My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
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My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Era curioso aquello... tantas percepciones que había descubierto, tantos nuevos sonidos que relacionar... todo aquello era novedoso para ese joven. Él, que solo había salido de su casa para estar en el extenso jardín, que el ruido más estruendoso que podía ser capaz de haber escuchado era un trueno, de golpe se encontraba bajo el caos de los coches, de multitudes de gente que muchas veces acababan empujándole. Todas aquellas presencias....esas auras que solo transmitían prisa, estrés, frustración... Aquel albino se había ilusionado, había pensado que una ciudad como las que había oído hablar por los sirvientes o por los libros que ávidamente devoraba con sus dedos, esperando que aquel papel profanado por agujas le dieran las respuestas a sus preguntas, fuera un lugar espectacular y acogedor. Pero aquello solo le transmitía nerviosismo y...un ligero temor. Él, que nunca había estado expuesto a nada del exterior...
El fuerte aroma de las poluciones de los automóviles llegó en cierto momento a marearle, y necesitó apartarse de las calles principales. Quizás...si había necesitado ir acompañado de alguien...tal vez...había sido un poco temerario al pretender internarse solo en un lugar tan caótico como aquel. Pero el problema estaba ya hecho, y solo quedaba que se percatara de ello: se había perdido. En su intento de escapar de aquel sitio, de ir a uno más calmado y armónico, se encontró perdido en el laberinto de calles y sin ser capaz de diferenciarlas prácticamente. Se sentía desorientado... Así que...decidió acercarse a la pared y apoyarse en ella con un hondo suspiro. ¿Qué iba a hacer él ahora?
Y aun así, en cierto momento, su rostro se alzó hacia arriba, en dirección hacia la calidez que en ese momento estaba golpeando su rostro como una compasiva y consoladora caricia. Aquello... era el sol. Reconocía esa sensación sobre su pálida piel, el leve cosquilleo que aquello causaba. Bueno...no todo estaba siendo tan horrible. Hasta en aquel lugar, había algo tan sencillo y agradable como los dorados rayos de sol que comenzaban a tornarse de ese color debido a lo avanzada de la tarde, otorgando a todos los edificios y objetos y sutil brillo dorado. Él no era capaz de verlo...sus hermosos orbes incapaces eran de dejar que el joven percibiera la belleza del inicio del atardecer...y aun así, sonrió suavemente ante aquello.
Con sus piernas entrecruzadas y la espalda apoyada en la pared, su rostro alzado sin temor hacia aquella luz y sacando de su níveo cabello un cálido color dorado...así fue como percibió la presencia de alguien caminar por aquella solitaria calle a la que había acabado llegando. Esa aura...- Ah...disculpe -pronunció cuando los pasos, pequeños y gráciles, indicándole que probablemente su destinatario sería una chica, comenzaron a hacerse más presentes. Era curioso...esa aura que percibía...- ¿Podría ayudarme a orientarme? Soy nuevo y creo que me he perdido...-acabó diciendo poco después mientras se incorporaba aunque, mantuvo una mano apoyada sutilmente en la rugosa pared como un punto guía. Y quizás alguien diría: "¿Cómo se le ocurre preguntarle a la primera persona que se encuentre sobre si podía ayudarle siendo invidente?" Bueno...a diferencia del resto, Markus no conocía la maldad. Y además...el aura ajena le indicaba que no iba a haber ningún problema. Por eso, esbozó una suave sonrisa en sus finos labios mientras esperaba que su oído captara la respuesta de aquella persona a la que se había dirigido.
El fuerte aroma de las poluciones de los automóviles llegó en cierto momento a marearle, y necesitó apartarse de las calles principales. Quizás...si había necesitado ir acompañado de alguien...tal vez...había sido un poco temerario al pretender internarse solo en un lugar tan caótico como aquel. Pero el problema estaba ya hecho, y solo quedaba que se percatara de ello: se había perdido. En su intento de escapar de aquel sitio, de ir a uno más calmado y armónico, se encontró perdido en el laberinto de calles y sin ser capaz de diferenciarlas prácticamente. Se sentía desorientado... Así que...decidió acercarse a la pared y apoyarse en ella con un hondo suspiro. ¿Qué iba a hacer él ahora?
Y aun así, en cierto momento, su rostro se alzó hacia arriba, en dirección hacia la calidez que en ese momento estaba golpeando su rostro como una compasiva y consoladora caricia. Aquello... era el sol. Reconocía esa sensación sobre su pálida piel, el leve cosquilleo que aquello causaba. Bueno...no todo estaba siendo tan horrible. Hasta en aquel lugar, había algo tan sencillo y agradable como los dorados rayos de sol que comenzaban a tornarse de ese color debido a lo avanzada de la tarde, otorgando a todos los edificios y objetos y sutil brillo dorado. Él no era capaz de verlo...sus hermosos orbes incapaces eran de dejar que el joven percibiera la belleza del inicio del atardecer...y aun así, sonrió suavemente ante aquello.
Con sus piernas entrecruzadas y la espalda apoyada en la pared, su rostro alzado sin temor hacia aquella luz y sacando de su níveo cabello un cálido color dorado...así fue como percibió la presencia de alguien caminar por aquella solitaria calle a la que había acabado llegando. Esa aura...- Ah...disculpe -pronunció cuando los pasos, pequeños y gráciles, indicándole que probablemente su destinatario sería una chica, comenzaron a hacerse más presentes. Era curioso...esa aura que percibía...- ¿Podría ayudarme a orientarme? Soy nuevo y creo que me he perdido...-acabó diciendo poco después mientras se incorporaba aunque, mantuvo una mano apoyada sutilmente en la rugosa pared como un punto guía. Y quizás alguien diría: "¿Cómo se le ocurre preguntarle a la primera persona que se encuentre sobre si podía ayudarle siendo invidente?" Bueno...a diferencia del resto, Markus no conocía la maldad. Y además...el aura ajena le indicaba que no iba a haber ningún problema. Por eso, esbozó una suave sonrisa en sus finos labios mientras esperaba que su oído captara la respuesta de aquella persona a la que se había dirigido.
