|◊ The Beginning of The Story ◊|
Idarion Terra :: Academia "Soffio Divino di Angel" :: Residencia de los Chicos :: Segundo Piso :: Habitaciones
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Vencel...— Le sonó lejana aquella voz que llamaba su nombre, con suavidad, quizás se estaba engañando. —¡Vencel!— Fue entonces que lo escuchó con mayor atención, la seria voz de su padre llamándole con recelo. Sus carmines orbes se abrieron paulatinamente y lo primero que vio fue el rostro serio se su padre inclinado hacia él y el coche que había parado frente a un ostentoso edificio, más bien, la residencia de chicos de la academia "Soffio Divino di Angel". El empresario dejó tiempo al pelirrubio para que borrara aquella mirada de sorpresa de su rostro y se centrara en su progenitor. —Creo haber quedado claro lo que debes hacer. ¿Necesitas que te lo repita?— La dureza se reflejó en la mirada del hombre que volvía a incorporarse en su asiento y cerrar sus orbes. El muchacho simplemente abrió la puerta del coche y salió, estirándose sin preocuparse en ningún momento por si sus gestos estaban bien o mal vistos por los mayores. Tomó la bolsa de los asientos delanteros del coche y se la apoyó en el hombro, hacia atrás. —Te demostraré que estás engañado, Padre, y que siempre lo fuiste.— La rudeza se hizo visible en los ojos del joven y sus pasos comenzaron a resonar en el silencio de aquella mañana soleada. Su progenitor, por última vez en aquél día lo paró hablando. —¿Estás bien?— Vencel paró unos segundos, pero cerró sus ojos y siguió avanzando, con una sonrisa estampada en sus labios. —Te llamaré.— Nunca hubo necesidad de muchas palabras para que se entendieran, ese tipo de silenciosa relación había entre padre e hijo. ¿Se odiaban? No, pero tampoco se querían como tal.
Una extraña relación había entre ellos. El padre lo quería, sí, pero como una muñeca, poco más. Pero eso no era necesario, porque solo se aseguró que su hijo entrara en las instalaciones para dar orden al conductor que comience de nuevo a moverse. Vencel por otro lado, una vez dentro del edificio miró a su alrededor con cierta sorpresa, la arquitectura era bien diferente a la que estaba acostumbrado y, con cierto recelo sacó de su bolsillo una nota pulcra-mente escrita por el mayordomo, acompañada con una llave. "Habitación 220. Segundo piso" Suspiró y no le quedó más que subir las escaleras hasta llegar al segundo piso, claramente, con calmada despreocupación, incluso un aburrido mirar. El silencio era molesto, mas no le importaba. Cuartos tras cuartos finalmente llegó al predestinado, metió la llave, la giró y finalmente abrió. La sorpresa le golpeó al notar las ventanas abiertas, airando la habitación. Entró y con total descuidado tiró su bolsa en la cama, sus demás pertenencias llegarían después según su Padre le había avisado. Con curiosidad se acercó a la ventana y observó las afueras, era un hermoso lugar y eso, por mucho que quisiera, no podía negar. Ahora, el problema era su supuesto "amo" hijo de la persona que había salvado su Padre de banca rota y al chico que debía "servir" -sí, claro- durante su estadía en aquél lugar. Suspiró con desinterés y se aceró a la puerta contigua, pues había entendido que ambas estaban conectadas, solo que, la del amo más grande. No le importaba en demasía al fin y al cabo. Sin cuidado alguno abrió la puerta a la otra habitación y parpadeó con sorpresa al encontrarla vacía. ¿Dónde estaba?. —¿Me tomaron el pelo?— Arqueó una ceja con molestia y miró a su alrededor. Una habitación igual que la propia, quizás algo más grande, pero que en el fondo, le daba completamente igual.
Una extraña relación había entre ellos. El padre lo quería, sí, pero como una muñeca, poco más. Pero eso no era necesario, porque solo se aseguró que su hijo entrara en las instalaciones para dar orden al conductor que comience de nuevo a moverse. Vencel por otro lado, una vez dentro del edificio miró a su alrededor con cierta sorpresa, la arquitectura era bien diferente a la que estaba acostumbrado y, con cierto recelo sacó de su bolsillo una nota pulcra-mente escrita por el mayordomo, acompañada con una llave. "Habitación 220. Segundo piso" Suspiró y no le quedó más que subir las escaleras hasta llegar al segundo piso, claramente, con calmada despreocupación, incluso un aburrido mirar. El silencio era molesto, mas no le importaba. Cuartos tras cuartos finalmente llegó al predestinado, metió la llave, la giró y finalmente abrió. La sorpresa le golpeó al notar las ventanas abiertas, airando la habitación. Entró y con total descuidado tiró su bolsa en la cama, sus demás pertenencias llegarían después según su Padre le había avisado. Con curiosidad se acercó a la ventana y observó las afueras, era un hermoso lugar y eso, por mucho que quisiera, no podía negar. Ahora, el problema era su supuesto "amo" hijo de la persona que había salvado su Padre de banca rota y al chico que debía "servir" -sí, claro- durante su estadía en aquél lugar. Suspiró con desinterés y se aceró a la puerta contigua, pues había entendido que ambas estaban conectadas, solo que, la del amo más grande. No le importaba en demasía al fin y al cabo. Sin cuidado alguno abrió la puerta a la otra habitación y parpadeó con sorpresa al encontrarla vacía. ¿Dónde estaba?. —¿Me tomaron el pelo?— Arqueó una ceja con molestia y miró a su alrededor. Una habitación igual que la propia, quizás algo más grande, pero que en el fondo, le daba completamente igual.
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Hacía ya un par de días que el joven llevaba en aquella isla…aunque sería más correcto especificar que sólo había estado en una parte de la misma. Y esa era la zona de la Academia que su padre había tenido la ‘amabilidad’ de pagarle para que se mantuviera allí y no tener que aguantar esa deshonra que al parecer era Alvaro para la familia. Mas el que menos culpa tenía de eso era el joven, total, ¿quién le había mandado a su padre tener una aventura con tantas mujeres y que aquella que era su madre se quedara embarazada? Que hubiera mantenido la compostura como mostraba frente a todos esos estúpidos nobles y burgueses ricos y que no se hubiera dedicado a buscar lo que no debía tener como persona casada y ‘decente’. Sin duda esa hipocresía y falsedad por parte del progenitor del muchacho era algo que le hacía sacar de su mente las más retorcidas ideas para enseñarle lo que realmente se merecía.
Peeeero~ esa no era una buena idea teniendo en cuenta que ahora mismo podía vivir una nueva vida alejado de esas asquerosas ratas de careta falsa y finas palabras que no concordaban con lo que tenían en su interior. Ahora podía hacer prácticamente lo que quisiera, cosa que le agrada de sobremanera, sacando en sus finos labios una sonrisa de satisfacción que no creía que pudiera borrarse, al menos no en un tiempo. Y la mañana para él había comenzado de manera sencilla: largándose de clase para investigar los alrededores de la escuela. ¿Qué por qué había hecho eso? Simple, porque no quería más clases, bastante había recibido ya en aquella mansión donde vivió, no iba a ponerse ahora con más aburridas charlas y ejercicios estúpidos, no no~.
Por eso, cuando el horario lectivo había acabado para él aunque no hubiera hecho nada, se dirigió con calma, y no era exagerar decir que se tomó su tiempo, en ir al edificio donde estaba su habitación con la idea de cambiarse y salir de aquel lugar para ver más de aquel lugar…pero desde la perspectiva de un chico más y no de un estudiante de esa academia. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al llegar a donde se suponía que estaba su habitación y la que se suponía que era para el sirviente que le asignarían, en todo caso, la propia academia, pues no tenía información de que su ‘generoso’ padre fuera a enviarle uno, se encontrara ambas puertas abiertas. Aunque la curiosidad le tentaba de meterse en la habitación más pequeña para saber quien se podía haber colado en la deshabitada sala, la desconfianza pudo a la intriga, por lo que sencillamente se acercó lentamente hasta la puerta que era de su habitación, arqueando sutilmente una de sus cejas al ver de espaldas a un joven de cabello rubio. Anda, ¿y ese quién era? Y lo más importante… ¿qué hacía en su habitación?
Pero pronto esa sorpresa se sustituyó en su rostro por una burlesca sonrisa ladeada, y con ligeros y suaves pasos, se acercó silenciosamente al chico que aún le daba la espalda y que parecía no percatarse de su presencia. Y una vez que estuvo a escasos centímetros del contrario, sacó de una de las botas altas una pequeña navaja y la puso hábilmente sobre el cuello del rubio.
- Dime… ¿debería cortarte la yugular por colarte en habitaciones que no son tuyas o mejor dejo que te expliques de manera calmada? –susurró con una suave voz, pareciendo inofensiva al oído de cualquiera, más en su rostro podía llegar a verse un brillo peligroso en sus ojos burdeos, junto a una sonrisa burlona y divertida.
A pesar de que su apariencia podía ser completamente contraria a lo que fue en su momento, y encima cambiada radicalmente nada más llegó a la academia, su personalidad no había variado ni un apéndice, si no que más bien se había visto más liberada ante la idea de que ya no tenía que fingir cortesía hacía nadie a no ser que él decidiera que fuera así por gusto propio, y aquello se mostraba en su imagen despreocupada y llamativa. Y en ese momento…sin duda, no se iba a molestar en mostrarse cortés ante alguien que tampoco lo había sido, o eso pensaba el ahora peliverde~.
Peeeero~ esa no era una buena idea teniendo en cuenta que ahora mismo podía vivir una nueva vida alejado de esas asquerosas ratas de careta falsa y finas palabras que no concordaban con lo que tenían en su interior. Ahora podía hacer prácticamente lo que quisiera, cosa que le agrada de sobremanera, sacando en sus finos labios una sonrisa de satisfacción que no creía que pudiera borrarse, al menos no en un tiempo. Y la mañana para él había comenzado de manera sencilla: largándose de clase para investigar los alrededores de la escuela. ¿Qué por qué había hecho eso? Simple, porque no quería más clases, bastante había recibido ya en aquella mansión donde vivió, no iba a ponerse ahora con más aburridas charlas y ejercicios estúpidos, no no~.
Por eso, cuando el horario lectivo había acabado para él aunque no hubiera hecho nada, se dirigió con calma, y no era exagerar decir que se tomó su tiempo, en ir al edificio donde estaba su habitación con la idea de cambiarse y salir de aquel lugar para ver más de aquel lugar…pero desde la perspectiva de un chico más y no de un estudiante de esa academia. Pero cuál fue su sorpresa cuando, al llegar a donde se suponía que estaba su habitación y la que se suponía que era para el sirviente que le asignarían, en todo caso, la propia academia, pues no tenía información de que su ‘generoso’ padre fuera a enviarle uno, se encontrara ambas puertas abiertas. Aunque la curiosidad le tentaba de meterse en la habitación más pequeña para saber quien se podía haber colado en la deshabitada sala, la desconfianza pudo a la intriga, por lo que sencillamente se acercó lentamente hasta la puerta que era de su habitación, arqueando sutilmente una de sus cejas al ver de espaldas a un joven de cabello rubio. Anda, ¿y ese quién era? Y lo más importante… ¿qué hacía en su habitación?
