Jugando un poco {Privado: Murasakibara}

El timbre que indicaba el final de la clase había sonado hacía ya rato, pero él no se movió. Al contrario que sus compañeros, la mayoría de los cuales ya habían recogido cinco minutos antes y esperaban con ansia el permiso para salir del aula, él seguía en su sitio, sentado en su silla y con los libros desparramados en la mesa. Su mirada estaba puesta en la ventana, aunque en realidad no miraba nada. Tampoco meditaba, simplemente estaba ahí, como si el plan de quedarse sentado sin hacer nada fuese lo más perfecto del mundo.

No le apetecía hacer nada. Tenía deberes para el día siguiente y eso no le gustaba. Tampoco tenía ganas de moverse, pese a que la tarde pintaba bastante bien con ese sol primaveral. Quería comer algo. Llevaba sin comer nada desde que empezó la clase y ya empezaba a sentir el estómago vacío. Sí, quizás se moviese a buscar algo de comida... En ese momento recordó que había olvidado la cartera en la habitación y sin dinero no podía comprar comida. Tendría que regresar, menuda lata. Ojalá apareciese Himuro. Él siempre tenía cosas buenas de comer.

Y bastaba que pensase en el muchacho para que al rato escuchase su voz llamándole. Volvió la mirada hacia él. -Murochin- respondió y antes de que pudiese mendigarle algo de comida, observó la cajita de pockys que le enseñó. Inmediatamente, su gesto perezoso cambió a uno de total interés. Asintió con la cabeza y mostró la mano con la palma extendida hacia arriba, pidiendo uno de esos palitos deliciosos.

-¿Dulces? - sus ojos se abrieron un poco y sólo entonces esbozó una sonrisa llena de satisfacción. -Me parece un plan estupendo.

¿Acaso había algo mejor que pasar la tarde tirando unas canastas y comiendo dulces con Himuro? Se puso en pie y guardó los libros, colocados por Himuro, en su mochila. Se colgó la misma a un hombro y miró al contrario. -Vamos. -caminó tranquilo, un poco despacio para acompasar la longitud de sus pasos con los de su amigo. -Nee Murochin~ ¿Si meto más canastas que tú, me darás mas dulces?

La verdad es que no había pensado en la posibilidad de que Himuro pudiese ganar y por lo tanto, no sabía el premio. No es que subestimase a su amigo, pero ya daba por sentado que sería él quien marcaría más canastas porque de lo contrario, se enfadaría hasta que llevase la razón. Pero, por otro lado no quería discutir y montar un drama por un simple juego así que tuvo que aceptar las palabras del contrario.

-Hmm... -le miró sujetando el pocky con los labios. -Pues si ganas pide lo que quieras. -respondió con sencillez, masticando el palito hasta terminárselo.

Se detuvo frente a la taquilla de Himuro, antes de ir a la suya y cambiarse también el calzado. Curiosamente, las taquillas de ambos estaban juntas. Observó el papel cayó al suelo, pero no le dio demasiada importancia ya que no era la primera vez que el azabache recibía esas cosas. Abrió su taquilla y revolvió el interior, buscando las deportivas.

-Tengo unos cuantos, pero algunos son para la semana que viene. -respondió a su comentario, sacando finalmente las zapatillas. Tenía que analizar unos textos, cosa que no se le daba muy bien. Por eso, cuando escuchó el ofrecimiento del otro, le miró con cierta esperanza. Seguramente podía ayudarle, aunque fuese sólo un poco. -Claro.

Caminó después un poco más atrás de Himuro. No se había atado los cordones de su pie derecho, pero no le dio importancia. Su mente volvió a distraerse con la caja de Pockys. Cogió dos y miró al frente, sintiendo como el aire revolvía su cabello. -Sí. Perfecto para jugar. -contestó y se metió uno de los palitos a la boca. Reanudó la marcha, cogiendo al otro del brazo un poco ansioso por llegar a la cancha. -Murochin, ¿cuántas cartas te dieron hoy? -preguntó con cierta curiosidad y metió el segundo pocky que había cogido en la boca de su amigo.

