Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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Something Stupid
Con Tarquín A. Blackwood
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Y en vez de decirle que se fuera. Que saliera por la puerta de mi vida, como una chiquilla caprichosa tuve que permitir que estuviera a mí lado. ¿Por qué atormentarme?, ¿por qué dejar que una mala medicina envenenará mi buena moral? La lluvia apaciguaba mi angustioso humor, reprimiendo la ira, y el temor de alejarlo se acentuaba, considerando la idea de dejar que la brecha de nuestra relación se quebrará. Se quemará y se hiciera ceniza. Pero él no quiere eso… Porque como un niño insensato, no quiso, se negó; La terquedad, lo cegó y yo, lo escuché consoladora, como una amiga para que se quede a mi lado a falta de otro buen remedio… Pero no quiero ser su amiga. Quiero ser su amante, aquella que sucumbe a la pasión y se entrega. Que anhela un acompañante para no despertar sola, que me escuche, que me abrigue en los días fríos… ¿Qué puedo hacer?, soy una romántica sin causa. ¡Y dios me perdone!; yo quiero egoístamente. Pero una duquesa viuda, a tan joven edad, crea muchos rumores malos y venenosos entre los de alta sociedad.
Me sentí una princesa despechada que no obtuvo a su príncipe, saboreando la amargura entre mis labios, sintiendo la frialdad en ellos y rememorando el sabor de aquél inesperado beso que le robé. Haber probado sus labios, para mí, fue probar la fruta del edén. Prohibidos. Insistiendo que no debes comer, pero, te tientas, caes y luego sufres. Necesito más… Alcé la vista hacia él, disimulando mi curiosa necesidad de verle a la cara. Mojado se veía como un digno soldado romano, que emprende el viaje aún truene o llueva, con la grata misión de proteger a su reina. Temblé por el frío y me acosté en su pecho para buscar calor. Una idea banal, porque él en personalidad es un icberg, un maldito icberg complejo.
Entonces avisté mi residencia, custodiada por algunos guardias para mantener alejado a los chismosos. Apenas poder tener un acercamiento, me identificaron y asintieron entre ellos para dejarnos entrar. Las rejas automáticas se abrieron ante nosotros, no era una mansión tan espaciosa pero si es una casa bastante llamativa. Moderna y elegante. Idónea para una dama soltera. ¿Por qué he de tener lujos si no los voy a compartir con nadie? El triste pensamiento de todos los días. Bajé sin su ayuda, aún resentida con lo sucedido en aquellas ruinas. Caminé a prisas por la lluvia, y una de mis empleadas tuvo la bondad de alcanzarme un paraguas, a mí y a él. Un “gracias” susurré, entrando a la vivienda sin más preámbulos. En el salón, decorado con dos sofás Cerceda de chenilla en tono chocolate y dos butacas Pedraza tapizadas con tela Madagascar turquesa; todo de Lienzo de los Gazules, mientras que había un piso de cerámica con un sencillo motivo.
—Puedes usar el baño de abajo —dije seria—, yo usaré el de arriba.—Miento. Te vería en la ducha, en como las gotas se escurría por tu fornido cuerpo, ¡dios! ¿En qué cosas pienso? Me sonroje sutilmente, y te miré a los ojos con una falsa calidez—. Les pediré a las chicas que te busquen muda nueva, Tarquin… —musité, diciendo su nombre con un extraño afecto. Caminé hacia una de las puertas que daba a los pasillos de la tranquila casa. Distraída, había parado en el comedor de tanto ensimismarme en mis pensamientos, empapada y abstraída. Una de las mucamas se acercó a mí para avisarme que prepararía mi ducha, y asentí en silencio. Celosa de que las otras pudieran verlo. De que te acribillaran con insensatas preguntas, de que tu les dieras trato... Volví a caminar. Mi malsana obsesión me vuelve celosa. ¿Pero eso no demuestra qué en verdad te quiero para mí?
Última edición por Angelique Freetzenvalden el Miér Dic 09, 2015 4:57 am, editado 1 vez
Angelique Freetzenvalden
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
El agua bañó su cuerpo de tal forma que le mantuvo ausente, fijo en un único objetivo y permitiendo que el animal los condujera a ambos. Tarquín no sabia ya que más esperar, tal vez lo peor o algo grandioso pueda de que ocurra. Ahora, para él sus días se reducirían a proteger a la pelirrosa que llevaba en brazos y la misma que deseaba traspasar su gélido corazón. El acurrucamiento de la otra fue matador, al conservar secuelas de lo que paso minutos atrás y lo que hubiese significado pasar a segunda base. El no se hubiese detenido, una persona que se reprime por mucho tiempo es peor de la que no y la sóla visión de ver a la duquesa, gimiendo por su nombre empezaba a nublarle en cierto modo el sentido. Soñar despierto por suerte no era un delito para los hombres, como las veces en que uno admiraba a la pareja de otro y deseas ocupar por un día aquel sitio. Por más que fuera el peor de los mandamientos: no desearas a la mujer de tu prójimo. ¿Cuál prójimo tenía él ahora contra un cadáver agusanado? De repente, los movimientos del caballo se volvieron a un suave trote y reprodujo de que la pelvis masculina chocara contra los tersos muslos de la otra. Volviendo la simple visión de una poderosa cabalgata bajo la lluvia a una muestra de índole sumamente erótico y prohibido. Seguramente la duquesa no se imaginaba lo que estaba sufriendo el grifo en silencio, ya no se trataba de un dilema sobre su amistad sino que; ahí, se andaba debatiendo en darle media vuelta y empezarle a abrir las ropas con la misma furia dormida que reclamaba cada fibra de su maltrecho espíritu. Sin embargo, las imágenes de cómo sería y las formas se iban de la misma forma que llegaban.
¿Quién cederá primero, Angelique? ¿Tú o yo?, analizó y viendo a la figura de Angelique desapareciendo hacia el interior de la casa. Sin perder sus modales frente a la sirvienta que le obsequió un paraguas por cuestiones de protocolo y dándole un plazo al grifo para que se calmara un poco, antes de volverse a reunir con ella. Saltó del animal ágil, haciendo sonar sus botas de viaje contra un charco y arrebatando de un rápido movimiento el paraguas de las diminutas manos de la plebeya.—No te preocupes, yo me encargare de esto y ve a decirle a uno de los encargados del establo de que se ocupe del caballo de la señorita—pidió plausible, admirando a la joven de un modo indescifrable y que por lo visto logró incomodarle. Entró por la puerta principal, enteramente empapado y cerrando dicho objeto para dejarlo en donde correspondía.
