One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Página 1 de 1. • Comparte
One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Pocos eran los rayos de luz que entraban ya por la ventana de la enfermería, difuminándose parcialmente cuando chocaban con la blanquecina cortina que la cubría y que otorgaba al ambiente de la sala un tono más cálido del frío e impoluto blanco del que se solía caracterizar. Pequeños destellos dorados del atardecer brillaban sobre los remates de los armarios y estantes dispuestos para tener lo básico en caso de alguna emergencia allí. Y eso también era el indicante de que, pronto, la guardia en aquel instituto de Artes acabaría para el doctor Leisser, el cual estaba sentado en la silla y escribía sobre el escritorio dispuesto a su uso algunos de los informes que podría ahorrarse de hacer en ese día.
Había sido un día calmado, quizás hasta demasiado. Solo había acudido un par de alumnos con molestias leves fáciles de resolver y, algún otro con intención de escaquearse de alguna clase, cosa que ya ni le sorprendía. Y aunque de vez en cuando escuchaba cuchicheos fuera de la enfermería de chicas, no les prestaba ninguna atención y simplemente seguía a lo suyo, incluso cuando escuchaba el suave correr de la puerta corrediza que solo dejaba un pequeño hueco a verse y algún par de ojos que rápidamente salían corriendo de allí como almas que llevaban el diablo. ¿Qué se suponía que hacían esas crías con eso? ¿Observarle a escondidas? ¿No era obvio que eso de escondidas era igual que un perro diciendo 'miau'? Pero eso no era de todas formas interés para el Leisser y por ende, ninguna atención le prestaría a ello.
Pero un absoluto silencio sólo roto por su pluma invadía esa sala y, al parecer, ya todo el edificio, culpa de la hora que era. Normal era que no hubiera ya por allí alumnos e incluso profesores, y si aparecía alguien ya tendría que ser una verdadera emergencia. Alzó su mirada de aquel peculiar turquesa del iris hacia el reloj colgado de la pared. 20:11. Aún le quedaban 49 minutos para su cambio de turno... si es que llegaba puntual aquel que le cambiara de turno, que a veces no era así para desagrado del pelimorado. Dejó recostarse hacia atrás, contra el respaldo de la silla, y dejó caer su cabeza mientras su mano libre se dirigía a su cabello para echarlo hacía atrás junto a un suspiro. Comenzaba a sentir tensos sus músculos por la jornada sentado y la sumada a la del hospital que era todo lo contrario. ¿Cuándo tenía tiempo para sí mismo? ¿Acaso tenía de eso? Ese estilo de vida podría considerarse desgastante y agobiante. Y lo era. Ni él mismo podría ser capaz de negar eso sin mentir. Si no fuera porque lo hacía por vocación, ya hubiera cedido. Si no fuera porque tenía un motivo de gran peso encima, habría abandonado. Pero no se permitía eso, simplemente no podía hacerlo. Por ella... por su esposa...
Desde pequeño había velado por ella, había visto el frágil sino a la que estaba atada y él, con su buena intención había dirigido toda su vida hacia ella. Desde su trabajo hasta su casa, pasando por su infancia... Y era una decisión de él. Él pudo negarse, pero decidió casarse con ella. Él pudo escoger cualquier otra carrera, y podría haberla sacado sin ningún inconveniente...pero escogió aquella que pudiera proveerle un mejor futuro a ella. Y no se arrepentía de sus decisiones, no lo haría tampoco. Aunque sus acciones se pudieran interpretar como frialdad o desapego...
Pellizcó suavemente el puente de su nariz seguido de un nuevo suspiro, cerrando sus ojos. Se estaba agarrotando, y encima estaba permitiendo que los recuerdos afloraran en su cabeza. Eso de alguna forma podía ser malo... Pero cuando ya había decidido incorporarse aunque fuera para estirarse, escuchó unos pasos acercarse, cada vez más. Sus párpados se abrieron y su mirada brilló sutilmente en un dorado brillo de la luz combinado con el verdor propio de su iris mientras la desviaba hacia la puerta que comenzaba a abrirse lentamente. ¿Quién...? Pero la respuesta llegó pronto, justo cuando su vista quedó clavada en los orbes rojizos como ascuas de la que reconoció como su esposa. ¿Qué hacía allí? ¿Habría pasado algo? Por eso, se incorporó con un suave chirriar de la silla y se acercó a la entrada.- Natasha, ¿qué haces aquí? -y por un momento, un fugaz brillo de preocupación danzó por sus orbes, traicionando su serena actitud. Porque no podía evitarlo...no podía evitar preocuparse. Porque ella ya era prácticamente su vida.
Había sido un día calmado, quizás hasta demasiado. Solo había acudido un par de alumnos con molestias leves fáciles de resolver y, algún otro con intención de escaquearse de alguna clase, cosa que ya ni le sorprendía. Y aunque de vez en cuando escuchaba cuchicheos fuera de la enfermería de chicas, no les prestaba ninguna atención y simplemente seguía a lo suyo, incluso cuando escuchaba el suave correr de la puerta corrediza que solo dejaba un pequeño hueco a verse y algún par de ojos que rápidamente salían corriendo de allí como almas que llevaban el diablo. ¿Qué se suponía que hacían esas crías con eso? ¿Observarle a escondidas? ¿No era obvio que eso de escondidas era igual que un perro diciendo 'miau'? Pero eso no era de todas formas interés para el Leisser y por ende, ninguna atención le prestaría a ello.
Pero un absoluto silencio sólo roto por su pluma invadía esa sala y, al parecer, ya todo el edificio, culpa de la hora que era. Normal era que no hubiera ya por allí alumnos e incluso profesores, y si aparecía alguien ya tendría que ser una verdadera emergencia. Alzó su mirada de aquel peculiar turquesa del iris hacia el reloj colgado de la pared. 20:11. Aún le quedaban 49 minutos para su cambio de turno... si es que llegaba puntual aquel que le cambiara de turno, que a veces no era así para desagrado del pelimorado. Dejó recostarse hacia atrás, contra el respaldo de la silla, y dejó caer su cabeza mientras su mano libre se dirigía a su cabello para echarlo hacía atrás junto a un suspiro. Comenzaba a sentir tensos sus músculos por la jornada sentado y la sumada a la del hospital que era todo lo contrario. ¿Cuándo tenía tiempo para sí mismo? ¿Acaso tenía de eso? Ese estilo de vida podría considerarse desgastante y agobiante. Y lo era. Ni él mismo podría ser capaz de negar eso sin mentir. Si no fuera porque lo hacía por vocación, ya hubiera cedido. Si no fuera porque tenía un motivo de gran peso encima, habría abandonado. Pero no se permitía eso, simplemente no podía hacerlo. Por ella... por su esposa...
Desde pequeño había velado por ella, había visto el frágil sino a la que estaba atada y él, con su buena intención había dirigido toda su vida hacia ella. Desde su trabajo hasta su casa, pasando por su infancia... Y era una decisión de él. Él pudo negarse, pero decidió casarse con ella. Él pudo escoger cualquier otra carrera, y podría haberla sacado sin ningún inconveniente...pero escogió aquella que pudiera proveerle un mejor futuro a ella. Y no se arrepentía de sus decisiones, no lo haría tampoco. Aunque sus acciones se pudieran interpretar como frialdad o desapego...
Pellizcó suavemente el puente de su nariz seguido de un nuevo suspiro, cerrando sus ojos. Se estaba agarrotando, y encima estaba permitiendo que los recuerdos afloraran en su cabeza. Eso de alguna forma podía ser malo... Pero cuando ya había decidido incorporarse aunque fuera para estirarse, escuchó unos pasos acercarse, cada vez más. Sus párpados se abrieron y su mirada brilló sutilmente en un dorado brillo de la luz combinado con el verdor propio de su iris mientras la desviaba hacia la puerta que comenzaba a abrirse lentamente. ¿Quién...? Pero la respuesta llegó pronto, justo cuando su vista quedó clavada en los orbes rojizos como ascuas de la que reconoció como su esposa. ¿Qué hacía allí? ¿Habría pasado algo? Por eso, se incorporó con un suave chirriar de la silla y se acercó a la entrada.- Natasha, ¿qué haces aquí? -y por un momento, un fugaz brillo de preocupación danzó por sus orbes, traicionando su serena actitud. Porque no podía evitarlo...no podía evitar preocuparse. Porque ella ya era prácticamente su vida.
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Me encontraba inusualmente feliz, más de lo ordinario... Y no porque me hubiera sucedido algo en específico, o porque hubiese hecho una de las mías. Sólo me sentía feliz, y ya. Mi jornada escolar había concluido, no tenía ningún deber por hacer ni tampoco pendientes con cuestiones de la banda. Se me prometía el resto del día por completo para mí, y no podía imaginarme hacer otra cosa que no fuera la de... No, dormir no, aunque tampoco era una mala opción. Lo que realmente quería era ir a donde Gerhard y regresar juntos a casa. Contadas ocasiones podíamos hacer algo así, debido a que nuestros propios horarios poco cooperaban para la causa; ya fuera porque saliendo de Soffio tenía que dirigirme al estudio con los chicos o porque él tenía doble jornada en el hospital... el punto era que nunca podíamos estar juntos tras finalizadas las labores estudiantiles en dicha institución. Y aunque contaba con habitación propia desde mi ingreso allí, nunca había hecho uso de la misma porque tenía un hogar al cual regresar, aun si el pelimorado casi nunca estaba el mismo para pasar las noches juntos haciendo algo entretenido para los dos. De hecho, ahora que lo pensaba, teníamos muy pocas cosas en común si de esa perspectiva se trataba: él prefería pasar su tiempo libre adelantando trabajo, vaya diversión, y yo haciendo cualquier cosa que me apasionara y sí resultara entretenido como ver películas, leer, salir a pasear, alimentar a mis pececitos de facebook... No, replanteando la afirmación: él y yo no teníamos nada en común que no fuera una infancia compartida. Me preocupaba que sólo fuera eso lo que nos unía...
Sin embargo ese no era el momento para ponerme a reflexionar sobre el extraño y para nada íntimo matrimonio entre ambos, ¡ni siquiera compartíamos habitación! Más que mi marido, parecía mi hermano mayor. Pero el punto era que no me daría por vencida, y para nada pesimista, decidí poner marcha hacia el edificio general desde el departamento de música, allí donde la enfermería se encontraba. Si no hacía mal las cuentas, era día de que le tocaba turno hasta las nueve de la noche, ¡el destino nos estaba encaminando hacia el mismo punto! Bueno, no, en realidad eran mis propios pies, pero así no se escuchaba tan romántico. ¿Qué rayos me estaba sucediendo el día de hoy?
Entre a la enorme construcción de estilo victoriano y subí las escaleras de dos en dos, ansiosa ya por llegar, pero justo cuando estaba por dar vuelta a la esquina y así apresurarme hacia la puerta de la enfermería en el primer piso, me encontré de frente con un grupo de chiquillas que reían, sonrojadas, y cuchicheaban entre sí. Eso me hizo frenar en seco y voltear a verlas por encima del hombro, incrédula, mientras se alejaban en la dirección opuesta a la que yo iba. Si mis cálculos no me fallaban, lo único que a esas horas podría estar disponible en ese lugar era justo la habitación en la que yo me encontraba, y el escuchar un 'Doctor Leisser' aislado en la conversación ajena me hizo comprender que mis presentimientos no estaban tan mal encaminados.
