Celebración: Cumpleaños de Julietta (Abierto)

Todo lo que se me había dicho era que a las 19:00 debía estar en la Mansión Tescotti para celebrar el cumpleaños de Julietta, sin embargo cuando llegué, me encontré cuestionándome seriamente que no me hubiera equivocado de día.

Y es que si bien, la decoración y la amalgama de aromas de distintas comidas, proviniendo desde la cocina; parecían anunciar un clima festivo, sentía que me encontraba en la víspera de un evento y no en el evento en sí… Y es que fuera de mí y del personal de la casa, aún nadie había llegado…

…Y estaban a punto de hacerse las 19:02, pero las únicas noticias que tenía eran que “La Señorita Julietta estaba haciendo un recorrido con Marco para mantenerla ocupada y fuera de casa mientras todo estaba listo y los invitados llegaban” y que “El Señor Leone aún se estaba alistando en su cuarto porque todavía no había que recibir a los invitados” ¿Y qué se suponía que era yo? Y más aún… ¿Por qué había sido citado a un horario en que ni siquiera el anfitrión era aún parte de la fiesta?

Ya comenzaba a sentir jaquecas, pero había ido hasta allí con un motivo y no permitiría que la única inocente en todo este asunto me viera con una mala cara y de mal humor; ante lo que procedí por dejar mi obsequio en la mesa que habían dispuesto para dicho fin y me contenté con el hecho de que fuera el primer regalo en ser puesto allí.

En seguida le solicité a una de las mucamas un vaso con agua para poder tomarme un calmante que relajara un poco aquella punzada que se me había instalado en las sienes.

La muchacha acató mi pedido con presteza y en menos de un minuto y medio ya tenía mi vaso con agua para poder ingerir mi píldora específicamente recetada para estos casos.

El alivio sería casi inmediato y ya estaban por dar las 19:05, pero no había ni rastros de que Leone fuera a asomarse ¿En qué podía ocupar mi mente mientras tanto? Quizás podía ayudar a decorar… o a traer las charolas hacia la mesa principal… Correr algún mueble… No era muy diestro en ninguna de las tres cosas pero podía defenderme si lo hacía a mi propio ritmo, de manera que comencé a ayudar a apilar sillas para disponerlas en el jardín, llevar los altavoces afuera para colocarlos a ambos lados de un escenario improvisado.

Luego ayudé a llevar varias charolas con bocadillos, dividiéndolos en ordenados platos que luego las mucamas decoraron con suma profesionalidad, como si se tratara de un catering contratado específicamente para el evento y no de las adorables chicas que revoloteaban por la mansión a diario.

Fuera como fuera entre idas y venidas estaban por hacerse las 20:00 y como Leone no bajara enseguida subiría yo a por él, porque ya los carros con invitados comenzaban a agruparse en la entrada tras el enorme portón de rejas que resguardaba aquella ostentosa estancia.

Marcaban las 19:35 cuando decidió dejar de lado sus inútiles cavilaciones y levantarse de la silla al lado de la ventana para bajar. Anteriormente una sirvienta había llamado a su puerta advirtiéndole que los invitados iban llegando lentamente como había sido previsto y, Marco también pareció encontrar tiempo libre para llamarle y asegurarle que estarían ocupados mínimo media hora más, así que, la idea era que ambos llegaran allá a las 20 y pico a la mansión, hora más que suficiente para que los invitados se reunieran y era que... Sabiendo que los alumnos tendían a llegar más tarde de lo debido, había hecho correr el rumor que la fiesta se llevaría a cabo allá a las 19:30. Además, que el anfitrión estuviera aún en sus aposentos no había sido más que un pequeño capricho suyo.

Una vez bajó las escaleras y encontrarse todo bellamente adornado y a los encargados hacer sus últimos arreglos, más el delicioso aroma que salía de la cocina le hizo sonreír más animado de lo usual. Los primeros invitados, mayormente compañeros de clase y alumnos de la Academia estaban ya allí y, ante una petición del señor Tescotti un par de sirvientas y sirvientes comenzaron a recorrer las salas con una bandeja en mano ofreciendo bebidas y algún pequeño bocadillo para abrirles el apetito. Vislumbrado a Kristof, se le acercó hasta apoyar una mano en su brazo para llamar su atención y sonrió inocente— Puntual como siempre, veo que ayudaste mucho. Te lo agradezco —Después se volvió hacia las personas que habían ahí y dio unos pasos a un lado.

Dio unos cuantos golpecitos con sus palmas para llamar la atención de los pocos que habían ahí. Estaba todo planeado, a pesar de que hacía mucho tiempo que no hacía tal cosa— ¿Chicos? —Pronunció lo suficientemente alto— Os avisaremos cuando falten diez minutos antes de la hora prevista. Entonces apagaremos las luces y cuando Julietta entre... La dejaremos unos segundos en la oscuridad antes de felicitarla todos juntos. ¿Qué piensan? —Se inclinó un poco hacia ellos, casi como si quisiera compartir un secreto y, al escuchar alguna que otra afirmación emocionada, volteó a ver al abogado de reojo.

