Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
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Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Ninguna enfermera había reparado en mi plan de ir a por mi hermana, tampoco se esperaran que quitara ése horrible suero de forma brutal y menos que cogiera algunas prendas para resguardarme del helado invierno. Solamente como evidencia de que estuve en el hospital, me quedaría unas bandas de cinta con gasas adornandome los nudillos y aquel horrible atontamiento por estar tanto tiempo atada a los medicamentos. Saqué a Cream y Chocolat de una jaula canina, indicándoles de paso que no hagan ninguna clase de ruido y afectuandoles a ambos una serie de caricias detrás de las orejas; emprendimos nuestra perfecta huida a la calle. Sin tener el conocimiento del horario y teniendo sobre nuestras cabezas la caída de un mortífero atardecer buscamos un taxi. Se sentía tan bien estar afuera después de tantos meses de encierro, admiraba las calles como si fuera mi primera vez y cogía el suficiente aire para llenar mis pulmones. ¿Ése paramedico sabría de que una flamante diseñadora de modas se escapo para ver a su querida hermana? Me hubiese quedado a seguir observando como hacia su trabajo, pero necesitaba con urgencia un taxi y salir de una buena vez de allí.
—¿A dónde va, señorita?—pidió de repente el joven taxista, estudiando mi particular apariencia sospechosa y abriéndome de paso la puerta de atrás. Una vez dentro le tendí el papelito donde había anotado el numero de mi hermana, según ella me había comentado de que no era adecuado de que vaya sin avisar y que cuando me recuperara de mi decaída me lo presentaría. ¿Por qué Marlene me habría dicho ésas cosas? ¡Soy su hermana y tengo derecho a verle cuando se me diera en gana! El taxista trataba de sacarme charla de cualquier cosa, se notaba que era muy chismoso y no se podía darle mucho crédito a su insolencia. No obstante, admito de que había sido un completo alivio cuando arrancó el coche y dejamos atrás aquella pesadilla. Estiré las mangas de ésa campera, tapándome los rastros de las agujas y finalmente, contemplé pensativa por la ventanilla cada una de ésas imágenes veloces. Apenas se divisaba las estrellas y no faltaba mucho para que mi viaje culminara en la casa de mi hermana.
—¿Sabe lo que es muy recomendable para ir a ver, señorita? ¡La pista de patinaje y la zona de la selva! También sí quiere puede decirle a su pareja de ir a pescar a nuestros muelles y... —Seguía diciendo sin mirarme siquiera, no estaba para ser turista y aunque quisiera recorrer todo Idarion yo solita. Deseaba aclararle antes a mi hermana de que ya estaba mejor, que no debía preocuparse más y de que pronto volvería a mi vida normal. Mis pensamientos se vieron cortados cuando se detuvo al fin, mis felinos inquietos de querer estirar sus patitas fueron los primeros en salir corriendo directo a la propiedad y en cambio, yo tuve que pagarle al conductor con el poco dinero que me quedaba en el bolsillo.
—¡Wow!—silbó juguetón el hombre que me trajo ante la visión de la casa, de dos pisos y con las luces de la entrada encendidas; para advertirme de que no estaba desolada. Realmente me quedé sumamente impresionada porque era la perfecta vivienda de ensueño, seguramente Marly opiné lo mismo y se haya cansado de sacar nuevas conclusiones para describirla. Caminé por un sendero de adoquines, avistando el auto del compañero de mi hermana y de pronto, retrocedí unos cuantos pasos al darme cuenta de que casi me chocaba contra la puerta. Inflé mis mofletes.
¡Fijate por donde vas, Dany!, pensé reprochante y golpeando unas cuantas veces la puerta, diciendo casi desesperada:—¡Ay, abran la puerta qué hace mucho frió! ¡No quiero convertirme en nieve derretida!
—¿A dónde va, señorita?—pidió de repente el joven taxista, estudiando mi particular apariencia sospechosa y abriéndome de paso la puerta de atrás. Una vez dentro le tendí el papelito donde había anotado el numero de mi hermana, según ella me había comentado de que no era adecuado de que vaya sin avisar y que cuando me recuperara de mi decaída me lo presentaría. ¿Por qué Marlene me habría dicho ésas cosas? ¡Soy su hermana y tengo derecho a verle cuando se me diera en gana! El taxista trataba de sacarme charla de cualquier cosa, se notaba que era muy chismoso y no se podía darle mucho crédito a su insolencia. No obstante, admito de que había sido un completo alivio cuando arrancó el coche y dejamos atrás aquella pesadilla. Estiré las mangas de ésa campera, tapándome los rastros de las agujas y finalmente, contemplé pensativa por la ventanilla cada una de ésas imágenes veloces. Apenas se divisaba las estrellas y no faltaba mucho para que mi viaje culminara en la casa de mi hermana.
—¿Sabe lo que es muy recomendable para ir a ver, señorita? ¡La pista de patinaje y la zona de la selva! También sí quiere puede decirle a su pareja de ir a pescar a nuestros muelles y... —Seguía diciendo sin mirarme siquiera, no estaba para ser turista y aunque quisiera recorrer todo Idarion yo solita. Deseaba aclararle antes a mi hermana de que ya estaba mejor, que no debía preocuparse más y de que pronto volvería a mi vida normal. Mis pensamientos se vieron cortados cuando se detuvo al fin, mis felinos inquietos de querer estirar sus patitas fueron los primeros en salir corriendo directo a la propiedad y en cambio, yo tuve que pagarle al conductor con el poco dinero que me quedaba en el bolsillo.
—¡Wow!—silbó juguetón el hombre que me trajo ante la visión de la casa, de dos pisos y con las luces de la entrada encendidas; para advertirme de que no estaba desolada. Realmente me quedé sumamente impresionada porque era la perfecta vivienda de ensueño, seguramente Marly opiné lo mismo y se haya cansado de sacar nuevas conclusiones para describirla. Caminé por un sendero de adoquines, avistando el auto del compañero de mi hermana y de pronto, retrocedí unos cuantos pasos al darme cuenta de que casi me chocaba contra la puerta. Inflé mis mofletes.
