Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
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Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
Medio, o del todo, cierto es que era una un cretino, la peor clase de ellos… Últimamente había estado tan fuera de mi órbita, tan profundamente retraído y preocupado por hallar nuevas maneras de sentirme miserable; que había dejado de lado las cosas realmente importantes.
-No puedo seguir así…
Me reproché a mi mismo mientras observaba el techo de la sala; mi cuerpo se encontraba destartalado sobre el sofá, desparramando mis extremidades por fuera, mi cabeza colgaba del respaldar donde mis brazos se extendían hacia ambos costados, abarcando prácticamente toda la longitud del mueble, en mi mano izquierda se balanceaba una lata de cerveza recién terminada.
¿Qué hacía tomando cerveza a las siete de la mañana? Está bien que la noche anterior había sido dura y no había dormido por organizar una mesa de Póker en casa, como anfitrión no había tenido la mejor de las suertes, pero aún así no había perdido las cantidades exorbitantes que acostumbraba en mis malas rachas.
¿Qué estoy haciendo?
Realmente me encontré afligido al contemplar el desastre que era mi casa en ese momento.
No quiero estar aquí…
¿De nuevo intentaría escapar? Ya había comprobado de todas las maneras posibles que huir no era una alternativa viable; igual no quería estar en ese chiquero sintiéndome más lamentable y patético de lo que ya me sentía.
Como pude tomé impulso desde el sofá, encesté la lata de cerveza hacia el canasto de basura que se encontraba en el otro extremo de la sala y me apresuré a darme una ducha; de la nada una nueva resolución había obrado en mi, permitiéndome sacar energías de donde no las poseía. Como fuera tenía que levantar cabeza y seguir adelante o acabaría convirtiéndome en alguien despreciable para Ella. ¿Por qué estaba ella de nuevo allí jodiendo mi psique? ¿Por qué tenía que revolotear en mi inconsciente dinamitando mi buen juicio? Asqueado con el rumbo que estaban tomando mis pensamientos cerré por completo la llave de paso del agua caliente y por un rato permanecía inmóvil bajo la lluvia de agua fría.
De alguna manera fue bastante efectivo, ahora estaba más calmado y podía centrarme en mi entorno.
Cuando comencé a pensar en todas las cosas que había dejado de lado estos largos meses un profundo aguijonazo de culpa me atravesó el pecho. De pronto solo pude pensar en Larr y la banda, mis amigos y aquellas cosas que habían devuelto la cordura a mi mundo en crisis, aquellas personas y momentos que me habían evitado hundirme en mi propia miseria y acabar enloqueciendo… A todos ellos les había fallado y no me extrañaría que ahora me volvieran la espalda, pero de alguna manera necesitaba resarcirme de los errores que había acabado cometiendo sin darme cuenta, al caer en este aislamiento, producto de no poder compartir jamás con nadie la profunda agonía que me atormentaba a causa de aquellos tórridos sentimientos que me llevaría a la tumba.
Sin estar muy seguro de cómo encarar la situación, atiné a enviarle un mensaje a Larr, como primera medida, para advertirle que iba hacia su casa en este momento.
No me preocupé por dejar el piso hecho un caos, lo único que tenía en mente en aquel momento era centrarme en las personas importantes de mi vida que ya habían sido injustamente postergadas.
Larr fue el primero que vino a mi mente, no es como si solo fuera a la única persona que podía considerar mi verdadero amigo, sino que también era alguien por quien sentía una profunda empatía, todo su sufrimiento y la carga que llevaba a cuestas, el profundo dolor que lo laceraba y constantemente lo mantenía caminando la delgada línea entre la vida y la muerte, esa manía recurrente de ceder ante sus impulsos auto-destructivos; todo en él siempre me había empujado a comprenderlo y aceptarlo de la misma manera en que él lo hacía conmigo y mis silencios…
Soy la peor clase de tipo…
Definitivamente tenía que torcer el actual rumbo de mi vida y reenfocarme en las cosas y personas que me hacían bien y a quienes yo podía hacerles bien, no había chance de volver a dar un paso al costado. A partir de hoy resolvería vivir sin volver a esquivar las cosas buenas o malas, abrazaría el dolor que me mantenía vivo y la alegría que me mantenía cuerdo. No había más alternativas que esas, en soledad únicamente conseguiría hundirme.
Con la cabeza más clara y mis ideas ordenadas cerré la puerta del departamento y bajé hacia el estacionamiento donde dejaba mi Harley Iron 883, una de las pocas cosas materiales a las que le tenía estima. Pillé el casco y conduje tan veloz como pude en dirección a casa de Larrence. En el camino me detuve a comprar café y pasteles; mis últimos hábitos me habrían dictado que llevara un cajón de cervezas; pero definitivamente no era lo que mi amigo y yo necesitaríamos aquella mañana, de manera que opté por un plan más saludable (al menos por la mañana), para cambiar el chip del estilo de vida que me había impuesto durante los meses anteriores.
En menos de media hora atravesé la distancia urbana que separaba mi hogar de mi destino actual. Al llegar me dirigí hacia la entrada y sin siquiera quitarme el casco llamé al timbre dos veces seguidas y luego añadí un timbrazo aislado para comunicar codificadamente que se trataba de mi mientras aguardaba a que el chico al otro lado de la puerta me abriera.
Cuando pasaron unos minutos y él seguía sin atender la puerta, volví a llamar. Estaba claro que estaba adentro porque podía escuchar el televisor encendido al otro lado, sin embargo no obtuve respuesta.
De pronto palidecí completamente embargado por una sensación de desasosiego. Cientos de imágenes tétricas me cruzaron la cabeza mientras me imaginaba a mi amigo tendido en el suelo de la casa, herido o colapsado.
-¡LARR! –Sin mediar opciones más juiciosas, tomé impulso y me arrojé contra la puerta, derribándola en el primer intento. Levanté la cabeza y lo siguiente que escuché fue un grito agudo y desesperado, pronto mis sentidos se acomodaron revelando una estancia bastante distinta de la que recordaba; tonos pasteles, fotografías familiares, decoraciones de cristal y adornos de cerámica que poblaban íntegramente el recinto, lo siguiente que vi fue a una encorvada y furiosa anciana que me apuntaba con un bastón mientras “corría” hacia mi.
