Guilty || Privado
Idarion Terra :: Exteriores :: Montañas
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Guilty || Privado
Detenerse no formaba parte de sus acciones, por ello seguía cada paso que Julieta daba sin importar lo tambaleante que éste pudiera ser. Y es que en realidad no deseaba apartarse de ella, la necesitaba aún si la castaña se empeñaba en fingir ser la de antes frente a él, aún si actuaba como si nada hubiese ocurrido entre ellos.
Estaba bien, comprendía, o creía comprender, el porqué de su distanciamiento y si ella así lo quería, entonces así se haría. No era mas la adolescente inquieta que solía presentarse como Julieta Lobbosco, pero tampoco podía decir que esa mujer que se esmeraba en proteger cada día y cada noche, fuera la Julieta que él intensamente besó antes del baile en la mansión Lobbosco. No, no lo era, y jamás volvería a ser la misma. ¿Pero era eso malo? Su trabajo no era juzgarla y como hombre tampoco lo hacía porque había entendido que de cualquier forma, él la quería, añoraba cada centímetro de su ser y la indiferencia que ahora le mostraba no cambiaría su sentir. Resultaba gracioso, ¿quién diría que terminaría a su lado por cuestiones de esa clase? Él, Sergei Hwergelmir, que siempre se declaró ajeno a los sentimentalismos y despreciaba todo afecto recibido. Ahora la extrañaba, a pesar de que en el pasado no tuvieron tiempo suficiente para demostrarse aquello que cada uno guardaba en su interior.
–¿Quieres que vaya por ti?– preguntó en un susurro para si mismo, aunque ya imaginaba la respuesta y no era agradable. A lo lejos veía a Julieta subir con paso firme un camino casi imperceptible en la montaña y que sabía guiaba hacia una abandonada cabaña. Sergei nunca había estado ahí, pero se había percatado de la deshabitada construcción haciendo observaciones desde la distancia. ¿Pero qué quería hacer ella ahí? Bueno, supuso que pronto lo descubriría. Maldiciendo el no poder avanzar a su lado, exhaló. Tenía asuntos que aclarar con esa mujer, era importante, y sin embargo sabía que respetar la barrera impuesta era igualmente significativo. Para desgracia de uno de los dos, no podría soportarlo por mucho tiempo. En el momento menos esperado tomaría la palabra y exigiría explicaciones.
Y en espera de no arruinar lo poco que quedaba cuando eso ocurriera, apresuró el paso, no pensaba perderla a esas horas de la noche en pleno bosque. Eso no lo aceptaría y ella lo sabía, sabía que la tenía permanentemente en la mira y que en esos momentos la seguía. No era novedad que fuera atrás de ella en una de sus tantas huidas sin razón aparente, después de todo le pagaban por hacerlo, aunque no por reprimir sus emociones. Ah, pero estaba advertido, se lo habían dejado más que claro los Sumiyoshi el día que oficialmente Julieta reclamó el apellido que tarde o temprano la convertiría en la líder de los yakuza. Tenía órdenes de no cruzar los límites establecidos en su trato hacia la chica. No imaginaban que ya había saboreado una pizca de su querida sobrina…
Pronto le dio alcance, quedando a unos cuantos pasos de la chica. –Puedo cargarla si se cansa, Sumiyoshi-sama.– “informó” tranquilamente, como si recorrer la montaña a esas horas fuera lo mas normal del mundo. Claro, con Julieta todo era absolutamente normal.
Estaba bien, comprendía, o creía comprender, el porqué de su distanciamiento y si ella así lo quería, entonces así se haría. No era mas la adolescente inquieta que solía presentarse como Julieta Lobbosco, pero tampoco podía decir que esa mujer que se esmeraba en proteger cada día y cada noche, fuera la Julieta que él intensamente besó antes del baile en la mansión Lobbosco. No, no lo era, y jamás volvería a ser la misma. ¿Pero era eso malo? Su trabajo no era juzgarla y como hombre tampoco lo hacía porque había entendido que de cualquier forma, él la quería, añoraba cada centímetro de su ser y la indiferencia que ahora le mostraba no cambiaría su sentir. Resultaba gracioso, ¿quién diría que terminaría a su lado por cuestiones de esa clase? Él, Sergei Hwergelmir, que siempre se declaró ajeno a los sentimentalismos y despreciaba todo afecto recibido. Ahora la extrañaba, a pesar de que en el pasado no tuvieron tiempo suficiente para demostrarse aquello que cada uno guardaba en su interior.
–¿Quieres que vaya por ti?– preguntó en un susurro para si mismo, aunque ya imaginaba la respuesta y no era agradable. A lo lejos veía a Julieta subir con paso firme un camino casi imperceptible en la montaña y que sabía guiaba hacia una abandonada cabaña. Sergei nunca había estado ahí, pero se había percatado de la deshabitada construcción haciendo observaciones desde la distancia. ¿Pero qué quería hacer ella ahí? Bueno, supuso que pronto lo descubriría. Maldiciendo el no poder avanzar a su lado, exhaló. Tenía asuntos que aclarar con esa mujer, era importante, y sin embargo sabía que respetar la barrera impuesta era igualmente significativo. Para desgracia de uno de los dos, no podría soportarlo por mucho tiempo. En el momento menos esperado tomaría la palabra y exigiría explicaciones.
Y en espera de no arruinar lo poco que quedaba cuando eso ocurriera, apresuró el paso, no pensaba perderla a esas horas de la noche en pleno bosque. Eso no lo aceptaría y ella lo sabía, sabía que la tenía permanentemente en la mira y que en esos momentos la seguía. No era novedad que fuera atrás de ella en una de sus tantas huidas sin razón aparente, después de todo le pagaban por hacerlo, aunque no por reprimir sus emociones. Ah, pero estaba advertido, se lo habían dejado más que claro los Sumiyoshi el día que oficialmente Julieta reclamó el apellido que tarde o temprano la convertiría en la líder de los yakuza. Tenía órdenes de no cruzar los límites establecidos en su trato hacia la chica. No imaginaban que ya había saboreado una pizca de su querida sobrina…
Pronto le dio alcance, quedando a unos cuantos pasos de la chica. –Puedo cargarla si se cansa, Sumiyoshi-sama.– “informó” tranquilamente, como si recorrer la montaña a esas horas fuera lo mas normal del mundo. Claro, con Julieta todo era absolutamente normal.
Sergei Hwergelmir
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Re: Guilty || Privado
¿Qué era lo que me estaba sucediendo?, aquel era un cuestionamiento que rondaba por mi mente desde hacía tiempo. Sin embargo, sólo el eco resultaba ser la respuesta a mis inquietudes, o probablemente era que no deseaba ahondar en lo más profundo de mi ser por temor a encontrar algo que sabía de antemano que será desagradable. Todo se estaba desmoronando a mi alrededor, desde que había llegado a aquella academia nada de lo que había creído hasta ahora resultaba ser cierto. Había sabido de antemano que aquel hecho marcaría claramente un "antes" y un "después" en mi vida, sin embargo no es lo mismo afirmar saber algo a toparse de lleno contra el muro de la realidad. Y era así como me sentía ahora, como si estuviera cayendo en un profundo abismo sin fin y consciente de que no había nada a lo que pudiera aferrarme ya.
¿Qué había deseado probar con todo esto? ¿De qué había servido? Sólo podía afirmar que las cosas nunca resultan como uno las planea... ¿Realmente había sido necesario hacer todo esto? Por supuesto que no, o al menos no ahora. No había estado lista para enfrentarme a los Lobbosco, por más que me había convencido de que así era... Y probablemente nunca lo hubiera estado. No lo medité lo suficiente, no analicé los pro y los contra de forma analítica... ¿Y ahora? Ahora pagaba las consecuencias de mis impulsivas acciones. Nunca sería lo suficientemente madura para enfrentarme a mi cruda realidad, y ahora me sentía más sola que nunca.
Contuve las ansias de voltear a ver a mis espaldas y comprobar si Sergei se encontraba siguiendo mis pasos. No era necesario pues sabía que siempre estaría allí cuidándome, al fin y al cabo se le pagaba para hacerlo. No, mi necesidad de mirarle no era para comprobar su presencia, sino para aferrarme a él y a su cercanía, para mitigar un poco el dolor y la soledad que me estaban consumiendo por dentro... Apreté los puños con fuerza, al igual que tencé mi quijada, y seguí avanzando cuesta arriba sin mirar hacia atrás. No podía hacerlo, no podía arrastrarlo también a él... No me arriesgaría a que sucediera algo parecido a con lo que había pasado con su padre. Su muerte no había sido causa mía, eso me había quedado claro desde aquel día. Sin embargo aquel sentimiento de culpabilidad, aquella sensación de que las cosas pudieron haber sido diferentes... No, definitivamente no sería yo la causante de que Sergei tuviera que cargar con un peso como el que le había depositado antaño a su padre. Era demasiado importante para mí como para acarrearle cualquier clase de sufrimiento a su ya de por sí dura vida. De allí nacía aquella barrera distante que desde hacía tiempo, desde que había tomado la determinación de adoptar el apellido Sumiyoshi, se interponía entre ambos.