¡Fijate por donde vas, Dany!, pensé reprochante y golpeando unas cuantas veces la puerta, diciendo casi desesperada:—¡Ay, abran la puerta qué hace mucho frió! ¡No quiero convertirme en nieve derretida!
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Melanie S. Hiddleston
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Eran las diez de la noche y el tiburón no podía permitirse dormir. No. Admiró a su hermosa esposa dormitar como un ángel, cada mechón rubio resplandecía a la luz de la santa luna, y aquellas agraciadas facciones la sumían en una perfecta sumisión. Pero, rompió todo contacto al observar hacia el techo, tendido boca arriba mientras parpadeaba una y otra vez sin poder sentir el cansancio. Incluso buscó posición más cómoda, se movió a un lado, nada; al otro, no parecía funcionar. ¿Qué mantendrá la mente del tiburón activa, alerta e hiperactiva? Tal parece que el trabajo de su metabolismo permanece con tanta vitalidad y energía, que se sentía como una corriente eléctrica. Con lentitud, fue moviéndose dentro de las sábanas, arrugando el perfecto planchado de las mismas y con la elegancia en sus genes heredados, cayó en la cuenta que tenía demasiado por hacer. Todos dentro de su territorio, permanecían en descanso absoluto. El silencio reinaba y él, con el sigilo de un leopardo, busco consuelo en otro lado.
Vistiendo un pijama largo: Una franela de algodón informal en gris y unos pantalones rayados a que combinaban con mucho estilo, le daba todo un aspecto de un hombre común. ¿Cómo es posible que el bastardo desde que se levanta hasta que duerme vista acertado? Por supuesto, su fornido cuerpo se adhería muy bien a la ropa, dándole así buena forma y en sus pies mantenía unas meras pantuflas para no indagar el suelo frío a pies descalzos.
Inhaló el aire hacia sus pulmones y mostró un casual rostro calmado, de aquellos en lo que nada puede lograr alterarlo. Se encaminó a la habitación de su despacho, y rápidamente, teniendo todo en su respectivo sitio, encendió la portátil para adelantar archivos, destinados a su empresa. Sin él presente, temía que todo se volviera un completo caos, o peor, que existieran altibajos en la administración, que hagan los que se les de la jodida gana y nadie mantuviera un estricto orden. Pero, también imagina que todos deben estar festejando su ausencia e igualmente, está creyendo que imponer una empresa en Idarion también podría dar frutos. ¿Qué tiene de malo expandirse hasta en lugares recónditos? Después de todo, aquí en la isla abundan los millonarios. Tecleó pasmoso el password, y enseguida el fondo de pantalla —no más que una imagen de las costas de la misma isla— apareció en tanto otros programas se cargan. Apenas estar seguro que todo ha cargado con normalidad, se empecinó en abrir el correo para tener noticias frescas.
No fue entonces que el llamado a la puerta cortó todo vistazo posible, hasta tenía cierta familiaridad con la voz y a prisas fue a atender.
—¡Ay, abran la puerta qué hace mucho frió! ¡No quiero convertirme en nieve derretida! —Por un momento vaciló, pues la misma oración contenía una contrariedad ridícula. Su ceja se alzó sin querer, irónico mientras estiraba su brazo al picaporte de la entrada. Abrió con la esperanza de refutar ése absurdo punto. Lo único. Allí se topó de lleno con una presencia blanca, y bajita. Ojos carmesíes, sangrientos y llamativos. Una belleza albina delante, ¡y claro!, no podía ser menos de los genes de las hermanas. Conocía a Daney por fotos y porque, Marlene nunca se cansaba de mencionarla con estima.
« ¿No se suponía que estaba en el psiquiátrico? ¿O era el hospital?, da igual. Y tiene cierto aire de Marlene pero no se parecen en nada… ¿En serio son hermanas? »
No traía los lentes, así que, sus ojos letales devoraron sin previo aviso el cuerpo ajeno. Le dio el visto bueno, si es pariente de Marlene, merece la pena—. ¿Cómo es posible que la nieve se derrita en invierno? —Fue lo único que dijo, como si en sólo eso pensase, también se preguntaba en cómo su mujer seguía durmiendo tan profundamente ante tanto escándalo porque él ante el menor ruido, se sobresalta—. ¿Y qué hace una muchacha visitando a estás horas de la noche? Vuelve mañana. —La estaba echando, sí, mostrándose impiadoso como siempre ante cualquiera. Aún cuando fuera hermana de su esposa, no tenía porque darle tratos especiales, mucho menos si ha escapado de un hospital —según a su criterio, de un loquero—.
Vistiendo un pijama largo: Una franela de algodón informal en gris y unos pantalones rayados a que combinaban con mucho estilo, le daba todo un aspecto de un hombre común. ¿Cómo es posible que el bastardo desde que se levanta hasta que duerme vista acertado? Por supuesto, su fornido cuerpo se adhería muy bien a la ropa, dándole así buena forma y en sus pies mantenía unas meras pantuflas para no indagar el suelo frío a pies descalzos.
Inhaló el aire hacia sus pulmones y mostró un casual rostro calmado, de aquellos en lo que nada puede lograr alterarlo. Se encaminó a la habitación de su despacho, y rápidamente, teniendo todo en su respectivo sitio, encendió la portátil para adelantar archivos, destinados a su empresa. Sin él presente, temía que todo se volviera un completo caos, o peor, que existieran altibajos en la administración, que hagan los que se les de la jodida gana y nadie mantuviera un estricto orden. Pero, también imagina que todos deben estar festejando su ausencia e igualmente, está creyendo que imponer una empresa en Idarion también podría dar frutos. ¿Qué tiene de malo expandirse hasta en lugares recónditos? Después de todo, aquí en la isla abundan los millonarios. Tecleó pasmoso el password, y enseguida el fondo de pantalla —no más que una imagen de las costas de la misma isla— apareció en tanto otros programas se cargan. Apenas estar seguro que todo ha cargado con normalidad, se empecinó en abrir el correo para tener noticias frescas.
No fue entonces que el llamado a la puerta cortó todo vistazo posible, hasta tenía cierta familiaridad con la voz y a prisas fue a atender.
