Il colore del peccato.
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Il colore del peccato.
Il colore del peccato
Privado Angelique
Privado Angelique
Todos los seres vivientes empiezan el amanecer con una actividad ya programada. Ni bien reciben la luz del Sol en los ojos, abren los sentidos y se entregan; sin vacilar, a aquello que le repare otro día más de vida.
Y, justamente, él era uno de los tantos que padecía de las secuelas de un profundo sueño. En dónde en él, aparecía aquella bestia implacable que simbolizaba lo reprimido y aquel deseo que apenas lograba ocultar. No era nada simple.
Tampoco ayudaba el hecho de encontrarla en cada parte que iba;-también se encontraba varado en su propiedad- y lo impregnase al pasar con el perfume de un prado fresco. ¿Era ese el verdadero aroma que le emitía aquel cuerpo femenino?
Lo cierto es que tal detalle siempre varía dependiendo de cada mujer. Principalmente en alguien como ella. Que crecía no solo de cuerpo, no solo de espíritu y conocimiento adquirido, sino de algo que llegaba a intimidarlo levemente y también a que no la tratara de forma indiferente. Siendo que las costumbres de su profesión lo volvieron muy reservado, frío y distante al propio contacto humano.
No tan apurado de horarios, ya que el reloj de cuerda que tenia reposando en una de las mesas de luz a ambos costados de su cama, lo pusiera a él en sobre aviso.
Apartó las sabanas de un movimiento, denotando la manera en que dormía pasado un largo día de trabajo y evidenciando las marcas de guerra que adquirió siendo un sicario. Giró a un costado, quedando sentado al filo de una de las orillas del lecho y se masajeó con los dedos la nuca para sacarse la pesadez de volver a dormirse.
Estuvo unos minutos así, desperezándose cada extremidad y volaba la atención a uno de los cajones cerrados, de la cómoda izquierda. No obstante prefirió ponerse enseguida en campaña a cambiarse, desconociendo lo que le guardaba la agenda de la duquesa…
[…]
Condujeron hacia un gran boulevard dentro de un Lamborghini Venom de color azul oscuro, debido a que conseguir a esas horas lugar de estacionamiento era un completo caos y cada vez las calles son insoportables. Lo particular es que iban muy a menudo ellos dos solos, tanto que en esos tiempos parecían tener citas improvisabas y hasta quiénes los veía deambulado entre las tiendas, no evitaban de lanzar algún comentario por lo bajo sobre ellos.
Aunque era tan notorio como la decisión de Tarquin por dejarse crecer demás el pelo, tanto que le pasaba de la nuca y se hacia evidente que costaba mantenerlo parejo. Por fortuna, el negocio que la pelirrosa estaba por escoger se hallaba al lado de una barbería.
—Mientras usted se encuentra haciendo sus compras—Le anticipa, deteniendo su caminata por la acera y apartaba de los ojos unas gafas oscuras.—Estaré en la tienda de al lado, ¿vale?— y dicho eso, el grifo se aseguró antes que su ama entrase sana y salva.
Luego de culminado el corte, le pagó al barbero que no había escatimado en tratarlo como si fuera un rey ni bien lo vio entrar; y mucho más tarde ingresó al lugar en dónde supuestamente estaba Angelique. Por dentro la visión que uno se podía dar era que es inmensa, bien iluminada y de una organización digna de ser admirada por los visitantes a ella.
Obviamente, por un leve segundo, se sintió atraído por una de las camisas puestas en uno de los maniquís de exposición y con ello atrapó a una posible “pretendiente”. El asesino lucía a la medida un traje de marca Armandi, de un discreto tono negro y por debajo del saco de vestir una camisa de lino blanco. ¿Cómo no iba a sentirse curiosa la mujer? Un hombre así, es de un gusto difícil y poco oportuno de hallar, en especial, dentro de una tienda de ropa de alta costura cómo esa.
La encargada trato de no verse nerviosa al hablar y de embobarse demasiado con la belleza del griego. Anunció profesional:
—¿Se le ofrece algo, señor?—Lo distrae de comprobar la finura de una de las mangas de aquella camisa y se adelanta a decirle—: Tiene muy buen gusto.