Markus Vilhelm
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Pasos. Eran lo único que se podían escuchar. Suaves y melódicos pasos que parecían estar tocando las notas de una imaginaria partitura. Pasos que seguían adelante, calmados y firmes, como si no hubiera criatura o existencia en aquél vasto mundo capaz de pararlos. Sí, así de seguros eran esos pasos, cargados de una seguridad que años atrás siquiera podría imaginar sería suya. Pero, había un secreto, había una única persona capaz de frenarla, pues sí, aquellos pasos pertenecían a una chica y su único freno, había cruzado ya al otro lado. ¿Aqueronte? No, si alguien tenía que cruzarle sería ella, ella y nadie más, porque suyas habían sido las decisiones que había tomado, suyos eran todos los pecados que de ellas habrían podido nacer. Por ello, estaba segura que él no tenía como encontrarse con Caronte, que no habían ningunas monedas que ofrecerle para cruzar el río, que su destinación sería una bien diferente, una en la que jamás se volvería a sentir solo, donde el dolor y el frío no serían más que hermosos recuerdos. Ese hombre, con nula presencia era la única persona que sería capaz de frenarla, pero, él ya no estaba entre los vivos y por ende, nadie podría pararla ya. Pero, no necesariamente era algo malo, pues aquella muchacha de largos y violáceos cabellos carecía de malicia alguna. Sí, quizás para llegar hasta ahí había tenido que decir una que otra mentira ¿pero quién no lo hacía? Aunque solo para decir "Estoy bien" cuando realmente no lo estabas. Sí, no era bueno mentir, pero, habían más escusas cuando de entre dos males se había elegido el que menos inconvenientes llevaría, al menos, a corto plazo. Aunque realmente nunca se había considerado alguien que se preocupara por tal cosas y eso en realidad era también.
¿Qué hacía ella ahí, en uno de los solitarios callejones de la ciudad? Era simple, ser reconocida y además, asaltada por una emocionada muchacha al verla la había casi desconcertado... Por no decir totalmente. ¿Hacía cuanto tiempo había dado su debut? ¿Dos semanas? No esperaba ser reconocida, no estaba preparada para ello y aun así, en aquella ocasión había dibujado una suave sonrisa en sus labios y tratado aquella muchacha como si fuera una vieja amiga, viéndola alejarse después con una risueña sonrisa que iluminaba todo su rostro ¿cómo decirlo? Aquello de cierta forma le gustó, pero el sentimiento fue tan equivalente al pequeño temor que nació en ella que necesitó cambiar trayecto, pasar por una de las calles más silenciosas aunque solo para calmar su agitado corazón... No... La idea de ser conocida no le sonaba demasiado bien, al menos no en aquél instante. Sí, quizás le asustaba la mera idea, la mantenía intranquila. Se había adentrado en aquél mundo solo para poder cumplir con su promesa, solo para estar al lado de Andy y nada más. Pero era inevitable ¿cierto? Que alguien sintiera curiosidad por sus canciones, que alguien la reconociera y quisiera estrechar su mano como si fuera algún tipo de extraño ser humano. No, no era así, ella era normal y corriente, lo que a su alrededor existía no era más que un velo de misterio que ella prefirió crear para quedar en incógnita, sin percatarse en el momento que quizás era ese mismo el que la hacía tan particular. Pero no necesitó más que unos pocos minutos de silencioso andar para que su mente se apaciguara del todo y lentamente, ante la falta de curiosidades en las que centrar su atención, su mente comenzó a divagar. Aun así, sus pasos siguieron rítmicos y seguros, una parte de ella, algo que ya tenía asimilado como propio.
Quizás no había forma de fiarse de su engañosa imagen, pero Miléne, era tan falsa como auténtica. Contradictoria, un espejo. Venenosa y amable por igual. Eras capaz de perderte en sus ojos, sosegados, pensar tratarse de una manipuladora muchacha cuando en realidad las cosas eran mucho más complicadas y oscuras o quizás todo lo opuesto.
En cuanto vio una figura apoyada contra la pared y sus ojos se clavaron en sus suaves facciones y cabello blanquecino, sus labios se entreabrieron suavemente en un deje de sorpresa. Era extraño toparse con ese tipo de personas en ese lugar y algo en él le decía que, había algo más allá de aquella imagen física que mostraba. Sus pasos ralentizaron, hasta prácticamente pararse a su lado.— ¿Hacia adonde desea dirigirse? —Pronunció con desenfado, con una dulce y armoniosa voz. ¿Por qué no ayudar si podía hacerlo? Se había prometido a si misma que lo haría, sin tener en cuenta la primera impresión de una persona, pero, aquél chico le infundió un agradable sentimiento. Solo tras escasos instantes se percató de algo: aquél muchacho no estaba observándola como cualquier persona haría, sino que... ¿parecían vacíos? Una vaga idea cruzó su mente, pero, no pronunció nada al respecto y dejó que se asentara en algún lugar de su recóndita mente— No tengo nada importante que hacer. Así que, si gusta, puedo acompañarla hasta donde deseé — ¿Qué podía ser incluso más joven que ella? ¿Eso acaso importaba? Hasta que no le dieran permiso para tutear a alguien ella seguiría siendo educada. No dijo nada al respecto, pero simplemente suavizó un tanto su sonrisa y sus facciones mientras observaba fijamente al otro en espera de una posible respuesta.
¿Qué hacía ella ahí, en uno de los solitarios callejones de la ciudad? Era simple, ser reconocida y además, asaltada por una emocionada muchacha al verla la había casi desconcertado... Por no decir totalmente. ¿Hacía cuanto tiempo había dado su debut? ¿Dos semanas? No esperaba ser reconocida, no estaba preparada para ello y aun así, en aquella ocasión había dibujado una suave sonrisa en sus labios y tratado aquella muchacha como si fuera una vieja amiga, viéndola alejarse después con una risueña sonrisa que iluminaba todo su rostro ¿cómo decirlo? Aquello de cierta forma le gustó, pero el sentimiento fue tan equivalente al pequeño temor que nació en ella que necesitó cambiar trayecto, pasar por una de las calles más silenciosas aunque solo para calmar su agitado corazón... No... La idea de ser conocida no le sonaba demasiado bien, al menos no en aquél instante. Sí, quizás le asustaba la mera idea, la mantenía intranquila. Se había adentrado en aquél mundo solo para poder cumplir con su promesa, solo para estar al lado de Andy y nada más. Pero era inevitable ¿cierto? Que alguien sintiera curiosidad por sus canciones, que alguien la reconociera y quisiera estrechar su mano como si fuera algún tipo de extraño ser humano. No, no era así, ella era normal y corriente, lo que a su alrededor existía no era más que un velo de misterio que ella prefirió crear para quedar en incógnita, sin percatarse en el momento que quizás era ese mismo el que la hacía tan particular. Pero no necesitó más que unos pocos minutos de silencioso andar para que su mente se apaciguara del todo y lentamente, ante la falta de curiosidades en las que centrar su atención, su mente comenzó a divagar. Aun así, sus pasos siguieron rítmicos y seguros, una parte de ella, algo que ya tenía asimilado como propio.
