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Mensaje por Darylene Wingfield Jue Nov 20, 2014 5:48 pm

El cielo estaba blanco, como si un velo lo cubriera todo. absolutamente todo, desde el principio hacia el final, pero... ¿Dónde estaba el principio de aquél velo? Seguramente aquellos que al otro lado del planeta estaban y disfrutaban del verano no lograban creer que allí en esa isla el cielo amenazaba con dejar caer blanquecinos copos de nieve. Darylene paró y levantó su mirada al cielo, de sus labios el vaho se escapó en cuanto suspiró... Ah, sería bonito que comenzara a nevar en aquél momento, cielo y suelo blancos, una eterna pureza que como era fácil crear también lo era destruir. Cuando bajó su mirada del cielo siguió avanzando con cierta elegancia y calma. ¿Qué la había llevado a aquél lugar? Solo simple aburrimiento y, dado que Rikard parecía estar ocupado, ella misma decidió salir, sola, tampoco era como si le molestara pues simplemente se daría una vuelta por la ciudad y volvería atrás... Luego sí o sí aquél de albino cabello debía de acompañarla si comenzara a negar. No aceptaría un no como respuesta. Debía cumplir sus caprichos ¿Cierto? Por muy egoístas que fueran y, ella vio que efectivamente aquél que había terminado por ver como un hermano mayor, no tendría problemas en cumplirlos siempre y que sean aceptables, ella entendía demasiado bien aquello.

Sus pasos cesaron de avanzar en cuanto sintió un apetecible olor, sus orbes de un violáceo color escudriñaron con un aire detectivesco los alrededores y finalmente lo encontró, aquello que en un principio se había robado su atención. Se acercó con pasos seguros y se plantó ante aquella pequeña tienda ambulante que parecían vender unos dulces en forma de pescado que, hasta aquél momento no había tenido la oportunidad de ver. Su rostro se inclinó con curiosidad hacia un costado y, el hombre con una radiante sonrisa comenzó a explicarle que era aquello ¿Acaso la sorpresa se reflejaba en su rostro?
—Me llevaré dos entonces.— Levantó dos de sus dedos, enfatizando su elección. El sonriente hombre asintió y le sirvió dos Taiyakis en una bolsita de papel, dentro una de plástico. Darylene pagó y una vez más comenzó a avanzar hacia el frente, balanceando en un suave movimiento la bolsa que colgaba de su mano, aunque por poco. Tomó uno de aquellos dulces en forma de pez y lo llevó hacia sus labios dándole un mordisco. Inevitablemente en sus labios se formó una compleja sonrisa a la par que seguía avanzando.

Era dulce, un sabor peculiar que le agradó sin poder negar, además ¿Por qué iría a hacerlo? Los abrigados transeúntes seguían hablando entre ellos, todos ajenos a la vida que aquél que a su lado, en aquél preciso instante se cruzaba. Si algunos años más tarde volverían a reunirse ¿Recordarían que tiempo atrás se habían cruzado en aquél preciso lugar, solo por escasos segundos? Seguramente no, sus memorias no estaban tan despiertas como para recordar cada singular rostro que podían ver en su corta, o larga, dependiendo de la perspectiva, vida. Eso cambiaba pero si la persona con la que te habías cruzado, te había parado y hablado, como aquél chico de verdosos cabellos que logró vislumbrar frente a ella, caminando hacia la dirección contraria. Paró en seco a la par que tragaba aquello que estaba comiendo y alejaba el pastel en forma de pez de sus labios. Alvaro. Lo había conocido algún tiempo atrás, por mera coincidencia, pero, él había tenido el atrevimiento de invitar una desconocida a un baile y, eso la había divertido.
—Mi gallardo Caballero. Parece ser que el fato quiso que nos volvamos a ver.— Pronunció en cuanto estuvo lo suficientemente cercano para escucharla. Con dulce voz escapando de sus labios, curvados en una sonrisa. En aquella ocasión pero, no realizó una reverencia, sino que ladeó ligeramente su cabeza hacia un costado y, en escasos momentos la duda y diversión cruzó en sus rasgos. —¿Qué te lleva por estos lares? ¿Una damisela gritó auxilio?.— Sus palabras no fueron tintadas de burla, solo recitadas como si frente a un anfiteatro se encontrara, aunque sus orbes no dejaron de observar el muchacho. Cabello verde y ojos color jade, era imposible no reconocerlo, tan extravagante, tan interesante.
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Mensaje por Alvaro Garay Dom Dic 07, 2014 9:49 pm