Cada centímetro de aquella casa conservaba algunos rastros de la dueña, no era novedad para Tarquín apreciar los gustos de la pelirrosa diseminados allí y porqué en parte parecía revivir lo que abandonó en Grecia. Ya que ella pertenecía a esas cumbres y jamás ponía en duda aquel amor que sentía por aquella patria. De pronto, las granates retinas de Tarquín se endurecieron frente a la modestia de la mujer, sin un motivo en concreto y permitiendole decir:
—De acuerdo, señorita Angelique. Aunque no quiero que moleste demasiado a los miembros de la servidumbre por mi causa. Yo mismo buscaré la habitación y, desearía que mañana me proporcionara sus horarios —agregó a continuación, desprendiéndose de su pesada gabardina y enfocando de nuevo su mirada en ella. Enarcó una ceja cuando dijo lo de la muda de ropa, no le gustaba recibir tantas atenciones y todo porque le hacia sentir completamente inútil.—Descuide, con que me den unos boxers me alcanzan y sobran—murmuró bajo antes de verle marchar, poniendo en evidencia de que no era del todo idiota, para darse cuenta que le estaba huyendo y tratando de despistar con sus encantos de señorita bien portada. Formulándole una sonrisa helada antes de marcharse a bañarse, apestaba del viaje y agradeció a la calefacción por mantener su temperatura equilibrada. ¿Qué le motivo a decir semejante cosa? La necesidad de cortar tanta tensión entre ellos dos. Ya que cada minuto parecía una lejanía para Tarquín, aunque su promesa la mantendría tal y como se lo dijo en las ruinas.
En eso, una de las sirvientas lo alcanzó a mitad de camino, provocando su detención y recibiendo las ropas con cierta cortesía de su parte:
—Gracias—agradeció, frente al gesto de la chica, simulando una sonrisa y ingresando a uno de los cuartos. Arrojó su tapado húmedo a un sofá cercano, ubicándose al borde de la cama y soltó de sus labios un largo resoplido. Por casualidades de la vida, su mirada granate quedó clavada como flecha en la puerta, imaginándose que se movería y apareciera alguien por ella. Pero no sucedió. Así que procedió a desprender con parsimonia de su camisa negra, aunque ya para aquellas alturas estaba prefiriendo tirarse rendido así como se encontraba... Húmedo, confundido y cansado.
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“De acuerdo, señorita Angelique. Aunque no quiero que moleste demasiado a los miembros de la servidumbre por mi causa. Yo mismo buscaré la habitación y, desearía que mañana me proporcionara sus horarios”
Asentí distendida, bajando la cabeza para evitar mirarlo de nuevo. De ahora en más sería un fiel sirviente, ¿qué tanto podría soportar ésa fina línea? ¿Qué tan loca podría ser que era capaz de romper el muro y atreverme a más? Las preguntas se revuelven, se mecen y se ponen inquietas. Sentí revoltijos en mi vientre y se estrujó con dolor. Aún sigo dolida, por el rechazo… Por él. Era la primera vez que alguien me decía no. ¡Y yo que incontables veces rechacé hombres!... Ahora los comprendo, me apiado de ellos y si tuviera oportunidad, le diría sí al primero que ose invitarme a beber un café. Todo, para pretender que ya no me importas y que, esto fue un mero capricho… Pero estoy segura, que no lo es.
“Descuide, con que me den unos boxers me alcanzan y sobran”
Parpadeé confusa, ¿por qué eras tan… tú? Suspiré con parsimonia, y alcé la mirada una última vez antes de dejar el salón. A mí me encantaría verlo en boxers únicamente, y negué ante la idea antes de que la imagen hiciese su jugarreta—. No es de caballeros rechazar la hospitalidad de una dama. —Lo admiré con un veneno letal, mortífero, con ganas de hincar el diente mientras mi cola de cascabel se movía advirtiendo. Sonreí mansa al momento, disipando todo rastro de rencor y malicia. Las mujeres tenemos fama de arpía, ¿pero las mujeres despechadas? ¡Son las peores! Así, emprendí el viaje al siguiente cuarto de baño con distracción, mirando el suelo con mucha meditación. Me deshice de las mudas mojadas adheridas a mi cuerpo y las fui apartando para alcanzar rápidamente una bata. Y en vez de optar por el rubro mis aposentos para cambiarme, decidí ser motivada a un impulso más nocivo: ir a parar a los cuartos de huéspedes donde, Tarquín seguramente vaya a estar.
La puerta estaba media abierta, dando paso a un umbral que separa dos mundos, literalmente. Él nació para la servidumbre, y yo para la realeza. ¿Pero acaso no podemos ser Lancerote y Ginebra?, ¿El Doctor Hyde y Mary Reilly?, ¿Medea y Jason? ¡Ah! Indagué ingenuamente por el espacio visible, sin mover la puerta y descubrir a un hombre hecho y derecho. Mis mejillas se habían puesto rojizas de excitación, saboreando cada piel expuesta sin ninguna clase de arrepentimiento. Contuve el aire. ¿Por qué me torturo de ésta forma? Al final, sólo seré una Margarita Guatire que acabará muriendo y queriendo en soledad. Mientras la iluminación lo teñía, le daba un aspecto tan varonil y atractivo, que no evitaba sentirme hipnotizada por mi grifo. Retrocedí, por miedo a que me descubriera…
Entonces seguí andando a pasos discretos, sin mirar atrás. La velada se me haría eterna. Mis ropas estaban sobre mi cama, y en breve fui capaz de ponerme una sencilla blusa, y una coqueta falda, pues, no había otro hombre en la casa, a excepción de él
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
La tina caliente aguardaba por la compañía de Tarquin desde hace varios minutos. No faltaba otra cosa que no sea el cuerpo agotado de un grifo, que pedía a gritos paz y tranquilidad a la vez. ¿Cómo podía contra la encarnación de una gema viviente en versión de mujer? ¿Por cuánto tiempo el grifo haría de cuenta que no pasaba nada? Sabía perfectamente lo que ocurriría; sí daba rienda suelta a la tentación que se estaba agolpando dentro suyo. La entornación de la puerta de su habitación, aparte de la del baño, no le impedía de cometer su laborioso trabajo de desvestirse. Al menos mantenía su mente ocupada lejos de las imagen mental de Angelique, de su temeraria mirada que le pedía a gritos un poco de su maldita atención y lo cruel que era por ello. No le costaba nada satisfacerla como ella tanto quería. ¿No eran demasiadas absurdas las excusas que él profesaba? Tal vez...
Su cuerpo imperfecto a su gusto, se hallaba expuesto a la mirada de la soledad y perfumaba cada rincón con el intenso aroma salvaje de las lejanas tierras de Grecia. Algunos mechones castaños goteaban por los costados de ambas sien, hacían a que su rostro se viera fugazmente expresivo y a la vez se opacaba por una seriedad bastante revitalizada. Su gabardina polvorienta de sus viajes descansaban al fin en una silla, merecidamente y sus pantalones se encontraban tirados a sus pies. Las botas a un costado de la cama y la camisa con todos sus botones abiertos. No obstante, Tarquín quedó pasmado al ver una espectral cabellera rosa hondeándose y antes de dudarlo dos veces; salió a verificarlo a los pasillos. Asomando la mitad de su cuerpo, apoyándose sobre su hombro y acariciándose a la medida con las yemas de sus dedos el lado dónde estaba alojado el corazón. Agitado su órgano vital pulsaba endiablado dentro de su pecho.
