[Habitación 213] Haciendo los deberes.

Himuro guió a Atsushi hasta su cuarto como siempre que tenían que hacer deberes y le ayudaba, así que despacio subieron la escalera hasta llegar a la puerta de su cuarto. El moreno abrió ésta y la dejó abierta para que el más grande entrase, entró tras él y cerró con suavidad. El cuarto era casi como una casa pero en pequeño. Su cama era grande, el salón era también grande, con televisión y sofás, además de una mesa para comer y por supuesto la cocina. Ahí es dónde se pasaba la mayor parte del tiempo, sobre todo cuando Atsushi iba a su cuarto. Adoraba cocinarle cosas, ya fuese ramen, pizzas, pasta, ensaladas incluso o bizcochos dulces… lo que fuese.

Dejó su bolsa en la puerta y se descalzó para ponerse unas zapatillas, ya tenía unas preparadas para el contrario y le miró de reojo sonriente. Le hizo una señal con la mano y se adentraron a la cocina, dónde abrió la nevera para ver qué tenía.

-¿Qué te apetece Atsushi? Puedo hacer unas fajitas y podemos comer nachos… ¿te gustan? –Le mira de reojo y espera a que le diga para saber qué debería sacar de la nevera para ponerse a cocinar. Revisó lo que había y la verdad tenía de todo para hacer, por lo que no habría mucho problema, incluso podría hacer unos simples sándwiches, aunque prefería hacer algo más elaborado, porque le gustaba cocinar y más si era para él. Además tenía guardadas algunas chucherías de postre, también algún helado… pero eso sería si no le dolía el estómago, porque claro… si comía mucho dulce podría ponerse malo, aunque estaría encantado de cuidarle. Le miró de nuevo y sonrió.- Si quieres ves sacando los deberes, ves haciéndolos mientras cocino y si tienes dudas te contesto… ¿o prefieres cenar y que luego los hagamos juntos?

La verdad le daba igual cenar primero o hacer primero los deberes… o que el contrario los hiciese y luego él le ayudase. Himuro apenas tenía cosas para hacer, así que no tenía problema en dejarlos para otro momento, además no corría prisa, porque era más bien un trabajo que deberes… aunque tendría que estudiar algo, pero eso podía hacerlo cuando el contrario se fuese o se quedase dormido. La verdad… por él podría quedarse a dormir en su cuarto para siempre. Sonrió un poco y volvió a mirar hacia la nevera, observando los ingredientes… hacer fajitas estaría bien, además le gustaban bastante.

-Bueno, entonces… ¿te apetecen? También tengo nachos… y guacamole… -Le confesó mientras observaba al otro por encima del hombro, para saber qué hacer.

Le gustaba cuando Atsushi estaba ahí con él, cuando le acompañaba a todas horas, cuando le rozaba de vez en cuando y cuando comía lo que le cocinaba. Esbozó una sonrisa leve cuando comentó que las fajitas estaban bien y entonces le miró de reojo al escuchar lo de los deberes, por lo que solo asintió levemente y le miró desde la cocina.

-Está bien, Atsushi. –Dijo al verle sacar las cosas y él hizo lo propio pero con los ingredientes para ponerle a las fajitas. Comenzó picando algo de verdura y luego sacó el pollo cuando escuchó la pregunta del contrario y se mordió el labio inferior. A pesar de todo era tan amable.- Vale. Eso estaría bien, yo cocino y tu friegas.

Se asomó un poco por la puerta para verle ahí con el cuaderno y las cosas. Volvió su rostro y comenzó a cocinar con calma mientras meditaba qué más hacer. Quizás si ponía algo de arroz y frijoles… ¿tendría? No estaba seguro, se puso a buscar algo, y mientras tanto removía las verduras de la sartén para que quedasen perfectas. Entonces cuando puso el pollo escuchó su nombre y le miró para sonreír.

-La poesía es bonita Atsushi. Simplemente recítala en voz alta y te intentaré ayudar ¿te parece bien? –Movió las cosas de la sartén y revisó que hubiese algo de guacamole para ponerle a las fajitas. Sacó las tortillas que se usaban para ser rellenadas y las puso en un plato para calentarlas en el microondas.- Además… siempre tienes que pensar que los poetas suelen ser algo complicados y enrevesados, como la gente… que a veces dice cosas que son contrarias a sus palabras o esconden algo tras ellas. Y luego están las poesías y rimas fáciles como la de “las rosas son rojas”

Comentó para observar la sartén y sacar las cosas. Las verduras en un plato, el pollo en otro, arroz en otro y algo de cebolla y lechuga en otro plato. Miró todo aquello y se asomó.

-Atsushi, deja la poesía, cenamos y luego te ayudo ¿vale? No tardaremos mucho después. Ya he terminado de cocinar… tenemos que poner la mesa. –Se acercó con el mantel y las servilletas hacia la mesa mientras miraba al más grande con cariño. Realmente le gustaba Murasakibara y amaba hacer algo de comer para él, amaba ver su rostro enfurruñado, amaba verle jugar al baloncesto, verle comer, ver sus ojos, tocar su cabello y hablar con él. Era tan dulce, tremendamente dulce. Se acercó a él y esperó a que retirase el cuaderno y los libros, revisando los deberes para sonreír con calma.- Los hiciste bien… yo tengo que hacer solo un ejercicio, así que luego te ayudo el resto y podremos ver una película o algo así.

Puso el mantel y las servilletas y miró al contrario por un instante.