Por la reacción de Himuro, percibió que tal vez su pregunta había sido un poco incómoda. No lo había hecho con mala intención, simplemente le sorprendía un poco la popularidad de su amigo entre las chicas. No es que estuviese celoso, pues él era demasiado perezoso como para salir con alguna chica y tampoco le llamaban la atención en absoluto. Pero, no entendía ese comportamiento. Si tanto querían llamar la atención de Himuro ¿por que no decírselo directamente? Mira que eran complicadas las mujeres...

Dejó de pensar en aquel tema al escuchar el desafío de labios de Himuro. Frunció el ceño y esbozó una amplia sonrisa. -Lo dices muy seguro, Murochin. Pero no pienso perder y quedarme sin dulces. -sentenció y pasó la mano por su cabeza, echando hacia atrás parte del cabello de su frente. Dejó la mochila al lado de la de su amigo y se dirigió hacia la canasta, deteniéndose cuando estaba a unos pasos de la misma.

Flexionó ligeramente las rodillas y se preparó, dispuesto a moverse y arrebatar el balón en cuanto tuviese ocasión. Asintió con un movimiento de cabeza y permaneció atento a las acciones de Himuro. Confiaba plenamente en sus reflejos, pero sabía que el contrario no era un rival fácil. Sus movimientos eran tan fluidos que irónicamente eran difíciles de seguir, sobretodo cuando tiraba a canasta.

Observó como empezaba a correr y supo que ya iba a entrar en la zona que estaba defendiendo. Se movió hacia el lado en el que corría el otro, dispuesto a ponerse en medio y evitar a toda costa dejarle vía libre para encestar. Alzó una mano, estirándose cuan largo era. No se arriesgaría a saltar todavía, pues sabía que eso requería demasiada energía.

-¿Vas a atacarme así? -dijo burlón y bajó la mano con fuerza, dispuesto a detener el balón.

Tal y como esperaba, los movimientos de Himuro lograron confundirlo. En cierto modo, agradecía el tener un rival que le pusiese las cosas difíciles, pues sin sacrificio cualquier juego se hacía aburrido. Interiormente sonrió, pero en el exterior, su expresión era de molestia al ver como el balón entraba en la canasta. Tendría que estar más atento para la próxima y fijarse en sus pies, eso solía ser un buen truco.

Tomó el balón con una mano, la cual podía agarrar la pelota entera sin problemas. -Estaba un poco dormido. -replicó como excusa. -Pero no te dejaré meter más canastas.

Cambió las posiciones con el azabache, pasando ahora a ser él el atacante. Se sentía más seguro defendiendo, pero tras aquel inminente reto, atacaría sin piedad hasta lograr empatar con Himuro. Botó un par de veces la pelota, antes de ponerse en marcha y arrasar con lo que tuviese por delante. Normalmente, sus contrincantes solían apartarse por instinto cuando le veían correr de frente, pero sabía que eso no lograba asustar a Himuro. Escuchó su comentario y eso le hizo sonreír. Como si pudiese hacerle daño... Quizás fuese un chico despistado, pero sabía perfectamente dónde estaban sus límites y lo que no debía hacer o su amigo terminaría dañado, cosa que no quería en absoluto.

Decidió quedarse el balón. Si probaba a encestar, igual colaba el balón, pero no quería arriesgarse a fallar y que Himuro tomase el rebote. Por eso, decidió acercase lo máximo para asegurar el tiro. Más, el contrario le hizo moverse, tuvo que hacer un par de fintas para poder quitárselo de en medio y cuando vio la canasta lo suficientemente cerca, no se lo pensó dos veces y lanzó. No le hizo falta ni saltar, la bola entró limpiamente en el aro.

-Ya lo sé Murochin, por eso me gusta jugar contigo. -respondió apartándose el cabello de los ojos. Volvió a prepararse en su zona, prestando esta vez más atención al contrario y esos movimientos que siempre le confundían. Para su sorpresa, Himuro se alejó.