¿Al final era verdad?, se preguntó, ni bien la vio cruzar por una de las esquinas de la mansión. ¿Qué intentabas comprobar, Angelique? ¡Oh, mi gema! ¡Si supieras bien lo que quieres averiguar! Me odiaras tanto...
Quedarse parado torturándose con ideas que pueden levantarle demasiado el libido no era una buena opción. Así que, antes de postergar su relajante baño por unos cuantos minutos o quizás una media hora. Dirigió sus pasos al armario de huéspedes, encontrando una bata adecuada a su gusto y poniéndosela sin apretar demasiado el cinturón; que no sea un improvisado nudo del estilo de un faraón de épocas pasadas. Peinó sus mechones sueltos para atrás de su cráneo y salió a buscar el cuarto de la duquesa. La planta baja no poseía demasiadas habitaciones. Tal vez unas tres o cuatro como máximo, pero capaz que en una de ellas se encontraba la ansiada biblioteca de la que después se adueñaría con cada uno de sus ejemplares. Claro, si es que la jovencita deseaba compartirselos. ¿Tendría ufanados autores del Formalismo ruso? ¿O el Decameron? El castaño lo averiguaría después.
—Señorita Angelique....—Hablo como si fuera la primera vez el gripo tras la puerta, supuestamente cerrada. Habiendo tocado con sus nudillos la puerta de la chica, avisando de su presencia y extrañándose a que nadie le contestara.—Entraré.—Y sin más contratiempos que ése, empezó a girar la perilla del picaporte labrado en bronce.
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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La imagen de Tarquín me tortura. Me muerdo los labios, ansiosa, y mis rojas mejillas calcinan mi piel. Buscó distraída ropa con qué ponerme, dándome a la espera de darme un apaciguante baño que pueda hacerme olvidar, que me calme el espíritu atormentado y las ideas descabelladas que vociferan ser planteadas en la realidad. Observó mi reflejo en el espejo, dudó de un momento si seré realmente muy poca mujer para él, ¿demasiado joven para su gusto? Niego, y analizo mi esbelta figura, acentuada por una muda mojada, mi pecho apretujado por la humedad. Grandes y voluminosos para un hombre preso de la lujuria, y mis sobresalientes curvas, que también pueden ser un manjar. ¿Qué estoy haciendo mal, mi caballero? ¿Por qué no me das tu romanticismo oscuro? Aprieto la mandíbula, enfurecida y aquella ropa que en mi mano descansa, la tiro hacia mi imagen, demasiado turbada y con una rabia que quiere rasgar la superficie de mi temple.
Mi mirada se torna algo brillante, queriendo escapar rebeldes lágrimas que contengo. No, prometí no volver a sufrir, pero me duele el pecho. Pesa y la angustia se vuelve un nudo que debe deshacerse. Grácil, me muevo de un lado a otro como un félido atrapado en una jaula, estudiando con presura cada rincón de mi dormitorio, buscando un plan mientras maldigo en griego. Mi preciada lengua natal. Que los dioses escuchen mi plegaria, y tomen en cuenta que en verdad, necesito un apoyo emocional. Que soy vulnerable pese a mostrarme como una gran araña venenosa contra aquellos enemigos que caen torpes en la gran red. Pero, tú eres mi presa, así que no te vas a escapar.
“Señorita Angelique....”
Su voz me alarma, saltó encrespada y aguardó silencio. Mi mirada se transforma en una fiera, y me acercó a la puerta para oírlo. No respondo al llamado, y tiesa, acarició el tallado de la puerta. Puedo escuchar su respirar, el latir de su corazón y una aparente preocupación por mi persona. ¿Qué quieres ahora?, ¿no te alcanzó con rechazarme y vienes a burlarte? ¡Te odio! Afiló los ojos, me vuelvo brava y te encaró mentalmente, pero, sin dejar que ésas palabras fluyan para castigarte con mi silencio.
“Entraré”
Cuando dices que quieres entrar, yo me esmero en cerrar la puerta. No te quiero ver, así que te aguantas como un perro al que su amo no anhela encarar.
—Si deseas algo, dímelo desde la puerta y habla rápido, estoy por bañarme —le informó, pues no quería que apreciase mi estado anímico, y me asaltase con ridículas preguntas que yo no quiero responder. Apoyó mi oreja en la madera, y pretendo atender a su respuesta, no me iba a hacer cambiar de parecer así que, debería conformarse. Dejando que un umbral nos separase, como debía de ser. No tenía el derecho de pisar mi cuarto, ni invadir mi privado espacio con su… Delicioso aroma varonil. ¡¿Cómo?! Luego la fragancia me haría retorcer, ¡y soñaría obsesiva por su maldita culpa! Tragó saliva nerviosa, las dudas me trasladan y por un momento, hago espacio para pensar en el futuro… ¿Así sería todos los días?
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
Son en aquellos instantes, en que su cabeza no supo como reaccionar. Se había transformado en una hoja en blanco. Observando, los detalles de puerta que no le generaba aspiraciones. Ni motivaciones, ni nada. Entonces, ¿por qué diablos continuaba ahí parado? Jugando al papel del perturbado por unos fantasmas inexistentes, flagelándose con cuestiones mucho más sencillas de descifrar a la vista y, de las que él, solo parecía gustarle de complejizar porque sí. Tanto que no pasaba por alto una sola cosa. Una de la que quizás, dentro de aquellas ruinas; dentro de aquella torrencial llovizna fría; supliendo en los labios de la duquesa.
Se dio cuenta.
Angelique expresiva como algunas veces se caracterizaba. Lo trastocó con sus melancólicas miradas, saturándole los oídos de palabras cargadas de falsa candidez, y escudándose prontamente entre cuatro paredes metafóricas. De la misma forma que hacia ahora. Solo que los separaba una puerta, un largo pasillo desierto y sus mismos orgullos. ¿Qué perdía él?
A ella.
No, ya la estaba perdiendo, muy despacio.
Le costaba respirar, articular y dirigir la palabra. Por otra parte, una voz femenina se mostró enfrascada e interrumpida en lo que quizás sería un ritual calmo. Podía imaginársela detrás del umbral. No era difícil darse una idea de cómo estaría dentro de aquella habitación. La mente jugaba. La mente deseaba. La mente guiaba. Apoyó sus cinco yemas sobre la madera, áspera al tacto, y luego descansó la frente con serenidad. Cerró los ojos, vigorizado.
—Siento haberte interrumpido—habló, como si fuera la primera vez que lo hacia en años. —Solo quería desearte buenas noches…—Y algo más falto por decirle: —Angelique…—Susurró el nombre con suplica. No le pudieron salir otras palabras de su boca, que no fuese el nombre de la duquesa. A la cual prometió velar de las maldades del mundo, de aquello que se consideraba miseria a nivel humano y por sobre todo, ayudarle a buscar de nuevo lo que enterró. La felicidad negada. ¿Lo encontraría a su lado? ¿Quién aseguraba de que él mismo no le lastimase?
Recordó su confesión con lujos de detalles fotográficos y el alma se le encendió como una fiesta de fuegos artificiales. Palpitó dentro de su pecho. Terminando de extender su mano por encima de la superficie de madera.
