucía en aquella seguidilla de notas que, conforme fui adentrándome en la espesura del follaje, pude identificar como una melodía en japonés… No era un total experto en aquel idioma, sin embargo podía comprender el sentido general de las frases que se iban atando en cada verso y que trasmitían una arrolladora cantidad de sentimientos, pronto se volvió hipnótica, la dulzura cadente de aquella voz que se volvía más clara y limpia conforme daba un paso delante del otro.

No tardé en descubrir el origen de la melodía, erguida en aquel claro del bosque se hallaba la figura femenina de la muchacha que entonaba la canción que me había arrastrado hacia allí; quizás de japonés no supiera bastante, sin embargo de arte y música me había nutrido toda mi vida y aunque fuera un completo negado para ello, sabía apreciar la calidad de cualquier pieza que me pusieran delante ¿Por eso había acudido allí? ¿Por Amor al Arte, literalmente? Quizás… pero mi instinto me decía que algo tras las veladas emociones que había transmitido aquella voz al entonar, era lo que en realidad había acabado por hacerme ceder ante un impulso tan extraño, cuando yo, por regla general, mantenía esa clase de pulsiones bajo estricto control.

Como fuera, la visión de la muchacha rodeada por las luciérnagas que irradiaban distintos colores de luz mientras la prístina luz de la luna bañaba el claro confiriéndole misticismo al canto, podría haber parecido la visión de un cuento de fantasía. Era una especie de fascinante aparición y realmente desvió mi atención del hecho de que no tenía la menor idea de quién sería aquella chica y qué estaría haciendo en los terrenos de la residencia de Leone.

A punto estuve de apartarme sigilosamente, como había llegado… sin embargo el hipnótico magnetismo que me había atraído parecía haberme anclado los pies al suelo, obligándome a presenciar la pieza hasta el final; cuando conseguí romper con aquel trance, apenas alcancé a mover un pie, aunque el movimiento fue más brusco de lo que esperaba y acabé por pisar una pequeña rama que crujió, rompiendo la pulcra armonía de la noche, ante lo que fui interrogado pronto, viéndome obligado a revelar mi ubicación e identidad.

Por alguna razón mi corazón martilló fuerte y un nudo se me instaló en la boca del estómago, mi adrenalina se disparó nerviosamente y mi pulso se aceleró como si realmente hubiera sido descubierto cometiendo alguna clase de crimen.

Al final, me di cuenta, de que lo que estaba haciendo, lindaba en algún borde quisquilloso con el acoso, sin embargo como abogado que era, racionalmente sabía que aún no había hecho nada catalogable como un delito ¿Así de reductible era el mundo? Como si todo se rigiera por las leyes de los hombres… ¿No había alguna clase de mandato moral que me obligara a sentirme mal conmigo mismo, quizás por el sencillo hecho de poderla haber incomodado? Seguro que sí, ante todo era un caballero, como bien me habían instruido mis padres, por lo que carraspeando, me revelé saliendo de la seguridad que me ofrendaba el árbol en que estaba “oculto” y tratando de componer una sonrisa amistosa finalmente permití que mi voz saliera… algo ahogada, pero lo suficientemente cadente como para no traslucir nervios u hostilidad.

-Lo… lo lamento… no quería incomodarte, es solo que era una hermosa canción y no resistí a saber de donde provenía… -Fui sincero, porque no había nada de malo en ello, el mayor problema radicaba en que mis palabras e intenciones fueran realmente interpretadas y aceptadas por la muchacha, después de todo había sido descubierto in fraganti.
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¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider] Empty Re: ¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider]