—¡Ay, abran la puerta qué hace mucho frió! ¡No quiero convertirme en nieve derretida! —Por un momento vaciló, pues la misma oración contenía una contrariedad ridícula. Su ceja se alzó sin querer, irónico mientras estiraba su brazo al picaporte de la entrada. Abrió con la esperanza de refutar ése absurdo punto. Lo único. Allí se topó de lleno con una presencia blanca, y bajita. Ojos carmesíes, sangrientos y llamativos. Una belleza albina delante, ¡y claro!, no podía ser menos de los genes de las hermanas. Conocía a Daney por fotos y porque, Marlene nunca se cansaba de mencionarla con estima.
« ¿No se suponía que estaba en el psiquiátrico? ¿O era el hospital?, da igual. Y tiene cierto aire de Marlene pero no se parecen en nada… ¿En serio son hermanas? »
No traía los lentes, así que, sus ojos letales devoraron sin previo aviso el cuerpo ajeno. Le dio el visto bueno, si es pariente de Marlene, merece la pena—. ¿Cómo es posible que la nieve se derrita en invierno? —Fue lo único que dijo, como si en sólo eso pensase, también se preguntaba en cómo su mujer seguía durmiendo tan profundamente ante tanto escándalo porque él ante el menor ruido, se sobresalta—. ¿Y qué hace una muchacha visitando a estás horas de la noche? Vuelve mañana. —La estaba echando, sí, mostrándose impiadoso como siempre ante cualquiera. Aún cuando fuera hermana de su esposa, no tenía porque darle tratos especiales, mucho menos si ha escapado de un hospital —según a su criterio, de un loquero—.
Adler R. Edelstein
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Escuche pasos desde el otro lado de la puerta, cosa que me provocó a que abriera poco a poco mis ojos carmesís y cerrara mis manos en un puño. Nunca antes había sentido tanto la necesidad de que alguien abriera una puerta como en aquel instante. ¿Qué me aguardaba primero? ¿Un abrazo o un regaño? Mientras esperaba volví a tirar de las mangas de mi abrigo, las tiritas adhesivas me daban un horrible comezón y la brisa helada hacia que me doliera un poco el agujerito que me quedó, y dónde tendría que estar mi supuesto suero. Finalmente, después de unos cuantos segundos, que parecieron una eternidad para mí...Se abrió. Ahora me podía dar el santo gusto de disipar los nervios, alcé mis ojos y antes de que empezara a hablar ya sentía como si algo me hubiese cortado mi capacidad de vocalizar. ¡Era Adler E. Edelstein! ¡Sí era él! Me ruboricé al máximo. Reconocía a la perfección aquellos ojos azules, aquel cuerpo que siempre lucía elegante a donde quiera que vaya y no perdía su belleza cimarrón aún estando vestido de noche. Pero... sus insistentes preguntas hicieron que se me explotara mi burbuja y me quitara de sopetón mi capucha con peluche:
—¡No puedo volver mañana! ¡He pasado muchas cosas para poder llegar aquí!—encaré agresivamente a Edelstein, temblando ligeramente por el enojo acumulado y tomándolo por las solapas de lo que vendría hacer su bata.—¿Qué clase de anfitrión deja afuera a la hermana de su compañera de casa? ¡Un mal aprendido! ¡Un sádico caprichoso! ¡Yo voy a entrar igual! ¡Con su permiso!—finalicé jadeante apartándolo de mi camino con una mano y entrando al recinto como si fuera de mi propia propiedad. Ni en sueños pensaba regresar al hospital y menos recorrer toda la noche las calles de Idarion porque el seudo señor tenebroso quisiera.
El ambiente sin duda era sumamente cálido, acogedor y con una particular distribución de muebleria que lo hacia ciertamente atractivo. Desde la estatuilla griega en una mesa hasta las escaleras que conducían a un supuesto primer piso. Volví a clavar mis ojos en los suyos, inquieta.—¿Dónde esta mi hermana? Quiero verla...—insistí mucho más que antes, observé de reojo las escaleras que me llamaban misteriosamente y sin meditarlo mucho me digne a subir a ellas.—¿Está arriba, no? ¡Iré a despertarla!
—¡No puedo volver mañana! ¡He pasado muchas cosas para poder llegar aquí!—encaré agresivamente a Edelstein, temblando ligeramente por el enojo acumulado y tomándolo por las solapas de lo que vendría hacer su bata.—¿Qué clase de anfitrión deja afuera a la hermana de su compañera de casa? ¡Un mal aprendido! ¡Un sádico caprichoso! ¡Yo voy a entrar igual! ¡Con su permiso!—finalicé jadeante apartándolo de mi camino con una mano y entrando al recinto como si fuera de mi propia propiedad. Ni en sueños pensaba regresar al hospital y menos recorrer toda la noche las calles de Idarion porque el seudo señor tenebroso quisiera.
El ambiente sin duda era sumamente cálido, acogedor y con una particular distribución de muebleria que lo hacia ciertamente atractivo. Desde la estatuilla griega en una mesa hasta las escaleras que conducían a un supuesto primer piso. Volví a clavar mis ojos en los suyos, inquieta.—¿Dónde esta mi hermana? Quiero verla...—insistí mucho más que antes, observé de reojo las escaleras que me llamaban misteriosamente y sin meditarlo mucho me digne a subir a ellas.—¿Está arriba, no? ¡Iré a despertarla!
Melanie S. Hiddleston
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Parecía a un maldito conejo. Eso le irritaba. De piel tan nívea y pálida, que sus carmesíes ojos resaltaban exagerados. Cabello tan puro como la leche, y unas actitudes que englobó como “ridículamente tierna”. Si alguna vez tuvo esperanza en ella, fueron destruidas de manera cruel y despiadada. Como también, en su lista negra mental, ella entró sin pensarlo. Revolvió sus pensamientos un momento, caracterizado por una paciencia casi inquebrantable. Tenía que aguantar el bochinche ajeno y eso, es un reto. ¿Acaso no conoce percata que los vecinos duermen?, ¿qué su esposa está en la etapa de sueño profundo? Elevó siniestro una ceja.
—¡No puedo volver mañana! ¡He pasado muchas cosas para poder llegar aquí!