-Ven, ayúdame a traer el resto de cosas ¿si? –Le dijo con calma para volverse hacia la cocina y coger algunos platos y llevarlos, luego vasos y cubiertos, las tortillas calentitas del microondas, bebida y demás. Todo estaba ya dispuesto, así que cuando por fin toda la mesa tenía mil cosas para preparar la cena se sentó y miró al más grande para esperar que también tomase asiento. Cogió una de las tortillas y la puso en su plato para empezar a poner algunos ingredientes.- Espero que te guste Atsushi.

Siguió con la cena hasta que escuchó la teoría de Atsushi sobre los cobardes… entonces quizás él era un cobarde, pero no podía evitarlo, no quería perder a Murasakibara por decirle que le gustaba o por besarle o por tocarle. Así que simplemente sonrió.

-La poesía es bonita, dan vueltas porque queda hermoso escucharlo, tiene rima… y yo creo que no es de cobardes, es solo que algunos no saben como expresarse, Atsushi. –Le miró con dulzura y por fin quedaron en la mesa.- Sabes que siempre puedes quedarte aquí a dormir, no me importa.

Añadió mientras que comenzaba a ponerse el relleno en la fajita, dejándole al otro más para que pudiese disfrutar de ellas. Sabía que le encantaba comer y sinceramente era feliz viendo al más alto degustar sus platos. Entonces cuando ya casi estaba todo le vio ponerse algo agitado y beber agua quejándose, lo que le sacó una sonrisa.

-Gracias por avisarme. –Cogió su comida y sopló para por fin dar un bocado y probar la cena. Agradeció que el contrario dijese que estaban buenas y comió un poco más, hasta que escuchó lo de la película. Se quedó meditando.- No se, tengo varias descargadas pero podemos buscar una que te apetezca ver… y tranquilo, Atsushi, no van a regañarme. Solo me quedan hacer dos ejercicios y ya está.

Le dijo mientras comía más de su comida, casi terminándola, porque a decir verdad tenía hambre y no podía evitarlo, le había salido todo bastante bueno, así que por qué no aprovechar una buena cena en mejor compañía. Terminó por comer la fajita y se quedó pensando por un instante en qué postre podían comer… quizás tenía algo de helado,…

-¿Qué quieres de postre? Creo que tengo helado, podría hacer batidos con leche, frutas y helado, si te apetece. –Le dedicó una radiante sonrisa y cogió el vaso para beber algo más de agua. Quizás podría hacer batidos mientras que Atsushi fregaba los platos y bueno, lo que manchase a la hora de hacer los batidos podría fregarse después, tampoco era demasiado. Y en cuanto a los deberes, sería mejor hacerlos mañana en la mañana, se levantaría antes y listo. Tampoco le molestaba madrugar, además, así podía preparar el desayuno para su amigo. Se quedó un momento pensativo por todo aquello que rondaba en su cabeza, cocinando tanto parecía una esposa. Se sonrojó levemente y luego soltó una risita un tanto infantil.- Es curioso…

Dijo mientras se levantaba para recoger los platos y se acercó a Murasakibara con calma, acarició su cabello y le miró con atención. Realmente el contrario era guapo, y encima era lindo tanto en personalidad como en físico. Cerró los ojos un poco.

-Cocinando así para ti, parece que soy tu esposa. –Bromeó, aunque en cierto modo le habría gustado ser su “esposo” que no su esposa, dado que él era un chico. O más bien, lo que le gustaría era estar de forma más íntima con el contrario. Su “pequeño” titán. Separó su mano de su cabello.- Iré a hacer los batidos, pero si quieres helado solo también… tengo que ver de que hay y si tengo suficiente.

Se mordió el labio inferior y levantó su diestra para con el pulgar tocar al lado de los labios del más grande, retirando un poco de salsa de aquella zona. Le mostró el dedo.

-Te manchaste. –Sonrió y fue a llevarse aquel dedo a su boca para limpiar esa mancha que ahora era suya.

La comida de Himuro era genial. Daba igual el plato que hiciese, siempre le resultaba de lo más sabrosa. Le recordaba mucho cuando iba a casa de su abuela y ésta siempre le hacía un montón de comida para que volviese otro día de nuevo. Por eso mismo, saboreó cada bocado y hasta se entristeció ligeramente cuando se le acabó el plato. No se había quedado con hambre pues, a pesar de comer constantemente, no necesitaba grandes cantidades de comida para llenar su estómago por completo. Aunque si le daban la opción de repetir no diría que no.

-Batido de helado... Eso suena delicioso, Murochin.- afirmó, relamiéndose de sólo pensar en el delicioso postre que el otro le prepararía.- Siempre haces cosas muy buenas. Debería hacer los deberes en tu cuarto con más frecuencia. -añadió y empezó a recoger los platos de la mesa con cuidado. Antes de levantarse, se detuvo al escuchar la risa de Himuro y luego sentir como acariciaba su cabello. Escuchó su comparativa y arqueo una ceja, un poco dudoso. -¿Mi esposa? Eso es absurdo Murochin, tú no puedes ser mi esposa. Eres un hombre.- respondió con obviedad.

Su comentario no iba a malas y desconocía si aquella afirmación podría herir a su amigo. Él simplemente no podía ver a Himuro como una esposa porque no era una mujer. Quizás debería haber utilizado la palabra "esposo", aunque igualmente le resultaría difícil visualizarlo. Desde siempre le habían dicho que los chicos iban con las chicas y viceversa. ¿Acaso había otra posibilidad? La respuesta a esa pregunta no le interesaba en absoluto, pues desde hace un tiempo ya había decidido que jamás estaría con una chica. Era cansado y daba dolores de cabeza, ¿por qué complicarse?

