Bad Bet (+18) [Priv. Niahm]
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Bad Bet (+18) [Priv. Niahm]
Apenas había dejado mi papeleo en la Academia para que, durante el transcurso de la semana, me asignaran a la persona a quien debería prestar servicios… ¿Eso era indicativo de que tenía un par de días libres?
¿Y qué podía hacer mientras tanto? Pues no estaba del todo seguro, pero tendría que buscar un sitio divertido… Mientras caminaba por la zona comercial de la ciudad mi mirada fue paseando entre los diferentes locales, negocios y puestos que se disponían en una y otra acera; teniendo en cuenta que estaba entrando la noche, el movimiento de gente empezaba a fluir de una manera diferente.
No tardé en encontrar aquel bar que, para llamar la atención de la clientela nocturna, comenzaba a encender las luces de neón que durante el día permanecían apagadas; el personal ya se encontraba regresando adentro las mesas que durante el día se habían dispuesto en el exterior y las puertas y persianas comenzaban a ser cerradas, dejando apenas entreabierta la pesada puerta de la entrada principal, para que un suave murmullo de la música de adentro atrajera a la gente hacia el interior.
Parecía ser el único sitio donde encajaría un poco y en vista de que llevaba suficiente dinero conmigo (Cortesía de Lady Marjery, ex Archiduquesa de Utrech; de quien había sido amante por dos años que me habían compensado con creces), decidí ingresar al local para buscar algo de ‘sana’ diversión.
Al entrar me enterneció un poco el aire particularmente inocente de las personas que lo frecuentaban; acostumbrado a los Clubes Nocturnos de Ámsterdam seguramente todos los demás debían parecer juegos de niños; pero realmente podía resultarme hilarante el hecho de que la única mesa de juegos que habían montado, fuera una ronda de hombres que rondaban los treinta y actualmente se encontraban apostando al Juego de la Canasta.
Sí… Un juego de aristócratas inglesas, todas mujeres y mayores de cincuenta que necesitaban sobre todo una buena revolcada… A eso estaban jugando… Recordé que al lado de Lady Margery y su club de Té cultural, me había vuelto un maestro en este juego, por lo que decidí que podía ser una manera interesante de pasar el rato.
-¿Puede que haya lugar para uno más? –Inquirí recibiendo miradas recelosas inicialmente, sin embargo en cuanto deposité en el centro de la mesa, un saco de tela rebosante de joyas de oro engarzadas en piedras preciosas, la actitud hostil cambió de inmediato y enseguida me hicieron un lugar de privilegio en la mesa.
Luego de mi apuesta inicial me repartieron mi primer mano, no era muy prometedora pero estaba seguro de que podía hacer algo con ella, de manera que empecé a barajar mis opciones mientars la camarera se acercaba para levantar la orden de la mesa.
Por un momento quité la atención de mi mano de cartas para reparar un poco en la chica… Una deliciosa constitución, curvas tentadoras, rasgos exóticos y un andar caliente que sumado a todo el resto de la mecánica de su lenguaje corporal, profería a gritos que era una prostituta.
No tenía que ser un genio para saberlo; me había codeado con suficientes los últimos años como para reconocerlas con una mirada superficial.
Por alguna razón las prostitutas eran la clase de mujeres que más me agradaban; no fingirían nada que no estuviera dentro del precio acordado, no requerirían apego emocional ni reclamarían algo parecido; no se involucrarían más allá de una noche; en fin… al tratar con una prostituta nunca había nada imprevisto, nunca había riesgo de salir mal de eso… A menos que te preocuparan demasiado las ETS.
Como fuera, la chica era un deleite absoluto para los sentidos… pero en especial, me sentí morbosamente atraído por la particular combinación de vendajes que llevaba en gran parte del cuerpo… En especial las del cuello…
Sí… desde luego que podía imaginarme teniéndola debajo sometida mientras jalaba aquel vendaje y la estrangulaba hasta que el coño se le apretaba hasta su máxima capacidad de contracción… Ante la mera imagen en mi cabeza podía sentir mi cuerpo vibrar ante la expectativa… De manera que tendría que asegurarme de liquidar mi partida pronto.