Esas tipas... Algo habían hecho o había sucedido para que actuaran tan alteradas, y demasiado eufóricas como para que no me resultara una patada en la boca del estómago.
Retorné mi mirada hacia mi objetivo inicial, indecisa ahora sobre cómo proceder a continuación. Aún estaba a tiempo de regresar a la entrada y subir al último autobús que partía a la ciudad. Llegar sola a casa y... ¿Y qué? ¿Encerrarme en mi habitación, esa que no compartía con nadie a pesar de contar con un marido que supuestamente debería dormir donde yo, y amargar el resto de mi noche sólo porque unas chiquillas impertinentes se atrevían a poner la mirada en la pareja de alguien más? Bueno, si Gerhard y yo fueramos una pareja tal cual, y como lo dictaban las normas de lo 'común', cosas así no sucederían... Vil mentira, seguiría siendo el mismo problema. Sólo que bajo estas circunstancias a mí me hervía la sangre al saber ya que yo, a pesar de tener ese puesto en la vida ajena, resultaba ser igual de cero a la izquierda como las otras. O peor aún, probablemente ellas recibían más atención que yo.
Retuve el aire de golpe en mis pulmones, cerrando los ojos y apretando los dientes mientras contaba hasta diez muy lentamente, para después respirar un par de veces más en búsqueda de tranquilizarme. Nada arreglaría si me montaba películas, lo mejor sería actuar como si nada hubiese pasado y retomar mis planes originales aun si ya podía ver un rechazo cerrándome la puerta en las narices...
Cuando llegué frente a la puerta y con lentitud la abrí para mirar al interior de la enfermería, mis ojos se encontraron con la turquesa mirada ajena. Pestañeé, primero como hipnotizada por este encuentro de miradas que duró el tiempo suficiente para arrebatarme el aliento, y después me interné como si de mi propia casa se tratara, roto el momento ante las acciones y palabras ajenas.
-No sucede nada. Nada de nada -respondí con naturalidad, pasando por alto el matiz preocupado que la expresión ajena mostraba. Examiné los alrededores, como si estuviera buscando las pruebas que incriminaran a Gerhard. Al no encontrar nada, volví a fijar la vista en sus facciones-. No tengo ya pendientes por el día de hoy y creí que sería lindo regresar a casa juntos. No te molesta que te espere, ¿cierto? -me dirigí hacia uno de los asientos frente al escritorio y tomé asiento sin siquiera esperar la respuesta ajena-, digo... ya que hace poco acabo de ver a unas alumnas salir de aquí bastante 'emocionadas', he de suponer que tienes un poco de tiempo para mí... ¿O me equivoco? Si es así, me voy.
Lo volteé a ver de forma franca y sin desviaciones, enarcando una ceja con sutileza en una clara seña de interrogación al respecto.
Sin embargo ese no era el momento para ponerme a reflexionar sobre el extraño y para nada íntimo matrimonio entre ambos, ¡ni siquiera compartíamos habitación! Más que mi marido, parecía mi hermano mayor. Pero el punto era que no me daría por vencida, y para nada pesimista, decidí poner marcha hacia el edificio general desde el departamento de música, allí donde la enfermería se encontraba. Si no hacía mal las cuentas, era día de que le tocaba turno hasta las nueve de la noche, ¡el destino nos estaba encaminando hacia el mismo punto! Bueno, no, en realidad eran mis propios pies, pero así no se escuchaba tan romántico. ¿Qué rayos me estaba sucediendo el día de hoy?
Entre a la enorme construcción de estilo victoriano y subí las escaleras de dos en dos, ansiosa ya por llegar, pero justo cuando estaba por dar vuelta a la esquina y así apresurarme hacia la puerta de la enfermería en el primer piso, me encontré de frente con un grupo de chiquillas que reían, sonrojadas, y cuchicheaban entre sí. Eso me hizo frenar en seco y voltear a verlas por encima del hombro, incrédula, mientras se alejaban en la dirección opuesta a la que yo iba. Si mis cálculos no me fallaban, lo único que a esas horas podría estar disponible en ese lugar era justo la habitación en la que yo me encontraba, y el escuchar un 'Doctor Leisser' aislado en la conversación ajena me hizo comprender que mis presentimientos no estaban tan mal encaminados.
Esas tipas... Algo habían hecho o había sucedido para que actuaran tan alteradas, y demasiado eufóricas como para que no me resultara una patada en la boca del estómago.
Retorné mi mirada hacia mi objetivo inicial, indecisa ahora sobre cómo proceder a continuación. Aún estaba a tiempo de regresar a la entrada y subir al último autobús que partía a la ciudad. Llegar sola a casa y... ¿Y qué? ¿Encerrarme en mi habitación, esa que no compartía con nadie a pesar de contar con un marido que supuestamente debería dormir donde yo, y amargar el resto de mi noche sólo porque unas chiquillas impertinentes se atrevían a poner la mirada en la pareja de alguien más? Bueno, si Gerhard y yo fueramos una pareja tal cual, y como lo dictaban las normas de lo 'común', cosas así no sucederían... Vil mentira, seguiría siendo el mismo problema. Sólo que bajo estas circunstancias a mí me hervía la sangre al saber ya que yo, a pesar de tener ese puesto en la vida ajena, resultaba ser igual de cero a la izquierda como las otras. O peor aún, probablemente ellas recibían más atención que yo.
Retuve el aire de golpe en mis pulmones, cerrando los ojos y apretando los dientes mientras contaba hasta diez muy lentamente, para después respirar un par de veces más en búsqueda de tranquilizarme. Nada arreglaría si me montaba películas, lo mejor sería actuar como si nada hubiese pasado y retomar mis planes originales aun si ya podía ver un rechazo cerrándome la puerta en las narices...
Cuando llegué frente a la puerta y con lentitud la abrí para mirar al interior de la enfermería, mis ojos se encontraron con la turquesa mirada ajena. Pestañeé, primero como hipnotizada por este encuentro de miradas que duró el tiempo suficiente para arrebatarme el aliento, y después me interné como si de mi propia casa se tratara, roto el momento ante las acciones y palabras ajenas.
-No sucede nada. Nada de nada -respondí con naturalidad, pasando por alto el matiz preocupado que la expresión ajena mostraba. Examiné los alrededores, como si estuviera buscando las pruebas que incriminaran a Gerhard. Al no encontrar nada, volví a fijar la vista en sus facciones-. No tengo ya pendientes por el día de hoy y creí que sería lindo regresar a casa juntos. No te molesta que te espere, ¿cierto? -me dirigí hacia uno de los asientos frente al escritorio y tomé asiento sin siquiera esperar la respuesta ajena-, digo... ya que hace poco acabo de ver a unas alumnas salir de aquí bastante 'emocionadas', he de suponer que tienes un poco de tiempo para mí... ¿O me equivoco? Si es así, me voy.
Lo volteé a ver de forma franca y sin desviaciones, enarcando una ceja con sutileza en una clara seña de interrogación al respecto.
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Y, por culpa de las palabras de ella y de como avanzaba aquella conversación, fue que volvió a repetir aquel gesto de alzar su mano para pellizcar suavemente el puente de su nariz mientras contenía un suspiro en su garganta. Era curioso que, ella fuera diciendo 'nada, nada' pero que a pocos momentos después parte de sus intenciones asomaran como el germen de una semilla a cámara rápida. Podía casi percibir desde aquella distancia que había mantenido su mujer al ir a sentarse frente a los asientos encarados al escritorio donde, sobre la silla, estaba sentado el doctor. ¿De verdad? ¿se encontraba molesta por algo así?- ¿De verdad que te vas a ir porque tres niñatas hormonizadas quisieran echar un ojo dentro de la enfermería debido a que no se atreven a entrar? -y tras esas palabras, fue cuando retiró por fin la mano de frente su rostro y abrió de nuevo sus orbes de aquel color turquesa para fijar su pupila en los ajenos, los cuales parecían resplandecer por culpa de dorado brillo que aún se colaba por la ventana gracias a atardecer. Y manteniéndole la mirada con serenidad unos instantes, acabó levantándose y dirigirse directamente a la puerta corrediza para, cerrarla en un amortiguado sonido por la suavidad con la que la cerró, dándole parcialmente al espalda durante esos instantes de la cantante pelirroja por ello.- Queda más de media hora... ¿realmente vas a aguantar ese rato aquí? -y dicho eso, dejó caer su mano que hasta hacía unos instantes habían sujetado el pomo de la puerta y viró hasta quedar frente a ella, cruzando sus brazos los instantes en los que volvió a fijar su mirada en el rostro de ella.
Y es que... le parecía inverosímil que realmente ella pensase que pudiera pasar algo malo con aquellas muchachas, igual que fuera. Que no confiara en él... de alguna manera le lograba molestar. Pero, dentro de sí, también sabía que parte de la culpa era suya. Porque había estado tan centrado durante todos aquellos meses en su trabajo, en mantenerlo todo a rajatabla en una estricta perfección que, si ya de por sí podía parecer frío y desinteresado, debía de haber parecido directamente un fantasma. Alguien a quien no ver, a quien temer por como reaccionaría... ¿eso era él?
Su mirada se desvió, más abajo de los ardientes iris de la pelirroja, hasta posarse directamente en los labios que se veían ligeramente brillantes, posiblemente por algún bálsamo labial, y siguió descendiendo su mirada con lentitud por la pulcra piel pálida como la porcelana que era parte del cuello y que, algunos pequeños mechones de pelo lograban ocultar. Pero tras eso, volvió a alzar su mirar hasta volver a mirarla a ella, directamente.- Claro. Quédate si es lo que quieres -acabó por afirmar tras todo ese momento, comenzando a dirigirse hacia donde había estado sentado instantes antes, pero, a diferencia de como se había encontrado, hizo girar la silla giratoria para quedar dando la espalda a la ventana que le daba aquel brillo áureo a toda la sala y, por ende, quedar encarado frente a la figura de ella. Y es que...en ese momento... realmente quería que se quedara allí. Junto a él. Por lo recuerdos tan recientes que le habían embargado, por haberla visto entrar de aquella manera, incluso haber apreciado, aunque no lo pareciera, como ella había contenido el aliento cuando sus miradas se habían cruzado en primera instancia. Porque, era su esposa y, aunque no siempre, era consciente que aquella chica debía de sentirse sola y desconsolada. Como él... pero, él no podía admitir así como así una cosa similar. Ni pedir lo que quería. Ni consentirse...
Y es que... le parecía inverosímil que realmente ella pensase que pudiera pasar algo malo con aquellas muchachas, igual que fuera. Que no confiara en él... de alguna manera le lograba molestar. Pero, dentro de sí, también sabía que parte de la culpa era suya. Porque había estado tan centrado durante todos aquellos meses en su trabajo, en mantenerlo todo a rajatabla en una estricta perfección que, si ya de por sí podía parecer frío y desinteresado, debía de haber parecido directamente un fantasma. Alguien a quien no ver, a quien temer por como reaccionaría... ¿eso era él?