Pero pronto esa sorpresa se sustituyó en su rostro por una burlesca sonrisa ladeada, y con ligeros y suaves pasos, se acercó silenciosamente al chico que aún le daba la espalda y que parecía no percatarse de su presencia. Y una vez que estuvo a escasos centímetros del contrario, sacó de una de las botas altas una pequeña navaja y la puso hábilmente sobre el cuello del rubio.
- Dime… ¿debería cortarte la yugular por colarte en habitaciones que no son tuyas o mejor dejo que te expliques de manera calmada? –susurró con una suave voz, pareciendo inofensiva al oído de cualquiera, más en su rostro podía llegar a verse un brillo peligroso en sus ojos burdeos, junto a una sonrisa burlona y divertida.
A pesar de que su apariencia podía ser completamente contraria a lo que fue en su momento, y encima cambiada radicalmente nada más llegó a la academia, su personalidad no había variado ni un apéndice, si no que más bien se había visto más liberada ante la idea de que ya no tenía que fingir cortesía hacía nadie a no ser que él decidiera que fuera así por gusto propio, y aquello se mostraba en su imagen despreocupada y llamativa. Y en ese momento…sin duda, no se iba a molestar en mostrarse cortés ante alguien que tampoco lo había sido, o eso pensaba el ahora peliverde~.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Sintió a la perfección aquel frío metal posado sobre su cuello y de la misma forma, se dio cuenta que si se movía, podría decir adiós a su vida y aun así, no se había percatado que el poseedor de aquella voz se había acercado tanto a él hasta el punto de poder posar aquella navaja sobre su cuello. No se movió, solo permaneció parado donde estaba con una media sonrisa teñida en sus labios. ¿Quién era aquella pobre alma que se atrevía a amenazarle con un cuchillo? ¡Espera! ¿Habitación ajena? ¿Acaso era ese Alvaro Garay?. Sin poder evitarlo una sutil risa salió de sus labios. No bastaba que le habían hecho realizar el papel de sirviente, sino que además se atrevían a darle un "amo" que se las pasaba amenazando personas. Eso iba bien, claramente sarcásticamente hablando. —No sé cual es el problema contigo, pero aun no entré en tú habitación. Al revés, creo que estás tú en la mía.— ¿Quién se atrevía a pensar que actuaría como una víctima en problemas? Vencel era suficientemente capaz de cuidar de si mismo y eso, no permitiría que lo negara cualquiera, de hecho, no lo permitiría a nadie. —Debes ser Alvaro Garay ¿No?— Su voz seria, segura de si misma, quizás demasiado. Pero no cambiaba el hecho que había algo que le seguía molestando. Así que, sin mucho pensar levantó una de sus pálidas y frías manos para sujetó bruscamente la muñeca ajena, alejándola así de su cuello. Sucesivamente dio un paso al frente y media vuelta, quedando finalmente cara a cara con aquél muchacho de asesinas intenciones.
¡Espera! ¡Algo no cuadra! Me dijeron que Alvaro tenía oscuros cabellos— En efecto, nunca nadie le había hecho saber que fuera alguien de cabello verdoso, recordandole vagamente a un payaso de circo. Sí, debía ser eso. Sin miramiento alguno terminó por reír a carcajadas, soltando la mano del otro para llevar la propia a su estómago. —¡Como sea! Debes ser algún payaso de circo escapado.— Sonrió con burla, calmando sus risas al instante a la par que llevaba su mano a uno de sus bolsillos, sacando su móvil. —¡Ah! No te preocupes, ahora mismo llamaré a alguien que venga por ti— Dicho y hecho, siquiera tardó mucho para comenzar a marcar el número de su padre para intentar descubrir por qué aquél hombre de quién sería sirviente no estaba allí y que hacer con aquél fenómeno de circo ante él, que por cierto, también era peligroso con armas entre las manos. Quizás fue su suerte o desventura que siendo un ser espiritual, Vencel no pudiera propinarle un golpe como hubiera deseado por atreverse siquiera a amenazarle con un cuchillo, a él, un inocente, debía estar loco. Sus carmines orbes viajaron hacia el contrario y permaneció largos segundos en silencio. —¿Cuál es tú verdadero nombre, chico?— ¿Alvaro Garay? ¡Eso era imposible!.
¡Espera! ¡Algo no cuadra! Me dijeron que Alvaro tenía oscuros cabellos— En efecto, nunca nadie le había hecho saber que fuera alguien de cabello verdoso, recordandole vagamente a un payaso de circo. Sí, debía ser eso. Sin miramiento alguno terminó por reír a carcajadas, soltando la mano del otro para llevar la propia a su estómago. —¡Como sea! Debes ser algún payaso de circo escapado.— Sonrió con burla, calmando sus risas al instante a la par que llevaba su mano a uno de sus bolsillos, sacando su móvil. —¡Ah! No te preocupes, ahora mismo llamaré a alguien que venga por ti— Dicho y hecho, siquiera tardó mucho para comenzar a marcar el número de su padre para intentar descubrir por qué aquél hombre de quién sería sirviente no estaba allí y que hacer con aquél fenómeno de circo ante él, que por cierto, también era peligroso con armas entre las manos. Quizás fue su suerte o desventura que siendo un ser espiritual, Vencel no pudiera propinarle un golpe como hubiera deseado por atreverse siquiera a amenazarle con un cuchillo, a él, un inocente, debía estar loco. Sus carmines orbes viajaron hacia el contrario y permaneció largos segundos en silencio. —¿Cuál es tú verdadero nombre, chico?— ¿Alvaro Garay? ¡Eso era imposible!.
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
La calma que demostraba el contrario no supo si llego a divertirle o desconcertarle, pero aquella situación comenzó a inclinar la balanza hacia el desconcierto cuando escuchó su nombre ser pronunciado por aquel chico, haciendo que su ceja se arqueara con suavidad. ¿De qué le conocía ese prepotente? Por ello, y a pesar de que no se lo hubiera permitido a cualquiera, dejó que le agarrara de la muñeca, apartando aquel filo de la piel del cuello contrario, aunque dio un suave respingo al sentir la mano fría sobre su propia piel. Pero…a pesar de todo, una tenue sonrisa calmada seguía dibujada en sus labios hasta que escuchó ese comentario del rubio, haciendo que por unos momentos su rostro quedará en una helada expresión.
- Así que… payaso de circo escapado… -murmuró más para sí mientras observaba como el otro se reía jocosamente de su aparente aspecto. En cierta manera no le importó que se riera de eso, al fin y al cabo no le daba excesiva importancia. Bajó la mano que estaba aún sujetando la brillante navaja, comenzando a juguetear distraídamente con la misma entre sus finos dedos con soltura y habilidad. Total, no es como si no hubiera manejado una… incluso se podría decir que había manejado demasiado ese tipo de instrumentos afilados. – No, no me voy a preocupar por eso –contestó poco después, dando un par de pasos atrás con una encantadora y agradable sonrisa. Y sin preocupación alguna alzó su mano y lanzó el cuchillo con confianza y precisión en dirección al chico…o mejor dicho, al móvil que ya estaba cerca del oído del joven de ojos carmesí, logrando atravesar limpiamente el aparato electrónico y por tanto inutilizándolo. Pocos metros después, se podía observar el cuchillo clavado en el suelo.- ¿Te ha gustado la actuación? ¿O prefieres disfrutarla siendo tú la diana?
Su sonrisa dejó entrever unos toques burlescos, y sin duda el humor de Alvaro no era como el del resto…quizás poca gente podría llegar a captarlo de manera divertida. Pero eso era sólo para disfrute propio, así que… ¿qué más daba que el resto no pudieran captar su humor? Por ello estuvo unos meros segundos observando al chico antes de ladear su cabeza con suavidad a un lado y cerrando su mirada, volviendo a dejar que sus labios esbozaran una agradable sonrisa.
-Ahora que ya no hay ninguna molestia que vaya a poder venir, me gustaría saber por qué conoces mi nombre, ya que mi verdadero nombre es ese que pronunciaste…- dijo con ese tono calmado aunque quizás ahora burlón. Abrió sus ojos aunque dejando su mirada entrecerrada, llevando una de sus manos a su rostro para apartar un mechón de aquel pelo verdoso de su rostro.- Ya que…yo soy Alvaro Garay –acabó por añadir poco después, dejando mostrar en su mirada magenta un brillo divertido. ¿Quién iba a pensar que alguien fuera buscándole, y que encima fuera tan estúpido como para llamarle ‘payaso de circo’? – Vaya… parece que ya no ríes. ¿Se te comió la lengua el gato o sólo decidió robarte la risa? –ese comentario si fue lanzado como una aguda broma, dejando escapar de su garganta una suave risa en bajo mientras llevaba un par de dedos a su boca, ocultando una sonrisa ladeada con cierto desdén y burla.
Aunque la curiosidad de quién era ese chico seguía presente en su mente, sin duda le pareció más prioritario el molestar a aquel que tan descarado y arrogante se estaba comportando.
-¿Y bien? ¿Ahora podría saber yo quien es ese cabeza de chorlito que ni me reconoce a pesar de conocer mi nombre y encima me llama ‘payaso’? –de nuevo, una sutil y neutra sonrisa se posó en su rostro, que más que llegar a parecer educada, sólo remarcaba más la burla que dejaban ver sus palabras hacia aquel que..no sabía si le había molestado el día o sólo se lo había vuelto interesante.
- Así que… payaso de circo escapado… -murmuró más para sí mientras observaba como el otro se reía jocosamente de su aparente aspecto. En cierta manera no le importó que se riera de eso, al fin y al cabo no le daba excesiva importancia. Bajó la mano que estaba aún sujetando la brillante navaja, comenzando a juguetear distraídamente con la misma entre sus finos dedos con soltura y habilidad. Total, no es como si no hubiera manejado una… incluso se podría decir que había manejado demasiado ese tipo de instrumentos afilados. – No, no me voy a preocupar por eso –contestó poco después, dando un par de pasos atrás con una encantadora y agradable sonrisa. Y sin preocupación alguna alzó su mano y lanzó el cuchillo con confianza y precisión en dirección al chico…o mejor dicho, al móvil que ya estaba cerca del oído del joven de ojos carmesí, logrando atravesar limpiamente el aparato electrónico y por tanto inutilizándolo. Pocos metros después, se podía observar el cuchillo clavado en el suelo.- ¿Te ha gustado la actuación? ¿O prefieres disfrutarla siendo tú la diana?