Mensaje por Julietta Tescotti Jue Ago 18, 2016 6:55 pm

Podía apreciar el latir de mis latidos en las sienes, al tanto que un sabor amargo ascendía por mi esófago hasta la boca, sintiéndome mal ante la situación en la que me encontraba. No permitía que nadie me escuchara cantar, pero absolutamente nadie. Ni siquiera mis tíos sabían que mi verdadera vocación se inclinaba a la música, y los quería demasiado como para torturarles con mi canto. Independientemente de eso, tampoco permitía que se acercaran a mí... incluso con las personas de mayor confianza siempre guardaba una delgada, pero difícil de tumbar, barrera de recelo. Tenía miedo a la traición, y por lo mismo no podía ser débil ante nadie. Por lo mismo era que me había sentido segura de expresarme en la oscuridad y soledad del lugar, dejando así salir cuanto sentimiento y emoción en mí, que día a día me atormentaban mas siempre reprimía. Sólo en aquellos momentos podía permitirme desahogar aunque fuera una mínima parte de lo que tenía que llevar a cuestas y en silencio, y no era por martirizarme ni mucho menos, porque me era tan natural ya callar que ni siquiera tenía en cuenta esta condición mía, pero existían instantes, justo como aquel, en que ni yo era capaz de aguantar tanto, en el que tenía que liberarme de alguna forma con tal de no terminar por derrumbarme.  
Ahora, ante el hecho de que probablemente alguien fue capaz de presenciar tan catastrófico momento de debilidad por mi parte, no sabía cómo actuaría a partir de allí. Apreté los puños con fuerza, manteniendo bajo control el insistente impulso de salir corriendo del claro, dirigirme hacia la carretera y no volver a pisar territorio de los Tescotti nunca más, pero eso era absurdo y hasta yo lo sabía. Mi única opción era aguardar y enfrentarme a las fatídicas consecuencias. ¿De quién se trataría? No quería ni pensarlo, ¿tal vez algún miembro del personal? ¿Mi propio padre? No, eso nunca, prefería morir antes de que el mismísmo Leone Tescotti fuera aquel que se refugiaba tras el follaje. Y peor aún si se enteraba que mi canto había sido dedicado a él... ¡No, ni soñarlo siquiera!
Ante estas posibilidades, involuntariamente adquirí una postura defensiva al tiempo que aguardaba, impaciente, a que mi no solicitado acompañante revelara su identidad, entrecerrando los castaños ojos mientras tanto para escudriñar el panorama. No tuve que esperar demasiado para que un joven hombre de estatura elevada y larga cabellera morada, vestido de forma elegante, se dejara ver por detrás de un árbol. Afilé aún más mi mirada, retrocediendo un par de pasos, los mismos que el extraño había dado para aproximarse a donde yo me encontraba.
¿Quién sería él? Nunca antes lo había visto, no se me hacía para nada familiar, y me cuestionaba ahora cómo diantres le había hecho para llegar hasta mi refugio personal. Me molestaba tanto como me avergonzaba el haber sido invadido mi espacio personal cuando yo me encontraba en mi momento más vulnerable. No bajé la guardia ni un poco, ni siquiera ante las explicaciones de aquel hombre que al parecer no guardaba malas intenciones, pero que tampoco iba a permitir que se viniera a burlar de mí cuando yo sabía ya que con lo último que se podía calificar a mi modo de cantar era con 'hermoso'.  
-No son necesarios los sarcasmos, sé de antemano que canto mal -lancé un suspiro de frustración al tanto que me masajeaba la frente con mis dedos índice y medio, tratando de serenarme. La había liado, y muy grande. Mi única esperanza radicaba en que probablemente se trataba de un extraño al que nunca más le tendría que volver a ver la jeta, sólo así podría tranquilizarme. Alcé la mirada para volver a encararle. La cuestión ahora era... ¿qué hacía un desconocido a estas horas de la noche en la propiedad de mi padre?-. ¿Eres un invitado para la reunión de negocios? -inquirí al fin, echándole un vistazo a su atuendo y sacando mis propias conclusiones-, porque si es así, creo que estás un poco alejado de donde se llevará a cabo... ¿Cómo te llamas?
Sí, mientras menos sacáramos el tema de mi humillante actuación en aquel lugar, mucho mejor para mí.
Ladeé el rostro, aguardando a por una respuesta mientras mis ojos se fijaban en los claros de él... ¿Qué color exacto serían? Bajo la luz de la luna, tenían un enigmático tono azul grisáceo tras el cristal de sus lentes.
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Mensaje por Kristof Schneider Mar Ene 31, 2017 6:30 am

El intercambio que siguió a mis palabras fue algo desconcertante; no estaba seguro de que la lección de mi frase hubiera dado lugar, en ningún momento, a la respuesta defensiva que surgió en reacción; sin embargo me llevó a pensar que definitivamente no tenía forjado un concepto muy acertado sobre sus propias capacidades, después de todo podría haber catalogado aquel dulce canto de muchas cosas muy distintas a “malo”.

