Aprender y Estrellarse contra la realidad [Priv. Kilian]
Idarion Terra :: Ciudad :: Calles
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Aprender y Estrellarse contra la realidad [Priv. Kilian]
El día transcurría apacible y ameno, la clase de días que me encantaba disfrutar al aire libre; desde que había llegado a la isla para tomar custodia de mi hermano menor el ritmo entero de mi vida había cambiado, aún así Gawain vivía internado en la residencia de la academia, por lo que las ocasiones que pasábamos juntos eran contadas por el momento; aún así eran momentos que me permitía atesorar plenamente, pues eran los únicos de verdadera interacción con otro ser humano, que me permitía; eso descontando los momentos en que debía tratar con alguien más durante una compra o alguna otra clase de transacción, desde luego…
Hoy comía ansias por ir a leer un rato al puerto, disfrutar la brisa marina y embarcarme en relatos sobre tierras lejanas y mitos épicos; por eso era que había emprendido mi marcha fuera de casa con mi ejemplar desgastado de Simbad el Marino, dispuesto a disfrutar de una deleitante re-leída.
Disfrutaba la caminata y el renovador aire fuera de casa, me estaba comenzando a gustar este sitio, quizás extrañaba mi hogar y la seguridad que me brindaba, quizás extrañaba las horas de extenuante agotamiento y hasta los encuentros amorosos concretados por terceros; quizás extrañaba la sensación de estabilidad que me confería el hecho de que alguien más se encargara de los aspectos “importantes” de mi vida por mí… pero por primera vez me sentía realmente dueño de mi vida, de mi tiempo y hasta de mi cuerpo; lo cual era bastante novedoso y agradable.
Definitivamente me agradaba Idarion y agradecía a mi padre por haberme solicitado venir hasta aquí… Y más me agradaba la expectativa de mi plan para hoy… Desde luego que en ese momento no imaginaba como iba a truncarse mi día en breve.
Estaba dejando atrás la zona residencial de la ciudad cuando un joven que caminaba delante de mí dejó caer accidentalmente uno de sus libros…
Casi automáticamente me incliné para recogerlo y di un paso para intentar advertirle que su ejemplar de "Nosotros" se le había resbalado entre los demás libros que llevaba en el brazo; sin embargo cuando fui a querer hablar la voz se me quedó ahogada ante el pensamiento de la reacción contraria; sabía por experiencias sobradas que un gesto de amabilidad con un extraño no siempre era bien recibido y podía acabar pasando un mal rato si el contrario no interpretaba correctamente la buena intención…
Ya estaba haciendo un enredo más intrincado que el laberinto de Minotauro cuando mi voz decidió alzarse proclamando en voz alta, de la manera más absurda para llamar la atención:
-¡Que penoso… Que alguien haya perdido un maravilloso ejemplar de esta obra de Zamiatin es un verdadero desperdicio! –Al parecer la parte impulsiva de mi mente había decidido que “llamar la atención de manera accidental” de aquel hombre, podía ser menos chocante que pararle directamente y devolverle su libro… por alguna retorcida razón, por un momento eso había tenido verdadero sentido en mi cabeza… pero claro, no contaba con lo que pasaría luego…
Lo que ocurrió luego fue que una señora, que no tendría menos de ochenta años, se me acercó con apariencia sumamente afable y comenzó a insistirme en que el libro era suyo.
Desde luego que sabía que me estaba mintiendo y comencé a sudar frío porque no tenía la menor idea de qué rayos hacer en una situación así; sin embargo mi lengua siempre había hablado verdad y era uno de los estandartes de la Casa le Disirous, por lo que componiendo una fachada absolutamente serena, que en el fondo no sentía, proseguí:
-Señora… permítame decirle que a su edad ser una embustera es algo que debería resultarle mínimamente vergonzoso… -Lo siguiente que supe es que estaba siendo golpeado por su sombrilla, aunque no sabía si era por llamarla anciana o mentirosa, pero se fue farfullando en contra de la juventud de la actualidad que ya no tenía respeto por nada ni por nadie.
Luego del pequeño escándalo resultó que finalmente tenía la atención de todo el mundo encima…
Genial. Sencillamente estupendo.
Asqueado con la situación ya me podía pasar por el rabo si al tipo de cabellera negra y larga le caía mal mi interrupción, lo único que quería era que el día recobrara el camino de tranquilidad que me había prometido al iniciar.
-E--- Esto es tuyo, según parece…-Resolví decir sin poder evitar extender la mano algo tambaleante mientras intentaba sostener la mirada con tanta altura como me era posible… ¡Malditas situaciones de interacción social obligada que no sabía enfrentar!
Definitivamente quería mi día tranquilo de regreso y en momentos así extrañaba Mandwyn más que ninguna otra cosa en el mundo… Quería mi vida de regreso, no un mundo donde las ancianas no eran adorables como mi abuela y le caían a sombrillazos limpios a uno, solo por señalar una verdad.