De nuevo toda mi vida me pasó por delante, imaginaba los titulares de todos los periódicos de Idarion y Grecia sentenciando que el heredero de los Chrysomallis era un sátiro acosador de abuelas. Afortunadamente era mayor de edad o mis padres podrían enviarme a un monasterio por algo como esto.
Como sea, en medio de la confusión, intenté explicarme mientras me caían bastonazos implacables en la espalda. Para mis adentros maldije a toda la asquerosa arquitectura contemporánea que se había empecinado en hacer tres entradas seguidas y prácticamente idénticas entre ellas. Internamente también agradecía no haberme quitado el casco, si no conseguía aclarar las cosas podía huir como una rata y fingir que esto jamás sucedió , además de que me estaba librando de unas buenas contusiones en la cabeza. Aún de cuclillas en el suelo alcanzo a distinguir, por el rabillo del ojo, la figura de Larrence pasando despreocupado por la puerta con una rosquilla en la boca, como si aquí estuvieran dando la misa del domingo.
-¡Larr!
Clamé a viva voz, casi como un reflejo, sin darme cuenta de la estupidez que acababa de cometer.
-No puedo seguir así…
Me reproché a mi mismo mientras observaba el techo de la sala; mi cuerpo se encontraba destartalado sobre el sofá, desparramando mis extremidades por fuera, mi cabeza colgaba del respaldar donde mis brazos se extendían hacia ambos costados, abarcando prácticamente toda la longitud del mueble, en mi mano izquierda se balanceaba una lata de cerveza recién terminada.
¿Qué hacía tomando cerveza a las siete de la mañana? Está bien que la noche anterior había sido dura y no había dormido por organizar una mesa de Póker en casa, como anfitrión no había tenido la mejor de las suertes, pero aún así no había perdido las cantidades exorbitantes que acostumbraba en mis malas rachas.
¿Qué estoy haciendo?
Realmente me encontré afligido al contemplar el desastre que era mi casa en ese momento.
No quiero estar aquí…
¿De nuevo intentaría escapar? Ya había comprobado de todas las maneras posibles que huir no era una alternativa viable; igual no quería estar en ese chiquero sintiéndome más lamentable y patético de lo que ya me sentía.
Como pude tomé impulso desde el sofá, encesté la lata de cerveza hacia el canasto de basura que se encontraba en el otro extremo de la sala y me apresuré a darme una ducha; de la nada una nueva resolución había obrado en mi, permitiéndome sacar energías de donde no las poseía. Como fuera tenía que levantar cabeza y seguir adelante o acabaría convirtiéndome en alguien despreciable para Ella. ¿Por qué estaba ella de nuevo allí jodiendo mi psique? ¿Por qué tenía que revolotear en mi inconsciente dinamitando mi buen juicio? Asqueado con el rumbo que estaban tomando mis pensamientos cerré por completo la llave de paso del agua caliente y por un rato permanecía inmóvil bajo la lluvia de agua fría.
De alguna manera fue bastante efectivo, ahora estaba más calmado y podía centrarme en mi entorno.
Cuando comencé a pensar en todas las cosas que había dejado de lado estos largos meses un profundo aguijonazo de culpa me atravesó el pecho. De pronto solo pude pensar en Larr y la banda, mis amigos y aquellas cosas que habían devuelto la cordura a mi mundo en crisis, aquellas personas y momentos que me habían evitado hundirme en mi propia miseria y acabar enloqueciendo… A todos ellos les había fallado y no me extrañaría que ahora me volvieran la espalda, pero de alguna manera necesitaba resarcirme de los errores que había acabado cometiendo sin darme cuenta, al caer en este aislamiento, producto de no poder compartir jamás con nadie la profunda agonía que me atormentaba a causa de aquellos tórridos sentimientos que me llevaría a la tumba.
Sin estar muy seguro de cómo encarar la situación, atiné a enviarle un mensaje a Larr, como primera medida, para advertirle que iba hacia su casa en este momento.
No me preocupé por dejar el piso hecho un caos, lo único que tenía en mente en aquel momento era centrarme en las personas importantes de mi vida que ya habían sido injustamente postergadas.
Larr fue el primero que vino a mi mente, no es como si solo fuera a la única persona que podía considerar mi verdadero amigo, sino que también era alguien por quien sentía una profunda empatía, todo su sufrimiento y la carga que llevaba a cuestas, el profundo dolor que lo laceraba y constantemente lo mantenía caminando la delgada línea entre la vida y la muerte, esa manía recurrente de ceder ante sus impulsos auto-destructivos; todo en él siempre me había empujado a comprenderlo y aceptarlo de la misma manera en que él lo hacía conmigo y mis silencios…
Soy la peor clase de tipo…
Definitivamente tenía que torcer el actual rumbo de mi vida y reenfocarme en las cosas y personas que me hacían bien y a quienes yo podía hacerles bien, no había chance de volver a dar un paso al costado. A partir de hoy resolvería vivir sin volver a esquivar las cosas buenas o malas, abrazaría el dolor que me mantenía vivo y la alegría que me mantenía cuerdo. No había más alternativas que esas, en soledad únicamente conseguiría hundirme.
Con la cabeza más clara y mis ideas ordenadas cerré la puerta del departamento y bajé hacia el estacionamiento donde dejaba mi Harley Iron 883, una de las pocas cosas materiales a las que le tenía estima. Pillé el casco y conduje tan veloz como pude en dirección a casa de Larrence. En el camino me detuve a comprar café y pasteles; mis últimos hábitos me habrían dictado que llevara un cajón de cervezas; pero definitivamente no era lo que mi amigo y yo necesitaríamos aquella mañana, de manera que opté por un plan más saludable (al menos por la mañana), para cambiar el chip del estilo de vida que me había impuesto durante los meses anteriores.
En menos de media hora atravesé la distancia urbana que separaba mi hogar de mi destino actual. Al llegar me dirigí hacia la entrada y sin siquiera quitarme el casco llamé al timbre dos veces seguidas y luego añadí un timbrazo aislado para comunicar codificadamente que se trataba de mi mientras aguardaba a que el chico al otro lado de la puerta me abriera.
