Un recuerdo para atesorar toda la vida — Flashback [Leone Tescotti]
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Un recuerdo para atesorar toda la vida — Flashback [Leone Tescotti]
Aquella era la primera noche de nuestras vacaciones en Idarion, y aunque el día estuvo soleado y con un agradable clima cálido, para después del atardecer el oscuro cielo se nubló, cubriendo las brillantes estrellas y la luz de la luna menguante. Tampoco era de extrañar en verano, y menos aún en aquella isla del mediterráneo, que el clima variara tan abruptamente de un momento a otro; por lo que mi mente ni siquiera registró este hecho... sino muchas horas después.
Desperté con el llanto de Julietta, quien tenía su cuna en la habitación contigua y a la que habíamos dejado abierta la puerta de comunicación precisamente para una emergencia de ese estilo. La pequeña de poco más de un año solía inquietarse bastante en ambientes que le eran desconocidos, y de hecho fue muy difícil hacer que al fin se rendiera al sueño, por lo que lo primero que vino a mi mente fue maldecir por mi mala suerte. Me removí entre las sábana, una parte de mí negándose a salir de allí, y cuando mi brazo dio con la espalda de un aún dormido Leone, consideré seriamente el despertarle para que fuera él quien atendiera a su hija. Qué remedio, si todavía no despertaba era porque seguro estaba agotado, así que por aquella ocasión sería buena y le dejaría descansar. Me incorporé, bostezando, y descalza me encaminé hacia el cuarto de a lado.
En cuanto Julietta vio la luz encenderse, y mi figura acercarse a la cuna, estiró sus bracitos hacia mí, con el llanto potencializado al doble. Sonreí para calmarla y la cargué, meciéndole con suavidad al tanto que le depositaba un beso en la frente.
-¿Qué te despertó, mi princesa? -inquirí c0n suavidad-, ¿te asustó estar en un lugar desconocido?
Me asomé a la ventana, descorriendo con suavidad la cortina para contemplar el pan0rama nocturno y fue entonces que me percaté que en el exterior llovía a raudales, con un viento huracanado agitando las copas de los árboles con violencia. Abrí los ojos con sorpresa y entendí ahora la razón por la cual mi hija se había despertado. Ella, al igual que yo, solía ser bastante susceptible a las tormentas, pero mientras las cosas se mantuvieran tal cual estaban, sería fácil manejar la situación por mi propia cuenta... Y pensé de más, como siempre.
Justo en ese momento una violácea luz cruzó el cielo, contrastando con el negro de este. Segundos después un bramido que hizo estremecer los cimientos de la mansión y que, tanto a Julietta como a mí, nos dejó paralizadas por el susto. Por acto reflejo comencé a tranquilizar a una asustada Julietta:
-Ya, ya, ya, Julietta, no llores, sólo fue un... -un ligero chasquido y la habitación quedó en penumbras, sólo iluminada ocasionalmente por los truenos del exterior. Por mi espina dorsal recorrió un escalofrío. Hora de los refuerzos- ¡L-leone!
A tientas regresé a nuestra habitación, procurando no tropezar ni lastimar a la bebé en el proceso; Julietta ya no lloraba pero se aferraba a mi cuello con tanta fuerza que casi me cortaba la respiración, buscando la seguridad en mí. ¡Ojalá mamá no fuera una miedosa y supiera qué hacer en estos momentos! Sentí de forma dolorosa la base de la cama contra mi pantorrilla y así supe que ya había llegado a mi destino. Siseando del dolor sólo unos segundos, extendí mi brazo libre para sacudir el cuerpo inerte de mi esposo, ¡¿cómo podía ser que siguiera tan campante después de semejante trueno?!
-¿Leone? ¡Leone, despierta! Se fue la luz por la tormenta y tenem... -me interrumpí a mí misma y me aclaré la garganta, para acto seguido corregirme-... Julietta tiene miedo, se despertó llorando... ¡Leone, hazme caso!
N/a: En esta tema rolearé el personaje de Shizuka Tescotti, la madre de Julietta.
Desperté con el llanto de Julietta, quien tenía su cuna en la habitación contigua y a la que habíamos dejado abierta la puerta de comunicación precisamente para una emergencia de ese estilo. La pequeña de poco más de un año solía inquietarse bastante en ambientes que le eran desconocidos, y de hecho fue muy difícil hacer que al fin se rendiera al sueño, por lo que lo primero que vino a mi mente fue maldecir por mi mala suerte. Me removí entre las sábana, una parte de mí negándose a salir de allí, y cuando mi brazo dio con la espalda de un aún dormido Leone, consideré seriamente el despertarle para que fuera él quien atendiera a su hija. Qué remedio, si todavía no despertaba era porque seguro estaba agotado, así que por aquella ocasión sería buena y le dejaría descansar. Me incorporé, bostezando, y descalza me encaminé hacia el cuarto de a lado.