Quizá nunca fuera lo suficientemente fuerte para enfrentar mis propios fantasmas del pasado, sin embargo no por ello iba a arrastrar a Sergei en aquella lucha sin sentido. Estaba sola en ello, como lo había estado siempre.
Me encantaría poder decir "si nunca hubiera venido a Idarion..." pero ¿de qué serviría? Era difícil, pero las decisiones ya habían sido tomadas a su tiempo y ahora sólo tenía que pagar el precio de mis acciones... Un alto precio que me estaba costando aquella pantomima de vida que tanto esfuerzo me había construido edificar y mantener con tal de proteger a los que amaba. Ya ni a mis máscaras ni falsas sonrisas podía aferrarme.
Y precisamente porque Sergei era la persona más importante para mí, aquella que me había brindado un poco de la calidez que había creido perdida tiempo atrás; era por ello que no deseaba lastimarle de ninguna manera. Terminaría seguramente odiándome por todo esto, y la simple idea de ello me hacía una herida que nunca podría curar, pero... No, no podía arriesgarme. No podía hacerlo, no a él.
Pestañeé y volteé a verlo con incredulidad, resguardando muy bien todos esos pensamientos y sentimientos que justo en esos momentos revoloteaban en lo más profundo de mí. No podía enterarse de ellos o sino él...
-¿Sumiyoshi-sama...? -inquirí en lo más bajo. Sentí un aguijón sofocante cruzar mi pecho y ácido subir a mi garganta. Aunque había estado preparada para el dolor de la distancia entre ambos, una vez más la vida me demostraba que yo sólo era una insignificante niña que no sabía nada. El dolor era mucho más asfixiante de lo que hubiera creído. Cerré los ojos, tratando de ocultar la reacción que ese simple mote logró provocar en mí, y respiré profundamente. Cuando volví a ver su perfil, en mi rostro sólo reinaba la neutralidad.- ¿Desde cuándo me hablas de usted? -inquirí con indiferencia, como si por dentro algo no me estuviera quemando- Sin embargo, si eso es lo que desea... No tendré ningún reparo en seguirle la formalidad, Hwergelmir-san -atajé y, si más preámbulos, continué mi marcha con la vista inmersa al frente y nada más, proyectando la sensación de que me era ajena su presencia. Aunque por dentro era totalmente consciente de su cercanía...
Una vez más el destino me demostraba que, por más que me creía estúpidamente dispuesta a enfrentar las circunstancias, nunca estaba lista para ello. Había creído que el haber adquirido el apellido de los Sumiyoshi sería una marcada diferencia para él, y que incluso estaría molesto por haberme adentrado al mundo de la mafia sin siquiera haberle consultado o prevenido de nada. Pero... No, esto era culpa mía. Yo y sólo yo era la responsable de estos cambios en él... Yo lo había orillado a ello, y no podía quejarme de nada. Tenía que cargar con todas las consecuencias de mis actos, aunque no supiera hasta cuándo la agonía terminaría por derrumbarme.
En cierto punto mi pie resbaló con la hojarasca y tuve que aferrarme con fuerza a la rama de un árbol para no caer cuesta abajo. Lancé un quedo quejido de molestia pero nada dije y una vez establecida continué con mi marcha por mi propia cuenta, vislumbrando de reojo la sangre que fluía de una pequeña herida en la palma de mi mano. Cerré el puño para que esta no fuera notoria y fingí ignorancia de las pequeñas punzadas de dolor. De la misma manera que fingía indiferencia ante el dolor interno. No faltaba mucho ya para llegar, lo cual era un alivio porque ciertamente moría de cansancio y a ese punto ya no sabía cuánto más iba a aguantar; y no sólo me refería a la cuestión de la caminata nocturna.
Alcé la mirada al cielo estrellado, deseando encontrar una salida a todo aquello.
Off: Perdona la extensión de la respuesta >3<
¿Qué había deseado probar con todo esto? ¿De qué había servido? Sólo podía afirmar que las cosas nunca resultan como uno las planea... ¿Realmente había sido necesario hacer todo esto? Por supuesto que no, o al menos no ahora. No había estado lista para enfrentarme a los Lobbosco, por más que me había convencido de que así era... Y probablemente nunca lo hubiera estado. No lo medité lo suficiente, no analicé los pro y los contra de forma analítica... ¿Y ahora? Ahora pagaba las consecuencias de mis impulsivas acciones. Nunca sería lo suficientemente madura para enfrentarme a mi cruda realidad, y ahora me sentía más sola que nunca.
Contuve las ansias de voltear a ver a mis espaldas y comprobar si Sergei se encontraba siguiendo mis pasos. No era necesario pues sabía que siempre estaría allí cuidándome, al fin y al cabo se le pagaba para hacerlo. No, mi necesidad de mirarle no era para comprobar su presencia, sino para aferrarme a él y a su cercanía, para mitigar un poco el dolor y la soledad que me estaban consumiendo por dentro... Apreté los puños con fuerza, al igual que tencé mi quijada, y seguí avanzando cuesta arriba sin mirar hacia atrás. No podía hacerlo, no podía arrastrarlo también a él... No me arriesgaría a que sucediera algo parecido a con lo que había pasado con su padre. Su muerte no había sido causa mía, eso me había quedado claro desde aquel día. Sin embargo aquel sentimiento de culpabilidad, aquella sensación de que las cosas pudieron haber sido diferentes... No, definitivamente no sería yo la causante de que Sergei tuviera que cargar con un peso como el que le había depositado antaño a su padre. Era demasiado importante para mí como para acarrearle cualquier clase de sufrimiento a su ya de por sí dura vida. De allí nacía aquella barrera distante que desde hacía tiempo, desde que había tomado la determinación de adoptar el apellido Sumiyoshi, se interponía entre ambos.
Quizá nunca fuera lo suficientemente fuerte para enfrentar mis propios fantasmas del pasado, sin embargo no por ello iba a arrastrar a Sergei en aquella lucha sin sentido. Estaba sola en ello, como lo había estado siempre.
Me encantaría poder decir "si nunca hubiera venido a Idarion..." pero ¿de qué serviría? Era difícil, pero las decisiones ya habían sido tomadas a su tiempo y ahora sólo tenía que pagar el precio de mis acciones... Un alto precio que me estaba costando aquella pantomima de vida que tanto esfuerzo me había construido edificar y mantener con tal de proteger a los que amaba. Ya ni a mis máscaras ni falsas sonrisas podía aferrarme.
Y precisamente porque Sergei era la persona más importante para mí, aquella que me había brindado un poco de la calidez que había creido perdida tiempo atrás; era por ello que no deseaba lastimarle de ninguna manera. Terminaría seguramente odiándome por todo esto, y la simple idea de ello me hacía una herida que nunca podría curar, pero... No, no podía arriesgarme. No podía hacerlo, no a él.
Pestañeé y volteé a verlo con incredulidad, resguardando muy bien todos esos pensamientos y sentimientos que justo en esos momentos revoloteaban en lo más profundo de mí. No podía enterarse de ellos o sino él...
-¿Sumiyoshi-sama...? -inquirí en lo más bajo. Sentí un aguijón sofocante cruzar mi pecho y ácido subir a mi garganta. Aunque había estado preparada para el dolor de la distancia entre ambos, una vez más la vida me demostraba que yo sólo era una insignificante niña que no sabía nada. El dolor era mucho más asfixiante de lo que hubiera creído. Cerré los ojos, tratando de ocultar la reacción que ese simple mote logró provocar en mí, y respiré profundamente. Cuando volví a ver su perfil, en mi rostro sólo reinaba la neutralidad.- ¿Desde cuándo me hablas de usted? -inquirí con indiferencia, como si por dentro algo no me estuviera quemando- Sin embargo, si eso es lo que desea... No tendré ningún reparo en seguirle la formalidad, Hwergelmir-san -atajé y, si más preámbulos, continué mi marcha con la vista inmersa al frente y nada más, proyectando la sensación de que me era ajena su presencia. Aunque por dentro era totalmente consciente de su cercanía...