Nieve. Aquella simple palabra parecía estar escrita en las amplias y homogéneas nubes que cubrían en aquel momento la ciudad. Y parecía que en cualquier momento aquellos ligeros y cristalinos copos iban a comenzar a descender a la tierra. Mas se rezagaban. Y aquel joven que parecía destacar tanto entre toda aquella gente cubierta de gruesos ropajes parecía estar esperando que en cualquier momento algún níveo trozo de aquel cielo convertido en nieve cruzara su mirada. Paso a paso, avanzaba por aquella ajetreada calle, esquivando en ciertos momentos a la gente que se cruzaba por su camino. ¿Acaso iba a algún lugar? En realidad no…sólo huía. ¿Huir? ¿Qué podría hacer huir a aquel chico de intensas hebras de color jade por cabello? Sencillo… el aburrimiento.

¿Tan sencillo? Quizás… mas para aquel chico no lo era. El aburrimiento parecía haberse adherido a su cuerpo como si un koala se aferrara a una rama para no caerse. Molesto, ¿verdad? Alvaro también lo consideraba molesto. De ahí que, a pesar del tiempo que hacía, se había decantado por salir. Y no era porque le agradara… más bien aquel clima le transmitía un vago y agridulce sentimiento. Y eso era porque, alguien que prácticamente ha vivido en la calle desde que nació… no puede esperar que vea ese clima como algo bueno. Sentir el frío clavarse en sus músculos, en cierta manera entumeciéndolos, no era para nada agradable. Y aun así… no podía decir que el frío le desagradara. Le desagradaba muchísimo más el sol. Y por ello, en aquel momento, agradecía que el cielo decidiera vestir de blanco impoluto, no dejando entrever ningún rayo de aquel astro que iluminaba la Tierra.

Su mano se alzó en búsqueda de colocar parcialmente sobre su rostro aquella bufanda de rojizo color, cubriendo gran parte de su boca mientras dejaba que su mente viajara entre agudos recuerdos… pero todo aquello se rompió al ver la figura que se encontró frente a sí. La verdad… ¿cuánto había pasado desde que había visto por última vez a aquella chica? ¿Y lo más importante… ¿por qué la había recordado?

Expliquemos eso último: Una persona que se aprovecha del resto para su beneficio, da igual cual, no tiende a acordarse de las personas a las que haya usado, ¿no? ¿O acaso alguien se acordaría del numero de impresión de algún objeto comprado de usar y tirar? Para Alvaro era algo parecido… no confiaba en la gente, la vida le había enseñado que así debía ser. Y recordar podía ser peor que confiar…eso también lo había aprendido.

Aún así… de sus labios parcialmente cubiertos salió una encantadora sonrisa, y en un sutil gesto, ladeó su rostro a un lado mientras aún se acercaba a la joven de castaños y largos cabellos que parecía estar disfrutando del sabor de aquel dulce que poseía en su mano. – Buenos días, señorita –fue su cortés saludo. ¿Cortés? ¡Ha! Claramente era sobreactuado aposta, casi de la misma manera que percibió las suaves palabras de la muchacha, haciendo que en sus labios asomara una media sonrisa.- Qué oportuno por su parte, ¿verdad? – comentó como si del tiempo, que no parecía haber cambiado, se tratase. Y aquel interrogante causó que su sonrisa se marcara más mientras metía sus manos en los bolsillos de su cazadora, en un despreocupado gesto que claramente quedó contradictorio en comparación con las siguientes palabras que salieron de su boca:- Mmm… ¿has gritado tú? Porque pareces ser la única que se amolda a la palabra ‘damisela’ -¿coqueto? En realidad no… de hecho una profunda y divertida burla se asomaba en su mirar de aquel peculiar color magenta, el cual se había clavado en aquel violáceo de el de la joven.- Por lo que… no, no vine a salvar a una mujer… ¡Ah, a ver si adivinas por qué estoy aquí~! –acabó por proponerle como si de un mero juego se tratase mientras su rostro esbozaba una alegre y cantarina sonrisa, sacando una de sus manos para alzar un único dedo delante de la muchacha, acentuando más aquello que acababa de decirle. Y tras una suave y risueña risa, ladeó su rostro.- ¿Y vos, señorita? ¿Únicamente salió en busca de un dulce que disfrutar? –y tras aquel interrogante, señaló el dulce que la chica aún tenía en su mano, adornando todo aquello con una suave y ladeada sonrisa. Quizás… el aburrimiento decidiera huir de aquella peculiar joven… y ya de paso dejar en paz al de verdoso cabello.
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Mensaje por Darylene Wingfield Lun Dic 22, 2014 8:52 pm

