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¿Ese es un pez muy feo o alguien aplastó un chicle contra la pecera? [Priv. Olive]

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Mensaje por Basten Naaktgeboren Vie Oct 21, 2016 11:46 am

¿Qué se suponía que estaba haciendo aquí? No estaba del todo seguro, los peces nunca habían sido una gran afición para mí; pero me habían regalado las entradas para el acuario y no era la clase de personas que desperdiciaran alguna oportunidad.

En esto había resuelto ocupar mi día libre, mirar peces y escuchar a los guías sobre los distintos estanques.
Comenzaba a hacer calor así que resolví ir por una paleta helada, afortunadamente dejaban comer dentro del recinto siempre que no fuera sobre las peceras.

Podía parecer una advertencia innecesaria en pos de que nadie carecía de sentido común aquí; sin embargo, alguien lo suficientemente bastardo podría haberse pasado por el forro las advertencias y disfrutar su paleta de fresa sobre el estanque de las anguilas…

Igualmente, pronto dejé de molestar a aquellas criaturas, no quería que me pillara ningún supervisor y además eran mortalmente aburridas, mejor verías las peceras enormes de las mantarrayas.

Ahora estaba allí, frente a aquel estanque alargado que se alzaba desde mi cintura hasta mi cuello, tenía que inclinar un poco la cabeza para observar el desplazamiento de aquellos animales en la alargada pecera que se extendía por toda la galería hasta desembocar en los estanques más grandes que se erigían casi hasta el techo.

Di varios pasos contemplando a aquellas criaturas  de diversos tamaños y colores, me encontraba algo absorto en la morfología de las rayas, sin embargo eso no evitó que me percatara de aquella sombra casi fugaz de tono rosado que pasó por el lado opuesto de donde yo me encontraba, casi como un acto reflejo, tanto mis ojos como mi rostro la siguieron, pero la velocidad fue tal que mi cabeza azotó el aire hacia atrás mientras mi espalda se arqueaba hasta perder de vista el objetivo cuando finalmente caí sentado al perder el equilibrio.

-Que pez más escalofriante… me recordó algo horrible de mi pasado… -Chasqueando la lengua con indignación me levanté y decidí ir a buscar otra paleta para quitarme el mal sabor de boca.

Después de hacerme con el snack, decidí dar una vuelta en la zona de fauna abisal, la cual constaba de estanques especiales que regulaban la temperatura y presión del agua para recrear el hábitat submarino de aquellas criaturas de aspecto monstruoso.

Como fuera, ninguna me iba a dar la impresión que me había llevado hace un rato, así que tranquilamente ingrese al pabellón comiendo mi paleta. El recinto era notablemente más oscuro y fresco que los anteriores,  por lo que a mis ojos acostumbrados al sol de afuera, les costó unos segundos acostumbrarse al nuevo ambiente. La gente parecía sumamente interesada en el comportamiento y morfología de aquellos peces que a mí me causaban más risa que otra cosa.

Mientras el resto de los espectadores, se mantenían entretenidos, yo deambulaba curioso entre las distintas peceras, intentando librarme de la sensación de ansiedad que me había provocado aquella visión en la pecera de las rayas.

Estaba abstraído en aquel pensamiento cuando de pronto, como si de un deja vú se tratase, la misma silueta pasó a una velocidad semejante a través del espejo de agua que contenía a los Rapes Abisales; instintivamente, esta vez, mi cara se pegó al vidrio de la pecera, sin embargo acabé echándome hacia atrás cuando el pez dientudo se estrelló contra mi reflejo como si me lanzara una advertencia, entonces perdí de vista mi objetivo, otra vez; sin embargo no me quedé quieto y rápidamente rodee el estanque para ir hacia el otro lado y tratar de comprobar mis sospechas… sin embargo no pude encontrar a nadie que fuera ni remotamente familiar.

-Debo estar sugestionado… será mejor que regrese a casa…

Definitivamente no estaba para seguir persiguiéndome con fantasmas que no venían al caso; asqueado me terminé la paleta y fui a echar el palito al cesto de la basura, sin embargo en mi trayectoria impacté con algo que estaba fuera de mi rango de visión; enseguida bajé los ojos para ofrecer una disculpa; sin embargo las palabras me quedaron atoradas en la garganta cuando todas las sospechas que había tenido las últimas horas se confirmaron.

¡Ella estaba allí! Frente a mí, después de más de cinco años, después de miles de noches en que no hizo más que torturarme en sueños, después de incontables horas de robarme la cordura, después de orillarme al sofocante estilo de vida vacío que me había impuesto para poder arrancarme sus últimas palabras de la cabeza aunque fuera por un minuto… Aún después de todo eso el destino se atrevía a colocarme frente a mí en aquel sitio inoportuno…

Me estremecí víctima de un escalofrío impiadoso… Años atrás mi voz habría temblado como una hoja al igual que mi cuerpo… Pero actualmente ella no tenía ese poder ni ningún otro sobre mí; actualmente solo era el frío recordatorio de un pasado que no me condenaría a repetir ¿Verdad? Solo era eso… me lo había jurado, a mí mismo, incontables veces...