Su sonrisa dejó entrever unos toques burlescos, y sin duda el humor de Alvaro no era como el del resto…quizás poca gente podría llegar a captarlo de manera divertida. Pero eso era sólo para disfrute propio, así que… ¿qué más daba que el resto no pudieran captar su humor? Por ello estuvo unos meros segundos observando al chico antes de ladear su cabeza con suavidad a un lado y cerrando su mirada, volviendo a dejar que sus labios esbozaran una agradable sonrisa.
-Ahora que ya no hay ninguna molestia que vaya a poder venir, me gustaría saber por qué conoces mi nombre, ya que mi verdadero nombre es ese que pronunciaste…- dijo con ese tono calmado aunque quizás ahora burlón. Abrió sus ojos aunque dejando su mirada entrecerrada, llevando una de sus manos a su rostro para apartar un mechón de aquel pelo verdoso de su rostro.- Ya que…yo soy Alvaro Garay –acabó por añadir poco después, dejando mostrar en su mirada magenta un brillo divertido. ¿Quién iba a pensar que alguien fuera buscándole, y que encima fuera tan estúpido como para llamarle ‘payaso de circo’? – Vaya… parece que ya no ríes. ¿Se te comió la lengua el gato o sólo decidió robarte la risa? –ese comentario si fue lanzado como una aguda broma, dejando escapar de su garganta una suave risa en bajo mientras llevaba un par de dedos a su boca, ocultando una sonrisa ladeada con cierto desdén y burla.
Aunque la curiosidad de quién era ese chico seguía presente en su mente, sin duda le pareció más prioritario el molestar a aquel que tan descarado y arrogante se estaba comportando.
-¿Y bien? ¿Ahora podría saber yo quien es ese cabeza de chorlito que ni me reconoce a pesar de conocer mi nombre y encima me llama ‘payaso’? –de nuevo, una sutil y neutra sonrisa se posó en su rostro, que más que llegar a parecer educada, sólo remarcaba más la burla que dejaban ver sus palabras hacia aquel que..no sabía si le había molestado el día o sólo se lo había vuelto interesante.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
The Beginning of The Story
Escuchó un sonido sordo, como algo que se rompía, más bien un aparato electrónico que era traspasado y lo que más le desconcertó fue darse cuenta que era su propio teléfono, en su rostro durante segundos se vio el desconcierto que aquél acto ajeno había provocado y, casi por inercia dejó caer el aparato de sus manos al suelo... Él... ¡¡Ese payaso de circo le había tirado un cuchillo!! ¿Desde cuando eso era permitido a las personas? ¿O acaso había robado cuchillos del comedor? Sí, debía ser eso, debía ser solo un niño que le gustaba ir jugando con armas blancas, extremadamente peligrosas. Bajó su mano y movió con rapidez su muñeca a un lado y otro, casi asegurándose que allí estaba su mano, intacta... ¡¡Pero le había tirado un cuchillo y parecía estar dispuesto a hacerlo de nuevo!!. Enarcó una ceja y fijó su escarlata mirada en el contrario. —¿¡Qué diablos crees que haces!? ¿¡¡Actuación!!? ¡¡Sin duda debes ser un payaso de circo!! Y además, escapado de un manicomio.— Le espetó sin preocupación alguna. ¿Un niño rico y mimado? Sí, pero él no era un noble a todos efectos, además ¿Por qué serlo si su hermano sería el heredero? Él solo había sido querido por su bello rostro y lo sabía a la perfección, aun así, tampoco le molestaba, porque simplemente haría lo que quisiera, porque no estaba dispuesto a dejarse manipular como todos aquellos estúpidos nobles que antes o después olvidarían como pensar solos. Ese era su estúpido destino. —¿Sabes? Si alguien llama la policía te podrían encerrar por andar con cuchillos, sobretodo, por destruir móviles de OTRAS personas y amenazarlas por ser ellas las dianas la próxima vez.— Pronunció, sin demostrar paciencia en sus palabras, mas bien, todo lo contrario. No, Vencel era ese tipo de personas que no se dejaría vencer por otro, sobretodo, sabiendo que la razón no le acompañaba ni de lejos.
Para empezar, no era su culpa, él solo había entrado en la habitación que le tocaba y tenía curiosidad por conocer aquél al que debería "servir" tanto tiempo como durara su permanencia allí, que por cierto, no parecía para nada corta. Toda era culpa de aquél hombre que había entrado y le había, más de una vez, amenazado con un cuchillo, ya no hablando de su pobre teléfono ya muerto en tierra, a un lado de su pie. Le sacaba de quicio, ese era el resumen más acercado... Pero... ¡Eran muchos aquellos que le sacaban de quicio! Sí, había tenido demasiada paciencia en su infancia como para ahora tener más. Las personas cambiaban y el tiempo pasaba para todos ¿Por qué él debería ser diferente? Y si bien habría podido entenderlo, el hecho que le amenazara no tenía perdón. Ese hombre NO podía der Alvaro Garay, pero allí estaba aquél payaso, volviendo a afirmar aquello que él tanto se esmeraba por negar. ¿Por qué? Porque sería un dolor de cabeza tremendo. De sus labios, un pesado y prolongado suspiro emergió y su mano pasó por apoyarse en su cintura a la par que cambiaba de peso en su pierna izquierda. —Yo quitaré esa tonta sonrisa tuya antes o después.— Pronunció con orgullo, levantando su barbilla en un gesto prepotente. ¿Se metía con él? No saldría bien parado, porque, si algo no le faltaba a ese muchacho de dorados cabellos era la confianza en él mismo y estaba dispuesto a hacerle cambiar de parecer a aquél muchacho que tanta libertad se había tomado por hacer de él aquello que deseaba. Si realmente era Alvaro Garay o no, le daba igual ya. ¿Acaso pensaban que se volvería un sirviente extremadamente leal y callado? ¡Mal! Jamás podría hacer él ese tipo de trabajos e incluso su padre debería saberlo. Demasiado caprichoso y en el fondo, frágil.
Sus carmines orbes se entrecerraron y la seriedad fue ama y señora de su semblante. Realmente debía de ser una persona extraña, más bien dicho, atrevida por llamarle de aquella forma. ¿"Cabeza de chorlito"? Sin duda se estaba engañando y siquiera era parte de la editorial del mismo nombre, simplemente, no podía ser nominado como un "cabeza de chorlito" mucho menos por un payaso. Aun así, aquél comentario molestó su orgullo si bien ocultado. Sus pasos se dirigieron hacia la otra habitación, habitación que era suya y donde ya había dejado su bolsa en la cama, si bien más pequeña, poco le importaba pues había tenido oportunidad de descubrir que el aire que allí entraba era realmente agradable. Pasó a su lado sin prestar mucha atención y paró a pocos pasos de su cama, adornada con una simple pero pulcra sábana blanca. —¿Yo? Para empezar no soy lo que tú insinúas.— Frunció ligeramente el ceño, habrían tenido que avisarle si era realmente el muchacho que respondía al nombre de Alvaro de su llegada. No sabía si considerar al otro un tonto o un desconfiado, pero mira quién andaba hablando. —Vencel Várhidi.— Dio media vuelta, volviendo a fijar su mirada en el aspecto ajeno. ¿Quién no llamaría payaso a una personaje con esa apariencia? ¿Estaba tratando de llamar la atención o poco le importaba de lo que los demás pensaban?. —Mi Padre me chantajeó para que sea "tú" sirviente.— Terminó, haciendo notar la ironía de ese "tú". Claramente, no estaba dispuesto a serlo. No. Hizo un desinteresado gesto con sus hombros y siguió hablando. —Me dijeron que debía actuar de sirviente de cierto Alvaro Garay, hijo del hombre que compró las acciones de la empresa de mi Padre. ¿Acaso te molesta que te llame así?— Le dirigió una burlesca sonrisa mientras echaba a un lado la bolsa de su cama y se sentaba en esta, con aparente calma. —¿Te miraste en un espejo? Tienes todo el aire de ser un payaso, sobretodo con esas... ¿pegatinas? cerca de tú ojo izquierdo. Me dijeron que Alvaro era un muchacho de oscuro cabello, al parecer el aire de este lugar te hizo daño.— Levantó su índice, señalando en dirección a su parte izquierda, en dirección a esa aparente lágrima que tantas veces había visto en los payasos.
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Un sonido sordo se apreció en la habitación cuando aquel aparato ya sin uso alguno en que se había vuelto el teléfono móvil del rubio cayó al suelo desde la mano ajena. Y una sonrisa torcida se pudo apreciar en el pálido rostro de Alvaro al ver el desconcierto en las facciones contrarias. Era la reacción que se esperaba, no había ocurrido nada fuera de lo normal…al menos hasta que ese joven decidió abrir su boca y comenzar a alzar la voz como si con eso lograra conseguir algo. Sin preocupación alguna, sus manos se dirigieron hacia sus orejas para cubrirlas, seguido de una expresión de desgana. Era ruidoso, mucho. Le recordaba a las ratas que había por las callejuelas y que solo chillaban y chillaban mientras se peleaban entre ellas.
- Ah…realmente eres ruidoso. ¿No te enseñaron en casita a mantener la boca callada o a controlar tu tono de voz? –En aquellas además de una completa indiferencia, se sumaba una cierta prepotencia que quedaba bien oculta por aquella desgana que mostraba la mirada magenta del chico, la cual acabó por dirigirse de reojo a la contraria y fijarla sin ningún problema.- No sería la primera vez que me he librado de la policía –comentó con despreocupación mientras dejaba caer sus brazos a ambos lados de su torso y se encogía suavemente de hombros.
La gracia es que era verdad que se había tenido que escaquear o incluso enfrentar a la policía alguna vez mientras vivía en aquellos callejones barriobajeros. Y había que decir que gracias a eso Alvaro era ahora una persona capaz de ser sigiloso como un felino y prácticamente letal si lo pretendía. Pero eso en aquel momento poco importaba, solo las quejas de aquel que tenía enfrente eran lo que le evadía de los pensamientos que rondaban por su mente. En ese momento esa advertencia del joven de cabellos dorados llegó a sus oídos como si fuera un interesante juego. Ah… ¿pretendía devolverle aquella ‘broma’ que le había gastado? Dudaba de veras que lograra, como decía aquel, borrarle esa sonrisa de sus labios, y para remarcar más aquello, su sonrisa ladeada se acentuó más en sus labios. El chico peliverde tenía suficiente seguridad en sí mismo como para no sentirse intimidado por esa tontería…y bueno, en general por nadie, pero tampoco era tan estúpido de pecar de confiado.
- Oh… ¿en serio harás eso? Vaya~ en verdad dudo mucho que alguien… -se detuvo un momento en su hablar mientras una de sus cejas se arqueaba y su mirada rondaba por la figura ajena en un breve análisis…para poco después soltar una sutil risa- …como tú logre eso, siendo sincero –a pesar de que lo que había dicho por su tono de voz podría haber sonado como una leve broma suave, en sus ojos brillaba una burla intensa que estaba más acentuada gracias a esa sonrisa en sus labios.