Su mirada se desvió, más abajo de los ardientes iris de la pelirroja, hasta posarse directamente en los labios que se veían ligeramente brillantes, posiblemente por algún bálsamo labial, y siguió descendiendo su mirada con lentitud por la pulcra piel pálida como la porcelana que era parte del cuello y que, algunos pequeños mechones de pelo lograban ocultar. Pero tras eso, volvió a alzar su mirar hasta volver a mirarla a ella, directamente.- Claro. Quédate si es lo que quieres -acabó por afirmar tras todo ese momento, comenzando a dirigirse hacia donde había estado sentado instantes antes, pero, a diferencia de como se había encontrado, hizo girar la silla giratoria para quedar dando la espalda a la ventana que le daba aquel brillo áureo a toda la sala y, por ende, quedar encarado frente a la figura de ella. Y es que...en ese momento... realmente quería que se quedara allí. Junto a él. Por lo recuerdos tan recientes que le habían embargado, por haberla visto entrar de aquella manera, incluso haber apreciado, aunque no lo pareciera, como ella había contenido el aliento cuando sus miradas se habían cruzado en primera instancia. Porque, era su esposa y, aunque no siempre, era consciente que aquella chica debía de sentirse sola y desconsolada. Como él... pero, él no podía admitir así como así una cosa similar. Ni pedir lo que quería. Ni consentirse...
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Enarqué una ceja ante su pregunta, mirándole con cierta ponzoña inyectada en mi mirada al hacerlo. ¿De qué iba aquel hombre? ¿Cómo que sólo por eso me molestaba? Negué después para mí, resignada. Era inúntil explicarle lo que realmente rondaba en mi mente, el ser consciente que aquellas chicas eran tan indiferentes para él como lo era yo, con la diferencia de que se suponía que la esposa de él, acá, era yo. Saber que tenía el mismo nivel de interés para él como lo tenía el resto, dolía... Y aún más el que a mí sí me pusiera un alto siempre, mientras que a las otras mocosas estúpidas las justificara con el simple hecho de que 'no eran capaces de entrar a la estancia mientras lo miraban'. Demonios, justamente ese era el problema, el que no hiciera nada para reprenderlas... algún comentario mordaz, lo que fuese. Tal como lo hacía conmigo... ¿Por qué era tan difícil todo siempre? Una leve punzada en el pecho me robó el aliento ante esta conclusión, pero decidí ignorarla y en cambio seguir con la mirada a mi marido mientras este se daba a la tarea de cerrar la puerta.
Claro, ¿ahora sí la cerraba? ¿Qué le pasaba? Mis ojos rojizos se entrecerraron con cierta molestia mientras nuestras miradas se cruzaban... Esperen un segundo, ¿había sido mi imaginación? ¿Había sido posible que contemplara mis labios, sólo por un escaso pasar de segundos? No, seguro había sido mi imaginación... Cuando finalmente él dejó de encararme, me permití dar un ligero suspiro de alivio, aprovechando que no era capaz de observarme.
-Bien, porque eso planeo hacer -repliqué con cierta rebeldía ante sus últimas palabras, ya que las había tomado como un reto indirecto.
Eso dije, ¿pero ahora qué se suponía que debía hacer allí? La atmósfera se estaba haciedo sumamente pesada y densa, tanto que sería capaz de cortarla con un cuchillo. Y aquel silencio aplastante sólo me inquietaba más. Mis planes de regresar a casa juntos y pasar el resto de la velada de la misma forma se estaba desmoronando frente a mis ojos sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Mi mirada se paseó por toda la estancia, bañada por la luz crepuscular, contemplando con detalle cada una de las cosas que allí había y demorándome en hacerlo para así posponer el momento que tuviera que encararle. Sí, al parecer había cometido un gran error cuando decidí quedarme... ni siquiera debí haber entrado, debí haber dado la media vuelta y largarme de allí mientras tuve la oportunidad.
Mis dientes rechinaron de modo involuntario al ser consciente de la situación. ¿De verdad era imposible para mí ser capaz de alcanzar, aunque fuera sólo una vez, el alma del frío hombre que tenía frente a mí? ¿Qué se suponía que debía hacer en aquellos momentos? Me sentía tan perdida... e incómoda. Y el silencio no ayudaba, en nada.
No siendo capaz de soportarlo más, me puse de pie abruptamente, rompiendo así con la tensión que se había formado entre ambos en aquel pesado ambiente. Lo contemplé a los ojos por unos segundos, sorprendida incluso yo por mi propio actuar. Terminé por desviar la mirada, avergonzada.
-Hace algo de calor, ¿no te parece? Este ambiente tropical no se parece en nada a... -callé, nerviosa. Cerré los ojos y respiré profundamente, serenándome.
¿Qué más daba lo que él opinara sobre el clima, o sobre todo lo demás? No tenía sentido, la situación era tan absurda que colmaba mi paciencia... A mí, a la reina de los absurdos. De modo despreocupado e impulsivo me deshice de mi gabardina de cuero y, mientras me encaminaba hacia una de las camillas de la enfermería con el plan de recostarme en ella sin importarme ni un poco la opinión ajena, me aflojé el cordón de mi ajustado corsé, dejando así mi escote aún más visible de lo que por sí se encontraba por lo regular. Aunque para mí, ni siquiera había nada que contemplar, al carecer de las curvas que tanto atraían a las miradas de los otros. Me abaniqué con la zurda mientras me recostaba, tranquila, y contemplaba el techo con el ceño fruncido. Si tenía que esperar más de media hora en medio de aquel silencio, al menos quería hacerlo con comodidad.
Claro, ¿ahora sí la cerraba? ¿Qué le pasaba? Mis ojos rojizos se entrecerraron con cierta molestia mientras nuestras miradas se cruzaban... Esperen un segundo, ¿había sido mi imaginación? ¿Había sido posible que contemplara mis labios, sólo por un escaso pasar de segundos? No, seguro había sido mi imaginación... Cuando finalmente él dejó de encararme, me permití dar un ligero suspiro de alivio, aprovechando que no era capaz de observarme.
-Bien, porque eso planeo hacer -repliqué con cierta rebeldía ante sus últimas palabras, ya que las había tomado como un reto indirecto.
Eso dije, ¿pero ahora qué se suponía que debía hacer allí? La atmósfera se estaba haciedo sumamente pesada y densa, tanto que sería capaz de cortarla con un cuchillo. Y aquel silencio aplastante sólo me inquietaba más. Mis planes de regresar a casa juntos y pasar el resto de la velada de la misma forma se estaba desmoronando frente a mis ojos sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Mi mirada se paseó por toda la estancia, bañada por la luz crepuscular, contemplando con detalle cada una de las cosas que allí había y demorándome en hacerlo para así posponer el momento que tuviera que encararle. Sí, al parecer había cometido un gran error cuando decidí quedarme... ni siquiera debí haber entrado, debí haber dado la media vuelta y largarme de allí mientras tuve la oportunidad.
Mis dientes rechinaron de modo involuntario al ser consciente de la situación. ¿De verdad era imposible para mí ser capaz de alcanzar, aunque fuera sólo una vez, el alma del frío hombre que tenía frente a mí? ¿Qué se suponía que debía hacer en aquellos momentos? Me sentía tan perdida... e incómoda. Y el silencio no ayudaba, en nada.
No siendo capaz de soportarlo más, me puse de pie abruptamente, rompiendo así con la tensión que se había formado entre ambos en aquel pesado ambiente. Lo contemplé a los ojos por unos segundos, sorprendida incluso yo por mi propio actuar. Terminé por desviar la mirada, avergonzada.
-Hace algo de calor, ¿no te parece? Este ambiente tropical no se parece en nada a... -callé, nerviosa. Cerré los ojos y respiré profundamente, serenándome.
¿Qué más daba lo que él opinara sobre el clima, o sobre todo lo demás? No tenía sentido, la situación era tan absurda que colmaba mi paciencia... A mí, a la reina de los absurdos. De modo despreocupado e impulsivo me deshice de mi gabardina de cuero y, mientras me encaminaba hacia una de las camillas de la enfermería con el plan de recostarme en ella sin importarme ni un poco la opinión ajena, me aflojé el cordón de mi ajustado corsé, dejando así mi escote aún más visible de lo que por sí se encontraba por lo regular. Aunque para mí, ni siquiera había nada que contemplar, al carecer de las curvas que tanto atraían a las miradas de los otros. Me abaniqué con la zurda mientras me recostaba, tranquila, y contemplaba el techo con el ceño fruncido. Si tenía que esperar más de media hora en medio de aquel silencio, al menos quería hacerlo con comodidad.
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Ahí estaba desafiándole como si realmente la hubiera retado a hacerlo. Aun cuando esa no era su intención... Pero, bueno, conocía la terquedad de ella. Otra cosa no, pero conocer eso seguro.
Y aun así, era obvio que ella no se encontraba cómoda con aquello. ¿Realmente llegaba a intimidarla? Quizás no fuera necesariamente eso, pero... Su mirada seguía atenta a todos los gestos que ella hacía, incluido el mero hecho de que no se atreviera a dirigirle la mirada. ¿Por qué? Quizás realmente supiera la respuesta... Aun así, parpadeó de desconcierto al verla incorporarse de golpe y porrazo sin motivo aparente y, todavía quedó más desconcertado al ver que ella misma parecía tremendamente sorprendida con aquello. ¿Ah? Pero cuando acabó por, de nuevo, desviarle la mirada, alzó una de sus manos para frotarse la sien con un par de sus dedos, con los orbes turquesa cerrados y su ceño sutilmente fruncido. De verdad...
Y por eso, por esa extraña situación, acabó por incorporarse tras abrir de nuevo su mirada y acercarse a la camilla donde ella había decidido acomodarse como si fuera su casa. Pero se detuvo al ver que no solo se quitaba la gabardina de cuero que era parte de la característica del estilo de la pelirroja, si no que no conforme con aquello, desaflojaba el apretado corsé que comprimía el torso de ella. Y no, a pesar de todo lo que pensara esa mujer al respecto, él no era un asexual. Y encima, lo peor de todo, es que podía haber tenido experiencias, pero en cuanto a amor era negado y no sabía como lidiar con esos sentimientos. Y en ese momento se estaban acumulando demasiados...
Mordió sutilmente su labio mientras su mirada se desviaba por la zona superior del torso ajeno, mas no tardó en volver al rostro ajeno con intención de no ceder a los pensamientos que habían cruzado su mente y, por ello, acercarse con el objetivo de posar su mano sobre una de las mejillas ajenas, acariciándola suavemente con su pulgar mientras sentía la tibieza de la pálida piel ajena. - ¿Ocurrió algo? Te noto inquieta - Aunque mira quien hablaba, en ese momento no era el más indicado para hacer referencias a por estar inquieto. - Si tienes calor, podemos poner el aire acondicionado. Al fin y al cabo, no es que ninguno estemos acostumbrados a un clima cálido - Y eso era verdad, y como tal fue pronunciado: con naturalidad. Pero de nuevo, su mirada fue descendiendo por su cuello con un fugaz brillo y, por inercia, sus dedos también descendieron por la mejilla de la pelirroja, rozando algunos rebeldes cabellos antes de llegar bajo la mandíbula y por ende, rozar suavemente con las puntas de sus dedos lo que ya era parte del cuello. Su mirada se entrecerró, volviendo a alzar su mirada hasta los ardientes orbes de su mujer. - No deberías de estar con el corsé así si entra alguien - De hecho... no debería de estarlo así a secas... No debía, no. Era malo...
Y aun así, era obvio que ella no se encontraba cómoda con aquello. ¿Realmente llegaba a intimidarla? Quizás no fuera necesariamente eso, pero... Su mirada seguía atenta a todos los gestos que ella hacía, incluido el mero hecho de que no se atreviera a dirigirle la mirada. ¿Por qué? Quizás realmente supiera la respuesta... Aun así, parpadeó de desconcierto al verla incorporarse de golpe y porrazo sin motivo aparente y, todavía quedó más desconcertado al ver que ella misma parecía tremendamente sorprendida con aquello. ¿Ah? Pero cuando acabó por, de nuevo, desviarle la mirada, alzó una de sus manos para frotarse la sien con un par de sus dedos, con los orbes turquesa cerrados y su ceño sutilmente fruncido. De verdad...
