[CERRADO] Ot ulybki odin shag do toski ♠ Odette

Un poco más y estaríamos en la puerta de la famosa mansión Lobbosco, el tiempo podía reducirse fácilmente en el Ferrari California elegido especialmente para la noche, pero la verdad era que… seguridad de querer llegar no tenía. En los últimos días el ambiente entre ambos había estado mas que tenso, una parte de mi insistía en que lo mejor sería empezar a callarse muchas cosas para evitar hacerle sentir incómoda sin embargo, la otra parte rechazaba por completo el camino que implicaba dar marcha atrás y reprimir gran parte de mi. ¿Por qué habría de hacerlo? Si iba a ir tras sus sentimientos, lo haría siendo yo mismo. ¿Problemático? Sí, muy probablemente, pero si fuese fácil ¿qué caso tendría vivir?

Afortunadamente Odette  aceptó ir conmigo al evento que su academia ofrecía esa noche, nunca supe si en sus planes siempre estuvo el asistir, si esperaba que algún compañero la invitase o si en efecto alguien lo había hecho y ella le rechazó. La forma en que yo se lo pedí tampoco fue lo mas creativo del mundo y quizá tan solo aceptó porque realmente me quería fuera de la habitación, pero nada de eso importaba ya, me había aceptado y con eso me bastaba.

Un alto nos detuvo y si el silencio no reinó entre nosotros fue gracias a la música que sonaba en el auto.  La miré de reojo mientras esperaba el cambio de color en el semáforo, sin duda alguna sus gustos eran exquisitos pues como de costumbre la vestimenta le sentaba de maravilla. Estaba seguro de que mas de una mirada se perdería en ella durante la fiesta pero nada podía hacer al respecto, su belleza venía de la naturaleza misma y con ésta a su favor era imposible no atraer la atención de otros.

–Si quieres que vaya más rápido, solo dilo.– comenté  girando el rostro hacia ella para poder observarle con mas comodidad, manteniendo solo la mano derecha sobre el volante. –¿Quedaste de reunirte con alguien en específico? ¿Alguna amiga, tal vez…?– en ese momento me hubiese encantado poder dar una caricia a su mejilla, pero en cuanto a tacto… sí me contenía. Desde el incidente en la playa… no me atrevía a tocarla a menos de que se tratara de algún formalismo. Con expresión de inconformidad por los límites auto impuestos volví la vista al frente, avanzando a segundos de que el color verde se dejara ver. No podía ser posible que la cobardía me estuviese ganando, de nada servía disfrazarla de respeto…