Vio como el otro cambiaba su expresión y se dirigía a aquella habitación que supuestamente debía estar vacía, y por tanto su mirada siguió a aquel de ojos carmesí, soltando una suave risa al escucharle. –Genial~ veo entonces que no nos comprendemos ya que yo no soy un ‘payaso’ como tú dices. Así que…una mentira por otra mentira, ¿de acuerdo, cabeza de chorlito?- sus labios en ese instante esbozaron una encantadora y suave sonrisa, cerrando a su vez sus ojos. Pero aquella expresión pasó a una más neutra al escuchar el nombre del chico. ¿Várhidi? En verdad ese apellido le resultaba conocido…quizás lo hubiera escuchado cuando vivía en aquella mansión de su padre o de alguno de los sirvientes. Mas poca atención solía prestar a aquellos cotilleos que parecían ser la vida de los sirvientes, a no ser que alguno le fuera favorable escucharlo. Pero sin duda el escuchar que el progenitor de aquel chico le había chantajeado causó que una carcajada saliera de su boca, alegre y burlona.- Vaya~ el señorito se da aires de importancia pero solo es un niño que se deja manipular por su padre. Qué bonito~
Su risa siguió en su boca unos segundos más, acabando por llevarse una de sus manos a sus labios para ocultar aquella burlesca sonrisa que no borraba de su semblante, acabando por mirarle de reojo.- Mmm…no tiendo a juzgar a la gente por su apariencia, aunque puede haber casos excepcionales –y para remarcar esas últimas palabras le dirigió una mirada significativa junto con una media sonrisa.- Solo espero que a ti este aire no te afecte, no me gustaría andar al lado de algo similar a una chillona rata…¿o mejor lo dejamos en un perro ladrador?
No tardó en dar un par de pasos atrás para apoyarse en el marco de la puerta, cruzando sus brazos mientras le miraba con aún la burla y cierta arrogancia mostrada en sus intensos ojos burdeos…y claramente, sin borrar esa sonrisa que al parecer pretendían borrar. Qué ingenuo…
- Ah…realmente eres ruidoso. ¿No te enseñaron en casita a mantener la boca callada o a controlar tu tono de voz? –En aquellas además de una completa indiferencia, se sumaba una cierta prepotencia que quedaba bien oculta por aquella desgana que mostraba la mirada magenta del chico, la cual acabó por dirigirse de reojo a la contraria y fijarla sin ningún problema.- No sería la primera vez que me he librado de la policía –comentó con despreocupación mientras dejaba caer sus brazos a ambos lados de su torso y se encogía suavemente de hombros.
La gracia es que era verdad que se había tenido que escaquear o incluso enfrentar a la policía alguna vez mientras vivía en aquellos callejones barriobajeros. Y había que decir que gracias a eso Alvaro era ahora una persona capaz de ser sigiloso como un felino y prácticamente letal si lo pretendía. Pero eso en aquel momento poco importaba, solo las quejas de aquel que tenía enfrente eran lo que le evadía de los pensamientos que rondaban por su mente. En ese momento esa advertencia del joven de cabellos dorados llegó a sus oídos como si fuera un interesante juego. Ah… ¿pretendía devolverle aquella ‘broma’ que le había gastado? Dudaba de veras que lograra, como decía aquel, borrarle esa sonrisa de sus labios, y para remarcar más aquello, su sonrisa ladeada se acentuó más en sus labios. El chico peliverde tenía suficiente seguridad en sí mismo como para no sentirse intimidado por esa tontería…y bueno, en general por nadie, pero tampoco era tan estúpido de pecar de confiado.
- Oh… ¿en serio harás eso? Vaya~ en verdad dudo mucho que alguien… -se detuvo un momento en su hablar mientras una de sus cejas se arqueaba y su mirada rondaba por la figura ajena en un breve análisis…para poco después soltar una sutil risa- …como tú logre eso, siendo sincero –a pesar de que lo que había dicho por su tono de voz podría haber sonado como una leve broma suave, en sus ojos brillaba una burla intensa que estaba más acentuada gracias a esa sonrisa en sus labios.
Vio como el otro cambiaba su expresión y se dirigía a aquella habitación que supuestamente debía estar vacía, y por tanto su mirada siguió a aquel de ojos carmesí, soltando una suave risa al escucharle. –Genial~ veo entonces que no nos comprendemos ya que yo no soy un ‘payaso’ como tú dices. Así que…una mentira por otra mentira, ¿de acuerdo, cabeza de chorlito?- sus labios en ese instante esbozaron una encantadora y suave sonrisa, cerrando a su vez sus ojos. Pero aquella expresión pasó a una más neutra al escuchar el nombre del chico. ¿Várhidi? En verdad ese apellido le resultaba conocido…quizás lo hubiera escuchado cuando vivía en aquella mansión de su padre o de alguno de los sirvientes. Mas poca atención solía prestar a aquellos cotilleos que parecían ser la vida de los sirvientes, a no ser que alguno le fuera favorable escucharlo. Pero sin duda el escuchar que el progenitor de aquel chico le había chantajeado causó que una carcajada saliera de su boca, alegre y burlona.- Vaya~ el señorito se da aires de importancia pero solo es un niño que se deja manipular por su padre. Qué bonito~
Su risa siguió en su boca unos segundos más, acabando por llevarse una de sus manos a sus labios para ocultar aquella burlesca sonrisa que no borraba de su semblante, acabando por mirarle de reojo.- Mmm…no tiendo a juzgar a la gente por su apariencia, aunque puede haber casos excepcionales –y para remarcar esas últimas palabras le dirigió una mirada significativa junto con una media sonrisa.- Solo espero que a ti este aire no te afecte, no me gustaría andar al lado de algo similar a una chillona rata…¿o mejor lo dejamos en un perro ladrador?
No tardó en dar un par de pasos atrás para apoyarse en el marco de la puerta, cruzando sus brazos mientras le miraba con aún la burla y cierta arrogancia mostrada en sus intensos ojos burdeos…y claramente, sin borrar esa sonrisa que al parecer pretendían borrar. Qué ingenuo…
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
The Beginning of The Story
Le molestaba, vaya que le molestaba aquél tipo al cual por bromas del destino habría tenido que servir. Pero claro, un niño mimado y cuyos deseo era ley no estaba dispuesto a ser mandado, mucho menos por aquél tipo que tanto le molestaba. Le dejó hablar, al menos, se ocuparía después por rebatirle todo, porque, no sería el contrario al irse con la última palabra. Porque no era el tipo de persona que se dejaría mandar, porque su índole era la de mandar y someter a los demás bajo su control. Un dominador, un dominador que en el fondo era incapaz de todo eso y siquiera le importaba, siempre y que le dejaran hacer lo que él deseaba, siempre y que le dejaran ser libre y tener libre arbitrio. —No, no me enseñaron, más bien, me enseñaron a sostener lo que creo correcto.— Le fulminó con la mirada y simplemente quitó sus zapatos para poder recostarse en la cama, llevando ambas manos detrás de su nuca a la par que cerraba sus orbes. Sí, era un lugar agradable, al menos de eso no iba a quejarse, pero, a nada servía un bonito lugar si la compañía era mala y efectivamente, aquellas palabras contrarias le sacaban siempre más de quicio... Llegó a preguntarse si era mejor quedarse allí o simplemente dejarse vencido... Pero no, no estaba dispuesto a eso bajo ningún concepto. Habían cometido un error y lo admitirían, todos.
Y ya ni hacía falta volver a decir que le molestaba ¿Verdad? Quedaba claro, casi pintado en el cielo para que todos le vieran, pero lo peor, era que por el momento no podía llamar a su padre y quejarse por haberle dejado junto a un maníaco de los cuchillos que se divertía rompiendo electrodomésticos y que... ¡Tenía el pelo verde! Vamos ¿Qué era? ¿Un alga? ¿Hierba? Ha. Cerró sus orbes y esbozó una ladina sonrisa, orgullosa y arrogante, propia de aquél que no le temía a nada ni a nadie y, si así fuera el caso, si realmente tuviera que sufrir palabras capaces de destruir su orgullo, no se dejaría simplemente manipular, ni callado como niño bueno ni mucho menos. Pero allí fue de nuevo, empezó a hablar y simplemente desconcertó una vez más su paz. Sus orbes rojizas volvieron a abrirse y sin miramiento miró al otro con una enfadada sonrisa o aquello que podría ser considerada como tal y, sin pensarlo dos veces volvió a sentarse y bajar los pies de la cama, apoyó ambos codos en sus rodillas y suspiró. A nada servía mantener la calma con él, pues en el fondo, era incapaz, pero, tampoco se dejaría decir aquello que al otro le vendría en gana. —No te entrometas en aquello que desconoces.— Fue corto y claro y, aunque su voz no sonó tan desagradada, su mirada sí que brillaba en enfado, aun cuando pudiera sonar extraño proviniendo de un ser espiritual. Ellos en el fondo no eran tan diferentes a los humanos y en el fondo, todo dependía de la forma en que venían criados, Vencel no era la excepción y Alvaro tampoco debía serlo aunque, difícil resultaba ser culpar a los padres cuando el hijo estaba frente a las personas.
Una sonrisa volvió a esbozarse en sus labios, llena de arrogancia y simplemente se echó un poco hacia atrás, fijando sus rojizas orbes en las ajenas , al menos, hasta que sus siguientes palabras no volvieron a causar que una mueca de desacuerdo se posara en su semblante, sin poder evitarlo, siquiera intentando hacerlo únicamente, así de claras estaban las cosas. —Debes estar bromeando.— Se encogió de hombros y sonrió, desviando ligeramente su mirada a la ventana de la habitación, aunque, su atención de lejos estaba centrada en el paisaje de las afueras, sino que sus ojos, de reojo, estaban fijos en aquél extravagante y variopinto muchacho que sería su amo... Sí, claro y él se lo permitiría, siquiera dentro de un milenio. —Te estoy llamando payaso por tú apariencia, si quieres que pare, simplemente deja de comportarte como un payaso de circo.— ¿Cruel? No, para él la sinceridad no era crueldad y otra vez, todo había sido por culpa de la forma en que había crecido, la forma en que le habían enseñado a no temer nada ni nadie ¿Quizás equivocados? Dicho comportamiento no era extraño entre la nobleza, nadie estaba por encima de ellos y Ven, a su manera estaba consciente de ello. —No hay nada en mi que me haga parecer a ratas o perros ladradores. Seguramente nunca viste ninguno de los dos, así que deja que te informe: Son mucho más ruidosos que cañones.— Se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, observando con cierta curiosidad los alrededores. Así que... allí empezaría todo ¿Eh? Una especie de "castigo" por parte de su Padre, por algo que, al menos en aquella ocasión era inocente ¿Pero quién le creerían a él?. —¿No tienes clases a las qué asistir?— Preguntó al cabo de breves instantes, mirando al contrario por encima del hombro. Sí, si ese chico tuviera clases de la mañana a la noche... Él nada debería de hacer, siquiera soportarlo.