Maquillando el resto de emociones contradictorias que me había provocado, decidí que mantener la misma resolución que en nuestro último encuentro fatídico, era la salida más digna de aquella situación asfixiante; por lo que forcé una media sonrisa socarrona mientras mis ojos se clavaban con seguridad en su gesto ya indescifrable, para mí…


-Vaya, vaya… El mundo sí que es un pañuelo… -Susurro mordazmente mientras miro más allá de ella, como si buscara a alguien más- ¿Sola? –Inquiero con desdén, al notar que nadie aparece haciéndole compañía-
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Mensaje por Olive L. Héderváry Dom Jun 18, 2017 8:23 am

¿Por qué me encontraba allí? ¿Qué se suponía que debía hacer en un lugar como aquel?
Por extraño y contradictorio que pareciera, al ser yo una espiritual del elemento fuego, las masas de agua lograban tranquilizar mi alma atormentada. Sólo por unos breves segundos estas podían brindarme de una paz que hacía años me habían arrebatado, junto con todo aquello que alguna vez amé.
Al salir de unos de los ensayos, aproveché que me encontraba cerca del lugar para ir a visitar el acuario. Me gustaban los seres marinos, y conocía poco de aquella isla a la que me había mudado hacía un par de semanas apenas, así que consideré que sería buena la ocasión para tachar un lugar por conocer de la lista que me había creado mentalmente.
En eso estaba, vagueando de aquí para allá y contemplando con absorta concentración las diferentes criaturas que allí se exhibían en las variadas peceras dispuestas a lo largo del enorme recinto. No podía saber cuánto tiempo había transcurrido, si sólo unos minutos u horas; también me eran ajenas las presencias de las demás personas que allí se encontraban. Nada de aquello podía interesarme, que no fuera mi propio disfrute personal, algo que pudiera hacerme olvidar por un momento el desgarrador dolor con el que venía cargando desde hacía más de cinco años. Era consciente que aquella sólo era una especie de falsa felicidad temporal, creerme normal al resto sin mayores preocupaciones fuera de las cotidianas sólo por un momento. ¿Era demasiado pedir para alguien manchado como yo?
Fue suficiente de aquello, de esa farsa montada. Trataba de empaparme de la alegría ajena pero me era imposible hacer mías las emociones del resto, como tampoco la serenidad del ambiente acuático podía calmarme ni transmitirme la paz deseada. Algo dentro de mí se revolvía, inquieto, a la espera de algún suceso por ocurrir, como si algo hubiese activado mi sexto sentido y mi alarma del peligro.
Tenía que salir de allí, ya.
En mi camino hacia la salida, de lo apurada y absorta que me encontraba por huir, terminé colisionando contra el cuerpo de una persona. Cerré los ojos momentáneamente y un quedo quejido brotó de mis labios, más de lo inesperado del choque que por algún daño sufrido en el proceso. Varios segundos pasaron y terminé por retroceder un par de pasos y alzar la mirada, al ser el cuerpo del contrario de elevada estatura, para pedir disculpas pero cualquier sonido que pudiera brotar terminó atorándose dolorosamente en mi garganta y formando un nudo difícil de tragar. No supe qué hacer, ni cómo actuar, me olvidé incluso de mi propia existencia y de lo único que fui capaz fue de sumergir mi mirada en la ambarina, en aquellos ojos familiares que yo aprendí a reconocer y amar.
Un agudo dolor atravesó mi pecho, como si las heridas del pasado no hubieran podido cicatrizar en todos aquellos años y ahora se reabrían para dar paso a una nueva oleada de agonía y sufrimiento. ¿No había sido ya suficiente daño? ¿Tenía que revivir el momento de cuando lo perdí todo? Mi mano tembló y estuve a punto de estirar esta, de tratar de alcanzar el rostro ajeno y hacerme creer que aquello no era un producto de mi imaginación, que el hombre ante mí era quien me había enseñado a suspirar su nombre con amor en las largas jornadas de pasión compartidas... Todo se detuvo en mi mente, y la esperanza se hizo añidos, cuando aquel mirar se transformó con un brillo de desdén y desprecio. Sus palabras, una vez más, hicieron eco en mi mente.
Traté de calmar el temblor de mi cuerpo e de ignorar toda emoción en mí, para así poder cubrir mi debilidad con aquella fachada de neutral indiferencia que había logrado ensayar a la perfección. Era todo lo que necesitaba, lo único que me permitía seguir en pie y no rendirme.