—¿Y a mí que mi importa lo que hiciste para llegar a Idarion? Te jodes. —El brillo burlón se acentuó, entonces, antes de que pudiese añadir algo a sus insistentes protestas, la situación se volteó de bruces. Esparciendo ése aroma tan invernal que la damita desprendía. «¿Cómo es que osas entrar sin más? Esto es allanamiento, y es ilegal, estúpida.» Sus ojos se volvieron bravos, quemando la figura en su mente, y buscando la forma más próxima de reventarla como un grano en el culo.
—¿Dónde esta mi hermana? Quiero verla...
—¿En dónde va estar? Durmiendo. —Era una razón muy obvia para él, no hay que ser un genio dada las horas. Por lo que antes de que ella tomase bruscas decisiones, su mano se transformó en una peligrosa pinza, estrujando el brazo de la niñata al grado de presionarla violento. Sea aquella pobre desdichada que le hizo hervir la sangre, demostrativo, fruncía el ceño. Endureciendo el rostro a lo guerrero. Ya tenía suficiente con Marlene. ¿Dos? Sería una pesadilla—. Esta no es tu puta casa —inquirió tajante, tanto que escupía veneno sulfúrico. La atrapó entre sus brazos, y creó una prisión para que no se le escapase.
—Ahora… —susurró serpenteante—, harás lo que te diga, o te echo a patadas. —Discreto, acarició lento sus blancas hebras, teniendo en su poder un inocente conejo blanco muy inquieto—. ¿Entendiste? —preguntó prepotente, demasiado cerca, tanto que los cuerpos rozaban uno con el otro. Tentador, pero, Adler sabe controlarse muy bien.
—Te soltaré. —Advirtió—. ¿Gustas algo de beber? —cuestionó una vez apartarse del todo, adoptando la fría identidad de un espectacular anfitrión.
—¡No puedo volver mañana! ¡He pasado muchas cosas para poder llegar aquí!
—¿Y a mí que mi importa lo que hiciste para llegar a Idarion? Te jodes. —El brillo burlón se acentuó, entonces, antes de que pudiese añadir algo a sus insistentes protestas, la situación se volteó de bruces. Esparciendo ése aroma tan invernal que la damita desprendía. «¿Cómo es que osas entrar sin más? Esto es allanamiento, y es ilegal, estúpida.» Sus ojos se volvieron bravos, quemando la figura en su mente, y buscando la forma más próxima de reventarla como un grano en el culo.
—¿Dónde esta mi hermana? Quiero verla...
—¿En dónde va estar? Durmiendo. —Era una razón muy obvia para él, no hay que ser un genio dada las horas. Por lo que antes de que ella tomase bruscas decisiones, su mano se transformó en una peligrosa pinza, estrujando el brazo de la niñata al grado de presionarla violento. Sea aquella pobre desdichada que le hizo hervir la sangre, demostrativo, fruncía el ceño. Endureciendo el rostro a lo guerrero. Ya tenía suficiente con Marlene. ¿Dos? Sería una pesadilla—. Esta no es tu puta casa —inquirió tajante, tanto que escupía veneno sulfúrico. La atrapó entre sus brazos, y creó una prisión para que no se le escapase.
—Ahora… —susurró serpenteante—, harás lo que te diga, o te echo a patadas. —Discreto, acarició lento sus blancas hebras, teniendo en su poder un inocente conejo blanco muy inquieto—. ¿Entendiste? —preguntó prepotente, demasiado cerca, tanto que los cuerpos rozaban uno con el otro. Tentador, pero, Adler sabe controlarse muy bien.
—Te soltaré. —Advirtió—. ¿Gustas algo de beber? —cuestionó una vez apartarse del todo, adoptando la fría identidad de un espectacular anfitrión.
Adler R. Edelstein
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
No faltaba mucho para ir a por mi hermana. Es más, no me iba a importar abrir puerta por puerta y buscarla a lo Indiana Jones. Con tal de satisfacer mi deseo de joderla, verle en aquél estado soñoliento y pegarle de paso con una almohada en la cabeza. Seguro que empezaríamos una Tercera Guerra Mundial únicamente con un par de almohadas, está vez le ganaría la partida y luego vendría la jurada tormenta de regaños de su parte. No me importaba. Sinceramente. Solo quería que acabara con sus esfuerzos de protegerme, que pudiera reconstruir su vida con esa persona que encontró y que a mí me dejara vivir sin culpas. No obstante, alguien decidió al fin dominarme por medio de unas cuerdas invisibles.
— ¡Oiga!—Enseguida le proteste, moviéndome de manera compulsiva y como el gato que repele al agua por puro hastió, de saber que solamente se trataba de ella. ¿Quién se creía? ¡Que agradezca, que tuviese la vista al frente! Porque lo hubiese calcinado con mis ojos. Encima que se daba el lujo de hacerse el malparido de mierda, se interponían en asuntos que no le concernía y que en parte me ponían demasiado nerviosa. Los ojos se me entrecerraron, inquietos por no poderse quedar inmóviles y por producto de un bolsa de sentimientos acumulados. No sabía en que momento terminaría por detonar.
—¿Quién te crees que eres, para interponerte entre mi hermana y yo?—Acoté, permitiéndole a mi lado celoso emerger y marcándole de paso que no estaba al tanto de lo qué pasaba. ¿Cuál era la conexión que mantenían ambos? ¿Qué hacia Adler Edesltein en la casa de mi hermana? ¿Por qué se molesto en detenerme? Podía sentir de nuevo esa maldita jaqueca. Con cuidado de no lastimarme, tomé lugar en aquellas escalinatas y lo penetré con mis fogosos ojos llenos de incredulidad e ironía.
—Beberé con mucho gusto una copa de Brandy, señor Edelstein.
Acepté de buena manera su ofrecimiento, por simple educación y porque nunca era bueno rechazar una bebida cuando se te presentaba gratis. Al menos, para ninguno de los dos se nos volvería a una perdida, sino que sería más bien beneficioso. Sonreí zorruna. Desde mi posición podría ver mejor su trasero varonil, enarqué una ceja traviesa y relamiéndome sin querer, con cierta lentitud mi labio inferior reseco. Despertando sorpresiva ante ese cambio repentino de petulante ha educado. ¿Cuál era el verdadero Edelstein?