-Ah...Es que el mío tenía mucha salsa. -replicó a su último comentario, ligeramente avergonzado por ser tan torpe y mancharse.- ... pero estaba muy bueno... -murmuró y miró los platos vacíos.- Porque estás aquí, que sino lamería los platos. -añadió convencido y finalmente se levantó para ir hacia la pila y fregar los platos y cacharros de la cena.

-Murochin... Tengo una duda, ahora que sacaste el tema. -murmuró, mirando con atención lo que estaba haciendo pues no quería que se le resbalase un plato y se rompiese.- ¿Puede un chico estar con otro chico? Me refiero, si los dos pueden ser pareja. -detuvo sus acciones y miró hacia el contrario con curiosidad. -No entiendo porque si no te gustan las chicas, tengas que terminar con una.

No podía evitar el sonreír ante las preguntas y las contestaciones del contrario. Era cierto él no podía ser su esposa porque obviamente, era un hombre. Le miró y asintió despacio. En cierto modo no sabía si le dolía o no, pero sabía perfectamente que ese comentario del más alto no iba con malas intenciones, no… él no era así y Himuro le conocía bien, o al menos lo suficientemente bien como para saber que el más alto no iba a dañarle, es más, seguro que no sabía ni que le gustaba.

-Bueno, mejor los lavamos y voy preparando el batido, en lugar de que te pongas a lamerlos Atsushi, podrías mancharte más… -Rió bajito y comenzó a sacar las cosas para luego escuchar al otro. ¿Una duda? Le miró con el helado en la mano.- Adelante, pregunta…

Dijo con suavidad para luego escuchar aquella pregunta y abrir los ojos sorprendido. Casi se le cae el helado y eso le dejó un poco sorprendido. No esperaba que el menor tuviese dudas sobre aquello, pero le pareció muy adorable esa pregunta. Se mordió el labio inferior y sonrió, no quería reírse de él, pero que preguntase eso… de ese modo le hacía ver tremendamente inocente y le entraban ganas de aprovecharse de esa situación. Pero no debía… debía explicarle las cosas como él las veía, pero sin decirle que a él le gustaban los chicos… pues podría molestarse o a saber. Bueno eso quizás se lo diría si el otro le preguntase directamente.

-Atsushi, realmente creo que una persona puede estar con otra persona, sea como sea. Está bien que un chico esté con otro chico, o una chica con otra chica, o un chico con una chica y viceversa. Da igual mientras esas dos personas se amen, se respeten y quieran estar juntas. –Se encogió de hombros, para que se diese cuenta que en realidad, si se amaban, todo estaba bien.- Si dos personas se aman… creo que todo está bien. Aunque mucha gente piensa que no es así... pero... creo que es porque les da miedo lo diferente.

Se sonrojó ligeramente al pensar en él de ese modo. ¿De verdad que Atsushi pensaba en esas cosas? No imaginaba al más grande buscando porno en internet ni nada parecido… seguro solo buscaba dulces y cosas deliciosas para comer. Pero al fin y al cabo era un hombre, un muchacho, un adolescente como él y a lo mejor si que buscaba ese tipo de cosas. Con un ligero tinte rojizo en sus mejillas sacó el resto de las cosas para comenzar a preparar el batido.

-¿Por qué me lo preguntas? –Le miró de reojo esperando una respuesta, pero volvió a mirar lo que hacía para no hacer algo que no debiese. La verdad que el contrario sintiese curiosidad por esas cosas le sorprendía, porque era como un niño grande, y hablar de sexo o de amor… bueno, pues solía ser de alguien menos infantil. Aunque realmente no era tan infantil como los niños. Suspiró y se regañó a si mismo. Atsushi era un adolescente… ya está. Era normal que tuviese curiosidad.- Es cierto que mucha gente dice que lo “normal” es que sean chico y chica… pero… a veces eso no es así, porque el amor… el corazón te dice que hay otra persona a la que amar, y que te gusta, te agrada, y deseas besarla, sea chico o chica. Así que simplemente hay que respetar a los que deciden amar de forma libre a aquel o aquella que su corazón les indica.

Terminó por poner todos los ingredientes y empezó a batir con la batidora para en apenas un par de minutos tener el batido hecho. Llenó dos vasos grandes y luego puso un poco de helado por encima. Metió unas pajitas y le miró.

-El batido ya está Atsushi. –Le miró por un momento y entonces una duda le asaltó por un instante… ¿estaría bien si le preguntaba? Esbozó una sonrisa.- Me lo has preguntado porque… bueno… ¿por qué te gusta alguien?

En cierto modo sentía una ligera esperanza en su corazón de que dijese un si, me gusta un chico. Aunque no fuese él, eso significaba que podía fijarse en él en algún momento.

-No tienes que contestar si te da vergüenza… era solo por saber. –Añadió rápido, tampoco quería que el contrario se sintiese avergonzado o incómodo. Se quedó en la salida de la cocina y le miró antes de ir al salón para dejar los batidos mientras susurraba un “a mi… me gustas tú” pero fue apenas un siseo para sí mismo, pero en cierto modo quería confesarse. Aunque no quería asustarle o algo así. Le daba miedo perderle… eso no lo soportaría.- Ven al salón Atsushi, tenemos que elegir la película…

Era posible que fuese listo, pero en cierto modo, aunque a él le gustaban más los chicos que las chicas, siempre pensó que el amor no tenía que ver con el género de una persona. Te gustaba lo que te gustaba y no había más que hablar. De igual modo era gracioso cuando Atsushi preguntaba esas cosas de un modo tan tierno y en cierto modo infantil. Esbozó una sonrisa y cuando el contrario dijo que no quería estar con una chica pensó que era demasiado inocente para algunas cosas.

