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Mensaje por Odette Chrysomallis Jue Ene 15, 2015 5:10 am

Por fortuna mi cuerpo, desde que era una cría muy pequeña, estaba hecho para estar en altamar; por lo que para mí no representaba ningún problema que mi medio de transporte, desde que me había mudado a la isla, consistiera en el yate privado de la agencia para la cual trabajaba. Ya en el continente, dependiendo de la distancia que tuviera que recorrer, me movilizaba ya fuera en automóvil o en avión. Pero forzosamente para llegar a Idarion tenía que ser por medio del mar, y para esta situación me convenía muy bien que mi representante me proporcionara del vehículo adecuado. Los Chrysomallis contábamos con más de un yate privado de diferentes tamaños y variedades, mi padre era un gran aficionado al océano y suponía que de allí venía mi buena resistencia desde niña al constante movimiento del barco sobre el agua, cuando la mayoría de las mujeres se sentían indispuestas y preferían pasar el tiempo que durara el viaje encerradas en su camarote, reposando. Yo, en cambio, disfrutaba con merodear por la cubierta observando lo mejor posible del magnífico panorama que nos rodeaba. Pero claro que mi padre no me soltaría uno de sus preciados bebés así como así, y mucho menos por cuestiones de mi trabajo, cosa que él aún aborrecía y desaprobaba, aunque tuviera que aceptarlo a regañadientes debido al trato que habíamos realizado hacía tres años: yo consentiría en entregar mi mano en matrimonio con cualquier hombre que ellos eligieran como el mejor candidato a cambio de que pudiera realizar mi sueño de ser cantante profesional de bel canto. Así estaban las cosas, yo soportaba llevar una argolla de compromiso en mi dedo anular izquierdo y él tendría que lidiar con mi fama en el mundo del espectáculo, aunque esta hoy en día se limitaba al modelaje principalmente y un poco de actuación y canto en segundo plano. Pero algún día, por eso estaba allí en ese lugar: porque aún no perdía la esperanza de realizar mis sueños de manera exitosa y realmente sacaría todo el provecho que la prestigiosa academia que allí residía me ofrecía. Definitivamente.
El yate tocó puerto tras un exhaustivo viaje desde Italia y me acerqué a la pasarela para poder bajar a tierra firme junto con mis acompañantes y el resto de la tripulación. Uno de mis asistentes sustitutos asignado temporalmente por la agencia me entregó mi bolso de mano y me aferré a este mientras descendía pisando con mucho cuidado con mis zapatillas de tacón para no resbalar y caer al agua. En el muelle ya se encontraba una considerable congregación esperando a por nuestro arribo, mirando expectantes al principio y gritando animadamente después una vez que hice acto de presencia, por lo que supuse que los allí presentes eran personas que me conocían, en su mayoría jóvenes de edad aproximada a la mía, y admiraban. Sonreí afablemente y de manera sincera hacia ellos mientras me acomodaba un poco mejor los lentes oscuros que protegían mis ojos amielados de los intensos rayos del sol. Realmente quería a mis seguidores y la calidad del trabajo que realizaba, a pesar de no centrarme en lo que a mí precisamente me agradaba, era única y exclusivamente para ellos. Era mi manera de compensarles su amabilidad y preferencia hacia mi persona. Aunque la vida de una idol no era para nada sencilla, pues había tanto las buenas como las malas críticas, agradecía profundamente aquellas personas que valoraban y apreciaban mi trabajo. Era por ellos que yo estaba allí, haciendo lo que tenía que hacer aunque eso significaba desviarme de mi meta original de ser cantante. Aunque de cierta manera me alegraba que mi nombre no fuera tan conocido aún en aquella isla como lo era en Japón, donde había dado mis inicios, pues en caso contrario en esos momentos estaría sumamente abrumada por la multitud.
En cuanto toqué tierra firme, varios de ellos se acercaron a mí para pedirme autógrafos y tomarse fotos conmigo, lo cual pasé a realizar de manera ordenada con la ayuda de los miembros de seguridad que siempre me acompañaban en mis viajes. Mi estadía allí se prolongó a casi una hora, hasta que al fin finalicé de hacer lo que mis fans me solicitaban y los jóvenes comenzaron a dispersarse al fin, algunos hablando entre sí con alegría y presumiéndose mutuamente lo que yo les había dado, ya fuera un autógrafo, foto, o incluso un simple abrazo.
Cuando el camino se vio parcialmente libre, avancé por el muelle de madera haciendo repicar mis tacones contra esta hasta llegar a la banqueta con adoquines que creaban hermosas figuras en el suelo de manera pintoresca. Me giré hacia donde el yate estaba anclado, esperando a que mis compañeros de trabajo se reunieran conmigo, y volví a acomodarme las gafas de sol adecuadamente sobre los ojos, echando hacia atrás también mi larga cabellera rizada para que esta cayera suelta como cascada sobre mis pálidos hombros y espalda, mientras aguardaba sola.
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Mensaje por Alvaro Garay Dom Feb 01, 2015 2:47 pm