Aún no sabía cómo describir el escenario en general. Muchas palabras creativas pasaban por mi mente, una detrás de otra, pero la que mejor podría encajar en una conversación sería la de "increíble"
¡¿En serio había comprado un auto tan caro sólo para esa situación?!
Volteé a verlo de reojo, con la ceja enarcada inquisitivamente, y después centré la vista en el panorama del exterior que rápidamente ibamos dejando atrás. Era totalmente increíble, y absurdo. ¿Por qué se desgastaba tanto por esa clase de detalles? Nunca había visto aquel carísimo automóvil en el lugar donde solía guardar todos su demás medios de transportes, los cuales no eran pocos ni baratos. Teniendo tanta variedad por escoger... ¿En serio había tenido que gastar en otro sólo para aquella ocasión? Ni que fuera tan especial el asunto.... Suspiré discretamente, borrando toda esa clase de reproches de mi mente. En primera porque eran totalmente innecesarios que estuvieran rondando por allí ya que nunca los iba a exteriorizar. En segundo porque no era de mi incumbencia en que gastaba su dinero, punto y final.
Nos detuvimos frente a un semáforo y mi mirada se perdió un momento en el color rojo del artefacto frente a nosotros, hasta que su voz me obligó a desviar esta hacia su perfil delineado en la escasa iluminación del interior del vehículo. El silencio llevado entre nosotros hasta ese momento no había sido incómodo, porque para mi buena fortuna, aquel que sería próximo a convertirse mi esposo tenía muy buen gusto en cuanto a música se refería, por lo que en ese aspecto me quedaba conforme escuchando lo que el estéreo reproducía, sobre todo en ese momento. Esa pieza en específico era realmente cautivante. Además, ¿qué más podíamos hacer? Desde aquel incidente en la playa nuestro ambiente juntos se había tornado... un tanto pesado. Justo en ese momento las palabras dichas por él esa vez resonaron de nueva cuenta en mi mente, provocando que quedara petríficada en mi asiento y que el color subiera a mis mejillas. Inmediatamente traté de desecharlas, antes de que el otro se percatara de que algo fuera de lo normal estaba aconteciendo en mí. Qué palabras tan más odiosas las de aquel día...
-Considero que sería un tanto peligroso aumentar la velocidad cuando aún nos encontramos en la ciudad. No dudo de la capacidad de tu nuevo juguetito, pero resérvala hasta que nos encontremos en carretera, que ya no falta mucho -respondí al fin, obligándome a mantener una conversación imparcial para sacar de mi mente cualquier otra clase de pensamiento fuera de lugar. Volteé a verlo cuando se calló abruptamente, sin terminar la oración. Enarqué una ceja- ¿O...? De una u otra forma, no quedé de verme con absolutamente nadie, ¿no fuiste tú quien me invitó para acompañarle a este evento? Es obvio que no voy a dejarte de lado por alguien más... -dirigí la mirada hacia la ventanilla de mi lado, inclinando el rostro hacia ese lado para conseguirlo- ¿Qué clase de prometida crees que soy? -mascullé muy por lo bajo, antes de suspirar con resignación- Por cierto, tu traje... El rojo te queda muy bien 
¿Ese había sido un intento de halago por mi parte? ¿En serio? 
Vaya nochecita prometía esa...

