¿Será talento? O será simple suerte~ {Raffaele Vechierelli}
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¿Será talento? O será simple suerte~ {Raffaele Vechierelli}
Me sentí completamente honrada cuando un grupo de estudiantes de teatro, de cursos inferiores, había acudido a mí para pedir autorización de usar un fragmento de mi más reciente novela, la cual aún estaba incompleta. Habían sabido de mí por una conferencia que se había impartido en el edificio de literatura respecto a la codependencia que existía entre estas dos artes. Quien fungiría de director entre ellos, había quedado encantado con mi obra y personajes, y deseaba sinceramente hacer una puesta en escena de uno de los capítulos, el que más le había significado. Por obvias razones, yo no tuve ningún problema con ello y me encargué de la adaptación del guion mientras él se encargaba de organizar a sus compañeros, quienes participarían en el proyecto. Por lo que tenía entendido, se trataba de una especie de examen para poder acreditar una materia.
De eso hacía ya varias semanas atrás, y estuve a punto de olvidar aquella situación si no hubiera sido porque el mismo alumno había acudido nuevamente a mí para invitarme a asistir a uno de los ensayos generales, para que pudiera apreciar la actuación de sus compañeros y el trabajo de todos ellos. Acepté encantada. Me dio la fecha y hora en la que se llevaría acabo esa función privada y me comprometí a no olvidarlo.
Ese día era hoy y, para mi desgracia, iba atrasada. ¿Pero qué se podía hacer cuando mi profesor de teoría literaria me había entretenido después de las clases? Se suponía que el ensayo daba inicio a las cinco de la tarde de ese viernes, y ya eran las cinco con diez minutos. Ni hablar, tocaba correr, pues ni de loca me perdería de ese espectáculo. El mayor orgullo de un escritor, a mi parecer, era el saber que a tus lectores les agradaban y apreciaban tus historias, y el que llevaran una de ellas a la realidad era el mejor obsequio que se nos podía hacer. No iba a desperdiciar esa oportunidad, de eso estaba segura.
Salí de mi edificio correspondiente y eché a correr por los jardines hasta dar con el amplio auditorio de la academia, lugar donde se llevaba a cabo todas las funciones formales realizadas por los alumnos y que, por fortuna, no se encontraba lejos de mi área asignada. Entré en la elegante construcción y recorrí lo más aprisa que pude el pasillo de espera hasta dar con la entrada oficial del reciento, deteniéndome abruptamente a tomar aire sólo cuando me di cuenta que este estaba sumergido parcialmente por la oscuridad, a excepción de aquellas luces que iluminaban directamente el escenario. Por lo que podía notar, apenas daban comienzo a la función por lo que ni siquiera los actores habían hecho acto de presencia en el mismo. Aprovechándome de esta situación, me escabullí en el interior y con sigilo me deslicé entre las butacas del fondo hasta dar con la más adecuada para disfrutar de la pequeña obra que iniciaría en breve. Me mantuve en la parte posterior del lugar, pues de esta manera estaba segura que nadie se percataría de mi llegada, y me alegraba de ello, ya que hubiera corrido riesgo de interrumpirles y no deseaba que eso ocurriera. Para ellos sería más sencillo realizar su trabajo si pensaban que nadie ajeno a los que participaban en el proyecto los estaba mirando.
Me puse cómoda en la mullida butaca roja y esperé a que dieran inicio.
De eso hacía ya varias semanas atrás, y estuve a punto de olvidar aquella situación si no hubiera sido porque el mismo alumno había acudido nuevamente a mí para invitarme a asistir a uno de los ensayos generales, para que pudiera apreciar la actuación de sus compañeros y el trabajo de todos ellos. Acepté encantada. Me dio la fecha y hora en la que se llevaría acabo esa función privada y me comprometí a no olvidarlo.