Cuando pasaron unos minutos y él seguía sin atender la puerta, volví a llamar. Estaba claro que estaba adentro porque podía escuchar el televisor encendido al otro lado, sin embargo no obtuve respuesta.
De pronto palidecí completamente embargado por una sensación de desasosiego. Cientos de imágenes tétricas me cruzaron la cabeza mientras me imaginaba a mi amigo tendido en el suelo de la casa, herido o colapsado.
-¡LARR! –Sin mediar opciones más juiciosas, tomé impulso y me arrojé contra la puerta, derribándola en el primer intento. Levanté la cabeza y lo siguiente que escuché fue un grito agudo y desesperado, pronto mis sentidos se acomodaron revelando una estancia bastante distinta de la que recordaba; tonos pasteles, fotografías familiares, decoraciones de cristal y adornos de cerámica que poblaban íntegramente el recinto, lo siguiente que vi fue a una encorvada y furiosa anciana que me apuntaba con un bastón mientras “corría” hacia mi.
De nuevo toda mi vida me pasó por delante, imaginaba los titulares de todos los periódicos de Idarion y Grecia sentenciando que el heredero de los Chrysomallis era un sátiro acosador de abuelas. Afortunadamente era mayor de edad o mis padres podrían enviarme a un monasterio por algo como esto.
Como sea, en medio de la confusión, intenté explicarme mientras me caían bastonazos implacables en la espalda. Para mis adentros maldije a toda la asquerosa arquitectura contemporánea que se había empecinado en hacer tres entradas seguidas y prácticamente idénticas entre ellas. Internamente también agradecía no haberme quitado el casco, si no conseguía aclarar las cosas podía huir como una rata y fingir que esto jamás sucedió , además de que me estaba librando de unas buenas contusiones en la cabeza. Aún de cuclillas en el suelo alcanzo a distinguir, por el rabillo del ojo, la figura de Larrence pasando despreocupado por la puerta con una rosquilla en la boca, como si aquí estuvieran dando la misa del domingo.
-¡Larr!
Clamé a viva voz, casi como un reflejo, sin darme cuenta de la estupidez que acababa de cometer.
Lyssandro Chrysomallis
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Re: Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
¿Qué...? ¡Agh! ¿Quién demonios está despierto a estas horas? —Musitó adormilado mientras se levantaba en la cama y abría con dificultad sus verdosos ojos. Una de sus manos atinó el teléfono y, pasando la otra mano por sus verdosas hebras intentó ver con claridad lo que ahí estaba escrito... ¡Espera! ¿Acaso estaba soñando? ¡Ese era un mensaje de Lyssandro! ¿Y decía que iba a ir a visitarlo? ¿A las siete de la mañana? Gruñó en bajo y dejó caer el celular en la cama— No sueñes... —Cerró sus ojos, de nuevo, abrazándose al cojín mientras se proponía volver a dormir... ¡Era su día libre! ¿De verdad esperaba que fuera a aceptar así como así bajar de la cama como un gallo? Además, por fin había logrado dormir sin ser molestado por las llamadas de los productores y sin ningún otro motivo de por medio... ¿Y van y lo molestan? ¿Sin siquiera pensar en la maldita hora?
Lyssandro...
Levantó de golpe su cabeza, abriendo los ojos de par en par y volvió a asegurarse que lo que había leído no era fruto del sueño... ¿Lyssandro? ¿¡De verdad!? ¿Ese Lyssandro? ¿Ahora? ¿Por qué? ¡No, no, no, no, no! ¡No estaba de acuerdo! Y se habría vuelto a tirar en la cama si no fuera porque sabía que iba a venir... Y que haría alguna tontería si no le abría... ¡Siquiera quería verle!— ¡Ahhh! —Suspiró de frustración, despeinando su ya de por si desordenado cabello y, con la más grande pereza del mundo se levantó de la cama, quedando solo con unos holgados pantalones blancos que usaba como pijama y, en un bostezo perezoso comenzó a pasear por la casa. En la sala de estar encendió la televisión para matar el silencio y viajó hasta la cocina para buscar algo que pudiera desayunar... ¡Pero no había nada! Y solo entonces recordó que el día anterior no había podido ir al supermercado a comprar... ¡Genial! Se lo pensó unos segundos... ¿Ahora que podría hacer? Lo único que se le ocurría era ir a comprar algo y, con suerte Lyssandro no encontraría a nadie a casa.
¿Estaba intentando escapar de él? Realmente no, solo que... Solo que... A esas alturas no tenía el derecho de ir a buscarle, ese pelirrubio hacía parte del pasado y él no quería tener que volver a tener relaciones con este, por causas obvias de alguna forma: Había logrado encontrar una extraña estabilidad en aquél nuevo grupo suyo, de alguna forma había logrado calmarse, había logrado dejar de frustrarse e incluso de ponerle fin a su vida... ¡No quería que ahora alguien del pasado se le apareciera y le hiciera recordarlo todo! ¡Mucho menos un traidor! Cerró la nevera y fue en dirección al baño donde se dio una rápida ducha y, tras poco más de veinte minutos ya estaba vestido y listo para salir. Apagó la televisión y, tras salir de su departamento y cerrar a llave, la hizo saltar un rato en su mano antes de meterla en su bolsillo y simplemente dirigirse a uno de los supermercados cercanos a su casa. tampoco había necesidad de ir tan lejos... Después de todo su idea no era la de pasar todo el día fuera... Solo que Lyssandro llegara, no le encontrara en casa y se fuera ¡Simple y efectivo!
Que gran error pensar eso...
¿Pero como iba a esperar él que hiciera semejante tontería? ¡No había forma! Al considerar que había pasado suficiente tiempo fuera, decidió volver, cargando con una bolsa de las compras y, tras abrir una bolsa de rosquilletas llevar una de ellas a su boca, dándole un muerdo mientras volvía hacia su piso en una despreocupada actitud, tarareando en bajo una canción... ¿Lo que había comprado? Realmente solo lo básico: harina, aceite, azúcar, sal y algún que otro postre por si se le antojaba, cosa bastante peculiar pero posible y... ¿Qué más había? ¡Ah, cierto! Una botella de agua, unos refrescos y alguna que otra fruta, cosas que al momento se le había antojado... Pero... ¿Qué era eso? ¿Acababa de escuchar el grito de su vecina? Quizás... Pretendió pasar delante de aquella puerta como si nada, realmente... Quizás debería ayudar a la señora, pero, esa viejita era genial con su bastón y sabía protegerse a la perfección, él mismo la había visto en acción y aun así, aquél repentino grito le hizo parar de golpe y desviar su mirada hacia el chico con casco... ¿Qué?