Quizás no había forma de fiarse de su engañosa imagen, pero Miléne, era tan falsa como auténtica. Contradictoria, un espejo. Venenosa y amable por igual. Eras capaz de perderte en sus ojos, sosegados, pensar tratarse de una manipuladora muchacha cuando en realidad las cosas eran mucho más complicadas y oscuras o quizás todo lo opuesto.
En cuanto vio una figura apoyada contra la pared y sus ojos se clavaron en sus suaves facciones y cabello blanquecino, sus labios se entreabrieron suavemente en un deje de sorpresa. Era extraño toparse con ese tipo de personas en ese lugar y algo en él le decía que, había algo más allá de aquella imagen física que mostraba. Sus pasos ralentizaron, hasta prácticamente pararse a su lado.— ¿Hacia adonde desea dirigirse? —Pronunció con desenfado, con una dulce y armoniosa voz. ¿Por qué no ayudar si podía hacerlo? Se había prometido a si misma que lo haría, sin tener en cuenta la primera impresión de una persona, pero, aquél chico le infundió un agradable sentimiento. Solo tras escasos instantes se percató de algo: aquél muchacho no estaba observándola como cualquier persona haría, sino que... ¿parecían vacíos? Una vaga idea cruzó su mente, pero, no pronunció nada al respecto y dejó que se asentara en algún lugar de su recóndita mente— No tengo nada importante que hacer. Así que, si gusta, puedo acompañarla hasta donde deseé — ¿Qué podía ser incluso más joven que ella? ¿Eso acaso importaba? Hasta que no le dieran permiso para tutear a alguien ella seguiría siendo educada. No dijo nada al respecto, pero simplemente suavizó un tanto su sonrisa y sus facciones mientras observaba fijamente al otro en espera de una posible respuesta.
Miléne Von Damme
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Era curiosa... esa aura era curiosa, ¿por qué sería que le transmitía un completo sentimiento de seguridad? Como si nada pudiera enturbiarla... aun así, su atención siguió fija en la presencia que ahora sentía casi a su lado, y con una suave sonrisa entrecerró sus orbes tras escuchar aquella cortés y correcta respuesta de la suave y dulce voz que llegó a sus oídos. ¡Vaya que si había tenido suerte! Y es que, aunque no se esperaba tampoco nada malo...era una sorpresa encontrarse a alguien completamente dispuesto a ayudar. Así que, aún sintiendo el rugoso tacto de la pared bajo su mano que tenía apoyada sobre la susodicha, ladeó suavemente su rostro en una apacible expresión, causando que los níveos cabellos se movieran sutilmente y que dejaran un tanto más visibles aquellos rojizos orbes que poseía.- La verdad es que...no tenía ningún objetivo en concreto. Solo quería conocer la ciudad pero...me desconcertó un poco lo que me encontré -confesó con honestidad mientras alzaba su otra mano para rascar suavemente en un inquieto gesto la pálida mejilla de su tez. Y es que así había sido, demasiada multitud que no era atenta a con quien se encontraba, demasiado jaleo causado por el tráfico, demasiados aromas no todos ellos agradables que en cierto momento llegaron incluso a marearle...no, sin duda alguna aquello no era lo que se había esperado cuando decidió investigar lo que era una ciudad.- Mientras sepa como llegar de vuelta a la academia Soffio Divino Di Angel me es suficiente, señorita -si, a falta de un nombre que decir, prefirió al menos referirse a ella de una manera correcta, ya que...la voz no daba sensación de ser alguien mayor e indicaba que su intuición había sido acertada tras reconocer los pasos como los de una fémina.
Por otra parte...no se esperaran que Markus fuera a decir desde un inicio que era incapaz de ver nada, no lo haría. Quizás por orgullo, tal vez por no querer ser un incordio o quien sabe qué más tipos de pensamientos podrían ser los que hicieran que no quisiera decir cual era su discapacidad, pero era así, dejaba que el resto se diera cuenta o que se enteraran por terceros, aunque aquello de por si era más extraño debido al poco contacto social que aquel chico había tenido. No era exagerado decir que su único trato con más personas había sido exclusivamente con sus padres, los sirvientes y algún que otro invitado que pudiera haber acudido a la mansión donde vivían. Nada más.
Y a pesar de todo aquello, realmente a primera vista no podrías pensar que ese chico era ciego, sus movimientos solían ser muy fluidos y no estaban caracterizados por la duda o quizás la precaución aun cuando realmente era precavido en ese sentido. La naturalidad en cierta manera era parte de su forma de ser, por eso, podía dar una vaga sensación de seguridad y confianza que, quizás en su mente no existiese, pero en su actitud si. - ¿Es de la ciudad, señorita? Ah... mi nombre es Markus -acabó presentándose al final tras darse cuenta que no lo había hecho previamente, esbozando poco después una afable sonrisa en su pálida tez casi mortecina. Si...sin duda el aire de la ciudad no le favorecía.
Por otra parte...no se esperaran que Markus fuera a decir desde un inicio que era incapaz de ver nada, no lo haría. Quizás por orgullo, tal vez por no querer ser un incordio o quien sabe qué más tipos de pensamientos podrían ser los que hicieran que no quisiera decir cual era su discapacidad, pero era así, dejaba que el resto se diera cuenta o que se enteraran por terceros, aunque aquello de por si era más extraño debido al poco contacto social que aquel chico había tenido. No era exagerado decir que su único trato con más personas había sido exclusivamente con sus padres, los sirvientes y algún que otro invitado que pudiera haber acudido a la mansión donde vivían. Nada más.
Y a pesar de todo aquello, realmente a primera vista no podrías pensar que ese chico era ciego, sus movimientos solían ser muy fluidos y no estaban caracterizados por la duda o quizás la precaución aun cuando realmente era precavido en ese sentido. La naturalidad en cierta manera era parte de su forma de ser, por eso, podía dar una vaga sensación de seguridad y confianza que, quizás en su mente no existiese, pero en su actitud si. - ¿Es de la ciudad, señorita? Ah... mi nombre es Markus -acabó presentándose al final tras darse cuenta que no lo había hecho previamente, esbozando poco después una afable sonrisa en su pálida tez casi mortecina. Si...sin duda el aire de la ciudad no le favorecía.
