Melody for the heaven [Libre]

Cargada de múltiples bolsas de todos los tamaños y colores, las cuales contenían las compras del día, caminaba por el parque despreocupadamente, apreciando la tranquilidad del lugar mientras miraba a mi alrededor, distraida. Un segundo, ¿era normal tanta calma a esas horas? Pareciera que la ciudad aún se mantenía dormida... o bueno, más bien en aquel sector específico de esta porque en el mercado había el mismo bullício de siempre. Lancé un prolongado suspiro. Tan lindo que sería poder tomar un momento de descanso, aprovechando la oportunidad que al parecer el destino me brindaba de guardar la calma aunque fuera sólo por un corto momento; si no fuera porque tenía que llegar a hacer la cena...
Alcé con un poco de dificultad el papel un tanto arrugado que contenía la lista que yo misma había hecho para las compras, buscando asegurarme que no hubiera nada que estuviera pasando por alto. No sería nada divertido tener que regresar de nuevo en caso de olvidarme de algún ingrediente importante. En esto estaba cuando un agradable sonido viajó por el viento y se trasladó hasta donde yo me encontraba, cautivando mi oído. Detuve mi andar paulatinamente, escrutando a todo lo que me rodeaba para dar con el causante de aquella melodía. ¿Ese era el sonido producido por una guitarra? Por supuesto que sí. Fruncí ligeramente mi ceño, con curiosidad, y desvié mi camino hacia el lugar donde, según mi percepción, creía se originaba todo. Por un momento me sorprendí al ser incapaz de ver nada, pero al acercarme a unos escondidos arbustos y echar una mirada a través de estos, pude captar a un joven posicionado desenfadadamente bajo un árbol y ejecutando aquel instrumento que ya había podido reconocer sólo por su sonido. Abrí los ojos con inaudita sorpresa, en shock por unos segundos, después reaccioné rápidamente y busqué la protección de los arbustos, dejándome caer a gatas y dejando las bolsas del mandado a un lado mío.
Ese... Ese que estaba allí tocando era... Imposible, ¿sí?
Con lentitud, con temor de ser descubierta, alcé mi cabeza para volver a echar un vistazo por encima de las verdes hojas y volví a esconderme, con el corazón acelerado. ¡Era Andrew Luhrmann! ¡El guitarrista de mi banda favorita, Avalanche! ¿Era una jugada del destino o una mala pasada de mi imaginación? Tal vez estaba equivocada... el perfil de Andrew no encajaba con el de un hombre que gustara tocar plenamente al aire libre. Y, sin embargo, allí estaba. Volví a espiarle.
Estaba haciendo mal y lo sabía, no debería de invadir su espacio personal de esa manera y lo más correcto era retroceder sigilosamente e irme de allí, como si nada hubiera pasado. Pero, siendo sinceros, ¿cuántas veces en la vida tienes la oportunidad de ver tan de cerca a tu artista favorito haciendo lo que más te gustaba que hiciera? Y ciertamente yo admiraba al de cobriza cabellera... Así que, roja de la vergüenza, me quedé allí agazapada y escuchando; cruzando los dedos para no ser descubierta por el contrario.

Aquel sonido era hermoso, triste y cargado de sentimiento. Claramente esa melodía era creada por el corazón de quien la ejecutaba, pero... ¿El de cobriza cabellera se sentiría en verdad de esa manera? ¿Algo le aquejaba? ¿Qué sería? ¿En qué estaría pensando en aquellos momentos? Todas aquellas incógnitas comenzaron a cruzar por mi mente, pero decidí sacudir mi cabeza y sencillamente permitirme disfrutar del momento porque, aunque era incorrecto, no iba a tener aquella oportunidad nunca más. Mi razón me estaba reprimiendo, me instaba a que diera la media vuelta y saliera allí de la forma más rápida y sigilosa posible antes de que fuera descubierta. ¿Y si el otro llamaba a la policía? ¡Pero estábamos en un lugar público! No tendría argumento válido para hacer eso, ¿o sí? ¡Él era un guitarrista famoso, por supuesto que podía hacer lo que quisiera y las autoridades le creerían! Y no tenía tiempo para meterse en líos gruesos. Sin embargo terminé haciendo caso a mi corazón y me quedé allí, inerte y tensa, mientras apreciaba aquellos acordes tan armoniosos.
Hasta que estos se detuvieron de forma brusca. Tragué en seco a consecuencia de ello y quise creer que la melodía terminaba allí y que en cualquier momento las cuerdas serían rasgadas una vez más con una nueva interpretación. Pero... no, eso no estaba sucediendo, y el silencio causado en aquellos momentos provocaba que comenzara a sudar en frío. Me tensé el doble, si es que aquello era posible, cuando el ruido de alguien incorporándose y aproximándose a donde yo estaba se dejó oír. ¡No, por favor, a estas alturas hubiese preferido mil veces el silencio! Me hice bolita lo mejor que pude, tratando inútilmente de creer que aquello me haría invisible pero no... Y yo lo sabía, y aquel individuo lo sabía también, pues no tardó demasiado en soltar aquello con ese tono divertido que me desconcertó, pues en mi mente ya se habían formado miles de expresiones en boca de Andrew y ninguna de ellas concordaba con lo que realmente había dicho. Y precisamente por eso es que me costó asimilar la situación. Seguí por varios segundos en la misma postura, con el rostro de cara al césped y las manos protegiendo mi cabeza como si aquello me hiciera irreconocible para ojos ajenos hasta que mi cerebro al fin fue capaz de reaccionar. Abrí los ojos, desorbitados, y de forma lenta comencé a incorporarme, retrocediendo hacia atrás para que la parte superior de mi cuerpo saliera de entre los arbustos y así terminar sentada sobre mis propias piernas, encarándole. Esos ojos violáceos... nada tenían que ver con los del chico que veía tocar ensimismado en los escenarios.
-Aquí... -respondí tontamente a su incógnita lanzada al aire, pues era obvio que mi acompañante en un inicio no esperaba que se le respondiera. ¿Pero qué podía hacer? ¡Estaba ante Andrew Luhrmann! ¿Qué se suponía que una chica cualquiera como yo debería hacer en aquella situación?-. Hola... -claro, saludar estúpidamente mientras mis ojos castaños no se apartaban de las facciones contrarias, pálida y como si estuviese viendo un fantasma. Traté de sonreír forzadamente al comprender que, por ahora, el otro no estaba enojado conmigo-.Yo... lo lamento mucho, no pretendía que... pero es que la melodía era tan linda que... lo siento -terminé por bajar la mirada a mis rodillas, en actitud humilde y casi regañada. No era capaz de formular bien una idea siquiera, así que cerré los ojos y traté de respirar profundamente varias veces para despejar la mente y serenar el cuerpo, era lo que necesitaba hacer en ese momento, para no incomodarle. Terminé volviendo a alzar el rostro hacia él antes de preguntarle con curiosidad y serenidad, casi como si temiera estarme equivocando porque... porque allí algo no estaba cuadrando del todo-... ¿eres tú? ¿De verdad? Quiero decir, ¿Andrew Luhrmann?
Ya me podía ver esposada y siendo llevada por las autoridades por acosadora...