Aquel grandote… ¿no tenía deseos como los otros chicos? Es decir, había chicos que babeaban muchísimo con otras chicas, había otros que tenían deseos pero los sabían esconder, pero igual coqueteaban con ellas, había chicos que coqueteaban con otros chicos… y luego estaba Atsushi, que no le había visto coquetear con nadie en su vida. Y bueno él… que recibía coqueteos de muchas compañeras de clase, pero que rechazaba con amabilidad y calma, no queriendo ofenderlas y sin decirles que él amaba a un chico. Un chico grande y algo perezoso, pero… le amaba.

Por supuesto siguió a lo suyo intentando no pensar en nada más y esperó a que el más grande llegase a su lado. Sabía que no le había escuchado, o eso esperaba, pero por su reacción no parecía. La verdad se sentía aliviado, porque no quería que se asustase y se fuese de allí. Entonces cuando el contrario le preguntó por las películas, encendió la televisión y navegó por el disco duro para buscar alguna interesante.

-Oh… Atsushi… ¿tienes miedo? –Preguntó algo divertido por ese comentario y le acarició la cabeza con suavidad.- Si tienes miedo puedes dormir conmigo.

Soltó una leve risilla y luego volvió a mirar la pantalla.

-Tengo la de superhéroes, tengo de miedo, ahm… de acción… -Se rascó la mejilla y giró un poco su rostro mientras leía los títulos.- ¿Hay alguna que te apetezca?

Entonces vio un título.

-Dice que la de “Expediente Warren” es buena, pero creo que es de miedo… -Confesó. No quería engañarle ante aquello, pero le encantaría ver a Atsushi con miedo y abrazándose a él… aquello no estaba bien, pero realmente quería que le abrazase y él quería calmarle. Maldita sea… era demasiado adorable.- Mejor vemos Los Vengadores, no vaya a ser que no puedas dormir… Para ser tan grandote, no esperaba que pudieses tener pesadillas por ver películas así, Atsushi.

Le sonrió y observó al otro con atención. Realmente… quería besarle y decirle que todo estaría bien si la veían juntos, que le protegería de cualquier cosa.

Miraba la pantalla del televisor a través de los mechones que se habían colado en su campo de visión al mover la cabeza y mostró una expresión ausente. En la pantalla sólo veía las carpetas del ordenador y como Himuro se movía por aquel menú gracias al mando. Bajó la mirada hacia el batido y volvió a beber. Cuando sintió el sabor dulce y fresco del helado cerró los ojos complacido y los volvió a abrir cuando su compañero le mencionó los títulos de las películas.

-¿De verdad que no te importa? No sé si los dos cabemos en la cama. -respondió y se rasco la mejilla. -Y de ser así sería muy pegados... ¿No te resultaría incómodo?- preguntó en un vago intento de preocupación. A él le daba igual, pues consideraba a Himuro tan cercano que no le molestaba en absoluto compartir espacio. Pero, igual el azabache no compartía el mismo pensamiento y simplemente había mencionado aquello para ver una película de miedo.

Terminó el batido y lo dejó sobre la mesilla, encima de un panfleto que anunciaba un restaurante de comida rápida. Luego subió las piernas al sofá y las abrazó. Hizo una mueca de disgusto, que procuró ocultar tras sus rodillas, al ver que el otro insistía con la película de miedo. No comprendía como a la gente le gustaba pasarlo mal... No es que le diesen miedo los monstruos y no creía en los fantasmas o espíritus. Pero, una cosa era no verlos en la vida real y otra muy distinta era estar atrapado con ellos en sueños. Apretó los labios y frunció el ceño, pensando que a pesar de todo, su actitud estaba siendo cobarde y estaba quedando muy mal delante de Himuro.

No quería que se burlase de él. Dudaba que su amigo lo hiciese con mala intención pero tenía un orgullo demasiado grande como para soportar cualquier broma. Miró hacia un lado, pensando una buena excusa para salirse con la suya y después volvió a mirar el vaso vacío. Le entraron ganas de comer de nuevo. Quería algo salado... ¡Claro! ¡Faltaban las palomitas!

-No tiene nada que ver ser grande con tener pesadillas... En mis sueños a veces no soy tan grande. -respondió, tratando de defenderse. -¿Quieres palomitas? Haré unas cuantas. -agregó rápidamente y se levantó, huyendo de aquella situación. Fue hacia donde estaba su mochila y sacó el paquete de palomitas. Lo metió en el microondas y esperó pacientemente a que se hiciesen. Mientras, reflexionó y pensó que no estaba en situación de ser caprichoso. Himuro le había invitado, había cocinado para él y ahora le ofrecía compartir la noche juntos viendo una película. Muchos y muchas matarían por estar en su situación... Él lo sabía bien y aunque con las chicas se mostraba más pasota, le recorrían los celos cuando veía a un chico acercarse con otras intenciones a su amigo.

-Pon la peli de miedo. -dijo cuando regresó al salón abrazado al bol de palomitas. -La aguantaré. Sólo es una película, no es real... Y ya no soy un crío. -eso más bien se lo dijo así mismo. Se sentó de nuevo en el sofá, al lado de su amigo y agarró un puñado de palomitas.

Estaba paseando por la lista de películas cuando escuchó al contrario decir que estarían muy pegados en la cama. Para su suerte su cama era bastante ancha, aunque con lo grande que era el pelimorado sería difícil tener mucho espacio, pero, no le importaba estar pegado a él.