Markus Vilhelm
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Sonrió. Ya se le había acostumbrado tanto a obsequiar a los menos atentos una encantadora sonrisa que ya lo hacía sin siquiera percatarse de ello. Claro, porque aquellos que fueran más receptivos y vieran su sonrisa, por muy genuina que parezca no lo era y eso, jamás podría ser cambiado. Pero pronto se percató de que eso en aquél preciso instante no era necesario, aquél chico le hablaba, indudablemente a ella eran dirigidas sus palabras sobretodo porque no había nadie más a parte de ella en aquél solitario callejón... Pero... ¿Cómo decirlo? Los ojos de aquél chico, si bien de un hermoso color, no estaban enfocados en nada en particular, de ahí que se percatara de que quizás... Aquél chico... Pero no pronunció nada al respecto, actuó como si aquél muchacho fuera una de las personas más normales de aquél país, en el buen sentido de la palabra. Quizás su costumbre de mantener fija la mirada en las otras personas no siempre fuera buena idea. Aun así, a pesar de saberlo su sonrisa no cambió, quizás si se suavizó más de lo debido, pero no desapareció... ¿Cómo explicarlo?... La presencia de aquél chico le infundía una extraña calma y no se sintió obligada a destruir aquella máscara que portaba, convirtiéndose automáticamente en realidad. ¡Que ironía! Aquella máscara en ese momento era todo menos una mentirosa máscara para engañar a los demás.— ¿Demasiado... Escandalosa? —Ella ya estaba acostumbrada a eso, pero, al volver después de aquél año que había pasado en pleno campo aquello fue lo primero que pensó: "Que escandaloso todo...". Ensanchó suavemente su sonrisa con cierta dulzura a la par que entrecerraba sus ojos. ¿Qué más daba si aquél chico no podía verla? De cierta forma podía actuar de forma genuina con él, aunque sea solo para acompañarlo hasta su destinación.
¿Soffio Divino di Angel? —Repitió, como si estuviera rebuscando en su mente su ubicación. Entonces, como una bombilla algo se encendió en sus recuerdos— ¡Ah! ¿La academia de arte? Sí se donde está, le puedo acompañar —Como ya anteriormente dicho, tampoco era como si tuviera algo mejor que hacer y... De cierta forma sentía curiosidad por aquél muchacho de clara cabellera. Pero no diría nada, no admitiría haberse ya enterado de su pequeño problema, actuaría como ella misma pues la experiencia le dictaba que aquello era mucho mejor— Sí, pasé la mayor parte de mi vida en la ciudad. Aunque... Sinceramente la considero ruidosa —Pronunció, dejando escapar una silenciosa y suave risilla que ocultó entre los dedos de una de su mano, cerrando sus ojos. Segundos pero los volvió abrir, inclinando ligeramente su cuerpo hacia un costado mientras sus manos iban entrelazándose detrás de su espalda en una quizás, inocente postura, despreocupada.— Markus... Ese es un hermoso nombre. Encantada de conocerte, mi nombre es Miléne... Espero poder tutearte, no parece que haya mucha diferencia de edad entre ambos —Y después de todo a ella no le gustaban las innecesarias formalidades, prefería esa aparente confianza que había entre dos personas al pronunciar su nombre sin miramiento alguno a la distanción que se formaba del otro modo. Pero, tampoco pasó desapercibido ante sus rosados ojos la palidez ajena. Cabía la posibilidad que fuera realmente su tonalidad, pero, no había nada malo en preguntar ¿cierto?— ¿Te gustaría parar a descansar en una pastelería? No esta demasiado lejos de aquí... En caso contrario puedo acompañarte hasta hasta la academia... ¿Adivinaría pensando que eres un estudiante de ahí? —Y seguía ahí, esa suave sonrisa y ese tranquilo y dulce tono de voz, seguro y amable. Miléne era ese tipo de personas que mantendrían la calma en los momentos más complicados, eso no era mentira, al igual que muchas otras cosas que parecían serlo.
¿Soffio Divino di Angel? —Repitió, como si estuviera rebuscando en su mente su ubicación. Entonces, como una bombilla algo se encendió en sus recuerdos— ¡Ah! ¿La academia de arte? Sí se donde está, le puedo acompañar —Como ya anteriormente dicho, tampoco era como si tuviera algo mejor que hacer y... De cierta forma sentía curiosidad por aquél muchacho de clara cabellera. Pero no diría nada, no admitiría haberse ya enterado de su pequeño problema, actuaría como ella misma pues la experiencia le dictaba que aquello era mucho mejor— Sí, pasé la mayor parte de mi vida en la ciudad. Aunque... Sinceramente la considero ruidosa —Pronunció, dejando escapar una silenciosa y suave risilla que ocultó entre los dedos de una de su mano, cerrando sus ojos. Segundos pero los volvió abrir, inclinando ligeramente su cuerpo hacia un costado mientras sus manos iban entrelazándose detrás de su espalda en una quizás, inocente postura, despreocupada.— Markus... Ese es un hermoso nombre. Encantada de conocerte, mi nombre es Miléne... Espero poder tutearte, no parece que haya mucha diferencia de edad entre ambos —Y después de todo a ella no le gustaban las innecesarias formalidades, prefería esa aparente confianza que había entre dos personas al pronunciar su nombre sin miramiento alguno a la distanción que se formaba del otro modo. Pero, tampoco pasó desapercibido ante sus rosados ojos la palidez ajena. Cabía la posibilidad que fuera realmente su tonalidad, pero, no había nada malo en preguntar ¿cierto?— ¿Te gustaría parar a descansar en una pastelería? No esta demasiado lejos de aquí... En caso contrario puedo acompañarte hasta hasta la academia... ¿Adivinaría pensando que eres un estudiante de ahí? —Y seguía ahí, esa suave sonrisa y ese tranquilo y dulce tono de voz, seguro y amable. Miléne era ese tipo de personas que mantendrían la calma en los momentos más complicados, eso no era mentira, al igual que muchas otras cosas que parecían serlo.