A continuación siguieron dos preguntas tan diferentes entre sí  mismas que me costó esquematizarlas en mi cabeza para poder armar mis respuestas.

-Bueno… De hecho, señalé que la canción era hermosa; nunca he dicho que cantara bien, por lo que la primera contestación estaba de más… Aunque; si se me permite una apreciación personal como consumidor de arte que soy, creo que la interpretación estaba bastante a la altura de la pieza, pero no tengo la soberbia de asumir que solo porque es más joven no pueda tener más idea al respecto que yo;  por lo que le otorgaré el beneficio de la duda y no refutaré la percepción que tiene sobre su propio canto.

En cuanto a lo demás soy Kristof Schneider y sí; estoy aquí para participar en él en calidad de representante legal del Sr. Tescotti; a quién seguramente tendremos que esperar como de costumbre. Es alguien muy particular en esta clase de situaciones pero es un gran hombre…

Sacudí la cabeza en negación al darme cuenta de que estaba hablando de más en lo que respectaba al asunto de Leone, después de todo ni siquiera sabía quién era esta persona ni qué hacía allí; aunque ciertamente una espía o alguien que tuviera alguna intención oscura hacia el anfitrión de la fiesta, no se habría escapado a cantar en los escaparates de los jardines de la mansión.

Deseché pronto cualquier sospecha y bajé mi propia guardia, después de todo, en esta situación yo era quién estaba realmente en falta y fuera cual fuera la situación de ella, seguramente no sería más extraña que la de un hombre que se había quedado escondido a escucharla cantar; lo cual era, mínimamente, perturbador.

-¿Cree que es mucho atrevimiento preguntarle, también, quién es usted y por qué estaba cantando escondida en la mansión de mi cliente y amigo personal?


Inquirí flemáticamente, pues, podría haber descartado que ella fuera movida por alguna oscura intención dirigido hacia Leone, sin embargo eso no implicaba que fuera desplazar mi interés por tener conocimiento acerca de cuál era su propósito en aquel lugar y, más aún, si estaba autorizada a vagar por las instalaciones de la residencia con tal astuta libertad.

Aún si acababa de interrogarla por algo que podría considerarse incómodo, dependiendo de su identidad y pretensiones, traté de que mi voz sonara amena, como si mis propios intereses estuvieran enteramente avocados a la curiosidad personal por conocerla…

Sin embargo cuando sopesé mis verdaderas emociones, me encontré con que realmente existía una extraña pulsión de verdadero deseo por conocer un poco más sobre aquella extraña  que merodeaba el bosque, como si fuera un hada traviesa.

Curioso… Así que después de todo… ¿No es solo por Leone?
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¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider] Empty Re: ¿Confrontando al destino? [Kristof Schneider]