Hoy comía ansias por ir a leer un rato al puerto, disfrutar la brisa marina y embarcarme en relatos sobre tierras lejanas y mitos épicos; por eso era que había emprendido mi marcha fuera de casa con mi ejemplar desgastado de Simbad el Marino, dispuesto a disfrutar de una deleitante re-leída.
Disfrutaba la caminata y el renovador aire fuera de casa, me estaba comenzando a gustar este sitio, quizás extrañaba mi hogar y la seguridad que me brindaba, quizás extrañaba las horas de extenuante agotamiento y hasta los encuentros amorosos concretados por terceros; quizás extrañaba la sensación de estabilidad que me confería el hecho de que alguien más se encargara de los aspectos “importantes” de mi vida por mí… pero por primera vez me sentía realmente dueño de mi vida, de mi tiempo y hasta de mi cuerpo; lo cual era bastante novedoso y agradable.
Definitivamente me agradaba Idarion y agradecía a mi padre por haberme solicitado venir hasta aquí… Y más me agradaba la expectativa de mi plan para hoy… Desde luego que en ese momento no imaginaba como iba a truncarse mi día en breve.
Estaba dejando atrás la zona residencial de la ciudad cuando un joven que caminaba delante de mí dejó caer accidentalmente uno de sus libros…
Casi automáticamente me incliné para recogerlo y di un paso para intentar advertirle que su ejemplar de "Nosotros" se le había resbalado entre los demás libros que llevaba en el brazo; sin embargo cuando fui a querer hablar la voz se me quedó ahogada ante el pensamiento de la reacción contraria; sabía por experiencias sobradas que un gesto de amabilidad con un extraño no siempre era bien recibido y podía acabar pasando un mal rato si el contrario no interpretaba correctamente la buena intención…
Ya estaba haciendo un enredo más intrincado que el laberinto de Minotauro cuando mi voz decidió alzarse proclamando en voz alta, de la manera más absurda para llamar la atención:
-¡Que penoso… Que alguien haya perdido un maravilloso ejemplar de esta obra de Zamiatin es un verdadero desperdicio! –Al parecer la parte impulsiva de mi mente había decidido que “llamar la atención de manera accidental” de aquel hombre, podía ser menos chocante que pararle directamente y devolverle su libro… por alguna retorcida razón, por un momento eso había tenido verdadero sentido en mi cabeza… pero claro, no contaba con lo que pasaría luego…
Lo que ocurrió luego fue que una señora, que no tendría menos de ochenta años, se me acercó con apariencia sumamente afable y comenzó a insistirme en que el libro era suyo.
Desde luego que sabía que me estaba mintiendo y comencé a sudar frío porque no tenía la menor idea de qué rayos hacer en una situación así; sin embargo mi lengua siempre había hablado verdad y era uno de los estandartes de la Casa le Disirous, por lo que componiendo una fachada absolutamente serena, que en el fondo no sentía, proseguí:
-Señora… permítame decirle que a su edad ser una embustera es algo que debería resultarle mínimamente vergonzoso… -Lo siguiente que supe es que estaba siendo golpeado por su sombrilla, aunque no sabía si era por llamarla anciana o mentirosa, pero se fue farfullando en contra de la juventud de la actualidad que ya no tenía respeto por nada ni por nadie.
Luego del pequeño escándalo resultó que finalmente tenía la atención de todo el mundo encima…
Genial. Sencillamente estupendo.
Asqueado con la situación ya me podía pasar por el rabo si al tipo de cabellera negra y larga le caía mal mi interrupción, lo único que quería era que el día recobrara el camino de tranquilidad que me había prometido al iniciar.
-E--- Esto es tuyo, según parece…-Resolví decir sin poder evitar extender la mano algo tambaleante mientras intentaba sostener la mirada con tanta altura como me era posible… ¡Malditas situaciones de interacción social obligada que no sabía enfrentar!
Definitivamente quería mi día tranquilo de regreso y en momentos así extrañaba Mandwyn más que ninguna otra cosa en el mundo… Quería mi vida de regreso, no un mundo donde las ancianas no eran adorables como mi abuela y le caían a sombrillazos limpios a uno, solo por señalar una verdad.
Segwain le Disirous
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Re: Aprender y Estrellarse contra la realidad [Priv. Kilian]
Tener días libres era extraño. Pero más extraño y agradable era saber que tenía el tiempo suficiente para compartir parte de su trabajo con su tiempo de ocio y lograr disfrutar de ambas cosas. Claro, eso era la búsqueda de paisajes, escenas, fondos... que necesitaba recopilar. Como fotógrafo, era partidario de usar los fondos y paisajes más naturales y reales posibles. Por eso, una parte de su trabajo y también de tiempo libre lo pasaba fuera de casa, buscando más sitios que poder aprovechar, apuntar y tener en cuenta. Y su camino, aunque en ese momento no iba dirigido a ello, si acabaría siendo su meta en aquel día. Pero antes, tenía un propósito que cumplir.