Ese día era hoy y, para mi desgracia, iba atrasada. ¿Pero qué se podía hacer cuando mi profesor de teoría literaria me había entretenido después de las clases? Se suponía que el ensayo daba inicio a las cinco de la tarde de ese viernes, y ya eran las cinco con diez minutos. Ni hablar, tocaba correr, pues ni de loca me perdería de ese espectáculo. El mayor orgullo de un escritor, a mi parecer, era el saber que a tus lectores les agradaban y apreciaban tus historias, y el que llevaran una de ellas a la realidad era el mejor obsequio que se nos podía hacer. No iba a desperdiciar esa oportunidad, de eso estaba segura.
Salí de mi edificio correspondiente y eché a correr por los jardines hasta dar con el amplio auditorio de la academia, lugar donde se llevaba a cabo todas las funciones formales realizadas por los alumnos y que, por fortuna, no se encontraba lejos de mi área asignada. Entré en la elegante construcción y recorrí lo más aprisa que pude el pasillo de espera hasta dar con la entrada oficial del reciento, deteniéndome abruptamente a tomar aire sólo cuando me di cuenta que este estaba sumergido parcialmente por la oscuridad, a excepción de aquellas luces que iluminaban directamente el escenario. Por lo que podía notar, apenas daban comienzo a la función por lo que ni siquiera los actores habían hecho acto de presencia en el mismo. Aprovechándome de esta situación, me escabullí en el interior y con sigilo me deslicé entre las butacas del fondo hasta dar con la más adecuada para disfrutar de la pequeña obra que iniciaría en breve. Me mantuve en la parte posterior del lugar, pues de esta manera estaba segura que nadie se percataría de mi llegada, y me alegraba de ello, ya que hubiera corrido riesgo de interrumpirles y no deseaba que eso ocurriera. Para ellos sería más sencillo realizar su trabajo si pensaban que nadie ajeno a los que participaban en el proyecto los estaba mirando.
Me puse cómoda en la mullida butaca roja y esperé a que dieran inicio.
Julietta Tescotti
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Re: ¿Será talento? O será simple suerte~ {Raffaele Vechierelli}
Distaba de ser un ensayo cualquiera. Fragmentos de la obra se habían puesto en práctica numerosas veces, en aula, en espacios abiertos, incluso en el mismo escenario que se esa tarde les ocupaba. Solo había una diferencia, una gran y halagadora diferencia. Hoy se encontraba entre los asientos la autora de tan imponente escrito, solo que contados eran quienes estaban al tanto.
Cuando la historia les fue proporcionada, Raffaele comenzó a leerla con la intención de dar solo un vistazo general al trabajo, encontrándose pronto atrapado a mitad de una trama que no podía ni quería dejar de leer. Necesitaba saber qué ocurriría, ¿cómo acabarían tan complicados lazos?! Para su sorpresa al día siguiente en clase, después de una laarga noche devorando el libreto entero, recibió su papel a interpretar. Casi podía sentir el hervir de su elemento ante la exquisita noticia.
Y ahora, ahí estaba. Incorporándose con movimientos suavizados puesto que se suponía, acababa de alterar su forma de serpiente a una de aparente humano, portando el pesado manto con capucha que requería su personaje. Aunque fuese solo un ensayo, tenía que aprender a trasmitir la esencia enigmática de Stefano a pesar de ir cubierto casi en su totalidad por la capa. Llevaba el cabello suelto y se aseguró de que éste cayera por los costados de su rostro para evitar que el público fuese capaz de apreciar sus facciones hasta que fuese el momento preciso. Con lentitud alzó el rostro mientras sus manos deslizaban hacia abajo la capucha que hasta ese entonces también resguardaba su identidad. Una vez que tuvo la cara despejada y manteniendo siempre la vista al frente fija en su compañera que interpretaría a Cossette, trazó la sonrisa ladina que debía ser acompañada por un sutil movimiento de la cabeza. No estaba seguro de sí ambos gestos debían ir al unísono o no, pero a su gusto le pareció adecuado permitir un desfase entre uno y otro.