¿Qué hacía aquél extravagante ser allí? Bueno, quizás estaban en lo correcto aquellos que decían "el mundo es como un pañuelo" ¿o no? Pero, teniendo en cuenta que ambos eran estudiantes, todo tenía más sentido. ¡No era el destino que quería su reunión como en tantas obras de teatro! De eso, estaba segura. Darylene era... Oh, no, lo siento, Evelynne era ese tipo de personajes, que si bien lo aparentara, su corazón nunca le pertenecería a alguien más que a sus queridas obras de arte y, siquiera a ellas, después de todo muchas veces la tontería de muchos seres ficticios le resultaba aburrida. Pero allí estaba él, Alvaro y, si pensaba que con sus palabras podría coquetear con ella estaba bien equivocado. Permaneció quieta, observándolo fijamente mientras volvía a dirigir aquél dulce pez con chocolate en su interior a sus labios, dándole un pequeño mordisco. Al terminar de masticar sonrió y bajó ligeramente su mano.—¿Yo?.— Repitió con una sonrisa en sus labios. ¿La estaba llamando damisela en peligro? ¿Justamente a ella entre el montón de chicas que habían por la ciudad? Eso le causó grácil, mucha.—Debes ser un super héroe si escuchaste desde tan lejos. ¿Super oídos?— En sus labios una sonrisa se ensanchó, estaba bromeado y, aquello se escuchaba en su voz. Pero, su siguiente propuesta la divirtió. Dibujó una mirada pensativa y levantó el pez, ocultando sus labios mientras volvía a morderlo.—Si yo fuera el asesino.— Habló una vez terminado, seria, una perfecta actriz. Sí, asesino, Alvaro estaba huyendo de algo bajo su juicio y ella, una famosa detective, iría a descubrir el "por qué".—Escaparía después de haber asesinado atrozmente al aburrimiento.— Lo señaló con un dedo, aun sujetando al pez con la misma.—¡Pero no lo conseguiste! Y por ello ahora estás escapando de su venganza.— Sonrió.—¿Estoy en lo cierto?.