Si mal no se confundía... por esa calle, virando a la derecha la siguiente salida, podría llegar a una avenida y, a partir de allí, desviarse por otra calle hasta llegar a la biblioteca municipal. Y la verdad es que, cuanto antes llegara, mucho mejor, ya que no iba precisamente ligero de peso, si no con los brazos ocupados con varios libros. No es que pesaran... era más el hecho de cargarlos en sí. Y ahora la pregunta era... ¿todos esos libros iba a devolverlos? No. Era algo todavía más curioso aún.
Pero mientras estaba enfrascado en sus pensamientos y en dónde dirigiría sus pasos una vez fuera a cumplir su cometido, también fue cuando escuchó justo detrás un jaleo dónde pudo reconocer la voz de una anciana y los cuchicheos del resto a su alrededor que parecían estar presenciando un verdadero sacrilegio. Pero para su sorpresa, al detenerse e ir a voltear para observar qué diantres era lo que estaba agitando tanto a la población por allí circundante. Pero mayor sorpresa se llevó al ver que al parecer toda la movida podía haber empezado por uno de sus libros y que, en ese momento le ofrecía un chico desconocido de clara cabellera, a pesar de parecer incómodo y siquiera mantener en alto la vista. ¿Era de él de quien se quejaba la anciana? Incluso se podría apostar que le había arreado algún golpe con el bolso o similares. Y podía imaginarse el porqué... - Vaya, muchas gracias por devolver MI LIBRO y evitar que ALGUIEN pudiera quedárselo sin mi consentimiento - Contestó con una sonrisa afable a pesar de estar alzando conscientemente la voz para que la refunfuñona anciana le escuchara a la perfección. - ¿Estás bien? No hay que subestimar el poder de un anciano. Cargan con la fuerza de una vida y la astucia de la experiencia.
Aun así, no tardó en volver a echar un vistazo a su alrededor y, al comprobar que aún había algunas personas que los observaban, acabó por encogerse levemente de hombros con una resignada sonrisa. Qué se le iba a hacer... - ¿Podrías ayudarme un poco más? Me dirigía a la biblioteca a entregar estos libros... Viendo que los pierdo y que eso puede causar que te den otro golpe... - No lo culpaba, era obvio que aquel chico no había tratado con mucha gente y, seguro que todo el problema había venido de aquella incapacidad social para relacionarse con el resto. Pero, ese problema Kilian no lo tenía. Por eso, calmado y sereno, miró con sus iris grisáceos el rostro ajeno en buscar de una respuesta, ya fuera verbal o no verbal.
Si mal no se confundía... por esa calle, virando a la derecha la siguiente salida, podría llegar a una avenida y, a partir de allí, desviarse por otra calle hasta llegar a la biblioteca municipal. Y la verdad es que, cuanto antes llegara, mucho mejor, ya que no iba precisamente ligero de peso, si no con los brazos ocupados con varios libros. No es que pesaran... era más el hecho de cargarlos en sí. Y ahora la pregunta era... ¿todos esos libros iba a devolverlos? No. Era algo todavía más curioso aún.
Pero mientras estaba enfrascado en sus pensamientos y en dónde dirigiría sus pasos una vez fuera a cumplir su cometido, también fue cuando escuchó justo detrás un jaleo dónde pudo reconocer la voz de una anciana y los cuchicheos del resto a su alrededor que parecían estar presenciando un verdadero sacrilegio. Pero para su sorpresa, al detenerse e ir a voltear para observar qué diantres era lo que estaba agitando tanto a la población por allí circundante. Pero mayor sorpresa se llevó al ver que al parecer toda la movida podía haber empezado por uno de sus libros y que, en ese momento le ofrecía un chico desconocido de clara cabellera, a pesar de parecer incómodo y siquiera mantener en alto la vista. ¿Era de él de quien se quejaba la anciana? Incluso se podría apostar que le había arreado algún golpe con el bolso o similares. Y podía imaginarse el porqué... - Vaya, muchas gracias por devolver MI LIBRO y evitar que ALGUIEN pudiera quedárselo sin mi consentimiento - Contestó con una sonrisa afable a pesar de estar alzando conscientemente la voz para que la refunfuñona anciana le escuchara a la perfección. - ¿Estás bien? No hay que subestimar el poder de un anciano. Cargan con la fuerza de una vida y la astucia de la experiencia.
Aun así, no tardó en volver a echar un vistazo a su alrededor y, al comprobar que aún había algunas personas que los observaban, acabó por encogerse levemente de hombros con una resignada sonrisa. Qué se le iba a hacer... - ¿Podrías ayudarme un poco más? Me dirigía a la biblioteca a entregar estos libros... Viendo que los pierdo y que eso puede causar que te den otro golpe... - No lo culpaba, era obvio que aquel chico no había tratado con mucha gente y, seguro que todo el problema había venido de aquella incapacidad social para relacionarse con el resto. Pero, ese problema Kilian no lo tenía. Por eso, calmado y sereno, miró con sus iris grisáceos el rostro ajeno en buscar de una respuesta, ya fuera verbal o no verbal.
Kilian Kazuya
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