– Bien, estoy como me lo pediste. –
Habló en voz perfectamente audible, con calma pero sin llegar a sonar excesivamente lento, pronunciando con sumo cuidado cada una de las palabras, procurando imbuir en cada una de ellas un toque de elegancia y diversión al mismo tiempo. Esperó los minutos acordados de silencio absoluto y solo entonces extendió la sonrisa tornándola ligeramente insana. Procuró conservar dicha característica y contagiarla a su siguiente línea.
-Vamos Amantia… ¿Acaso no me llamaste a mí? – una marcada pausa, cortada por la fría voz del otro personaje presente. Liberó entonces el pelinegro una jovial y breve risa producto de la gracia que le provocaba el reproche recién escuchado. Pedía soporte y aún así se mostraba quejosa, ¡vaya chica!
-Lo siento, pero si te llamase por tu primer nombre… - insertó segundos de pausa - seguramente tus seres queridos se enterarían de tu existencia… ¿No lo crees así, Cossette? – al pronunciar dicho nombre remarcó la diversión en su sonrisa y en ese punto del guión era donde le entraban las dudas. El guión no especificaba mucho al respecto pero el sentía que debía hacer algún cambio de posición, un movimiento sutil para no dar impresión de espanta pájaros clavado en el suelo. Sin embargo, a mitad de esos pensamientos recordó que debía haberse acercado un par de pasos hacia la mujer. Solo esperaba que el fallo fuese notorio únicamente para ella, quien justo iniciaba su diálogo después de ciertos minutos de observación al muchacho. En lo que sus palabras finalizaban, él avanzó la distancia que debía haber acortado minutos atrás. Lo hizo con la mayor naturalidad posible pero… Quiso voltear hacia los asientos, pocas personas se encontraban ahí atentos a su actuación, pero entre ellas estaba Julieta Lobbosco. Desgraciadamente sólo conocía su nombre y no su aspecto, así que por mas que quisiera buscarla entre el escaso público que les evaluaba sus posibilidades de conseguirlo eran casi nulas.
No se consideraba perfeccionista, por supuesto que no, pero… ¡dos pasos!! ¿Cómo pudo olvidarlo después de varios ensayos?? Solo esperaba que la estudiante de literatura no fuera tan… ¿estricta?
Estaba mirando fijamente a su compañera, pero ésta ya no decía nada, le correspondía la mirada y nada mas. Fue el alzar de una ceja –nada que ver con el personaje- lo que consiguió hacerle reaccionar. Perdió la cuenta del tiempo que llevaba en silencio, igual forjó la expresión de disgusto que debía y aunque visualmente fue acertada, carecía de la potencia necesaria para provocar un cambio en el espectador.
-Uy, que fría eres conmigo… ¿No sería mejor desistir e irme a casa? – Oh… una segunda falla, mínima, pero ahí estaba.
Cuando la historia les fue proporcionada, Raffaele comenzó a leerla con la intención de dar solo un vistazo general al trabajo, encontrándose pronto atrapado a mitad de una trama que no podía ni quería dejar de leer. Necesitaba saber qué ocurriría, ¿cómo acabarían tan complicados lazos?! Para su sorpresa al día siguiente en clase, después de una laarga noche devorando el libreto entero, recibió su papel a interpretar. Casi podía sentir el hervir de su elemento ante la exquisita noticia.