—¡Espera!—Lo llamé a sus espaldas, incorporándome cuan resorte de aquel temporal asiento y revoloteando hacia el. Para quedarme atrevidamente cerca.— Quiero verte mejor de Barman. Así que… te propongo que me prepares algo fuera de este mundo. —Elevé ambas cejas. Capaz no le guste lo que diría, pero correría gustosa el riesgo con tal de ver su reacción:
— ¿Puede ser, señor Edelstein? ¡Oh, por favor quiero verle en acción!—Junté mis manos. Esperaría lo que sea necesario por ver un signo de enojo en él, ya que a nadie le gustaba ser picado y menos tratado de esclavo.
— ¡Oiga!—Enseguida le proteste, moviéndome de manera compulsiva y como el gato que repele al agua por puro hastió, de saber que solamente se trataba de ella. ¿Quién se creía? ¡Que agradezca, que tuviese la vista al frente! Porque lo hubiese calcinado con mis ojos. Encima que se daba el lujo de hacerse el malparido de mierda, se interponían en asuntos que no le concernía y que en parte me ponían demasiado nerviosa. Los ojos se me entrecerraron, inquietos por no poderse quedar inmóviles y por producto de un bolsa de sentimientos acumulados. No sabía en que momento terminaría por detonar.
—¿Quién te crees que eres, para interponerte entre mi hermana y yo?—Acoté, permitiéndole a mi lado celoso emerger y marcándole de paso que no estaba al tanto de lo qué pasaba. ¿Cuál era la conexión que mantenían ambos? ¿Qué hacia Adler Edesltein en la casa de mi hermana? ¿Por qué se molesto en detenerme? Podía sentir de nuevo esa maldita jaqueca. Con cuidado de no lastimarme, tomé lugar en aquellas escalinatas y lo penetré con mis fogosos ojos llenos de incredulidad e ironía.
—Beberé con mucho gusto una copa de Brandy, señor Edelstein.
Acepté de buena manera su ofrecimiento, por simple educación y porque nunca era bueno rechazar una bebida cuando se te presentaba gratis. Al menos, para ninguno de los dos se nos volvería a una perdida, sino que sería más bien beneficioso. Sonreí zorruna. Desde mi posición podría ver mejor su trasero varonil, enarqué una ceja traviesa y relamiéndome sin querer, con cierta lentitud mi labio inferior reseco. Despertando sorpresiva ante ese cambio repentino de petulante ha educado. ¿Cuál era el verdadero Edelstein?
—¡Espera!—Lo llamé a sus espaldas, incorporándome cuan resorte de aquel temporal asiento y revoloteando hacia el. Para quedarme atrevidamente cerca.— Quiero verte mejor de Barman. Así que… te propongo que me prepares algo fuera de este mundo. —Elevé ambas cejas. Capaz no le guste lo que diría, pero correría gustosa el riesgo con tal de ver su reacción:
— ¿Puede ser, señor Edelstein? ¡Oh, por favor quiero verle en acción!—Junté mis manos. Esperaría lo que sea necesario por ver un signo de enojo en él, ya que a nadie le gustaba ser picado y menos tratado de esclavo.
Melanie S. Hiddleston
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Se giró en la brevedad ante el inoportuno llamado de la menor. Parecía un chillido desafinado de pájaro, un grito ridículo que podría despertar hasta a un oso en hibernación. Sintió las venas quemar su piel. ¿En qué parte de su inadaptado ser, no entiende que su mujer está durmiendo? A pesar de las interrupciones, los gritos, las osadías de pretender ganar una batalla en silencio… Siguió de acero, pecho frío y expresiones inamovibles. No se iba a rebajar por una fulana de cuarta, aún si fuera la mismísima hija del Conde de Austria. Desde su proveniente altura la estudia indecoroso, y apenas fue capaz de estrujarle la mejilla con sus finos dedos para que le escuché con suma atención.
—Beberás lo que hay. —Porque al fin y al cabo, no es un alcohólico, por lo tanto, el nivel de licores en la casa es casi nulo. Quiere decir: Hacer un cóctel en aquellos momentos, es pretender pedir comer carne de venado en cuestiones de segundos. Tampoco está para satisfacer todos los caprichos de una insolente, invasora de propiedad privada ya que, jamás le concedió el permiso. Si está, es porque se lo sigue permitiendo. Al menos, no por mucho si desiste de seguir con la misma actitud de niñata.
Suelta y sigue su camino como si nada, en busca de una invaluable estantería de vinos internacionales. Sensaciones vinícolas que vienen desde Italia hasta su amada Austria. Un poco más abajo, se ve la litera dónde se guarda otras bebidas: Whisky escocés, sake, vodka y por supuesto, el brandy, un “vino quemado” que no podía faltar en la colección.
Halló dos copas y destapó para verter el líquido. Estando de espaldas, habló:
—Me habías preguntado quién me creo para interponerme entre ustedes… —Lo dijo como si lo recordará recién pero en realidad, deambuló por su mente. Al parecer, la chiquilla no sabe quién es. La verdad no le pareció nada grave que no sepa—. Soy su esposo. —Devolvió la tapita a su lugar, y poco a poco, ocupando ambas manos, se destina a entregarle su bebida correspondiente—. Ésta es mi casa. Así que, si vas a estar aquí, seguirás mis condiciones. Si no te gusta, me encargaré yo mismo de regresarte de nuevo a Narnia. Salud —alza su copa, y después humedece los labios al fundirlos en el cristal. La quemazón le cosquillea la lengua al sorber callado, mirándola de vez en cuando para escuchar de nuevo alguna de sus estupideces.
Estaba preparado para cualquier cosa.
—Marlene me ha hablado de ti luego de casarnos —espeta paciente—. No se parecen en nada. Ella es un hermoso canario; Tú, una lora chiflada. ¿Qué vienes a buscar exactamente? ¿Esperas qué te de cobijo? Espero que no. A primera hora será mejor que te vayas a un hotel pero no te negaré las visitas, si prometes comportarte.