—Crees que por está noche….¿Podremos olvidar todo lo dicho hasta ahora? —Entreabrió los orbes iluminados de emergidas intenciones secretas. Más luego él, se quedó enmudecido frente a lo dicho.
Fue tal la conmoción, que lentamente retrocedió de aquella maligna entrada, observándola desorbitado, y de paso que tensó todos los músculos de la mandíbula, a un grado bastante excesivo. Por lo que, una cachetada a tiempo no le vendría mal en aquellos momentos. Quizás le doliera unos segundos. Pero, se lo tenia bien merecido y todo por querer pecar con ella, tan malsanamente.
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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Te necesito.
Aquí.
Ahora.
Mis pezones se endurecen por un palpitar presuroso, la demanda se hace fuerte y toda yo, siento recorrer en mis venas el veneno. Incluso el deseo de ver aquellos ojos en una encrucijada, me revuelven el vientre. Respiró agitada, no pienso realmente que venga desearme buenas noches. Eres un mentiroso. ¡No le creo nada! ¡Todos son iguales! Tiemblo de furia pero soy una estatua. Heráldica e inmutable permanezco de pie, oyendo sus vanos intentos. No emuló palabra de consuelo, ni lo animo a que siga revelando más. Sé que nunca fue hablador, y tampoco voy a hacerle cambiar su hechicera personalidad, ésa que tanto me arranca de mis labios un suspiro adolescente.
“Crees que por está noche… ¿Podremos olvidar todo lo dicho hasta ahora?” Aquello me escandaliza. Lo odio más. Lo deseo más. Me confunde a pasos agigantados. Algo en mí me dice que abra los aposentos de la diablesa, que busque provocarle y lo arrastre conmigo a una infrenable lujuria. Cegarle, volverlo mío y comerlo como si fuera una mera ofrenda. De manera imprevista me deshice de todas mis máscaras, de mis ropajes, sólo la desnudez de una diosa se despliega. Afrodita me confería sus poderes. Seductora, bruja, depredadora.
Sostuve el pomo y abrí despacio. Dejando descubrir con parsimonia un cuerpo de miel y leche, ojos brillantes que invitan a entrar, y rojos labios que no sonríen. Enmudecida, para nada avergonzada de la desfachatez con la que me exhibo pues deja a un lado los conocimientos acerca de lo que una señorita no debería hacer frente a un caballero. El brazo se estira todo lo que puede, encaprichada en meterlo adentro conmigo, cerrar y respirar contra su cuello.
— Hazme tuya…
Un susurro, un maleficio que se repite incluso después de haber sido dicho. Fundó los labios, devoró sin culpa. ¡Qué dios me condene si así lo quiere! Pero yo quiero ésa boca. Era hermoso sentir su oscuridad, en cómo es que la guardaba tanto y poco a poco me llenaba. Me satisfacía de una manera indescriptible.
¿Cómo eres capaz de creer que puedes protegerme, si soy una arpía?
—Tarquin... —Refriego las carnes labiales. Su nombre se vuelve deseo, una llama poderosa que me calienta. Está en mis manos, en mi poder. Desnudé la bata, dejándome embalsamar por el pecho endurecido, y ése torso exquisito. Mis yemas se deslizaron, con inquietud, deseando descubrir más.
Angelique Freetzenvalden
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
Iba a helar su conciencia con agua. De ser necesario para calmarse. Fue un error lo que salió de sus labios, un pequeño impulso que le arranco ella de deseo y lo condeno a transformarse en un completo rogador. El grifo de espaldas a la puerta, se sintió arder entorno a una hoguera interna. Se agarró con fuerza la cara. Quiso destruirsela en varios pedazos. Un poco tarde fue aquel sentimiento de frustración. La abertura de aquella puerta le evidencio de nuevo sobre una segunda presencia. Tarquin se concentro en no verle con una pared. Adoptando una facial rigidez de águila. Instigo a admirarle sin pestañear. Arrugando, a la brevedad, demasiado el entrecejo.
La chica no tardo en acercársele. Apresando el cuello masculino con necesidad de afecto, a lo que el correspondió de forma agresiva y apretándole ambos glúteos en advertencia. Sin propinarle palabra alguna. Cuando ambos se encerraron dentro del cuarto. El castaño se fue dejando llevar por la pasión que sentía. Agarrándola bravo de la nuca, enredándose entre dedos con aquellos cabellos de cuarzo, e impidiéndole, casi al final a ella, que lo ahogara entre aquellas muestras de afecto.
Besó una de las mejillas contrarias.
—Angelique… No moriré. Ve despacio… Lento…—le susurro complacido contra uno de los oídos. Optando por el lado derecho, donde los latidos de la duquesa se intensificaban y podría él escucharlos mejor. Significaba que no iba por mal camino. Le corrió un poco el pelo. El hombre voló rumbo a la espalda de la joven, deseoso de una mejor abertura a su cuello para acariciarlo, y también, la perfecta posibilidad de repasarle cada vertebra con los labios. Empezó a mordisquearlas inspirando falsa inocencia.
—Quiero que lo repitas de nuevo…—Pidió amable el muchacho, refiriéndose a lo anterior y llegándole aumentar las mordidas en las vertebras finales. Las que se perdían bajo la piel, al alcanzar el inicio de la línea del trasero. Se detuvo para inhalar por las fosas nasales. La cama les aguardaba a un solo paso. Más este no correría a usarla enseguida, quería disfrutarlo como dijo: lento. Hasta hallaba cierto morbo al pausar las cosas. Se le fue separando, secándose la boca seca con una mano y relamiéndose los colmillos un poco sobresalidos.
—Tienes algo que ninguna mujer ha podido usar conmigo: poder. Uno del que siempre intento de rehuir, ¿crees estar preparada para seguir con esto? Yo no lo sé aún. Por eso, no quiero que apresurares demasiado las cosas. —Hizo una pausa, erguiéndose lo más derecho posible y acortando aquellas distancias entre ellos, tomándola fuertemente del mentón.
En cualquier instante, volvería a atacar esa boca. Lo prometió bastante obsesivo. Aunque, lo que tenía para decirle, también resultaba de igual importante: —No te alejes de mi perímetro. Porque juro que te…—Acercó peligroso el rostro, casi respirándole imperioso encima—…matare.
Se compuso de nuevo.—Deseo ducharme—aclaró a lo último tosco, apartándose de ella y recogiendo la bata del suelo para colocársela.
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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Ésas garras en mi trasero ha sido una acción sorpresiva. Tu furia me excita. Necesitaba saciarme, cómo si sintiera sequedad en la boca. Han sido meses sin haber probado los labios de un hombre. Mi esposo era quién satisfacía ésas demandas, por ello me había vuelto adicta a las sensaciones de pasión, de desear sentirme viva… Y las obsesiones me provocaban frenesí, impulsos adictivos y emociones encontradas. Totalmente fuera de mí pues, las había contenido por mucho.