Y ahora, ahí estaba. Incorporándose con movimientos suavizados puesto que se suponía, acababa de alterar su forma de serpiente a una de aparente humano, portando el pesado manto con capucha que requería su personaje. Aunque fuese solo un ensayo, tenía que aprender a trasmitir la esencia enigmática de Stefano a pesar de ir cubierto casi en su totalidad por la capa. Llevaba el cabello suelto y se aseguró de que éste cayera por los costados de su rostro para evitar que el público fuese capaz de apreciar sus facciones hasta que fuese el momento preciso. Con lentitud alzó el rostro mientras sus manos deslizaban hacia abajo la capucha que hasta ese entonces también resguardaba su identidad. Una vez que tuvo la cara despejada y manteniendo siempre la vista al frente fija en su compañera que interpretaría a Cossette, trazó la sonrisa ladina que debía ser acompañada por un sutil movimiento de la cabeza. No estaba seguro de sí ambos gestos debían ir al unísono o no, pero a su gusto le pareció adecuado permitir un desfase entre uno y otro.
– Bien, estoy como me lo pediste. –
Habló en voz perfectamente audible, con calma pero sin llegar a sonar excesivamente lento, pronunciando con sumo cuidado cada una de las palabras, procurando imbuir en cada una de ellas un toque de elegancia y diversión al mismo tiempo. Esperó los minutos acordados de silencio absoluto y solo entonces extendió la sonrisa tornándola ligeramente insana. Procuró conservar dicha característica y contagiarla a su siguiente línea.
-Vamos Amantia… ¿Acaso no me llamaste a mí? – una marcada pausa, cortada por la fría voz del otro personaje presente. Liberó entonces el pelinegro una jovial y breve risa producto de la gracia que le provocaba el reproche recién escuchado. Pedía soporte y aún así se mostraba quejosa, ¡vaya chica!
-Lo siento, pero si te llamase por tu primer nombre… - insertó segundos de pausa - seguramente tus seres queridos se enterarían de tu existencia… ¿No lo crees así, Cossette? – al pronunciar dicho nombre remarcó la diversión en su sonrisa y en ese punto del guión era donde le entraban las dudas. El guión no especificaba mucho al respecto pero el sentía que debía hacer algún cambio de posición, un movimiento sutil para no dar impresión de espanta pájaros clavado en el suelo. Sin embargo, a mitad de esos pensamientos recordó que debía haberse acercado un par de pasos hacia la mujer. Solo esperaba que el fallo fuese notorio únicamente para ella, quien justo iniciaba su diálogo después de ciertos minutos de observación al muchacho. En lo que sus palabras finalizaban, él avanzó la distancia que debía haber acortado minutos atrás. Lo hizo con la mayor naturalidad posible pero… Quiso voltear hacia los asientos, pocas personas se encontraban ahí atentos a su actuación, pero entre ellas estaba Julieta Lobbosco. Desgraciadamente sólo conocía su nombre y no su aspecto, así que por mas que quisiera buscarla entre el escaso público que les evaluaba sus posibilidades de conseguirlo eran casi nulas.
No se consideraba perfeccionista, por supuesto que no, pero… ¡dos pasos!! ¿Cómo pudo olvidarlo después de varios ensayos?? Solo esperaba que la estudiante de literatura no fuera tan… ¿estricta?
Estaba mirando fijamente a su compañera, pero ésta ya no decía nada, le correspondía la mirada y nada mas. Fue el alzar de una ceja –nada que ver con el personaje- lo que consiguió hacerle reaccionar. Perdió la cuenta del tiempo que llevaba en silencio, igual forjó la expresión de disgusto que debía y aunque visualmente fue acertada, carecía de la potencia necesaria para provocar un cambio en el espectador.
-Uy, que fría eres conmigo… ¿No sería mejor desistir e irme a casa? – Oh… una segunda falla, mínima, pero ahí estaba.
Raffaele Vecchierelli
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Re: ¿Será talento? O será simple suerte~ {Raffaele Vechierelli}
Procuraría no sentirme ofendida al respecto, y no por el hecho de que aquel chico de cabellos negros estaba arruinando a uno de los personajes que más dedicación le había impuesto por su complejidad, sino por no dar todo lo que tenía para la caracterización del mismo. Eso, señores, sí era un insulto hacia mi persona y hacia el público en general.