Y por eso, por esa extraña situación, acabó por incorporarse tras abrir de nuevo su mirada y acercarse a la camilla donde ella había decidido acomodarse como si fuera su casa. Pero se detuvo al ver que no solo se quitaba la gabardina de cuero que era parte de la característica del estilo de la pelirroja, si no que no conforme con aquello, desaflojaba el apretado corsé que comprimía el torso de ella. Y no, a pesar de todo lo que pensara esa mujer al respecto, él no era un asexual. Y encima, lo peor de todo, es que podía haber tenido experiencias, pero en cuanto a amor era negado y no sabía como lidiar con esos sentimientos. Y en ese momento se estaban acumulando demasiados...
Mordió sutilmente su labio mientras su mirada se desviaba por la zona superior del torso ajeno, mas no tardó en volver al rostro ajeno con intención de no ceder a los pensamientos que habían cruzado su mente y, por ello, acercarse con el objetivo de posar su mano sobre una de las mejillas ajenas, acariciándola suavemente con su pulgar mientras sentía la tibieza de la pálida piel ajena. - ¿Ocurrió algo? Te noto inquieta - Aunque mira quien hablaba, en ese momento no era el más indicado para hacer referencias a por estar inquieto. - Si tienes calor, podemos poner el aire acondicionado. Al fin y al cabo, no es que ninguno estemos acostumbrados a un clima cálido - Y eso era verdad, y como tal fue pronunciado: con naturalidad. Pero de nuevo, su mirada fue descendiendo por su cuello con un fugaz brillo y, por inercia, sus dedos también descendieron por la mejilla de la pelirroja, rozando algunos rebeldes cabellos antes de llegar bajo la mandíbula y por ende, rozar suavemente con las puntas de sus dedos lo que ya era parte del cuello. Su mirada se entrecerró, volviendo a alzar su mirada hasta los ardientes orbes de su mujer. - No deberías de estar con el corsé así si entra alguien - De hecho... no debería de estarlo así a secas... No debía, no. Era malo...
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Decir que me sorprendí cuando fui testigo de que Gerhard se incorporó para acercarse al lugar donde yo me encontraba era quedarse cortos. Simplemente perdí la facultad de articular palabra alguna, incluso de reaccionar como era debido: sólo lo contemplé con asombro una vez que él llegó hasta mí y posó su mirada en la mía... y el recorrido que sus orbes hicieron poco después sobre mi cuerpo... No, no lo entendía ni por asomo, ¿de qué iba aquel hombre? ¿Por qué siempre actuaba de aquella forma tan difícil de leer? Era lo que más me frustraba de él, y de mi matrimonio en general, no ser capaz de comprender los sentimientos de mi pareja. Era capaz de sentir como propias las emociones ajenas, y sin embargo ante Gerhard sólo el silencio y la angustiante nada se presentaban ante mí, como si tuviera la habilidad necesaria, el escudo justo para hacerme frente. No era justo, no lo entendía.
Parpadeé, siendo lo único que podía hacer, y contuve el aliento de forma sutil cuando su mano fue a tocar mi mejilla. Un sofoco invadió mi pecho y por un segundo creí que había perdido la facultad de respirar como era debido. Su mano, lo cálido y firme de esta... me estaba robando más que el aliento.
Tragué saliva y mis ojos se cerraron por acto reflejo cuando los dedos de aquel hombre empezaron a recorrer un sendero cuesta abajo, hasta llegar al mentón. A pesar de la lentitud de las acciones, en mi mente todo estaba sucediendo demasiado rápido. Quería entender, pero no podía hacerlo. Quería disfrutar de aquellos segundos en los que se me brindaba la cercanía del hombre del que me había enamorado casi en el mismo instante en que nuestras miradas se reencontraron, después de transcurridos tantos años desde la última vez que lo habían hecho. No quería que se apartara, no quería que me volviera a privar de aquello que mi alma tanto necesitaba.
Y con ese pensamiento en mente, y ante la alerta que se disparó en mi interior ante sus últimas palabras, fue que mi mano en un acto impulsivo se alzó para cerrarse alrededor de la muñeca contraria, con la fuerza necesaria para hacer notar mi necesidad de no perderle pero no lo suficiente como para lastimarle. Mis ojos se abrieron de golpe y fueron a fijarse en los turquesas ajenos.
-No me dejes, por favor... -susurré, inconsciente, apremiante. Después suspiré para tranquilizar el ritmo acelerado de mi respiración, cerrando los ojos con suavidad al hacerlo-. ¿Qué más da si alguien entra? Esto es un consultorio, es fácil decir que me estabas auscultando... -respondí con naturalidad, sin encontrarle mayor problema a ello.
Me incorporé ligeramente, sin ser consciente de que con dicha acción el corsé se aflojó un poco más, permitiendo la visibilidad de la parte superior de mi pezón izquierdo, el cual asomoba un tanto por el borde de la prenda; como la misma poseía copa integrada, era innecesario el uso de sujetadores convencionales. Mis dedos se cerraron un poco más en torno a su brazo y el mío disponible fue a alzarse hacia el rostro contrario, para acariciar con timidez un par de mechones que caían sobre su mejilla. Mi mirada, fija en la de él, denotaba con tanta claridad como un estanque cristalino las emociones que en mí habitaban en ese momento, siendo la tristeza la más notoria de todas.
-¿Por qué siempre me rechazas? No importa cuántas veces intente acercarme a ti... con cada paso mío, siento que te alejas diez más... ¿Es que acaso es imposible para mí el alcanzarte?
Parpadeé, siendo lo único que podía hacer, y contuve el aliento de forma sutil cuando su mano fue a tocar mi mejilla. Un sofoco invadió mi pecho y por un segundo creí que había perdido la facultad de respirar como era debido. Su mano, lo cálido y firme de esta... me estaba robando más que el aliento.
Tragué saliva y mis ojos se cerraron por acto reflejo cuando los dedos de aquel hombre empezaron a recorrer un sendero cuesta abajo, hasta llegar al mentón. A pesar de la lentitud de las acciones, en mi mente todo estaba sucediendo demasiado rápido. Quería entender, pero no podía hacerlo. Quería disfrutar de aquellos segundos en los que se me brindaba la cercanía del hombre del que me había enamorado casi en el mismo instante en que nuestras miradas se reencontraron, después de transcurridos tantos años desde la última vez que lo habían hecho. No quería que se apartara, no quería que me volviera a privar de aquello que mi alma tanto necesitaba.
Y con ese pensamiento en mente, y ante la alerta que se disparó en mi interior ante sus últimas palabras, fue que mi mano en un acto impulsivo se alzó para cerrarse alrededor de la muñeca contraria, con la fuerza necesaria para hacer notar mi necesidad de no perderle pero no lo suficiente como para lastimarle. Mis ojos se abrieron de golpe y fueron a fijarse en los turquesas ajenos.
-No me dejes, por favor... -susurré, inconsciente, apremiante. Después suspiré para tranquilizar el ritmo acelerado de mi respiración, cerrando los ojos con suavidad al hacerlo-. ¿Qué más da si alguien entra? Esto es un consultorio, es fácil decir que me estabas auscultando... -respondí con naturalidad, sin encontrarle mayor problema a ello.
Me incorporé ligeramente, sin ser consciente de que con dicha acción el corsé se aflojó un poco más, permitiendo la visibilidad de la parte superior de mi pezón izquierdo, el cual asomoba un tanto por el borde de la prenda; como la misma poseía copa integrada, era innecesario el uso de sujetadores convencionales. Mis dedos se cerraron un poco más en torno a su brazo y el mío disponible fue a alzarse hacia el rostro contrario, para acariciar con timidez un par de mechones que caían sobre su mejilla. Mi mirada, fija en la de él, denotaba con tanta claridad como un estanque cristalino las emociones que en mí habitaban en ese momento, siendo la tristeza la más notoria de todas.
-¿Por qué siempre me rechazas? No importa cuántas veces intente acercarme a ti... con cada paso mío, siento que te alejas diez más... ¿Es que acaso es imposible para mí el alcanzarte?
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
¿En qué momento había perdido el camino para poder comunicarse con ella? El camino que antes los había unido y que, ahora, simplemente parecía haber un denso muro que no le permitía acceder a dicho camino. ¿Tanto habían cambiado ambos como para siquiera ser capaz de compenetrarse? A pesar de sus esfuerzos para intentar mejorar su estado físico... a pesar de sus intentos por llevar toda su vida y futuro a uno donde la prioridad acababa siendo ella. ¿Se había confundido en el camino? ¿Quizás hubiera exagerado? ¿Qué era lo que había pasado?
No podía ser que aquella joven de rojizos cabellos rivales a una fiera hoguera reaccionara así por un simple roce en su mejilla. El aliento contenido... Sus ojos cerrados con fuerza... casi era consciente de cómo su cuerpo pretendía vibrar por aquello que le estuviera causando todos aquellos síntomas. Y... ese susurro... "No me dejes... como si pudiera abandonarte realmente..." Pensó para sí con una amargura directa de su corazón hasta su cerebro. porque no podía dejarla. De hecho, todo ese problema venía desde el hecho de que era consciente que su salud era frágil. La mera idea de perderla... No, no la toleraba. Siquiera dejaba que pasara más allá de los efímeros pensamientos fugaces de lo más exterior de su reflexión. Pero, comprendía a lo que se refería. No era al sentido más simbólico de todo aquello, si no al más terrenal. En este caso, era clara que la referencia era de que no se apartara en ese momento.
Y...no pudo negarse. No quiso negarse, más bien. Y un golpe directo a su sensibilidad le hizo abrir sus orbes más de la norma cuando esas 'acusaciones' llegaron a sus oídos. Pero cuando se recompuso de aquello, su mirada se entrecerró hasta ser una fina y afilada veta, desviada a un lado durante escasos momentos antes de volver a fijar su mirar en los rubíes a modo de iris que tenía su mujer. - ...Realmente... no quiero apartarme... - Quizás... temiera perderse en esos sentimientos, no poder ser capaz de mantener la calma y cometer errores. Y sabiendo lo que tenía en juego... no era algo que se pudiera permitir. La mera idea... era terrorífica. Pero a la vez, sabía que no era justo. Ni para él, ni mucho menos para ella... Y no podía haber sido más consciente de aquella injusticia dictaminada por sí mismo como en ese mismo momento. - ...no quise... ni querré... Pero no quiero perder... -"No quiero perderte. No quiero que por un error, un despiste, termines mal..."
Pero ya era tarde. Se había perdido. Llevaba perdido ya mucho tiempo. Y la chispa de aquello saltó en ese momento. Antes de siquiera darse cuenta sintió una suave y carnosa textura contra sus labios. Sus ojos cerrados no le permitieron presenciar lo que había pasado, pero no le hizo falta mucho más para saber que lo que estaba probando eran los labios de la pelirroja. Y sus dedos aún sintiendo la mezcla de texturas de la suave piel del cuello junto a los revoltosos cabellos que rozaban el dorso de su mano cuanto más se adentraban al nacimiento del cabello de la nuca. Empujándola más contra sí, atrayendola más aún... Un pequeño suspiro escapó de sus labios al separar escasos milímetros la conexión entre ambas bocas, y sólo un escueto susurro salió, pero perfectamente audible en el silencio de aquella sala-: ... Perdóname... - Y si aquel beso había sido suave, casi con un afán de tantear... la siguiente unión nada tuvo que ver. Era hambrienta, con casi aprensión. Se inclinó más sobre ella, necesitando apoyar su mano sobre la camilla mientras los dedos de su otra mano aferraban los rojizos cabellos que rozaban de la nuca, sintiendo como también los propios mechones purpúreos de mayor longitud se precipitaban por su hombro, rozando su cuello en el proceso a la par que giraba un tanto su rostro para amoldarse más a aquel beso, presionado la frágil piel de los labios ajenos con su lengua para incitarla a que le dejara pasar. Porque ya... daba igual. Había probado un bocado... no podría detener el hambre con solo un bocado.