Quedé desconcertada por el actuar ajeno, con mi cerebro tratando de asimilar todo lo que allí estaba pasando y hacer que compaginara con la información recibida durante todo este tiempo. No, allí no había nada claro ni bien, cada vez estaba más confundida con la situación y mi expresión lo dejaba a claras... pero las palabras no pudieron acudir a mí cuando el chico de cabellera cobriza negó ser aquel que yo estaba casi segura que era. Era imposible que no fuera él, y tenía entendido que no poseía ningún hermano mellizo pero... ¿En realidad qué tanto podía saber una simple civil como yo? No todo lo que contaban las revistas era cierto, y tras aquello se sumaba una vida privada de cada artista que no querían dejar relucir. Además de que Andrew Luhrmann no solía acudir a ninguna entrevista, eso sumaba más misterio aún a lo que estaba sucediendo.
Entonces, ¿me estaría diciendo la verdad? Aunque cupiera esa posibilidad, yo tenía la corazonada de que no me estaba equivocando. Aun así, decidí seguirle la corriente al chico porque; sus razones tendría para fingir, y yo no era nadie para desmentirle ni hacerle sentir incómodo. Ya bastante agradecida estaba que mi acompañante fuera comprensivo y no estuviera regañándome por ser una fisgona.
Cerré los ojos y suspiré, aliviada, llevándome una mano al corazón en un acto reflejo mientras lo hacía.
-Vaya, ya veo... así que no eres él... -alcé la mirada y le sonreí- perdona la confusión entonces. Verás, es que a mí me encanta el trabajo de tu hermano, creo que se desempeña bastante bien como guitarrista... pero, ¿sabes? Tú también tienes bastante talento, logras transmitir mucho con cada acorde... ¡Ah! Perdona, ¿estoy siendo muy parlanchina? No me gustaría incomodarte con mi plática sosa -reí, nerviosa, al tanto que me incorporaba porque aquella diferencia entre alturas me estaba incomodando un poco. Aunque bueno, tampoco era como si fuera gran diferencia estando de pie, al ser él mucho más alto que yo-. Mi nombre es Okasaki Kanade -hice una reverencia al estilo japonés a modo de respeto-, te agradezco mucho el que no te enojaras... y también la bella melodía... ¡Es decir! Sé que no iba dirigida para mí ni mucho menos pero me gustó mucho escucharla y... estoy hablando de más, ¿verdad?
No pude evitar sonrojarme y desviar la mirada, sintiéndome ridícula. ¿Por qué no podía dejar de hablar? Dios, debí haber nacido con un botón de apagado... Nunca había sentido tan literal el dicho de 'trágame, tierra'. Lo mejor sería agradecer una vez más, despedirme y emprender estratégica huida.
Sí, aquello sería lo mejor...
-¡Ah, espera un segundo! -tras un breve silencio, recordé algo y comencé a buscar entre mis bolsas con un poco de prisa, hasta dar con un pequeño paquetito cuadrado, el cual contenía un sandwich de helado sabor vainilla con galleta de chocolate. Se lo tendí, con expresión amable- lamento mucho los inconvenientes causados... acepta esto, por favor; te prometo que no tiene nada malo. Por cierto, ya que no eres Andrew... ¿podría saber tu nombre? Sería lindo saber con quien me encontré esta mañana...
¡Idiota! ¿Por qué demonios le estaba pidiendo su nombre? ¡Si nunca lo iba a volver a ver! Ya, era definitivo, podían darme el premio a la idiota del siglo...