Nada dije, me mantuve en mi posición, oculta en la parte posterior del enorme auditorio, con las piernas cruzadas y los codos apoyados en uno de los reposabrazos de la mullida butaca en la que me encontraba. Ni hice ningún ademán y gesto alguno no apareció en mi rostro, salvo un leve entrecerrar de ojos mientras la actuación de Stefano iba avanzando. Físicamente era el correcto, ni yo hubiera podido encontrar a alguien que diera tan acertadamente con la hermosura de mi personaje ni que transmitiera la misma enigmática escencia. No necesitaba más que un simple vistazo para saber que era el acertado. En ese caso... ¿Por qué no estaba sacando todo su potencial, ese que yo estaba segura que tenía? Podía hacer un Stefano mil veces mejor que el que yo había plasmado en mi escrito, y aún así me estaba entregando... Nada, absolutamente nada.
Dos fallos cometió, pero realmente ese no era el problema, sino el que permitiera que el primero lo desconcentrara de su actuación, provocando que todo lo demás se fuera en picada. Y fue gracias a eso que pude descubrir el meollo del asunto. Sonreí levemente y me recargué sobre el respaldo, permitiendo que toda tensión en mi cuerpo se esfumara cuando el director mandó a cortar la escena abruptamente, quizá notando lo mismo que yo acababa de observar en la actuación de Stefano aunque lo dudaba, me inclinaba más por la teoría de que sólo fue capaz de percatarse de los errores y antes de que la cosa fuera a más lejos, reprenderle.
Y, una vez más, había acertado en mis conjeturas.
Antes de que el regaño del joven director hacia su compañero actor pasara a mayores, comencé a aplaudir pausadamente, casi rayando en el desdén. Todos guardaron silencio y voltearon a ver hacia donde yo estaba, protegida entre las penumbras. Me puse en pie y caminé por el pasillo hacia el escenario se encontraba, permitiendo que en determinado momento la luz iluminara mi perfil. Algunos pocos fueron capaces de reconocerme, principalmente el director, quien me miró con asombro y arrepentimiento. Antes de que hiciera amago de disculparse, alcé una mano para detenerle y le dediqué una breve sonrisa.
-Agradezco que me invitaran a ser testigo de esta puesta en escena, pude tener una... simpática vista de la situación -mis ojos castaños se enfocaron en el rostro del joven y analicé con intensidad cada una de sus facciones, para después centrarme en la mirada contraria. Podría ser Stefano personificado sin lugar a dudas, quizá con varios años menos pero eso tenía un arreglo. ¿Por qué rayos tenía que ser tan mal actor?
-¿Nos podrías dar una opinión objetiva al respecto? -volteé a ver a quien dirigía aquella producción y no pude evitar reír por dentro. ¿En verdad mi presencia era tan terrorífica como para causar tanto miedo en el pobre muchacho?
-¿Es lo que realmente quieren? Bien, porque en ese caso no me voy a tentar el corazón para dar mi crítica al respecto -guardé silencio por un momento, mirando a cada uno de los chicos que alcanzó a aparecer en escena- No tengo queja alguna con Cossete, una buena apreciación y personficación del personaje: ciertamente este es frío, al menos en ese momento de la historia, así que no necesita una gran elaboración para quien está destinado a interpretar esta clase de personalidades. De quien estoy totalmente insatisfecha y en desacuerdo es con Stefano -volteé a ver al susodicho con una mirada fría e inexpresiva, esa que había aprendido a utilizar a lo largo de mi corta carrera como miembro principal de la mafia- Aprendiste bien la técnica actoral, se nota que posees conocimientos en este ámbito y que los sabes aplicar con una meticulosa precisión que llega incluso a enfermar; pero de allí en más siento.... -me permití hacer un leve gesto mientras analizaba mejor lo que iba a decir, optando al final por la crudeza en mis palabras- ... absolutamente nada, y estoy segura de que no soy la única en los presentes que se siente de esta manera. ¿Y es que cómo vas a poder transmitir sentimiento alguno si no tienes ni la más mínima capacidad de captar la escencia del personaje? ¿Leíste acaso el libreto? Porque te aseguro que no lo estás demostrando, nos estás insultando con una interpretación sumamente superficial de las lineas que se te entregaron para ensayar, sin adentrarte más allá. Si me pidieran reasignarte, tras la actuación que acabas de realizar, el único papel más o menos acorde que encontraría para ti sería el del árbol, porque incluso la serpiente falsa hace un mejor papel que tú -como había advertido, no me toqué el corazón para escupir todas aquellas verdades a la cara del pelinegro, sin apartar ni un sólo instante la mirada de sus ojos azules, desafiándole en todo momento a que me contradijera y me demostrara lo contrario. Tomé asiento en la primera fila, cerca de él, y le dediqué una sonrisa de lo más socarrona- ¿Estás seguro de que eres actor, muchachito? Porque he visto vagos con más talante.