En cuanto Julietta vio la luz encenderse, y mi figura acercarse a la cuna, estiró sus bracitos hacia mí, con el llanto potencializado al doble. Sonreí para calmarla y la cargué, meciéndole con suavidad al tanto que le depositaba un beso en la frente.
-¿Qué te despertó, mi princesa? -inquirí c0n suavidad-, ¿te asustó estar en un lugar desconocido?
Me asomé a la ventana, descorriendo con suavidad la cortina para contemplar el pan0rama nocturno y fue entonces que me percaté que en el exterior llovía a raudales, con un viento huracanado agitando las copas de los árboles con violencia. Abrí los ojos con sorpresa y entendí ahora la razón por la cual mi hija se había despertado. Ella, al igual que yo, solía ser bastante susceptible a las tormentas, pero mientras las cosas se mantuvieran tal cual estaban, sería fácil manejar la situación por mi propia cuenta... Y pensé de más, como siempre.
Justo en ese momento una violácea luz cruzó el cielo, contrastando con el negro de este. Segundos después un bramido que hizo estremecer los cimientos de la mansión y que, tanto a Julietta como a mí, nos dejó paralizadas por el susto. Por acto reflejo comencé a tranquilizar a una asustada Julietta:
-Ya, ya, ya, Julietta, no llores, sólo fue un... -un ligero chasquido y la habitación quedó en penumbras, sólo iluminada ocasionalmente por los truenos del exterior. Por mi espina dorsal recorrió un escalofrío. Hora de los refuerzos- ¡L-leone!
A tientas regresé a nuestra habitación, procurando no tropezar ni lastimar a la bebé en el proceso; Julietta ya no lloraba pero se aferraba a mi cuello con tanta fuerza que casi me cortaba la respiración, buscando la seguridad en mí. ¡Ojalá mamá no fuera una miedosa y supiera qué hacer en estos momentos! Sentí de forma dolorosa la base de la cama contra mi pantorrilla y así supe que ya había llegado a mi destino. Siseando del dolor sólo unos segundos, extendí mi brazo libre para sacudir el cuerpo inerte de mi esposo, ¡¿cómo podía ser que siguiera tan campante después de semejante trueno?!
-¿Leone? ¡Leone, despierta! Se fue la luz por la tormenta y tenem... -me interrumpí a mí misma y me aclaré la garganta, para acto seguido corregirme-... Julietta tiene miedo, se despertó llorando... ¡Leone, hazme caso!
N/a: En esta tema rolearé el personaje de Shizuka Tescotti, la madre de Julietta.
- Shizuka Tescotti:
Julietta Tescotti
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Re: Un recuerdo para atesorar toda la vida — Flashback [Leone Tescotti]
Había sido él quién propuso de golpe ir a pasar las vacaciones de verano en Idarion, aparentemente su padre había tomado las riendas del negocio familiar y él, simplemente había encontrado un momento perfecto para tener una bonita vacación familiar con su mujer y su pequeña hija. Ese mismo motivo le había empujado a no esperar ni un día más y a pesar del cansancio que ocultó lo mejor posible, decidió viajar con ellas a la jovial isla. El día había pasado sin demasiados problemas, un clima cálido y agradable. "Les propondré ir a la playa mañana" Cruzó por su mente al verlas. Ese día no, era demasiado tarde ya y, a pesar de todo, realmente deseaba poder descansar un rato. Así pues, tras desearle buenas noches a Shizuka y darle un cariñoso beso, se fueron a dormir.
Y, tampoco había que ser un genio para darse cuenta que Leone Tescotti, cuando tenía sueño, era prácticamente imposible de despertar ¡Vergüenza! Pero ni el llanto de su hija lo había logrado, siquiera la madre naturaleza devastadora de afuera. Pero, internamente sabía que su esposa se ocuparía, de que, se daría cuenta y se ocuparía ella de la pequeña, al igual que muchas otras noches lo hacía él. Eran una pareja joven, ya con una pequeña hija, pero eran maduros, con un deje de diversión infantil, eran felices y eso era lo que realmente importante, sin importar lo que los demás le dijesen, de lo mucho que sus padres estaban en desacuerdo con que su único heredero se uniera en matrimonio con una humana. Pero, eso en aquél momento no importaba, no iba a permitir que algo como eso molestara su sueño. Pero Shizuka... ¡Oh, Shizuka era diferente!