Miléne Von Damme
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
A pesar de todo, él no se percató del cambio de la expresión de aquella chica. No tenía modo de saberlo, de que esa joven solía portar una amable máscara en su rostro. ¿Cómo podría siquiera intuirlo? No veía nada...ni siquiera sabía cual era su propio aspecto...no sabía lo que era un amanecer, no sabía lo que era la belleza de los colores...No, no sabía, era como un niño ingenuo, no sabía, uno al que no había manera de abrirle los ojos.
Y a pesar de todo, Markus no era alguien ignorante como tal, si había tenido una educación que le había enseñado lo necesario como saber general, pero...no era lo mismo, y no se podía esperar de ninguna de las maneras que lo fuera. Ya no solo por aquella discapacidad...también era por su condición. Él siempre había sido de salud pobre, en su aspecto se podía apreciar aquello, sobre todo en ese momento en el que su piel parecía ser casi del mismo tono que su propio albino cabello debido a que, aquel ambiente, definitivamente no le había venido bien. Aquel chico no había salido de su casa como quien decía, de hecho, hasta estar en el jardín era una cosa que tenía que racionar para que no pudiera serle perjudicial.
De ahí que...ante esa mención de lo que podía ser la ciudad que recién, mas por no ello gratamente, había conocido lo que era, hizo que sus labios se curvasen en una cálida sonrisa, divertido ante esa referencia. Si... era escandalosa...- Es...un pequeño caos en el mundo -fue su propio comentario al respecto, dicho con toda la honestidad y también suavidad del mundo. Pero tras aquello tomó una honda bocanada de aire que le llegó con un desagradable aroma que no supo identificar. Era...pesado, el aire de la ciudad era denso, pesado... no le transmitía estar respirando como tal, faltaba algo. ¿Tendría poca cantidad de oxígeno acaso? Esa pregunta cruzó un momento por su mente mientras apoyaba más contra la pared su mano en busca de estabilizarse, siendo aquel rugoso tacto de la misma sobre su mano.
Y a pesar de todo, al escuchar el ofrecimiento de aquella joven que parecía estar prestándole aún atención, sus labios se entreabrieron en una risueña y agradecida sonrisa, aun cuando sus orbes seguían tan hermosos e inertes como una piedra preciosa.- Ah...me harías un gran favor, gracias -si, tras escuchar aquello se saltó las formalidades, por lo que el recibir esa sugerencia por parte de aquella joven de dulce voz hizo que parpadeara levemente antes de alzar su otra mano y pasarla por los blanquecinos cabellos.- Ah...si, claro, ya da igual. Yo empecé -pronunció como un niño al que le hubieran pillado en una travesura y se esperase un regaño, esbozando una pequeña e inquieta sonrisa.- Y...¿es un hermoso nombre? -inquirió poco después, dudoso.
Y aunque su deseo, de alguna forma, era volver a las inmediaciones de la academia que, en comparación con la ciudad, estaban calmadas y rodeadas de jardines, el escuchar aquella pregunta hizo que ladeara su rostro mientras daba un par de pasos al frente, aunque aún sin perder el contacto con su mano sobre la pared que tenía a su lado- Una pastelería...¿es dónde se pueden conseguir dulces, cierto? -no había entrado a una aún, así que, se pudo apreciar deje de sutil emoción en su voz al preguntar aquello. Y entonces...se olvidó de la academia. Claro, había algo interesante que llamaba a su lado curioso, así que ya no había remedio.- Vamos a una, sí -y aunque intentó contenerse, cualquiera hubiera podido notar que esa respuesta mas sonaba como la de un niño entusiasmado que una simple respuesta. ¿Confiando mucho en una desconocida? Markus se dejaba guiar por las intuiciones y los impulsos. En alguien como él, no tenía otro método de guiarse por la vida, realmente. Por eso, con un sosegado paso, pues a pesar de todo no tenía ni prisa ni energías para tener uno más rápido, comenzó a caminar, esperando poder oír los pasos también que ya había oído antes de ella.- Sí, soy un estudiante -asintió con una suave sonrisa, cerrando sus orbes en una apacible expresión a pesar de todo, dejando de aquella manera su rostro completamente blanco debido a la carencia de aquellos peculiares iris rojizos.
Y a pesar de todo, Markus no era alguien ignorante como tal, si había tenido una educación que le había enseñado lo necesario como saber general, pero...no era lo mismo, y no se podía esperar de ninguna de las maneras que lo fuera. Ya no solo por aquella discapacidad...también era por su condición. Él siempre había sido de salud pobre, en su aspecto se podía apreciar aquello, sobre todo en ese momento en el que su piel parecía ser casi del mismo tono que su propio albino cabello debido a que, aquel ambiente, definitivamente no le había venido bien. Aquel chico no había salido de su casa como quien decía, de hecho, hasta estar en el jardín era una cosa que tenía que racionar para que no pudiera serle perjudicial.
De ahí que...ante esa mención de lo que podía ser la ciudad que recién, mas por no ello gratamente, había conocido lo que era, hizo que sus labios se curvasen en una cálida sonrisa, divertido ante esa referencia. Si... era escandalosa...- Es...un pequeño caos en el mundo -fue su propio comentario al respecto, dicho con toda la honestidad y también suavidad del mundo. Pero tras aquello tomó una honda bocanada de aire que le llegó con un desagradable aroma que no supo identificar. Era...pesado, el aire de la ciudad era denso, pesado... no le transmitía estar respirando como tal, faltaba algo. ¿Tendría poca cantidad de oxígeno acaso? Esa pregunta cruzó un momento por su mente mientras apoyaba más contra la pared su mano en busca de estabilizarse, siendo aquel rugoso tacto de la misma sobre su mano.
Y a pesar de todo, al escuchar el ofrecimiento de aquella joven que parecía estar prestándole aún atención, sus labios se entreabrieron en una risueña y agradecida sonrisa, aun cuando sus orbes seguían tan hermosos e inertes como una piedra preciosa.- Ah...me harías un gran favor, gracias -si, tras escuchar aquello se saltó las formalidades, por lo que el recibir esa sugerencia por parte de aquella joven de dulce voz hizo que parpadeara levemente antes de alzar su otra mano y pasarla por los blanquecinos cabellos.- Ah...si, claro, ya da igual. Yo empecé -pronunció como un niño al que le hubieran pillado en una travesura y se esperase un regaño, esbozando una pequeña e inquieta sonrisa.- Y...¿es un hermoso nombre? -inquirió poco después, dudoso.
