¡Escape...! ¿Gatuno? [Priv. Matvey]
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¡Escape...! ¿Gatuno? [Priv. Matvey]
¿Cómo era eso posible?
Estaba totalmente seguro que la puerta de su habitación estaba cerrada, y que los gatos estaban dentro ¡Estaba totalmente seguro de eso! ¿Entonces por qué uno de los gatos se paró ante él, por el camino a la academia, ronroneando con una expresión de clara superioridad? Ese gato... Ese gato nunca le había mirado a él con superioridad...
¿Entonces por qué?...
Eso, sin duda alguna, debía ser culpa de su amigo de la infancia, porque sino, sinceramente no tenía idea como habría podido salirse de la habitación. ¡Se había asegurado que las ventanas estaban cerradas de tal forma que no se pudieran colar por ellas! Y, realmente sin saber el por qué, empezó a correr detrás del arrogante gato que parecía estar mucho más divertido de lo que sería conveniente. ¡No tenía tiempo de correr detrás suyo! Y no sabía si el otro también se había escapado, ni mucho menos donde podría estar Ethan. Pero mientras corría detrás suya, el vago pensamiento de que estaba haciendo una estupidez le rozó la mente. Porque vamos, vale que quizás tener un animal de compañía en los dormitorios no estaba permitido ¿Pero quién sabría que ellos dos estaban cuidando de él? O de ellos en su defecto.
Aún así, pensando que quizás alguien podría atraparles y llamar a alguien para que fuese a por ellos... ¡Oh, bueno! ¡Tampoco era tan mala idea! Pero tenía que ser sincero y a pesar de todo, le había tomado cariño a ese gruñón gato que miraba a todo ser humano con absurda superioridad. Al otro también y realmente prefería seguir sabiendo que los encontraría en su habitación, o por defecto en la de Ethan, maullando y gruñendo al otro. Pero ahora... Estaba libre, y algo le decía que el otro gato también lo estaría y el problema peor de eso era... ¡Que no parecía querer quedarse quieto para que lo atrapase! ¡En serio! ¡No tenía tiempo de correr detrás suyo! Girando por uno de los senderos del parque cercano a la academia, se dio cuenta con horror que no había rastro de Iglesia. Ese gato...
Miau ~
Un maullido llamó su atención, sonrió para si mismo y entró en uno de los arbustos, rezando para que nadie diese de él y le dijesen que tocar el césped estaba prohibido. Se agachó, respirando con cierta dificultad por el excesivo correr que le había hecho hacer. Gateando se movió hacia donde seguía escuchando el conocido maullido y, al llegar a uno de los arbustos que lindaba con el pulcro sendero de piedra logró verlo, o mejor dicho, volver a oírlo.
Un gato persa de grisáceo pelaje estaba sentado en medio del camino, limpiándose una de sus patitas con orgullo gatuno. Pero, cuando se dio cuenta que alguien más había cerca, se incorporó y le miró con ojos dorados cual oro su rostro eternamente molesto. Bufó y se acercó al humano en un movimiento sinuoso, casi como si pretendiese que le prometiera eterna lealtad a su gatunosa existencia. Entonces, antes de avanzar de nuevo, se paró de golpe, sentándose en el suelo y dirigiendo su atención hacia los arbustos. Volvió a maullar.
En aquél preciso instante, Gabriel sacó su cabeza de entre los arbustos, aún gateando. Fijó su verdosa mirada en el gato y suspiró de alivio— Iglesia~ —Pronunció su nombre, casi sin aire. Extendió una mano hacia él y el gato se acabó acercando, casi como si se pidiese perdón por haberle hecho correr hasta cansarle. Fue entonces también que el estudiante se dio cuenta de otra presencia más, esa vez, la de una persona, no de un gato. Levantó su mirada hacia arriba, acariciando al gato bajo la barbilla. Ups~ ¿Ese era un problema?— Buenos días —Carraspeó, intentando esconder su cansancio. Tomó al gato en brazos y se incorporó, sin hacer caaso de que su cabello estaba lleno de hojas verdes. Ese... ¿Era un estudiante? Ciertamente, no lo había visto hasta ahora por allí.
