Unchained Melody [Priv. Odette]
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Unchained Melody [Priv. Odette]
Hecho un lío… Estaba hecho un lío por completo en mi cabeza desde que había llegado el último correo de Saint-Tropez… y casi no había dormido a causa de aquella misiva del mal.
En mi mente no dejaban de recrudecer aquellas palabras en las que se me requería una pasantía previa a mi viaje a Francia, de hecho ellos mismos se habían ocupado de tramitar el ingreso, la agenda y la cátedra; lo cual me había resultado bastante invasivo, pero yo mismo había dicho que tenía mi agenda completamente a su disposición, por lo que ahora ajo y agua para mí.
Bufando me levanté de la cama inquieto por no poder volver a conciliar mi sueño; saber que debería dar clases justamente en Soffio Divino di Angel, era básicamente una receta para el desastre; desde el día de la fiesta de despedida y todo lo que había acontecido allí mi cabeza no era más que un hervidero de ideas caóticas.
Y es que no podía parar de evocar aquel episodio que por poco había desencadenado una tragedia; desde que a alguna de mis divertidas camaradas había decidido que era una buena idea jugar a subastar besos el asunto se había vuelto más y más problemático… En especial desde que escogieron aleatoriamente a Odette en un turno y tratando de que ninguno de mis degenerados compañeros la hicieran sentir incómoda, y sin que su prometido pudiera ganar la subasta, había dejado hasta el último centavo de mis ahorros para Francia para poder ganar la jodida subasta…
¡Y diablos si la había ganado! Me había hecho acreedor de tomar sus labios… Así, contra su propio deseo, contra su propio buen juicio… a costa de sus propias determinaciones… todo lo que jamás hubiera querido de ella… pero aún así no había podido evitar la reacción de mi sangre ante la expectativa, ante aquella imagen capaz de robarme el aliento y hasta el pulso.
Cuando la tuve frente a mí, tan cerca, su aroma tan distintivo me llenó las fosas nasales; mi cuerpo entero se había estremecido y el latido de mi corazón había comenzado a hacer eco en mis tímpanos nublando todos mis sentidos… sumido en un trance mis labios habían recaido sobre su clavícula, pasando de largo la distancia de sus labios; entonces se habían posado en la tibia piel y no solo la habían besado, sino que se habían atrevido a succionarla hasta imprimirle una marca visiblemente morada. Cuando finalmente recobré la consciencia tuve que escaparme de la escena y regresar solo para anunciar mi viaje; ni siquiera pude volver a ver a Odette y ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había ensayado incontables mensajes y llamados en los que le exigía firmemente una conversación que nos merecíamos.
Pero todo había quedado en la nada misma… aunque tenía la sospecha de que no sería por mucho tiempo… Mañana debería comenzar mi pasantía justamente en la misma academia a la que ella asistía y por si fuera poco me tocaba su año… No hacía falta ser un científico de la NASA para saber que en algún turno me la toparía como su profesor… y no estaba seguro de que tan buenos resultados pudiera traer eso.
Como fuera el resto de la noche la pasé preparando la clase sin poder relajarme ni por un maldito segundo sin que el bendito recuerdo de la fiesta acudiera a atormentarme.
Llegada la madrugada desayuné liviano, dando vueltas a mi teléfono con aquel mensaje sin enviar que constantemente me echaba hacia atrás “Necesitamos hablar de lo que sucedió”. En realidad yo era el único que necesitaba hablar y disculparse, pero no estaba listo para mentirle a la cara de nuevo, razón por la cual aquel mensaje nunca sería enviado… O al menos eso era lo que yo creía, sin embargo cuando me percaté de que se me estaba haciendo tarde para mi reunión con el director, olvidé borrarlo y en mi apuro por guardar todas mis pertenencias en un maletín, la jodí bien feo cuando accidentalmente marqué el botón de envío sin percatarme de ello mientras guardaba el teléfono en su sitio.
Al terminar de alistarme salí a la calle y tomé un taxi que rápidamente me condujo hasta la academia. Al llegar me presenté ante el cuerpo directivo y ellos me introdujeron al edificio, su historia y demás asuntos que yo ya sabía a grandes rasgos.
Luego de un par de horas de conversación, cuando finalmente está por comenzar el horario de mi cátedra no tarda la coordinadora de Música en llevarme hasta el salón donde impartiría la clase de solfeo; ella ingresa al aula siendo escoltada por mí para luego presentarme con el profesor a cargo que estaba al tanto de todo. La coordinadora me introduce al grupo y es entonces cuando yo alzo el rostro para presentarme ante todos.
-Mucho gusto, mi nombre es Lyssandro Chrysomallis y seré el profesor pasante durante las próximas sema--- -Mi discurso se interrumpe súbitamente cuando mis ojos se encuentran con los de Odette en medio de otras decenas de ojos clavados en mí, decenas de orbes que sencillamente se desvanecen en su irrelevancia ante la presencia de aquella mirada que aún no estaba listo para enfrentar debidamente.- ---na… E--- Espero que podamos llevarnos bien y ayudarnos mutuamente durante este periodo. –Acabo de articular cuando el profesor titular se incorpora junto a mí para comenzar a explicarme la dinámica de la clase… aunque mi consciencia se haya dispersa en relación a cualquier otra cosa que no sea el punto fijo en que mis ojos siguen clavados sin poder soltar los de aquella mujer que desde siempre había sido el centro de mi mundo.
En mi mente no dejaban de recrudecer aquellas palabras en las que se me requería una pasantía previa a mi viaje a Francia, de hecho ellos mismos se habían ocupado de tramitar el ingreso, la agenda y la cátedra; lo cual me había resultado bastante invasivo, pero yo mismo había dicho que tenía mi agenda completamente a su disposición, por lo que ahora ajo y agua para mí.
Bufando me levanté de la cama inquieto por no poder volver a conciliar mi sueño; saber que debería dar clases justamente en Soffio Divino di Angel, era básicamente una receta para el desastre; desde el día de la fiesta de despedida y todo lo que había acontecido allí mi cabeza no era más que un hervidero de ideas caóticas.
Y es que no podía parar de evocar aquel episodio que por poco había desencadenado una tragedia; desde que a alguna de mis divertidas camaradas había decidido que era una buena idea jugar a subastar besos el asunto se había vuelto más y más problemático… En especial desde que escogieron aleatoriamente a Odette en un turno y tratando de que ninguno de mis degenerados compañeros la hicieran sentir incómoda, y sin que su prometido pudiera ganar la subasta, había dejado hasta el último centavo de mis ahorros para Francia para poder ganar la jodida subasta…
¡Y diablos si la había ganado! Me había hecho acreedor de tomar sus labios… Así, contra su propio deseo, contra su propio buen juicio… a costa de sus propias determinaciones… todo lo que jamás hubiera querido de ella… pero aún así no había podido evitar la reacción de mi sangre ante la expectativa, ante aquella imagen capaz de robarme el aliento y hasta el pulso.
Cuando la tuve frente a mí, tan cerca, su aroma tan distintivo me llenó las fosas nasales; mi cuerpo entero se había estremecido y el latido de mi corazón había comenzado a hacer eco en mis tímpanos nublando todos mis sentidos… sumido en un trance mis labios habían recaido sobre su clavícula, pasando de largo la distancia de sus labios; entonces se habían posado en la tibia piel y no solo la habían besado, sino que se habían atrevido a succionarla hasta imprimirle una marca visiblemente morada. Cuando finalmente recobré la consciencia tuve que escaparme de la escena y regresar solo para anunciar mi viaje; ni siquiera pude volver a ver a Odette y ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había ensayado incontables mensajes y llamados en los que le exigía firmemente una conversación que nos merecíamos.