El fuerte aroma salado que llegaba a la nariz del joven de verdosa y peculiar cabellera recogida en una extraña coleta sin duda le hizo poner una leve mueca, aunque no por ello de molesta. Sencillamente… era eso, una mueca. Ahora bien… ¿qué hacía allí, en pleno puerto de la isla? Gran pregunta, mayor respuesta: nada. No estaba haciendo absolutamente nada. ¿Irónico, gracioso, quizás inverosímil? Puedes pensar todas, realmente a Alvaro le iba a importar poco. Y el motivo por estar allí hacía que la situación fuera más inverosímil todavía. ¿Por qué? Sencillo… Porque su padre estaba allí, en la isla. Y ni por asomo quería encontrarse a esa asquerosa cucaracha ni saber qué demonios querría de su persona, incluso estaba ignorando las llamadas que cada cierto tiempo hacían vibrar el móvil que se encontraba en el bolsillo de su chaqueta. ¿Y qué mejor lugar para que no te encuentren que uno al que no irías por voluntad? Para el joven Garay, el resultado a ese interrogante fue el puerto.

Pero… eso no quitaba que fuera aburrido. Altamente aburrido. Excesivamente aburrido. No tenía nada mejor que hacer que caminar mientras observaba las barcas y demás transporte marítimo que estaba allí embarcado. Y aunque había algunas que incluso llegaron a llamar la atención del chico, no es como si con ello fuera a distraerse realmente la mente del inquieto peliverde, ni mucho menos. Pero cuando estaba pensando que ya iba a dar una segunda vuelta como si de un extraño tiovivo se tratase, escuchó un jaleo causado por chilliditos y animados saludos mientras alzaban al cielo el nombre que pareció reconocer como de una mujer. ¿Odette? ¿Quién era? Probablemente sería alguna muchacha conocida por allí, o quizás algún tipo de idol o algo de ese tipo. Lo cual, poco podía importarle en realidad al chico, el cual veía la fama como algo absurdo y molesto…a pesar de que su apariencia fuera de alguien tan estrambótico, valga la buena ironía.

Aún así, realmente no tenía nada mejor que hacer, así que se limitó a quedar apoyado en una de las paredes de uno de los establecimientos cercanos y observar como esa maraña de fans parecía ir disolviéndose poco a poco a medida que aquella mujer parecía darles lo que querían. Y para su sorpresa, estuvo un largo rato en ello. ¿Esa mujer no se aburría de estar rodeada durante tanto tiempo? A pesar de ello, las personas que habían acorralado a esa joven acabaron por irse de su alrededor, quedando por allí comentando, todos emocionados, lo que fuese que les hubiese dado, ya fuera un autógrafo, una foto o un abrazo. Y gracias a ello, el propio Alvaro fue capaz de poder ver de manera correcta y casi analítica a aquella muchacha que había logrado causar tal conmoción en un lugar tan peculiar como era un puerto.