Estaba totalmente seguro que la puerta de su habitación estaba cerrada, y que los gatos estaban dentro ¡Estaba totalmente seguro de eso! ¿Entonces por qué uno de los gatos se paró ante él, por el camino a la academia, ronroneando con una expresión de clara superioridad? Ese gato... Ese gato nunca le había mirado a él con superioridad...
¿Entonces por qué?...
Eso, sin duda alguna, debía ser culpa de su amigo de la infancia, porque sino, sinceramente no tenía idea como habría podido salirse de la habitación. ¡Se había asegurado que las ventanas estaban cerradas de tal forma que no se pudieran colar por ellas! Y, realmente sin saber el por qué, empezó a correr detrás del arrogante gato que parecía estar mucho más divertido de lo que sería conveniente. ¡No tenía tiempo de correr detrás suyo! Y no sabía si el otro también se había escapado, ni mucho menos donde podría estar Ethan. Pero mientras corría detrás suya, el vago pensamiento de que estaba haciendo una estupidez le rozó la mente. Porque vamos, vale que quizás tener un animal de compañía en los dormitorios no estaba permitido ¿Pero quién sabría que ellos dos estaban cuidando de él? O de ellos en su defecto.
Aún así, pensando que quizás alguien podría atraparles y llamar a alguien para que fuese a por ellos... ¡Oh, bueno! ¡Tampoco era tan mala idea! Pero tenía que ser sincero y a pesar de todo, le había tomado cariño a ese gruñón gato que miraba a todo ser humano con absurda superioridad. Al otro también y realmente prefería seguir sabiendo que los encontraría en su habitación, o por defecto en la de Ethan, maullando y gruñendo al otro. Pero ahora... Estaba libre, y algo le decía que el otro gato también lo estaría y el problema peor de eso era... ¡Que no parecía querer quedarse quieto para que lo atrapase! ¡En serio! ¡No tenía tiempo de correr detrás suyo! Girando por uno de los senderos del parque cercano a la academia, se dio cuenta con horror que no había rastro de Iglesia. Ese gato...
Miau ~
Un maullido llamó su atención, sonrió para si mismo y entró en uno de los arbustos, rezando para que nadie diese de él y le dijesen que tocar el césped estaba prohibido. Se agachó, respirando con cierta dificultad por el excesivo correr que le había hecho hacer. Gateando se movió hacia donde seguía escuchando el conocido maullido y, al llegar a uno de los arbustos que lindaba con el pulcro sendero de piedra logró verlo, o mejor dicho, volver a oírlo.
Un gato persa de grisáceo pelaje estaba sentado en medio del camino, limpiándose una de sus patitas con orgullo gatuno. Pero, cuando se dio cuenta que alguien más había cerca, se incorporó y le miró con ojos dorados cual oro su rostro eternamente molesto. Bufó y se acercó al humano en un movimiento sinuoso, casi como si pretendiese que le prometiera eterna lealtad a su gatunosa existencia. Entonces, antes de avanzar de nuevo, se paró de golpe, sentándose en el suelo y dirigiendo su atención hacia los arbustos. Volvió a maullar.
En aquél preciso instante, Gabriel sacó su cabeza de entre los arbustos, aún gateando. Fijó su verdosa mirada en el gato y suspiró de alivio— Iglesia~ —Pronunció su nombre, casi sin aire. Extendió una mano hacia él y el gato se acabó acercando, casi como si se pidiese perdón por haberle hecho correr hasta cansarle. Fue entonces también que el estudiante se dio cuenta de otra presencia más, esa vez, la de una persona, no de un gato. Levantó su mirada hacia arriba, acariciando al gato bajo la barbilla. Ups~ ¿Ese era un problema?— Buenos días —Carraspeó, intentando esconder su cansancio. Tomó al gato en brazos y se incorporó, sin hacer caaso de que su cabello estaba lleno de hojas verdes. Ese... ¿Era un estudiante? Ciertamente, no lo había visto hasta ahora por allí.