Y aunque su deseo, de alguna forma, era volver a las inmediaciones de la academia que, en comparación con la ciudad, estaban calmadas y rodeadas de jardines, el escuchar aquella pregunta hizo que ladeara su rostro mientras daba un par de pasos al frente, aunque aún sin perder el contacto con su mano sobre la pared que tenía a su lado- Una pastelería...¿es dónde se pueden conseguir dulces, cierto? -no había entrado a una aún, así que, se pudo apreciar deje de sutil emoción en su voz al preguntar aquello. Y entonces...se olvidó de la academia. Claro, había algo interesante que llamaba a su lado curioso, así que ya no había remedio.- Vamos a una, sí -y aunque intentó contenerse, cualquiera hubiera podido notar que esa respuesta mas sonaba como la de un niño entusiasmado que una simple respuesta. ¿Confiando mucho en una desconocida? Markus se dejaba guiar por las intuiciones y los impulsos. En alguien como él, no tenía otro método de guiarse por la vida, realmente. Por eso, con un sosegado paso, pues a pesar de todo no tenía ni prisa ni energías para tener uno más rápido, comenzó a caminar, esperando poder oír los pasos también que ya había oído antes de ella.- Sí, soy un estudiante -asintió con una suave sonrisa, cerrando sus orbes en una apacible expresión a pesar de todo, dejando de aquella manera su rostro completamente blanco debido a la carencia de aquellos peculiares iris rojizos.
Markus Vilhelm
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
¡Lo era! ¡Sí que era un pequeño caos en el mundo! Ella lo podía afirmar después de vivir durante un año en el campo, sin escuchar más que algún carruaje o caballo suelto pasar por las calles y... Casi solo algún coche al día y, debía admitir que prefería eso a la escandalosa ciudad. Sonrió con diversión, parpadeando. Se balanceó un poco, silenciosamente y, cuando efectivamente se dio cuenta que aquél muchacho no seguía sus movimientos, lo supo: supo la verdad y a pesar de todo, no pronunció palabra al respecto. Le daba igual, no iba a ignorarle o rechazarle solo porque tuviera ese problema con los ojos, después de todo, se había percatado que muchas veces las personas menos favorecidas eran las que más corazón tenían.— Lo es. Markus... Markus hasta donde recuerdo significa: Marte, Marte haciendo referencia al Dios Romano de la Guerra... Es un nombre muy combativo. Pero, Markus suena mejor —Ensanchó su sonrisa, como el de una niña pequeña que acababa de hacer un halago y era que... Miléne Von Damme, ella había decidido tomar el papel de una princesa perfecta para cualquiera y, acababa de descubrir que para ese chico, ella no podía ser ningún tipo de princesa, porque, principalmente él seguramente no podía verla y fingir a esa altura, era una pérdida total de tiempo. Fue por eso que sonrió, que se dejó llevar, consciente que su faceta no tuviera sentido. Un Dios de la Guerra... Quién sabía la cantidad de secretos y de maravillosas realidades que podría descubrir pasando unas horas en compañía de aquél chico y, sin poder evitarlo, una dulce sonrisa floreció en sus labios, a pesar de saber que no la vería, a pesar de ello le daba igual.
Su sonrisa se ensanchó al escuchar aquella, animada también respuesta del otro y, verle comenzar a caminar a paso lento. Levantó su mirada, manteniendo cerrados sus ojos unos segundos y, al cabo de aquél tiempo, al bajar su mirada, volteó, caminando hacia el otro para, en un suave tacto tocar su brazo y, con la misma suavidad entrelazarlo con el propio— En ese caso... ¿Vamos a tener una cita? —Le miró, de reojo, empezando a caminar a paso acompasado y calmado al lado del otro, siendo así, de alguna forma, su guía indirecta, pues no se lo había dicho aún, que sabía su problema, que disimuladamente quería ayudarlo— Y sí, es un lugar al cual puedes ir para comprar dulces. La que tengo pensado está bastante alejada del ruido de la ciudad, aunque no esté realmente lejos de aquí. Solo hay que conocer los atajos necesarios para llegar —Y tampoco cabía decir que a ella esos atajos le atraían bastante y que, a base de pasearse por esos callejones era por lo que había logrado dar con ellos. Volcó su mirada al frente, observando las silenciosas calles secundarias— Un estudiante ¿eh?... Debe ser divertido ¿Qué decidiste estudiar? —Porque... Ella no había tenido la oportunidad de seguir estudiando, ya no contaba con la ayuda de su hermano y desde hacía un tiempo había empezado a ocuparse de todo ella sola, eso suponía, no tener el tiempo suficiente para los estudios, pero... No se lamentaba, su viejo yo capaz de hacerlo, había desaparecido.
Su sonrisa se ensanchó al escuchar aquella, animada también respuesta del otro y, verle comenzar a caminar a paso lento. Levantó su mirada, manteniendo cerrados sus ojos unos segundos y, al cabo de aquél tiempo, al bajar su mirada, volteó, caminando hacia el otro para, en un suave tacto tocar su brazo y, con la misma suavidad entrelazarlo con el propio— En ese caso... ¿Vamos a tener una cita? —Le miró, de reojo, empezando a caminar a paso acompasado y calmado al lado del otro, siendo así, de alguna forma, su guía indirecta, pues no se lo había dicho aún, que sabía su problema, que disimuladamente quería ayudarlo— Y sí, es un lugar al cual puedes ir para comprar dulces. La que tengo pensado está bastante alejada del ruido de la ciudad, aunque no esté realmente lejos de aquí. Solo hay que conocer los atajos necesarios para llegar —Y tampoco cabía decir que a ella esos atajos le atraían bastante y que, a base de pasearse por esos callejones era por lo que había logrado dar con ellos. Volcó su mirada al frente, observando las silenciosas calles secundarias— Un estudiante ¿eh?... Debe ser divertido ¿Qué decidiste estudiar? —Porque... Ella no había tenido la oportunidad de seguir estudiando, ya no contaba con la ayuda de su hermano y desde hacía un tiempo había empezado a ocuparse de todo ella sola, eso suponía, no tener el tiempo suficiente para los estudios, pero... No se lamentaba, su viejo yo capaz de hacerlo, había desaparecido.