Si lo estoy o no, no es de tu incumbencia —repliqué con serenidad, inexpresiva. Terminé por apartar mi mirada con cierto toque despectivo en mis acciones al hacerlo. Todo su ser me causaba repugnancia, y eso no era fingido—, que tengas una buena tarde.

Le rodeé, procurando no tocarle en el proceso, para seguir de largo con mi camino. Sin voltear a ver atrás ni un momento.
Apreté los puños y me mordí el interior de la mejilla hasta sangrar, en una búsqueda desesperada por contenerme, de matener todo bajo mi control. Sólo así podría salir de allí sin hacerme aún más añicos. No podía llorar, no allí y no en ningún momento. Ya había derramado demasiadas lágrimas en el pasado... tantas, que me creía seca. ¿Entoces por qué? ¿Por qué una lágrima ardiete brotaba ahora de mi ojo izquierdo, rebelde a mis deseos; solitaria como lo era yo también?
En el fondo, seguía siendo la misma adolescente que él había conocido antaño... con la diferencia, de que ya nada podía ser igual a esos tiempos. Y yo lo sabía.
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Mensaje por Basten Naaktgeboren Jue Jul 13, 2017 12:19 am

Un segundo… ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué me había quedado congelado mientras la veía comenzar a alejarse, como si estuviera satisfecho con aquella respuesta? ¡Claro que no!

Regresa aquí… aún ni siquiera comienzo a humillarte…


No tenía el menor sentido intentar mortificarla, una persona a la que jamás le había importado más que para montar una farsa, nunca se sentiría dolida por mi odio… Pero si había algo que podía atacar era su amor propio, aquella altanera supremacía con que me había desdeñado años antes.

Solo recordarlo me provocó náuseas, hoy en día sabía quién era la verdadera Olive y cuál había sido solo una mascarada para permitirse romper la coraza que había jurado que sería irrompible.

Aún si era mayormente mi culpa por haber bajado la guardia, por haberle permitido llegar a un sitio de mí que jamás debí dejar expuesto; no podía perdonarla, no podía justificar aquel visceral y humillante dolor refugiándome únicamente en mi estupidez; su orgullo era igualmente culpable, su sentido de superioridad  sobre mí era el principal causante de todo.

Por suerte yo no era más aquel peón torpe e ignorante que ella fácilmente habría podido pisotear de no ser porque mis mecanismos de defensa morales habían actuado lo suficientemente rápido como para anular cualquier golpe que pudiera suceder a su confesa y retorcida farsa.

Lo había sabido desde siempre: Para las personas como Olive, las personas como yo éramos juguetes y cuando un juguete deja de ser divertido es fácilmente descartado. Al final gracias a ella, había acabado por abrazar aquella realidad hasta volverla una especie de credo, hasta hacerla parte de mi carne y de mi sangre…hasta que no fuera capaz de volver a herirme nunca más.

Estaba bien por mí mismo; desde aquel día había sido el juguete favorito de incontables nobles, había descartado completamente mi humanidad, al punto de que aún si era tratado como un objeto y desechado con displicencia; conseguía sentirme morbosamente divertido en lugar de cruelmente humillado.

Sí, definitivamente la odiaba, la odiaba mucho más que por lo que había hecho, porque había asesinado sin piedad alguna a la pequeña criatura que me había mostrado la cara amable de un mundo que me había dado la espalda; la odiaba por haber aplastado a mi ángel sin misericordia.

Sin embargo… tanto como la odiaba, me sentía enormemente agradecido con ella, porque finalmente me había hecho más fuerte, porque por ella era totalmente indiferente al desprecio ajeno, porque gracias a ella ya no existiría nada con lo que nadie pudiera lastimarme jamás… Pero, aún así,  en mi interior sentía todavía aquel furioso ímpetu por cobrarme la partida del pasado, por hacer añicos su autoestima hasta el punto en que se sintiera un vil despojo que ni siquiera podría ser digno de alguien, más bien de algo, tan miserable y rastrero como lo era yo.

Finalmente avancé; con certeza, con una sardónica sonrisa curvándose traviesamente en mi mejilla derecha, hasta que por fin la alcancé, colocándome a su lado y siguiendo su paso sincronizadamente.


-Vaya… ¿Así saludas a un viejo amigo, Olive? Esos modales no son propios de una Princesa… -La abordé presuntuosamente sobrador, con el mayor de los desdenes, mientras cruzaba mis brazos por detrás de mi cabeza, manifestando despreocupación absolutaAdemás… solo yo decido lo que es mi asunto o lo que no. Aunque… no hay necesidad de que me respondas, mejor lo compruebo por mí mismo… Siempre  se me ha dado mejor eso.
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