Gabriel Fairchild
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Re: ¡Escape...! ¿Gatuno? [Priv. Matvey]
No era la primera vez que hacía algo así. El ofrecer sus manos por amor al arte y ceder su tiempo libre para realizar diseños para obras de teatro de poco presupuesto. Deseaba hacer lo que le gustaba y, aunque no ganara nada con aquello, le gustaba poder tener la libertad de poder hacer trabajos que le agradasen. El tener aunque fuera un poco el control de su vida profesional, aun cuando con ello pagaba con horas de ocio y descanso.
Pero sí era una realidad que ahora se había propuesto un reto todavía más exhaustivo, ya que meterse directamente a una academia donde sabía que había estudios de teatro y danza era una labor más dura de lo que pudiera parecer, ya que necesitarían contar con un gran arsenal de vestuario. Aunque viendo que era una academia para gente pudiente, cada alumno podría perfectamente depender de su propio dinero para los vestuarios que necesitasen. Pero aun así...
Podía merecer la pena aquello. Aunque eso solo fuera el poder tener nuevos clientes en un futuro, que tuvieran en cuenta su trabajo. Porque sí, tenía trabajo, pero... no era lo que más podría desear teniendo en cuenta quién era su 'jefe' y cliente. Cuanto más lejos acabara de lo que era los contactos de su propia familia, mejor. Y por eso, aprovechando que estaba establecido en aquella isla situada en el mar Mediterráneo, pues no perdía nada en probar. Con la amplia carpeta repleta de dibujos con diseños variados pensados para diferentes obras de teatro de la índole más clásica en busca de obras conocidas, acabó por pararse en un punto del supuesto camino que daba lugar al amplio edificio, aunque... ya se había dado cuenta que había varios sitios. Y dudando de a donde dirigirse, acabó por acercarse a uno de los bancos dispuestos, dejando la oscura carpeta sobre la superficie libre del asiento mientras se sentaba en el hueco que había quedado. ¿Dónde sería mejor dirigirse? ¿Directamente al edificio de arte dramático? ¿O tal vez al de danza? Espera... ¿quizás no sería mejor ir mejor a pedir audiencia al director?
No había pensado en ello detenidamente, simplemente pensó que sería más sencillo una vez entrara en el instituto. Suspiró, alzó una de sus manos enguatadas de un oscuro guante de cuero y deslizó sus dedos por los ondulados cabellos cobre, con la mirada lanzada al cielo que rivalizaba con el azul de sus ojos y frunció el ceño. Aquello era una buena idea, aquello era bueno para él... Sí, mejor convencerse con ello e ir con naturalidad al edificio general para poder hablar con el director. A veces las cosas eran más sencillas de lo que se esperaban... En su vida no había sido así, pero con su terquedad quería creer que sí.
Se incorporó al poco, dispuesto a caminar de nuevo por el terreno que quedaba pendiente y esperando no confundirse de edificio, mas tuvo que detenerse ante un inesperado ruido que llegó a sus oídos. ¿Eso era...? - ¿Un gato? - Soltó de golpe al captar con sus orbes la figura pomposa de un gato de raza persa que se acercaba a él con la arrogancia propia de los gatos. Pero al verle detenerse y mirar a un punto cualquiera de entre los arbustos, acabó con la misma curiosidad que un gato para ironía del asunto y también miró hacia aquella dirección, viendo al poco salir de entre ellos la cabeza de un desaliñado chico de claros cabellos color lila que estaban repletos de ramitas y hojas. Arqueó una de sus cejas y acabó por cruzarse de brazos. - Deberías de tener cuidado. Un gato así pueden robartelo, son bastantes caros - Advirtió al chico mientras señalaba al felino que parecía conforme con estar en los brazos de aquel joven. Y si, no era la primera vez que escuchaba de mascotas robadas por su pedigree para revenderlas a un desorbitado precio. Y obviamente ni idea tenía de que pudieran o no tener mascotas. Era un sitio caro, no le sorprendería que les permitieran a los alumnos el capricho de tener mascotas. Y con un gesto de su mano, le indicó que se sacudiera el pelo que parecía una escultura abstracta de un árbol deforme por el pelo de color lila y todas las hojas enganchadas en él. Ahora que lo pensaba... Si era un estudiante, podría preguntarle cuál era la dirección correcta.