Miléne Von Damme
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Sin duda, cuando escuchó el significado de su nombre, a punto estuvo de reír porque le resultaba irónico. ¿Él? ¿Un dios de la Guerra? No podría ser aquello más lejano a la realidad, tanto era así que, incluso sin tener en cuenta que aquel chico albino era un ser espiritual, su actitud no daba lugar a que fuera alguien guerrillero, combatiente, era todo lo contrario, pacífico y amable. Pero… en el fondo, sí se podía considerar su nombre adecuado. Porque, a pesar de ser alguien que nunca había visto la luz, había seguido adelante, con fuerza de voluntad y tesón se había esforzado, a pesar de su condición estaba ‘luchando’ por hacerse un hueco en ese mundo.
Y aún así…– En ese caso… dudo estar a la altura de lo que representa mi nombre –confesó con una leve sonrisa, quizás decepcionado consigo mismo por aquel pensamiento, pero, eso no le hizo detener sus pasos al frente. Aunque claro, cuál fue su sorpresa al sentir como lo que supuso que sería el brazo de aquella chica se entrelazaba con uno de los suyos. Parpadeo, en pleno desconcierto por aquello, pero… acabó por agachar suavemente su cabeza, mordiendo sutilmente su labio en un inquieto gesto. ¿Se… había dado cuenta? Era obvio, era completamente obvio que se daría cuenta, ¿cómo no hacerlo? Pero… aquello seguía produciéndole un amargo sentimiento. – Lo siento… –susurro en bajo, sin saber si ella lograría o no oírlo, pero…le dio igual en ese momento, sentía la necesidad de disculparse, y eso hizo, se dejó llevar por ese pequeño impulso mientras seguía caminando, aun cuando, en cierto momento, casi por inercia, acompasó sus pasos con los de ella, pudiendo escuchar el leve resonar de los mismos al compás. Claro… él se fijaba en ese tipo de cosas tan imperceptibles para los demás, como ese simple sonido, como el timbre único de una risa, como el tacto de una tela o la rugosidad de una pared, como los aromas que pudiera haber. – ¿Eh? ¿Una… cita? –repitió, como si no entendiera a qué se refería, volteando un tanto su rostro hacia donde percibía la voz de la que parecía ser ahora su acompañante.
Atajos… eso, sonaba interesante, aunque solo sabía qué eran porque en su casa, en la mansión de donde él procedía, también había algún atajo y conocía que era la palabra, pero… ¿en las ciudades también habían? ¿Serían calles más pequeñas? ¿O tal vez sólo un entresijo de callejones que recorrer como si del camino correcto de un laberinto se tratase? Los laberintos eran complicados… ¿no era así? Pero… él vivía continuamente en uno, uno donde ni siquiera podía ver su camino. – Entiendo… en ese caso mejor. Realmente me ha sorprendido la ciudad –a mal le había sorprendido, pero eso no lo diría así como así. – Ah… música –sonrió suavemente ante aquello, por la pregunta, por recordar de golpe algo que era tan agradable para él, tan importante a su vez. Sí… la música era lo que le había sacado de la soledad, lo que le había liberado y, de alguna forma, también lo que le había sacado a la realidad, al mundo.
Y aún así…– En ese caso… dudo estar a la altura de lo que representa mi nombre –confesó con una leve sonrisa, quizás decepcionado consigo mismo por aquel pensamiento, pero, eso no le hizo detener sus pasos al frente. Aunque claro, cuál fue su sorpresa al sentir como lo que supuso que sería el brazo de aquella chica se entrelazaba con uno de los suyos. Parpadeo, en pleno desconcierto por aquello, pero… acabó por agachar suavemente su cabeza, mordiendo sutilmente su labio en un inquieto gesto. ¿Se… había dado cuenta? Era obvio, era completamente obvio que se daría cuenta, ¿cómo no hacerlo? Pero… aquello seguía produciéndole un amargo sentimiento. – Lo siento… –susurro en bajo, sin saber si ella lograría o no oírlo, pero…le dio igual en ese momento, sentía la necesidad de disculparse, y eso hizo, se dejó llevar por ese pequeño impulso mientras seguía caminando, aun cuando, en cierto momento, casi por inercia, acompasó sus pasos con los de ella, pudiendo escuchar el leve resonar de los mismos al compás. Claro… él se fijaba en ese tipo de cosas tan imperceptibles para los demás, como ese simple sonido, como el timbre único de una risa, como el tacto de una tela o la rugosidad de una pared, como los aromas que pudiera haber. – ¿Eh? ¿Una… cita? –repitió, como si no entendiera a qué se refería, volteando un tanto su rostro hacia donde percibía la voz de la que parecía ser ahora su acompañante.
Atajos… eso, sonaba interesante, aunque solo sabía qué eran porque en su casa, en la mansión de donde él procedía, también había algún atajo y conocía que era la palabra, pero… ¿en las ciudades también habían? ¿Serían calles más pequeñas? ¿O tal vez sólo un entresijo de callejones que recorrer como si del camino correcto de un laberinto se tratase? Los laberintos eran complicados… ¿no era así? Pero… él vivía continuamente en uno, uno donde ni siquiera podía ver su camino. – Entiendo… en ese caso mejor. Realmente me ha sorprendido la ciudad –a mal le había sorprendido, pero eso no lo diría así como así. – Ah… música –sonrió suavemente ante aquello, por la pregunta, por recordar de golpe algo que era tan agradable para él, tan importante a su vez. Sí… la música era lo que le había sacado de la soledad, lo que le había liberado y, de alguna forma, también lo que le había sacado a la realidad, al mundo.