Una vez más el destino me demostraba que, por más que me creía estúpidamente dispuesta a enfrentar las circunstancias, nunca estaba lista para ello. Había creído que el haber adquirido el apellido de los Sumiyoshi sería una marcada diferencia para él, y que incluso estaría molesto por haberme adentrado al mundo de la mafia sin siquiera haberle consultado o prevenido de nada. Pero... No, esto era culpa mía. Yo y sólo yo era la responsable de estos cambios en él... Yo lo había orillado a ello, y no podía quejarme de nada. Tenía que cargar con todas las consecuencias de mis actos, aunque no supiera hasta cuándo la agonía terminaría por derrumbarme.
En cierto punto mi pie resbaló con la hojarasca y tuve que aferrarme con fuerza a la rama de un árbol para no caer cuesta abajo. Lancé un quedo quejido de molestia pero nada dije y una vez establecida continué con mi marcha por mi propia cuenta, vislumbrando de reojo la sangre que fluía de una pequeña herida en la palma de mi mano. Cerré el puño para que esta no fuera notoria y fingí ignorancia de las pequeñas punzadas de dolor. De la misma manera que fingía indiferencia ante el dolor interno. No faltaba mucho ya para llegar, lo cual era un alivio porque ciertamente moría de cansancio y a ese punto ya no sabía cuánto más iba a aguantar; y no sólo me refería a la cuestión de la caminata nocturna.
Alcé la mirada al cielo estrellado, deseando encontrar una salida a todo aquello.
Off: Perdona la extensión de la respuesta >3<
Julietta Tescotti
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Re: Guilty || Privado
¿Era su imaginación o el que la llamara por su “nuevo” apellido la había molestado? Estaba casi seguro, pero… ¿no debería estar ella ya acostumbrada? En ningún momento cruzó por su mente que el problema radicara en que fuese justamente él quien la pronunciara de ese modo, después de la pronunciada distancia que se había implantado entre ellos tendía a pensar que Julieta no tenía ya interés en él, quizá los cálidos encuentros la habían hecho descubrir que él no era lo que ella necesitaba. Sí, algo así debía ser…
Sostuvo la mirada de la castaña cada segundo que ella mantuvo la vista igualmente puesta sobre la propia, en completo silencio y a la espera de que la voz femenina le dijera algo, cualquier cosa, y así fue. La indiferencia con que lo miró no le causó gracia. Bien, ya eran dos los molestos. Claro, porque la creía enojada, no dolida. –Si te molesta solo dilo…– dijo entre dientes, observando fijamente cómo Julieta le daba la espalda y seguía caminando como si ese extraño cruce de palabras no hubiese ocurrido. Su protector permitió que se adelantara tres o cuatro pasos y hasta entonces reanudó su andar exhalando con pesadez. Bien, si de la misma forma abordaría los asuntos como Sumiyoshi que legalmente era, entonces sus tíos podían estar tranquilos, porque la frialdad la tenía ya perfectamente dominada… Esto va a ser más difícil de lo que pensé…
Se suponía que ya estaba acostumbrado a mirar siempre su espalda, ¿pero entonces por qué le resultaba tan desesperante tener solo ese ángulo de ella? Porque la quieres absolutamente para… La respuesta en su cabeza no alcanzó a formularse por completo, había visto como su shinigami personal trastabillaba y a él se le fue el alma al suelo. Preocupado casi corrió en su dirección pero… la señorita no parecía necesitar de su ayuda, por si misma se había recuperado de aquel percance y el presenciar dicha escena lo había dejado “muerto”. ¿Y si ella… en realidad no lo necesitaba en su vida? Que tonta idea, una que borró a la brevedad de su mente, después de todo sí insistía en permanecer a su lado era por voluntad propia, no porque se considerara importante en la vida ajena, y mucho menos porque fuese su obligación como leal seguidor del clan. De hecho ya no podía decirse que les fuese leal, ese respeto había cambiado y ahora se depositaba totalmente sobre una persona en específico y no en un apellido o agrupación. Sobra decir que no lo confesaría a nadie, se lo guardaría y llevaría hasta la tumba de ser necesario.
Próximos estaban a llegar, la cabaña estaba a unos cuantos metros de ellos y sin embargo esa última parte del camino lucía débil. –Dame la mano.– “pidió” serio al pasar junto a la castaña, rebasándola lo suficiente como para frenarle el paso y entonces extendió hacia ella su mano diestra, esperando que le hiciera el favor de aceptar su ayuda. Su ceño estaba ligeramente fruncido, ¿desde cuándo se preocupaba por Julieta en esa tonalidad? Siempre había sido la seguridad de esa joven su prioridad, pero la posibilidad de que se lastimara por mínimo que fuera disparaba en él una especie de angustia que antes no había experimentado. Notarlo lo hizo enojar, sentir que se reflejó en la línea recta que sus labios formaron mientras esperaba una respuesta en los orbes contrarios. Solo eso le faltaba, sentirse débil para protegerla, insuficiente para mantenerla a salvo de todo y de todos… ¿cómo se suponía que lidiara con eso ahora que ella lo rechazaba?
Algo en su interior se oprimió y aunque sintió el impulso de desviar la mirada se obligó a mantenerla en alto. No podía flaquear ahora, debía ser más fuerte que nunca. –No quiero que seas formal conmigo Julieta. Fue un error de mi parte el usar tu apellido.– aclaró de golpe. Uno de los dos tenía que aferrarse a la verdad o de lo contrario todo colapsaría.
Sostuvo la mirada de la castaña cada segundo que ella mantuvo la vista igualmente puesta sobre la propia, en completo silencio y a la espera de que la voz femenina le dijera algo, cualquier cosa, y así fue. La indiferencia con que lo miró no le causó gracia. Bien, ya eran dos los molestos. Claro, porque la creía enojada, no dolida. –Si te molesta solo dilo…– dijo entre dientes, observando fijamente cómo Julieta le daba la espalda y seguía caminando como si ese extraño cruce de palabras no hubiese ocurrido. Su protector permitió que se adelantara tres o cuatro pasos y hasta entonces reanudó su andar exhalando con pesadez. Bien, si de la misma forma abordaría los asuntos como Sumiyoshi que legalmente era, entonces sus tíos podían estar tranquilos, porque la frialdad la tenía ya perfectamente dominada… Esto va a ser más difícil de lo que pensé…
Se suponía que ya estaba acostumbrado a mirar siempre su espalda, ¿pero entonces por qué le resultaba tan desesperante tener solo ese ángulo de ella? Porque la quieres absolutamente para… La respuesta en su cabeza no alcanzó a formularse por completo, había visto como su shinigami personal trastabillaba y a él se le fue el alma al suelo. Preocupado casi corrió en su dirección pero… la señorita no parecía necesitar de su ayuda, por si misma se había recuperado de aquel percance y el presenciar dicha escena lo había dejado “muerto”. ¿Y si ella… en realidad no lo necesitaba en su vida? Que tonta idea, una que borró a la brevedad de su mente, después de todo sí insistía en permanecer a su lado era por voluntad propia, no porque se considerara importante en la vida ajena, y mucho menos porque fuese su obligación como leal seguidor del clan. De hecho ya no podía decirse que les fuese leal, ese respeto había cambiado y ahora se depositaba totalmente sobre una persona en específico y no en un apellido o agrupación. Sobra decir que no lo confesaría a nadie, se lo guardaría y llevaría hasta la tumba de ser necesario.
Próximos estaban a llegar, la cabaña estaba a unos cuantos metros de ellos y sin embargo esa última parte del camino lucía débil. –Dame la mano.– “pidió” serio al pasar junto a la castaña, rebasándola lo suficiente como para frenarle el paso y entonces extendió hacia ella su mano diestra, esperando que le hiciera el favor de aceptar su ayuda. Su ceño estaba ligeramente fruncido, ¿desde cuándo se preocupaba por Julieta en esa tonalidad? Siempre había sido la seguridad de esa joven su prioridad, pero la posibilidad de que se lastimara por mínimo que fuera disparaba en él una especie de angustia que antes no había experimentado. Notarlo lo hizo enojar, sentir que se reflejó en la línea recta que sus labios formaron mientras esperaba una respuesta en los orbes contrarios. Solo eso le faltaba, sentirse débil para protegerla, insuficiente para mantenerla a salvo de todo y de todos… ¿cómo se suponía que lidiara con eso ahora que ella lo rechazaba?
Algo en su interior se oprimió y aunque sintió el impulso de desviar la mirada se obligó a mantenerla en alto. No podía flaquear ahora, debía ser más fuerte que nunca. –No quiero que seas formal conmigo Julieta. Fue un error de mi parte el usar tu apellido.– aclaró de golpe. Uno de los dos tenía que aferrarse a la verdad o de lo contrario todo colapsaría.