Sin embargo, antes de seguir tejiendo fantasías en mi cabeza, debía cerciorarme de que mi adorable juguetito no tuviera un compromiso con alguien más, por lo que mi mirada viajó hacia ella en el instante en que me miró para tomar mi orden.
-Solo quisiera un bourbon en las rocas… Y saber si en unos…-con desinterés miro el reloj de agujas que hay en la pared detrás de la barra- 27 minutos, cuando liquide a todos estos payasos –Añado señalando a mis compañeros de mesa- estarás libre…
¿Y qué podía hacer mientras tanto? Pues no estaba del todo seguro, pero tendría que buscar un sitio divertido… Mientras caminaba por la zona comercial de la ciudad mi mirada fue paseando entre los diferentes locales, negocios y puestos que se disponían en una y otra acera; teniendo en cuenta que estaba entrando la noche, el movimiento de gente empezaba a fluir de una manera diferente.
No tardé en encontrar aquel bar que, para llamar la atención de la clientela nocturna, comenzaba a encender las luces de neón que durante el día permanecían apagadas; el personal ya se encontraba regresando adentro las mesas que durante el día se habían dispuesto en el exterior y las puertas y persianas comenzaban a ser cerradas, dejando apenas entreabierta la pesada puerta de la entrada principal, para que un suave murmullo de la música de adentro atrajera a la gente hacia el interior.
Parecía ser el único sitio donde encajaría un poco y en vista de que llevaba suficiente dinero conmigo (Cortesía de Lady Marjery, ex Archiduquesa de Utrech; de quien había sido amante por dos años que me habían compensado con creces), decidí ingresar al local para buscar algo de ‘sana’ diversión.
Al entrar me enterneció un poco el aire particularmente inocente de las personas que lo frecuentaban; acostumbrado a los Clubes Nocturnos de Ámsterdam seguramente todos los demás debían parecer juegos de niños; pero realmente podía resultarme hilarante el hecho de que la única mesa de juegos que habían montado, fuera una ronda de hombres que rondaban los treinta y actualmente se encontraban apostando al Juego de la Canasta.
Sí… Un juego de aristócratas inglesas, todas mujeres y mayores de cincuenta que necesitaban sobre todo una buena revolcada… A eso estaban jugando… Recordé que al lado de Lady Margery y su club de Té cultural, me había vuelto un maestro en este juego, por lo que decidí que podía ser una manera interesante de pasar el rato.
-¿Puede que haya lugar para uno más? –Inquirí recibiendo miradas recelosas inicialmente, sin embargo en cuanto deposité en el centro de la mesa, un saco de tela rebosante de joyas de oro engarzadas en piedras preciosas, la actitud hostil cambió de inmediato y enseguida me hicieron un lugar de privilegio en la mesa.
Luego de mi apuesta inicial me repartieron mi primer mano, no era muy prometedora pero estaba seguro de que podía hacer algo con ella, de manera que empecé a barajar mis opciones mientars la camarera se acercaba para levantar la orden de la mesa.
Por un momento quité la atención de mi mano de cartas para reparar un poco en la chica… Una deliciosa constitución, curvas tentadoras, rasgos exóticos y un andar caliente que sumado a todo el resto de la mecánica de su lenguaje corporal, profería a gritos que era una prostituta.
No tenía que ser un genio para saberlo; me había codeado con suficientes los últimos años como para reconocerlas con una mirada superficial.
Por alguna razón las prostitutas eran la clase de mujeres que más me agradaban; no fingirían nada que no estuviera dentro del precio acordado, no requerirían apego emocional ni reclamarían algo parecido; no se involucrarían más allá de una noche; en fin… al tratar con una prostituta nunca había nada imprevisto, nunca había riesgo de salir mal de eso… A menos que te preocuparan demasiado las ETS.