El día de hoy transcurría como cualquier otro, con el pequeño e insignificante detalle que justo este día era el aniversario de mi nacimiento... Y a estas alturas del camino, con un lindo anochecer en puertas, nadie de los habitantes de esa isla, o aquellos escasos que conocía más bien, me había dedicado ni simples palabras de felicitaciones por mi día. ¿Me sorprendía? No en realidad, ya que todos eran unos desconocidos para mí, incluyendo incluso a mis propios familiares. Los únicos que tuvieron la gentileza de ponerse en contacto conmigo para desearme un espléndido día habían sido, sin dudar, mis tíos y los chicos de la mafia. Fue la mejor hora desde mi arribo en aquella casa, la cual la pasé en llamada telefónica poniéndome al día de todo lo que había sucedido hasta la fecha en Japón, y contándoles de forma escueta mi estadía en el mediterráneo. ¿Qué más les podía decir sin mentir? En realidad nada nuevo había sucedido desde entonces.
Una opresión en mi corazón se había instalado desde que colgué, y es que en sus voces pude apreciar la nostalgia y cuánto me extrañaban. Yo también les extrañaba con locura, y hubiera dado lo que fuera por pasar este día tan especial para mí, supuestamente, a lado de ellos. Siempre sabían cómo hacerme reír y hacer del momento el más maravilloso de todos. Pero no, en cambio me encontraba en la ciudad en plena guía turística liderada por el mayordomo de mi padre, Marco. Yupi, qué diversión, y por favor que se notara la expresividad en mi ironía. Al parecer el susodicho tenía encargado comprar todo lo habido y por haber en Idarion, porque no dejaba de ir de tienda en tienda obteniendo víveres y cuanta chuchería se necesitara en casa, incluso la mayoría ni siquiera eran indispensables. Pero allí estaba él, haciendo las compras como si de una perfecta ama de casa se tratara. A veces nos introducíamos en un local, durábamos casi la hora en el interior sólo para salir con las manos vacías. Y pregúnteme yo entonces... ¡¿para qué diablos me hizo entrar si ni siquiera adquirió nada?! Estaba comenzando a fastidiarme, no encontraba la razón por la cual precisamente yo tenía que estar aquí.
Claro, 'para conocer la ciudad y sus alrededores', esa había sido la excusa barata que mi padre usó a la hora de encomendarme acompañar a su sirviente. Estaba comenzando a hartarme de todo aquello, yo no tenía ni el más mínimo interés por conocer 'la ciudad y sus alrededores'.
Precisamente por eso, cuando la luz crepuscular estaba ya por consumirse del todo, apreveché un breve descuido de Marco cuando este se distanció para hacer una llamada telefónica a sabría Dios quién, y me escabullí entre los viandantes para después solicitar un taxi. Daba por zanjado el día, me regresaba a casa.
Fue un trayecto silencioso y hasta lúgubre. Cuando al fin llegamos a las rejas que daban acceso a la mansión, pagué al taxi su servicio y este se regresó por la vereda. Lo contemplé sólo un par de segundos perderse a la distancia para después girarme a los hombres de seguridad y dar mi nombre, solicitando la entrada. El personal parecía extrañado por mi presencia, pero me dejaron pasar y yo no presté atención a esto. Caminando con paso desenfadado el sendero que llevaba a la puerta principal, me encontraba ya frente al par de escalones para llegar a esta cuando una voz familiar y a la distancia me hizo detenerme sólo por un momento.
-¡No, señorita Julietta, no puede entrar aún allí! ¡Espéreme!
¿Ahora qué le pasaba a ese loco de Marco? Le dediqué una mirada de extrañeza y después le ignoré, entrando a la construcción sin prestar atención a que el hombre corría tras de mí para darme alcance.
En cuanto estuve en el interior... no supe ni qué pensar. Se escuchaba un sutil sonido de música, el aroma de la comida alcanzaba a llegar hasta donde yo me encontraba, y el murmullo de una veintena de voces se apreciaba con notoriedad. ¿Y eso? Por instinto me encaminé hacia el salón, lugar de donde provenía todo aquello. En el umbral, me quedé quieta y recorriendo la enorme estancia con la mirada, sin saber aún qué estaba pasando.
-¿Se puede saber qué es todo esto? -inquirí, con confusa expresión en el rostro; provocando que todos los presentes guardaran silencio y me contemplaran como si de un fantasma se tratara. Bueno, no les culpaba, de la misma forma les miraba yo.
Marco llegó detrás de mí, jadeante por el esfuerzo, y le explicó a mi padre que yo había aprovechado un descuido para separarme de él y regresar a casa por propia cuenta. Claro, ahora era la mala del cuento. Resoplé y fruncí el ceño, clavando los ojos castaños en el primer rostro familiar con el que di y exigiendo con la mirada una explicación.