Off: Yo no me quejo!
Sergei Hwergelmir
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Re: Guilty || Privado
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Faltaba muy poco para llegar a la cabaña, o al menos de eso quería convencerme. Con cada paso que daba me decía a mí misma que ya sería el penúltimo para así darme ánimos a continuar, a seguir con aquella marcha sin sentido. Pero siempre era el penúltimo paso, nunca llegaba el último. Y no me refería únicamente a llegar a mi destino en aquel momento, sino a todo el sentido de mi vida. Y era así como siempre me encontraría, rondando sin fin y diciéndome a mí misma que aquella sería la penúltima vez en la que estaría sola... Pero sólo para adquirir el escaso valor que me restaba para seguir adelante, porque en el fondo sabía que aquello era una vil mentira. ¿Pero qué mi vida no consistía precisamente en eso, en una mentira? Me eran tan familiares y cercanas que incluso había aprendido a camuflajearlas con la realidad, a creerlas como una verdad absoluta... Apreté con fuerza los puños, sintiendo aquella punzada ardiente una vez más en mi palma. No me retractaría, no lo haría. Porque si no, yo... Sólo me derrumbaría.
Detuve mi andar en seco y mis ojos se desviaron de las inalcanzables estrellas a los ojos verdes, pero ahora oscuros por la escasa luz, de Sergei. En un inicio me costó saber qué era lo que quería y cuál era su motivo para actuar de aquella manera, pero aún después de descubrirlo sólo me dediqué a la tarea de contemplarle sin ninguna expresión en mi rostro que delatara mi verdadero sentir. Miré su mano extendida hacia mí, sin decir nada, y después volví a mirarle a los ojos, deseando poder descifrar un poco todo aquello que me ocultaba. ¿Estaba molesto? Aquella línea recta que eran ahora sus labios me lo podían dejar más que en claro. ¿Me odiaba? Un agudo dolor cruzó mi pecho ante aquel cuestionamiento, pero no había nada ya que yo pudiera hacer.
Aún después de él haber declarado de golpe aquel deseo de no ser formarles entre ambos, me mantuve imperturbable mirándole, totalmente en silencio. Seguramente el hombre ante mí se desesperaría ante mi actitud estoica y por los segundos que se iban acumulando sin recibir ninguna reacción en especial de mi parte, pero no era como si pudiera evitarlo porque en realidad... Ni siquiera sabía qué hacer. Algo se estaba rompiendo en mi interior y libraba una desesperada lucha contra mí misma para mantenerme aún de pie. Al fin actué.
Con lentitud, siendo el recelo el escudo a mi inseguridad, extendí mi propia mano y con suavidad tomé la contraria. Sentí dolor ante el contacto de la piel ajena sobre mi herida pero también fui capaz de percebir la calidez que de él emanaba. Aquella calidez que siempre estuve buscando y a la que ahora tenía que renunciar. No lo deseaba, no quería perderle.
Le miré a los ojos al tanto que acercaba mi cuerpo al suyo, ante un ferviente e inconsciente necesidad de embargarme de su presencia, de no sentirme ya sola. ¿Por qué no paraba de una vez? Aquello sólo me terminaría haciendo más añicos de lo que hubiera sido en un principio... Pero no podía evitarlo, deseaba tenerle cerca y contemplarle, convencerme de que en verdad estaba allí y era real. Todo antes de quedar sola... otra vez.
Alcé mi mano libre y con dedos fríos y ligeramente temblorosos comencé a recorrer su sien con un tacto apenas perceptible, como el de un ciego que desea visualizar el rostro ajeno. Todo esto lo hice sin desviar ni un segundo mis ojos castaños a los contrarios. Deslicé las yemas de los dedos por su mejilla y cuello, por su hombro hasta depositar finalmente la palma de mi mano contra su pecho. Vida... lo que tenía frente a mí era una vida, y yo no podía ser quien le hiriera. Sin que me hubiera percatado, mi rostro se había acercado lentamente al contrario y ahora mis labios estaban a escasos centímetros de rozar los ajenos. Sólo un poco más y podría embriagarme una vez más de aquella sensación que me hacía sentirme viva de nuevo, que me llenaba de esperanzas y nuevas ilusiones. Sólo un poco más y podría besarle nuevamente, eso que mi alma había estado proclamando silenciosamente todo este tiempo.
-¿Por qué? -susurré a escasos centímetros de sus labios. Antes de sucumbir a aquella necesidad de besarle, desvíe mi rostro hacia su cuello y aspiré con urgencia su aroma. Cerré los ojos con fuerza- ¿Por qué no puedes comprender que trato de protegerte de mí misma? Y tú te empeñas, día tras día, en derrocar mis máscaras y falsas sonrisas... Una tras otra... Pero si continúas a mi lado sólo vas a salir lastimado, y ya no tengo más farsas con las cuales protegerte... Por favor, no tumbes la última muralla... Lo que te espera al otro lado... Es una Julieta que nadie podrá querer... -alcé una vez más mi rostro, lo suficiente para poder mirarle con suma tristeza. Permitiendo por vez primera que aquello que realmente había en mi interior saliera al exterior y pudiera ser visible por él- He mentido tanto sobre mí misma, que a estas alturas ni siquiera sé quién soy en realidad... Pero si de algo estoy segura es que si sigues acercándote, llegará un punto en que te puedo herir. Y antes de hacerlo prefiero continuar sola sin importar cuán doloroso pueda resultar.
Julietta Tescotti
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Re: Guilty || Privado
Julieta no estaba equivocada, cada segundo de frío silencio y quietud lo estaba matando. Tener sus ojos inexpresivos encima dolía terriblemente y sin embargo no se comparaba con el horror que era ver que su mano seguía en el aire, esperando algo que quizá no ocurriría nunca más. No voluntariamente al menos, porque aún si ella lo rechazaba, Sergei estaba dispuesto a tomarla aunque a la castaña no le pareciera. Porque no iba a pedir permiso para protegerla y mucho menos para profesarle fuertes y peligrosos sentimientos. En esos momentos estaba seguro de que nada podría separarlo de ella, ¿estaba acaso equivocado?
Si su estimada protegida no hubiese hecho movimiento alguno sin duda él habría forzado el tacto, o tal vez primero le habría soltado algún sarcasmo dolido que ayudara a ocultar lo mal que se sentía ante esa nueva y cruda realidad, pero para su suerte y alivio nada de eso fue necesario. Claro que la sensación de tranquilidad se esfumó casi al instante, cuando pudo sentir la humedad que la mano de Julieta impregnó sobre la de él. Solo entonces los ojos del hombre bajaron hacia las manos que recién unían, como si al hacerlo pudiera ver a través de la carne y los huesos y corroborar que lo que creía sentir entre ellos era efectivamente sangre. Naturalmente eso fue imposible pero no necesitó soltarla para averiguar la verdad, de alguna forma lo supo, al igual que inexplicablemente sabía que la chica se estaba conteniendo, reprimiendo ante su persona. ¿Por qué era tan difícil? De verdad no lo comprendía. ¿Era ese su error?
No quería buscar un término que definiera lo que estaba sintiendo, no quería ponerle nombre y sin embargo su mirada posada de nuevo en los orbes contrarios no lo dejaría mentir, internamente estaba herido y aunque era consciente de que pedir explicaciones y respuestas tan solo conseguiría empeorar la situación, las deseaba con desesperación.
En silenció agradeció el tacto que los finos dedos de su ama le obsequiaron, se aseguró de memorizarlo porque… tenía el presentimiento de que no se repetirían. Sin descanso seguía intentando descifrar lo que sus ojos ocultaban pero por más esfuerzo que hiciera no lo conseguía y, si Julieta no se percató de la distancia que entre ambos se acortaba, Sergei sí que lo hizo, lo cual empezó a confundirlo pues a cada momento las acciones de la futura líder de los Sumiyoshi contrastaban más con la barrera que al mismo tiempo percibía entre ambos. La respiración se le pausó al sentirla cada vez más cerca y los latidos se aceleraron en su pecho, ahí donde esa mujer tuvo el atrevimiento de posar su otra mano. ¿Cómo podía ser tan cruel? Casi podía sentir que encendía todos y cada uno de sus sentidos para después matarlos sin piedad.