Como fuera, la chica era un deleite absoluto para los sentidos… pero en especial, me sentí morbosamente atraído por la particular combinación de vendajes que llevaba en gran parte del cuerpo… En especial las del cuello…
Sí… desde luego que podía imaginarme teniéndola debajo sometida mientras jalaba aquel vendaje y la estrangulaba hasta que el coño se le apretaba hasta su máxima capacidad de contracción… Ante la mera imagen en mi cabeza podía sentir mi cuerpo vibrar ante la expectativa… De manera que tendría que asegurarme de liquidar mi partida pronto.
Sin embargo, antes de seguir tejiendo fantasías en mi cabeza, debía cerciorarme de que mi adorable juguetito no tuviera un compromiso con alguien más, por lo que mi mirada viajó hacia ella en el instante en que me miró para tomar mi orden.
-Solo quisiera un bourbon en las rocas… Y saber si en unos…-con desinterés miro el reloj de agujas que hay en la pared detrás de la barra- 27 minutos, cuando liquide a todos estos payasos –Añado señalando a mis compañeros de mesa- estarás libre…
Basten Naaktgeboren
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Re: Bad Bet (+18) [Priv. Niahm]
No había nada fuera de lo común en aquello. Seguía siendo una rutina extraña, pero se había logrado adaptar más o menos a lo que acababa siendo el trabajar de noche. Todo lo que aquello conllevaba, desde tener que cambiar todo el horario para adaptarse a aquello hasta el hecho de conservar sus pies sanos para tolerar las horas que tenía que hacer de camarera con aquellos insufribles tacones. Y tener el estómago de hierro para todo lo que se pudiera encontrar en cada noche. Todo aquello ya lo había superado, por fuerza de voluntad y necesidad lo había pasado. Sí... aquello era parte de un duro pasado.
¿Y ahora qué? ¿Se había habituado tanto a aquello que todo le daba igual? Oh no, ingenuo aquel que se creyera que estaba satisfecha con su vida. Era más bien... resignación. Una ahogada frustración ante todo lo que había perdido y todo lo que ya no estaría a su alcance. Quizás... allí la ingenua era ella, autoconvenciéndose de que se había habituado a todo aquello, a ese nuevo mundo...
Con pasos ligeros y gráciles y los dorados orbes resaltados por los colores de ocre metálico de las sombras que maquillaban sus parpados, parpadeó un par de veces con cierto aire coqueto, escondiendo parte del brillante iris bajo el denso abanico de sus pestañas cuando los hombres de la mesa que se dedicaban a jugar una partida a algo que, sinceramente, le importaba un cojón y medio, la llamaron para poder pedir la sexta ronda de la noche. Bien, mejor para ella. Cuanto más bebiera, más era a su beneficio. Se acercó a dicha mesa con una pequeña libreta en mano mientras el cabello que caía sobre uno de sus hombros en una semitrenza de raíz se balanceaban ante cada paso que la joven realizaba. Con un entallado vestido que acentuaba más aún las curvas de su figura y decorado con pequeñas filigranas de oscuras gemas por el final de la falda, dejaba al descubierto parte de su escote en un corte asimétrico que dejaba al aire por completo el cuello y el hombro izquierdo cubierto por impolutas vendas blancas, que no eran rivales a su piel y cabello y que, dichas vendas también cubrían su pierna izquierda en una peculiar media. No había otra forma... Porque estaba marchita, maltrecha...
Y apuntando sobre la pequeña libreta lo que andaban pidiendo los babosos hombres, acabó por clavar su afilada mirada en el último que encima parecía nuevo, ya que no lo había visto antes sentado en la mesa. Y no le hizo falta mucho más que esa mirada para intuir qué quería realmente aquel chico aparentemente más joven que el resto de hombres con cartas en mano. Se le veía en la mirada tan similar en tonalidad a la suya propia el 'hambre' que le corroía a pesar de que intentara parecer relajado y desinteresado... Ah, y prepotente visto que se veía tan seguro respecto a lo que decía. Aunque bueno... menos le podía importar que ganara o no mientras pagase.