No podía ser que aquella joven de rojizos cabellos rivales a una fiera hoguera reaccionara así por un simple roce en su mejilla. El aliento contenido... Sus ojos cerrados con fuerza... casi era consciente de cómo su cuerpo pretendía vibrar por aquello que le estuviera causando todos aquellos síntomas. Y... ese susurro... "No me dejes... como si pudiera abandonarte realmente..." Pensó para sí con una amargura directa de su corazón hasta su cerebro. porque no podía dejarla. De hecho, todo ese problema venía desde el hecho de que era consciente que su salud era frágil. La mera idea de perderla... No, no la toleraba. Siquiera dejaba que pasara más allá de los efímeros pensamientos fugaces de lo más exterior de su reflexión. Pero, comprendía a lo que se refería. No era al sentido más simbólico de todo aquello, si no al más terrenal. En este caso, era clara que la referencia era de que no se apartara en ese momento.
Y...no pudo negarse. No quiso negarse, más bien. Y un golpe directo a su sensibilidad le hizo abrir sus orbes más de la norma cuando esas 'acusaciones' llegaron a sus oídos. Pero cuando se recompuso de aquello, su mirada se entrecerró hasta ser una fina y afilada veta, desviada a un lado durante escasos momentos antes de volver a fijar su mirar en los rubíes a modo de iris que tenía su mujer. - ...Realmente... no quiero apartarme... - Quizás... temiera perderse en esos sentimientos, no poder ser capaz de mantener la calma y cometer errores. Y sabiendo lo que tenía en juego... no era algo que se pudiera permitir. La mera idea... era terrorífica. Pero a la vez, sabía que no era justo. Ni para él, ni mucho menos para ella... Y no podía haber sido más consciente de aquella injusticia dictaminada por sí mismo como en ese mismo momento. - ...no quise... ni querré... Pero no quiero perder... -"No quiero perderte. No quiero que por un error, un despiste, termines mal..."
Pero ya era tarde. Se había perdido. Llevaba perdido ya mucho tiempo. Y la chispa de aquello saltó en ese momento. Antes de siquiera darse cuenta sintió una suave y carnosa textura contra sus labios. Sus ojos cerrados no le permitieron presenciar lo que había pasado, pero no le hizo falta mucho más para saber que lo que estaba probando eran los labios de la pelirroja. Y sus dedos aún sintiendo la mezcla de texturas de la suave piel del cuello junto a los revoltosos cabellos que rozaban el dorso de su mano cuanto más se adentraban al nacimiento del cabello de la nuca. Empujándola más contra sí, atrayendola más aún... Un pequeño suspiro escapó de sus labios al separar escasos milímetros la conexión entre ambas bocas, y sólo un escueto susurro salió, pero perfectamente audible en el silencio de aquella sala-: ... Perdóname... - Y si aquel beso había sido suave, casi con un afán de tantear... la siguiente unión nada tuvo que ver. Era hambrienta, con casi aprensión. Se inclinó más sobre ella, necesitando apoyar su mano sobre la camilla mientras los dedos de su otra mano aferraban los rojizos cabellos que rozaban de la nuca, sintiendo como también los propios mechones purpúreos de mayor longitud se precipitaban por su hombro, rozando su cuello en el proceso a la par que giraba un tanto su rostro para amoldarse más a aquel beso, presionado la frágil piel de los labios ajenos con su lengua para incitarla a que le dejara pasar. Porque ya... daba igual. Había probado un bocado... no podría detener el hambre con solo un bocado.
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Mis ojos se abrieron de par en par, incrédula. En verdad, ¿qué era lo que estaba sucediendo? Todo estaba sucediendo todo lo contrario a la realidad ya establecida, como si hubiese caído en la madriguera del conejo que conducía directamente al país de las mil maravillas. ¿Que él no quería apartarse? No entendía nada, si eso en realidad era cierto... ¿Por qué actuaba de otro modo, como si mi presencia le fuera indiferente?
Un vuelco dio mi corazón al venir a mi mente todas aquellas situaciones, todos esos recuerdos con él que me abrumaban desde mi tierna infancia. Él había sido mi primer amigo, la primera persona en la que aprendí a confiar además de mis padres... e incluso seguí creyendo en él cuando perdí la confianza en todos los adultos. El primero con el que me sentí segura bajo su cobijo, invencible siempre y cuando me mantuviera a su lado; aquel al que deseaba impresionar a más que a nadie en el mundo, poder hacerme notar y ganar el respeto del pelimorado. Y aunque era sólo una niña, y con el pasar de los años aprendí a dejarlo en el olvido, cuando nos distanciamos un vacío se marcó en mi interior... uno que ni el tiempo pudo llenar. Había sido como si me hubieran arrebatado lo más preciado en la vida, aquello que me hacía ser mi yo real... Y aun si en todos aquellos años separados pretendí vivir mi vida al máximo y sin arrepentimientos, siempre me hizo falta.
Quizá porque siempre supe esta realidad fue que acepté aquella absurda audiencia de matrimonio concertado. Quizá por eso no dude ni un instante en abandonar mis planes de huir y en cambio preferí quedarme a su lado. Porque creí que el tiempo nos había hecho cambiar, que nada podría ser igual a como era en nuestra infancia y porque creí que el hombre que estaría ante mí sería un completo desconocido, un extraño al que no le debía ni la más mínima consideración... Y me equivoqué. Un sólo encuentro de miradas nuestras bastó para que ese faltante en mi vida se completara, como si nunca hubiese existido vacío alguno.
Pero, una vez más, la vida me había mostrado que me equivocaba. Porque sí habíamos cambiado, el pasar de los años nunca pasan en vano y el lío de emociones que yo experimenté ante nuestro encuentro... bueno, él no los sintió igual. Para él yo no podía significar más que una infantil amiga del pasado y la prometida impuesta por sus padres... Cientos de veces me he cuestionado desde entonces la razón por la cual Gerhard había accedido a contraer nupcias conmigo, la razón por la cual aún segía a mi lado a pesar de su actitud mostraba que deseaba lo contrario. ¿Compromiso por nuesta antigua amistad, tal vez? ¿Obligado para mantener las apariencias? Sin importar cuál fuera, ninguna podría ser amor... De eso me había convencido a mí misma.
Y ahora... ¿Ahora qué? No podía dejar de contemplarle, inaudita. ¿No quería apartarse de mí? ¿Por qué?
'Dímelo, Gerhard, ¿por qué?'
Abrí los labios para hablar pero estos fueron acallados de la manera más inesperada, y por alguna razón la más lógica en aquella situación. No supe reaccionar, ¿pero cuándo sí desde que había entrado a la enfermería? Pero de lo que sí fui consciente fue de las sensaciones, de aquella horda de emociones que atacaron sin piedad mi corazón y provocaron que este martilleara con desenfreno.
Un par de segundos después, por acto reflejo, cerré los ojos y me dejé transportar por la calidez de ese suave beso, como si estuviera destinada a ello. El amarre a su brazo cesó, pero mi palma junto a su rostro se atrevió a amoldarse sobre la mejilla del contrario. Ni siquiera tuve tiempo de preguntar el porqué debía perdonarle, sólo el suficiente para recuperar el aliento perdido, más por la sorpresa que por el beso, cuando una vez más la textura de los labios de Gerhard regresó a mí, apoderándose por completo de mi ser.
Esta vez no tuve restricción alguna para corresponderle, al segundo siguiente me amoldé a su forma e intensidad, girando mi propio rostro y permitiendo que aquella mano en mi nuca me acercara sin resistencia alguna. Mis labios se abrieron para él, ante la insistencia de su lengua, y un suave gemido brotó de mi garganta y murió en mis labios sellados al momento en que mi lengua se encontró con la de él. El sonido se asemejó bastante a un ronroneo. De a poco mi brazo en el suyo perdió ante la gravedad y fue a parar a la superficie de la camilla, no sin antes deleitarse con el recorrido. La utilicé de soporte para erguirme mejor y así estar más a su altura; para profundizar aún más el beso.
Que cruel era aquel hombre, dándome lo que siempre he estado anhelando. Una parte de mí deseaba que aquello no hubiera pasado, porque la agonía que sucedería después de que las cosas volvieran a la normalidad sería algo con lo que mi alma no era capaz ya de lidiar. Yo no quería una simple gota, quería y necesitaba el océano entero. Por mi bien, rezaría para que aquello no fuera sólo una ilusión.
Y si lo era, para que esta pudiera durar por siempre.
Un vuelco dio mi corazón al venir a mi mente todas aquellas situaciones, todos esos recuerdos con él que me abrumaban desde mi tierna infancia. Él había sido mi primer amigo, la primera persona en la que aprendí a confiar además de mis padres... e incluso seguí creyendo en él cuando perdí la confianza en todos los adultos. El primero con el que me sentí segura bajo su cobijo, invencible siempre y cuando me mantuviera a su lado; aquel al que deseaba impresionar a más que a nadie en el mundo, poder hacerme notar y ganar el respeto del pelimorado. Y aunque era sólo una niña, y con el pasar de los años aprendí a dejarlo en el olvido, cuando nos distanciamos un vacío se marcó en mi interior... uno que ni el tiempo pudo llenar. Había sido como si me hubieran arrebatado lo más preciado en la vida, aquello que me hacía ser mi yo real... Y aun si en todos aquellos años separados pretendí vivir mi vida al máximo y sin arrepentimientos, siempre me hizo falta.
Quizá porque siempre supe esta realidad fue que acepté aquella absurda audiencia de matrimonio concertado. Quizá por eso no dude ni un instante en abandonar mis planes de huir y en cambio preferí quedarme a su lado. Porque creí que el tiempo nos había hecho cambiar, que nada podría ser igual a como era en nuestra infancia y porque creí que el hombre que estaría ante mí sería un completo desconocido, un extraño al que no le debía ni la más mínima consideración... Y me equivoqué. Un sólo encuentro de miradas nuestras bastó para que ese faltante en mi vida se completara, como si nunca hubiese existido vacío alguno.
Pero, una vez más, la vida me había mostrado que me equivocaba. Porque sí habíamos cambiado, el pasar de los años nunca pasan en vano y el lío de emociones que yo experimenté ante nuestro encuentro... bueno, él no los sintió igual. Para él yo no podía significar más que una infantil amiga del pasado y la prometida impuesta por sus padres... Cientos de veces me he cuestionado desde entonces la razón por la cual Gerhard había accedido a contraer nupcias conmigo, la razón por la cual aún segía a mi lado a pesar de su actitud mostraba que deseaba lo contrario. ¿Compromiso por nuesta antigua amistad, tal vez? ¿Obligado para mantener las apariencias? Sin importar cuál fuera, ninguna podría ser amor... De eso me había convencido a mí misma.