—Beberás lo que hay. —Porque al fin y al cabo, no es un alcohólico, por lo tanto, el nivel de licores en la casa es casi nulo. Quiere decir: Hacer un cóctel en aquellos momentos, es pretender pedir comer carne de venado en cuestiones de segundos. Tampoco está para satisfacer todos los caprichos de una insolente, invasora de propiedad privada ya que, jamás le concedió el permiso. Si está, es porque se lo sigue permitiendo. Al menos, no por mucho si desiste de seguir con la misma actitud de niñata.
Suelta y sigue su camino como si nada, en busca de una invaluable estantería de vinos internacionales. Sensaciones vinícolas que vienen desde Italia hasta su amada Austria. Un poco más abajo, se ve la litera dónde se guarda otras bebidas: Whisky escocés, sake, vodka y por supuesto, el brandy, un “vino quemado” que no podía faltar en la colección.
Halló dos copas y destapó para verter el líquido. Estando de espaldas, habló:
—Me habías preguntado quién me creo para interponerme entre ustedes… —Lo dijo como si lo recordará recién pero en realidad, deambuló por su mente. Al parecer, la chiquilla no sabe quién es. La verdad no le pareció nada grave que no sepa—. Soy su esposo. —Devolvió la tapita a su lugar, y poco a poco, ocupando ambas manos, se destina a entregarle su bebida correspondiente—. Ésta es mi casa. Así que, si vas a estar aquí, seguirás mis condiciones. Si no te gusta, me encargaré yo mismo de regresarte de nuevo a Narnia. Salud —alza su copa, y después humedece los labios al fundirlos en el cristal. La quemazón le cosquillea la lengua al sorber callado, mirándola de vez en cuando para escuchar de nuevo alguna de sus estupideces.
Estaba preparado para cualquier cosa.
—Marlene me ha hablado de ti luego de casarnos —espeta paciente—. No se parecen en nada. Ella es un hermoso canario; Tú, una lora chiflada. ¿Qué vienes a buscar exactamente? ¿Esperas qué te de cobijo? Espero que no. A primera hora será mejor que te vayas a un hotel pero no te negaré las visitas, si prometes comportarte.
Adler R. Edelstein
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
No podía seguir actuando de aquella forma inmadura, así que opté por lo sensato y dejé que el otro se hiciera cargo de la situación. Lo aceché de cerca, sin dejar de sobarme la mejilla izquierda y le entrecerré la vista difuminando aire feroz. Si había algo que detestaba, eran esas clases de gestos tan dolientes y que solamente instigaban a que quisiera apartar dicha mano de un zarpazo. ¿¡Cómo podía ser tan atrevido!? ¡Ay, a lo que llegué! Primero, tenia que estudiar bien aquel panorama antes de atreverme a opinar a diestro y siniestro. Obrando, de paso como cualquier otro hermano preocupado que estuviese justo en mi lugar, y que siente esa necesidad de velar por el bienestar de su propia sangre. Además que intentaría de entender lo que ella vive con aquel hombre.
Traspasamos las escaleras, con la intención de ocupar un sitio cómodo y que sea además ideal para que conversemos, sin tener que interrumpirle el sueño a mi hermana. Adler, por otra parte, se había dirigido a buscarme lo que le había pedido. Lo que me permitió apreciar mejor las condiciones en que el matrimonio se encontraba posicionado; siendo bastante peculiar que no halla servidumbre e igualmente, mi hermana sería la primera en oponerse a solicitar la ayuda de otro ser humano.
—Debes estar contento, Adler. O debo decirte: ¿cuñado?—Me costaba tragarme esa realidad, mas porque jamás me llegue a imaginar que Marlene fuese de esas personas que se arrojaran a un matrimonio y sin sentir algo de por medio. Tanto misterio rondando un tema no me gustaba para nada, se olía a podrido e incluso pueda ser que Adler fuese como los demás pretendientes que pulularon en más de una ocasión alrededor de Marlene. Y de los cuales, en su momento, me tome la libertad de espantarlos a base de mis propias armas femeninas. Aproveché a moverme sigilosa, quedándome detrás de él antes que se diera vuelta por completo y sutilmente, le acepté educada la bebida.
Sorbí lentamente un tragó frente a su cara:
—Mañana me iban a dar el alta del hospital. Pero como te has dado cuenta; no me pude contener—le expliqué a modo introductorio al hombre, sin sacarle los ojos de encima y que caminaba sin problemas hasta un sofá doble. Me recosté sobre uno de los costados de mi cadera, al segundo que palpaba los cojines libres a mi lado opuesto con la clara señal que se sentara conmigo y también porque me estaba inquietando verlo tanto tiempo parado.
—Vine porque Marlene tiene parte de mis cosas y entre ellas, mis elementos de trabajo—aclaré simple, guiando la frialdad del vidrio de la copa a una de mis mejillas de forma provocativa, y le agregaba casi a lo último: —Descuida planeó instalarme bien en Idarion junto a madre. Por lo que tratemos de empezar de nuevo y no usando tanto el pie izquierdo—. Alce una vez más mi copa— ¿Un brindis de reconciliación, eh? Después de todo somos familia.
Melanie S. Hiddleston
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Escucha. O al menos intenta escucharla porque en su momento de lucidez lo menos que le importa es tener que oír sus justificaciones ridículas, de las cuales acaban empeorando la situación de la albina. No le cree.
—No comprendería porque Marlene debería de tener tus cosas, cuando, abandonó las suyas en Cabo Verde. Mucho menos tus elementos de trabajo como tanto dices —ingirió levemente de su copa, mirándola inquisitivo como si realmente no confiara en ésa pequeña ratita de laboratorio. Ratita, sí. Ése apodo le sonaba mucho mejor.
Se movió a un lado, dirigiéndose al sillón y sentarse en éste con una comodidad de excelentísimo emperador, no expresó nada más que una estructurado momento de quedarse meditabundo entre sus pensamientos codificados—. Me parece tan estúpido lo que dices, que no creo en nada. Entre línea y línea, me huele a huevo rancio —eleva la copa, estipulando movimientos circulatorios, gravitando en el aire sobre un eje invisible al mecer la muñeca. Cruza una pierna, casi prefiriendo volver a la cama junto a su querida que conversar con ésa fulana.
Tal vez esto era un mal sueño… Tal vez.