¿Pensaba lanzar desde lejos? si ese era el caso, lo más sencillo sería levantar la mano y saltar para taponar el tiro. pero aquello era demasiado obvio para tratarse del azabache. Decidió moverse también. No le dejaría entrar en el área de tres puntos. Siguió sus fintas, obligándole a retroceder en cuanto tratase de entrar en la zona que estaba defendiendo. Por momentos temía que hiciese de nuevo ese tiro extraño, en el que parecía que tiraba pero no tiraba. Quizás, sería mejor arriesgarse y quitarle YA el balón.

Se movió hacia un lado y cuando sus ojos vieron el suficiente espacio como para atacar, movió la mano con fuerza, arrebatando el balón con ese movimiento. La pelota rodó por el suelo y se preparó para correr detrás de ella, como si fuese un perro ansioso por hacerse con el balón.

Cuando sus dedos alcanzaron el balón, se movió rápidamente para agarrar con fuerza la pelota y evitar que Himuro se la robase. Sintió como intentó moverla, pero por suerte para él, había logrado agarrar el balón justo a tiempo. Escuchó su queja y rió bajito. -No desesperes, Murochin.

Permaneció de lado, agarrando el balón mientras pensaba el mejor camino para acercarse a la canasta. Su mirada permaneció fija en la de su contrincante, atento a cualquier movimiento peligroso que pudiese realizar. Sabía que su defensa era difícil de vencer, pero no subestimaba a Himuro. Le conocía demasiado como para saber que encontraría la manera de quitarle el balón. Estar parado era un error, así que decidió moverse. Quiso hacer de nuevo una finta y lanzar el balón, pero el contrario le bloqueó, por lo que tuvo que retroceder un poco, hasta que le atacó, entonces vio la oportunidad para lanzar.

-Cuando hay unos bollitos en juego, puedo hacer cualquier cosa. -respondió mientras dejaba que fuese a por el balón. Regresó a su sitio y observó la determinación en el rostro de su amigo. Eso le hizo prepararse. Seguramente le atacaría con fuerza aquella vez, así que debía estar atento.

Decidió presionarle. No le dejaría acercarse a la línea de tiro y le obligaría a que se arriesgarse a lanzar desde ahí. Siguió sus movimientos, procurando taponarle cada vez que encontraba una abertura y a veces echándose hacia delante para obligarle a retroceder. -No te lo voy a poner fácil. -comentó, mirándole serio pero con un brillo de diversión en la mirada. Entonces, sus ojos observaron la posición de las manos del contrario y pensó que iba a tirar. Parecía que su estrategia estaba dando resultado.

Flexionó las rodillas, dispuesto a saltar por si su mano no llegaba al balón. Teniendo en cuenta la distancia, seguramente el arco de tiro fuese bastante alto. Más, Himuro le engañó. Hizo uno de esos famosos tiros que tanto le confundían y cuando alzó la mano, no sintió el balón. Confuso, desvió un momento la mirada para después percibir la sombra del balón. Mierda, al final si que había lanzado. Apretó los dientes frustrado por haber caído una vez más en aquel engaño y también se preparó, dispuesto a hacerse con el rebote. No esperaba que fallase, pero por si acaso...

Más, se movió con tanta rapidez y brusquedad que no calculó bien las distancias con Himuro y eso provocó que se chocase contra él con cierta fuerza, teniendo en cuanta la velocidad y el peso de su cuerpo, lo que hizo que derribase a su amigo contra el suelo de la cancha.

-¡Ah! ¡Murochin! -exclamó y abrió los ojos con preocupación, mientras se apresuraba a ayudarle a levantarse.- Perdón, no te había visto. ¿Te has hecho daño?