Chica de figura envidiable, por supuesto sería modelo o idol, de larga cabellera rizada y ataviada con unas gafas de sol como parecía ser el estereotipo de famosos. Si, una famosa, alguien metido en el mundo del espectáculo… aquello ya no le dio lugar a dudas al chico de peculiar mirada magenta. Y con un suave ladear de su rostro, volvió a recorrer con su mirada la imagen de ella, por mera curiosidad. ¿Qué haría allí una famosa, en aquella isla perdida de la mano de Dios? Aunque mira quién habla… el hijo bastardo del jefe de la familia y empresa Garay que estaba huyendo de su progenitor porque tampoco sabía ni quería saber que carajos hacía allí su viejo. ¡Ironías de la vida!
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Mensaje por Odette Chrysomallis Vie Dic 18, 2015 2:05 am

Avancé un par de pasos, sin un rumbo fijo, mientras observaba de lejos algunos escaparates de las tiendas más próximas. Me resultó tentador por un momento entrar a una de ellas y esperar a que todo mi séquito desapareciera, buscándome, más mi sentido profesional me instó a abortar tal idea de mi mente. Sin embargo, no resultaba nada agradaba tener que esperarles mientras estos terminaban de resolver todos los asuntos pendientes del viaje. Necesitaba llegar a la academia y recuperar cuanta clase fuera posible de las que me había perdido en mi ausencia. A veces me preguntaba cómo se sentiría ser una estudiante normal de los que allí residían, sin obligaciones más allá de los exigidos en un colegio, pero inmediatamente recordaba que nada valía lo suficiente como para camiarlo por mi sueño. Era difícil el trayecto, pero iba por el camino indicado para conseguir lo que desde niña siempre había deseado. Era probable que mis progenitores no estuvieran de acuerdo con el rumbo seleccionadol, y que a cambio de conseguir el éxito había tenido que sacrificar mi libertad... pero en retrospectiva, era un precio justo a pagar. Como hija de los Chrysomallis mi destino estaba atado a lo que la sociedad demandaba como lo correcto, habiendo nacido en una cuna tan prestigiosa... nunca hubiera sido plenamente libre, aún si así lo hubiera deseado. Así que no, no estaba abandonando nada de alto valor considerando mi situación. Además, mi hermano Lyssandro me había apoyado, al igual que mi tío... No estaba sola, nunca lo estaría.
Un ligero escalofrío me recorrío toda la columna vertebral y por un momento dejé de ver una figura artesanal exhibida en un aparador de la tienda más próxima sólo para escrutar a mi alrededor, curiosa. Desde hacía un rato tenía la extraña sensación de ser observada, pero lo había dejado pasar adjudicándole como que en un lugar público era de lo más normal. Pero aquello definitivamente había abandonado los estándares de lo 'ordinario'. Por encima del hombro contemplé a la distancia la embarcación de la cual no hacía mucho había descendido. Allí, cerca de la rampa, se encontraba mi asistente sustituto y uno hombre que fungiría como mi guardaespaldas hasta el momento en que yo me internara en las protectoras instalaciones del internado. Al parecer todo estaba en calma, por el semblante que estos demostraban. Entonces, ¿por qué demoraban tanto? Estaba comenzando a aburrirme. Miré con un poco más de atención a mi alrededor, tal vez esperando encontrar a algún seguidor de mi trabajo y el causante de que yo me sintiera observada, pero... de los que se habían acercado a mí hacía rato, no quedaba nadie. ¿Por qué...?
Hasta que mi mirada no se topó con una de tonalidad magenta, había creído que sólo se trataba del cansancio e imaginación mía. Al final, al parecer, mi detector de alertas no estaba del todo estropeado. Contemplé al sujeto en cuestión por un momento tras la seguridad de los cristales oscuros, hasta que de un grácil movimiento me deshice de los lentes para el sol y así corresponderle la intensa mirada de forma directa con mis ojos almendrados. ¿Qué estaría pasando por la mente del estrafalario hombre? No me resultaba familiar en lo absoluto, y era imposible olvidar una figura como aquella de haberla visto con anterioridad. Y dudaba bastante que se tratara de algún admirador tímido, eso era seguro. Miré a ambos lados de la calle, sólo para asegurarme que nadie más nos observaba y que mis acompañantes estaban sumergidos en sus asuntos propios, para después dirigir mis pasos hacia él, con una mirada despreocupada pero fija, denotando así que no me sentía ni intimidada ni avergonzada por la presencia contraria.
-Buenas tardes... ¿Puedo hacer algo por ti? -inquirí con voz suave y cortés, contemplando sus facciones con interés. Obviamente que no me habían pasado inadvertidas sus miradas hacia mi persona, al ser un espiritual como era.
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Mensaje por Alvaro Garay Dom Mayo 01, 2016 11:24 am