—No habrá ninguna reconciliación —advierte. No evitó sonreír altivo, la amenaza estaba hecha, y de ser posible: La echaría a patadas, si algo hacía mal. Sin perdón. El fuego de sus ojos, buscan analizar la menuda figura contraria—: Quiero que me digas las verdaderas razones por la cual has venido —se endereza, mostrando rectitud en la postura, alejado de los posibles comentarios acerca de su persona. No le interesa de hecho, que es lo que puede estar pensando de él ahora mismo—. No cualquiera sabe dónde estamos ubicados, exceptuando mis empleados y tengo teorías por ahí, que has estado picoteando dónde no te incumbe. —La mirada pesa sobre la muchacha, quería asfixiarla entre sus manos y convertirla en un juguete fino.
Exclusivo para él.
El tiempo es lento, tranquilo; la noche es muda y una intensidad se aflora en el ambiente, siendo un extraño mundo oscuro abriéndose paso.
—No comprendería porque Marlene debería de tener tus cosas, cuando, abandonó las suyas en Cabo Verde. Mucho menos tus elementos de trabajo como tanto dices —ingirió levemente de su copa, mirándola inquisitivo como si realmente no confiara en ésa pequeña ratita de laboratorio. Ratita, sí. Ése apodo le sonaba mucho mejor.
Se movió a un lado, dirigiéndose al sillón y sentarse en éste con una comodidad de excelentísimo emperador, no expresó nada más que una estructurado momento de quedarse meditabundo entre sus pensamientos codificados—. Me parece tan estúpido lo que dices, que no creo en nada. Entre línea y línea, me huele a huevo rancio —eleva la copa, estipulando movimientos circulatorios, gravitando en el aire sobre un eje invisible al mecer la muñeca. Cruza una pierna, casi prefiriendo volver a la cama junto a su querida que conversar con ésa fulana.
Tal vez esto era un mal sueño… Tal vez.
—No habrá ninguna reconciliación —advierte. No evitó sonreír altivo, la amenaza estaba hecha, y de ser posible: La echaría a patadas, si algo hacía mal. Sin perdón. El fuego de sus ojos, buscan analizar la menuda figura contraria—: Quiero que me digas las verdaderas razones por la cual has venido —se endereza, mostrando rectitud en la postura, alejado de los posibles comentarios acerca de su persona. No le interesa de hecho, que es lo que puede estar pensando de él ahora mismo—. No cualquiera sabe dónde estamos ubicados, exceptuando mis empleados y tengo teorías por ahí, que has estado picoteando dónde no te incumbe. —La mirada pesa sobre la muchacha, quería asfixiarla entre sus manos y convertirla en un juguete fino.
Exclusivo para él.
El tiempo es lento, tranquilo; la noche es muda y una intensidad se aflora en el ambiente, siendo un extraño mundo oscuro abriéndose paso.
Adler R. Edelstein
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
Daba gusto estar allí adentro, si no fuera porque debía lidiar con el pésimo humor de mi compañero y esa desconfianza que se autogeneraba frente a mis recientes acciones. Sin duda alguna hasta pecaba de paranoia extrema. A caso, ¿no podía quedarse tranquilo con mi palabra? Bueno, tampoco nos conocíamos tan a fondo para que confiara ciegamente. Y hasta fue lo suficiente listo en darse cuenta que contaba las cosas a medias; pero lo de Madre y querer escapar del hospital, eran las puras verdades. Entonces, fue cuando no comprendí al punto que quería llegar él.
—¿A qué viene lo de las cosas de Marlene? ¡Yo quiero mis pertenecías!—aclaré determinante, después de absorber algo de la bebida servida y depositaba sobre encima de una mesita de vidrio. Me mordí el labio inferior, al percibir que realmente ocupaba el lugar vació y embargaba fácilmente aquella sensación de nostalgia. Mucho antes de saber lo suyo con Marlene, siempre quise averiguar cuanto pudiera de él y hasta dar con la oportunidad de verlo desprotegido en ciertas reuniones. —Detesto rehacer papeles y reemplazar el material que he acumulado. Por eso se lo confié a mi hermana, porque no pude encontrar a una persona más calificada para ello—Lo mire luego de reojo—Tampoco tengo en mi poder algo que pueda implicar a mi hermana en lo i-legal.
No se daba una idea de lo que era para un diseñador, perder bocetos, su cuaderno de notas al margen y los elementos que le permiten diseñar. Además de la documentación que te ayudaba a ir de un lado a otro. Para mí, no todo se podía reemplazar así como así. En eso, se me dio por mirarme distraídamente las manos, cayendo en la soberana cuenta de que todavía aportaba las cintas adhesivas del suero en ambos dorsos de las manos. Aprovechando que Adler se puso a darme cátedra de oratoria, me bajé el cierre de la campera que llevaba encima y me lo saqué a lo último de muy mala gana.
Revoleé los ojos irónica, aunque otra vez la curiosidad me invadió al cuerpo y sin observarlo; le pregunté confianzuda:—¿En qué te afecta a ti?
Y después de estremecerme levemente cuando tragara de nuevo el contenido de mi bebida, se me acaloraran las mejillas y apoyara contra el respaldo del sofá la nuca; lo observé aleteando las pestañas:
—Hace unos días, recibí una llamada del jefe de Marlene.—Añadí esta vez seria, aunque la verdad estaba entretenida en ver esos profundos ojos azules y conservar el ritmo al inhalar en tanto hablamos del tema.— Quiere saber cuándo volverá a Estados Unidos y si al final se retirara definitivamente. ¿Estás al tanto, verdad? ¿De los pesares que sufrió tu hermoso canarito estando allí? Porque, a mí, me preocupa bastante el tema....
—¿A qué viene lo de las cosas de Marlene? ¡Yo quiero mis pertenecías!—aclaré determinante, después de absorber algo de la bebida servida y depositaba sobre encima de una mesita de vidrio. Me mordí el labio inferior, al percibir que realmente ocupaba el lugar vació y embargaba fácilmente aquella sensación de nostalgia. Mucho antes de saber lo suyo con Marlene, siempre quise averiguar cuanto pudiera de él y hasta dar con la oportunidad de verlo desprotegido en ciertas reuniones. —Detesto rehacer papeles y reemplazar el material que he acumulado. Por eso se lo confié a mi hermana, porque no pude encontrar a una persona más calificada para ello—Lo mire luego de reojo—Tampoco tengo en mi poder algo que pueda implicar a mi hermana en lo i-legal.