Su preocupación no se disipó hasta que comprobó con sus propios ojos que la herida de su amigo se había quedado en un simple raspón. Suspiró aliviado. No sabría que hubiese hecho si por su culpa Himuro resultase lastimado. Alguna vez ocurrían ese tipo de accidentes y a él siempre le tocaba cargar con el peso de la culpa. Bajó la mirada un momento, hasta que el azabache tomó su mano y dirigió la mirada hacia la contraria. Observó la evidente diferencia entra ambas manos y flexionó un poco los dedos.

-Ya lo sé, tonto. -respondió a su comentario. ¿Cómo era posible que siguiese pensando en el juego? Más eso le hizo sonreír también y movió la mano hasta colocarla sobre la cabeza de su amigo. -En realidad, no debería haber corrido. Ese tipo de tiros nunca los fallas. -revolvió un poco su cabello y después se apartó para recoger el balón.

Botó la pelota un par de veces, mientras escuchaba a Himuro. Reaccionó ante la palabra "pocky" y volvió el rostro hacia el chico. -Me parece bien, Murochin. -extendió el brazo y le tomó de la muñeca, con cuidado pero con firmeza. -Ven, tengo una botella de agua en la mochila. No hace falta que te des el paseo hasta la fuente.

Tiró suavemente de él para que le siguiese hasta uno de los bancos que había cerca de la valla de alambre. Le soltó e hizo una seña para que se sentase, mientras él iba por la botella de agua. También cogió unos pañuelos. Se sentó al lado de Himuro y tomó su brazo golpeado, acercándolo hacia sí para que lo extendiese. Con cuidado, vertió un poco de agua sobre el raspón y con ayuda del pañuelo extendió el agua por la zona lacerada.

-¿Te escuece?-preguntó y le miró. Estaba poniendo el máximo cuidado en sus acciones, pero sabía que esas cosas solían ser molestas. Retiró el pañuelo y se inclinó para ver mejor la herida. Parecía que ya no sangraba. Sopló un poco, de manera suave, para aliviar el posible escozor y al cabo de un rato le dio un beso en esa zona. -Ya debería estar curado. -comentó enderezándose de nuevo. Cuando era más pequeño era así como le trataban las heridas y ese truco siempre solían funcionar.

La sonrisa afloró en sus labios en cuanto vio la cajita de pockys, olvidando inmediatamente su preocupación y aceptando uno de aquellos palitos con chocolate que tanto le gustaban. Se llevó el pocky a los labios y empezó a masticarlo despacito, pues a pesar de ser un goloso y un glotón, le gustaba comer despacio y saborear la comida. Así le duraba más.

Alzó una ceja cuando escuchó las palabras de Himuro. -¿Huh? Pues vivir, no queda otra. -Respondió con simpleza, sin ganas de comerse la cabeza y entrar en una conversación filosófica. No entendía mucho porque decía eso el azabache. El que saldría perdiendo sería él. ¿Quién le cuidaría entonces? Además, en el caso de que alguien quisiese ayudarle, jamás permitiría que otra persona sustituye a su amigo. Sólo Murochin podía cuidarle. -No digas esas cosas, que son feas. -Replicó al darse cuenta que estaba pensando en aquel asunto como si en realidad fuese a ocurrir.

Apoyó los brazos sobre sus rodillas, arqueando la espalda e inclinándose ligeramente. En ese momento advirtió de que no se había atado una deportiva. -Es un beso mágico. Especial para curar heridas. -Respondió en un tono alegre, recordando las palabras que le decía su madre cuando era más pequeño. -Es parecido al beso de buenas noches para espantar las pesadillas, o al beso en la frente de despedida para volver a verte con esa otra persona. -Hablaba mientras ataba los cordones. Después, se enderezó y se echó hacia atrás, apoyándose también en la valla.

El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte y el cielo tenía un tono entre dorado y rojizo, según la parte que se estuviese observando. En ese momento, observó como Himuro le quitaba un trozo de su pocky y eso hizo que arrugase el ceño. -Eso no vale, Murochin. -protestó y le miró directamente, reclamando otro como compensación. No tardó en recibir otro palito y volvió a masticarlo despacio, aunque esta vez más atento a los movimientos de su amigo, por si se lo quitaba de nuevo.

