ENCUENTRO ACCIDENTADO (Priv. Kailen Tsukishiro)

¡Que buen día estaba teniendo! Me sentía alegre y abrumado de energía; había contados días en el año en que los efectos secundarios de la experimentación no se cobraran dolorosas consecuencias sobre mi físico, de hecho parecía que esos contados días toda la vitalidad que la agonía se cobraba durante el resto de las estaciones, explotaba vigorosamente por cada rincón de mi cuerpo.

Se sentía como si no hubiera nada que no fuera capaz de hacer; no había un límite que no fuera capaz de alcanzar ¿Sería una de las contadas consecuencias positivas de los experimentos? ¿Así había sido siempre en realidad? Ya había olvidado por completo la clase de persona que había sido antes del confinamiento en el laboratorio.

No era algo en lo que pensara habitualmente, revivir los dulces recuerdos de la infancia, necesariamente me remitían a los demonios que dormían en el rincón más profundo de mi mente. Normalmente vivía en paz con ellos y sabía que lo mejor era no molestarlos. Solo así podía seguir adelante; solo así lograría sobrevivir en el mundo devastado al que había sido arrojado con aquellos nuevos ojos.

Al menos tenía un motivo lo suficientemente fuerte como para aferrarme a esta vida  devolviéndole una sonrisa; al menos podía decir que tenía alguien lo suficientemente importante como para no guardar arrepentimientos sobre mis decisiones… Pero aquella muerte, aquel destino sombrío que había acabado con el único rayo de esperanza en medio del infierno… ¿Había sido mi decisión? ¿Había sido su propia decisión?

-¿Realmente elegiste cómo vivir y cómo morir?-Ah… inevitablemente, aún si me sentía bien mi mente seguiría siendo un completo caos. Siempre acabaría reviviendo aquella dolorosa mezcla de impotencia, frustración y dolor inconmensurables… - Ni siquiera en los buenos hay paz…-Sonreí con tristeza, lamentando no ser capaz de cumplir mi última promesa con ella… Siempre hubiera querido sonreír para ella… Siempre hubiera querido sonreír con ella… Siempre querría sonreír por ella… Para que me devolviera su sonrisa.

-¿Me sonreirás desde el cielo?- Sacudí la cabeza negando para mí mismo; no tenía caso interrogar a las almas en su perpetuo descanso; solo podía seguir avanzando… sin dejar que mi tiempo se detuviera.

Mi tiempo ahora le pertenecía a mi hermana; por eso estaba en aquel lugar, procurando guardarla tan cerca de mí como fuera posible… Procurando protegerla de todo lo que pudiera atreverse a dañarla.

En la Academia no me había costado conseguir un puesto asociado a la burocracia, debido a mi puesto de inteligencia en el ejército básicamente era pan comido, y no podía quejarme, el trabajo como archivista era interesante, entretenido, acorde a mí, la paga era genial y por encima podía mantenerme cerca de mi tesoro.

Me alegré de nuevo por aquellos pequeños detalles. La sonrisa se dibujó en mi rostro con la certeza de que donde quiera que Ella estuviera estaría sonriendo para mí.

Comencé a canturrear mientras salía del edificio principal de la academia para buscar algunos libros en la biblioteca; sin embargo me encontré profundamente desconcertado cuando al salir una ligera resistencia se ofreció contra la puerta y lo siguiente que mis ojos testificaron fue el vuelo de una especie de fénix en miniatura que cruzo las escaleras de la entrada hacia abajo, hasta estrolarse con el suelo.

-¡Dios Bendito! ¿Estás bien? –Corrí en dirección hacia la joven caída, arrodillándome junto a ella para socorrerla… Pero que extraño… Ni siquiera había empleado fuerza para abrir la puerta…

¿Sería que en estos días no tendría un verdadero control de mi fuerza? Quizás debería procurar andar con más cuidado…

La sombra de la preocupación se desvaneció enseguida… Pero no fue por corroborar que mi víctima no corría peligro, sino por la ocurrente metáfora con que se atrevió a confrontarme, provocando que estallara inevitablemente en una profunda carcajada.


-Lo siento… Creo que siempre llego tarde a todo…-Le sonreí ampliamente mientras la levantaba del suelo en mis brazos, sin ninguna clase de dificultad… Ah… Que ligera… me recordaba a algo… Algo que me quería arrancar una sonrisa… Algo que me quería arrancar el corazón… Que extraño… Que extraño todo.


-Por las dudas no estará de más llevarte a la enfermería…-No perdí el gesto risueño; sin hacer caso a posibles quejas o berrinches, volví el cuerpo hacia el edificio mientras cargaba a aquella pequeña silueta para llevarla hacia el gabinete médico- Por cierto… Soy Kailen… trabajo aquí y lamento mucho conocernos en estas circunstancias… 

Sin apenas darme tiempo a reaccionar me encontraba en los brazos de aquel desconocido como si fuera una muñeca hinchable, tan manejable e inútil como el hombre que me acarreaba en ese momento.

En un principio me quedé estupefacta por ese gesto y no supe como reaccionar. En pocas palabras le había llamado troglodita y en vez de enfadarse río y me alzó en sus brazos llevándome a la enfermería... ¿Pero para qué? Si solo me dolía el trasero y era justo lo que quería que le doliera a él por tirarme de esa manera tan bruta.

Treinta largo segundos habían pasado desde el incidente hasta que mi cabeza volvió a juntar sus cables volviéndome al sentido común que tanto se me caracterizaba...o no, daba igual, el caso es que por esta vez sí me había vuelto el sentido común y era hora que me bajara de allí por muy cómoda que estuviera.

—Ya está, suéltame, idiota! —Y con una maldición me agité de una manera tan abrupta que sin apenas darnos cuentas me resbalé de sus manos callendo al suelo de manera abrupta golpeándome de nuevo en el trasero. A este paso sí iba a tener que ir al médico por romperme el coxis.

Me levanté refunfuñando frotándome en el mismo sitio donde tenía el golpe dirigiendo mi mirada hacia el frente para poder mirarle...Bueno...un poco más arriba. Alcé la cabeza para toparme con el pecho del desconocido pero seguía sin ser suficiente...Vale, un poco más arriba...y así fui subiendo hasta que me encontré con su rostro. Era más alto de lo que en un principicio creía pero eso no me achantaría.

—Ehm...Gaillen me has dicho que te llamabas, ¿no? Pues no es necesario que me alces como una de esas muñecas que seguro que te compras para liberar tus mayores fantasías, ¿oíste? Me rompiste el trasero, no las piernas. —mis labios se curvaron en una sonrisa maliciosa mientras trataba de leer a través de los iris de aquel desconocido. Había algo que no me gustaba de él pero que a la vez me daba una tremenda curiosidad. Respiré hondo sacudiéndome los jeans que llevaba puestos para luego cruzarme de brazos— Ibas con mucha prisa. ¿Se está quemando el colegio o te salió un uñero e ibas a que te lo curaran? —Vale, podía reconocer que estaba intentando ser simpática, algo necesario para conseguir mi objetivo allí pero no era algo que se me estuviera dando demasiado bien.