Pero todo había quedado en la nada misma… aunque tenía la sospecha de que no sería por mucho tiempo… Mañana debería comenzar mi pasantía justamente en la misma academia a la que ella asistía y por si fuera poco me tocaba su año… No hacía falta ser un científico de la NASA para saber que en algún turno me la toparía como su profesor… y no estaba seguro de que tan buenos resultados pudiera traer eso.
Como fuera el resto de la noche la pasé preparando la clase sin poder relajarme ni por un maldito segundo sin que el bendito recuerdo de la fiesta acudiera a atormentarme.
Llegada la madrugada desayuné liviano, dando vueltas a mi teléfono con aquel mensaje sin enviar que constantemente me echaba hacia atrás “Necesitamos hablar de lo que sucedió”. En realidad yo era el único que necesitaba hablar y disculparse, pero no estaba listo para mentirle a la cara de nuevo, razón por la cual aquel mensaje nunca sería enviado… O al menos eso era lo que yo creía, sin embargo cuando me percaté de que se me estaba haciendo tarde para mi reunión con el director, olvidé borrarlo y en mi apuro por guardar todas mis pertenencias en un maletín, la jodí bien feo cuando accidentalmente marqué el botón de envío sin percatarme de ello mientras guardaba el teléfono en su sitio.
Al terminar de alistarme salí a la calle y tomé un taxi que rápidamente me condujo hasta la academia. Al llegar me presenté ante el cuerpo directivo y ellos me introdujeron al edificio, su historia y demás asuntos que yo ya sabía a grandes rasgos.
Luego de un par de horas de conversación, cuando finalmente está por comenzar el horario de mi cátedra no tarda la coordinadora de Música en llevarme hasta el salón donde impartiría la clase de solfeo; ella ingresa al aula siendo escoltada por mí para luego presentarme con el profesor a cargo que estaba al tanto de todo. La coordinadora me introduce al grupo y es entonces cuando yo alzo el rostro para presentarme ante todos.
-Mucho gusto, mi nombre es Lyssandro Chrysomallis y seré el profesor pasante durante las próximas sema--- -Mi discurso se interrumpe súbitamente cuando mis ojos se encuentran con los de Odette en medio de otras decenas de ojos clavados en mí, decenas de orbes que sencillamente se desvanecen en su irrelevancia ante la presencia de aquella mirada que aún no estaba listo para enfrentar debidamente.- ---na… E--- Espero que podamos llevarnos bien y ayudarnos mutuamente durante este periodo. –Acabo de articular cuando el profesor titular se incorpora junto a mí para comenzar a explicarme la dinámica de la clase… aunque mi consciencia se haya dispersa en relación a cualquier otra cosa que no sea el punto fijo en que mis ojos siguen clavados sin poder soltar los de aquella mujer que desde siempre había sido el centro de mi mundo.
Lyssandro Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
No sabía qué pensar, ni qué decir, ni cómo actuar. Nada, absolutamente nada de nada. Los acontecimientos sucedidos en la fiesta de mi hermano me habían dejado con un shock mental y emocional que aún hoy en día no podía superar. Seguía mi rutina como lo acostumbrado, pero sin ser consciente de nada en particular. Sólo no podía dejar de pensar, de tratar de desfragmentar cada una de las partículas y descubrir el trasfondo de todo aquello. Dolor, dolor y traición era lo que mayormente habitaba en mí desde el mismo momento en que Lyssandro hizo aquel anuncio que me robó algo más que el alma misma. ¿Que se iba? ¿Por qué? ¿Por qué se atrevió a hacerme algo semejante?
Claro que lo había sabido, desde el mismo instante en que había recibido aquel mensaje invitándome la pesada idea de que aquello sonaba a una despedida no me abandonó ni un instante, y mis sospechas fueron confirmadas cuando él lanzó aquella catastrófica noticia. Lo había sabido inclusive desde antes, desde aquella vez en que ambos nos perdimos en los bosques de las montañas por un día entero... Aquello había sido demasiado hermoso para ser real, y aquel peso en mí ayudó a que la sensación de asfixia se intensificara. No era el hecho de que se fuera lo que me hacía sentir herida hacia él, sino el modo en que actuó desde el instante en que supo que se marcharía a Francia. ¿Por qué a mí? ¿Por qué así? ¿Por qué tener que enterarme de aquella forma, frente a decena de personas desconocidas y por soporte único a Dante? Me había visto obligada a recurrir a aquella fachada diplomática e indeferente que me caracterizaba en los negocios, tener que fingir para que ninguno de los allí presentes en la fiesta se enteraran de lo realmente derrumbada que me sentía ante aquella impactante noticia... ¿Por qué no me lo había confiado a mí en un inicio? ¿Por qué no me lo había contado en privado, donde los demás no fueran capaces de descubrir lo mal que me caería la noticia? ¡¿Por qué?!
No el hecho de que se fuera, pues de alguna forma ya había estado preparada desde un inicio para una inminente separación.. ¿Qué no había sido así siempre? Cada que creía que las cosas entre los dos estaban bien, que nada malo podría pasar para hacernos separar... se iba. Se iba y no volteaba a ver hacia su espalda, no me volteaba a ver a mí. Por eso, muy en el fondo de mí, no había podido creer aquella promesa hecha en la pintoresca cabaña. Él terminaría por marcharse, como siempre, y a mí me dejaría atrás, como siempre. La rutina y secuencia de hechos ya me los sabía de memoria, y sólo podía amoldarme a estos en cuanto iban sucediendo. Pero no, no así... No cuando una parte de mí había albergado una mínima esperanza, no cuando había creído que nuestro lazo no se había perdido del todo, que allí estaba, uniéndonos, aunque fuese de forma frágil.
Una vez más me había demostrado que estaba equivocada, que entre él y yo la barrera que existía era insuperable, que la distancia entre ambos era infraqueable.
No podía, ni quería, saber nada... El único hecho claro que tenía en mi mente era el fuerte deseo que habitaba en mí con respecto a no querer verle. Ya había tomado su decisión, ¿cierto? Me había tratado como una más de aquellos invitados en la fiesta, mostrándome así que mi existencia le era tan significativa como la de cualquier otra persona ajena a él... Que se largara, pero para siempre. Que no me volviera a buscar más. Que no me volviera a romper el corazón...
Tuve que apartar la mirada de la ventana cuando el nuevo tutor pasante hizo acto de presencia en el aula. El profesor, minutos antes, nos estuvo poniendo al tanto de ello en datos generales, y yo había preferido pasar por alto dicha información al no ser relevante para mis estudios. ¿Qué más daba si me enseñaba el profesor o alguien más? Siempre y cuando lo hiciera de forma adecuada y en la que yo pudiera aprovechar mi escaso tiempo en aquel lugar, me daba igual...
Grave error no poner mayor atención... Ahora me encontraba con una fuerte acidez en la boca del estómago al tanto que la rabia fluía por mis venas, justo en el momento en que mi mirada se enfrascó en la contraria, con aquella desenfadada y carismática mirada de ojos hazel... A punto estuve de ponerme en pie y salir del aula sin dar ninguna explicación, pero supuse que aquello sería muy poco diplomático de mi parte. Así que, una vez más, tuve que recurrir a mi mejor arma: aparentar.
Cerré los ojos, quebrando así el contacto visual que duró durante su interpretación y segundos más, y desvíe el rostro hacia la ventana otra vez.
Una estudiante más, eso signficaba yo para él.