Pero sí era una realidad que ahora se había propuesto un reto todavía más exhaustivo, ya que meterse directamente a una academia donde sabía que había estudios de teatro y danza era una labor más dura de lo que pudiera parecer, ya que necesitarían contar con un gran arsenal de vestuario. Aunque viendo que era una academia para gente pudiente, cada alumno podría perfectamente depender de su propio dinero para los vestuarios que necesitasen. Pero aun así...
Podía merecer la pena aquello. Aunque eso solo fuera el poder tener nuevos clientes en un futuro, que tuvieran en cuenta su trabajo. Porque sí, tenía trabajo, pero... no era lo que más podría desear teniendo en cuenta quién era su 'jefe' y cliente. Cuanto más lejos acabara de lo que era los contactos de su propia familia, mejor. Y por eso, aprovechando que estaba establecido en aquella isla situada en el mar Mediterráneo, pues no perdía nada en probar. Con la amplia carpeta repleta de dibujos con diseños variados pensados para diferentes obras de teatro de la índole más clásica en busca de obras conocidas, acabó por pararse en un punto del supuesto camino que daba lugar al amplio edificio, aunque... ya se había dado cuenta que había varios sitios. Y dudando de a donde dirigirse, acabó por acercarse a uno de los bancos dispuestos, dejando la oscura carpeta sobre la superficie libre del asiento mientras se sentaba en el hueco que había quedado. ¿Dónde sería mejor dirigirse? ¿Directamente al edificio de arte dramático? ¿O tal vez al de danza? Espera... ¿quizás no sería mejor ir mejor a pedir audiencia al director?
No había pensado en ello detenidamente, simplemente pensó que sería más sencillo una vez entrara en el instituto. Suspiró, alzó una de sus manos enguatadas de un oscuro guante de cuero y deslizó sus dedos por los ondulados cabellos cobre, con la mirada lanzada al cielo que rivalizaba con el azul de sus ojos y frunció el ceño. Aquello era una buena idea, aquello era bueno para él... Sí, mejor convencerse con ello e ir con naturalidad al edificio general para poder hablar con el director. A veces las cosas eran más sencillas de lo que se esperaban... En su vida no había sido así, pero con su terquedad quería creer que sí.
Se incorporó al poco, dispuesto a caminar de nuevo por el terreno que quedaba pendiente y esperando no confundirse de edificio, mas tuvo que detenerse ante un inesperado ruido que llegó a sus oídos. ¿Eso era...? - ¿Un gato? - Soltó de golpe al captar con sus orbes la figura pomposa de un gato de raza persa que se acercaba a él con la arrogancia propia de los gatos. Pero al verle detenerse y mirar a un punto cualquiera de entre los arbustos, acabó con la misma curiosidad que un gato para ironía del asunto y también miró hacia aquella dirección, viendo al poco salir de entre ellos la cabeza de un desaliñado chico de claros cabellos color lila que estaban repletos de ramitas y hojas. Arqueó una de sus cejas y acabó por cruzarse de brazos. - Deberías de tener cuidado. Un gato así pueden robartelo, son bastantes caros - Advirtió al chico mientras señalaba al felino que parecía conforme con estar en los brazos de aquel joven. Y si, no era la primera vez que escuchaba de mascotas robadas por su pedigree para revenderlas a un desorbitado precio. Y obviamente ni idea tenía de que pudieran o no tener mascotas. Era un sitio caro, no le sorprendería que les permitieran a los alumnos el capricho de tener mascotas. Y con un gesto de su mano, le indicó que se sacudiera el pelo que parecía una escultura abstracta de un árbol deforme por el pelo de color lila y todas las hojas enganchadas en él. Ahora que lo pensaba... Si era un estudiante, podría preguntarle cuál era la dirección correcta.