Vencel Várhidi
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Las reacciones ajenas le eran tan típicas de todos aquellos arrogantes y mimados nobles que había podido ver en aquellos eventos a los que su padre le había ‘llevado’, aunque sería más correcto decir arrastrado. A pesar de que en su momento se comportó como debía, fue sólo por beneficio propio que rápidamente se pudo entrever porqué, ya fuera tontear con las hijas de los grandes empresarios o hacerles alguna canallada a otros. En sí nada bueno, ¿para qué explayarnos en cosas tan básicas?~
- En resumidas cuentas, que tenía razón y no te han enseñado modales…mejor dicho, a mantenerte calladito – acabó por dictaminar segundos después de escuchar las palabras ajenas mientras observaba de reojo como se acomodaba en la cama, y no tardaba en encogerse de nuevo de hombros con un exagerado suspiro de resignación, claramente dirigido para que aquel joven de cabellos color claro lo escuchara. Claro que…esa seca frase hizo que, momentáneamente, su rostro se quedara en una expresión que se podría denominar seria.
¿Qué no se entrometiera en lo que desconoce? Oh…sin duda esa frase podría haberla usado el joven peliverde durante muchas veces a lo largo de su corta vida, y si le hubieran hecho caso, cuantos problemas se podría haber ahorrado…pero no, la gente tiende a ser como cucharachas, a meterse en las zonas más asquerosas, rebuscando, y no se van con ningún tipo de maltrato hasta que no las destrozas…eso Alvaro ya lo tenía muy bien aprendido. Por ello, en su rostro tras unos segundos, se dibujó una sonrisa sarcástica y casi cruel.
- Así que…no meterse en los asuntos que desconoces… ¿por qué no aplicas tú mismo esa frase para tu persona y dejas de juzgarme como si fuera un ser inferior o un desgraciado por parecer un payaso? – aunque cierta amargura pudo apreciarse en su voz, predominaba la prepotencia y burla, que atacaba como un veneno en su suave voz. – Probablemente hayas sido tú el que no hayas visto en tu vida entre sedas y algodones un perro o una rata, porque podrían contagiarte algo o quién sabe, quizás podrían rozarte y hacerte un arañazo, ¿verdad? Y en verdad ni puedes comparar el ruido de ellos con cañones, cosa que tampoco habrás oído. ¿Acaso has manejado alguna vez en tu vida un arma? –su voz cada vez iba asemejándose más a un puñal, lanzando las palabras con fuerza y casi rencor. ¿Se estaba desahogando? Probablemente…pero esas palabras hacía mucho que quería decirlas, aunque teóricamente ya se las dijo una vez a su padre, y por ello acabó donde estaba, no iba a permitir que otro noble le viniera con aires superiores. – Cuando algún día, si ‘su majestad’ se digna a tocar una y a dispararla, me dice que tal suena el estruendo del disparo –su sonrisa arrogante y mordaz era un bálsamo en comparación con el sarcasmo y burla de su voz ante esas palabras recién mencionadas, y para responder a la última pregunta dirigida a su persona por el rubio, se volteó, con intenciones de salir de la habitación.- No, ya se han acabado, aunque yo al menos puedo decir que tengo clases como alumno. –el último puñal verbal fue lanzado y se dispuso a dar el primer paso para salir de la sala. Se había alterado, quizás un poco…pero en cierta manera no le desagradó, pues aquello indicaba que no se aburriría en aquel lugar…aunque la cuestión era la causa del por qué no se aburriría.
- En resumidas cuentas, que tenía razón y no te han enseñado modales…mejor dicho, a mantenerte calladito – acabó por dictaminar segundos después de escuchar las palabras ajenas mientras observaba de reojo como se acomodaba en la cama, y no tardaba en encogerse de nuevo de hombros con un exagerado suspiro de resignación, claramente dirigido para que aquel joven de cabellos color claro lo escuchara. Claro que…esa seca frase hizo que, momentáneamente, su rostro se quedara en una expresión que se podría denominar seria.
¿Qué no se entrometiera en lo que desconoce? Oh…sin duda esa frase podría haberla usado el joven peliverde durante muchas veces a lo largo de su corta vida, y si le hubieran hecho caso, cuantos problemas se podría haber ahorrado…pero no, la gente tiende a ser como cucharachas, a meterse en las zonas más asquerosas, rebuscando, y no se van con ningún tipo de maltrato hasta que no las destrozas…eso Alvaro ya lo tenía muy bien aprendido. Por ello, en su rostro tras unos segundos, se dibujó una sonrisa sarcástica y casi cruel.
- Así que…no meterse en los asuntos que desconoces… ¿por qué no aplicas tú mismo esa frase para tu persona y dejas de juzgarme como si fuera un ser inferior o un desgraciado por parecer un payaso? – aunque cierta amargura pudo apreciarse en su voz, predominaba la prepotencia y burla, que atacaba como un veneno en su suave voz. – Probablemente hayas sido tú el que no hayas visto en tu vida entre sedas y algodones un perro o una rata, porque podrían contagiarte algo o quién sabe, quizás podrían rozarte y hacerte un arañazo, ¿verdad? Y en verdad ni puedes comparar el ruido de ellos con cañones, cosa que tampoco habrás oído. ¿Acaso has manejado alguna vez en tu vida un arma? –su voz cada vez iba asemejándose más a un puñal, lanzando las palabras con fuerza y casi rencor. ¿Se estaba desahogando? Probablemente…pero esas palabras hacía mucho que quería decirlas, aunque teóricamente ya se las dijo una vez a su padre, y por ello acabó donde estaba, no iba a permitir que otro noble le viniera con aires superiores. – Cuando algún día, si ‘su majestad’ se digna a tocar una y a dispararla, me dice que tal suena el estruendo del disparo –su sonrisa arrogante y mordaz era un bálsamo en comparación con el sarcasmo y burla de su voz ante esas palabras recién mencionadas, y para responder a la última pregunta dirigida a su persona por el rubio, se volteó, con intenciones de salir de la habitación.- No, ya se han acabado, aunque yo al menos puedo decir que tengo clases como alumno. –el último puñal verbal fue lanzado y se dispuso a dar el primer paso para salir de la sala. Se había alterado, quizás un poco…pero en cierta manera no le desagradó, pues aquello indicaba que no se aburriría en aquel lugar…aunque la cuestión era la causa del por qué no se aburriría.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
The Beginning of The Story
¿Acaso se estaba desahogando con él? ¿Él que era un completo desconocido? Le miró por encima del hombro, entrecerrando sus orbes con un gesto meramente molesto. Hablaba demasiado, incoherencias y estaba haciendo exactamente aquello que pronunció no soler hacer. ¿Acaso era un tonto? ¿Quizás un mimado señorito cuyo padre siempre había estado detrás? No, no debía de ser eso, pues detrás de aquellas palabras percibió algo más, quizás debido a sus poderes como un ser espiritual, pero pronto le salió desapercibido y simplemente prefirió ignorar, nunca se había fiado demasiado en aquellos sentimientos que a veces rayaban el sentido común que tenía pre-establecido. Simplemente dio media vuelta y apoyó sus codos en el marco de la ventana, sin cambiar su mirada, sus carmines orbes entrecerradas en desagrado, su mirada casi aburrida. —¿Y qué? Puedo decir lo que quiero y lo que me pase por la cabeza. No haré lo que tú deseas.— Sentenció así de fácil, desviando en un abrupto gesto su rostro a un costado, cerrando sus ocelos con un acto orgulloso, arrogante, pero a su vez parecido a los berrinches de un niño pequeño, sutilmente escondidos por ese extraño aire que le solía envolver.
Como ya dicho, la actitud ajena completamente le desagradaba, sus palabras, el tono tan mentiroso con el que pronunciaba, escondiendo sentimientos. Bajó su mirada y permaneció con sus orbes cerradas, lo estaba malentendiendo todo, no parecía estar dispuesto a pensar en la realidad, ofuscado, o eso, es lo que no cesaba de atizar su mente. En un vago gesto levantó su mano y realizó un vago gesto de desinterés con esta, sucesivamente volvió a abrir sus ocelos y fijarlos en la figura de aquél que, por motivos mayores, había terminado siendo su amo, aunque claramente, Vencel no era el tipo de chico que dejaría que cualquiera le comandara, de hecho, no dejaría a nadie que cambiara su forma de pensar y le pusiera grilletes que le impidieran hacer aquello que quería, que consideraba y no justo. Ahora que había recibido alas para volar... ¿Se la iban a romper? No. —¿Ha? ¿Lo hice? Creo que te confundes, solo dije aquello que pensaba. Además, estamos solo tú e yo en esta habitación, a nadie fui diciendo que Alvaro Garay es un estúpido payaso.— Sentenció con un extraño tono de voz, quizás alterado, levantó la voz por pura costumbre, pero en ella la amargura no existió. Habían diferencias de como trataba a personas en privado y ante multitudes. —Tú también me llamaste perro y rata. Estamos a mano.— Se alejó de la ventana y caminó hacia uno de los armarios allí presentes.
Pero provocó que parara y tasqueara la lengua en un acto de completo desagrado. De nuevo estaba hablando sin saber nada de lo que había tenido que pasar, de nuevo pronunciaba todo aquello sin saber, mínima-mente aquello que en sus hombros había caído de un momento a otro, ante aquello que se había visto envuelto, sin quererlo, sin pedir. Como habían estado jugando con él pensandole un ingenuo niño mimado. —¡¡¡Ahh!!!— Se volteó, mirándole con rabia contenida. —¡De nuevo hablas sin saber! ¡Sigues hablando sin saber absolutamente nada! Así que, mejor callas antes de decir algo de lo cual no tengas remedio.— No soportaba que las personas hablaran de él sin saber, sin tener una motivación justa más que sus palabras pronunciadas. El espejo del alma no estaba fijo en meras y volátiles palabras que cualquiera podría utilizar. En el caso de Ven, estaban sujetas bajo un muro indomable que con el tiempo tuvo que construir, a base de frustración y vagos intentos. ¿Disparos? Eso si resultaba gracioso. Una mano se apoyó en su cintura y una sarcástica sonrisa se dibujó en sus labios manchados de burla. —¿Me crees tonto? Tirano. Perfectamente vi disparar una pistola, no soy un 'niño de papá' como te lo puedes imaginar.— Misterio no era que se había relacionado con personas de mala fama, con niños que en los suburbios de la ciudad tenían completo poder, sabía que era la mala vida, al igual que significaba vivir entre algodones.