¿Por qué? No, no lo preguntes. No lo hagas…
Ya no podía soltar su mirada y tampoco negar que ansiaba adueñarse de su boca, mas no pudo hacerlo en ese preciso instante, culpa de la evasiva que Julieta trazó, escondiéndose contra su cuello. ¿Pero de qué demonios estaba hablando?? No, no, ninguna de esas palabras debió ser pronunciada y tampoco sentidas, ¡ella estaba equivocada! Él no quería ser protegido, ese era su trabajo, no el de ella, ¿cómo es que no lo comprendía? Si algo anhelaba como hombre era encontrarse con la Julieta que sabía que se escondía detrás de todas esas farsas y temores, ¿por qué le negaba el paso?! Esa muralla que tanto insistía ella en mantener era la única cosa que lo estaba lastimando y sin embargo la chica no parecía comprenderlo. ¿Cómo podía hacerla entender?!
Herir, herir… Escucharlo y descubrir tristeza en su mirar lo hizo enfurecer y aunque tensó la quijada intentando contener todo ese enojo, no lo consiguió.
Furioso la sujetó por las muñecas, dolió poner un alto a las caricias y a la calidez de su mano pero no tenía que soportarlo. Unos segundos dedicó a mirar directamente la herida sangrante en la mano ajena y con una dura mirada le reclamó ese “pequeño detalle”. Estaba claro que no confiaba en él ni un poco. –Hablas como si conocieras a la perfección lo que siento por ti. No me impongas limitaciones ni decidas por ti misma lo que me hiere y lo que no.– inevitablemente habló en un tono golpeado, ya no podía hablarle con tranquilidad. –No necesitas protegerme. ¡Entiende de una vez por todas que quiero estar a tu lado! Permíteme estar ahí cuando te encuentres a ti misma…– fue una súplica desesperada mas no significaba que el enojo lo hubiese abandonado. De un segundo a otro apegó por completo su cuerpo al de ella y la mano herida se la llevó a la mejilla, cerrando los ojos con fuerza al tiempo que la deslizaba sobre su piel, manchándose de sangre. –Julieta… No me importa caer en el proceso…– fue lo último que murmuró después de abrir nuevamente la mirada y anular el espacio existente entre sus labios. Se aferró al inferior de ella, mordiéndolo hasta sangrar, justo como se sentía en ese instante, con el cielo nocturno como testigo.
Si su estimada protegida no hubiese hecho movimiento alguno sin duda él habría forzado el tacto, o tal vez primero le habría soltado algún sarcasmo dolido que ayudara a ocultar lo mal que se sentía ante esa nueva y cruda realidad, pero para su suerte y alivio nada de eso fue necesario. Claro que la sensación de tranquilidad se esfumó casi al instante, cuando pudo sentir la humedad que la mano de Julieta impregnó sobre la de él. Solo entonces los ojos del hombre bajaron hacia las manos que recién unían, como si al hacerlo pudiera ver a través de la carne y los huesos y corroborar que lo que creía sentir entre ellos era efectivamente sangre. Naturalmente eso fue imposible pero no necesitó soltarla para averiguar la verdad, de alguna forma lo supo, al igual que inexplicablemente sabía que la chica se estaba conteniendo, reprimiendo ante su persona. ¿Por qué era tan difícil? De verdad no lo comprendía. ¿Era ese su error?
No quería buscar un término que definiera lo que estaba sintiendo, no quería ponerle nombre y sin embargo su mirada posada de nuevo en los orbes contrarios no lo dejaría mentir, internamente estaba herido y aunque era consciente de que pedir explicaciones y respuestas tan solo conseguiría empeorar la situación, las deseaba con desesperación.
En silenció agradeció el tacto que los finos dedos de su ama le obsequiaron, se aseguró de memorizarlo porque… tenía el presentimiento de que no se repetirían. Sin descanso seguía intentando descifrar lo que sus ojos ocultaban pero por más esfuerzo que hiciera no lo conseguía y, si Julieta no se percató de la distancia que entre ambos se acortaba, Sergei sí que lo hizo, lo cual empezó a confundirlo pues a cada momento las acciones de la futura líder de los Sumiyoshi contrastaban más con la barrera que al mismo tiempo percibía entre ambos. La respiración se le pausó al sentirla cada vez más cerca y los latidos se aceleraron en su pecho, ahí donde esa mujer tuvo el atrevimiento de posar su otra mano. ¿Cómo podía ser tan cruel? Casi podía sentir que encendía todos y cada uno de sus sentidos para después matarlos sin piedad.
¿Por qué? No, no lo preguntes. No lo hagas…
Ya no podía soltar su mirada y tampoco negar que ansiaba adueñarse de su boca, mas no pudo hacerlo en ese preciso instante, culpa de la evasiva que Julieta trazó, escondiéndose contra su cuello. ¿Pero de qué demonios estaba hablando?? No, no, ninguna de esas palabras debió ser pronunciada y tampoco sentidas, ¡ella estaba equivocada! Él no quería ser protegido, ese era su trabajo, no el de ella, ¿cómo es que no lo comprendía? Si algo anhelaba como hombre era encontrarse con la Julieta que sabía que se escondía detrás de todas esas farsas y temores, ¿por qué le negaba el paso?! Esa muralla que tanto insistía ella en mantener era la única cosa que lo estaba lastimando y sin embargo la chica no parecía comprenderlo. ¿Cómo podía hacerla entender?!
Herir, herir… Escucharlo y descubrir tristeza en su mirar lo hizo enfurecer y aunque tensó la quijada intentando contener todo ese enojo, no lo consiguió.
Furioso la sujetó por las muñecas, dolió poner un alto a las caricias y a la calidez de su mano pero no tenía que soportarlo. Unos segundos dedicó a mirar directamente la herida sangrante en la mano ajena y con una dura mirada le reclamó ese “pequeño detalle”. Estaba claro que no confiaba en él ni un poco. –Hablas como si conocieras a la perfección lo que siento por ti. No me impongas limitaciones ni decidas por ti misma lo que me hiere y lo que no.– inevitablemente habló en un tono golpeado, ya no podía hablarle con tranquilidad. –No necesitas protegerme. ¡Entiende de una vez por todas que quiero estar a tu lado! Permíteme estar ahí cuando te encuentres a ti misma…– fue una súplica desesperada mas no significaba que el enojo lo hubiese abandonado. De un segundo a otro apegó por completo su cuerpo al de ella y la mano herida se la llevó a la mejilla, cerrando los ojos con fuerza al tiempo que la deslizaba sobre su piel, manchándose de sangre. –Julieta… No me importa caer en el proceso…– fue lo último que murmuró después de abrir nuevamente la mirada y anular el espacio existente entre sus labios. Se aferró al inferior de ella, mordiéndolo hasta sangrar, justo como se sentía en ese instante, con el cielo nocturno como testigo.
Sergei Hwergelmir
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Re: Guilty || Privado
Mi corazón se contrajo de forma dolorosa cuando pude apreciar en medio de la oscuridad lo que el mirar contrario ocultaba, un sentimiento que ya sabía identificar perfectamente al estar tan arraigado en mi interior: dolor. Lo estaba lastimando de alguna forma... ¿Pero por qué? ¿Cómo? ¡Se suponía que le estaba protegiendo para evitar precisamente ese brillo en sus ojos verdes! Podía soportar cualquier clase de sufrimiento, toda una vida de amarga soledad... Pero no podría resistir jamás a eso, era incapaz de ello. Quería huir, perderme en la distancia y fingir que Julieta no existía, que sólo era un ente sin un rumbo trazado en el destino... Vagar sin acierto hasta el día que tuviera que dejar de hacerlo. No podía soportarlo, aquel ardor en el pecho que poco a poco me consumía me estaba volviendo loca. No podía comprenderme, nadie quería hacerlo... ¿Era tan difícil para los demás entender que yo estaba allí, frente a ellos, con un grito silencioso sellado todos estos años en mis labios? Sentí los ojos arder, sin embargo ni una sola lágrima escapó de mis párpados, como si ya no tuviera nada más que derramar. Y algo en mi interior comenzó a resurgir, aquella inocente niña que a tierna edad tuve que sacrificar luchaba desesperadamente para hacerse notar entre aquella mezcla de sentimientos contradictorios y confusión. Deseaba ser escuchada, siempre lo había querido mas nunca supe cómo expresarme, cómo hacerme notar. Y con el tiempo terminé aprendiendo a esconderme en la soledad, protegida tras todas aquellas murallas que significaban mis farsas y mentiras. Sólo una pantomima, en eso había consistido mi existencia todos estos años.