Un profesor novato más, eso significaría él para mí...
Claro que lo había sabido, desde el mismo instante en que había recibido aquel mensaje invitándome la pesada idea de que aquello sonaba a una despedida no me abandonó ni un instante, y mis sospechas fueron confirmadas cuando él lanzó aquella catastrófica noticia. Lo había sabido inclusive desde antes, desde aquella vez en que ambos nos perdimos en los bosques de las montañas por un día entero... Aquello había sido demasiado hermoso para ser real, y aquel peso en mí ayudó a que la sensación de asfixia se intensificara. No era el hecho de que se fuera lo que me hacía sentir herida hacia él, sino el modo en que actuó desde el instante en que supo que se marcharía a Francia. ¿Por qué a mí? ¿Por qué así? ¿Por qué tener que enterarme de aquella forma, frente a decena de personas desconocidas y por soporte único a Dante? Me había visto obligada a recurrir a aquella fachada diplomática e indeferente que me caracterizaba en los negocios, tener que fingir para que ninguno de los allí presentes en la fiesta se enteraran de lo realmente derrumbada que me sentía ante aquella impactante noticia... ¿Por qué no me lo había confiado a mí en un inicio? ¿Por qué no me lo había contado en privado, donde los demás no fueran capaces de descubrir lo mal que me caería la noticia? ¡¿Por qué?!
No el hecho de que se fuera, pues de alguna forma ya había estado preparada desde un inicio para una inminente separación.. ¿Qué no había sido así siempre? Cada que creía que las cosas entre los dos estaban bien, que nada malo podría pasar para hacernos separar... se iba. Se iba y no volteaba a ver hacia su espalda, no me volteaba a ver a mí. Por eso, muy en el fondo de mí, no había podido creer aquella promesa hecha en la pintoresca cabaña. Él terminaría por marcharse, como siempre, y a mí me dejaría atrás, como siempre. La rutina y secuencia de hechos ya me los sabía de memoria, y sólo podía amoldarme a estos en cuanto iban sucediendo. Pero no, no así... No cuando una parte de mí había albergado una mínima esperanza, no cuando había creído que nuestro lazo no se había perdido del todo, que allí estaba, uniéndonos, aunque fuese de forma frágil.
Una vez más me había demostrado que estaba equivocada, que entre él y yo la barrera que existía era insuperable, que la distancia entre ambos era infraqueable.
No podía, ni quería, saber nada... El único hecho claro que tenía en mi mente era el fuerte deseo que habitaba en mí con respecto a no querer verle. Ya había tomado su decisión, ¿cierto? Me había tratado como una más de aquellos invitados en la fiesta, mostrándome así que mi existencia le era tan significativa como la de cualquier otra persona ajena a él... Que se largara, pero para siempre. Que no me volviera a buscar más. Que no me volviera a romper el corazón...
Tuve que apartar la mirada de la ventana cuando el nuevo tutor pasante hizo acto de presencia en el aula. El profesor, minutos antes, nos estuvo poniendo al tanto de ello en datos generales, y yo había preferido pasar por alto dicha información al no ser relevante para mis estudios. ¿Qué más daba si me enseñaba el profesor o alguien más? Siempre y cuando lo hiciera de forma adecuada y en la que yo pudiera aprovechar mi escaso tiempo en aquel lugar, me daba igual...
Grave error no poner mayor atención... Ahora me encontraba con una fuerte acidez en la boca del estómago al tanto que la rabia fluía por mis venas, justo en el momento en que mi mirada se enfrascó en la contraria, con aquella desenfadada y carismática mirada de ojos hazel... A punto estuve de ponerme en pie y salir del aula sin dar ninguna explicación, pero supuse que aquello sería muy poco diplomático de mi parte. Así que, una vez más, tuve que recurrir a mi mejor arma: aparentar.
Cerré los ojos, quebrando así el contacto visual que duró durante su interpretación y segundos más, y desvíe el rostro hacia la ventana otra vez.
Una estudiante más, eso signficaba yo para él.
Un profesor novato más, eso significaría él para mí...
Odette Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
Ella fue quien rompió el contacto visual y como si con eso hubiera deshecho un hechizo antiguo, mi consciencia finalmente retornó hacia mí.
Alcancé a internalizar las últimas palabras de mi superior y me senté a un lado aguardando a que mi módulo llegara.
Mi cabeza no paraba de martillar y aunque estaba sereno y seguro de cómo llevar adelante mi parte de la clase, toda mi atención estaba puesta en Odette y en la fría distancia que había puesto con aquella mirada, pero sobre todo en los tormentosos sentimientos que me trasmitía…
Porque sí, todos mis sentidos y mi percepción espiritual estaban gritándome en agonía que había algo extraño emanando de Odette, una atmósfera hostil que había percibido también en el día de la fiesta… Algo que era indescifrable y tortuoso… que me calaba profundamente en el alma y me dañaba a niveles insanos para la cordura ¿Y si perdía la razón? ¿Y si en medio de aquel salón comenzaba a desquiciarme y clamar por ella para que me explicara que era esta extraña y desahuciante energía que flotaba entre nosotros? ¿Sería capaz? ¿A ese nivel de caos mental había llegado la incertidumbre?
El pánico comenzó a fluir dentro de mis venas, podía sentirlo agitarse revolviendo mis entrañas y abriendo paso a un sentimiento nauseabundo que se me atoró en la glotis durante los siguientes minutos en que mi titular impartía su parte de la clase.
Cuando fue mi turno, mis manos sudaban frío y sabía que mi estado de palidez delataría a un principiante imbécil… ¿Estaba yo allí para hacer el ridículo? No. Estaba allí para demostrar cuan capaz era; para demostrar que era digno de la oportunidad que Saint-Tropez me había ofrecido.
¡¿Qué te pasa, Idiota?! ¡Reacciona! Mi propia inconsciente me gritaba intentando catapultarme de regreso a la realidad; casi mecánicamente comencé a hablar. Un discurso ensayado. Sin interés. Sin pasión. Desprovisto de toda clase de incentivo.
Mediocre.
Paupérrimo.
Una parte de mí se atrevió a compadecerme ¿Qué tan lejos podía llegar en esas condiciones?
Al terminar aquellas frases perfectamente tejidas y automáticas di un par de zancadas hacia el piano.
La dinámica era sencilla: Yo tocaría cada nota y el alumno en cuestión seguiría las notas desde donde y hasta donde su rango vocal alcanzara y con el correr de las clases intentaríamos estirarlo tanto como fuera posible, aunque fuera mediante falsetes.
Estirando mi mano derecha hacia mi titular le requerí la planilla de los nombres de los alumnos…
Entonces, desde la ‘A’ hacia adelante, comencé a llamarlos.
Los primeros pasaron demasiado rápido y poco a poco fui conociendo sus dificultades pero también sus virtudes.
Cuando llegué a la letra ‘B’ me sentía más ansioso, masticando mi propia inseguridad… Sabiendo que la hora de la verdad se aproximaba.
Los minutos hasta que tocó aquel turno que esperaba tanto como rehuía, se hicieron eternos… entonces fue el turno de pronunciar su nombre en voz alta:
-Chrysomallis Thea –Pronunciar su nombre fue como gritar al borde de un precipicio, tan liberador como aterrador. Sublime y espantoso.
La tenía tan cerca cuando avanzó hacia el piano… y aún así había un abismo infranqueable entre nosotros…
-¿Comenzamos con F# en G? –Inquiero neutralmente presionando el acorde del semi-tono en dicha escala Mayor del teclado-
Alcancé a internalizar las últimas palabras de mi superior y me senté a un lado aguardando a que mi módulo llegara.