—Cierto—, añade—¿ha visto a una joven de pelo rosa? Me urge muchísimo saber dónde se encuentra.
Por supuesto el hecho que preguntara por otra, no le hizo una gracia y sino fuera por el protocolo de la tienda; no hubiese duda ni por un instante a ignorarlo. Terminó por indicarle de modo despectivo el recorrido de los vestidores, para que él finalmente pusiera a trabajar los pies y prosiguieran a ver si podían irse de una buena vez.
No le fue difícil, prosiguió a tomar asiento sobre uno de los sofás Milano y aclaró alto y medido de voz:
—Angelique, ¿le falta mucho?
Tarquin A. Blackwood
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Re: Il colore del peccato.
IL COLORE DEL PECCATO
Logré despertarme más temprano de lo habitual, muchísimo antes que mi sirviente vea los primeros rayos de la mañana y le acariciasen, ése encarnado rostro. Bajé por las escaleras a zancadas, encontrándome a la servidumbre comenzar su jornada a horas madrugadoras, sin siquiera haberme percatado de los movimientos internos de la mansión aún cuando, no logré pegar un ojo toda la noche. ¿Y cómo poder con ésos frescos recuerdos de una mano colándose por mi entrepierna? Confieso que me he tocado pensando en él para aflorar el fuego que despertó en mí. Observé cómo fregaban los pisos, dándome cuenta de porque siempre se hallaban impunes a toda hora, hasta que por la tarde, volvían a darle una segunda mano. Di suspiros. Estaba enferma de amor, ¡y cuanto! Privado Tarquin A. Blackwood
—¿Crees qué he sido demasiado dura echándolo por una noche? —Le pregunté a una de mis criadas, encaminándome a la cocina. A ellas no se les escapa nada. Sabían cuánto me atraía el señor Blackwood, de todas aquellas posibilidades que he hecho para seducirlo… Tantos años, tantos métodos. Maldito frígido.
—Mi señora yo… —La miré con fiereza.
—¿Qué? Habla. —Exigí. Angelique Freetzenvalden no se iba quedar con la duda en el aire..
—El señor Blackwood —tragó saliva—, se coló ayer por la ventana después de que usted se fuera a dormir. No quería decirle nada porque sabíamos que usted le ha castigado, ¡pero cómo! Nos engatusó para qué no dijéramos nada, condesa.
—¡Te engatusó! —exclamé con rabia. Y le tiré de los cabellos al contaminarme de celos—. ¡Estúpida! ¿Cómo osas permitir que te seduzca de ésa manera? Ha desobedecido, ¡otra vez!, y le han dejado entrar para cumplirle los caprichitos de niño. ¿Crees qué eso está bien? NO. No está bien —la arrastré, pero la solté una vez darme cuenta que podía arrancarle la cabellera de a raíz. Siseé. No. Ella no tiene la culpa de caer en su juego, era la mía por no haberlo encadenado como un perro atado árbol.
[...]
—Mientras usted se encuentra haciendo sus compras. —Miré mis uñas, indiferente en su discurso—. Estaré en la tienda de al lado, ¿vale? —Haz lo que se te de la gana, ¡total!, siempre haces lo que te conviene.
Bajé del resplandeciente auto, dedicándome a despedirme de él con una fugaz sonrisa pegada al rostro, y encaminarme junto a mi bolso a las tiendas de ropa. Cuánto más lo perdiera de vista, menos ardor palpitaría furiosamente bajo mis piernas. Su perfume, un dolor de cabeza; su profunda voz, la arrastra con un toque frío polar y engatusamiento oculto, ¿y por qué se tiene que vestir endemoniadamente atractivo? Seguramente, busca provocar, provocarme, mejor dicho. Odio que las miradas femeninas se posen en lo que me pertenece. Me hierven los celos. La próxima vez, te diré que te vistas de payaso.