Mensaje por Julietta Tescotti Lun Mayo 08, 2017 6:14 pm

Me quedé pasmada varios segundos, en los cuales no pude reaccionar de otra forma que no fuera mirar al extraño frente a mí con la más infinita incredulidad plasmada en mi expresión, acompañada de un hastío exuberante. Mi ceja comenzó a temblar a modo de tic ante la irritación que vino después del asombro momentáneo. Apreté los puños y rechiné los dientes, contando mentalmente para calmar la furia que de pronto comenzó a propagarse por todo mi cuerpo y calentar mis extremidades. ¿Este anciano a qué se venía? ¿A burlarse de mí con su rimbombante forma de hablar? ¡Que no era una cría, joder! Y por mí tanto él como su 'apreciación al arte' podían meterse en zonas muy poco gratas de su anatomía.
Terminé por desviar la mirada hacia mi hombro izquierdo, tronando por lo bajo la lengua con exasperación. Si no trataba de calmarme, al siguiente segundo ya me encontraría frente a él plantándole mi puño en esa aguileña nariz de zopilote que se cargaba. Aunque pensándolo bien, no sería tan descabellada la idea. Estábamos en el escenario ideal para ser un crimen perfecto... aunque, tomadas las circunstancias y las características de cada quien, la que terminaría enterrada en aquel remoto lugar probablemente terminaría siendo yo...
Alcé la ceja con incredulidad, perdida en mis propias imaginaciones y siendo consciente poco después de la compañía no grata del entrometido y su cháchara sin sentido. Un segundo, no era sin sentido... el hombre sólo estaba respondiendo a mis preguntas...
-Ya veo... -musité por lo bajo, contemplándolo de arriba a abajo y de regreso- ¿así que el representante de Leone Tescotti? -no era una pregunta que el otro debiera responder, sino un pensamiento manifestado en voz alta por mi parte. Mis ojos castaños se aferraron en el mirar contrario- ¿y qué hace el abogado de Leone Tescotti en un lugar tan apartado de la residencia? Las buenas costumbres dictan que debes esperarlo en el lugar citado, no en medio de la nada -le increpé con más sarcasmo del que quizá debiera, pero no podía evitar estar a la defensiva.
Culpa suya por venir a meter las narices en circunstancias que no le involucraban y a las que mucho menos había sido llamado.
¿Cuáles eran mis opciones ahora? Esperar a que Kristof Schneider, como a sí mismo se presentó, se fuera de allí para yo poder escabullirme de regreso a la mansión y encerrarme en mi habitación por el resto de mis días. Esa opción no era descabellada, pero... Alcé la mirada al cielo ennegrecido y fruncí ligeramente el ceño, dubitativa. ¿Cuántas posibilidades habían de que el abogado de mi padre acudiera seguido a este domicilio? No muchas, esperaba... después de todo los negocios debían ser tratados en las oficinas y no en casa. Habló muy bien de mi padre, y su voz mostró cierto respeto al hacerlo a pesar de estar describiendo una cualidad negativa del nombrado, ¿qué tan cercanos serían el uno del otro? Podría ser solamente que lo admiraba, y nada más.
Bien, me aferraría a esa conclusión.
-¿Que quién soy yo? -pregunté con curiosidad una vez salida de mis cavilaciones, siendo consciente apenas de que se me había cuestionado por mi identidad-. Pues yo soy... -me interrumpí a media frase, mordiéndome la lengua al hacerlo para callar. Si le decía que yo era la hija de Leone sería como cavar mi propia tumba. Si le decía sólo mi nombre de pila, no sería para él difícil averiguar de quién se trataba si es que era cierto que tenía relación constante con mi padre... ¿Qué opciones tenía siquiera? ¿Mentir? Cierto, aquello era lo mejor aunque... Cerré los ojos, serena, al tanto que tomaba asiento de forma despreocupada sobre un tronco caído y adquiriendo cierto aire de misterio- ... lo cierto es que hace mucho que nadie pronuncia mi nombre, así que lo he olvidado -volví a abrir la mirada y la concentré en la ajena. Mi semblante mostrando una melancólica serenidad, aunque en el fondo me estaba divirtiendo de lo lindo- a veces me gustaría recordarlo, escucharlo en labios de alguien más... pero hasta que eso no suceda, seguiré siendo esclava de este lugar.
Muy bien, Julietta, lo estás haciendo excelente.
Desvié la mirada a la distancia, allí donde la residencia de los Tescotti aguardaba para un evento al que yo no había sido invitada. La tristeza nubló mi expresión, sin ser este un sentimiento fingido. A veces me sentía tan fuera de lugar, que seguía cuestionándome qué hacía yo allí. No lo entendía, no podía dejar ir aquel sentimiento de intranquilidad y desasosiego...
-Hace mucho yo también viví allí -solté tras un breve silencio, sin desviar aún mis ojos del punto donde se encontraba el edificio, imposible de ver desde nuestra posición actual debido al follaje pero era entendible a qué me refería-. Han pasado ya tantos años, que duelen... Ya no soy bienvenida. Dejé de existir hace mucho tiempo atrás, y fue lo mejor...
Sin percatarme de ello, a medio de mis palabras me había puesto en pie y me había encaminado, pasando por el lado del hombre, hacia un árbol. Tras este sería capaz de ver las luces y parte de la fachada de mi hogar a la distancia, o del que alguna vez fue mi hogar. Apoyé mi mano sobre la rugosa superficie del tronco y quedé absorta en dicha imagen. Una ligera brisa primaveral se alzó e hizo ondear mi cabellera castaña, suelta, y mi diáfano vestido blanco que llevaba puesto.
Olvidándome una vez más de la presencia ajena y de cualquier cosa a mi alrededor, comencé a entonar una vez más. Unas notas cargadas de sentimiento y nostalgia tras cada palabra pronunciada.


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