Mi cabeza no paraba de martillar y aunque estaba sereno y seguro de cómo llevar adelante mi parte de la clase, toda mi atención estaba puesta en Odette y en la fría distancia que había puesto con aquella mirada, pero sobre todo en los tormentosos sentimientos que me trasmitía…
Porque sí, todos mis sentidos y mi percepción espiritual estaban gritándome en agonía que había algo extraño emanando de Odette, una atmósfera hostil que había percibido también en el día de la fiesta… Algo que era indescifrable y tortuoso… que me calaba profundamente en el alma y me dañaba a niveles insanos para la cordura ¿Y si perdía la razón? ¿Y si en medio de aquel salón comenzaba a desquiciarme y clamar por ella para que me explicara que era esta extraña y desahuciante energía que flotaba entre nosotros? ¿Sería capaz? ¿A ese nivel de caos mental había llegado la incertidumbre?
El pánico comenzó a fluir dentro de mis venas, podía sentirlo agitarse revolviendo mis entrañas y abriendo paso a un sentimiento nauseabundo que se me atoró en la glotis durante los siguientes minutos en que mi titular impartía su parte de la clase.
Cuando fue mi turno, mis manos sudaban frío y sabía que mi estado de palidez delataría a un principiante imbécil… ¿Estaba yo allí para hacer el ridículo? No. Estaba allí para demostrar cuan capaz era; para demostrar que era digno de la oportunidad que Saint-Tropez me había ofrecido.
¡¿Qué te pasa, Idiota?! ¡Reacciona! Mi propia inconsciente me gritaba intentando catapultarme de regreso a la realidad; casi mecánicamente comencé a hablar. Un discurso ensayado. Sin interés. Sin pasión. Desprovisto de toda clase de incentivo.
Mediocre.
Paupérrimo.
Una parte de mí se atrevió a compadecerme ¿Qué tan lejos podía llegar en esas condiciones?
Al terminar aquellas frases perfectamente tejidas y automáticas di un par de zancadas hacia el piano.
La dinámica era sencilla: Yo tocaría cada nota y el alumno en cuestión seguiría las notas desde donde y hasta donde su rango vocal alcanzara y con el correr de las clases intentaríamos estirarlo tanto como fuera posible, aunque fuera mediante falsetes.
Estirando mi mano derecha hacia mi titular le requerí la planilla de los nombres de los alumnos…
Entonces, desde la ‘A’ hacia adelante, comencé a llamarlos.
Los primeros pasaron demasiado rápido y poco a poco fui conociendo sus dificultades pero también sus virtudes.
Cuando llegué a la letra ‘B’ me sentía más ansioso, masticando mi propia inseguridad… Sabiendo que la hora de la verdad se aproximaba.
Los minutos hasta que tocó aquel turno que esperaba tanto como rehuía, se hicieron eternos… entonces fue el turno de pronunciar su nombre en voz alta:
-Chrysomallis Thea –Pronunciar su nombre fue como gritar al borde de un precipicio, tan liberador como aterrador. Sublime y espantoso.
La tenía tan cerca cuando avanzó hacia el piano… y aún así había un abismo infranqueable entre nosotros…
-¿Comenzamos con F# en G? –Inquiero neutralmente presionando el acorde del semi-tono en dicha escala Mayor del teclado-
Lyssandro Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
En cuanto mi mirada se desvió a la ventana, al panorama a la distancia que esta me ofrecía, fruncí el ceño con incomodidad, sintiéndome libre de hacerlo al saber que nadie se interesaría por ver qué estaba haciendo en estos momentos. Aquella situación en general me ponía enferma, no sólo tenía que digerir el hecho de que Lyssandro, una vez más, se apartaba de mi lado como tantas veces en el pasado, ni el dolor que la distancia entre ambos me producía, sino que también ahora debía soportar su presencia como si de una burla se tratara, restregándome en la cara que no me necesitaba en su vida para poder avanzar. Pues bien, que así fuera, yo tampoco le necesitaba a él...
No lo podía entender, se suponía que, como buena hermana, debería estar feliz por él, por su logro de conseguir ser transferido a Francia como profesor en una prestigiosa institución. Sí, las cosas deberían ser así pero no lo eran, y ese detalle era el que no lograba comprender. ¿Por qué estaba actuando de forma tan egoísta? ¡Era mi hermano! Y merecía recibir todo el apoyo de mi parte, tal cual yo recibí el de él cuando tomé la decisión de mudarme a Japón en busca de mis sueños. Y aunque en verdad quisiera sonreír para el Chrysomallis, decirle con sinceridad que todo saldría bien y que deseaba estar al tanto de cada mínimo detalle de su nueva vida... No podía. Quería ser egoísta, lo quería sólo para mí. Quería recuperar el tiempo que perdí a su lado ante sus constantes idas y venidas, ante todos esos años en los que sufrí por su ausencia. En esas épocas sonreí y fingí lo mejor que pude, le brindé mi apoyo aun si aquello significaba una profunda herida en mi corazón. Llegué a mi límite de tolerancia, a ese punto en el que ya no podía seguir aparentando frente a él algo que en realidad no sentía. Sobre todo porque el mayor no tenía la confianza suficiente en mí como para compartir sus dichas y penas conmigo, a diferencia de como yo siempre lo hacía con mi hermano. El primero en enterarse de cuándo estaba triste, de cuándo algo me hacía sumamente dichosa, de todas mis confusiones y temores... siempre había sido Lyssandro. Pero yo no podía ser un sostén para él, ya me lo había dejado demasiado claro en muchas ocasiones anteriores como para no ser capaz de captar el mensaje ahora. Lo que yo sentía no era recíproco, esta relación sólo era unilateral.
Y estaba cansada de seguir sufriendo por su culpa.
¿Justo lo que estaba sucediendo ahora no era la mejor prueba de todas? Ni siquiera tuvo la gentileza ni la osadía de confiarme que estaría trabajando como auxiliar en Soffio... en la misma academia en la que yo estudiaba desde hacía ya un tiempo considerable. ¿Se le habría pasado tan insignificante detalle? ¿Quizá de eso se trataba aquel mensaje suyo que me llegó en la mañana y que decidí ignorar? Lo dudaba, pues no le dirían del trabajo de un día para otro, y en caso de tratarse la misiva de ello, ya era demasiado tarde para que lo considerara.
Preferí ignorarle, pasar por alto sus instrucciones ensayadas de voz apagada. Le trataría como a cualquier otro profesor auxiliar, y su modo tan escueto de plantarse frente a nosotros había conseguido que perdiera todo respeto por su autoridad como educador. Sólo cuando mis compañeros comenzaron a pasar al frente fue cuando dediqué verdadero interés en ellos y en lo que hacían. Retorné mi vista hacia el frente, allí donde el piano se encontraba colocado, y terminé por cerrar los ojos para apreciar con mayor profundidad los sonidos que llegaban a mí, practicando así mi habilidad auditiva y reconociendo los fallos ajenos para tomarlos en cuenta y no reproducirlos yo una vez que tocara mi turno.
Y este no se hizo esperar demasiado. Todo mi cuerpo se tensó en automático y volví a sentir la bilis ascender por mi esófago al escuchar su voz pronunciar aquel nombre. Todos mis profesores estaban al tanto de que, aunque estaba registrada bajo el nombre de Thea Chrysomallis, en realidad yo era Odette, y ya fuera por este último o sólo por mi apellido, era la forma en la que se dirigían hacia mi persona. El que fuera precisamente Lyssandro quien dijera algo que me resultaba desagradable de oír fue bastante chocante, cosa que se notó en mi lentitud al reaccionar y en mis movimientos mecánicos a la hora de ponerme en pie y dirigirme hacia el piano. Sin embargo decidí tragarme el nudo y en cambio contemplarle de forma fría y neutral una vez a su lado, como si su presencia estuviera muy lejos de mi propio interés.