No se daba una idea de lo que era para un diseñador, perder bocetos, su cuaderno de notas al margen y los elementos que le permiten diseñar. Además de la documentación que te ayudaba a ir de un lado a otro. Para mí, no todo se podía reemplazar así como así. En eso, se me dio por mirarme distraídamente las manos, cayendo en la soberana cuenta de que todavía aportaba las cintas adhesivas del suero en ambos dorsos de las manos. Aprovechando que Adler se puso a darme cátedra de oratoria, me bajé el cierre de la campera que llevaba encima y me lo saqué a lo último de muy mala gana.
Revoleé los ojos irónica, aunque otra vez la curiosidad me invadió al cuerpo y sin observarlo; le pregunté confianzuda:—¿En qué te afecta a ti?
Y después de estremecerme levemente cuando tragara de nuevo el contenido de mi bebida, se me acaloraran las mejillas y apoyara contra el respaldo del sofá la nuca; lo observé aleteando las pestañas:
—Hace unos días, recibí una llamada del jefe de Marlene.—Añadí esta vez seria, aunque la verdad estaba entretenida en ver esos profundos ojos azules y conservar el ritmo al inhalar en tanto hablamos del tema.— Quiere saber cuándo volverá a Estados Unidos y si al final se retirara definitivamente. ¿Estás al tanto, verdad? ¿De los pesares que sufrió tu hermoso canarito estando allí? Porque, a mí, me preocupa bastante el tema....
Melanie S. Hiddleston
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Re: Falso espejismo—Adler E. Edelstein.
¿Cómo es qué era su nombre? Tan poco le interesa que ni se molestó en memorizarlo. Sorbe un trago, palpándose los labios sin darse cuenta que al relamerse está siendo provocador. Sus ojos ya no apuntan a la muchacha, sino a la ventana que está a unos pocos metros frente a él. Meditabundo, dejó de oír las estupideces de la cuñada con un importante deje de aspereza en el aura. Le asquea. Además, comienza a sentir el fulgor del cansancio en sus hombros, en sus párpados, volviéndolo un cascarrabias. Incluso hacer oídos sordos es una falta de respeto que se puede poner a tela de juicio, ¿pero a él que le interesa la opinión ajena?
Entonces la observó cuando dijo:
—Hace unos días, recibí una llamada del jefe de Marlene. —Cuantas ganas me dan de cortarte ésa puta lengua, querida—. Quiere saber cuándo volverá a Estados Unidos y si al final se retirara definitivamente. ¿Estás al tanto, verdad? ¿De los pesares que sufrió tu hermoso canarito estando allí? Porque, a mí, me preocupa bastante el tema....
—Ya hablé con su jefe —declaró cortante, no añadió más a la conversación, comenzando a desprenderse de su asiento con la pereza de un felino que, estuvo postrado durante mucho tiempo. Estiró su cuello también, y acarició sus sienes en círculos ante una visión borrosa. Mero efecto del alcohol. No se dio cuenta que había bebido a zancadas para ahogar su ira, ahora su cabeza está pagando con punzadas de pajarito, picoteándole a ratos. Entonces se acercó a la menuda mujercita en un repentino impulso desconocido, la tomó de la mandíbula, repasándola escalofriantemente cariñoso, lo justo para toparse con unos diminutos labios rosados… deseó comérselos. Era inexplicable. Tenía la confusa imagen de que su esposa está allí sentada, mirándole intrigada junto a sus enormes y rojas pupilas.
Parpadeó un par de veces sin creerse la mala jugada que le enseñó su cabeza —quién era tan cruel cómo él mismo—, y se limitó a separarse bastante mosqueado por tremendo acto. ¿Iba a ser capaz de darle un beso de buenas noches a una asquerosa intrusa sólo por confundirla por un breve instante con su mujer? Así es. No es algo de lo que pudiera perdonarse luego, por lo que se dirigió en silencio a sus aposentos, una ráfaga de viento que no dio tiempo a un “hasta mañana”.
Entonces la observó cuando dijo:
—Hace unos días, recibí una llamada del jefe de Marlene. —Cuantas ganas me dan de cortarte ésa puta lengua, querida—. Quiere saber cuándo volverá a Estados Unidos y si al final se retirara definitivamente. ¿Estás al tanto, verdad? ¿De los pesares que sufrió tu hermoso canarito estando allí? Porque, a mí, me preocupa bastante el tema....
—Ya hablé con su jefe —declaró cortante, no añadió más a la conversación, comenzando a desprenderse de su asiento con la pereza de un felino que, estuvo postrado durante mucho tiempo. Estiró su cuello también, y acarició sus sienes en círculos ante una visión borrosa. Mero efecto del alcohol. No se dio cuenta que había bebido a zancadas para ahogar su ira, ahora su cabeza está pagando con punzadas de pajarito, picoteándole a ratos. Entonces se acercó a la menuda mujercita en un repentino impulso desconocido, la tomó de la mandíbula, repasándola escalofriantemente cariñoso, lo justo para toparse con unos diminutos labios rosados… deseó comérselos. Era inexplicable. Tenía la confusa imagen de que su esposa está allí sentada, mirándole intrigada junto a sus enormes y rojas pupilas.
Parpadeó un par de veces sin creerse la mala jugada que le enseñó su cabeza —quién era tan cruel cómo él mismo—, y se limitó a separarse bastante mosqueado por tremendo acto. ¿Iba a ser capaz de darle un beso de buenas noches a una asquerosa intrusa sólo por confundirla por un breve instante con su mujer? Así es. No es algo de lo que pudiera perdonarse luego, por lo que se dirigió en silencio a sus aposentos, una ráfaga de viento que no dio tiempo a un “hasta mañana”.
Adler R. Edelstein
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Sáb Mar 17, 2018 10:56 am por Gu Bei Chen
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Sáb Feb 24, 2018 10:04 pm por Larrence O'Brian
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