De no ser porque tenía el pocky en los labios, habría reaccionado ante la palabra "comida" y se habría puesto en pie inmediatamente. Sin embargo, esa vez se quedó como estaba, sobretodo porque su atención estaba más fija en los labios de Himuro. Cada vez tenían más chocolate. -...- le miraba fijamente, como si estuviese hipnotizado. Por un lado, quería decirle que tenía chocolate en los labios, pero por otro quería quitárselo él mismo y vengarse por lo de antes. Al fin y al cabo, el contrario le había quitado un trozo de galleta. Si él le quitaba un poco de chocolate sería lo mismo ¿no?

-¿Hum? -despegó un momento la mirada de los labios del azabache para pasar a mirarle a los ojos. No le había escuchado al no estar prestando atención.- Sí. Me parece bien. -Se aventuró a responder, aunque no sabía que la pregunta formulada no era del tipo "sí" o "no". Volvió a mirar sus labios. ¡Maldición! tenía que hacer algo, y tenía que ser ya o Himuro sospecharía y probablemente se limpiaría los labios.

-Murochin~ -le llamó y le agarró del mentón con cierta firmeza para que no volviese la cabeza. Se inclinó y sacó la lengua para después retirar el chocolate de sus labios de una sola lamida. -Tenías chocolate. -Añadió al separarse y le lanzó una mirada de satisfacción, al haberse cobrado su venganza.

Se puso en pie y miró el balón abandonado en el suelo. Lo lanzó hacia el aro y rebotó contra el mismo, sin entrar.- Se está haciendo tarde. ¿Qué te parece si lo dejamos en un empate?- recogió el balón y se lo tendió a su amigo. -Y vamos a cenar, me muero de hambre.

Sus ojos perezosos miraron a Himuro cuando éste recogió la pelota y después siguieron sus movimientos. Aunque era una persona despistada y sobretodo dejada, conocía demasiado bien los gestos y movimientos de su amigo como para saber que estaba algo inquieto. ¿Habría sido por algo que hubiese hecho? Tal vez, le molestó que le quitase el chocolate, pero él había empezado robando comida y no sería justo si no se vengaba.

Llevó la manó a la cabeza y revolvió un poco más su cabello mientras dejaba salir un suspiro pesado. A veces, no entendía los cambios de humor de Himuro, pero era un buen tipo y le daba de comer, así que más le valía hacerle sonreír de nuevo. Recogió también su mochila, dejándola colgada de su hombro izquierdo y escuchó la propuesta del azabache.

-Deberes... -dijo con poco ánimo. Dichosos deberes. Cuando dejó el instituto pensó que se había librado de ellos, pero no, al parecer los deberes le perseguirían durante toda su vida de estudiante. -No me gusta hacer deberes, pero la profesora se enfada sino y no me gusta que me grite. -razonó e hizo una mueca. -Supongo que, no queda más remedio. ¿Vas a cocinar Murochin? -esbozó una sonrisa y le miró con cierta alegría. Le encantaba la comida que hacía Himuro, estaba muy rica y siempre le dejaba repetir.

Caminaron los dos juntos para dejar el recinto de las clases y pasados unos minutos, se apresuró y tomó al contrario del brazo, con suavidad y se detuvo. Tan sólo buscaba llamar su atención.- Murochin, ¿te has enfadado por lo de antes? -preguntó un tanto dudoso. Todavía tenía en la mano el pocky que le había dado. Lo partió en dos y le dio la parte con más chocolate.- Perdón, no quería quitarte tu chocolate... bueno, sí, pero... no quería que te enfadases. Pensé que estábamos jugando. -miró hacia otro lado, aún sosteniendo la parte de pocky que le cedía al contrario. Lo que más le gustaba de esos palitos era el chocolate, así que eso suponía un sacrificio para él. Pero si con eso Himuro volvía a recuperar su humor, pues no le importaba arriesgar ese preciado chocolate.

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