-No me molesta, Atsushi, por eso te lo he ofrecido. –Le comentó con una amable sonrisa. Estaba buscando aún la película cuando le miró de reojo, hasta que habló sobre sus pesadillas. Parpadeó un poco y le miró, hasta que dijo lo de las palomitas y asintió. Estaba a punto de poner la de Los Vengadores, cuando el más alto llegó y le dijo lo de la película de miedo. Esbozó una sonrisa y buscó la que le había dicho, al encontrarla puso el play y se sentó cerca del otro, no sin antes coger una manta para ponérsela sobre las piernas y también a Atsushi.- Si tienes calor puedes quitarla…

Cogió un puñado de palomitas y le miró son una leve sonrisa.

-Sabes… no creo que seas un crío, y no pasa nada por tener miedo o asustarse, yo lo tengo a veces,… -Sobre todo cuando siento cosas por ti que a lo mejor te asquean. Pensó para sí mismo y se llevó las palomitas a la boca mientras la película comenzaba y como siempre, con sonidos altos para hacerte saltar en cualquier momento, sobre todo cuando hay “sustos”. Eso era un truco barato, porque si veías una película de miedo sin sonido, no daba miedo en absoluto. La música hacía demasiado. Apoyó un poco su cabeza en el hombro del contrario.- De todas formas estoy aquí contigo, entre los dos haremos que los sueños no sean pesadillas.

Murmuró sin dejar de ver la pantalla mientras transcurría la historia. Una historia sobre sucesos paranormales y como una pareja intentaban averiguar que había pasado. Momentos de tensión, música fuerte, sustos y fantasmas o espíritus. Tenía de todo, era interesante, y decían que estaba basada en un hecho real, aunque Himuro no estaba seguro del todo. De vez en cuando miraba al más alto, acariciaba su mano para calmarle y cogía palomitas como si fuese de lo más normal. No quería que tuviese pesadillas… claramente. Le dio un toquecito.

-Toma, esta para ti que es grande. –Le acercó una enorme palomita a los labios para distraer un poco su atención de la peli, solo para que se relajase. La verdad, sentía que si no hacía eso el otro lo pasaría realmente mal. De nuevo volvió la vista a la peli sin pensar demasiado en la historia, solo observando un poco e incluso dando un pequeño botecito en el sofá en algunos sustos musicales, lo que le hacía sacarle a si mismo una risita leve.- Vaya…

Decía después y miraba a Atsushi.

-Luego tendremos que abrazarnos mucho. –Dijo con diversión para coger otro puñado de palomitas, aunque no quedaban demasiadas ya, y la película estaba casi por finalizar. Sintió un leve cosquilleo en su estómago, por culpa de sus últimas palabras, dado que le había dicho que tendrían que abrazarse mucho. Si, era lo que más quería… deseaba abrazarse a su amigo y si podía conseguir mimarle un poco… Quizás era mezquino, pero eso hacía que su corazón se calentase, aunque luego se sentía mal por haberlo hecho. Pero ¿era un mal amigo por querer estar cerca de Murasakibara? Suspiró un poco y se quedó mirando la televisión sin atender mucho a lo que ocurría… ¿estaba bien si le decía al contrario que le quería? Seguramente ni lo entendería.

Quizás otro día, hoy… bueno hoy intentaría terminar la película, recogerían un poco y se irían a dormir, calmaría a Atsushi con abrazos y mimos y disfrutaría de su cercanía. Otro día se disculparía por hacer eso, por aprovecharse de su inocencia,… ese día seguramente le diría algo más que un lo siento, ese día le diría que lo amaba más que a nadie y que pensaba en él como algo más que un amigo. Estaba decidido... pero no hoy, era demasiado pronto ¿verdad?

Observó con atención al más bajo cuando daba su opinión acerca de tener miedo. Por un momento, sus manos habían dejado de coger palomitas y una pequeña sonrisa se formó en su rostro. Siempre le había gustado la manera de pensar que tenía Himuro y el saber que estaba a su lado le reconfortaba. Con él se sentía seguro, aunque claramente su cuerpo era más pequeño que el propio. Pero confiaba tanto en el contrario que sabía que estaba de su lado y eso en parte era una tremenda protección. -De acuerdo. -respondió finalmente y se acomodó mejor en el sofá, dejando que el azabache colocase una manta sobre sus rodillas. Colocó el bol de palomitas en el medio, para que él también pudiese coger y fijó la mirada en la pantalla de la televisión.

Tan pronto como empezó la película, su atención fue atrapada y aunque era consciente de la cercanía de Himuro y escuchaba sus comentarios, era incapaz de reaccionar pues estaba completamente concentrado. Las pantallas tenían ese efecto en él, era como si le hipnotizasen. Cuántas veces le habían regañado sus padres por no estar atento o incluso por dejar de comer hasta que el plato se quedaba frío porque había un montón de imágenes que le distraían. En este caso, hubiese preferido no estar tan atento a la película, pues cada vez que parecía algo, su corazón latía con fuerza y se encogía temeroso. En más de una ocasión, aprovechó la postura de Himuro para apoyar la frente sobre su cabeza y así desviar la mirada y no ver lo que pasaba. Al parecer, su amigo también se asustó pero sólo con algunas cosas, aunque lo sabía disimular mejor y sólo había saltado cuando la música era más alta de lo normal.

Cuando finalmente terminó la película, le costó "volver" a la realidad y agradeció internamente que el contrario hubiese ofrecido su cuarto para dormir porque estaba seguro que le daría un infarto como tuviese que regresar sólo a su habitación. -Murochin... -murmuró, antes de levantarse y dejando a un lado el bol vacío de palomitas. -Antes has dicho que a veces tenías miedo pero no te he visto muy asustado. -Le miró y volvió a sonreír, aunque un poco tímido.- ¿Lo dijiste para que me sintiese mejor? La verdad es que no me importa ser un miedoso si tú estás conmigo para protegerme de ese miedo. -se levantó despacio y ofreció su mano para ayudar al otro a levantarse también. -Aunque ahora me tendrás que aguantar en tu cama. Espero que no te resulte demasiado molesto porque, como dijiste, me quedaré abrazado a ti.