Apuntó la petición del bourbon on the rocks y volvió a dirigirle la mirada con fina indiferencia. Bien... como fuera. - Bien, captados ambos servicios. ¿Te gustaría recibirme encima de la bandeja como un whisky añejo también? -Una mordaz y ácida broma, ¿pero y qué? No estaba de humor y, era consciente de que en muchos casos o ese tipo de bromas hacían que o echara atrás a imbéciles o fuera a mejor la cosa. Dos por uno, se deshacía de los gilipollas de turno y podía quedarse con algún cliente más agradable.
Tras aquello retocó su flequillo con los vendados dedos de su mano izquierda y dio media vuelta para dirigirse a la barra con todos los pedidos. Bueno... por el lado bueno, si tenía esa noche trabajo libraría ese mes...
¿Y ahora qué? ¿Se había habituado tanto a aquello que todo le daba igual? Oh no, ingenuo aquel que se creyera que estaba satisfecha con su vida. Era más bien... resignación. Una ahogada frustración ante todo lo que había perdido y todo lo que ya no estaría a su alcance. Quizás... allí la ingenua era ella, autoconvenciéndose de que se había habituado a todo aquello, a ese nuevo mundo...
Con pasos ligeros y gráciles y los dorados orbes resaltados por los colores de ocre metálico de las sombras que maquillaban sus parpados, parpadeó un par de veces con cierto aire coqueto, escondiendo parte del brillante iris bajo el denso abanico de sus pestañas cuando los hombres de la mesa que se dedicaban a jugar una partida a algo que, sinceramente, le importaba un cojón y medio, la llamaron para poder pedir la sexta ronda de la noche. Bien, mejor para ella. Cuanto más bebiera, más era a su beneficio. Se acercó a dicha mesa con una pequeña libreta en mano mientras el cabello que caía sobre uno de sus hombros en una semitrenza de raíz se balanceaban ante cada paso que la joven realizaba. Con un entallado vestido que acentuaba más aún las curvas de su figura y decorado con pequeñas filigranas de oscuras gemas por el final de la falda, dejaba al descubierto parte de su escote en un corte asimétrico que dejaba al aire por completo el cuello y el hombro izquierdo cubierto por impolutas vendas blancas, que no eran rivales a su piel y cabello y que, dichas vendas también cubrían su pierna izquierda en una peculiar media. No había otra forma... Porque estaba marchita, maltrecha...
Y apuntando sobre la pequeña libreta lo que andaban pidiendo los babosos hombres, acabó por clavar su afilada mirada en el último que encima parecía nuevo, ya que no lo había visto antes sentado en la mesa. Y no le hizo falta mucho más que esa mirada para intuir qué quería realmente aquel chico aparentemente más joven que el resto de hombres con cartas en mano. Se le veía en la mirada tan similar en tonalidad a la suya propia el 'hambre' que le corroía a pesar de que intentara parecer relajado y desinteresado... Ah, y prepotente visto que se veía tan seguro respecto a lo que decía. Aunque bueno... menos le podía importar que ganara o no mientras pagase.
Apuntó la petición del bourbon on the rocks y volvió a dirigirle la mirada con fina indiferencia. Bien... como fuera. - Bien, captados ambos servicios. ¿Te gustaría recibirme encima de la bandeja como un whisky añejo también? -Una mordaz y ácida broma, ¿pero y qué? No estaba de humor y, era consciente de que en muchos casos o ese tipo de bromas hacían que o echara atrás a imbéciles o fuera a mejor la cosa. Dos por uno, se deshacía de los gilipollas de turno y podía quedarse con algún cliente más agradable.
Tras aquello retocó su flequillo con los vendados dedos de su mano izquierda y dio media vuelta para dirigirse a la barra con todos los pedidos. Bueno... por el lado bueno, si tenía esa noche trabajo libraría ese mes...
Niahm Daems
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