Una vez más, otro comentario que le provocó enfado, parecía ser que se convertiría en ley de vida. Enfado, gritos... ¡Nunca se entendería con ese sujeto de cabello color extraño! Pero mientras se quedara fuera de su camino, le resultaría siempre más cómodo simplemente jugar el rol del "sirviente" pues al fin eso no lo haría. En cambio, había probado sobre su propia piel que la cárcel no era un lugar tan agradable como muchos intentaban pintarlo, si solo su padre no se habría preocupado por su condición, estaba seguro que habría pasado por un horrible rato en aquella habitación pintada de gris. Pero ahora el problema eran aburridos temas como las clases. Quizás habría deseado asistir, eso, si hubiera tenido menos edad, si solo fuera un niño como en ese entonces. —¡No necesito eso!.— Espetó simplemente con desdén ¿Qué le pasaba a ese sujeto? —Ya estudié lo necesario. Pero al parecer tú no, veo que deberás dar lo mejor de ti si es que tienes, para poder graduarte y pasar de este aburrido compromiso que nuestros padres propusieron... Pero espera... ¿Viniste aquí de buena gana? Lo dudo... ¿Acaso no te convierte eso en un fiel seguidor de los deseos de tú padre también? Y luego hablas de mi. Que desagradable.— Sus orbes se entrecerraron con cierta malicia y un velo de arrogancia. No se dejaría vences por habladurías de un niño. Jamás.
Última edición por Vencel Várhidi el Miér Nov 05, 2014 12:02 pm, editado 1 vez
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Sus pasos se detuvieron nada más pudo volver a oír la voz alterada y casi se podría definir de indignada o enfurecida a pesar de que parecía querer ocultarse entre capas de arrogancia y desdén. Y eso mismo fue lo que hizo que una sonrisa torcida se dibujara en los finos labios del joven. Y sin decir una sola palabra se volteó, pudiendo volver a ver a aquel prácticamente desconocido de dorados cabellos. ¿Le habían molestado las palabras contrarias? Se podría decir que por una parte no le habían agradado…pero por otra era justo lo que buscaba. Su humor amargo se esfumó como quien sopla sobre una vela, dejando solo a la vista una calma burla y diversión escondida tras esa sonrisa ladeada.
-Entiendo…aunque yo dije dispararla, no verla disparar por otra persona- acabó por añadir pocos segundos después mientras apoyaba una de sus manos sobre su cadera con soltura y casi despreocupación. –Por otra parte…tanto tú como yo no sabemos nada del otro…¿Acaso no nos estamos comportando de la misma manera al dar supuestamente por sentado que puede llegar a ser el otro? –dicha reflexión en voz alta no fue carente de diversión contenida en su voz mientras alzaba la mano contraria y la agitaba con suavidad, acabando por cerrar momentáneamente su mirada y desviar con suavidad a un lado su rostro, sin borrar en su momento su sonrisa ladeada.
Por ello… pocos instantes después abrió su mirada para fijarla en la contraria con cierta burla aún brillando en aquellos ojos magenta que tenía el peliverde, y junto a una cómica y burlesca reverencia casi consistente en una inclinación de cabeza seguida de un gesto de su mano, dejó escapar una sutil risa. -¿Quieres que te responda la verdad o mejor te miento para no dejar mal tus palabras? –preguntó con un tono mordaz y burlón, volviendo a incorporarse y mirándole por tanto. Cierto era que si hubiera querido podría haber escapado de aquello pero...las consecuencias hubieran sido una nueva búsqueda por parte de su padre además de tener que volver a indagar por tener un lugar donde poder dormir bien y sobretodo sin riesgos de ser atacado, saqueado o directamente asesinado. – Es verdad que mi padre me envió aquí…pero en realidad fui yo quien decidió venir al final. Lo que mi padre quisiera que hiciera aquí me importa tanto como lo que puede haber ahora mismo en el suelo…oh, cierto, un móvil roto –añadió las últimas palabras con una diversión casi cruel, dejando escapar por sus labios una sutil risa sarcástica.- No tengo ninguna obligación de estudiar, tampoco de estar aquí en realidad… mas esto es más sencillo de aguantar que estar en la calle, ¿no crees? ¿O acaso tú no estás en la misma situación?
De nuevo…esa pregunta lanzada tan hábil y precisa como el cuchillo que había atravesado el aparato ajeno fue acompañada de una nueva sonrisa ladeada, más pronunciada que la anterior, y por tanto más mordaz y casi arrogante. –En verdad me pregunto qué pudo hacer alguien como tú para que tuviera que actuar de ‘sirviente’ del hijo de un benefactor de la empresa de tu padre… en verdad me resulta curioso… Pero no irás a responder, ¿verdad? –aquella última pregunta salió seguida de una risueña y despreocupada carcajada, mientras su mirada burdeos acabó por fijarse en la contraria con cierta curiosidad oculta por un velo de burla y casi desdén.
-Entiendo…aunque yo dije dispararla, no verla disparar por otra persona- acabó por añadir pocos segundos después mientras apoyaba una de sus manos sobre su cadera con soltura y casi despreocupación. –Por otra parte…tanto tú como yo no sabemos nada del otro…¿Acaso no nos estamos comportando de la misma manera al dar supuestamente por sentado que puede llegar a ser el otro? –dicha reflexión en voz alta no fue carente de diversión contenida en su voz mientras alzaba la mano contraria y la agitaba con suavidad, acabando por cerrar momentáneamente su mirada y desviar con suavidad a un lado su rostro, sin borrar en su momento su sonrisa ladeada.
Por ello… pocos instantes después abrió su mirada para fijarla en la contraria con cierta burla aún brillando en aquellos ojos magenta que tenía el peliverde, y junto a una cómica y burlesca reverencia casi consistente en una inclinación de cabeza seguida de un gesto de su mano, dejó escapar una sutil risa. -¿Quieres que te responda la verdad o mejor te miento para no dejar mal tus palabras? –preguntó con un tono mordaz y burlón, volviendo a incorporarse y mirándole por tanto. Cierto era que si hubiera querido podría haber escapado de aquello pero...las consecuencias hubieran sido una nueva búsqueda por parte de su padre además de tener que volver a indagar por tener un lugar donde poder dormir bien y sobretodo sin riesgos de ser atacado, saqueado o directamente asesinado. – Es verdad que mi padre me envió aquí…pero en realidad fui yo quien decidió venir al final. Lo que mi padre quisiera que hiciera aquí me importa tanto como lo que puede haber ahora mismo en el suelo…oh, cierto, un móvil roto –añadió las últimas palabras con una diversión casi cruel, dejando escapar por sus labios una sutil risa sarcástica.- No tengo ninguna obligación de estudiar, tampoco de estar aquí en realidad… mas esto es más sencillo de aguantar que estar en la calle, ¿no crees? ¿O acaso tú no estás en la misma situación?
De nuevo…esa pregunta lanzada tan hábil y precisa como el cuchillo que había atravesado el aparato ajeno fue acompañada de una nueva sonrisa ladeada, más pronunciada que la anterior, y por tanto más mordaz y casi arrogante. –En verdad me pregunto qué pudo hacer alguien como tú para que tuviera que actuar de ‘sirviente’ del hijo de un benefactor de la empresa de tu padre… en verdad me resulta curioso… Pero no irás a responder, ¿verdad? –aquella última pregunta salió seguida de una risueña y despreocupada carcajada, mientras su mirada burdeos acabó por fijarse en la contraria con cierta curiosidad oculta por un velo de burla y casi desdén.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
The Beginning of The Story
Cerró sus orbes de un rojizo color y, suspiró hondo. Por su desgracia había terminado en un lugar completamente desagradable. ¿Qué era mejor? ¿Permanecer en una celda o convivir con aquél chico? Al pensarlo bien, la segunda opción era la más factible, sobretodo porque le facilitaban las cosas. Pero ¿Qué haría? ¡Su padre seguía viéndolo con completa desconfianza! Su hermano era el que movía los hilos detrás de todo ello y él, encerrado en aquella academia, no podía hacer nada para cambiar eso. Chasqueó su lengua y se cruzó de brazos, dejando recaer su peso en su pierna izquierda, balanceándose así levemente. ¿Qué hacer? No tenía muchas alternativas y, aquél de verdosos cabellos continuaba mosqueandolo. Sí, era como un mosquito molesto que no te dejaba dormir, lástima que fuera demasiado grande como para aplastarlo. Arqueó una ceja y desvió su mirada hacia él, dibujando una arrogante sonrisa en sus finos labios. —No es necesario que yo la dispare para escuchar su estruendo.— Exacto, lo estaba tratando como un tonto, un niño pequeño demasiado ingenuo. Además él, simplemente, no podía oponerse a algo que resultaba ser como su instinto natural: no herir. Era algo malo, haber nacido como un ser espiritual... Aunque solo a veces. —Me mosqueas, ese es el problema. No sabes permanecer calladito cuando es momento de hacerlo.— Se encogió de hombros, como si bastara para explicar el por qué se estaba metiendo con él. —Además, destruiste mi móvil.— Efectivamente, lo fulminó con la mirada. ¿Por qué lo había hecho? Y con una navaja como si fuera poco. Psicópata.
Dio un paso hacia atrás, acompañado por otro y, simplemente recostó su espalda en la pared con una mirada que podría definirse como neutral ante las palabras ajenas. ¿En la calle? Sin duda había tenido que pasar por algo feo para estar allí ¿O acaso habrá sido él quien las provocó? Vencel por su parte, estaba en una situación bastante molesta. Entrecerró sus orbes, tanto que dejaron entrever solo una fina línea carmín, como la sangre, sangre que tanto le faltaba. —Entonces tuviste que hacer algo realmente inapropiado si tuviste que elegir entre las calles o esta aburrida academia. ¿O acaso también te hicieron caer en una trampa?— Su sonrisa, casi lobuna, se ensanchó ante aquella pregunta. Pero, a diferencia de las anteriores, en aquél momento no se reflejó orgullo, ni burla alguna. Solo era una sonrisa cómplice, una que parecía saber más de lo que pretendía saber. Ante su siguiente pregunta se encogió de hombros. Era cierto, había tenido que elegir, pero en la situación en la que estaba, complicado había tenido el elegir con todos sus sentidos al punto. Estaba de viaje hacia la academia antes de percatarse de su destinación. Pero, había algo que aclarar, Vencel era, sin duda alguna, un chico orgulloso, tanto que no hablaría de su debilidad, de sus problemas, antes era más fácil que alguien se percatara de su estado de que de sus labios escapara palabra alguna de ello. Finalmente suspiró y pasó una mano por su cabello, ya de por si poseedor de un aspecto rebelde, tanto como la propria personalidad del Várhidi.