Sacó la rosquilla de la boca y tras tragar dio unos pasos al frente— ¿Señora Emily, necesita ayuda? —Inquirió, algo desconcertado mientras se inclinaba un poco para ver mejor al ladrón. No, no había reconocido su voz y, a pesar de que Larrence O'Brian era un tipo que nunca decía hola, adiós o gracias, eso no le impedía intentar ser amable con su vecina... Eso era todo.— ¡Larrence! Este ladrón se atrevió a derribar mi puerta! ¡¡Los jóvenes de hoy día no tienen respeto por sus mayores!! ¡¡Llamad a la policía!! —A pesar de todo no lograba distinguir quién pudiera ser... Quizás... Entrecerró sus ojos con desdén y, a pesar de que se acercó a la abuelita y sujetó del bastón para que dejara de golpearle, desvió una mirada cargada de recelo al otro— ¿Lyssandro? Te metes en terribles líos... De verdad... —¡No había forma! ¿Qué se hacía con ese chico ahora?— ¿Es amigo tuyo? ¡No puedo creer que conozcas personas tan violentas! ¿Pero y mi puerta? —Bajó el bastón y fijó sus cansados ojos en el otro. Larrence por su parte se agachó y, sujetando al otro por el brazo tiró de él hasta que se incorporara— Es un viejo conocido... Pero no se preocupe, él se ocupará de dejar su puerta como nueva... Ya que es su culpa —Sonrió hacia el otro, totalmente mezquino y, apretó suavemente su brazo en venganza... ¡Ahora trabajaría como un caballo!— Me alegro, me alegro... El que no trabaja no come —Dicho eso la anciana señora volvió a entrar en la habitación y él, simplemente soltó al otro tras colocar uno de sus mechones detrás de su oreja y se dispuso a salir, así, sin más.
Lyssandro...
Levantó de golpe su cabeza, abriendo los ojos de par en par y volvió a asegurarse que lo que había leído no era fruto del sueño... ¿Lyssandro? ¿¡De verdad!? ¿Ese Lyssandro? ¿Ahora? ¿Por qué? ¡No, no, no, no, no! ¡No estaba de acuerdo! Y se habría vuelto a tirar en la cama si no fuera porque sabía que iba a venir... Y que haría alguna tontería si no le abría... ¡Siquiera quería verle!— ¡Ahhh! —Suspiró de frustración, despeinando su ya de por si desordenado cabello y, con la más grande pereza del mundo se levantó de la cama, quedando solo con unos holgados pantalones blancos que usaba como pijama y, en un bostezo perezoso comenzó a pasear por la casa. En la sala de estar encendió la televisión para matar el silencio y viajó hasta la cocina para buscar algo que pudiera desayunar... ¡Pero no había nada! Y solo entonces recordó que el día anterior no había podido ir al supermercado a comprar... ¡Genial! Se lo pensó unos segundos... ¿Ahora que podría hacer? Lo único que se le ocurría era ir a comprar algo y, con suerte Lyssandro no encontraría a nadie a casa.
¿Estaba intentando escapar de él? Realmente no, solo que... Solo que... A esas alturas no tenía el derecho de ir a buscarle, ese pelirrubio hacía parte del pasado y él no quería tener que volver a tener relaciones con este, por causas obvias de alguna forma: Había logrado encontrar una extraña estabilidad en aquél nuevo grupo suyo, de alguna forma había logrado calmarse, había logrado dejar de frustrarse e incluso de ponerle fin a su vida... ¡No quería que ahora alguien del pasado se le apareciera y le hiciera recordarlo todo! ¡Mucho menos un traidor! Cerró la nevera y fue en dirección al baño donde se dio una rápida ducha y, tras poco más de veinte minutos ya estaba vestido y listo para salir. Apagó la televisión y, tras salir de su departamento y cerrar a llave, la hizo saltar un rato en su mano antes de meterla en su bolsillo y simplemente dirigirse a uno de los supermercados cercanos a su casa. tampoco había necesidad de ir tan lejos... Después de todo su idea no era la de pasar todo el día fuera... Solo que Lyssandro llegara, no le encontrara en casa y se fuera ¡Simple y efectivo!
Que gran error pensar eso...
¿Pero como iba a esperar él que hiciera semejante tontería? ¡No había forma! Al considerar que había pasado suficiente tiempo fuera, decidió volver, cargando con una bolsa de las compras y, tras abrir una bolsa de rosquilletas llevar una de ellas a su boca, dándole un muerdo mientras volvía hacia su piso en una despreocupada actitud, tarareando en bajo una canción... ¿Lo que había comprado? Realmente solo lo básico: harina, aceite, azúcar, sal y algún que otro postre por si se le antojaba, cosa bastante peculiar pero posible y... ¿Qué más había? ¡Ah, cierto! Una botella de agua, unos refrescos y alguna que otra fruta, cosas que al momento se le había antojado... Pero... ¿Qué era eso? ¿Acababa de escuchar el grito de su vecina? Quizás... Pretendió pasar delante de aquella puerta como si nada, realmente... Quizás debería ayudar a la señora, pero, esa viejita era genial con su bastón y sabía protegerse a la perfección, él mismo la había visto en acción y aun así, aquél repentino grito le hizo parar de golpe y desviar su mirada hacia el chico con casco... ¿Qué?