Y ahora él estaba furioso, no necesitaba ser una genio para percibir esa rabia que su voz y palabras cortantes transmitían. Pero ya lo había sabido de antemano, ¿no? Que me odiaría por todo esto... Y sin poder evitarlo mi mente me remitió a una situación muy semejante, acontecida muchos años atrás que por poco estuve a punto de olvidarle: Salvatore. Cuando éramos niños él también terminó por adquirir una postura semejante, cansado ante sus esfuerzos inútiles de conseguir algo de mí. ¡¿Pero qué era lo que querían de mí?! ¡Yo no tenía nada que ofrecerles! ¡Estaba vacía, seca por dentro! No tenía sentimientos ni cariño para darles, era un ser incompleto... Pero si realmente era cierto esto, ¿por qué dolía tanto?
Abrí los ojos con asombro y un leve quejido entrecortado se ahogó en mi garganta al sentir la fuerza de los puños de Sergei aprisionando mis muñecas. No me estaba haciendo daño, sin embargo aquel cambio repentino en él había activado una alarma en mi interior que muy difícilmente podía ignorar, y esta se vio reflejada en mis ojos castaños por un brillo de temor reprimido. Miedo no por lo que pudiera hacerme, sino por la fractura que cada vez se hacía más evidente en nosotros. Si tan sólo fuera capaz de regresar al pasado, lo haría sin meditarlo ni un segundo. ¿Pero qué acaso mis imprudentes actos no me habían llevado ya a esta situación? No quería escucharle, me negaba a hacerlo. Después de todo, no importaba qué tanto tuviera el pelinegro por decirme, al final él también me abandonaría una vez que descubriera la verdad de mi condición. Lo mejor era cortar todo de raíz y en aquel preciso momento. ¿Entonces por qué mi cuerpo se negaba a responderme como era debido? Si lo posponía, sería peor... Y yo ya no podía albergar tanto sufrimiento en mi alma...
Todo se estaba desmoronando, absolutamente todo. Murallas, mentiras, falsas sonrisas... Podía sentir como una tras otra caían sin sentido aparente, desfilaban frente a mis ojos a modo de una cruel burla del destino antes de perderse en el vacío con un sometimiento que sólo resultaba ser una representación de mi propia debilidad y mediocridad. ¡No, espera, detente! ¡Regresa, alto! ¡No sigas!
-Pero yo no... -mis palabras fueron selladas por sus labios, que reclamaban los míos de una manera tan furiosa que jamás creí que sería posible. ¿Era Sergei el que me besaba? Por varios segundos no supe cómo actuar, qué era lo que se estaba esperando de mí. Me sentí intimidada ante su arrebato, y aunque percibí una ligera punzada atravesar mi labio inferior, allí donde los dientes de mi sirviente se habían clavado, no podía sentir daño alguno en mí. Mi corazón se detuvo por un instante que me pareció eterno, a tal grado de que creí que ya no volvería a retomar su ritmo habitual, sólo para volver a palpitar de una forma desesperada y agitada. Y al momento siguiente le correspondí con la misma intensidad con la que él me estaba sometiendo, entregándome por entero a él y permitiendo que la última muralla en mí al fin cediera, estallando con una magnitud tan brutal que si no fuera porque mi acompañante aún me estaba sujetando de aquella manera tan intimidatoria, probablemente mis piernas hubieran fallado e inevitablemente hubiera terminado en el suelo, sin fuerza. Mi cuerpo comenzó a temblar en respuesta tanto a las propias emociones como a las transmitidas por el mismo Sergei. Todo había acabado, estaba completamente perdida, rendida y desnuda al completo ante él.
Cuando la necesidad de aire se hizo urgente al grado de que mis propios pulmones escocían por la falta de oxígeno, con un esfuerzo que no supe muy bien cómo lo había reunido, puse fin al beso y le miré desesperada, con la respiración jadeando y el cuerpo tembloroso. Le contemplé de esta manera por unos segundos antes de deshacerme de su agarre y en cambio crispar mis manos sobre su camisa, aferrándome a él como si ya no fuera a tener otra oportunidad de hacerlo, deseando ser salvada y sentirme protegida bajo su cobijo. Era un gran tormento el saberme débil ya ante él, sin nada que usar como escudo para protegernos a ambos. Había firmado ya mi propia sentencia de muerte.
-Entonces huyamos... -susurré al fin con quebrada voz, apoyando mi frente contra su torso mientras seguía fuertemente aferrada a él, temblando. Sentir su calor para sentirme aún viva e ilesa, era todo lo que necesitaba para poder seguir respirando en ese momento- ... Vayamos a un lugar donde nadie sepa que yo soy Julieta, donde el estigma de los Lobbosco deje de perseguirme. ¿Por qué, Sergei? ¿Por qué tenía que regresar? Me creí preparada para enfrentarles; los creí desterrados para siempre de mi corazón... pero al verles me sentí igual de vulnerable y pequeña como cuando sólo tenía cinco años... Mi único sustento era aquella indiferencia fingida, esa que me cobijaba de la cruda realidad de que jamás sería querida tal cual era. Me creí en el momento justo de que mi apatía por ellos se había convertido en verdadera y ya no era sólo una máscara... ¡Pero estaba equivocada! Y lo eché todo a perder, ya no puedo regresar a quien era, ¡ya no puedo regresar el tiempo atrás! Ahora todo lo que atesoro se me está escapando como lo hace el agua entre los dedos -alcé finalmente la mirada, agobiada- Por favor, Sergei, no permitas que regrese allá, ¡no me dejes caer!
Ahora ya sabía qué era lo que tenía que hacer...
Off: Siento que el post me quedó algobastante raro, lo lamento mucho... Si quieres que le cambie algo sólo me avisas
Y ahora él estaba furioso, no necesitaba ser una genio para percibir esa rabia que su voz y palabras cortantes transmitían. Pero ya lo había sabido de antemano, ¿no? Que me odiaría por todo esto... Y sin poder evitarlo mi mente me remitió a una situación muy semejante, acontecida muchos años atrás que por poco estuve a punto de olvidarle: Salvatore. Cuando éramos niños él también terminó por adquirir una postura semejante, cansado ante sus esfuerzos inútiles de conseguir algo de mí. ¡¿Pero qué era lo que querían de mí?! ¡Yo no tenía nada que ofrecerles! ¡Estaba vacía, seca por dentro! No tenía sentimientos ni cariño para darles, era un ser incompleto... Pero si realmente era cierto esto, ¿por qué dolía tanto?
Abrí los ojos con asombro y un leve quejido entrecortado se ahogó en mi garganta al sentir la fuerza de los puños de Sergei aprisionando mis muñecas. No me estaba haciendo daño, sin embargo aquel cambio repentino en él había activado una alarma en mi interior que muy difícilmente podía ignorar, y esta se vio reflejada en mis ojos castaños por un brillo de temor reprimido. Miedo no por lo que pudiera hacerme, sino por la fractura que cada vez se hacía más evidente en nosotros. Si tan sólo fuera capaz de regresar al pasado, lo haría sin meditarlo ni un segundo. ¿Pero qué acaso mis imprudentes actos no me habían llevado ya a esta situación? No quería escucharle, me negaba a hacerlo. Después de todo, no importaba qué tanto tuviera el pelinegro por decirme, al final él también me abandonaría una vez que descubriera la verdad de mi condición. Lo mejor era cortar todo de raíz y en aquel preciso momento. ¿Entonces por qué mi cuerpo se negaba a responderme como era debido? Si lo posponía, sería peor... Y yo ya no podía albergar tanto sufrimiento en mi alma...
Todo se estaba desmoronando, absolutamente todo. Murallas, mentiras, falsas sonrisas... Podía sentir como una tras otra caían sin sentido aparente, desfilaban frente a mis ojos a modo de una cruel burla del destino antes de perderse en el vacío con un sometimiento que sólo resultaba ser una representación de mi propia debilidad y mediocridad. ¡No, espera, detente! ¡Regresa, alto! ¡No sigas!
-Pero yo no... -mis palabras fueron selladas por sus labios, que reclamaban los míos de una manera tan furiosa que jamás creí que sería posible. ¿Era Sergei el que me besaba? Por varios segundos no supe cómo actuar, qué era lo que se estaba esperando de mí. Me sentí intimidada ante su arrebato, y aunque percibí una ligera punzada atravesar mi labio inferior, allí donde los dientes de mi sirviente se habían clavado, no podía sentir daño alguno en mí. Mi corazón se detuvo por un instante que me pareció eterno, a tal grado de que creí que ya no volvería a retomar su ritmo habitual, sólo para volver a palpitar de una forma desesperada y agitada. Y al momento siguiente le correspondí con la misma intensidad con la que él me estaba sometiendo, entregándome por entero a él y permitiendo que la última muralla en mí al fin cediera, estallando con una magnitud tan brutal que si no fuera porque mi acompañante aún me estaba sujetando de aquella manera tan intimidatoria, probablemente mis piernas hubieran fallado e inevitablemente hubiera terminado en el suelo, sin fuerza. Mi cuerpo comenzó a temblar en respuesta tanto a las propias emociones como a las transmitidas por el mismo Sergei. Todo había acabado, estaba completamente perdida, rendida y desnuda al completo ante él.