Markus Vilhelm
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Re: My Golden Afternoon [Priv. Miléne]
Sonrió ante aquellas palabras de él. ¿No adecuado? Sorprendentemente los nombres menos adecuados resultaban ser los más indicados para ciertas personas. Como los ojos que espejaban el alma de alguien, los nombres muchas veces eran parecidos... Como si espejaran la esencia debajo de capas y capas. Aidan era igual, su espíritu ardiente seguía existiendo en su memoria, como siempre lo había dicho, su existencia había sido gravada con fuego en su alma, su imagen podía volver a aparecer ante sus ojos con cualquier deseo suyo de volver a verle. Su sonrisa, en un principio tenue, se ensanchó, llena de dulces sentimientos que no fácilmente eran visibles en aquella hermosa muñeca de imperfección disfrazada de perfección que resultaba ser Miléne Von Damme.— ¿Tú crees? A veces, es sorprendente lo mucho que los nombres se moldean a la personalidad de una persona —Pronunció en un bajo y amigable tono de voz, uno melodioso, totalmente sincero y calmado. ¿Qué había de ella entonces? Miléne... Su nombre significaba resplandeciente... ¿Por qué Aidan había elegido exactamente ese nombre para ella? ¿Quería darle coraje? ¿Quería proporcionarle la seguridad de la que carecía? Cualquiera que fuera su intención, había resultado correcta. Ella brillaba ahora más que nunca. Estaba avanzando por un camino sombrío y, como él lo había hecho, ella también estaba dispuesta a arrojar un poco de luz y esperanza en las vidas de los demás, aunque fuera lentamente, aunque fuera a solo uno a la vez, ella lo haría.— ¿Hum? ¿Por qué? No hiciste nada malo —Lo escuchó, claro que lo haría, después de todo había aprendido a escuchar los susurros que no querían ser escuchados.
¡Ah, sí! Una cita... Cuando una pareja va en algún lugar juntas. Aunque no lo seamos, seguramente pensarán eso, porque así suelen pensar los humanos. Pero, no importa, si nosotros conocemos la verdad y ellos no desean verla o aceptarla, no importa. Los misterios son hermosos.—Porque siempre había sido así, queriéndolo o no, los seres humanos siempre habían sido así. Habían seguido una realidad universal que no hacía más que escaparse más y más de la verdad. O quizás era ella la loca que no veía las cosas diferente, quizás solo por eso hacía que la realidad se cambiara y volviera a ser complicado de entender. Pero no importaba, porque, al fin y al cabo no existía solo una verdad. En algún momento su pensamiento se volvió nulo y su atención acabó en los acompasados pasos de ambos, en la armonía que formaban, como una calmada melodía, una nueva, una que acababa de nacer, que terminaba de haber sido creada por ellos dos. Una pareja pasó a su lado, hablando de cosas sin importancia y rodeados de una agradable armonía. El paisaje a su alrededor pasó de ser oscuro a tomar un tono más vivo, un ligero tono pastel, dando a entender para cualquiera que pudiera ver que las tiendas y los bares junto a las cafeterías comenzaban a ser dueñas de la calle.
Su atención volvió a fijarse en el albino muchacha que tenía a su lado y sonrió con calma ¿Y qué si él no podía ver las amables sonrisas suyas? Después de todo no era necesario ver para enterarse de lo que había a tu alrededor. La vista muchas veces engañaba a las personas más que cualquier otro sentido— Cuando volví, a mi también me sorprendió y no de forma grata. Había olvidado lo escandalosa que era, su falta de vegetación. Pero... Terminas acostumbrándote antes o después... O eso espero. —Cerró sus ojos, sonriendo con cierta diversión mientras seguía andando. Eso, hasta que escuchó la respuesta de Markus. Abrió sus ojos y volvió a dirigir su mirada hacia el otro, solo un instante antes de volver a mirar al frente— Música... ¿Te digo un secreto? Hace poco empecé a trabajar como cantante. Así que, también estoy conectada a la música de alguna forma. —Y no se daba cuenta, de lo hermoso que podía llegar a ser eso. Porque aún estaba ligeramente cegada por los oscuros sentimientos de recelo que la ciudad habían despertado en ella.— Solo que yo canto al ritmo de las melodías... Por desgracia, no se tocar ningún instrumento. ¿A ti te gustan? Los instrumentos es decir... —Porque, ser un invidente no tenía por qué impedirte cantar, o tocar... Porque para crear música no era necesario poder ver, porque a veces salía incluso mejor sin, solo con los sentimientos que en ella se reunía, en la música.
¡Ah, sí! Una cita... Cuando una pareja va en algún lugar juntas. Aunque no lo seamos, seguramente pensarán eso, porque así suelen pensar los humanos. Pero, no importa, si nosotros conocemos la verdad y ellos no desean verla o aceptarla, no importa. Los misterios son hermosos.—Porque siempre había sido así, queriéndolo o no, los seres humanos siempre habían sido así. Habían seguido una realidad universal que no hacía más que escaparse más y más de la verdad. O quizás era ella la loca que no veía las cosas diferente, quizás solo por eso hacía que la realidad se cambiara y volviera a ser complicado de entender. Pero no importaba, porque, al fin y al cabo no existía solo una verdad. En algún momento su pensamiento se volvió nulo y su atención acabó en los acompasados pasos de ambos, en la armonía que formaban, como una calmada melodía, una nueva, una que acababa de nacer, que terminaba de haber sido creada por ellos dos. Una pareja pasó a su lado, hablando de cosas sin importancia y rodeados de una agradable armonía. El paisaje a su alrededor pasó de ser oscuro a tomar un tono más vivo, un ligero tono pastel, dando a entender para cualquiera que pudiera ver que las tiendas y los bares junto a las cafeterías comenzaban a ser dueñas de la calle.
Su atención volvió a fijarse en el albino muchacha que tenía a su lado y sonrió con calma ¿Y qué si él no podía ver las amables sonrisas suyas? Después de todo no era necesario ver para enterarse de lo que había a tu alrededor. La vista muchas veces engañaba a las personas más que cualquier otro sentido— Cuando volví, a mi también me sorprendió y no de forma grata. Había olvidado lo escandalosa que era, su falta de vegetación. Pero... Terminas acostumbrándote antes o después... O eso espero. —Cerró sus ojos, sonriendo con cierta diversión mientras seguía andando. Eso, hasta que escuchó la respuesta de Markus. Abrió sus ojos y volvió a dirigir su mirada hacia el otro, solo un instante antes de volver a mirar al frente— Música... ¿Te digo un secreto? Hace poco empecé a trabajar como cantante. Así que, también estoy conectada a la música de alguna forma. —Y no se daba cuenta, de lo hermoso que podía llegar a ser eso. Porque aún estaba ligeramente cegada por los oscuros sentimientos de recelo que la ciudad habían despertado en ella.— Solo que yo canto al ritmo de las melodías... Por desgracia, no se tocar ningún instrumento. ¿A ti te gustan? Los instrumentos es decir... —Porque, ser un invidente no tenía por qué impedirte cantar, o tocar... Porque para crear música no era necesario poder ver, porque a veces salía incluso mejor sin, solo con los sentimientos que en ella se reunía, en la música.
Miléne Von Damme
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