Sacó la rosquilla de la boca y tras tragar dio unos pasos al frente— ¿Señora Emily, necesita ayuda? —Inquirió, algo desconcertado mientras se inclinaba un poco para ver mejor al ladrón. No, no había reconocido su voz y, a pesar de que Larrence O'Brian era un tipo que nunca decía hola, adiós o gracias, eso no le impedía intentar ser amable con su vecina... Eso era todo.— ¡Larrence! Este ladrón se atrevió a derribar mi puerta! ¡¡Los jóvenes de hoy día no tienen respeto por sus mayores!! ¡¡Llamad a la policía!! —A pesar de todo no lograba distinguir quién pudiera ser... Quizás... Entrecerró sus ojos con desdén y, a pesar de que se acercó a la abuelita y sujetó del bastón para que dejara de golpearle, desvió una mirada cargada de recelo al otro— ¿Lyssandro? Te metes en terribles líos... De verdad... —¡No había forma! ¿Qué se hacía con ese chico ahora?— ¿Es amigo tuyo? ¡No puedo creer que conozcas personas tan violentas! ¿Pero y mi puerta? —Bajó el bastón y fijó sus cansados ojos en el otro. Larrence por su parte se agachó y, sujetando al otro por el brazo tiró de él hasta que se incorporara— Es un viejo conocido... Pero no se preocupe, él se ocupará de dejar su puerta como nueva... Ya que es su culpa —Sonrió hacia el otro, totalmente mezquino y, apretó suavemente su brazo en venganza... ¡Ahora trabajaría como un caballo!— Me alegro, me alegro... El que no trabaja no come —Dicho eso la anciana señora volvió a entrar en la habitación y él, simplemente soltó al otro tras colocar uno de sus mechones detrás de su oreja y se dispuso a salir, así, sin más.
Larrence O'Brian
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Re: Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
Pronto Larr y la ancianita terrorista comenzaron a conversar cortésmente, no es que eso me irritara en mi situación; pero lo que realmente me sacó de mi eje fue que nadie me permitiera explicar lo sucedido, sobre todo cuando estaban decidiendo mi destino como si yo, realmente, no estuviera allí de cuerpo presente.
Al final la señora nos dejó a ambos en la sala y lo siguiente que supe es que Larrence estaba encarando la puerta para volver a irse; soltando un taco me quité el casco y me interpuse entre él y la salida.
No era como si yo no fuera plenamente consciente de que estaba en falta (y no precisamente porque acabara de tumbarle la puerta arbitrariamente a una anciana); de hecho estaba allí y con tanta urgencia justamente porque sabía lo terriblemente que me había equivocado con mi único y mejor amigo; desde luego que jamás había sido la clase de persona que antepusiera su orgullo o soberbia por encima de las personas, jamás me había costado disculparme e intentar enmendar mis errores en cuanto me volvía consciente de haberlos cometido.
Con todo eso, sabía que Larr era la clase de personas que no dejaría pasar como si nada el hecho de que alguien de su confianza le hubiera fallado de la manera en que yo lo había hecho; pero yo tampoco era la clase de hombre (o rata según el punto de vista que decidiera adoptarse), que se rendía fácilmente en obtener lo que quería.
Igualmente, por muy disgustado que él estuviera conmigo, había que reconocer que la idea de dejarme tirado en aquel sitio a merced de una octogenaria desconsiderada cuando yo había actuado de manera tan salvaje impulsado por la preocupación de que él estuviera en peligro, era una actitud realmente fría de su parte y, aunque pudiera comprenderlo y aceptarlo, me provocaba una inmensa angustia; sobre todo desde que mis sentidos espirituales podían percibir tan súbitamente sus emociones negativas dirigidas hacia mí.
Soltando un suspiro de resignación actué de la única manera que encontraba plausible en aquella situación ya de por sí surrealista; ya a esta altura lo único que me quedaba era apostar todas mis fichas y apelar a que la sinceridad de mis palabras pudiera llegar hasta él y convencerlo; desde luego que la sinceridad tenía un límite infranqueable y era que si bien yo podía admitir cualquier error cometido debido a mi distanciamiento y ostracismo, la razón que me había llevado a ello era un secreto que debía morir conmigo, era una carga que solo a mí me pertenecía y no había derecho alguno a constreñirle ese peso a nadie más.
Alzando mis ojos los fijé en los de mi acompañante y coloqué ambas manos en sus hombros, dejando caer el casco al suelo; mientras mi mirada se entornaba en la de Larr tratando de atravesar aquella fría muralla que se había erigido ante ambos.
-¿No recibiste mi mensaje? Te dije que vendría… Tenemos que hablar e incluso si no me quieres escuchar voy a hablar de todos modos y asumir todo lo que quieras arrojarme… Aún así, en nombre de nuestra amistad quiero que sepas que tengo razones para todo lo que pasó… aún si no son demasiado poderosas para ti, lo fueron para mí… y si no puedo convencerte de que podamos recuperar el lazo que nos unía al menos no quiero quedarme con la sensación de que no hice nada para cambiar las cosas…
Quizás fuera egoísta o mucho más que eso, quizás cuando todas las personas por fin habían conseguido dejarme atrás y que yo pudiera haber significado en sus vidas ya no tuviera trascendencia; regresar era un acto hasta de profundo sadismo; como si me resistiera a ser olvidado, como si no pudiera aceptar la idea de que las personas importantes para mí pudieran hacer su vida sin mí presente en ellas; aún cuando en el fondo pudiera ser mejor para ellos… Era cierto que no quería quedarme solo, pero mucho más que eso detestaba sentir cuan profundamente le estaba fallando a personas que se había atrevido a confiar en mí aún cuando nunca les había dado razones suficientes. Así que sí; seguramente en un sentido estaba haciendo esto por mí mismo, pero principalmente era por ellos y en este caso por Larr, porque no quería seguir viviendo a sabiendas de que no le demostraba cuando importante era para mí, cuanto valoraba aquel único lazo genuino y profundo que había podido construir con esa única persona con la que no me obligaba ningún lazo de sangre.
Además… tenía otro serio problema con lo que estaba sucediendo justo en este momento, por lo que vacilé antes de seguir hablando mientras mis mejillas se encendían de rojo a causa de lo terriblemente avergonzado que me comenzaba a sentir sobre mí mismo.
-A---además… Y---yo… ¡No se como arreglar una puerta!
Y era malditamente cierto como que era un jodido inútil para cualquier trabajo de la casa o de mantenimiento, de hecho ni siquiera estaba del todo seguro de cómo es que había sobrevivido solo todo este tiempo, aunque eso explicaba por que mi casa era a menudo un chiquero al que no podía invitar a nadie antes de llamar a Frankie para que arreglara el desastre con el que yo no era capaz de lidiar… ¡Ahh… qué bien me vendría bien aquella adorable señora en un momento como este!