¡Era divertido! Si solo pudiera elegir su futuro, sin duda descubriría los más misteriosos misterios de aquél mundo. Pero, por su desgracia su deber era continuar con el trabajo familiar... ¡Ser una reina! Que aburrimiento, por Dios ¿y ellos irían a permitir que viviera en tal, persistente y ahogante aburrimiento? Eran peores que los más despiadados asesinos. Miró su bolsa de plástico y, sin mucho pesar lo extendió hacia el otro.—Te invito, un gesto de cortesía de una asesina fracasada y perseguida por el aburrimiento. Debemos juntar fuerzas.— Esa era Darylene, lista, pero pocas veces tan serias como era debido. Sus palabras no eran mentira, solo llenas de metáforas que pocas personas lograban captar. No piensen que se comportaría de la misma forma con un niño, ¿lograría entenderla? ¡No! ¡Y lo sabía! Por eso cambiaba su forma de hablar, de anagramas a simple abecedario latino. ¿Alguien la iría a culpar? Aunque lo hicieran, nada la haría dudar, era una princesa y, pocas eran aquellas personas que pudieran intimidarla. Volvió a llevar al pez a los labios ¡Eran peculiares aquellos Japoneses! Ella nunca, en su tierra nata, habría podido imaginar comer algo como aquello... ¿Habrían elefantes también? ¿Camellos? Bueno, el pez le agradaba.—Se va a resriar.— Añadió, le compraría uno a Rikard antes de volver a casa.—¿Entonces? ¿Dejarás a una "dama" pasearse sola en una ciudad tan peligrosa? ¿O harás apelo a tus bueno modales y la acompañarás? ¡La ciudad es hermosa y adornada para navidad!.— ¡Era hermosa! La navidad de por si lo era, sus adornos, rojos y verdes, la sonrisa en los niños y adultos, la calidez.—Te invito a una cita.— Extraño ¿no? Que la chica se lo propusiera a un chico. Sonrió, con jovialidad y alegría, con su dulce rostro adornado en felicidad.
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Mensaje por Alvaro Garay Miér Dic 31, 2014 6:04 pm

Parecía ser que la diosa Fortuna quería sonreírle al joven de cabello verdoso en aquel día nublado y frío: le había atribuido un remedio a la monotonía. ¿Cómo quejarse? No lo iba a hacer, a pesar de que aquel chico fuera ambicioso a su manera, no tenía mucho más que pedir en aquel día. De ahí que, al escuchar las palabras que le dirigía aquella peculiar chica a su persona, una marcada sonrisa de diversión quedara danzando en sus labios. Total…no es como si hubiera mucha gente capaz de lograr que el aburrimiento saliera huyendo de cerca de Alvaro, así de sencillo. Por ello, con esa sonrisa bailando en sus labios, volvió a meter las manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba, en un acto absolutamente despreocupado y relajado. - ¿Si? Y yo pensando que me costaba oírte… ¿será que tengo ultrasonidos? –contestó con cierto humor, complejo, y para remarcar aquel absurdo lleno de lógica a su vez, alzó su mirada al cielo, teatralizando la llegada de la respuesta a su interrogante que, por supuesto, no era en serio. Mas no tardó en descender dicha mirada de aquel peculiar tono magenta hacía la contraria. Y la respuesta contraria a aquella sugerencia que le había hecho anteriormente el de cabellera jade causó en el mismo que una carcajada saliera de su boca: risueña y divertida. Esa chica había acertado de lleno, aunque con peculiares palabras y metáforas usadas, pero iba en buena camino. ¿Le habría susurrado aquello el viento? Mentira, no corría brisa alguna que pudiera haber sido la transmisora de dicha información. - ¿Quieres que te mienta como buen estafador o mejor te doy la razón? –inquirió, y al ver que estaba siendo señalado, prosiguió aquel ‘teatro’ que parecía haber comenzado aquella chica de largos cabellos castaños, alzando sus manos en una fingida pose de ‘culpable’ únicamente rota con una despreocupada sonrisa.