Matvey Kasiánov
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Re: ¡Escape...! ¿Gatuno? [Priv. Matvey]
Palideció ligeramente ante la idea. ¿Qué le robaran el gato? ¿Para qué? Entonces recordó haber escuchado en algún lado que los gatos podían servir para muchas cosas, ya sea para venderlos, o para usar sus suaves pelajes. Bajó su mirada hacia Iglesia quién pareció desconforme con lo que el humano le estaba diciendo y se dedicó a mirar arriba, hacia Gabriel como quién no quería la cosa— Diría que... Pobre de aquél que intente acariciarlo, pero... —Iglesia maulló, levantando una de sus esponjosas patas para juguetear con una hoja del cabello claro del chico. Sospechó que la lo que acababa de decir no le agradaba al minino y que, si solo jugaba con las hojas de su cabello en vez de arañarlo era porque en el fondo le caía bien. También sabía que Iglesia podía ser como era, pero que si le atrapaban con una red, incluso él con su enorme arrogancia sería vencido— Supongo que podríamos llamar a Katherine para que se queden con ellos... —Conociendo a la mujer y al gusto que compartía con él por los animales, no dudaba que iría ella misma a recogerlos de ser necesario.
Para empezar, la idea de salir fue horrible. Fue Ethan ¿Cierto? Olvidó cerrar la puerta —Iglesia maulló aún más fuerte, como dándole la razón, pero lo que decía seguía siendo un auténtico misterio para los mortales. Levantó su mirada hacia el misterioso hombre y lo estudió con su dulce expresión, ahora aparentemente algo más revitalizado. No era un estudiante... ¿Cierto?... Aunque podría jurar que era alguien joven, que sin dudarlo podría haber sido algún alumno transferido de la nada. Pero...— Lamento si... —Calló de golpe, los arbustos se removieron y de él, otro gato, leopardado salió. Se balanceó un poco y con un bostezo miró hacia ellos y se recostó en el camino, bostezando— Oh, no... Habría entendido de Iglesia, pero tú... —Bufó, levantando los ojos al cielo. El gato persa bajó de un salto de sus brazos y con la elegancia propia de un gato se fue acercando al otro, quién solo movió sus orejas, relajado. Iglesia maulló de nuevo y Gabriel se cruzó de brazos con una sonrisa.
Como decía, lamento si lo molestaron... —Miró hacia Iglesia, quién no parecía prestar atención, ocupado balanceando su cola de un lado a otro— Me presentaré. Mi nombre es Gabriel, Gabriel Fairchild. Ellos son... Iglesia, y Presidente Miau —Lo pronunció como si sus nombres no fuesen para nada extraños. Extendió una mano hacia el otro con cortesía y le sonrió relajado— Estaría encantado de ayudar si necesitas —Porque, si no le había visto aún ir por allí, significaba que era nuevo y que quizás, no conocería los alrededores. Ese lugar era inmenso, lo sabía bien— Pero antes... —Avanzó hacia los dos gatos, agachándose para volver a levantar a Iglesia quién parecía satisfecho. El Presidente Miau abrió un ojo, pero no se movió. Gabriel lo sabía, igual o hasta mejor que Ethan la diferencia que había entre esos dos gatos— creo que sería buena idea llevarlos de vuelta al dormitorio. Está mucho más cerca de lo que parece —Con un dedo largo señaló hacia un edificio que se levantaba al otro lado de los árboles del jardín.