Al final la señora nos dejó a ambos en la sala y lo siguiente que supe es que Larrence estaba encarando la puerta para volver a irse; soltando un taco me quité el casco y me interpuse entre él y la salida.
No era como si yo no fuera plenamente consciente de que estaba en falta (y no precisamente porque acabara de tumbarle la puerta arbitrariamente a una anciana); de hecho estaba allí y con tanta urgencia justamente porque sabía lo terriblemente que me había equivocado con mi único y mejor amigo; desde luego que jamás había sido la clase de persona que antepusiera su orgullo o soberbia por encima de las personas, jamás me había costado disculparme e intentar enmendar mis errores en cuanto me volvía consciente de haberlos cometido.
Con todo eso, sabía que Larr era la clase de personas que no dejaría pasar como si nada el hecho de que alguien de su confianza le hubiera fallado de la manera en que yo lo había hecho; pero yo tampoco era la clase de hombre (o rata según el punto de vista que decidiera adoptarse), que se rendía fácilmente en obtener lo que quería.
Igualmente, por muy disgustado que él estuviera conmigo, había que reconocer que la idea de dejarme tirado en aquel sitio a merced de una octogenaria desconsiderada cuando yo había actuado de manera tan salvaje impulsado por la preocupación de que él estuviera en peligro, era una actitud realmente fría de su parte y, aunque pudiera comprenderlo y aceptarlo, me provocaba una inmensa angustia; sobre todo desde que mis sentidos espirituales podían percibir tan súbitamente sus emociones negativas dirigidas hacia mí.
Soltando un suspiro de resignación actué de la única manera que encontraba plausible en aquella situación ya de por sí surrealista; ya a esta altura lo único que me quedaba era apostar todas mis fichas y apelar a que la sinceridad de mis palabras pudiera llegar hasta él y convencerlo; desde luego que la sinceridad tenía un límite infranqueable y era que si bien yo podía admitir cualquier error cometido debido a mi distanciamiento y ostracismo, la razón que me había llevado a ello era un secreto que debía morir conmigo, era una carga que solo a mí me pertenecía y no había derecho alguno a constreñirle ese peso a nadie más.
Alzando mis ojos los fijé en los de mi acompañante y coloqué ambas manos en sus hombros, dejando caer el casco al suelo; mientras mi mirada se entornaba en la de Larr tratando de atravesar aquella fría muralla que se había erigido ante ambos.
-¿No recibiste mi mensaje? Te dije que vendría… Tenemos que hablar e incluso si no me quieres escuchar voy a hablar de todos modos y asumir todo lo que quieras arrojarme… Aún así, en nombre de nuestra amistad quiero que sepas que tengo razones para todo lo que pasó… aún si no son demasiado poderosas para ti, lo fueron para mí… y si no puedo convencerte de que podamos recuperar el lazo que nos unía al menos no quiero quedarme con la sensación de que no hice nada para cambiar las cosas…
Quizás fuera egoísta o mucho más que eso, quizás cuando todas las personas por fin habían conseguido dejarme atrás y que yo pudiera haber significado en sus vidas ya no tuviera trascendencia; regresar era un acto hasta de profundo sadismo; como si me resistiera a ser olvidado, como si no pudiera aceptar la idea de que las personas importantes para mí pudieran hacer su vida sin mí presente en ellas; aún cuando en el fondo pudiera ser mejor para ellos… Era cierto que no quería quedarme solo, pero mucho más que eso detestaba sentir cuan profundamente le estaba fallando a personas que se había atrevido a confiar en mí aún cuando nunca les había dado razones suficientes. Así que sí; seguramente en un sentido estaba haciendo esto por mí mismo, pero principalmente era por ellos y en este caso por Larr, porque no quería seguir viviendo a sabiendas de que no le demostraba cuando importante era para mí, cuanto valoraba aquel único lazo genuino y profundo que había podido construir con esa única persona con la que no me obligaba ningún lazo de sangre.
Además… tenía otro serio problema con lo que estaba sucediendo justo en este momento, por lo que vacilé antes de seguir hablando mientras mis mejillas se encendían de rojo a causa de lo terriblemente avergonzado que me comenzaba a sentir sobre mí mismo.
-A---además… Y---yo… ¡No se como arreglar una puerta!
Y era malditamente cierto como que era un jodido inútil para cualquier trabajo de la casa o de mantenimiento, de hecho ni siquiera estaba del todo seguro de cómo es que había sobrevivido solo todo este tiempo, aunque eso explicaba por que mi casa era a menudo un chiquero al que no podía invitar a nadie antes de llamar a Frankie para que arreglara el desastre con el que yo no era capaz de lidiar… ¡Ahh… qué bien me vendría bien aquella adorable señora en un momento como este!
Lyssandro Chrysomallis
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Re: Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
Sí que lo recibí y por eso me fui —Cero amabilidad ¿Por qué habría tenido que demostrarsela a alguien así? A alguien que de la nada volvía a aparecerse en su vida sin siquiera darle el tiempo de hacerse a la idea.
Sí, quizás era cierto. Larrence si lo hubiese sabido con más antelación simplemente habría cambiado de apartamento, habría callado a todos aquellos que supiesen algo de interés relacionado a él, habría hecho cualquier cosa como lo cobarde que era. Pero no le culpen, en el fondo quizás habría sido sensato decir que le había gustado de Lyssandro, que en aquellos duros momentos que había tenido se había apoyado en él y únicamente en él, que había vivido feliz pensando que sin importar que pasara Lyssandro seguiría a su lado, siendo un indispensable apoyo para su destrozada alma. Pero no había sido así, de la nada había desaparecido, le había dejado solo con sus propios demonios internos y jamás volvió a recibir alguna información suya, una llamada, un adiós, una despedida o una disculpa... A pesar de que le había estado esperando ya era demasiado tarde a esas alturas.
Apoyó una mano en la ajena, sobre su hombro y, con poca delicadeza la alejó de él, retrocediendo un paso sin dejar de fijar su atención en el otro hombre. Lyssandro lo había abandonado, se había utilizado de él, le había visto débil, asustado y seguramente habría intentado serle útil solo para abandonarle después. Y a pesar de que Larrence era un tipo extraño, en el fondo aquellas acciones le habían molestado de sobremanera, más que el simple hecho de que se fuese. Había sido usado, otra vez.