Cuando la necesidad de aire se hizo urgente al grado de que mis propios pulmones escocían por la falta de oxígeno, con un esfuerzo que no supe muy bien cómo lo había reunido, puse fin al beso y le miré desesperada, con la respiración jadeando y el cuerpo tembloroso. Le contemplé de esta manera por unos segundos antes de deshacerme de su agarre y en cambio crispar mis manos sobre su camisa, aferrándome a él como si ya no fuera a tener otra oportunidad de hacerlo, deseando ser salvada y sentirme protegida bajo su cobijo. Era un gran tormento el saberme débil ya ante él, sin nada que usar como escudo para protegernos a ambos. Había firmado ya mi propia sentencia de muerte.
-Entonces huyamos... -susurré al fin con quebrada voz, apoyando mi frente contra su torso mientras seguía fuertemente aferrada a él, temblando. Sentir su calor para sentirme aún viva e ilesa, era todo lo que necesitaba para poder seguir respirando en ese momento- ... Vayamos a un lugar donde nadie sepa que yo soy Julieta, donde el estigma de los Lobbosco deje de perseguirme. ¿Por qué, Sergei? ¿Por qué tenía que regresar? Me creí preparada para enfrentarles; los creí desterrados para siempre de mi corazón... pero al verles me sentí igual de vulnerable y pequeña como cuando sólo tenía cinco años... Mi único sustento era aquella indiferencia fingida, esa que me cobijaba de la cruda realidad de que jamás sería querida tal cual era. Me creí en el momento justo de que mi apatía por ellos se había convertido en verdadera y ya no era sólo una máscara... ¡Pero estaba equivocada! Y lo eché todo a perder, ya no puedo regresar a quien era, ¡ya no puedo regresar el tiempo atrás! Ahora todo lo que atesoro se me está escapando como lo hace el agua entre los dedos -alcé finalmente la mirada, agobiada- Por favor, Sergei, no permitas que regrese allá, ¡no me dejes caer!
Ahora ya sabía qué era lo que tenía que hacer...
Off: Siento que el post me quedó algo
Julietta Tescotti
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Re: Guilty || Privado
Si sus labios no hubiesen sido correspondidos entonces la muerte a su alma habría sido ya definitiva. Demoró, pero para alivio de su furioso corazón Julieta le besó con la misma fuerza que él acababa de imponer. Y sentirla con tal potencia fue abrasador, ero a la vez doloroso… ¿Por qué a pesar de esa respuesta de su parte no podía sentirse completamente tranquilo? El deseo le pedía más de ella, pero bien sabía que no debía ir más allá… porque algo estaba mal. Julieta amenazaba con desvanecerse de sus manos aunque físicamente la tuviese con él, carecía de sentido pero así lo sentía. Era como si lo estuviese dando todo para después desaparecer…
Agitado aceptó la separación de sus labios, aún conservaba un ligero sabor a sangre pero no se arrepentía. De hecho, tomaría más de ese líquido si le fuese permitido, su paladar lo habría agradecido. Pero evidentemente, esa noche no sería posible, y quizá ninguna otra.
Ésta vez la castaña no evadió su mirada, la sostuvo y entonces él pudo leer claramente la desesperación que la chica albergaba. Odiaba ese sentimiento en ella, lo supo de inmediato. Pensar en ello le distrajo más de lo aceptable y por lo tanto Julieta se libró del agarre del pelinegro sin mayor dificultad. Si con la misma facilidad se iba a separar de él, entonces todo estaba perdido. Claro que con la misma rapidez Sergei reaccionó cuando ella se prendió de su ropa, tomó uno de sus brazos solo que no aplicó presión, no podía forzarla más de lo que ya había hecho.
Su otra mano fue directo a rodear la espalda de la escritora cuando la tuvo recargada sobre el torso. ¿Había escuchado bien? ¿Verdaderamente estaba dispuesta a huir con él? Si así era… ¿por qué no se lo decía de frente? Sigues escondiéndote… pensó con pesar, interpretando aquello como una pizca de inseguridad. La rodeó entonces con ambos brazos, así escuchó el resto de su repentina petición.
–Entiendo lo que dices…– inició en cuanto ella finalizó y con seriedad le sostuvo la mirada. Le preocupaba verla saturada por culpa de los Lobbosco… –Estoy dispuesto a llevarte lejos cuando sea el momento oportuno, mas no a huir. Escapar no es la solución, aún si el resultado de tus planes no fue el esperado. ¿Vas a rendirte ante ellos? No puedes permitirte ser débil. Enfrenta las circunstancias, esto no ha terminado, abandonar no hará las cosas más fáciles para ti.– se reprobó a sí mismo por tales palabras, una parte de sí deseaba complacerla y huir tal cual le pedía, olvidarse de todo asunto familiar y de ese modo poder trazar una nueva ruta juntos. Pero no podía permitirlo, aceptar su pedido sería traicionarla al mismo tiempo. Y sabía que Julieta no lo comprendería… –Lo siento Julieta, pero considero que es aquí donde verdaderamente puedes encontrarte a ti misma.– en medio de la tormenta –No te dejaré sola…– agregó apretándola fuertemente entre sus brazos.
¿Cómo reaccionaría? ¿Lo consideraría traidor por no ceder dócilmente a su desesperado deseo de irse lejos? No quería escucharlo, y sin embargo, lo haría. Él también debía forzarse a ciertas cosas por el bien de ella. Lo sacrificaría todo si con eso conseguía dar un empujón a su ama para que pudiese seguir adelante. Un paso a la vez, sin correr ni retroceder. Sin desaparecer.
Agitado aceptó la separación de sus labios, aún conservaba un ligero sabor a sangre pero no se arrepentía. De hecho, tomaría más de ese líquido si le fuese permitido, su paladar lo habría agradecido. Pero evidentemente, esa noche no sería posible, y quizá ninguna otra.
Ésta vez la castaña no evadió su mirada, la sostuvo y entonces él pudo leer claramente la desesperación que la chica albergaba. Odiaba ese sentimiento en ella, lo supo de inmediato. Pensar en ello le distrajo más de lo aceptable y por lo tanto Julieta se libró del agarre del pelinegro sin mayor dificultad. Si con la misma facilidad se iba a separar de él, entonces todo estaba perdido. Claro que con la misma rapidez Sergei reaccionó cuando ella se prendió de su ropa, tomó uno de sus brazos solo que no aplicó presión, no podía forzarla más de lo que ya había hecho.
Su otra mano fue directo a rodear la espalda de la escritora cuando la tuvo recargada sobre el torso. ¿Había escuchado bien? ¿Verdaderamente estaba dispuesta a huir con él? Si así era… ¿por qué no se lo decía de frente? Sigues escondiéndote… pensó con pesar, interpretando aquello como una pizca de inseguridad. La rodeó entonces con ambos brazos, así escuchó el resto de su repentina petición.
–Entiendo lo que dices…– inició en cuanto ella finalizó y con seriedad le sostuvo la mirada. Le preocupaba verla saturada por culpa de los Lobbosco… –Estoy dispuesto a llevarte lejos cuando sea el momento oportuno, mas no a huir. Escapar no es la solución, aún si el resultado de tus planes no fue el esperado. ¿Vas a rendirte ante ellos? No puedes permitirte ser débil. Enfrenta las circunstancias, esto no ha terminado, abandonar no hará las cosas más fáciles para ti.– se reprobó a sí mismo por tales palabras, una parte de sí deseaba complacerla y huir tal cual le pedía, olvidarse de todo asunto familiar y de ese modo poder trazar una nueva ruta juntos. Pero no podía permitirlo, aceptar su pedido sería traicionarla al mismo tiempo. Y sabía que Julieta no lo comprendería… –Lo siento Julieta, pero considero que es aquí donde verdaderamente puedes encontrarte a ti misma.– en medio de la tormenta –No te dejaré sola…– agregó apretándola fuertemente entre sus brazos.
¿Cómo reaccionaría? ¿Lo consideraría traidor por no ceder dócilmente a su desesperado deseo de irse lejos? No quería escucharlo, y sin embargo, lo haría. Él también debía forzarse a ciertas cosas por el bien de ella. Lo sacrificaría todo si con eso conseguía dar un empujón a su ama para que pudiese seguir adelante. Un paso a la vez, sin correr ni retroceder. Sin desaparecer.