No pude evitar lanzar un casi imperceptible suspiro mientras mi vista seguía perdida en el panaroma del exterior sumergido en penumbra y con sus palabras, acompañadas por la gratificante música, resonando de fondo. Ya habíamos salido a carretera y Dante procuró dejar atrás al carro de frente, aumentando así la velocidad prometida y sonreír suavemente. Quizá no fuera tan malo, después de todo ambos compartíamos ese gusto junto con la valoración de cada uno por las buenas motocicletas y auto, sin tomar en cuenta que la afinación de él podía ser un tanto más exagerada que la mía. ¿A quién mentía? Yo nunca compraría un auto para cada ocasión especial. La ventaja de ser dueños y trabajar en una compañía que se dedicaba internacionalmente a eso.
-No tengo amigos -respondí con indeferencia, aún puesta mi atención en la ventana de mi lado. Me encogí de hombros- En realidad mi tiempo dentro de la academia es sumamente reducido y me dedico única y exclusivamente a mis clases, la mayoría particulares debido a que la mayoría de las veces no puedo ajustarme a los horarios establecidos. Es lógico pensar, entonces, que no tengo tiempo para socializar con nadie, soy una absoluta extraña en ese lugar y no conozco a nadie... -desvié la mirada al frente y me acomodé mejor en mi asiento. No faltaba mucho para llegar si Dante mantenía esa velocidad constante, pero la idea de dormir no me parecía tan mala en esos momentos; mi semana no había sido la mejor del mundo- Con los únicos que interacciono medianamente bien son con los que trabajo, en gran medida el set de Gastón, pero ellos están en América por cuestiones de trabajo, así que no están invitados -cerré los ojos y volví a suspirar- Ironías de la vida, eres el único con el que puedo estar en estos momentos...
¿Pesar por eso? Para nada, ni por los amigos inexistentes ni por su presencia. Para mí era claro que ese tipo de circunstancias se habían repetido constantemente a lo largo de mi vida, desde que era una niña y, junto con mi hermano, tomábamos clases impartidas por tutores particulares y especializados que nuestros padres contrataban con detalle y esmero. Después, en mis años de Japón, el trabajo por hacerme lugar en el medio del espectáculo y de que mi nombre fuera conocido fue demasiado arduo como para darme el lujo de asistir al instituto como cualquier chica normal y socializar con los demás estudiantes. ¿Y ahora qué? Nada. Aunque las cosas no habían salido como yo quería, aún tenía un camino demasiado largo y extenuando como para detenerme en ese momento a reconciderar en todo lo que me he perdido. Estaba segura que mis sueños se cumplirían tarde o temprano, aunque para ello necesitara desviarme un poco y tomar otras rutas. Al fin y al cabo había trabajado todo este tiempo para conseguirlo, ¿no?
Reí suavemente, sin importarme ser tildada de loca por mi acompañante. Era curioso que la primera persona en mi vida con todo el potencial para convertirse en mi primer y único amigo, fuera precisamente aquel que por obligación debía casarse conmigo. La vida podía ser muy cruel e injustas en muchas ocasiones... ¿Cómo hubiera sido mi relación con Dante Zuegg si aquel matrimonio no existiera? ¿Si no tuvieramos que ser prometidos por mandatos de nuestros padres? Si sólo le hubiera conocido como una persona más que se cruzaba en mi destino, y ya. Definitivamente el hecho de compartir tantas cosas lo hubiera convertido en alguien llamativo para mi atención, jamás hubiera pasado por desapercibido. Hubieramos podido ser grandes amigos, sin ningún obstáculo que retuviera nuestra relación.
¿Ahora qué eramos exactamente? No lo sabía y ni me interesaba averiguarlo. Al fin y al cabo, el hubiera jamás existiría...
Ni siquiera me tomé la delicadeza de corresponder sus buenos deseos de divertirme en aquella velada, para mí era notorio que por mi parte no tendría inconveniente alguno siempre y cuando se limitara a comportarse como era debido, sin adquirir aquella actitud apegada que tanto detestaba en él. ¿Por qué no podía darse cuenta que mi desagrado no provenía porque fuera él mi prometido, sino porque odiaba cualquier cosa que tuviera que ver con romance ligado a mi persona? Era tan obvio...
Dejé que el silencio, sólo interrumpido por la música que brotaba del estéreo del auto, nos acompañara por un rato más. Tiempo en el que me dediqué a admirar lo poco que podía apreciar del paisaje que dejábamos rápidamente atrás.
-Por cierto, te quería comentar que la próxima semana viajo a Grecia por un compromiso que tengo en la capital. De allí me pasaré a la casa de veraneo de mis padres para estar con ellos unos cuantos días -informé con despreocupación y desvié la mirada hacia la silueta de su perfil- ¿Te gustaría acompañarme? Podría enseñarte algunos lugares que me gustan de mi país y en los que me crié... No quiero ser un estorbo para tu trabajo, por lo que si tienes pendientes laborales lo comprenderé, al fin y al cabo que es la misma razón la que me obliga en primera instancia a ausentarme dos semanas; aunque me gustaría que pudieras venir... Creo que sería divertido.
La invitación estaba lanzada, sólo era cosa de que él tomara la decisión... Mi parte ya estaba hecha.
Enfoqué la vista al frente, sin esperar realmente una respuesta inmediata por su parte.

Canción:

-¿Lo dices en serio? -pregunté con incredulidad, girando mi rostro para poder observarle aunque fuera sólo el perfil parcialmente en tinieblas. Esperé un tiempo considerable de silencio antes de que una suave insinuación de sonrisa apareciera en mis labios, una que seguramente el no podría ser capaz de ver. ¿Por qué me hacía tan dichosa la sola idea de que él vendría conmigo? Definitivamente no tenía sentido, tomando en cuenta que le aborrecía desde que me enteré de su existencia. Volví a fijar la vista al frente, observando la silueta de la enorme mansión que teníamos ante nosotros y que pertenecía a la prestigiosa familia de los Lobbosco. Y de nuevo la cuestión volvía a mí: ¿Qué hubiera pasado entre nosotros si aquel compromiso no existiera y nos hubieramos conocido como dos personas más en el mundo, sin intención alguna de que las cosas avanzaran de la forma que lo hacían ahora? ¿Podría ser... mi amigo ahora? Las cosas no tenías por qué ser así, y ciertamente yo no hacía nada para que fueran a mejor, pero sencillamente la idea de verme ligada a cualquier sujeto y tener que cumplirle como esposa era... Ni siquiera quería pensarlo, definitivamente era repugnante.
Le miré de reojo con discresión. ¿Pero y si era Dante? ¿Era lo mismo con él? Cuando escuché aquellas palabras donde afirmaban que sentía algo por mí más allá de algo que sienten unos simples conocidos, definitivamente un escalosfrío desagradable me invadió toda la columna vertebral. Palabras más desagradables dudaba que pudieran existir. Pero ahora, escuchar de nueva cuenta y de forma indirecta lo que me había dicho tan abiertamente aquella ocasión, ya no estaba tan segura de que estuviera experimentando la misma reacción. Era algo que jamás había experimentado, y era sumamente extraño, pero también... ¿Era desagrado? No estaba segura. La seriedad acudió a mi rostro y dejé de mirarle, observando mejor el exterior mientras él se daba a la tarea de aparcar el colosal auto carísimo que combinaba extrañamente con su atuendo. Aquel hombre definitivamente jamás podría pasar desapercibido, incluso su escencia era notoria para un ciego. Sujeté la manija interna de la puerta de mi lado y me quedé quieta unos momentos.
No sabía lo que el futuro nos pudiera deparar, pero por ahora no podía verme en una situación en la que no estuviera él. ¿Costumbre tal vez? No importaba, el hecho era que si al menos podíamos llegar a entablar una sincera y perdurable amistad, no sería yo la que impidiera que se llevara a cabo. Con ese pensamiento en mente, y sintiéndome extrañamente confiada y valiente por ello, me giré parcialmente para verlo mientras él hacía las últimas maniobras antes de apagar el vehículo.
-Gracias por aceptar mi ofrecimiento -le dediqué una sonrisa sutil, pero totalmente sincera. ¿La primera que él vería en mi rostro sin que tuviera que ser por compromiso o sin ocultar desdén? Probablemente- Estoy ansiosa por enseñarte todos esos lugares que tanto significan para mí... -guardé silencio un momento más, antes de tomar aire pausadamente- Y no importa cuántas personas me invitaron a este evento, o cuántas podrían haberlo hecho... Yo no hubiera aceptado venir con ninguna de ellas si no era contigo... Y el compromiso dista mucho de ser el motivo que me hiciera aceptar tu ofrecimiento -le miré de forma especial antes de accionar la manija y abrir la puerta para salir del automóvil sin esperarle. Una vez en el exterior, cerré la puerta detrás de mí con suavidad y cerré los ojos, permitiendo que la fresca brisa de la noche me diera la bienvenida.
Aún no sabía si algún día podría llegar a embargar sentimientos por Dante Zuegg, no estaba segura que aquello que estaba experimentando en aquellos momentos fuera el inicio de algo más profundo entre los dos... Pero nada perdíamos ambos si lo intentábamos primero siendo amigos. ¿Que acaso no todo comenzaba con eso? Al menos por aquella velada, y sin permitirme perder del todo la compostura que debía ante aquel evento social y así mantener mi reputación intacta, me daría a la tarea de ser quien era, sólo por aquellas horas. Demostrarle la verdadera chica que residía en mí y descubrir así si en realidad los sentimientos que él procramaba públicamente profesarme, eran sinceros.
Sólo por lo que restaba de aquel día.
Respiré profundamente y sonreí radiantemente a la distancia, a la lejana congregación de árboles que movían sus copas con ayuda del agradable viento. Tumbaría toda barrera que me cubría para que de esta manera él pudiera conocerme, y emplearía todos mis esfuerzos por saber quién era en realidad el hombre rubio que se había empeñado en hacerme su acompañante. No iba a perder aquella oportunidad de hacer aunque fuera un amigo, al menos por esa ocasión. Mañana sería otra historia y la realidad volvería a nosotros, pero por esa noche la Mansión Lobbosco se convertiría en el castillo donde se llevaría a cabo nuestro cuento de hadas.