Claro, era sincero al afirmar que no quería que sus queridas mascotas terminasen como comida de alguien, o como una bolsa, o aún peor alguna manta o algún vestido— ¿Me acompaña? —Inquirió de golpe, desviando hacia el otro su atención. Sus verdes ojos le estudiaron con curiosidad y el gato a sus pies maulló también, al tiempo que su mano libre acabó pasándola por su cabello, retirando las hojas que se habían colado y ganándose un reprocho de parte de Iglesia, quién al parecer ya no tenía con que jugar, pero no bajó, solo se removió un poco en sus brazos, apoyando su cabeza en el antebrazo del humano. Presidente Miau por su parte, repentinamente se levantó, rechoncho como estaba y se acercó a los pies del inesperado desconocido, ronroneando.
Para empezar, la idea de salir fue horrible. Fue Ethan ¿Cierto? Olvidó cerrar la puerta —Iglesia maulló aún más fuerte, como dándole la razón, pero lo que decía seguía siendo un auténtico misterio para los mortales. Levantó su mirada hacia el misterioso hombre y lo estudió con su dulce expresión, ahora aparentemente algo más revitalizado. No era un estudiante... ¿Cierto?... Aunque podría jurar que era alguien joven, que sin dudarlo podría haber sido algún alumno transferido de la nada. Pero...— Lamento si... —Calló de golpe, los arbustos se removieron y de él, otro gato, leopardado salió. Se balanceó un poco y con un bostezo miró hacia ellos y se recostó en el camino, bostezando— Oh, no... Habría entendido de Iglesia, pero tú... —Bufó, levantando los ojos al cielo. El gato persa bajó de un salto de sus brazos y con la elegancia propia de un gato se fue acercando al otro, quién solo movió sus orejas, relajado. Iglesia maulló de nuevo y Gabriel se cruzó de brazos con una sonrisa.
Como decía, lamento si lo molestaron... —Miró hacia Iglesia, quién no parecía prestar atención, ocupado balanceando su cola de un lado a otro— Me presentaré. Mi nombre es Gabriel, Gabriel Fairchild. Ellos son... Iglesia, y Presidente Miau —Lo pronunció como si sus nombres no fuesen para nada extraños. Extendió una mano hacia el otro con cortesía y le sonrió relajado— Estaría encantado de ayudar si necesitas —Porque, si no le había visto aún ir por allí, significaba que era nuevo y que quizás, no conocería los alrededores. Ese lugar era inmenso, lo sabía bien— Pero antes... —Avanzó hacia los dos gatos, agachándose para volver a levantar a Iglesia quién parecía satisfecho. El Presidente Miau abrió un ojo, pero no se movió. Gabriel lo sabía, igual o hasta mejor que Ethan la diferencia que había entre esos dos gatos— creo que sería buena idea llevarlos de vuelta al dormitorio. Está mucho más cerca de lo que parece —Con un dedo largo señaló hacia un edificio que se levantaba al otro lado de los árboles del jardín.
Claro, era sincero al afirmar que no quería que sus queridas mascotas terminasen como comida de alguien, o como una bolsa, o aún peor alguna manta o algún vestido— ¿Me acompaña? —Inquirió de golpe, desviando hacia el otro su atención. Sus verdes ojos le estudiaron con curiosidad y el gato a sus pies maulló también, al tiempo que su mano libre acabó pasándola por su cabello, retirando las hojas que se habían colado y ganándose un reprocho de parte de Iglesia, quién al parecer ya no tenía con que jugar, pero no bajó, solo se removió un poco en sus brazos, apoyando su cabeza en el antebrazo del humano. Presidente Miau por su parte, repentinamente se levantó, rechoncho como estaba y se acercó a los pies del inesperado desconocido, ronroneando.
Gabriel Fairchild
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