Ah, esa chica le estaba mirando ahora también. Tras un buen rato de observación por su parte, pero... mejor tarde que nunca se solía decir, ¿no? Además que, tras ser expuesta como un monito de periferia nada más bajar de aquel yate, tampoco era de extrañar que si, en algún momento se pudiera haber encontrado observada, lo atribuyera a ese jaleo de fans. Y a pesar de todo, al ver como se quitaba aquellas lentes de sol y le observaba directamente, Alvaro no esvió la mirada. ¿Por qué hacerlo? únicamente entrecerró un tanto su mirada en una más penetrante mirada mientras sus labios se curvaban fugazmente en una media sonrisa. Y aún con sus brazos cruzados frente a su pecho y con el torso levemente curvado al tener recostada parte de su espalda en la pared de aquel establecimiento, simplemente vio como esa chica de larga cabellera cobriza miraba a un lado y otro, como asegurándose de que nadie la miraba más, y se fue acercando hacia su persona, cosa que de alguna manera le pareció curioso. ¿Había llamado la atención de una famosa? Wao! podía sumar aquello a la lista mental de logros extraños que tenía.

- ¿Y yo? ¿Puedo hacer algo por ti? -le devolvió la pregunta con una encantadora sonrisa, cerrando por un instante sus orbes para tornar su rostro más risueño a medida que también ladeaba un tanto su rostro, causando que algunos de los verdosos mechones se balancearan sutilmente. Y sí, seguro que cualquiera ante esa pregunta se quedaría cortado o desconcertado, él lo sabía, pero...tenía la ligera intuición de que, con aquella chica no iba a pasar aquello. ¿Tal vez por esa mirada que le había echado antes? Quizás... De todas maneras, para aquel peculiar chico, mucha importancia no tenía, al fin y al cabo, solo estaba allí para huir. Y si podía entretenerse un rato ya de paso, mejor.- ¿Tal vez acompañarte a las tiendas de esta zona? Hay algunas manualidades artesanales exquisitas -sugirió poco después, dejando que sus orbes se entreabrieran para mostrar un retorcido ingenio en el brillo que cruzó sus iris magentas. Claro...había visto como esa chica se había quedado observando. A donde no lo sabía con exactitud por culpa de aquellas gafas de sol que ya se había retirado, pero...tampoco era complicado adivinar estando en un lugar como aquel, más bien carente de focos de atención a excepción de aquellas tiendas y, en todo caso, los barcos que estaban allí.- O... ¿tal vez una fuga fortuita~? -añadió poco después con un timbre despreocupado en su voz mientras descruzaba sus brazos para poder alzar uno de sus dedos, remarcando así más esa extraña propuesta.
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Mensaje por Odette Chrysomallis Dom Jun 05, 2016 8:24 pm