Cuando se despegó de la pared, aquella afirmación ajena lo dejó quieto, estático. Lo miró de reojo, casi como evaluando si estaba o no dispuesto a contarle algo. No, definitivamente no. —Al parecer tú padre y el mío se pusieron de acuerdo. Esta debe ser un castigo por lo que según ellos hicimos.— Lo que le molestaba era su carcajada, se estaba riendo de algo que, para el rubio, era un problema serio y para nada divertido. —Pero imagino que tú tampoco hablarás del por qué terminaste aquí.— Además, si su proprio padre no lo creyó ¿Lo haría ese chico? Se reiría de él, lo trataría como todos los demás y eso, lo tenía, quizás por desgracia, demasiado claro. Se encaminó hacia su habitación que no estaba mas que a algunos pasos de la de Alvaro, estaban unidas, por una puerta que comenzaba a odiar y aun así, solo encendió la luz de la misma se encaminó hacia la ventana, tirando de las cortinas. Quizás era debido a estar legado a un animal nocturno, que muchas veces era relacionado a su vez con los vampiros. Pálido y frío, amante de la noche y con cierto recelo hacia la luz diurna. ¿Acaso no recordaba a un vampiro? Una vez eso hecho, volvió a encaminarse hacia su cama y se sentó, dejando descender su bolsa hacia el suelo con suavidad. —¿Y bien? ¿No tienes maletas que desempacar? Pasaremos bastante tiempo aquí.— Y como fue diciendo aquello, el desagrado tintó sus palabras. Aburrido.
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Una suave y despreocupada risa salió de sus labios al ver cómo le intentaba asesinar con la mirada… que para qué mentir, si se pudiera hacer, Alvaro estaría muerto hace muchísimo tiempo. Y sin demasiado pesar alzó su mano y la agitó a un lado y otro, risueño mientras desviaba a un lado su rostro, cerrando su mirar.- Claro… dice eso aquel que se pasa el rato chillando y mirando mal –comentó con absoluto descaro, sin preocuparse demasiado en lo que pudieran causar sus palabras…ah, ¿pero le habían preocupado alguna vez desde que había visto a aquel chico? Rió en sus adentros ante ese interrogante interno. Por supuesto que no… mas por otra parte estaba seguro que aquella actitud contraria no le agradaba…o al menos habría que especificar que no le agradaba en sí, mas no por ello le resultaba insoportable. De hecho… la gente orgullosa era la más entretenida de molestar, al menos teóricamente.
Y aquello se manifestó al escuchar aquel interrogante contrario, dirigiéndole su mirada magenta recién abierta, y sutilmente se entrecerró como único signo de que aquello pudiera haberle molestado… aunque más que haberle molestado había sido recordar el motivo por el que se encontraba allí. Mas aquello no significo que el de verdoso cabello eliminara de sus labios aquella sonrisa.- Ah… en realidad es sencillo: Mi padre se cansó de tener a su hijo bastardo en casa y lo sacó de allí~ Sencillo, ¿verdad? –en realidad aquello no le importaba decirlo… ya que, aunque era parte de su sucia y manchada vida, sentía que diciendo eso desprestigiaba a aquel idiota y prepotente viejo que era su padre, por lo que todo estaba bien. Y sin preocuparse demasiado por lo que acababa de decir, se encogió de hombros con un fingido y hondo suspiro, negando con su cabeza mientras teatralizaba una clara decepción que, lejos de ser verdad que la sentía, no era lo mismo mostrarla sinceramente.
Mas aquella afirmación llegó a sus oídos, y por tanto volteó su rostro hacia el del joven de dorados cabellos y únicamente se quedó mirándole unos segundos mientras veía como acababa por desaparecer en el interior de aquella habitación que estaba unida a la propia… y que, nada más escucho las últimas palabras pronunciadas por aquel chico, le dieron una mala sensación. Realmente… ¿cuánto tiempo tendría que estar allí en compañía de… bueno, ese chico que de sirviente tenía lo mismo que de pobre?- Siento decirte que yo ya llevo aquí un par de días, y por tanto ya estoy acomodado –dijo mientras alzaba un poco su voz para hacerse oír….mas se dirigió al lugar donde estaba aquel destrozado aparato electrónico que en su momento había sido un móvil pero que ahora sólo era una acumulación de cables y cristal roto, poniéndose de cuclillas y extendiendo sus dedos para atrapar con la punta de ellos una esquina del mismo, como si estuviera cogiendo algo que pudiera mancharle.- Ahm… debería recoger lo que es tuyo de aquí, por cierto –acabó por decir con indiferencia, aunque cierta diversión asomó en sus labios junto a una ladeada sonrisa.
Y aquello se manifestó al escuchar aquel interrogante contrario, dirigiéndole su mirada magenta recién abierta, y sutilmente se entrecerró como único signo de que aquello pudiera haberle molestado… aunque más que haberle molestado había sido recordar el motivo por el que se encontraba allí. Mas aquello no significo que el de verdoso cabello eliminara de sus labios aquella sonrisa.- Ah… en realidad es sencillo: Mi padre se cansó de tener a su hijo bastardo en casa y lo sacó de allí~ Sencillo, ¿verdad? –en realidad aquello no le importaba decirlo… ya que, aunque era parte de su sucia y manchada vida, sentía que diciendo eso desprestigiaba a aquel idiota y prepotente viejo que era su padre, por lo que todo estaba bien. Y sin preocuparse demasiado por lo que acababa de decir, se encogió de hombros con un fingido y hondo suspiro, negando con su cabeza mientras teatralizaba una clara decepción que, lejos de ser verdad que la sentía, no era lo mismo mostrarla sinceramente.
Mas aquella afirmación llegó a sus oídos, y por tanto volteó su rostro hacia el del joven de dorados cabellos y únicamente se quedó mirándole unos segundos mientras veía como acababa por desaparecer en el interior de aquella habitación que estaba unida a la propia… y que, nada más escucho las últimas palabras pronunciadas por aquel chico, le dieron una mala sensación. Realmente… ¿cuánto tiempo tendría que estar allí en compañía de… bueno, ese chico que de sirviente tenía lo mismo que de pobre?- Siento decirte que yo ya llevo aquí un par de días, y por tanto ya estoy acomodado –dijo mientras alzaba un poco su voz para hacerse oír….mas se dirigió al lugar donde estaba aquel destrozado aparato electrónico que en su momento había sido un móvil pero que ahora sólo era una acumulación de cables y cristal roto, poniéndose de cuclillas y extendiendo sus dedos para atrapar con la punta de ellos una esquina del mismo, como si estuviera cogiendo algo que pudiera mancharle.- Ahm… debería recoger lo que es tuyo de aquí, por cierto –acabó por decir con indiferencia, aunque cierta diversión asomó en sus labios junto a una ladeada sonrisa.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Se cruzó de piernas en un desenfadado gesto a pesar de que Vencel era de todo menos calmado. Su codo pasó a apoyarse sobre su rodilla y su barbilla en sus nudillos, cerrando aquella carmesí mirada. De verdad... ¿Por qué había acabado ahí? Vale que fuera mucho mejor que la cárcel, pero, tenía la extraña sensación que ahora sufriría en compañía de aquél peliverde payaso que sería su supuesto "amo" y compañero de habitación... Sí, por desgracia amo. Dios sabía que tipo de extraño contrato había firmado su padre con el padre del susodicho para llegar a ese tipo de estrambótica decisión. Él... Un sirviente... ¡Eso debía de ser una broma! ¿Dónde tenía escrito que quería ser sirviente? ¡Sobretodo! ¿Donde demonios decía que quería estar con un tipo tan extraño como Alvaro? Es decir... Su padre mejor que nadie debería de conocer el tipo de persona que era Vencel y, eso conllevaba a saber también que bajo ningún concepto iba a dejarse mandar por alguien... No... Él era de por si suficientemente orgulloso y tacaño como para servirle a alguien más. Por muy arrogante que sonara, él estaba acostumbrado a que le sirvan, no a servir. Pero, tampoco se podía decir que aquello le importara demasiado. Su cabeza se inclinó levemente a un costado, aun sin abrir sus ojos. Claro... Después de todo él mismo se había metido en innumerables problemas con las zonas mas bajas y peligrosas de la ciudad, quizás culpable de ello eran todos aquellos quienes lo habían estado manteniendo encerrado, como una bella flor a punto de morir. Vencel no se consideraba tan débil, siquiera aceptaba ser comparado a su madre, por ello había decidido romper las normas que le habían puesto, rebelarse y por ello también se encontraba en aquella dichosa situación.
Abrió un ojo, fijando aquél orbe rojo cual sangre en la imagen ajena, quién había levantado la carcasa de su muerto móvil como si temiera a ser contaminado por una epidemia. Sucesivamente su otro ojo también se abrió, arqueando así una de sus cejas con incredulidad... ¿Pero qué se creía ese tipo? Le señaló y ya sin ganas pasó a responderle— ¿Eres estúpido o algo? —¡Estábamos hablando de Vencel Várhidi! Si no insultaba a alguien no se sentía satisfecho... Pero, él no era realmente malvado, únicamente... Poseía una extraña forma de actuar. Sí, ese muchacho de doradas hebras cumplía a la perfección con el estereotipo de "tsundere" del cual tanto se hablaba en Japón... ¡Si él era uno en todos los efectos!— Es tú culpa que esté en esa condición, así que no me vengas con eso —Le miró mal, aunque aún no se había levantado de su asiento— ¿"Recoge lo que es tuyo de aquí"? ¡Ha! Te lo regalo, después de todo tú lo rompiste. Así que, deshazte de eso solito —Pronunció, así de simple. Tras aquello se incorporó de su asiento momentáneo y caminó hacia el escritorio que había a un lado de su habitación, en un rincón, al lado de la ventana. Ahí fue desabrochando su chaqueta y con una peculiar calma la dejó sobre el respaldo de la silla, no sin antes quitar de ella una pequeña caja de color rojo y negro que llevó hasta la mesita de dormir y la metió en el cajón de esta. Después, simplemente se recostó en la cama, cruzando sus brazos por debajo de su cabeza y cerró sus ojos unos instantes... Bien... En cambio sus cosas deberían de llegar en unos días. Eso pasaba por partir a último momento y en coche de su padre, a quién por cierto debería de llamar en algún momento, seguramente cuando se hiciera con otro teléfono.
Abrió un ojo, fijando aquél orbe rojo cual sangre en la imagen ajena, quién había levantado la carcasa de su muerto móvil como si temiera a ser contaminado por una epidemia. Sucesivamente su otro ojo también se abrió, arqueando así una de sus cejas con incredulidad... ¿Pero qué se creía ese tipo? Le señaló y ya sin ganas pasó a responderle— ¿Eres estúpido o algo? —¡Estábamos hablando de Vencel Várhidi! Si no insultaba a alguien no se sentía satisfecho... Pero, él no era realmente malvado, únicamente... Poseía una extraña forma de actuar. Sí, ese muchacho de doradas hebras cumplía a la perfección con el estereotipo de "tsundere" del cual tanto se hablaba en Japón... ¡Si él era uno en todos los efectos!— Es tú culpa que esté en esa condición, así que no me vengas con eso —Le miró mal, aunque aún no se había levantado de su asiento— ¿"Recoge lo que es tuyo de aquí"? ¡Ha! Te lo regalo, después de todo tú lo rompiste. Así que, deshazte de eso solito —Pronunció, así de simple. Tras aquello se incorporó de su asiento momentáneo y caminó hacia el escritorio que había a un lado de su habitación, en un rincón, al lado de la ventana. Ahí fue desabrochando su chaqueta y con una peculiar calma la dejó sobre el respaldo de la silla, no sin antes quitar de ella una pequeña caja de color rojo y negro que llevó hasta la mesita de dormir y la metió en el cajón de esta. Después, simplemente se recostó en la cama, cruzando sus brazos por debajo de su cabeza y cerró sus ojos unos instantes... Bien... En cambio sus cosas deberían de llegar en unos días. Eso pasaba por partir a último momento y en coche de su padre, a quién por cierto debería de llamar en algún momento, seguramente cuando se hiciera con otro teléfono.