Mas no tardó en bajar sus manos sin mucho pesar, rompiendo así la actuación que habían comenzado. Aunque su mirada no tardó en descender hacía aquella bolsa de plástico en la que, tras un breve razonamiento, pudo suponer el chico que debía de haber otro de aquellos curiosos peces rellenos de chocolate, parpadeando levemente ante aquello. ¿Qué pretendía esa chica al darle eso? ¿Era generosa por antojo o únicamente le daba igual el qué hacer con aquel dulce? Y aún así, en la mente del peliverde no pudo evitar acudir cierta risa al escuchar aquello. - ¿Acabas de delatarte? –inquirió con calma y cierto tono burlón, aunque no por ello indicó que negara aquel dulce, si no más bien lo contrario. Extendió su mano mientras esbozaba una media sonrisa, cogiendo la bolsa con una de sus manos mientras con la otra comenzaba a buscar el dulce en el interior de dicha bolsa. – Ni que pretendieras que en mi estómago estuviera resguardado del frío –añadió poco después junto a una suave risa, no tardando en dar un muerdo a la cabeza del pececillo en cuestión. Mas al escuchar aquella inusual proposición, no pudo menos que parpadear en medio de su desconcierto y mirarla de reojo. ¿Qué acababa de decirle esa chica?. – No me considero un caballero andante que tenga como trabajo el salvar a damiselas ni a nadie, la verdad –confesó mientras se encogía de hombros, mas… no tardo en sonreír de lado mientras se relamía, recogiendo cualquier resto del dulce por sus labios.- Claro que… si me considero alguien previsor, y es mejor prevenir al aburrimiento con compañía~ -aunque aquella última afirmación llegó a su mente como una vaga broma. – Ni que fuera yo la damisela –bromeó poco después, riendo durante unos segundos con cierta diversión. Y haciendo irónica su respuesta a sus actos, le ofreció de manera ‘galante’ su brazo a aquella chica. ¿Ella lo captaría como una cómica y quizás compleja ironía o quizás como solo un mero gesto cortés? Realmente al él no le importaba, pero… quizás sintió que se decepcionaría como lo captara como un caballeroso gesto. ¿Quién sabe~? - ¿Y bien? ¿Qué es lo que propones para la tan ‘ansiada’ cita? –le preguntó poco después, directo y burlón. Total… ¿qué podría ofrecerle aquella chica en su batalla contra el aburrimiento~? Y por ello, esperó dicha respuesta mientras la observaba con cierto brillo burlesco y alegre en su mirar.
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Mensaje por Darylene Wingfield Mar Feb 03, 2015 10:49 am

Las bromas eran divertidas, solo había que hacerlas con la persona apropiada, que supiera seguirlas, que no se molestara por no poseer aquella chispa de ironía que a muchos hacía falta. Saber eso también era un don y, saberlo utilizar era otro. Aquella chica de castaño cabello sabía bien quienes eran aquellos que la poseyeran o no y en el fondo, solo era seguir su percepción que la mayoría de las veces la empujaban a bromear con todos, o al menos, a pronunciar palabras tan complejas ante cualquier persona. Quizás, únicamente los niños se salvarían de ellas. Aquél muchacho le estaba siguiendo el juego y eso, resultaba extremadamente divertido a su manera. Sus labios se curvaron aun más, intensificando su sonrisa, aunque no resultó inocente, sino divertida y despierta. Darylene no era inocente, tanto menos ingenua, ella era peculiar y, siquiera poseía una exacta definición.—No negarás que es un buen poder. Dime ¿logras leer la mente de los demás con él?— Estaba siguiendo la broma y, si bien sus palabras estaban pronunciadas con falsa seriedad, saber que bromeaba era claro, bastaba con ver sus orbes, aquél brillo de diversión escondido en sus violáceas cuencas.—Depende.— Y una vez más su sonrisa tomó un toque de diversión y astucia. ¡El aburrimiento la había abandonado! ¡Había escapado asustado en cuanto aquellas dos personas se encontraron por obra del destino! ¿Significaba eso que el destino odiaba al aburrimiento? Era un misterio digno de indagar.

Pasó el peso de una pierna a otra, balanceando su cuerpo al costado opuesto y con él, su cabello también se vio balanceado en el acto. ¿Qué podría hacer en compañía de aquél peliverde? Las ideas parecían encenderse como bombillas en su mente, una detrás de otra, sin intención de parar aparentemente. Levantó el dulce y volvió a darle un mordisco, relamiéndose.
—Somos asesinos ¿Por qué deberíamos guardar nuestro proprio secreto?. Somos cómplices— De esa forma era más divertido ¿O no? Hacer las cosas en solitario nunca había sido su forma de actuar, aunque era capaz de hacerlo, prefería la compañía, todo resultaba más divertido de aquella forma. Quizás fuera mimada, después de todo, siempre había contado con la compañía de Rikard desde pequeña, tanto que había llegado a la conclusión que estar sola era realmente aburrido.—Entonces en algo estamos de acuerdo.— Pronunció de golpe ante su afirmación, terminando de comer aquél pez que tanta curiosidad le había llamado. —Descubramos si podremos sobrevivir a la compañía mutua. Siempre y que no intentes matar mis víctimas estaremos en paz.— Observó aquél brazo y sonrió con diversión. ¿Galante? Estaba claro que aquél hombre estaba bromeando, pero, ella no tenía problema en seguir aquella broma, así que, simplemente extendió su brazo, sujetándose del otro con suavidad. Lo miró de reojo y sonrió con diversión.—Que caballeroso~.— Y una vez más la broma estaba escrita con tinta en su rostro ¡Más clara que el agua! Miró al frente y comenzó a caminar.—En cuanto al lugar... ¡Ese es un secreto! Aguanta tú curiosidad, mi querido compañero asesino.— Ella tenía bien claro donde quería ir... La pregunta era ¿Alvaro sabría patinar?
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Mensaje por Alvaro Garay Sáb Abr 11, 2015 12:15 am