-Le agradecería que se dirigiera a mí por mi apellido solamente -le solicité con propiedad, con tono calmado, antes de asentir-; y como usted diga.
En cuanto escuché aquel acorde lo reproduje en automático con mi voz, aplicando al mismo tiempo la técnica para el bel canto que consistía en bajar la laringe, levantar el paladar blando y utilizar todos los resonadores del cráneo para que la voz se escuchara sonora y clara a través de toda la estancia. Ejecuté cada una de las notas que el rubio le arrancaba al piano de forma impecable, aplicando mayor técnica al tanto que la escala iba en aumento y ascendía su dificultad para ser alcanzada. En cuanto llegué a mi rango más agudo, las notas del piano fueron descendiendo en tonalidad hasta las más graves, notándose ya mi dificultad en alcanzarlas una vez que nos aproximábamos a la segunda escala. Finalizado el ejercicio, me permití respirar con profundidad para recuperar el aliento. Escuché las felicitaciones de mi profesor titular y sin prestar atención a lo que Lyssandro pudiera decirme, emprendí mi camino de regreso a mi asiento.
O al menos ese hubiera sido el plan original, sino fuera porque en media acción tuve que detener mis pasos de forma aprupta al sentir cómo la visión se me tornaba por momentos borrosa. Mis piernas empezaron a perder la fuerza para sostener mi peso y, mientras caía, todo se tornó oscuro antes de que mi cuerpo terminara de colisionar contra el suelo, perdiendo así el conocimiento.
No lo podía entender, se suponía que, como buena hermana, debería estar feliz por él, por su logro de conseguir ser transferido a Francia como profesor en una prestigiosa institución. Sí, las cosas deberían ser así pero no lo eran, y ese detalle era el que no lograba comprender. ¿Por qué estaba actuando de forma tan egoísta? ¡Era mi hermano! Y merecía recibir todo el apoyo de mi parte, tal cual yo recibí el de él cuando tomé la decisión de mudarme a Japón en busca de mis sueños. Y aunque en verdad quisiera sonreír para el Chrysomallis, decirle con sinceridad que todo saldría bien y que deseaba estar al tanto de cada mínimo detalle de su nueva vida... No podía. Quería ser egoísta, lo quería sólo para mí. Quería recuperar el tiempo que perdí a su lado ante sus constantes idas y venidas, ante todos esos años en los que sufrí por su ausencia. En esas épocas sonreí y fingí lo mejor que pude, le brindé mi apoyo aun si aquello significaba una profunda herida en mi corazón. Llegué a mi límite de tolerancia, a ese punto en el que ya no podía seguir aparentando frente a él algo que en realidad no sentía. Sobre todo porque el mayor no tenía la confianza suficiente en mí como para compartir sus dichas y penas conmigo, a diferencia de como yo siempre lo hacía con mi hermano. El primero en enterarse de cuándo estaba triste, de cuándo algo me hacía sumamente dichosa, de todas mis confusiones y temores... siempre había sido Lyssandro. Pero yo no podía ser un sostén para él, ya me lo había dejado demasiado claro en muchas ocasiones anteriores como para no ser capaz de captar el mensaje ahora. Lo que yo sentía no era recíproco, esta relación sólo era unilateral.
Y estaba cansada de seguir sufriendo por su culpa.
¿Justo lo que estaba sucediendo ahora no era la mejor prueba de todas? Ni siquiera tuvo la gentileza ni la osadía de confiarme que estaría trabajando como auxiliar en Soffio... en la misma academia en la que yo estudiaba desde hacía ya un tiempo considerable. ¿Se le habría pasado tan insignificante detalle? ¿Quizá de eso se trataba aquel mensaje suyo que me llegó en la mañana y que decidí ignorar? Lo dudaba, pues no le dirían del trabajo de un día para otro, y en caso de tratarse la misiva de ello, ya era demasiado tarde para que lo considerara.
Preferí ignorarle, pasar por alto sus instrucciones ensayadas de voz apagada. Le trataría como a cualquier otro profesor auxiliar, y su modo tan escueto de plantarse frente a nosotros había conseguido que perdiera todo respeto por su autoridad como educador. Sólo cuando mis compañeros comenzaron a pasar al frente fue cuando dediqué verdadero interés en ellos y en lo que hacían. Retorné mi vista hacia el frente, allí donde el piano se encontraba colocado, y terminé por cerrar los ojos para apreciar con mayor profundidad los sonidos que llegaban a mí, practicando así mi habilidad auditiva y reconociendo los fallos ajenos para tomarlos en cuenta y no reproducirlos yo una vez que tocara mi turno.
Y este no se hizo esperar demasiado. Todo mi cuerpo se tensó en automático y volví a sentir la bilis ascender por mi esófago al escuchar su voz pronunciar aquel nombre. Todos mis profesores estaban al tanto de que, aunque estaba registrada bajo el nombre de Thea Chrysomallis, en realidad yo era Odette, y ya fuera por este último o sólo por mi apellido, era la forma en la que se dirigían hacia mi persona. El que fuera precisamente Lyssandro quien dijera algo que me resultaba desagradable de oír fue bastante chocante, cosa que se notó en mi lentitud al reaccionar y en mis movimientos mecánicos a la hora de ponerme en pie y dirigirme hacia el piano. Sin embargo decidí tragarme el nudo y en cambio contemplarle de forma fría y neutral una vez a su lado, como si su presencia estuviera muy lejos de mi propio interés.
-Le agradecería que se dirigiera a mí por mi apellido solamente -le solicité con propiedad, con tono calmado, antes de asentir-; y como usted diga.
En cuanto escuché aquel acorde lo reproduje en automático con mi voz, aplicando al mismo tiempo la técnica para el bel canto que consistía en bajar la laringe, levantar el paladar blando y utilizar todos los resonadores del cráneo para que la voz se escuchara sonora y clara a través de toda la estancia. Ejecuté cada una de las notas que el rubio le arrancaba al piano de forma impecable, aplicando mayor técnica al tanto que la escala iba en aumento y ascendía su dificultad para ser alcanzada. En cuanto llegué a mi rango más agudo, las notas del piano fueron descendiendo en tonalidad hasta las más graves, notándose ya mi dificultad en alcanzarlas una vez que nos aproximábamos a la segunda escala. Finalizado el ejercicio, me permití respirar con profundidad para recuperar el aliento. Escuché las felicitaciones de mi profesor titular y sin prestar atención a lo que Lyssandro pudiera decirme, emprendí mi camino de regreso a mi asiento.
O al menos ese hubiera sido el plan original, sino fuera porque en media acción tuve que detener mis pasos de forma aprupta al sentir cómo la visión se me tornaba por momentos borrosa. Mis piernas empezaron a perder la fuerza para sostener mi peso y, mientras caía, todo se tornó oscuro antes de que mi cuerpo terminara de colisionar contra el suelo, perdiendo así el conocimiento.
Odette Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
Aquello sonó como una interpelación, entonces antes de proseguir con la escala la miré con un desdén que no sentía; con el mismo con el que hubiera mirado a cualquier alumno que no hubiera acertado con su trato hacia mí.
-Le daré el mismo trato que al resto de sus compañeros, Señorita. Nadie tiene corona aquí.