Y ahora... ¿Ahora qué? No podía dejar de contemplarle, inaudita. ¿No quería apartarse de mí? ¿Por qué?
'Dímelo, Gerhard, ¿por qué?'
Abrí los labios para hablar pero estos fueron acallados de la manera más inesperada, y por alguna razón la más lógica en aquella situación. No supe reaccionar, ¿pero cuándo sí desde que había entrado a la enfermería? Pero de lo que sí fui consciente fue de las sensaciones, de aquella horda de emociones que atacaron sin piedad mi corazón y provocaron que este martilleara con desenfreno.
Un par de segundos después, por acto reflejo, cerré los ojos y me dejé transportar por la calidez de ese suave beso, como si estuviera destinada a ello. El amarre a su brazo cesó, pero mi palma junto a su rostro se atrevió a amoldarse sobre la mejilla del contrario. Ni siquiera tuve tiempo de preguntar el porqué debía perdonarle, sólo el suficiente para recuperar el aliento perdido, más por la sorpresa que por el beso, cuando una vez más la textura de los labios de Gerhard regresó a mí, apoderándose por completo de mi ser.
Esta vez no tuve restricción alguna para corresponderle, al segundo siguiente me amoldé a su forma e intensidad, girando mi propio rostro y permitiendo que aquella mano en mi nuca me acercara sin resistencia alguna. Mis labios se abrieron para él, ante la insistencia de su lengua, y un suave gemido brotó de mi garganta y murió en mis labios sellados al momento en que mi lengua se encontró con la de él. El sonido se asemejó bastante a un ronroneo. De a poco mi brazo en el suyo perdió ante la gravedad y fue a parar a la superficie de la camilla, no sin antes deleitarse con el recorrido. La utilicé de soporte para erguirme mejor y así estar más a su altura; para profundizar aún más el beso.
Que cruel era aquel hombre, dándome lo que siempre he estado anhelando. Una parte de mí deseaba que aquello no hubiera pasado, porque la agonía que sucedería después de que las cosas volvieran a la normalidad sería algo con lo que mi alma no era capaz ya de lidiar. Yo no quería una simple gota, quería y necesitaba el océano entero. Por mi bien, rezaría para que aquello no fuera sólo una ilusión.
Y si lo era, para que esta pudiera durar por siempre.
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Ah... ya sí que no había remedio. ¿Para qué tanto cuidado, tanta reticencia al respecto si ahora estaba en esa situación? Y no es que lo odiara, para nada. Lo estaba deseando, probar más. Sentir bajo sus manos más piel, recorrer cada centímetro cuadrado de la esbelta figura de su esposa... Ah, sin duda era injusto. Y sabía que, aunque se lo explicara, ella no lo entendería como era debido. ¡Claro! ¿Cómo iba a entenderlo? Era complejo e... incluso difícil de explicar.
Cuando el aliento comenzaba a faltarle fue cuando se separó un poco, pero sus manos no rompieron contacto con ella en ningún momento. Incluso se deslizaron sus dedos por los cabellos rojizos y rebeldes que anteriormente había estado aferrando con suavidad a medida que tomaba de nuevo aire, sintiendo como su pecho se llenaba de aire y ya no sólo de una tormenta de sentimientos y sensaciones. Sus orbes, ya entreabiertos, pasaron a fijarse en las facciones de ella; en los labios humedecidos como muestra de aquel contacto, en la forma del óvalo de ella, roto por algunos mechones rojizos que rompían indiscriminadamente la curva del óvalo, los intensos iris brillando con fuerza...
De verdad... y siquiera se atrevía a desviar su mirada más para abajo, ya que sabía que si no enloquecería más. Por la costumbre de ella de vestir ropa no apta para un público pequeño, básicamente. Y encima, de esa guisa... Ella no parecía consciente de lo que hacía, o sí pero conocía los pensamientos de ella, que no se sentía suficiente mujer, estaba atada a unos estereotipos estéticos que no debería. Como las tonterías sobre enfermeras rubias y voluptuosas... Menos interés podía tener Gerhard en mujeres así y con una mentalidad peor aún que su artificial aspecto, no. Para ironía del asunto, uno de los rasgos que más le gustaba de la pelirroja era precisamente ese afán de libertad y vida que mostraba como un torbellino. Aunque en algunos casos su rebeldía le sacara de quicio...
Sus orbes se entrecerraron con un suave resplandor turquesa antes de incorporarla hasta que quedara sentada sobre la camilla, ayudándose de que su mano seguía sobre la nuca ajena. Y esa misma mano fue la que descendió por toda la espalda desnuda hasta llegar a las tiras del corsé que, ya sueltas, poco a poco se iban aflojando más... y su objetivo fue forzar más aquello, colando su mano entre la piel y las tiras y forzándolas a abrirse más, a que aquella prenda dejara libre todo el torso que aprisionaba. Mordió su propio labio inferior, comenzando a bajar su mirada hasta la altura del pecho donde los senos prácticamente estaban libres, con el suave brillo dorado que se reflejaba por el atardecer sobre la pálida piel. Un fuerte palpito llenó su pecho y, casi por inercia, retiró con más insistencias las tiras para liberarlo más. - Pensaba que no te gustaba ser diagnosticada... ¿ahora sí? - Murmuró en un suave gruñido, pero era consciente de que nada tenía que ver una cosa con otra en ese caso. Y de hecho... realmente... Allí no debería de estar siquiera replanteándose hacer lo que acababa de hacer, mucho menos seguir. Pero... Ah, esos malditos 'pero' que le hacían dudar.
Cuando el aliento comenzaba a faltarle fue cuando se separó un poco, pero sus manos no rompieron contacto con ella en ningún momento. Incluso se deslizaron sus dedos por los cabellos rojizos y rebeldes que anteriormente había estado aferrando con suavidad a medida que tomaba de nuevo aire, sintiendo como su pecho se llenaba de aire y ya no sólo de una tormenta de sentimientos y sensaciones. Sus orbes, ya entreabiertos, pasaron a fijarse en las facciones de ella; en los labios humedecidos como muestra de aquel contacto, en la forma del óvalo de ella, roto por algunos mechones rojizos que rompían indiscriminadamente la curva del óvalo, los intensos iris brillando con fuerza...
De verdad... y siquiera se atrevía a desviar su mirada más para abajo, ya que sabía que si no enloquecería más. Por la costumbre de ella de vestir ropa no apta para un público pequeño, básicamente. Y encima, de esa guisa... Ella no parecía consciente de lo que hacía, o sí pero conocía los pensamientos de ella, que no se sentía suficiente mujer, estaba atada a unos estereotipos estéticos que no debería. Como las tonterías sobre enfermeras rubias y voluptuosas... Menos interés podía tener Gerhard en mujeres así y con una mentalidad peor aún que su artificial aspecto, no. Para ironía del asunto, uno de los rasgos que más le gustaba de la pelirroja era precisamente ese afán de libertad y vida que mostraba como un torbellino. Aunque en algunos casos su rebeldía le sacara de quicio...
Sus orbes se entrecerraron con un suave resplandor turquesa antes de incorporarla hasta que quedara sentada sobre la camilla, ayudándose de que su mano seguía sobre la nuca ajena. Y esa misma mano fue la que descendió por toda la espalda desnuda hasta llegar a las tiras del corsé que, ya sueltas, poco a poco se iban aflojando más... y su objetivo fue forzar más aquello, colando su mano entre la piel y las tiras y forzándolas a abrirse más, a que aquella prenda dejara libre todo el torso que aprisionaba. Mordió su propio labio inferior, comenzando a bajar su mirada hasta la altura del pecho donde los senos prácticamente estaban libres, con el suave brillo dorado que se reflejaba por el atardecer sobre la pálida piel. Un fuerte palpito llenó su pecho y, casi por inercia, retiró con más insistencias las tiras para liberarlo más. - Pensaba que no te gustaba ser diagnosticada... ¿ahora sí? - Murmuró en un suave gruñido, pero era consciente de que nada tenía que ver una cosa con otra en ese caso. Y de hecho... realmente... Allí no debería de estar siquiera replanteándose hacer lo que acababa de hacer, mucho menos seguir. Pero... Ah, esos malditos 'pero' que le hacían dudar.
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Cuando el beso fue interrumpido ante la necesidad de oxígeno para ambos, mis ojos se abrieron con lentitud una vez más para centrarlos en las facciones ajenas. Mi respiración era ligeramente acelerada, a consecuencia única y exclusivamente de aquel arrebatado beso inesperado, uno que sólo Gerhard sabía dar de tal manera que fuera capaz de robarse todo mi oxígeno. Me encontraba hechizada, como una serpiente siguiendo embelesada los movimientos del encantador... como una cautiva dispuesta a todo por complacer las demandas de su raptor.
Y lo cierto era que así era, haría cualquier cosa por aquel hombre. Porque lo amaba, porque supe que estaba perdida en el mismo instante en que me reencontré con él. El hecho de que me afectara su indiferencia era porque lo amaba, y quería ser especial para el pelimorado... sólo para él.
Nunca lo diría en voz alta, y consciente de este hecho fue que cerré los ojos sin permitir que mi pesar asomara a mis facciones. Dolía, pero nunca tendría el suficiente valor para confesarle mis sentimientos y saberme después no correspondida. Era imposible que Gerhard me amara... A mí, a una patética chica que tenía los días contados y no tenía nada para ofrecerle, salvo un matrimonio conveniente para nuestras familias. ¿Se sentiría atado a mí? Y aún así quería creer... una parte de mí quería confiar, albergar una esperanza que no me pertenecía.
Volví a abrir los ojos cuando su mano se movió de mi nuca. Por un momento me sentí desfallecer, ¿este sería el final para mi ilusión creada sobre un castillo de naipes?
No, me equivocaba.
Sin decir ni una palabra ni emitir sonido de sorpresa, por acto reflejo obedecí a la silenciosa demanda de aquel imponente hombre de que terminara por incorporarme para quedar sentada en la camilla, frente a él. Un escalofrío recorrió todo mi ser ante aquel lento recorrido de sus cálidos dedos, proporcionándome el impulso necesario que mi cuerpo necesitaba para sentirse satisfecho, pero a la vez necesitado de más. Por una vez, sólo por aquel efímero momento, me sentiría como alguien normal.
Aunque mis ojos se abrieron más de lo normal al caer en cuenta del significado de las acciones ajenas, continué muda más por incapacidad momentánea que por deseo propio. Me sentí expuesta ante él una vez que el corsé terminó por sucumbir a la insistencia del de ojos turquesa. Y aunque mis mejillas se tiñeron de un suave tono rosado por la vergüenza interna, nada hice para cubrirme de la escrutadora mirada de mi esposo, sino que de un ligero y grácil movimiento de mi torso, hice que la prenda cediera por completo.
-No me importa si se trata de ti -musité, seria y sincera, sin dejar de mirarle. Mi mano, al ya no requerir mi cuerpo de su sorporte, fue a acunar su otra mejilla para así tomarle el rostro con gentileza- sólo quiero que seas tú... - 'el único que pueda ser capaz de derribar todas las barreras que protejen mi corazón. El único que pueda verme de este modo íntimo sin sentirme juzgada... El único dueño de mi ser'.
Era doloroso... demasiado doloroso. Dolía saber que esas palabras se atoraban en mi garganta y que jamás podrían escapar de mis labios temblorosos.