Sintió el suave zarandear, la potente voz de su mujer que siempre pensó sería capaz de despertar un muerto si quisiese. Su dulce voz a pesar de todo. Se removió, perezoso y al final acabó girando sobre si mismo, pasando de su posición dormida: bocabajo, hacia un lado, hacia la dirección de la que provenía su voz. Entreabrió sus ojos y tardó unos pocos segundos en que las imágenes ante él se aclarasen, allí estaban: Shizuka y Julietta en sus brazos— Oh... ¿Los truenos asustaron a nuestra pequeña princesa? —Se incorporó, bajó sus pies de la cama y extendió sus brazos hacia la pequeña niña, sonriendo con ternura— Pero... Ya que estamos... ¿Qué tal un abrazo de grupo, July? —Y uno de sus brazos se dirigió hacia la cintura de su esposa, la sujetó con una traviesa sonrisa y tiró de ella hacia él, sentándola en el hueco libre que había dejado entre sus piernas.
Cuando las tuvo a ambas cerca, las abrazo. Dejó un beso en la frente de la menor y uno en la mejilla de la mayor. Después le sonrió a la niña y miró de reojo hacia afuera, hacia los relámpagos que iluminaban de vez en cuando el cielo y los truenos que sonaban al instante. ¡Ah! ¡A ese paso deberían de esperar unos días más antes de ir a la playa!— ¿Se fue la luz? —Volvió a repetir lo que le había parecido escuchar de labios de su mujer— Aunque lo arreglemos caería de nuevo por la tormenta... Hum... ¿Unas velas? —Volvió a ambas su atención y siguió con aquella cariñosa y calmada sonrisa— ¿Dejan a papá ir a por unas velas o me acompañan? —Bueno, en realidad era que conocía a su mujer lo suficientemente bien como para saber que seguramente le tendría tanto miedo a las tormentas como la misma Julietta. Pero que era tan orgullosa y terca, que no iría a admitirlo. Era un encanto suyo y un motivo por el que se había enamorado perdidamente de ella, así que no le molestaba en lo más mínimo.
Y, tampoco había que ser un genio para darse cuenta que Leone Tescotti, cuando tenía sueño, era prácticamente imposible de despertar ¡Vergüenza! Pero ni el llanto de su hija lo había logrado, siquiera la madre naturaleza devastadora de afuera. Pero, internamente sabía que su esposa se ocuparía, de que, se daría cuenta y se ocuparía ella de la pequeña, al igual que muchas otras noches lo hacía él. Eran una pareja joven, ya con una pequeña hija, pero eran maduros, con un deje de diversión infantil, eran felices y eso era lo que realmente importante, sin importar lo que los demás le dijesen, de lo mucho que sus padres estaban en desacuerdo con que su único heredero se uniera en matrimonio con una humana. Pero, eso en aquél momento no importaba, no iba a permitir que algo como eso molestara su sueño. Pero Shizuka... ¡Oh, Shizuka era diferente!
Sintió el suave zarandear, la potente voz de su mujer que siempre pensó sería capaz de despertar un muerto si quisiese. Su dulce voz a pesar de todo. Se removió, perezoso y al final acabó girando sobre si mismo, pasando de su posición dormida: bocabajo, hacia un lado, hacia la dirección de la que provenía su voz. Entreabrió sus ojos y tardó unos pocos segundos en que las imágenes ante él se aclarasen, allí estaban: Shizuka y Julietta en sus brazos— Oh... ¿Los truenos asustaron a nuestra pequeña princesa? —Se incorporó, bajó sus pies de la cama y extendió sus brazos hacia la pequeña niña, sonriendo con ternura— Pero... Ya que estamos... ¿Qué tal un abrazo de grupo, July? —Y uno de sus brazos se dirigió hacia la cintura de su esposa, la sujetó con una traviesa sonrisa y tiró de ella hacia él, sentándola en el hueco libre que había dejado entre sus piernas.
Cuando las tuvo a ambas cerca, las abrazo. Dejó un beso en la frente de la menor y uno en la mejilla de la mayor. Después le sonrió a la niña y miró de reojo hacia afuera, hacia los relámpagos que iluminaban de vez en cuando el cielo y los truenos que sonaban al instante. ¡Ah! ¡A ese paso deberían de esperar unos días más antes de ir a la playa!— ¿Se fue la luz? —Volvió a repetir lo que le había parecido escuchar de labios de su mujer— Aunque lo arreglemos caería de nuevo por la tormenta... Hum... ¿Unas velas? —Volvió a ambas su atención y siguió con aquella cariñosa y calmada sonrisa— ¿Dejan a papá ir a por unas velas o me acompañan? —Bueno, en realidad era que conocía a su mujer lo suficientemente bien como para saber que seguramente le tendría tanto miedo a las tormentas como la misma Julietta. Pero que era tan orgullosa y terca, que no iría a admitirlo. Era un encanto suyo y un motivo por el que se había enamorado perdidamente de ella, así que no le molestaba en lo más mínimo.
Leone Tescotti
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