Sin aguardar una respuesta mordaz que no tendría cabida en aquella situación proseguí a tocar la escala correspondiente, llevándola desde el tono más agudo hacia el más grave del conjunto, y luego nuevamente en orden ascendente hasta que afinó el último Fa Sostenido; quizás con una entonación perfecta pero absolutamente desganada y carente de potencia; aunque desde luego esa era una observación pertinente en caso de que esto se tratara de una presentación y no de un mero ejercicio al que había aplicado sin errores.
Llegada esa instancia le permití retirarse como había hecho con sus anteriores compañeros. Traté de que mi garganta volviera a la normalidad luego de sentirse tan brutalmente sofocada; sin embargo en cuanto estuve listo para llamar al siguiente alumno en mi lista, mis ojos alcanzaron a percibir por el rabillo a una sombra cobriza desplomándose.
Los consecuentes segundos transcurrieron como en cámara lenta, mientras mi cuello giraba hacia el sitio de la colisión, el coro de voces que acusaban con urgencia el nombre de “Odette”, comenzó a agitarse como un avispero; pronto un pitido se me instaló en el oído interno y como si fuera un autómata cuyo cuerpo no obedecía más que a un instinto primitivo, me incorporé con brusquedad y avancé a largas y rápidas zancadas hacia el sitio donde ella languidecía inconsciente.
Con las manos temblorosas, levanté su torso mientras mis ojos buscaban en medio del caos al profesor titular.
-Profesor… P---permítame llevarla a la enfermería, es mi hermana después de todo…-Mi voz brotó como una plegaria rota, pero no tuve que suplicar por ello, después de todo; como el hombre señaló; yo hubiera sido la persona que tendrían que contactar para hacerse cargo de la situación.
Como pude alcé el cuerpo de Odette del suelo, aún con su peso muerto era asombrosamente ligera; los murmullos no cesaron mientras me la llevaba del aula, pero honestamente no pude ni quise atender a ellos; aún cuando por lo regular habría cuidado las formas y habría buscado cualquier excusa para opacar mi interés inclaudicable en ella, cuando acabábamos en esta clase de situaciones todas esas alarmas perdían toda influencia sobre mí… No podía guardar las apariencias cuando todo me urgía a protegerla.
No tardé en llegar a la enfermería y que el doctor me ayudara a disponerla en la camilla mientras examinaba su presión arterial, la cual resultó estar escandalosamente baja; luego de comprobar su historia clínica le suministró una pastilla de sodio sublingual y cuando pasaron unos minutos volvió a revisarla comprobando que comenzaba a estabilizarse.
Por el momento solo le quedaba descansar hasta que su presión se elevara a índices regulares, por lo que el médico nos dejó a solas por un rato hasta que ella recobrar la consciencia y pudiera informar qué era lo que estaba sintiendo
-En verdad no tienes una idea de cómo odio esta faceta de ti que siempre acaba empujándote hasta esta instancia…
Entre indignado y compungido, apenas mis nudillos rozan su mano, percibiendo un ligero movimiento de sus dedos bajo mi tacto.
Apenas la percibo dejo caer mi mano y me recargo en la silla junto a la cama, manteniendo una distancia prudencial de ella a la expectativa de que pronto despierte.
-Le daré el mismo trato que al resto de sus compañeros, Señorita. Nadie tiene corona aquí.
Sin aguardar una respuesta mordaz que no tendría cabida en aquella situación proseguí a tocar la escala correspondiente, llevándola desde el tono más agudo hacia el más grave del conjunto, y luego nuevamente en orden ascendente hasta que afinó el último Fa Sostenido; quizás con una entonación perfecta pero absolutamente desganada y carente de potencia; aunque desde luego esa era una observación pertinente en caso de que esto se tratara de una presentación y no de un mero ejercicio al que había aplicado sin errores.
Llegada esa instancia le permití retirarse como había hecho con sus anteriores compañeros. Traté de que mi garganta volviera a la normalidad luego de sentirse tan brutalmente sofocada; sin embargo en cuanto estuve listo para llamar al siguiente alumno en mi lista, mis ojos alcanzaron a percibir por el rabillo a una sombra cobriza desplomándose.
Los consecuentes segundos transcurrieron como en cámara lenta, mientras mi cuello giraba hacia el sitio de la colisión, el coro de voces que acusaban con urgencia el nombre de “Odette”, comenzó a agitarse como un avispero; pronto un pitido se me instaló en el oído interno y como si fuera un autómata cuyo cuerpo no obedecía más que a un instinto primitivo, me incorporé con brusquedad y avancé a largas y rápidas zancadas hacia el sitio donde ella languidecía inconsciente.
Con las manos temblorosas, levanté su torso mientras mis ojos buscaban en medio del caos al profesor titular.
-Profesor… P---permítame llevarla a la enfermería, es mi hermana después de todo…-Mi voz brotó como una plegaria rota, pero no tuve que suplicar por ello, después de todo; como el hombre señaló; yo hubiera sido la persona que tendrían que contactar para hacerse cargo de la situación.
Como pude alcé el cuerpo de Odette del suelo, aún con su peso muerto era asombrosamente ligera; los murmullos no cesaron mientras me la llevaba del aula, pero honestamente no pude ni quise atender a ellos; aún cuando por lo regular habría cuidado las formas y habría buscado cualquier excusa para opacar mi interés inclaudicable en ella, cuando acabábamos en esta clase de situaciones todas esas alarmas perdían toda influencia sobre mí… No podía guardar las apariencias cuando todo me urgía a protegerla.
No tardé en llegar a la enfermería y que el doctor me ayudara a disponerla en la camilla mientras examinaba su presión arterial, la cual resultó estar escandalosamente baja; luego de comprobar su historia clínica le suministró una pastilla de sodio sublingual y cuando pasaron unos minutos volvió a revisarla comprobando que comenzaba a estabilizarse.
Por el momento solo le quedaba descansar hasta que su presión se elevara a índices regulares, por lo que el médico nos dejó a solas por un rato hasta que ella recobrar la consciencia y pudiera informar qué era lo que estaba sintiendo
-En verdad no tienes una idea de cómo odio esta faceta de ti que siempre acaba empujándote hasta esta instancia…
Entre indignado y compungido, apenas mis nudillos rozan su mano, percibiendo un ligero movimiento de sus dedos bajo mi tacto.
Apenas la percibo dejo caer mi mano y me recargo en la silla junto a la cama, manteniendo una distancia prudencial de ella a la expectativa de que pronto despierte.
Lyssandro Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
¿Qué significaba aquella bruma a mi alrededor? Un lugar oscuro y frío, silencioso y solitario. ¿Dónde estaba? ¿Qué me había sucedido? En aquel lugar era capaz de escuchar mis propios pensamientos, y era lo que más temía de todo: pensar, sentir... nada de aquello tenía cabida en mi vida en esos momentos. No, porque sabía que de permitirme sólo un respiro para cuestionarme las situaciones y modos de actuar, terminaría derrumbándome.
Y yo no podía derrumbarme, tenía que mantenerme fuerte para que nadie fuera capaz de contemplar mi faceta vulnerable. Porque para cumplir mis sueños era necesario guardar las apariciencias. Necesitaba aferrarme a mi máscara, a mi fachada.
Pero allí no podía fingir, no podía dejarme llevar por la rutina diaria de mi vida. Eramos la nada y yo, enfrentadas en un abismo de desesperanza y soledad que no tenía fin. Quería salir de allí, ¡me negaba estar allí!
Que alguien me sacara... por favor...