Para que mentir, la situación se iba tornando entre divertida y con cierto toque de ingenio que sencillamente satisfacía la aguda y aburrida mente de aquel de cabellera jade. Y es que… ¿cuándo había sido la última vez que había logrado mantener desde el inicio de una conversación el juego de bromas y sutiles ironías? Normalmente era él quién las decía, pero… no siempre la gente lo comprendía. ¡Claro, es lo que tiene que sea un bufón! Qué poco se aprecia a los artistas, de verdad… Mas ante aquello, y una vez aquella chica se aferró con suavidad a su brazo, siguiéndole el juego, su sonrisa se amplió mientras la decepción huía de su mente al escuchar aquella burlesca respuesta de la joven. Y sin más deambulo, sus pies comenzaron al caminar al frente, a la ‘paciente’ espera que su acompañante en esa ocasión decidiera hablarle o mostrarle el lugar para pasar esa improvisada y repentina cita. ¿Cita? Sólo el pensar esa palabra hacía reír internamente al joven Garay. Por ello, su mirada magenta brilló con diversión y curiosidad mientras volteaba la misma hacía los violetas orbes de su ‘pareja’.- Ah…si intente matar al aburrimiento por no darme lo que quería, ¿Qué te hace pensar que puedo ser paciente? –inquirió, mordaz y astuto a partes iguales mientras sus labios no tardaron en curvarse en una media sonrisa. Acababa de admitir que huía del aburrimiento, ¿Dónde estaba su alma de estafador? Quizás perdida por ahí, guardada en algún lugarcillo de su ser.

Pero a pesar de todo, mientras caminaban con calma al frente, llevó la mano que aún poseía el dulce pececillo de masa y chocolate que parecía ser un repentino regalo para poder darle un bocado, comenzando a sentir al instante el embriagante sabor del dulce en su boca. Mas se tomó su tiempo para masticar y saborear dicho bocado antes de decidirse a responder a los anteriores interrogantes que ella le había dirigido. ¿No había que ser paciente? Que lo fueran ambos pues~- Y creo que mi oído no llega a escuchar pensamientos…. aunque por otra parte lo veo como un inconveniente. Imagínate todos los chillidos mentales de la gente… ¡ensordecerían! –y tras eso, una suave risa escapó de sus labios, risueña. Mas su mirada se entrecerró en un gesto de interés ante el nuevo juego que cruzó por su mente.- Pero puedo intentarlo… ¿Serías mi sujeto de pruebas de oído mental, mi compañera de delitos? –le sugirió poco después mientras su sonrisa volvía a acentuarse en su rostro, ladina.- ¡Míralo de esta manera! Si puedo, no te robare tus ‘presas’ y la convivencia prevalecerá –añadió pocos después, transformando al instante su sonrisa en una expresión risueña y casi ilusionada. Qué fácil era aquello….y que entretenido.

Aun así, tras un rato de camino, su rostro acabó girándose al lado donde la ‘damita no tan damita’ se encontraba, lo que causó que su tez se tornara despreocupada.- ¿Y bien…? ¿Mi curiosidad era parte de tu lista negra? La vas a matar, ¿cuánto queda? –preguntó con una aparente seriedad que quedaba rota por la burla de su rostro. ¿Serio, él? Antes podía ocurrir un apocalipsis…
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