Sergei Hwergelmir
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Re: Guilty || Privado
Y toda pizca de esperanza terminó desmoronándose en medio de aquella interminable oscuridad.
No fui capaz de sostenerle su mirada al final, la desvíe sólo el tiempo necesario para armarme de valor, para que las palabras pudieran brotar con la mayor seguridad y que para él fuera incapaz el descubrir cuán rota me encontraba. Porque todo lo que decía era la verdad, muy dentro de mí lo había sabido todo el tiempo, pero me había demorado en aceptarla porque... Porque de haberlo hecho, significaría también que estaba de acuerdo en permitirme perder todos mis anhelos, todo aquello por lo que me había aferrado inútilmente en un deseo desesperado de no desaparecer. Pero no había marcha atrás, el paso ya estaba dado. Y con este el camino trazado a seguir, aunque sólo significara vagar sin rumbo fijo en búsqueda de mi propia identidad, aunque fuera inútil el intento.... Porque de antemano ya sabía que nunca se podría encontrar algo que no existe.
-Lo sabía -susurré quedamente, con una suave sonrisa de pesar dibujando mis labios. Volví a mirarle, ya no con tristeza o esperanza... Únicamente sinceridad- Sabía que dirías eso. Tú jamás me permitirás huir, tal como lo hiciste aquel día de la mascarada. Porque así eres tú, siempre ha sido así... - "A diferencia de mí, que no soy más que una maldita cobarde" - Y fue por eso que me enamoré de ti, Sergei... porque tú nunca vas a huir... - "pero eso no significa que yo no deba hacerlo; porque tú te mereces alguien mucho mejor de lo que yo nunca te podré ofrecer..."
Mis brazos rodearon el cuello ajeno y lo atraje hacia mí. Escondí mi rostro en su cuello y lo abracé con fuerza, con el profundo y certero temor de perderlo. Dejé que todas mis energías restantes se fueran en aquel aparentemente insignificante acto, pero que para mí me estaba costando la vida misma. Porque no era sencillo dejar ir a aquello que te hacía sentir con una razón por la cual existir, pero mientras el bienestar del pelinegro se viera intacto... ¿Qué importaba si yo tenía que caer en el propio infierno? Él no iba a ser mancillado por causa mía, jamás lo permitiría.
-Sólo déjame seguir soñando aunque sea por esta noche... -musité casi inaudiblemente cerca de su oído, no estando muy segura de que fuera capaz de escucharme a pesar de la cercanía; aunque tampoco sabía si realmente había sido dicho para él. Lo atraje con mayor fuerza, queriendo robarle todo su calor corporal en el proceso y así grabarlo en mi memoria y cuerpo, pues esta sensación no volvería a repetirse por más que mi piel gritara con todas sus fuerzas que le necesitaba como alimento para subsistir. No sabía de dónde sacaría la energía para seguir adelante a partir de aquel momento...
Ahora todo estaba concluido.
Respiré con fuerza, dándome la valía suficiente para soltarle y con ello liberarle igual de toda atadura hacia mi persona. Pero por aquella noche, ambos interpretaríamos la mejor de la pantomimas, porque lo mejor siempre se reservaba para el final. Y aquel era nuestro final. Me separé de él finalmente, aunque no lo suficiente para quebrar todo contacto entre nuestros cuerpos, y le sonreí cálidamente.
- ¿Te parece si nos adentramos a la cabaña? Está haciendo frío y mi cuerpo se está entumeciendo... Estoy tan cansada, que si nos quedamos aquí más tiempo, seré incapaz de continuar y te verás obligado a cargarme -advertí con voz divertida al tanto que le tomaba de la mano con fuerza, con aquella mía que contaba con la herida sangrante, y le di un suave tirón para encaminarle hacia nuestro destino. Ya no faltaba mucho, y yo en verdad necesitaba mantenerme en movimiento para no sentirme perdida- Por favor, no me sueltes... -susurré gravemente al tanto que entrelazaba mis dedos con los suyos y daba un ligero apretón, con el corazón desbocado ante el anhelo de ser correspondida en el agarre. Tras esto, reinicié la marcha hacia la entrada de la cabaña. No por delante de él, ni por detrás... A su lado en todo momento, acompasando mi andar con el de Sergei para que ninguno de los dos dejara atrás al otro.
Por última ocasión, sería la Julieta que él esperaba y la que yo necesitaba.
No fui capaz de sostenerle su mirada al final, la desvíe sólo el tiempo necesario para armarme de valor, para que las palabras pudieran brotar con la mayor seguridad y que para él fuera incapaz el descubrir cuán rota me encontraba. Porque todo lo que decía era la verdad, muy dentro de mí lo había sabido todo el tiempo, pero me había demorado en aceptarla porque... Porque de haberlo hecho, significaría también que estaba de acuerdo en permitirme perder todos mis anhelos, todo aquello por lo que me había aferrado inútilmente en un deseo desesperado de no desaparecer. Pero no había marcha atrás, el paso ya estaba dado. Y con este el camino trazado a seguir, aunque sólo significara vagar sin rumbo fijo en búsqueda de mi propia identidad, aunque fuera inútil el intento.... Porque de antemano ya sabía que nunca se podría encontrar algo que no existe.
-Lo sabía -susurré quedamente, con una suave sonrisa de pesar dibujando mis labios. Volví a mirarle, ya no con tristeza o esperanza... Únicamente sinceridad- Sabía que dirías eso. Tú jamás me permitirás huir, tal como lo hiciste aquel día de la mascarada. Porque así eres tú, siempre ha sido así... - "A diferencia de mí, que no soy más que una maldita cobarde" - Y fue por eso que me enamoré de ti, Sergei... porque tú nunca vas a huir... - "pero eso no significa que yo no deba hacerlo; porque tú te mereces alguien mucho mejor de lo que yo nunca te podré ofrecer..."
Mis brazos rodearon el cuello ajeno y lo atraje hacia mí. Escondí mi rostro en su cuello y lo abracé con fuerza, con el profundo y certero temor de perderlo. Dejé que todas mis energías restantes se fueran en aquel aparentemente insignificante acto, pero que para mí me estaba costando la vida misma. Porque no era sencillo dejar ir a aquello que te hacía sentir con una razón por la cual existir, pero mientras el bienestar del pelinegro se viera intacto... ¿Qué importaba si yo tenía que caer en el propio infierno? Él no iba a ser mancillado por causa mía, jamás lo permitiría.
-Sólo déjame seguir soñando aunque sea por esta noche... -musité casi inaudiblemente cerca de su oído, no estando muy segura de que fuera capaz de escucharme a pesar de la cercanía; aunque tampoco sabía si realmente había sido dicho para él. Lo atraje con mayor fuerza, queriendo robarle todo su calor corporal en el proceso y así grabarlo en mi memoria y cuerpo, pues esta sensación no volvería a repetirse por más que mi piel gritara con todas sus fuerzas que le necesitaba como alimento para subsistir. No sabía de dónde sacaría la energía para seguir adelante a partir de aquel momento...
Ahora todo estaba concluido.
Respiré con fuerza, dándome la valía suficiente para soltarle y con ello liberarle igual de toda atadura hacia mi persona. Pero por aquella noche, ambos interpretaríamos la mejor de la pantomimas, porque lo mejor siempre se reservaba para el final. Y aquel era nuestro final. Me separé de él finalmente, aunque no lo suficiente para quebrar todo contacto entre nuestros cuerpos, y le sonreí cálidamente.
- ¿Te parece si nos adentramos a la cabaña? Está haciendo frío y mi cuerpo se está entumeciendo... Estoy tan cansada, que si nos quedamos aquí más tiempo, seré incapaz de continuar y te verás obligado a cargarme -advertí con voz divertida al tanto que le tomaba de la mano con fuerza, con aquella mía que contaba con la herida sangrante, y le di un suave tirón para encaminarle hacia nuestro destino. Ya no faltaba mucho, y yo en verdad necesitaba mantenerme en movimiento para no sentirme perdida- Por favor, no me sueltes... -susurré gravemente al tanto que entrelazaba mis dedos con los suyos y daba un ligero apretón, con el corazón desbocado ante el anhelo de ser correspondida en el agarre. Tras esto, reinicié la marcha hacia la entrada de la cabaña. No por delante de él, ni por detrás... A su lado en todo momento, acompasando mi andar con el de Sergei para que ninguno de los dos dejara atrás al otro.
Por última ocasión, sería la Julieta que él esperaba y la que yo necesitaba.
Julietta Tescotti
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