—Pero yo… —suspiro extasiada, no había terminado la frase. Le iba a decir que había encontrado un vaso de agua al cual puedo beber, por ello, mis acciones son urgentes. Yo era la que se moría, y él, en cambio, parecía mantenerse a raya. Controlado. ¿Por qué se digna a ponerse una máscara? Se la quiero arrancar, sacar ése lado fiero que en un lapso de segundos, antes logré apreciar. Quiero que me devore, que me penetrara con firmeza, y que mi cuerpo sea un colchón para el suyo.
Aspiré aire, mi corazón latía errático, hasta sorbí saliva cuando sentí sus dedos en mi espalda. Mis piernas se derriten, mi retaguardia está indefensa. A su merced. La frialdad de sus dedos me provoca, así que me mordí los labios de una manera golosa. Enrojecí de la vergüenza, ¿es necesario repetírselo? ¿Acaso es sordo? Por un momento quise abofetearlo y simplemente admiré la pared sin comentarios, dejándome arrastrar por el sentimiento. Mis músculos se distienden en tanto mi intimidad palpita en cada mordisco. Gemí. Es delicioso.
Y se detuvo el maldito.
Me obligué a girar, expresando incredulidad. ¿Realmente me está rechazando? Me llené de cólera porque hirió mi orgullo femenino, el rechazo duele pero debe saber que yo no soy del carácter que se rinde. ¡Oh no! Yo soy su ama, así que se hará lo que yo diga. Elevé el mentón con solemnidad, los ojos se encuentran con los de él y aquella gratificante sensación no se va. El plebeyo se lo pensaba demasiado, y nadie tendría una oportunidad cómo esta. Nadie. ¡Y ahora me amenaza con matarme! Mis ojos se entreabrieron, con semejante mueca, por lo que recuperé la compostura rápidamente.
—¿Quién te crees para decirme tal cosa? —Ofrezco una muestra de veneno sofisticado, tratándole de inferior al poseer vanidad. Una sonrisa se dibuja en mis labios y pretendí rodear su cuerpo de nuevo, abrazándolo por la cintura—: Nos bañaremos juntos.
No es una pregunta. Es una puta orden.
Lamí su pezón, sin darle posibilidad de escapar. Bajé la mano a su trasero, y lo estrujé en mi palma—. Además, quiero que me ayudes a refregar mi espalda y me protejas de un resbalón, ¿o vas a evitar tus deberes de cuidarme, incluso en el baño?
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
—Él que quiere seguir con su deber.—Habló serio y arrastrando cada silaba.
La boca del grifo exhaló caliente encima del rostro de la mujer, al tenerla todavía tan cerca y frente a aquella urgencia a que hicieran una pausa. Iba a recurrir a ese medio tan conocido, en donde las palabras muchas veces sobraban, y se sustituían únicamente por simple tacto. Elevó la zurda por la retaguardia desnuda de la joven, metiéndola debajo de la cascada de cabellos y ejerciéndole luego cierta fuerza a la nuca; la obligó a que lo mirara a los ojos. El infierno se apoderó de ellos. Y, sólo ellos, calcinarían a la criatura que sostenía entre los brazos.
No había impedimentos; no había marido y tampoco debía fingir que ella le era indiferente. Debido a que el fallecido, nunca fue ingenuo para darse cuenta de que aquel supuesto amigo suyo, cambiaba la mirada con solo ver entrar a la flamante esposa; o cuándo la misma se encontraba dedicada a lo suyo. ¿Y quién iba a tolerar semejantes cosas? ¿Bajo su techo? ¡Jamás! El duque no lo hacia. Suspiró al volver en sí. Tanto aquella visión de pezones endurecidos contra aquel desbocado abdomen y escuchar las palabras de una boca semi hinchada, hacían a que un hombre anhelara a sentirse como un ser primitivo.
En su caso, enjaulado dentro de grandes capas de titanio.
La alejó, acomodándose las formadas arrugas de aquella bata y encaminado a verificar el estado actual de los pasillos. Asomó la cabeza afuera, paseó las retinas por cada rincón y sin inmutarse demasiado a que a espalda suya tuviese la dueña como una Eva. Apenas deseoso a objetarle lo que le dijo a lo último, el hombre miró de rabillo de ojo y finalmente la tomo por el antebrazo con la intención de apoyarla contra la madera de la puerta. Y sin lugar a protestas contrarias, con la adrenalina a flor de piel y el espíritu temblando de debilidad de no romper con sus propias creencias. Al fin se dispuso a cerrar la puerta del cuarto; claro, sin olvidarse del importante detalle de echar el seguro para que nadie más entrase.
Tarquin se fijó de nuevo sobre el estado de la duquesa. ¿Cuándo fue que pasó, Angelique? Te he evitado. Tengo mis motivos para hacerlo, y aun así no perseveras a capturarme en tu maldita telaraña. Sin duda, estás obrando como la viuda negra… Queriendo atrapar a está ciega mosca.
El flujo de sus rápidos pensamientos se vio interrumpido. Porque ambas manos agarraron la mandíbula de la viuda, le beso la frente como si fuera una muestra enfermiza devoción. Se tomó unos segundos, respirando forzado por la nariz, bajó las manos tanteando toda la silueta femenina y corroborando, que era todavía libre de hacer lo que quisiera con ella.
Enterró sus uñas fieramente sobre las nalgas, elevándola a los aires y fuera de sí, autocondujo a que ellos terminaran agitados contra la única cama disponible. Tuvo a Tarquin admirándole desde arriba, con sus cabellos castaños cayéndole en cortinas, él regresó a reclamar un suspiro de su boca.
Tarquin A. Blackwood
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Something Stupid
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Algunos germinados rastros de pasión subían a mis pálidas mejillas, tiñéndolas de un purísimo rosado. Mi boca comenzaba a salivar, producto de una emergente necesidad de comérmelo a besos. Él frente a mí, mártir de mis designios pasionales, ¿sería correspondida está vez? ¿Buscaría una excusa? Me late el corazón, algo que no concebí, ¡tan vivo!, ¡tan impulsivo! Siento que me roba el aire de los pulmones, sus ojos abrasadores eran primitivos, reflejando a un hombre de emociones intensas.
Es la primera vez que me dedicas una mirada así.
Me dejé admirar. Porque de todos ésos hombres que han expresado hambre, la suya tenía un significado más confuso, tal así que estos me atormentarían aún en las penumbras de un sueño nocturno para entonces, sólo entonces, despertar húmeda.
Estudié la anchura de sus hombros, su mandíbula sobresaliente… Jamás para mí ha sido cálido ni mucho menos cercano, siempre heráldico, indiferente, interponiéndose entre nosotros una especie de Muro de Berlín, aquella que separo drásticamente un país. ¿No puede ser más… atento? No le pido demasiado, mi supuesto protector al final, ni servía para consolarme de las verdaderas tragedias.
Le miro atenta, cada acción precipitada me hacía temblar desde la punta de los pies, así que abrazo sus hombros anchos, pegando un respingo ante la desubicada tomadura. Sumándome al éxtasis de la pasión tras, rodearle con mis piernas y acabando en la tradicional postura junto a él. Acaricié cariñosa su espalda baja, incitadora al presionar su pelvis contra la mía, sufriendo en el proceso. Gemí dentro de su boca, arrinconada, en su poder…
Duraría poco.