Me encogí sobre mí misma mientras un nuevo ruido fue captado por mis oídos, descubriendo con sorpresa y temor que se trataban de mis propios sollozos. No, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, para contener todos aquellos sentimientos reprimidos y que ahora con libertad e ímpetu se desbordaban de mi alma, dispuestos a sofocarme en ellos hasta asfixiarme. Alcé la mirada y me encontré con los llorosos ojos hazel de una niña. Me resultaban familiares y a la vez desconocidos, como si fueran parte de un recuerdo muy lejano, quizá de otra vida pasada la cual ya no era capaz de recuperar. Los contemplé en silencio, con duda, hasta que pude descubrir el reflejo de los míos en ellos. Y fue cuando caí en cuenta de qué era lo que estaba pasando.
La niña ante mí no era otra sino yo misma, mi propio reflejo de diez años atrás. Y aún después de descubrir con miedo y asombro este hecho, nada dije al respecto.
-¿Dejarás que las cosas queden así?
Abrí los ojos perplejidad ante aquel enfrentamiento directo, pues nunca me cruzó por la mente que mi propia proyección, en medio de aquella oscuridad, fuera capaz de encararme de aquella forma. ¿Cuándo fue que perdí esa valentía para decir las cosas? ¿Dónde quedó aquella niña que se fijaba una meta y no claudicaba hasta que no se vieran sus sueños hechos realidad? Creí que había desaparecido desde hacía mucho tiempo atrás... Cuando me forcé a madurar, por mi propio bien.
-¿De verdad permitirás que todo termine así, sin decir nada?
¿Qué podía decirle para consolarla, para calmar sus dudas? Ni siquiera sabía a qué se refería. La pequeña entrecerró los ojos, permitiendo así que las lágrimas brotaran con renovadas fuerzas.
-Tú no quieres perderlo... ¿verdad? -cuestionó con voz susurrada pero llena de desesperación, como si le hubiesen arrancado una parte vital de su esencia- yo... traté de retenerlo a mi lado, pero no fui capaz de hacer que se quedara. Yo no quise que se fuera, y siempre esperé... Tú tampoco quieres perderlo, ¿verdad?
Yo...
-¡¿Verdad?!
Pero yo no sabía cómo detenerlo. Si en el pasado no fui capaz de convencerlo, ahora era imposible. Ni siquiera valía la pena que lo intentara...
-De verdad te duele perderlo... Si es así, ¡deberías de decirlo, sé más honesta con tus sentimientos!
No sabía cómo hacerlo, ¡no tenía ya la fortaleza para creer en mí misma! De haber sabido que las cosas terminarían así, hubiese deseado que nunca regresara...
-¡¡No dejes que se vaya!!
¡¿Y qué se suponía que debía hacer?! ¿Decírselo sin más? ¿Que me dolía aquella franja que nos separaba? ¿Que su indiferencia era un veneno que poco a poco me robaba la vida?
No, aquello no era posible...
-Dilo... tan sólo dilo...
No era capaz de tener la fortaleza de antaño... De nada serviría...
-¡No quiero perderlo!
Me incorporé de golpe, con aquellas palabras desgarrando mis cuerdas vocales al tanto que mis músculos se quejaban de aquel brusco movimiento. De lo primero que fui consciente era que mi visión era borrosa, y al segundo siguiente comprendí que aquello era debido a mis propias lágrimas. Pestañeé un par de veces para deshacerme de ellas mientras obligaba a mi mente asimilar lo que estaba sucediendo, pues no me encontraba en aquel sombrío páramo de soledad y silencio, sino en una pulcra habitación que no era capaz de reconocer en esos momentos.
Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, me llevé ambas manos a la boca como si quisiera contener mis náuseas, y en realidad así era. Cerré los ojos con fuerza y me esforcé por serenarme, por tratar de calmar aquel ácido dolor en mi estómago.
Todo había sido tan real, aquella sensación de impotencia aún no desaparecía...
Y yo no podía derrumbarme, tenía que mantenerme fuerte para que nadie fuera capaz de contemplar mi faceta vulnerable. Porque para cumplir mis sueños era necesario guardar las apariciencias. Necesitaba aferrarme a mi máscara, a mi fachada.
Pero allí no podía fingir, no podía dejarme llevar por la rutina diaria de mi vida. Eramos la nada y yo, enfrentadas en un abismo de desesperanza y soledad que no tenía fin. Quería salir de allí, ¡me negaba estar allí!
Que alguien me sacara... por favor...
Me encogí sobre mí misma mientras un nuevo ruido fue captado por mis oídos, descubriendo con sorpresa y temor que se trataban de mis propios sollozos. No, ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, para contener todos aquellos sentimientos reprimidos y que ahora con libertad e ímpetu se desbordaban de mi alma, dispuestos a sofocarme en ellos hasta asfixiarme. Alcé la mirada y me encontré con los llorosos ojos hazel de una niña. Me resultaban familiares y a la vez desconocidos, como si fueran parte de un recuerdo muy lejano, quizá de otra vida pasada la cual ya no era capaz de recuperar. Los contemplé en silencio, con duda, hasta que pude descubrir el reflejo de los míos en ellos. Y fue cuando caí en cuenta de qué era lo que estaba pasando.
La niña ante mí no era otra sino yo misma, mi propio reflejo de diez años atrás. Y aún después de descubrir con miedo y asombro este hecho, nada dije al respecto.
-¿Dejarás que las cosas queden así?
Abrí los ojos perplejidad ante aquel enfrentamiento directo, pues nunca me cruzó por la mente que mi propia proyección, en medio de aquella oscuridad, fuera capaz de encararme de aquella forma. ¿Cuándo fue que perdí esa valentía para decir las cosas? ¿Dónde quedó aquella niña que se fijaba una meta y no claudicaba hasta que no se vieran sus sueños hechos realidad? Creí que había desaparecido desde hacía mucho tiempo atrás... Cuando me forcé a madurar, por mi propio bien.
-¿De verdad permitirás que todo termine así, sin decir nada?
¿Qué podía decirle para consolarla, para calmar sus dudas? Ni siquiera sabía a qué se refería. La pequeña entrecerró los ojos, permitiendo así que las lágrimas brotaran con renovadas fuerzas.
-Tú no quieres perderlo... ¿verdad? -cuestionó con voz susurrada pero llena de desesperación, como si le hubiesen arrancado una parte vital de su esencia- yo... traté de retenerlo a mi lado, pero no fui capaz de hacer que se quedara. Yo no quise que se fuera, y siempre esperé... Tú tampoco quieres perderlo, ¿verdad?
Yo...
-¡¿Verdad?!
Pero yo no sabía cómo detenerlo. Si en el pasado no fui capaz de convencerlo, ahora era imposible. Ni siquiera valía la pena que lo intentara...
-De verdad te duele perderlo... Si es así, ¡deberías de decirlo, sé más honesta con tus sentimientos!
No sabía cómo hacerlo, ¡no tenía ya la fortaleza para creer en mí misma! De haber sabido que las cosas terminarían así, hubiese deseado que nunca regresara...
-¡¡No dejes que se vaya!!
¡¿Y qué se suponía que debía hacer?! ¿Decírselo sin más? ¿Que me dolía aquella franja que nos separaba? ¿Que su indiferencia era un veneno que poco a poco me robaba la vida?
No, aquello no era posible...
-Dilo... tan sólo dilo...
No era capaz de tener la fortaleza de antaño... De nada serviría...
-¡No quiero perderlo!