¿En nombre de nuestra amistad? No me hagas reír... —Se cruzó de brazos, frío cual hielo, distante. No iba a dejarle nuevamente acercarse a él, porque por la primera vez que lo había hecho, había acabado de ser abandonado, como un perro del cual se habían aburrido. Quizás estaba solo exajerando un poco las cosas, quizás era un hombre dramático y poco accesible en realidad, pero, eso no cambiaba nada— Que arrogante y egoísta por tu parte ¿No? —Enarcó una verdosa ceja con diversión— Después de haberte ido sin decir nada... ¿Ahora, porque a ti te apetece volver a tener un amigo vuelves a mi? —Con una mano le quitó importancia al asunto, rió entre dientes y desvió, incrédulo, su atención a la pared de al lado, donde una hermosa foto familiar estaba colgada.
No soy un tonto, Lyssandro. Y a pesar de mi miserable ser, no dejaré que juegues conmigo —Porque al final todos hacían lo mismo, quizás desde el momento de nacer había sido maldecido por alguien— No me interesan tus motivos —Suspiró y se movió, se acercó a la puerta tirada en el suelo, la sujetó con cuidado de no dejarla caer y la levantó— No los entenderé de todas formas. No creo que haya sucedido algo tan drástico como para siquiera poder escribirme... Solo me dejaste... De un momento a otro —Negó con un gesto de la cabeza, su expresión, hasta el momento penumbrosa cambió a una más neutral, casi una tímida sonrisa, casi inexistente— Pero no importa ahora. Nuestra vieja banda se disolvió y en la que ahora estoy medito realmente no me desagrada —Pero no cambiaba que se sintiese mal por lo que el otro había hecho, aunque eso ya no lo iba a admitir.
Así que puedes irte. Pero no antes de volver a colocarle la puerta a la señora Emily, es realmente agradable conmigo, así que te ayudaré. Sujeta —Le echó la puerta encima, se la acercó y sin esperar que la sujetara del todo la dejó, acercándose a un lado de ella para ver que había sucedido y si, realmente podía volver a colocarla en su sitio— Tsk... Que violento, rompiste los bisagras... Ahora tendremos que ir a por otra —Bufó ¿Qué tipo de fuerza descomunal tenía ese sujeto?— Di gracias que no llamó a la policía —Y dirigió la mirada hacia el susodicho, desinteresado y aburrido.
Sí, quizás era cierto. Larrence si lo hubiese sabido con más antelación simplemente habría cambiado de apartamento, habría callado a todos aquellos que supiesen algo de interés relacionado a él, habría hecho cualquier cosa como lo cobarde que era. Pero no le culpen, en el fondo quizás habría sido sensato decir que le había gustado de Lyssandro, que en aquellos duros momentos que había tenido se había apoyado en él y únicamente en él, que había vivido feliz pensando que sin importar que pasara Lyssandro seguiría a su lado, siendo un indispensable apoyo para su destrozada alma. Pero no había sido así, de la nada había desaparecido, le había dejado solo con sus propios demonios internos y jamás volvió a recibir alguna información suya, una llamada, un adiós, una despedida o una disculpa... A pesar de que le había estado esperando ya era demasiado tarde a esas alturas.
Apoyó una mano en la ajena, sobre su hombro y, con poca delicadeza la alejó de él, retrocediendo un paso sin dejar de fijar su atención en el otro hombre. Lyssandro lo había abandonado, se había utilizado de él, le había visto débil, asustado y seguramente habría intentado serle útil solo para abandonarle después. Y a pesar de que Larrence era un tipo extraño, en el fondo aquellas acciones le habían molestado de sobremanera, más que el simple hecho de que se fuese. Había sido usado, otra vez.
¿En nombre de nuestra amistad? No me hagas reír... —Se cruzó de brazos, frío cual hielo, distante. No iba a dejarle nuevamente acercarse a él, porque por la primera vez que lo había hecho, había acabado de ser abandonado, como un perro del cual se habían aburrido. Quizás estaba solo exajerando un poco las cosas, quizás era un hombre dramático y poco accesible en realidad, pero, eso no cambiaba nada— Que arrogante y egoísta por tu parte ¿No? —Enarcó una verdosa ceja con diversión— Después de haberte ido sin decir nada... ¿Ahora, porque a ti te apetece volver a tener un amigo vuelves a mi? —Con una mano le quitó importancia al asunto, rió entre dientes y desvió, incrédulo, su atención a la pared de al lado, donde una hermosa foto familiar estaba colgada.
No soy un tonto, Lyssandro. Y a pesar de mi miserable ser, no dejaré que juegues conmigo —Porque al final todos hacían lo mismo, quizás desde el momento de nacer había sido maldecido por alguien— No me interesan tus motivos —Suspiró y se movió, se acercó a la puerta tirada en el suelo, la sujetó con cuidado de no dejarla caer y la levantó— No los entenderé de todas formas. No creo que haya sucedido algo tan drástico como para siquiera poder escribirme... Solo me dejaste... De un momento a otro —Negó con un gesto de la cabeza, su expresión, hasta el momento penumbrosa cambió a una más neutral, casi una tímida sonrisa, casi inexistente— Pero no importa ahora. Nuestra vieja banda se disolvió y en la que ahora estoy medito realmente no me desagrada —Pero no cambiaba que se sintiese mal por lo que el otro había hecho, aunque eso ya no lo iba a admitir.
Así que puedes irte. Pero no antes de volver a colocarle la puerta a la señora Emily, es realmente agradable conmigo, así que te ayudaré. Sujeta —Le echó la puerta encima, se la acercó y sin esperar que la sujetara del todo la dejó, acercándose a un lado de ella para ver que había sucedido y si, realmente podía volver a colocarla en su sitio— Tsk... Que violento, rompiste los bisagras... Ahora tendremos que ir a por otra —Bufó ¿Qué tipo de fuerza descomunal tenía ese sujeto?— Di gracias que no llamó a la policía —Y dirigió la mirada hacia el susodicho, desinteresado y aburrido.