Para su desgracia, yo tampoco me quedaba atrás en cuanto a vestimenta CASUAL. Shorts cortos que enseñan un par de piernas torneadas, cabello trenzado y un saco azul marinero que evidencia, que la elegancia es parte de mi rutina. La respiro cada día sin importar la hora. Aunque el motivo por el que me animé a salir de compras: Es que dentro de una semana asistiría a una fiesta. Una informal en la que los jóvenes se desinhiben y bailan hasta que los pies se ganen ampollas. Necesitaba eso para despejarme de mis deberes, respirar de mis líos mentales y divertirme aunque sea por una vez en mi corta vida… Ése tipo de invitaciones jamás me llamaban la atención pero, si el precio es ser salvaje por una noche, no iba a desaprovecharla. Tarquin no sabe nada, y lo mantenía en silencio porque los adultos anticuados como él, no son bien vistos.
—Angelique, ¿le falta mucho? —rodé mis ojos cuando escuché su voz, y salí del cambiador mostrándole la primera pieza.
—Hay otros tres que deseo probarme. —Dije, girando sobre mi misma tras admirarme en el espejo. El vestido de PRUEBA me embutía la cintura—. ¡Me encanta! ¿A ti no?
Nota:
1. El orden en que muestra los looks, es de izquierda a derecha.
Angelique Freetzenvalden
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Re: Il colore del peccato.
Il colore del peccato
Privado Angelique
Las cortinas marrones del pequeño cambiador delante de Tarquin, se corrieron de repente, y desde sus extrañas, salió renovada la imagen de la recién nombrada. Es evidente que él no estaba hecho para ir de compras, porqué no sabía cómo puede reaccionar ante ese estilo de situaciones, sino era de un modo aburrido y acompañado por la apatía. Claro; si hubiese ido con otra persona, y no con aquella particular duquesa.
La concentración del hombre recayó enseguida en ella. Empieza su análisis desde la punta de unos zapatos de bruja al movimiento, trazando luego un sendero visual de esas esbeltas piernas y acaba tentándose con aquella envoltura en telas de un caramelo del sexo opuesto.
Uno tan delicioso, cómo adictivo…
Le comenzaron a picar las palmas, del deseo de querer arrancárselo de cuajo y por consecuencia, de las múltiples descargas que le emitieron unos impulsos de su equilibrado sistema nervioso. A tiempo, Tarquin se levantó sin mucho esfuerzo del asiento y quedó enfrente de la pelirrosa.
—¿Acaso está tratando de seducirme?
Pregunta otra cosa a cambio de la respuesta, aportando un tono aterciopelado por sobre el inexpresivo y demostrando aquella facultad que tiene de poder darte un tremendo sincope, al ser tan malditamente sigiloso. Se vale de que la otra tenga algunas arruguitas sobre la vestimenta, para arrodillársele y excusarse a acomodárselos por encima entre toques sutiles, hasta que le sea aceptable.
—Es tan placentero verla así…
Responde en susurro, desde una posición reverencial y bajando cada vez el relajado toqueteo de sus dedos, hasta apretujarle por completo la carne de ambas caderas en forma de avispa, y de ser posible, mantenerla inmóvil por unos segundos. ¿Qué pretendía con todo aquello? ¿Vengarse de la otra? ¿Derretirla cuan vela al borde de consumirse? Tuvo las suficientes oportunidades para ejecutarlo. No obstante, el grifo era de otra clase de madera y no cae ante la inmadurez de la dulce venganza. Lo que sí puede, es ser influenciado a cometer actos imprudentes y cómo los de ahora mismo: En el proceso, entre medio de los dedos creó un par de ondulaciones en los pliegues de la falda y elevó mecánico la vista, a reencontrarse con el rostro de Angelique. Es un tiro y afloje.
—Disculpe que los interrumpa, señores.
Esa señal basta para que el griego despertara del trance, volviese a erguir correctamente sobre sus extremidades y no pusiese en otros aprietos a aquella encargada.
—No tiene por qué—Regresó a decir con un modulado timbre y que vuelva hacia otra parte no tan lejana, a alisarse el traje.
—¿Se pudo probar todos los conjuntos, señorita?—se dirige verbalmente a Angelique, brindándole una sonrisa comedida, y agregando al final—: ¿Desea otra cosa?
Tarquin A. Blackwood
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Sáb Mar 17, 2018 10:56 am por Gu Bei Chen
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