En cambio, como si tuviera necesidad de una compensación ante este hecho, estiré todo lo que pude la parte superior de mi cuerpo para acercarme a él al tanto que mi mano izquierda fue a posarse en su nuca, intercambiando roles ahora, y así atraerlo al mismo tiempo. Mis labios fueron a robarse ahora la calidez de Gerhard, pasando de la timidez a la necesidad sólo en un par escaso de segundos.
Me estaba embriagando, y aquello no era bueno. Cuando despertara de aquella fantasía y tuviera que enfrentarme a la realidad, significaría mi fin; para entonces habría de morir. Pero por ahora no quería apartarme. Quería embriagarme tanto como fuera capaz de hacerlo. Gemí con urgencia ante esos pensamientos, y solté su mejilla para hacer un recorrido apresurado, pero no por eso carente de detalles, que inició desde su hombro y se deslizó a lo largo de su brazo para llegar a la cintura ajena y rodearla con mi propio brazo con fuerza.
Nunca tendría suficiente de él, nunca me cansaría de su presencia... aunque supiera en lo profundo de mí que no era merecedora de esta, ni la dueña de sus pensamientos.
Y lo cierto era que así era, haría cualquier cosa por aquel hombre. Porque lo amaba, porque supe que estaba perdida en el mismo instante en que me reencontré con él. El hecho de que me afectara su indiferencia era porque lo amaba, y quería ser especial para el pelimorado... sólo para él.
Nunca lo diría en voz alta, y consciente de este hecho fue que cerré los ojos sin permitir que mi pesar asomara a mis facciones. Dolía, pero nunca tendría el suficiente valor para confesarle mis sentimientos y saberme después no correspondida. Era imposible que Gerhard me amara... A mí, a una patética chica que tenía los días contados y no tenía nada para ofrecerle, salvo un matrimonio conveniente para nuestras familias. ¿Se sentiría atado a mí? Y aún así quería creer... una parte de mí quería confiar, albergar una esperanza que no me pertenecía.
Volví a abrir los ojos cuando su mano se movió de mi nuca. Por un momento me sentí desfallecer, ¿este sería el final para mi ilusión creada sobre un castillo de naipes?
No, me equivocaba.
Sin decir ni una palabra ni emitir sonido de sorpresa, por acto reflejo obedecí a la silenciosa demanda de aquel imponente hombre de que terminara por incorporarme para quedar sentada en la camilla, frente a él. Un escalofrío recorrió todo mi ser ante aquel lento recorrido de sus cálidos dedos, proporcionándome el impulso necesario que mi cuerpo necesitaba para sentirse satisfecho, pero a la vez necesitado de más. Por una vez, sólo por aquel efímero momento, me sentiría como alguien normal.
Aunque mis ojos se abrieron más de lo normal al caer en cuenta del significado de las acciones ajenas, continué muda más por incapacidad momentánea que por deseo propio. Me sentí expuesta ante él una vez que el corsé terminó por sucumbir a la insistencia del de ojos turquesa. Y aunque mis mejillas se tiñeron de un suave tono rosado por la vergüenza interna, nada hice para cubrirme de la escrutadora mirada de mi esposo, sino que de un ligero y grácil movimiento de mi torso, hice que la prenda cediera por completo.
-No me importa si se trata de ti -musité, seria y sincera, sin dejar de mirarle. Mi mano, al ya no requerir mi cuerpo de su sorporte, fue a acunar su otra mejilla para así tomarle el rostro con gentileza- sólo quiero que seas tú... - 'el único que pueda ser capaz de derribar todas las barreras que protejen mi corazón. El único que pueda verme de este modo íntimo sin sentirme juzgada... El único dueño de mi ser'.
Era doloroso... demasiado doloroso. Dolía saber que esas palabras se atoraban en mi garganta y que jamás podrían escapar de mis labios temblorosos.
En cambio, como si tuviera necesidad de una compensación ante este hecho, estiré todo lo que pude la parte superior de mi cuerpo para acercarme a él al tanto que mi mano izquierda fue a posarse en su nuca, intercambiando roles ahora, y así atraerlo al mismo tiempo. Mis labios fueron a robarse ahora la calidez de Gerhard, pasando de la timidez a la necesidad sólo en un par escaso de segundos.
Me estaba embriagando, y aquello no era bueno. Cuando despertara de aquella fantasía y tuviera que enfrentarme a la realidad, significaría mi fin; para entonces habría de morir. Pero por ahora no quería apartarme. Quería embriagarme tanto como fuera capaz de hacerlo. Gemí con urgencia ante esos pensamientos, y solté su mejilla para hacer un recorrido apresurado, pero no por eso carente de detalles, que inició desde su hombro y se deslizó a lo largo de su brazo para llegar a la cintura ajena y rodearla con mi propio brazo con fuerza.
Nunca tendría suficiente de él, nunca me cansaría de su presencia... aunque supiera en lo profundo de mí que no era merecedora de esta, ni la dueña de sus pensamientos.
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Aunque hubiera querido pensar algo, racionalizarlo todo como característica de su personalidad, en ese momento se le hacía difícil, por no decir imposible, poder pensar algo con raciocinio. Sin duda había excedido toda la paciencia en todo aquel tiempo. Y comprendía la inquietud, la impaciencia y todos los sentimientos que la mujer que tan cerca tenía en ese momento pudiera sentir. Lo comprendía... pero realmente él era malo para poder manejar los sentimientos. Y eso, también lo sabía. Pero tampoco lo admitiría, de todas formas... Por eso, todas aquellas situaciones en los que tuvieran que ver, se le hacían complejos... Pero no podía simplemente rechazarlos, deshacerse de ellos. Al fin y al cabo... seguía siendo humano.
- ... Qué caprichosa... - Susurró al no necesitar alzar la voz. Y a pesar de parecer un reproche, no fue pronunciado con un tono que indicara aquello, si no todo lo contrario. Ya que aquellas palabras le habian, de alguna manera, liberado un poco respecto a una gran carga que tenía sobre sí. Autoimpuesta, sí, pero carga al fin y al cabo. Ya que quería ser responsable de ella entera, no solo de su salud, aunque fuera su primera prioridad en realidad. Lo quería todo... Aunque sonara posesivo, le daba igual.
Y aquel nuevo beso le hizo contener un suspiro de anhelo en su pecho, sintiendo como poco a poco se tornaba más hambriento por parte de ella. No podía culparla... él también deseaba en ese momento seguir tomando más de aquello. Y antes de romper el contacto, lamió lentamente los labios ajenos antes de atrapar el inferior y tirar un poco del mismo. Ah... a ese paso la devoraría...
El sentir como se aferraba a él le hizo despejar un poco su cabeza y mirarla unos segundos antes de avanzar lo que le permitió el borde de la camilla y tras colarse entre el arco de las piernas ajenas al empujarlas con su rodilla y hacerse paso. Por supuesto, ya no se iba a apartar... Tampoco podría aunque hubiera querido... Pero el resultado tras aquello no fue otro que detenerse y retirar en un rápido gesto la impoluta bata para dejarla a un lado, sin importarle si donde caía era el suelo, dejando ver la camisa de un oscuro gris azulado que portaba debajo con una corbata de un tono medianoche. Y alzando una de sus manos, tiró del nudo de la corbata hacia abajo para aflojarla mientras clavaba su mirada en el rostro de la que era su mujer, deslizando al poco su lengua por sus propios labios, sintiendo aún sobre ellos el sabor que acababa de tomar directamente de los de aquel remolino rojo capaz de hacerle enloquecer. Eso... era un caos. Y lo peor, es que no le importaba que lo fuera.
- ... Qué caprichosa... - Susurró al no necesitar alzar la voz. Y a pesar de parecer un reproche, no fue pronunciado con un tono que indicara aquello, si no todo lo contrario. Ya que aquellas palabras le habian, de alguna manera, liberado un poco respecto a una gran carga que tenía sobre sí. Autoimpuesta, sí, pero carga al fin y al cabo. Ya que quería ser responsable de ella entera, no solo de su salud, aunque fuera su primera prioridad en realidad. Lo quería todo... Aunque sonara posesivo, le daba igual.
Y aquel nuevo beso le hizo contener un suspiro de anhelo en su pecho, sintiendo como poco a poco se tornaba más hambriento por parte de ella. No podía culparla... él también deseaba en ese momento seguir tomando más de aquello. Y antes de romper el contacto, lamió lentamente los labios ajenos antes de atrapar el inferior y tirar un poco del mismo. Ah... a ese paso la devoraría...
El sentir como se aferraba a él le hizo despejar un poco su cabeza y mirarla unos segundos antes de avanzar lo que le permitió el borde de la camilla y tras colarse entre el arco de las piernas ajenas al empujarlas con su rodilla y hacerse paso. Por supuesto, ya no se iba a apartar... Tampoco podría aunque hubiera querido... Pero el resultado tras aquello no fue otro que detenerse y retirar en un rápido gesto la impoluta bata para dejarla a un lado, sin importarle si donde caía era el suelo, dejando ver la camisa de un oscuro gris azulado que portaba debajo con una corbata de un tono medianoche. Y alzando una de sus manos, tiró del nudo de la corbata hacia abajo para aflojarla mientras clavaba su mirada en el rostro de la que era su mujer, deslizando al poco su lengua por sus propios labios, sintiendo aún sobre ellos el sabor que acababa de tomar directamente de los de aquel remolino rojo capaz de hacerle enloquecer. Eso... era un caos. Y lo peor, es que no le importaba que lo fuera.
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Un quedo jadeo de satisfacción brotó de mi garganta cuando mi labio inferior fue tironeado de aquella forma. Abrí los ojos con lentitud hasta ser capaz de perfilar las facciones ajenas. Le contemplé por varios segundos, serena, con la respiración un poco agitada y las mejillas sonrojadas, pero sin decir nada ni tomar acción por el momento.
-Pero eso ya lo sabías... -musité en el mismo volumen que el ajeno, en un quedo susurro apenas perceptible. Cerré los ojos por unos momentos, deleitándome con la sensación de sentirle tan cerca. Mis piernas, por acto reflejo, fueron a rodear las de Gerhard a la altura de la rodilla cuando él se coló en el arco de las mías- siempre lo has sabido, ¿no?
Le miré justo en el momento para presenciar cómo el hombre se deshacía de su bata y el nudo de aquella pulcra corbata que solía caracterizar su indumentaria de diario. Alcé la ceja, sorprendida ante ello. No era como si fuera capaz de contemplar un espectáculo semejante todos los días. Gerhard era el rey del orden y el buen hacer, ni soñando se le podía ver arrojando sus prendas de aquella forma. Mi habitación era un completo caos, ropa tirada por todos lados y mis objetos personales desperdigados sin cuidado... en cambio la de él siempre era perfecta, siempre pulcra... Ni una sola arruga se podía contemplar en las sábanas de su cama recién hecha, y su ropa, siempre, estaba planchada a la perfección. Viendo ahora la bata, uniforme obligado de su amada profesión, arrojada sin consideración de esa forma... No hacía más que obligarme a contemplarle como si el hombre ante mí no fuera el esposo con el que me casé y con el que convivía día tras día.
No estaba haciendo todo aquello porque se sentía nada más obligado, ¿verdad? No podía serlo, era demasiado, ni siquiera él podía actuar tan bien.
¿Acaso él... me deseaba tanto como yo a él?
Y sin embargo no pude tomarme más de dos segundos para asimilar la sorpresa y confusión que me causaban sus acciones, no podía permitirme quedarme rezagada del momento. Y no quería hacerlo.