Seguí contemplándole con educado interés, no mostrando reacción alguna al ser mi pregunta devuelta de aquella manera. Quizá, si se hubiese tratado de otra persona, me hubiera parecido desconcertante pero... tomando en cuenta de quién se trataba justamente, no me sorprendía en lo más mínimo. En primera, si era lo suficientemente valiente para salir en público con esa pinta tan estrafalaria, sería capaz el hombre de hacer cuanta locura pudiera ocurrírsele. Y algo me decía que estas eran bastantes. Por lo tanto, el que se brincara el protocolo social no era algo por lo cual escandalizarse, o al menos así era como yo le veía. En cambio me encogí de hombros con desenfado y desviando la mirada al cielo sólo por unos segundos.
-Tomando en cuenta que fuiste tú quien ha estado mirándome de aquella forma tan intensa desde hacía varios minutos, creí que serías el interesado en mi persona -repliqué a sus palabras, con ese tono diplomático y sereno que siempre me caractarizaba-. ¿Tal vez me equivoqué? Pero en lo que a mí respecta, ni siquiera se me hubiera ocurrido pedirte algo... -le contemplé de arriba abajo para después dedicarle una cortés sonrisa que ocultaba toda la ironía. No, no pretendía ser despectiva en lo absoluto, sólo quería demostrarle a aquel sujeto de cabellera verde y expresión de eterno aburrimiento, que a este juego también podía jugar yo. Porque no me pasaba por inadvertida la clase de discurso que estaba manejando, y a por cómo hablaba, pretendía que fuera yo la que sintiera la necesidad de buscar su compañía y no viceversa. Si esa era su forma de ligar o sacarle conversación a una mujer, no era muy original de su parte, pues era la clase de métodos que había visto aplicar cientos de veces por otros hombres, tratándose de hacerse los interesantes. Pero en vista de que su presencia en sí no me resultaba repugnante, podía descartar el hecho de que sus intenciones fueran de dudosa procedencia.
Seguí escrutando el mirar magenta con mis ojos amielados fijos en los suyos, descubriendo con algo de interés que me resultaba imposible saber qué estaba pensando, o incluso sintiendo. Sus emociones eran tan neutrales que llegaban a confundirme, era como si ese hombre en particular encontrara divertido el mundo entero pero a la vez le aburriera en demasía. Era muy difícil de leer, y eso me intrigó más de lo que yo hubiera esperado. Sin embargo me mostré calmada, con aquel cortés semblante que siempre mostraba en público para proteger aquella imagen impuesta por la sociedad, mientras le escuchaba hablar y lanzar sugerencias al azar, la última más descabellada que la anterior. Ladeé el rostro por un momento, como si realmente estuviera meditando las ofertas, antes de dejar de encararle sólo para colocarme a su lado, sólo que mi frente hacia los escaparates y no hacia la calle, a diferencia de él. Me dediqué a examinar uno de los objetos que se exibían tras el vidrio.
-¿Así que tienes interés en las artesanías? Por tu apariencia, yo hubiera creído que se te daba más el... espectáculo ambulante -sonreí con diversión, por primera vez desde que había iniciado aquella absurda conversación con el desconocido-. Aunque nunca se me pasó por la mente el que estuvieras en medio de una fuga, claro... tiene sentido -le volteé a ver por encima del hombro, sonriendo un tanto ladina-, es aburrido el diambular solo mientras huyes, y deseas de mi compañía, ¿cierto? Pero, no sé... Suena tentador, pero tengo obligaciones y deberes que no deben ser pospuestos. No todos podemos darnos el lujo de hacer a un lado las responsabilidades y corretear por las calles sin más. Primero tendrás que convencerme que tu propuesta es la mejor, antes de poder decantarme por una o por otra.
Porque claro, no le iba a permitir que hiciera ver las cosas como si yo fuera quien quisiera hacer algo con el peculiar hombre junto a mí. No le iba dejar tan fácil el trabajo de embaucarme a su conveniencia, cuando era más que obvio, para mí, que el sujeto moría de la monotonía y pedía casi a gritos por algo de entretenimiento.
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