Miró hacia abajo un poco avergonzado. Si estaba junto a su amigo no tenía miedo pero lo que le atemorizaba era el momento en el que las luces se apagasen y su imaginación le hiciese ver fantasmas en las sombras o sus oídos le susurrasen pasos o ruidos extraños. Sin embargo, si sabía que Himuro estaba con él, entonces estaría mucho más tranquilo. Y para eso, tendría que sentirle al lado. Guardó las manos en los bolsillos del pantalón y volvió a mirar al contrario. -No tengo pijama. ¿Te importa si duermo en ropa interior?

Sabía que Atsushi tenía miedo, simplemente por como se pegaba un poco sobre él y como sentía su cuerpo algo más tenso que en otras ocasiones. A Himuro no le molestaba e incluso en alguna ocasión cerró los ojos para sentir al otro más y más cerca de él. ¿Por qué olía tan bien? Era como un olor dulce y delicioso… pensar en eso le hacía sentirse mal, pero bueno, no podía evitarlo. Al final de la película escuchó la voz del más alto y le miró, observando cómo se levantaba, e hizo lo mismo ayudándose de su mano, hasta que le dijo aquello.

-¿Eh? –Quizás no se le había notado, aunque más bien el miedo de Himuro venía por otro lado, no por la película, es decir, el miedo a perder a Atsushi era mayor que los sustos que podían verse en la televisión. Esbozó una sonrisa y acarició su brazo un poco para mirarle fijamente.- No Atsushi, yo también tengo miedo, aunque quizás las películas no me hagan sentir mal o algo así. Y no me molesta aguantarte, si eso fuese molesto no te lo habría ofrecido.

Comentó con suavidad para comenzar a recoger la manta hasta que escuchó lo del pijama. Casi se le cae la tela que estaba a medio doblar y le miró con las mejillas levemente coloreadas, aunque en un par de segundos ese color se disipó.

-Ah, no tengo problema Atsushi, aunque a lo mejor tengo alguna camiseta grande para prestarte si quieres, o podemos ir a tu cuarto a por algo si te sientes incómodo. –No supo por qué pero un nerviosismo recorrió toda su espalda mientras recogía las cosas de forma automática intentando no pensar en ambos en la cama abrazados y al más alto sin apenas ropa. ¡Estaba mal pensar eso! ¿O no? No podía evitarlo pero, llevaba demasiado tiempo colado por él, demasiado. Dejó la manta en su lugar y recogió el bol siendo ayudado por el pelimorado a llevar todo a la pequeña cocina de su cuarto.- Bueno ya está… podemos ir a dormir cuando quieras.

Comentó para mirarle y le esbozó una sonrisa tranquilizadora. Tomó su mano y acarició el dorso de ésta con su pulgar, haciendo leves círculos.

-No pasará nada ¿vale? Si tienes miedo puedes despertarme, no me importa. –Añadió, quizás insistente, pero no quería que el contrario lo pasase mal. Al volver a la sala recogió lo de las películas para dejarlo todo más o menos bien y luego se encaminó hacia su cuarto para abrir la puerta y mirar al otro, con un ligero rubor le sonrió y terminó por entrar y dejar la puerta abierta para que el más alto le siguiese. Él solía dormir con unos pantalones de algodón de un color liso y una camiseta ancha, a veces con algún dibujo raro y otras era de dos colores. Pero antes de ponerse el pijama comenzó a rebuscar.- Quizás tenga alguna prenda grande…

Lo dudaba bastante, pero de igual modo abrió los cajones para mirar a ver si tenía algo, más que nada por si el otro se sentía incómodo… y para evitar el sobarle demasiado, aunque bueno, siempre podía poner la excusa de que era por calmar sus miedos ¿verdad? Frustrado por sus pensamientos y por no encontrar una prenda le miró.

-Es que… eres muy grande Atsushi. –Sonrió y cogió uno de sus pijamas para ver si la camiseta podría valerle. Se lo puso por encima y vio que no. Torció el gesto.- O yo soy muy pequeño.

Comentó con algo de diversión y soltó una leve risa. Tras eso negó un poco y decidió que lo mejor era cambiarse e intentar evitar el mirar al otro o tocarle demasiado… no estaba bien aprovecharse de nadie ¿verdad?

-¿Qué lado de la cama prefieres? Mira puedes pegarte a la pared y yo me quedo aquí, así seré tu escudo. –Se quitó la camiseta quedándose desnudo de cintura para arriba y le sonrió.- Oh… sabes qué, el próximo día puedes traer un pijama aquí y yo llevaré uno a tu cuarto, así, si nos quedamos a dormir tendremos pijama de repuesto ¿vale? Aunque no me importa que duermas… en ropa interior.

Murmuró para con un gesto algo más pudoroso, pero solo por lo que acababa de decir, se retiró el pantalón y se puso el pijama por fin. Se sentó en la cama y esperó a que el más alto decidiese dónde ponerse y también evitó mirar directamente al contrario mientras se desvestía, solo porque… seguramente no podría evitar mirar su entrepierna, y no quería ser descarado.