Por acto reflejo llevé mis dos manos al cuello de su camisa y le desabroché los primeros tres botones de la misma, aprovechando el hecho de que la corbata ya no era del todo un obstáculo para mis acciones. Después me permití agrandar la apertura que me daría accesibilidad a su piel expuesta. Tomé de su corbata, que aún tenía puesta, para tirar de esta con suavidad a la vez que urgencia y atraerle hacia mí... pero no fueron sus labios los que reclamé, no. Mi rostro fue a acunarse a un costado de su cuello, para permitirme aspirar el delicioso aroma que de él emanaba, mezclado con la colonia que solía usar. No pude evitar soltar un suave gemido de satisfacción y agradecimiento por aquel obsequio. Lo necesitaba... realmente lo necesitaba, aunque él no pudiera comprenderlo.
Me dediqué a acariciarle la sensible piel con el puente de mi nariz antes de atreverme a saborearle con mis labios y lengua. Mientras tanto, con necesidad, mis manos actuaron casi por voluntad propia y gracias a esto logré desfajarle de su camisa, para así introducir con timidez una de mis manos por debajo de esta y ser capaz de apreciar la musculatura del vientre ajeno, y de allí pasar por su costado y delinearle la espalda baja con los dedos. Piel con piel.
-Pero eso ya lo sabías... -musité en el mismo volumen que el ajeno, en un quedo susurro apenas perceptible. Cerré los ojos por unos momentos, deleitándome con la sensación de sentirle tan cerca. Mis piernas, por acto reflejo, fueron a rodear las de Gerhard a la altura de la rodilla cuando él se coló en el arco de las mías- siempre lo has sabido, ¿no?
Le miré justo en el momento para presenciar cómo el hombre se deshacía de su bata y el nudo de aquella pulcra corbata que solía caracterizar su indumentaria de diario. Alcé la ceja, sorprendida ante ello. No era como si fuera capaz de contemplar un espectáculo semejante todos los días. Gerhard era el rey del orden y el buen hacer, ni soñando se le podía ver arrojando sus prendas de aquella forma. Mi habitación era un completo caos, ropa tirada por todos lados y mis objetos personales desperdigados sin cuidado... en cambio la de él siempre era perfecta, siempre pulcra... Ni una sola arruga se podía contemplar en las sábanas de su cama recién hecha, y su ropa, siempre, estaba planchada a la perfección. Viendo ahora la bata, uniforme obligado de su amada profesión, arrojada sin consideración de esa forma... No hacía más que obligarme a contemplarle como si el hombre ante mí no fuera el esposo con el que me casé y con el que convivía día tras día.
No estaba haciendo todo aquello porque se sentía nada más obligado, ¿verdad? No podía serlo, era demasiado, ni siquiera él podía actuar tan bien.
¿Acaso él... me deseaba tanto como yo a él?
Y sin embargo no pude tomarme más de dos segundos para asimilar la sorpresa y confusión que me causaban sus acciones, no podía permitirme quedarme rezagada del momento. Y no quería hacerlo.
Por acto reflejo llevé mis dos manos al cuello de su camisa y le desabroché los primeros tres botones de la misma, aprovechando el hecho de que la corbata ya no era del todo un obstáculo para mis acciones. Después me permití agrandar la apertura que me daría accesibilidad a su piel expuesta. Tomé de su corbata, que aún tenía puesta, para tirar de esta con suavidad a la vez que urgencia y atraerle hacia mí... pero no fueron sus labios los que reclamé, no. Mi rostro fue a acunarse a un costado de su cuello, para permitirme aspirar el delicioso aroma que de él emanaba, mezclado con la colonia que solía usar. No pude evitar soltar un suave gemido de satisfacción y agradecimiento por aquel obsequio. Lo necesitaba... realmente lo necesitaba, aunque él no pudiera comprenderlo.
Me dediqué a acariciarle la sensible piel con el puente de mi nariz antes de atreverme a saborearle con mis labios y lengua. Mientras tanto, con necesidad, mis manos actuaron casi por voluntad propia y gracias a esto logré desfajarle de su camisa, para así introducir con timidez una de mis manos por debajo de esta y ser capaz de apreciar la musculatura del vientre ajeno, y de allí pasar por su costado y delinearle la espalda baja con los dedos. Piel con piel.
Natasha Leisser
Mensajes :
58
Re: One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Oh, claro que lo sabía. Lo sabía bien, muy bien... Que su esposa era una caprichosa sin remedio, una guerrera de época moderna que hacía cualquier temeridad para lograr su objetivo. Y mira... Allí lo tenía en ese momento, cedido a los designios de su instinto y cuerpo en vez de hacer caso al raciocinio... ¿Quién podría reconocer al reconocido doctor Leisser en ese momento? Nadie... Completamente nadie... Quizás, ni él mismo se reconocía.
Se inclinó más hacia ella mientras poco a poco sus ropas cedían a los designios de los dedos de aquel remolino rojo, cerrando sus orbes con un suspiro contenido al sentir cómo se juntaba contra su cuello, como seguía liberando su torso de la prenda que lo cubría. Y, maldita sea, los escalofríos que recorrieron su cuerpo erizaron su piel, tornándola más sensible a aquellos roces, a ese efímero contacto contra la piel de su cuello que, lejos de ser ligero, potenciaba más la sensibilidad de sus terminaciones nerviosas.
Pero por eso mismo sus manos fueron hacia la espalda ajena, acariciándola en un movimiento ascendente y buscando retirar del todo ese corsé que seguía delimitando la zona disponible. Porque, aunque estaba suelto, no se había quitado. Por eso, retirando todas las cuerdas de los agujeros, dejó que cayera directamente a un lado de la camilla, avanzando un poco más, lo que le permitían las piernas ajenas hasta sentir contra sus caderas los muslos de la pelirroja. Y con la camisa ya completamente abierta, fue que una de sus manos fue al frente, posándose sobre la tersa piel del vientre ajeno, y con ello también instándola a separarse lo justo para poder colar sus dedos por debajo de la prenda inferior que se entrometía en su objetivo. - Sí... Pero no eres la única que quiere caprichos... - Murmuró justo antes de comenzar a apreciar bajo las yemas de sus dedos el vientre bajo ajeno. Su otra mano, por el contrario, se posó sobre la esbelta cintura de su esposa para poder acariciar esa zona. Y sus labios, se desviaron para poder posarse sobre los desordenados cabellos rojizos, cerrando sus orbes al apreciar el aroma que llegaba a sus sentidos. Oh, por todo lo santo... ¿Cómo era posible que estuviera perdiendo la razón de esa forma?
Volvió a erguirse, colando más sus dedos bajo la ropa interior ajena mientras que la mano que estaba posada sobre la cintura de la espiritual se desvió solo para poder acunar dicha mano en la mejilla ajena y hacerla alzar el rostro. Mirarla fijamente... Y ahí, fue que volvió a morder su labio inferior mientras desviaba su mirada hacia abajo, hacia los carnosos labios ajenos que no tardó en cubrir con los propios tras ladear lo justo su rostro para poder amoldarse al beso, siendo instantes después cuando apresó entre sus labios el inferior ajeno con un suave jadeo, respirando hondo. En un vano intento de recuperar la calma que era propia de él...
Se inclinó más hacia ella mientras poco a poco sus ropas cedían a los designios de los dedos de aquel remolino rojo, cerrando sus orbes con un suspiro contenido al sentir cómo se juntaba contra su cuello, como seguía liberando su torso de la prenda que lo cubría. Y, maldita sea, los escalofríos que recorrieron su cuerpo erizaron su piel, tornándola más sensible a aquellos roces, a ese efímero contacto contra la piel de su cuello que, lejos de ser ligero, potenciaba más la sensibilidad de sus terminaciones nerviosas.
Pero por eso mismo sus manos fueron hacia la espalda ajena, acariciándola en un movimiento ascendente y buscando retirar del todo ese corsé que seguía delimitando la zona disponible. Porque, aunque estaba suelto, no se había quitado. Por eso, retirando todas las cuerdas de los agujeros, dejó que cayera directamente a un lado de la camilla, avanzando un poco más, lo que le permitían las piernas ajenas hasta sentir contra sus caderas los muslos de la pelirroja. Y con la camisa ya completamente abierta, fue que una de sus manos fue al frente, posándose sobre la tersa piel del vientre ajeno, y con ello también instándola a separarse lo justo para poder colar sus dedos por debajo de la prenda inferior que se entrometía en su objetivo. - Sí... Pero no eres la única que quiere caprichos... - Murmuró justo antes de comenzar a apreciar bajo las yemas de sus dedos el vientre bajo ajeno. Su otra mano, por el contrario, se posó sobre la esbelta cintura de su esposa para poder acariciar esa zona. Y sus labios, se desviaron para poder posarse sobre los desordenados cabellos rojizos, cerrando sus orbes al apreciar el aroma que llegaba a sus sentidos. Oh, por todo lo santo... ¿Cómo era posible que estuviera perdiendo la razón de esa forma?
Volvió a erguirse, colando más sus dedos bajo la ropa interior ajena mientras que la mano que estaba posada sobre la cintura de la espiritual se desvió solo para poder acunar dicha mano en la mejilla ajena y hacerla alzar el rostro. Mirarla fijamente... Y ahí, fue que volvió a morder su labio inferior mientras desviaba su mirada hacia abajo, hacia los carnosos labios ajenos que no tardó en cubrir con los propios tras ladear lo justo su rostro para poder amoldarse al beso, siendo instantes después cuando apresó entre sus labios el inferior ajeno con un suave jadeo, respirando hondo. En un vano intento de recuperar la calma que era propia de él...
Gerhard Leisser
Mensajes :
37
Temas similares
» Trick or Treat, my Lady~? [Priv. Tasha]
» Who? || Priv
» { ☽ } Le Mat ~ Priv.
» What if I'm the bad guy? —Priv.
» ○ You and me ... under the white sky | Priv.
» Who? || Priv
» { ☽ } Le Mat ~ Priv.
» What if I'm the bad guy? —Priv.
» ○ You and me ... under the white sky | Priv.
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Vie Abr 13, 2018 6:04 pm por Cian Sheehan
» #Libro de Firmas
Sáb Mar 17, 2018 10:57 am por Gu Bei Chen
» ꧁ Gu Bei Chen ꧂
Sáb Mar 17, 2018 10:56 am por Gu Bei Chen
» ❉ Duanmu Louye ❉
Vie Mar 02, 2018 11:09 am por Duanmu Louye
» Los secretos y el pasado en la tumba deberían de quedar [Priv. Jun Kazuya]
Lun Feb 26, 2018 10:06 pm por Jun Kazuya
» Bajo el cielo inmaculado [Priv.]
Sáb Feb 24, 2018 11:41 pm por Larrence O'Brian
» ||Stars Can't Shine Without Darkness|| Priv.
Sáb Feb 24, 2018 10:04 pm por Larrence O'Brian
» One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Miér Feb 21, 2018 3:20 pm por Gerhard Leisser
» ¿Fría atracción o cálida avidez? [Priv. Ahri]
Miér Feb 21, 2018 1:36 am por Rai R. Solberg
» Bake your Mood (Priv. Arlyne)
Sáb Nov 11, 2017 1:44 am por Arlyne Ní Laoghaire
» ENCUENTRO ACCIDENTADO (Priv. Kailen Tsukishiro)
Jue Nov 09, 2017 7:27 pm por Arlyne Ní Laoghaire
» {Juego} ¡Confiesa!
Vie Nov 03, 2017 3:24 pm por Dante Zuegg