Mi propósito inicial no era el de ofenderle o humillarle, eso ya venía como algo colateral. Deseaba encenderle, que aquella chispa en su interior refurgiera y me demostrara de lo que realmente era capaz; porque un actor que sólo se apega a las lineas y a lo estipulado por los demás, sin atreverse a dar un paso más allá para innovar e imprimir su propia chispa al personaje, jamás sería capaz de poder controlar la complejidad de Stefano. No le daría la respuesta a sus problemas, porque si no lo descubría por sí mismo nunca iba a poder comprender del todo a lo que me estaba refiriendo, no sería capaz de sentir y transmitirlo después a los demás, seguiría haciendo lo mismo que había estado haciendo hasta ahora: apegarse a lo que alguien más dijo o hizo, sin animarse a ser él el que le dé vida propia.
Porque aquel que permite que el personaje se adueñe de uno, y no adueñarse del personaje y hacerlo propio, no era digno de estar en un escenario.
Nada dije, me mantuve en mi posición, oculta en la parte posterior del enorme auditorio, con las piernas cruzadas y los codos apoyados en uno de los reposabrazos de la mullida butaca en la que me encontraba. Ni hice ningún ademán y gesto alguno no apareció en mi rostro, salvo un leve entrecerrar de ojos mientras la actuación de Stefano iba avanzando. Físicamente era el correcto, ni yo hubiera podido encontrar a alguien que diera tan acertadamente con la hermosura de mi personaje ni que transmitiera la misma enigmática escencia. No necesitaba más que un simple vistazo para saber que era el acertado. En ese caso... ¿Por qué no estaba sacando todo su potencial, ese que yo estaba segura que tenía? Podía hacer un Stefano mil veces mejor que el que yo había plasmado en mi escrito, y aún así me estaba entregando... Nada, absolutamente nada.
Dos fallos cometió, pero realmente ese no era el problema, sino el que permitiera que el primero lo desconcentrara de su actuación, provocando que todo lo demás se fuera en picada. Y fue gracias a eso que pude descubrir el meollo del asunto. Sonreí levemente y me recargué sobre el respaldo, permitiendo que toda tensión en mi cuerpo se esfumara cuando el director mandó a cortar la escena abruptamente, quizá notando lo mismo que yo acababa de observar en la actuación de Stefano aunque lo dudaba, me inclinaba más por la teoría de que sólo fue capaz de percatarse de los errores y antes de que la cosa fuera a más lejos, reprenderle.
Y, una vez más, había acertado en mis conjeturas.
Antes de que el regaño del joven director hacia su compañero actor pasara a mayores, comencé a aplaudir pausadamente, casi rayando en el desdén. Todos guardaron silencio y voltearon a ver hacia donde yo estaba, protegida entre las penumbras. Me puse en pie y caminé por el pasillo hacia el escenario se encontraba, permitiendo que en determinado momento la luz iluminara mi perfil. Algunos pocos fueron capaces de reconocerme, principalmente el director, quien me miró con asombro y arrepentimiento. Antes de que hiciera amago de disculparse, alcé una mano para detenerle y le dediqué una breve sonrisa.