Me incorporé de golpe, con aquellas palabras desgarrando mis cuerdas vocales al tanto que mis músculos se quejaban de aquel brusco movimiento. De lo primero que fui consciente era que mi visión era borrosa, y al segundo siguiente comprendí que aquello era debido a mis propias lágrimas. Pestañeé un par de veces para deshacerme de ellas mientras obligaba a mi mente asimilar lo que estaba sucediendo, pues no me encontraba en aquel sombrío páramo de soledad y silencio, sino en una pulcra habitación que no era capaz de reconocer en esos momentos.
Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, me llevé ambas manos a la boca como si quisiera contener mis náuseas, y en realidad así era. Cerré los ojos con fuerza y me esforcé por serenarme, por tratar de calmar aquel ácido dolor en mi estómago.
Todo había sido tan real, aquella sensación de impotencia aún no desaparecía...
Odette Chrysomallis
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Re: Unchained Melody [Priv. Odette]
Quince minutos transcurrieron hasta que me levanté para ir por un descafeinado a la máquina que había en la enfermería, por alguna razón mis manos temblaban y la cafeína solo habría empeorado eso.
Apenas había terminado de llenar el vaso de pasta cuando alcancé a escuchar aquel clamor que distinguí como la voz rota de Odette, prácticamente arrojé el café a la basura mientras me apresuraba de regreso hacia detrás del biombo que separaba el sector del consultorio del de reposo.
Mi respiración agitada provocaba que mi pecho subiera y bajara a un ritmo agresivo mientras la observaba desde aquella distancia infranqueable, incapaz de decir una sola palabra sobre la imagen que atestiguaban mis ojos.
Sentí una presión descomunal a la altura del corazón. Mi mano se elevó hasta presionarse y cerrarse contra el esternón mientras contenía mis propias lágrimas.
Nunca lo había tolerado. Nunca había sido capaz de presenciar su dolor sin sentir que algo se rompía profundamente dentro de mí. No solo lastimaba, calaba tan hondo que se instalaba que se volvía insoportable.
Avancé inseguro hacia la cama, sabía que había una distancia infranqueable, un muro indestructible entre nosotros, pero necesitaba, más que nunca, que por un minuto las máscaras se cayeran. Necesitaba consolarla… Necesitaba que esos ojos que brillaban por lágrimas contenidas se iluminaran con el brillo de su sonrisa de nuevo.
¿Qué estaba tan jodidamente mal conmigo que siempre que estaba cerca suyo acababa hiriéndola de alguna nueva manera?
Tendría que quedarme allí a averiguarlo. Por un lado quería que estallara en llanto, que se permitiera romperse y permitirme estar a su lado tanto como pudiera, hasta que nuestro tiempo se acabara… Por otro lado me resistía a verla rota otra vez, no sería capaz de tolerar la culpa que pudiera corresponderme en toda esta situación.
-Det… -No medié más acciones. Mis pies se movieron casi mecánicamente hacia la cama, mientras me dejaba caer en cuclillas junto a ella, contemplándola desde abajo; intentando descifrar el tormento de caóticas emociones que sentía dirigidas hacia mí.
Su palidez me provocó un estremecimiento. Parecía tan frágil y enfermiza… adjetivos que nunca le hubieran encajado bien.
Al percatarme de lo que podía significar aquel gesto de su mano cubriendo su boca, estiré mi mano hacia el cuenco vacía de la basura, para acercarlo hacia ella.
-¿Qué sientes? ¿Llamo al doctor?-Inquiero con preocupación. Aunque durante unos segundos no recibo respuesta alguna. El silencio incómodo se eterniza y antes de darme cuenta, me encuentro hablando de nuevo… como si algo de lo que pudiera decir fuera a cambiar las cosas. Como si cualquier explicación que pudiera dar pudiera bastar para no seguir siendo un cretino.
-Te desmayaste… has estado inconsciente hasta recién... Sé que no es el momento ni el lugar apropiado para conversar, pero hay muchas cosas que quiero decirte… Después de lo que pasó en mi despedida. Como me comporté… Como te di la noticia de mi partida. Sé que estoy en falta contigo… como siempre. Quería quitarle importancia al hecho… no a ti... y al final todo se salió de control. Las cosas no debieron ser así… -Susurro con la voz rota por la culpa, mientras con una de mis manos mantengo firme el cuenco, delante de su pecho, y con la otra me aferro a su rodilla derecha en un movimiento inconsciente.
Apenas había terminado de llenar el vaso de pasta cuando alcancé a escuchar aquel clamor que distinguí como la voz rota de Odette, prácticamente arrojé el café a la basura mientras me apresuraba de regreso hacia detrás del biombo que separaba el sector del consultorio del de reposo.
Mi respiración agitada provocaba que mi pecho subiera y bajara a un ritmo agresivo mientras la observaba desde aquella distancia infranqueable, incapaz de decir una sola palabra sobre la imagen que atestiguaban mis ojos.
Sentí una presión descomunal a la altura del corazón. Mi mano se elevó hasta presionarse y cerrarse contra el esternón mientras contenía mis propias lágrimas.
Nunca lo había tolerado. Nunca había sido capaz de presenciar su dolor sin sentir que algo se rompía profundamente dentro de mí. No solo lastimaba, calaba tan hondo que se instalaba que se volvía insoportable.
Avancé inseguro hacia la cama, sabía que había una distancia infranqueable, un muro indestructible entre nosotros, pero necesitaba, más que nunca, que por un minuto las máscaras se cayeran. Necesitaba consolarla… Necesitaba que esos ojos que brillaban por lágrimas contenidas se iluminaran con el brillo de su sonrisa de nuevo.
¿Qué estaba tan jodidamente mal conmigo que siempre que estaba cerca suyo acababa hiriéndola de alguna nueva manera?
Tendría que quedarme allí a averiguarlo. Por un lado quería que estallara en llanto, que se permitiera romperse y permitirme estar a su lado tanto como pudiera, hasta que nuestro tiempo se acabara… Por otro lado me resistía a verla rota otra vez, no sería capaz de tolerar la culpa que pudiera corresponderme en toda esta situación.
-Det… -No medié más acciones. Mis pies se movieron casi mecánicamente hacia la cama, mientras me dejaba caer en cuclillas junto a ella, contemplándola desde abajo; intentando descifrar el tormento de caóticas emociones que sentía dirigidas hacia mí.
Su palidez me provocó un estremecimiento. Parecía tan frágil y enfermiza… adjetivos que nunca le hubieran encajado bien.
Al percatarme de lo que podía significar aquel gesto de su mano cubriendo su boca, estiré mi mano hacia el cuenco vacía de la basura, para acercarlo hacia ella.
-¿Qué sientes? ¿Llamo al doctor?-Inquiero con preocupación. Aunque durante unos segundos no recibo respuesta alguna. El silencio incómodo se eterniza y antes de darme cuenta, me encuentro hablando de nuevo… como si algo de lo que pudiera decir fuera a cambiar las cosas. Como si cualquier explicación que pudiera dar pudiera bastar para no seguir siendo un cretino.
-Te desmayaste… has estado inconsciente hasta recién... Sé que no es el momento ni el lugar apropiado para conversar, pero hay muchas cosas que quiero decirte… Después de lo que pasó en mi despedida. Como me comporté… Como te di la noticia de mi partida. Sé que estoy en falta contigo… como siempre. Quería quitarle importancia al hecho… no a ti... y al final todo se salió de control. Las cosas no debieron ser así… -Susurro con la voz rota por la culpa, mientras con una de mis manos mantengo firme el cuenco, delante de su pecho, y con la otra me aferro a su rodilla derecha en un movimiento inconsciente.
Lyssandro Chrysomallis
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