Larrence O'Brian
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Re: Tiempo de sanar (Larrence O'Brian)
Cuando me soltó lo de que se había ido a raíz de mi mensaje, mi mandíbula se desencajó de su posición original. Vale, esperaba un grado alto de hostilidad, pero nunca habría imaginado que ni siquiera se dignaría a responderme que no quería verme y en lugar de eso hubiera preferido huir de mí, como si estuviera infectado por alguna clase de peste.
No estaba contento por eso, pero tampoco podía culparlo y, aunque me doliera aquella gélida determinación con que apartó mi mano de su hombro y respeté su distancia.
Suspiré profundamente mientras aceptaba cada hiriente reproche que profería hacia mí, aunque en realidad me angustiaba, incluso más que eso, el hecho de que siguiera refiriéndose a sí mismo como “miserable”; pese a todo lo dejé terminar, y tuve que hacer uso de mis más afilados reflejos cuando la puerta me vino encima, tomándome por sorpresa con su actitud.
Sonreí de lado con tristeza, mientras examinaba las bisagras y sacaba de mi bolsillo mi navaja suiza para desatornillar los pestillos. Entonces, tan casual como pude traté de responderle.
-No estoy aquí para que me perdones, Larrence. Ni tampoco para excusarme… Solo quería que supieras que eras importante para mí… Que lo eres…¡Vamos! Voltée la puerta de tu vecina pensando que estabas adentro en peligro, yaciendo inconsciente o moribundo… No es que no tuviera nada mejor que hacer esta mañana que voltearle la puerta a una anciana…-Apenas alcanzo a terminar recibo otro sólido golpe en la cabeza con un bastón-
-Anciana mis polainas… Estoy en la flor de mi edad…-Se defendió la señora que había regresado a la sala con un plato de galletas, el cual depositó en la mesilla junto a Larr, antes de marcharse, lentamente por donde vino-
-Lo que quiero decir… es que solo no quería que sintieras que me alejé porque no me importaran tú ni los demás… Pero, así como yo me alejé, Larr… nadie me buscó, nadie se preocupó de que podría estarme ocurriendo o que tanto pudiera necesit…-Me interrumpo bruscamente, negando con la cabeza… después de todo, no estaba allí buscando evadir mi responsabilidad con respecto a los hechos.- Eso no importa… después de todo, incluso eso me hizo sentir tranquilo; no quería que nadie más se angustiara por mí. No hubiera sido justo arrastrar a nadie más.
De cualquier forma… Me alegra que tengas un nuevo grupo y las cosas estén bien para ti… No quisiera otra cosa, después de todo tienes razón en que soy tan profundamente egoísta… -Echando la cabeza hacia atrás, vuelvo a evocar aquella sonrisa desgastada que de alguna manera me hacía sentir aliviado al reconocer mi propia miseria- Supongo que no puedo evitarlo ¿Eh? –Irgo la cabeza, nuevamente mientras termino de quitar el primer pestillo, arrodillándome para encargarme del de abajo- Creo que al final, nunca voy a madurar… -Admito con sombría calma, dedicándome a quitar aquella astillada pieza, que se encontraba retorcida por el peso con que se había desvencijado, a diferencia de la superior.- A pesar de todo… me gustaría que creyeras que en verdad estaba preocupado por ti y que si decidí cambiar algo del lamentable rumbo que había tomado mi existencia, fue en gran parte porque quería decirte esto.
No estaba contento por eso, pero tampoco podía culparlo y, aunque me doliera aquella gélida determinación con que apartó mi mano de su hombro y respeté su distancia.
Suspiré profundamente mientras aceptaba cada hiriente reproche que profería hacia mí, aunque en realidad me angustiaba, incluso más que eso, el hecho de que siguiera refiriéndose a sí mismo como “miserable”; pese a todo lo dejé terminar, y tuve que hacer uso de mis más afilados reflejos cuando la puerta me vino encima, tomándome por sorpresa con su actitud.
Sonreí de lado con tristeza, mientras examinaba las bisagras y sacaba de mi bolsillo mi navaja suiza para desatornillar los pestillos. Entonces, tan casual como pude traté de responderle.
-No estoy aquí para que me perdones, Larrence. Ni tampoco para excusarme… Solo quería que supieras que eras importante para mí… Que lo eres…¡Vamos! Voltée la puerta de tu vecina pensando que estabas adentro en peligro, yaciendo inconsciente o moribundo… No es que no tuviera nada mejor que hacer esta mañana que voltearle la puerta a una anciana…-Apenas alcanzo a terminar recibo otro sólido golpe en la cabeza con un bastón-
-Anciana mis polainas… Estoy en la flor de mi edad…-Se defendió la señora que había regresado a la sala con un plato de galletas, el cual depositó en la mesilla junto a Larr, antes de marcharse, lentamente por donde vino-
-Lo que quiero decir… es que solo no quería que sintieras que me alejé porque no me importaran tú ni los demás… Pero, así como yo me alejé, Larr… nadie me buscó, nadie se preocupó de que podría estarme ocurriendo o que tanto pudiera necesit…-Me interrumpo bruscamente, negando con la cabeza… después de todo, no estaba allí buscando evadir mi responsabilidad con respecto a los hechos.- Eso no importa… después de todo, incluso eso me hizo sentir tranquilo; no quería que nadie más se angustiara por mí. No hubiera sido justo arrastrar a nadie más.
De cualquier forma… Me alegra que tengas un nuevo grupo y las cosas estén bien para ti… No quisiera otra cosa, después de todo tienes razón en que soy tan profundamente egoísta… -Echando la cabeza hacia atrás, vuelvo a evocar aquella sonrisa desgastada que de alguna manera me hacía sentir aliviado al reconocer mi propia miseria- Supongo que no puedo evitarlo ¿Eh? –Irgo la cabeza, nuevamente mientras termino de quitar el primer pestillo, arrodillándome para encargarme del de abajo- Creo que al final, nunca voy a madurar… -Admito con sombría calma, dedicándome a quitar aquella astillada pieza, que se encontraba retorcida por el peso con que se había desvencijado, a diferencia de la superior.- A pesar de todo… me gustaría que creyeras que en verdad estaba preocupado por ti y que si decidí cambiar algo del lamentable rumbo que había tomado mi existencia, fue en gran parte porque quería decirte esto.
Lyssandro Chrysomallis
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