-Agradezco que me invitaran a ser testigo de esta puesta en escena, pude tener una... simpática vista de la situación -mis ojos castaños se enfocaron en el rostro del joven y analicé con intensidad cada una de sus facciones, para después centrarme en la mirada contraria. Podría ser Stefano personificado sin lugar a dudas, quizá con varios años menos pero eso tenía un arreglo. ¿Por qué rayos tenía que ser tan mal actor?
-¿Nos podrías dar una opinión objetiva al respecto? -volteé a ver a quien dirigía aquella producción y no pude evitar reír por dentro. ¿En verdad mi presencia era tan terrorífica como para causar tanto miedo en el pobre muchacho?
-¿Es lo que realmente quieren? Bien, porque en ese caso no me voy a tentar el corazón para dar mi crítica al respecto -guardé silencio por un momento, mirando a cada uno de los chicos que alcanzó a aparecer en escena- No tengo queja alguna con Cossete, una buena apreciación y personficación del personaje: ciertamente este es frío, al menos en ese momento de la historia, así que no necesita una gran elaboración para quien está destinado a interpretar esta clase de personalidades. De quien estoy totalmente insatisfecha y en desacuerdo es con Stefano -volteé a ver al susodicho con una mirada fría e inexpresiva, esa que había aprendido a utilizar a lo largo de mi corta carrera como miembro principal de la mafia- Aprendiste bien la técnica actoral, se nota que posees conocimientos en este ámbito y que los sabes aplicar con una meticulosa precisión que llega incluso a enfermar; pero de allí en más siento.... -me permití hacer un leve gesto mientras analizaba mejor lo que iba a decir, optando al final por la crudeza en mis palabras- ... absolutamente nada, y estoy segura de que no soy la única en los presentes que se siente de esta manera. ¿Y es que cómo vas a poder transmitir sentimiento alguno si no tienes ni la más mínima capacidad de captar la escencia del personaje? ¿Leíste acaso el libreto? Porque te aseguro que no lo estás demostrando, nos estás insultando con una interpretación sumamente superficial de las lineas que se te entregaron para ensayar, sin adentrarte más allá. Si me pidieran reasignarte, tras la actuación que acabas de realizar, el único papel más o menos acorde que encontraría para ti sería el del árbol, porque incluso la serpiente falsa hace un mejor papel que tú -como había advertido, no me toqué el corazón para escupir todas aquellas verdades a la cara del pelinegro, sin apartar ni un sólo instante la mirada de sus ojos azules, desafiándole en todo momento a que me contradijera y me demostrara lo contrario. Tomé asiento en la primera fila, cerca de él, y le dediqué una sonrisa de lo más socarrona- ¿Estás seguro de que eres actor, muchachito? Porque he visto vagos con más talante.
Mi propósito inicial no era el de ofenderle o humillarle, eso ya venía como algo colateral. Deseaba encenderle, que aquella chispa en su interior refurgiera y me demostrara de lo que realmente era capaz; porque un actor que sólo se apega a las lineas y a lo estipulado por los demás, sin atreverse a dar un paso más allá para innovar e imprimir su propia chispa al personaje, jamás sería capaz de poder controlar la complejidad de Stefano. No le daría la respuesta a sus problemas, porque si no lo descubría por sí mismo nunca iba a poder comprender del todo a lo que me estaba refiriendo, no sería capaz de sentir y transmitirlo después a los demás, seguiría haciendo lo mismo que había estado haciendo hasta ahora: apegarse a lo que alguien más dijo o hizo, sin animarse a ser él el que le dé vida propia.
Porque aquel que permite que el personaje se adueñe de uno, y no adueñarse del personaje y hacerlo propio, no era digno de estar en un escenario.
Julietta Tescotti
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