Valoró la opción de regresar a su habitación para coger un pijama, pero la idea de salir a esas horas, de noche y caminando por unos pasillos que estaban en un completo silencio no le inspiraba ninguna confianza. Hizo una mueca de disgusto después de que Himuro formulase esa opción. -Es obligatorio... -respondió y agradeció que el moreno tuviese más ideas. Aunque a él no le molestaba quedarse en ropa interior. Total, sólo iban a dormir y no había nadie más por allí aparte de Himuro, por lo que no le daba vergüenza. Sin embargo, parecía que al otro le incomodaba y eso le hizo pensar si tal vez él no estaba siendo un poco caprichoso.

Caminó detrás de él hasta llegar al dormitorio y esperó a que el más bajo rebuscase en los cajones. -Puedo ponerme la camisa del uniforme, pero mañana la necesitaré y seguramente acabe arrugada. -añadió, tratando de encontrar también soluciones. Quién iba a decirle que un maldito pijama le diese tantos quebraderos de cabeza. Observó la camiseta que le tendía el moreno y movió la cabeza hacia los lados, sabiendo de un vistazo que le quedaría pequeña. -Es incómodo dormir con cosas apretadas. -comentó y rió un poco al escuchar el siguiente comentario. -No creo que Murochin sea pequeño, más bien creo que está perfecto. -colocó sus manos sobre las del moreno, aprovechando que éste estaba sujetando la camiseta y le miró fijamente para después sonreír. -Humm, incluso me atrevería a decir que estás mucho mejor que cualquier chica.

Aunque pudiese parecer que estaba provocando al contrario, en realidad estaba siendo sincero y decía lo que pensaba. No tenía ningún reparo en contarle a Himuro lo que pasaba por su cabeza. Tenía la suficiente confianza para decir esas cosas y de vez en cuando le gustaba demostrar que su amigo era alguien muy importante para él. Se hizo a un lado, dejando espacio para que ambos pudiesen cambiarse y miró un momento la cama, después de quitarse la camiseta. -Me parece bien, pero tendrás que protegerme muy bien de los monstruos eh... -bromeó y desabrochó su pantalón para quitárselo. -Cuando vaya a mi habitación mañana cogeré el pijama para que no se me olvide. -dijo mientras se sentaba en la cama al lado del contrario. -¿Seguro que estás bien? Si te da vergüenza... bueno, al apagar la luz no se verá nada. -añadió y se tumbó en el lado de la pared. -No quiero que estés incómodo, Murochin. -murmuró y le miró un poco avergonzado. Por mucho que el otro hubiese asegurado que no pasaba nada, sentía que estaba abusando de su hospitalidad.

-Murochin, mañana te haré galletas. -colocó una mano sobre su cintura. -Me gusta más comer que cocinar pero, quiero hacerte un regalo. -le miró serio desde donde estaba y sintiendo como los párpados le pesaban a causa del sueño y del cansancio. -O si quieres otra cosa, pídemela.

Murasakibara era tan tierno que la verdad le costaba no abrazarle y quedarse pegado a su cuerpo para toda la eternidad. No podía evitar el mirarle de reojo observando su cuerpo, que tantas veces había visto en las duchas, cambiándose,… pero ahora era diferente, siempre era diferente cuando estaban los dos solos. Estaba poniéndose el pijama cuando el contrario dijo que él era perfecto y que era mejor que cualquier chica, le hizo sonrojarse.

-Gracias Atsushi. –Esbozó una sonrisa suave y desvió su mirada de nuevo para terminar de ponerse su pijama que constaba de un pantalón largo y una camiseta, todo de algodón, cómodo y en tonos suaves, sin apenas dibujos raros o algo parecido. Le vio entrar en la cama y sonrió divertido ante sus cosas.- Tranquilo, no es vergüenza Atsushi, es por si tenías frío o algo así, y no te preocupes te protegeré muy bien.

Una vez que el más grande se había colocado en el interior él entró también y le miró con cariño, acarició un poco su mejilla, sobre todo porque tenía el cabello algo revuelto y en medio, no le dejaba ver su cara. Escuchó lo de las galletas y volvió a sonreír.

-Las galletas estarán bien, Atsushi, si cocinas algo así lo comeré encantado. –Observó sus párpados cerrarse y volvió a acariciar su mejilla, a punto estuvo de decirle que quería un beso en sus labios, que le quería a él bañado en chocolate, o mil cosas más en relación a ellos dos… pero no, no dijo nada, porque decir aquello sería peligroso. Entrecerró sus ojos y se acercó un poco al contrario, el calor que desprendía era demasiado delicioso, se sentía bien y eso le gustó. Con dulzura acarició ahora su brazo.- Buenas noches Atsushi… descansa.

Esperó un poco, deseando que se durmiese rápido, porque la verdad él quería hacer algo… necesitaba besar sus labios. Así que por varios minutos se mantuvo despierto hasta que supo que el contrario dormía, o al menos así lo supuso. Con suavidad besó sus labios por un instante, apenas un leve roce, pues no quería despertarle ni tampoco aprovecharse de él ni nada por el estilo. Bajó su rostro avergonzado por su acción, pero es que era demasiado lindo como para no hacerlo, soltó un suspiro y apoyó su frente contra el pecho, cerró los ojos e intentó dormir. Él pensaba que le costaría, pero al final… el sueño pudo con él y se quedó dormido casi al momento, abrazado al más grande.

Tan pronto como sus ojos se cerraron, se rindió completamente al sueño. A pesar de que antes había afirmado tener miedo de la película que acaban de ver, sentir a Himuro tan cerca le reconfortaba y eso hizo que ni se acordase de la película, ni de fantasmas, ni de los sospechosos ruidos que hacen los muebles durante la noche. Abrazó un poco al moreno, más dormido que despierto y en apenas un parpadeo se hizo de día. No fue el rayo de sol que se filtró por la persiana ni los ladridos de un perro a lo lejos lo que le despertó, sino su estómago vacío.