Vencel Várhidi
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Fue inevitable que, al escuchar esa repentina acusación sobre estupidez mientras se acercaba un poco a donde se encontraba aquel orgulloso chico por lo que había sacado de la poca conversación que llevaba, en los orbes de aquella peculiar tonalidad magenta del joven Garay se mostró un brillo divertido. Oscuro, retorcido, casi cruel, pero diversión. Sí… ese chico le molestaba, esa actitud le molestaba, por eso… ¡por eso mismo era tan divertido! Era genial que fuera así, no se iba a hartar de hacerle rabiar hasta enloquecer. Si, lo lograría, lograría destrozar a aquel chico, de todas las maneras que se le pudieran ocurrir. Total… ¿en qué lio se podría meter por ello? Todo lo que realmente pudiera ocurrirle como consecuencia de aquello no lo temía, de alguna forma saldría inmune de aquello, porque no era la primera ni sería la última que lograría aquello.
– Oh sí, soy un estúpido payaso escapado del circo de los horrores y que ha roto tu maquinita de llamar. ¡Qué horrible que soy! –se estaba mofando tan descaradamente que a punto estuvo de escaparse una retorcida risa de sus labios, pero contuvo la risa. Y esa mofa, continúo, más y más, sin remedio alguno: - ¡Anda! Qué bien, me regalas las preciosas sobras de… de esto que antes podía ser llamado un teléfono –y como si fuera la cosa más hermosa del mundo, fingió estar encantado mientras observaba esos restos de cristal y cables, aún cuando un trozo se precipitó directamente al suelo tras un leve crujido y causó que una de sus cejas se arqueara en un sutil gesto de diversión.
Pero tras ver de reojo poco después como ese chico parecía acomodarse para volver a tirarse en la cama. Y en el momento en que vio como cerraba los ojos, se acercó en unos sigilosos pasos casi siendo por inercia y, una vez quedó a un lado de la cama y frente a aquel chico de rubios cabellos revueltos por completo, como si no se hubiera molestado en peinarse, extendió la mano, aquella que sostenía ese intento de móvil y…lo soltó. Sí, simplemente lo soltó, para que cayera sobre su abdomen esos restos con una encantadora sonrisa curvando sus labios. –Pero… a pesar de todo, me enseñaron a ser correcto y rechazar ese tipo de ‘regalos desinteresados’ para que no se piensen que soy un aprovechado~ –mayor ironía, hipocresía y mentira no podía haber en sus palabras. Sí, estaba actuando como esa hipocresía de los modales que tanto aborrecía, teñida de un oscuro humor, uno que era el que dejaba constancia que aquello era una descarada burla, una mofa. Y para rematar aquello, sacudió sus manos como si acabara de tirar la basura a la papelera y comenzó a caminar hacia su habitación. - Bueno, como sea. ‘Encantado’ de conocerte, Vencel~ Espero que algún día te animes a jugar conmigo. Realmente necesito dianas para practicar~ -y tras esa ‘sugerencia’, tomó con su mano el pomo de la puerta y, tras entrar en su habitación, cerró tras de sí. Así de simple, descarado y despreocupado. Como si no hubiera pasado absolutamente nada.
– Oh sí, soy un estúpido payaso escapado del circo de los horrores y que ha roto tu maquinita de llamar. ¡Qué horrible que soy! –se estaba mofando tan descaradamente que a punto estuvo de escaparse una retorcida risa de sus labios, pero contuvo la risa. Y esa mofa, continúo, más y más, sin remedio alguno: - ¡Anda! Qué bien, me regalas las preciosas sobras de… de esto que antes podía ser llamado un teléfono –y como si fuera la cosa más hermosa del mundo, fingió estar encantado mientras observaba esos restos de cristal y cables, aún cuando un trozo se precipitó directamente al suelo tras un leve crujido y causó que una de sus cejas se arqueara en un sutil gesto de diversión.
Pero tras ver de reojo poco después como ese chico parecía acomodarse para volver a tirarse en la cama. Y en el momento en que vio como cerraba los ojos, se acercó en unos sigilosos pasos casi siendo por inercia y, una vez quedó a un lado de la cama y frente a aquel chico de rubios cabellos revueltos por completo, como si no se hubiera molestado en peinarse, extendió la mano, aquella que sostenía ese intento de móvil y…lo soltó. Sí, simplemente lo soltó, para que cayera sobre su abdomen esos restos con una encantadora sonrisa curvando sus labios. –Pero… a pesar de todo, me enseñaron a ser correcto y rechazar ese tipo de ‘regalos desinteresados’ para que no se piensen que soy un aprovechado~ –mayor ironía, hipocresía y mentira no podía haber en sus palabras. Sí, estaba actuando como esa hipocresía de los modales que tanto aborrecía, teñida de un oscuro humor, uno que era el que dejaba constancia que aquello era una descarada burla, una mofa. Y para rematar aquello, sacudió sus manos como si acabara de tirar la basura a la papelera y comenzó a caminar hacia su habitación. - Bueno, como sea. ‘Encantado’ de conocerte, Vencel~ Espero que algún día te animes a jugar conmigo. Realmente necesito dianas para practicar~ -y tras esa ‘sugerencia’, tomó con su mano el pomo de la puerta y, tras entrar en su habitación, cerró tras de sí. Así de simple, descarado y despreocupado. Como si no hubiera pasado absolutamente nada.
Alvaro Garay
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Re: |◊ The Beginning of The Story ◊|
Era estúpido... ¡Debía de serlo! Era una de las personas más estúpidamente molestas que había tenido la desgracia de conocer en su medianamente corta vida... De hecho, incluso se estaba empezando a preguntar si su hermano le podía ganar... Sí... Seguramente lo haría... Porque hacia su hermano sentía un odio palpable, hacia aquél chico... Sí, solo y únicamente una gran molestia, porque, eran precisamente ese tipo de personas que le sacaban de quicio, que simplemente no podía soportar ¡Las aborrecía! ¡¡NO iba a quedarse por mucho tiempo más su sirviente!! ¡NO SEÑOR! Resopló, totalmente molesto por su descarada actitud y, su pie comenzó a dar golpecitos al suelo de pura frustración. Ahora, siendo honestos ¿realmente creían que iba a lograr soportar aquél tipo durante...? ¿Cuánto? ¿Tres años? ¿Más? ¡No señor! Y su padre le conocía tanto como decía, debía de saber que no lo haría, que su paciencia no daba para tanto ni mucho menos. Pero no... Claro que no... Ese hombre no lo conocía ni por asomo y en él, sus artimañas no funcionarían, como tampoco funcionaron las de su hermano— Eres idiota, fijo. debería llamar a al circo y pedir que vengan a por ti, que encontré su payaso desaparecido —Pronunció, con cierto desdén y odio en sus palabras... ¿Pensaba que podía jugar con él? ¡Ha! ¡Se lo tenía bien creído! De alguna forma lograría que se arrodillara ante él, porque, él no lo iba a hacer, mucho menos si aquello era una convención creada por sus padres, ni aunque su vida dependiera de ello— Reitero, eres demasiado pésimo actor para ello, de hecho, siquiera puedes hacerme reír... —Se inclinó un poco al frente, entrecerrando sus rojizas orbes— ¡Deplorable! —Le espetó, así, sin más, de la nada.
Lo que sí no se esperó, fue sentir de golpe los restos de algo caer sobre su pecho cuando ya había dado por zancada la conversación. Abrió uno de sus ojos con curiosidad y frunció el ceño al ver lo que había ahí... Cables y trozos de metal y plástico... ¡¿De verdad?! Soltó un suspiro de desdén y se incorporó al tiempo que le veía alejarse— Ese maldito... —Murmuró entre dientes en un gruñido... ¡¡Sí que le gustaba molestarle!! Tomó todo aquello con desgana y, tras levantarse con bastante calma a pesar de todo, se dirigió hacia la puerta que el otro había cerrado, abriéndola con descortesía— Dije que-te-lo-regalo —Pronunció, haciendo hincapié en cada palabra, como si estuviera hablando con una persona incapaz de entender y, asegurándose de tirarlo más allá de la puerta, dejó que lo que quedaba del teléfono cayera con un pequeño estruendo en el suelo— Ah, y no estoy interesado en ser tu diana, mejor tírale a una hoja y juega solo, Payaso —Pronunció, sin miramiento alguno y, de la misma forma que abrió, también cerró la puerta y, moviendo con una mano una silla que tenía a un lado la apoyó contra la puerta. Tras aquello, fingió limpiar sus manos con palmaditas y cerró la luz de su habitación, perdiéndose en la penumbra de su propia habitación, desapareciendo como un ser de la oscuridad, como un vampiro de ojos rojos.
Lo que sí no se esperó, fue sentir de golpe los restos de algo caer sobre su pecho cuando ya había dado por zancada la conversación. Abrió uno de sus ojos con curiosidad y frunció el ceño al ver lo que había ahí... Cables y trozos de metal y plástico... ¡¿De verdad?! Soltó un suspiro de desdén y se incorporó al tiempo que le veía alejarse— Ese maldito... —Murmuró entre dientes en un gruñido... ¡¡Sí que le gustaba molestarle!! Tomó todo aquello con desgana y, tras levantarse con bastante calma a pesar de todo, se dirigió hacia la puerta que el otro había cerrado, abriéndola con descortesía— Dije que-te-lo-regalo —Pronunció, haciendo hincapié en cada palabra, como si estuviera hablando con una persona incapaz de entender y, asegurándose de tirarlo más allá de la puerta, dejó que lo que quedaba del teléfono cayera con un pequeño estruendo en el suelo— Ah, y no estoy interesado en ser tu diana, mejor tírale a una hoja y juega solo, Payaso —Pronunció, sin miramiento alguno y, de la misma forma que abrió, también cerró la puerta y, moviendo con una mano una silla que tenía a un lado la apoyó contra la puerta. Tras aquello, fingió limpiar sus manos con palmaditas y cerró la luz de su habitación, perdiéndose en la penumbra de su propia habitación, desapareciendo como un ser de la oscuridad, como un vampiro de ojos rojos.
•CERRADO•
Vencel Várhidi
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