—Eres mío, que te quede claro, Tarquin. —Lo aparté brusca, volteando la situación al batallar y reclamar la cima. Tomé sus muñecas y las postré urgente en el respaldo para atárselas improvisadamente con las sábanas. Mi aliento respiró muy cerca de la garganta expuesta; olfateé el natural aroma de su cuerpo y profundicé al encontrar un hueco, lamiendo bajo su barbilla con un instinto de dominación fatal. Los dedos descienden, desatan meticulosos el nudo de la indumentaria de baño para abrir paso a un cuerpo esculpido por los mejores talladores de Italia.
Me relamí, surcando sobre su cicatriz de bala:
—¿Aún te duele?
Angelique Freetzenvalden
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En aquella cama seria donde se perdería para siempre, se saciaría con la carne de la nobleza y se arriesgaría a sucumbir al pecado. A aquella boca prohibida de una verdadera dama, diseñada por un hombre que pereció fatalmente de una caída y dejó completamente a merced de sus manos a un alma desdichada; que le rogaba a cada instante por una pasión que él jamás se lo hubiese permitido estando su marido vivo. Hasta ya no le importaban las consecuencias, ni sobre los comentarios que pudiera generarle a los demás miembros de la servidumbre al salir campante y sin culpa a la siguiente mañana de la habitación de los duques. Un guerrero también merecía sentir el calor humano, la adrenalina de unos cuantos galopes nocturnos y por supuesto, derramar satisfecho su queridísima simiente dentro del interior húmedo de su mujer.
Besó, masticó con desesperación los labios de la fémina hasta hincharlos y exploró con una ardiente lengua enteramente la cavidad bucal. ¡Por todos los dioses! ¡Por Venus de Roma! ¡Por Afrodita de Grecia! ¡Por Freyja! ¡Por Bastet! Y por todas esas divinidades féminas que fueron el sueño húmedo de tantos amantes a sus historias, de pintores, de esculpidores y de los fieles a sus santos cultos. ¿Cómo se negó por tanto tiempo a besarla? ¡Cuando pudo haber conseguido más! Un Santo Grial que creyó tan perdido en la faz del tiempo.
Por un leve instante, los granates ojos cerrados del grifo se entreabrieron y mostraron un leve brillo intenso por tal descubrimiento. Además que la presión de los senos contra el tórax le aumentaba el libido, lo sobrecargaba de intensos escalofríos y le latiera demasiadas veces las sienes por segundo. No estaba acto para actuar de forma inteligente, pero se extraño por el cambio de roles de parte de la mujer y en contestación molesta, él emitió un ronco gemido. Ella acabo a horcajadas sobre el hombre, mientras él recuperaba el nivel de aire a los pulmones y flexionó las piernas para mantener un balance perfecto del peso extra.
E inhaló por las fosas nasales, cuándo Angelique descendió a besarle con una precaución que lo entretuvo bastante y perdono el hecho que lo atara a la cabecera de la cama:
— Es lo menos importante ahora —le criticó grave por tocarle el punto de la cicatriz, tiró de las suaves ataduras que le oprimía las muñecas y estiró la cabeza a morderle uno de los lóbulos de las orejas.
Sin el menor de los pudores, le acarició con la punta de su nariz el fino cuello de la griega. Al mismo tiempo que apartó a hundir la nuca entre las suavidades de unas cuantas almohadas, admiró lleno de avaricia a aquel cuerpo desnudo en la plenitud de su reinado; y que tanto le inspiró a que abriera poderosamente las alas del deseo le que oculto, tan ciegamente.
Besó, masticó con desesperación los labios de la fémina hasta hincharlos y exploró con una ardiente lengua enteramente la cavidad bucal. ¡Por todos los dioses! ¡Por Venus de Roma! ¡Por Afrodita de Grecia! ¡Por Freyja! ¡Por Bastet! Y por todas esas divinidades féminas que fueron el sueño húmedo de tantos amantes a sus historias, de pintores, de esculpidores y de los fieles a sus santos cultos. ¿Cómo se negó por tanto tiempo a besarla? ¡Cuando pudo haber conseguido más! Un Santo Grial que creyó tan perdido en la faz del tiempo.
Por un leve instante, los granates ojos cerrados del grifo se entreabrieron y mostraron un leve brillo intenso por tal descubrimiento. Además que la presión de los senos contra el tórax le aumentaba el libido, lo sobrecargaba de intensos escalofríos y le latiera demasiadas veces las sienes por segundo. No estaba acto para actuar de forma inteligente, pero se extraño por el cambio de roles de parte de la mujer y en contestación molesta, él emitió un ronco gemido. Ella acabo a horcajadas sobre el hombre, mientras él recuperaba el nivel de aire a los pulmones y flexionó las piernas para mantener un balance perfecto del peso extra.
E inhaló por las fosas nasales, cuándo Angelique descendió a besarle con una precaución que lo entretuvo bastante y perdono el hecho que lo atara a la cabecera de la cama:
— Es lo menos importante ahora —le criticó grave por tocarle el punto de la cicatriz, tiró de las suaves ataduras que le oprimía las muñecas y estiró la cabeza a morderle uno de los lóbulos de las orejas.
Sin el menor de los pudores, le acarició con la punta de su nariz el fino cuello de la griega. Al mismo tiempo que apartó a hundir la nuca entre las suavidades de unas cuantas almohadas, admiró lleno de avaricia a aquel cuerpo desnudo en la plenitud de su reinado; y que tanto le inspiró a que abriera poderosamente las alas del deseo le que oculto, tan ciegamente.
Tarquin A. Blackwood
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
Something Stupid
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Sonreí pérfida, cometiendo una traición justa por querer tenerlo bajo mi yugo. No tendría compasión. En mis venas corre la sangre de todas aquellas duquesas y emperatrices que se han creído débiles y frágiles pero que en realidad, se deleitaban con la obscenidad y la tortura. ¿Cree que lo devoraré? Pobrecillo. En mis ojos se reflejó el brillo intenso de una araña venenosa, apunto de picar, mi venganza, porque yo soy rencorosa y me las cobro a niveles insospechados.
Aún estoy en el apogeo de mi juventud, mi marido, mi propio tío tuvo la insensatez de cometer incesto, obligándome a casarme con él para mantener el espíritu de una generación de sangre real. ¿Y qué iban a decir?, la mente tradicional por difícil de creer, se mantienen en el siglo veintiuno después de tantos siglos. Una mente cuadrada y machista, que, a mí me aterra. Pero ya no soy más una sumisa esperando corresponder a los deseos del buen esposo, ya no. Ahora sólo soy una adolescente jugando al papel de una mujer independiente, deseando absorber y volver mío a ése amante que se resiste a mí.
La dureza de su viril miembro se me antoja impetuosa, ávida y despierta.
Lo desea.
Me desea.