Abrió los ojos despacio y un tanto somnoliento, debatiéndose entre el quedarse un rato más remoloneando bajo las sábanas o tomar un buen desayuno para no sentir ese vacío en las tripas. Lo primero que vio fue la figura de Himuro abrazado a él y eso le arrancó una sonrisa. La verdad es que era lindo verle así, dormido y completamente vulnerable. Acarició suavemente su cabello y despacio, se deshizo de su abrazo y se las apañó para salir de la cama, poniendo especial cuidado en no despertar a su amigo.

Antes de salir del dormitorio, cogió su ropa y se vistió. Miró de reojo un momento hacia la cama y luego sonrió al tener una idea. Podía aprovechar que Himuro estaba dormido para hacerle el desayuno, así podría agradecerle de una manera más decente el haberle acogido durante esa noche. Fue hacia la cocina en silencio y abrió la nevera a ver que podía utilizar. Lo bueno de los desayunos es que no se necesitaba cocinar, así que le bastó con cortar un poco de pan para hacer tostadas y dejar unos cereales en un bol. También preparó café. No estaba seguro de si el contrario tomaba café por la mañana pero si no era el caso se podía dejar preparado para luego. Observó un momento el reloj e hizo una mueca. Dentro de una hora empezaban las clases... ¡Vaya pereza!

Puso la mesa rápidamente con un par de platitos y las tazas para el café, o el chocolate o la leche o lo que quiera que se fuese a desayunar. También dejó los cereales y sacó las tostadas de la tostadora. -Au... -protestó al quemarse con la última tostada y hasta hizo un poco de "malabares" para que no se le cayese al suelo. -Por eso no me gusta la cocina... -murmuró, soltando la tostada encima del plato y lamiéndose el dedo que estaba un poco rojo.

No había notado nada en la noche, el calor que desprendía el más grande era totalmente reconfortante y además su respiración y el latir pausado y tranquilo de su corazón era relajante a más no poder. No sintió tampoco cuando el sol comenzó a acariciar los cristales del cuarto, ni cuando Atsushi se despertó para ir a preparar el desayuno. Pasó suficiente tiempo en la cama como para no enterarse del jaleo en la cocina hasta que escuchó el quejido del más alto. Parpadeó un poco confuso y se removió bajo las sábanas. Notó que estaba solo y terminó por abrir del todo sus ojos.

-¿Atsushi? –Se incorporó despacio y notó el hueco que había dejado, aún permanecía un poco de su calor. Bajó la mano y acarició la zona donde aquel grandote había pasado la noche y no pudo evitar el sonreír ante la sensación tibia. ¿Por qué se sentía tan idiota? Su corazón latió rápido y sus mejillas se ruborizaron levemente. No podía estar pensando en eso, tendría que decirle algún día que le quería, pero tenía tanto miedo por si… se enfadaba o le dejaba de hablar. Eso le aterraba. Perder su amistad con Atsushi, el estar con él continuamente y verle sonreír, comer e incluso hablar pausadamente o jugar al baloncesto… perder eso sería lo último. Soltó un largo suspiro y trató de serenarse. Todas las mañanas era igual, todas las mañanas temía por su amistad y relación con el pelimorado, todas y cada una de ellas se decía que era mejor no hacer nada y que debía de “desenamorarse” de él por completo.- Tatsuya eres un completo idiota.

Se dijo a si mismo y terminó por levantarse de la cama, se estiró un poco y notó un olor a pan tostado que hizo que su estómago rugiese. Al parecer también tenía hambre. Caminó con calma y tranquilidad hasta que vio la mesa puesta y todo colocado, eso le hizo sonreír y buscó a Atsushi, al cual vio con el dedo dentro de la boca.

-Buenos días. –Miró al contrario y entonces se fijó en el dedo de éste y se acercó.- Atsushi, ¿qué ha pasado?

Tomó su mano con cuidado y observó aquel dígito rojizo. Tiró de él con un leve “ven” y le llevó a la pila de la cocina donde abrió el grifo del agua fría y la tocó para luego meter el dedo del más grande murmurando un “tienes que tener cuidado Atsushi”. Con mimo y delicadeza secó aquel dedo viendo como aquella zona parecía mejorar con el frío del agua, tras eso se volvió al contrario y le dedicó una sonrisa.

-Gracias por preparar el desayuno, Atsushi. –No pudo evitar pensar que era como si fuesen pareja con ese tipo de detalles y tampoco pudo evitar el subir la diestra y acariciar la mejilla del contrario de forma dulce, hasta que se dio cuenta que quizás no era el mejor gesto de todos. Detuvo la caricia y bajó su mano sin ser brusco, solo para no molestar al más alto o que pensase que era raro… aunque seguro que ya lo pensaba. Se movió para no tenerle frente a él y hacer algo que no debiese como lanzarse a su cuello y besar su boca.- Vamos a desayunar, hay que ir a clase y tienes que pasar por tu cuarto a ponerte ropa y ducharte si quieres.

Se desvió hacia la mesa para sentarse y ponerse a desayunar. Era mejor no actuar tan cariñoso junto a él, así que seguramente tendría que empezar a separarse un poco del contrario, porque… ¿por qué? Bueno, pues porque no quería perderle. Dejó de pensar en eso y comenzó a desayunar tomando café y tostadas.

-¡Está riquísimo! ¡Gracias Atsushi! –Sonrió feliz y siguió con su desayuno hasta que los dos terminaron, recogieron rápido y despidió al pelimorado para verle luego en clase, en 30 minutos volverían a verse.