Sentí el hambre, la necesidad y la desesperación. ¿Cómo un hombre podía transformar tanto a una dama? ¿Calar en sus pensamientos y volverla una obsesa de sus deseos sexuales? Me enloquece. Besé los pectorales, lamiendo la aureola de sus pezones y bajando la mano en lentitud al abdomen plano; acaricio, araño y marco territorio. Alcancé incluso sin pudor a agarrar enteramente la virilidad ajena, sosteniéndola desnuda. Se sentía rugosa y caliente. La masturbé en leves movimientos transitorios, arriba y abajo, agazapándola entre mis yemas. Una pericia devastadora, pues la acción se vuelve más vertiginosa.
—¿Así te gusta? —Murmuré, mordisqueando el pecho en pocas ocasiones. Admirando sus ojos que se desinhibían para mí. Quería oírle gemir. Descendí el ritmo, riendo arpía tras levantarme de él y apartarme completamente—. Quiero oírte suplicar por más, Tristan. Quiero humillarte como me lo has hecho a mí, al rechazar mis sentimientos la primera vez que me confesé ante ti… Al herir mi orgullo femenino por tu estúpida cuestión de honor —coloqué mis manos en mis caderas, posando altivamente con un desdén propio de una maldita soberana.
—Te negaré el placer pero te quedarás caliente y deseoso. La próxima vez, puede que me lo piense —sonreí vil por primera vez, y me fui a bañar.
Angelique Freetzenvalden
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
El corazón del muchacho se empezó a acelerar detrás de una jadeante respiración, ya no tenia espacio para que mal reaccionara ante todo aquello y ni siquiera pensaba con la misma claridad de siempre. Las emociones afloradas hacían que vieran cada cosa en la habitación de una forma completamente distinta. E incluso, el cuerpo de la joven se le antojo anhelante a medida que movía, y pese también a que le siguiera costando entenderla bajo aquella nueva faceta. Quizás… Porque tampoco, en el pasado, les existió tal oportunidad cómo para que ambos terminaran envueltos en aquel nivel de intimidad y también por existir millones de obstáculos a propósito; que le evitaron al grifo llevarse a la duquesa a parar a su cama.
La avivada mirada del grifo vigilaba a sus nuevos objetivos: los senos femeninos. Su gula aumentaba no solo por el hecho que no pudiera estrujárselos, sino porque también le hacia falta succionar aquellos pezones. De inmediato, percibió la picazón en sus palmas y la necesidad de abrirlas para que corriera mejor la circulación por su organismo. Gruñó molesto por tanta represión a sus instintos, al mismo tiempo que arqueó interrogante una ceja y las mejillas se le fueron tornando en carmesí por culpa de su sensible falo. ¡Maldita perra!
—¡¡Estás jugando con fuego, mujer!!—fue lo único que le salió decir en defensa, antes de entregarse a las sensaciones agradables que le hacia aquella niña al jugar con su miembro y que para colmo, le empezaba a calentar hasta dejársela dura, Fueron unos minutos, pero fue lo suficiente como para que le sudara la gota gorda por su frente y le recorriera hasta llegarle a una de las clavículas. Jadeó a lo último. Y los pocos intervalos que ella hacia fingiendo detenerse, se le animaba a marcarlo a lo fiera con las uñas parte de su abdomen y a producirle choques eléctricos por el uso indiscriminado que se le ocurría hacer a la boca de la duquesa. No obstante Tarquin acabó tan frustrado, que apenas le dirigió la palabra a la pelirosa pero sí se atrevió el desgraciado a verle el trasero cuando ella camino rumbo al baño y lo abandonase ardiendo aún de pies a cabeza. Soltó un suspiro, y se tomo al menos unos minutos para liberarse poniendo en uso desmedido sus colmillos y tironear unas cuantas veces la varilla de la cabecera. Fue arduo, encima empeoraba su mal humor y acrecentaba muchísimo más las palpitaciones hacia su hombría.
“Me miras a los ojos. Me despojas de mi orgullo, mi alma se rinde y haces que se arrodille ante ti”
Ella se le burló de su honor, pero no sabe que él ya no lo tiene. ¿Qué persona en su sano juicio se mete con la mujer de un difunto que no tiene más de un año de muerto? Él. A alguien que no le importa mucho el resto, pero si que era capaz de hacer una excepción por que era únicamente ella. La humana que se le parecía en muchísimos aspectos, tenían casi los mismos miedos y se escudaban bajo la misma técnica de acorazarse. Se sentó a un costado de la cabecera, contemplándose las marcadas venitas alrededor del miembro despierto y sin previo aviso, por encima de la orden dada, comenzó a satisfacerse el mismo. Atreviéndose a ladrar de vez en cuando el nombre de la mujer dentro del cuarto del baño, entrecerró los ojos por el frenesí y después de unos diez minutos, su propio semen llegó a bañarle justo en toda la mano; que obró justamente para masturbarse el mismo. Cayó rendido de espalda contra la cama, oxigenándose salvajemente los pulmones y tapándose con el brazo los ojos debido a la desesperación que fue terminar así. ¡Nada menos que por una mujer! Y realmente, lo valió. ¿Qué pensaría ella de él ahora? ¿Qué era un completo asqueroso? ¿Más de lo que fue su difunto marido? Recobrado de su fría voluntad, se cerró la bata con un nudo y fue a verificar como estaba Anguelique.
—Al final tuve que recurrir a la antigua. Vaya mal sirviente tienes, ¿no...?—Le hablo grave hasta que su voz se fue apagando, con un aire provocador asomado en aquellos inexpresivos oculares y ahora tan encendidos de verla de nuevo como Dios la trajo a ese podrido mundo.—Permitame que le enjabone espalda—preguntó entre distraído y ausente, dando un paso seguro a aquel terrero y arrimándose hacia donde estaba ella.
Tarquin A. Blackwood
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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Mis rosados cabellos bailaron al son de una caminata apresurada, llegándome hasta la gloria. Los pies descalzos andaban por la cerámica fría del cuarto de baño y yo, lo primero que hice al llegar fue mirarme al espejo de una manera escandalizada. Me ruboricé. El pecho agitado aún sube y baja, su cuerpo aún lo tenía impregnado en mi piel. Extasiada y mojada, sentí también frustración. ¡Tan cerca lo tenía! Tuve que mancharlo, se lo merecía por perro mal nacido. De nuevo la llama de furia me abofetea el rostro, los ojos flamean y al final, opté por meterme a la ducha para apaciguar la cólera. Aplacar el deseo, el instinto que aún palpita debajo de mis piernas.
¡Por las barbas de Zeus y el santísimo Poseidón! El chorro de agua me hizo soltar un quejido de placer, ahogada en mi propia excitación. Apreté los dientes, absorbida por las gotas, imaginando salvajemente al sirviente con sus grandes y tersas manos cálidas, aireándose de su experiencia en la intimidad. Respiré agitada, alzando la cabeza hacia atrás para emborracharme en mi propia fantasía. Exhalé e inspiré aire, tomándome unos momentos antes de enjabonarme el cuerpo. Apoyé la palma de mi mano sobre la pared, mientras que la libre masajeaba mi cabeza de manera consistente y continua. Me temblaban los músculos con tensión marcada.
“Al final tuve que recurrir a la antigua. Vaya mal sirviente tienes, ¿no...?”
Pegué un brinco, casi resbalando, me sostuve a tiempo. Abrí los labios, y fruncí el ceño. ¡Insolente! Gritaron mis ojos azules en silencio. Creí que había cerrado la puerta, tal parece que lo olvidé. Mordisqueé mi boca, reflejando un destello estridente de impetuosidad cuando le oí decir lo siguiente: “Permítame que le enjabone espalda”
—Muchas gracias por la muestra de devoción, pero vete antes de que el Hades se te presente en persona —siseé amenazante, sumando al gesto una sonrisa altanera. Si pudiera estar en una época medieval, te azotaría la espalda con el látigo por esclavo irrespetuoso. ¿Cómo va a entrar al baño de una dama en ésas pintas y decir tan naturalmente que me va a ayudar en el baño? No tienes pudor.
—Te quiero fuera de mi cuarto —demandé impaciente, arrastrando el jabón por el cuerpo y dejándolo en su lugar—. Y espero no verte la cara durante la cena. La servidumbre no come con los amos.
Angelique Freetzenvalden
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
Si las personas pudieran leer fácilmente las emociones en otros, los malos rollos no pasarían jamás y todo el mundo seria muchísimo más feliz. Pero, ¿dónde quedaría la determinación de una persona que quiere entender todo a su alrededor? Comprendería mejor las cosas que le pasaban por la cabeza a la susodicha. La misma que se perdía debajo del potente chorro de la ducha, humedeciéndose, y trazando un camino con unas pequeñas manos al enjabonarse cada parte del cuerpo. Inhaló profundo. A medida que una gotilla nueva se escurría por esa figura, el otro se ponía nuevamente tenso y tragaba consecutivamente; al tener la boca bastante reseca.
Otro hecho notorio fue la intención de la duquesa por espantarlo. El efecto pareció dar sus buenos frutos, porque él bajo ninguna circunstancia le retruco tal decisión y hasta realmente le hizo creer que se había ido. Cuando, en realidad; seguía de igual presente y dispuesto a acortar cualquier clase de distancia. Se deshizo sigilosamente de la bata, aprovechando a su favor la distracción de la joven, se le posicionó detrás de la espalda. La inmovilizó, pasándole un brazo alrededor del vientre y le sujetaba con los dedos la mandíbula.
Olfateó la textura del cuello, antes de volver a hablarle:
—Deberá de postergar un poco sus planes—le aconsejó suave, entrecerrando los orbes de un modo indescifrable y aflojaba su agarre; para aventurar esa misma mano a ir a otros lados. Le rozó sutilmente por entre medio de los senos con un dedo, seguidamente de descenderlo más a bajo; corriendo del camino el brazo para tener un mejor acceso y llegaba a tocar las partes púdicas de la joven. ¿Qué planeaba hacerle?
—Eres humana. ¿Por qué te niegas lo que tanto deseas?
Sin previo aviso, acabó por estimularle con lentos masajes el botón sensible de su cofre; comprobando de paso la humedad de los labios vaginales, aventajando también por la infiltración de algunas gotas de agua sobre aquella zona, y aceleraba ansioso a un ritmo acompasado. Le aseguró grave al oído: —No me verás en lo que resta de tu noche, pero te puedo asegurar que después me lo agradecerás— y le besó además en recompensa, debajo del lóbulo de una de las orejas. Al menos pasara lo que pasara, él le cumpliría la parte de perderle de vista...
Tarquin A. Blackwood
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Re: Something Stupid. —Tarquin A. Blackwood [+18]
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¡Descarado! ¡Irrespetuoso! Le gritó mi pequeña parte moral, pero la otra, la más depravada e insaciable, se someten a aquellos deliciosos brazos. Retorciéndose en un anhelo mayor de ser follada. Folláme... Quise reclamarle en un susurro letal. Después pienso, que tal vez buscase burlarse de mí, que se quiere reír otra vez de mis sentimientos. Imbécil.
Sus manos, se deslizan y recorren cada extremo, provocándome en morderme el labio ansiosamente e hincharme de deseo. Investiga y explora. Entonces flaqueo y tiemblo en cada caricia. Él ejercía en mí, un inhumano poderío, lo peor, es que se apega a pasos colosales como un mal parásito, sin darme derecho a replica.
¿De verdad no me hará caso? Estoy enojada. Me hace arder bajo sus manos y se esmera en salirse con la suya. Le ofrecí un tremendo codazo, desinflando su erotismo hasta rajarlo en dos.
—Calla la puta boca, Tarquin. —y me di la vuelta, dándole una bofetada sonora. La zona quedó completamente roja. ¡Tiene piel suave! Le di otra, en la mejilla contraria—: ¿Estás sordo? ¿Acaso vas a desobedecerme? ¡Vas a dormir afuera como los perros! ¿Entendiste? Vete de MI BAÑO. —Pero antes de que pudiera reprocharme, e intentase sonar igual a un burdo perro apaleado: Le besé. ¡Y con ganas! Devoré su boca y me separé de él, sonriendo vil—: Dormirás lejos de ésta mansión, ¿has entendido? LEJOS. Y te quedas sin cena. Ah, si… No olvides que mañana debes llevarme de compras. —Me giré, ignorándole. Si de nuevo me ofendía, juro que lo iba a lamentar.
Angelique Freetzenvalden
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Vie Abr 13, 2018 6:04 pm por Cian Sheehan
» #Libro de Firmas
Sáb Mar 17, 2018 10:57 am por Gu Bei Chen
» ꧁ Gu Bei Chen ꧂
Sáb Mar 17, 2018 10:56 am por Gu Bei Chen
» ❉ Duanmu Louye ❉
Vie Mar 02, 2018 11:09 am por Duanmu Louye
» Los secretos y el pasado en la tumba deberían de quedar [Priv. Jun Kazuya]
Lun Feb 26, 2018 10:06 pm por Jun Kazuya
» Bajo el cielo inmaculado [Priv.]
Sáb Feb 24, 2018 11:41 pm por Larrence O'Brian
» ||Stars Can't Shine Without Darkness|| Priv.
Sáb Feb 24, 2018 10:04 pm por Larrence O'Brian
» One Step Closer...[Priv. Tasha || +18]
Miér Feb 21, 2018 3:20 pm por Gerhard Leisser
» ¿Fría atracción o cálida avidez? [Priv. Ahri]
Miér Feb 21, 2018 1:36 am por Rai R. Solberg
» Bake your Mood (Priv. Arlyne)
Sáb Nov 11, 2017 1:44 am por Arlyne Ní Laoghaire
» ENCUENTRO ACCIDENTADO (Priv. Kailen Tsukishiro)
Jue Nov 09, 2017 7:27 pm por Arlyne Ní Laoghaire
» {Juego} ¡Confiesa!
Vie Nov 03, 2017 3:24 pm por Dante Zuegg