¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
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¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
-Aburrido...
Resoplé con molestia, con la mirada fija en el techo de mi habitación desde hacía más de media hora. Aunque no podía decir que la cama de mi habitación era sumamente confortante, tampoco lo era tanto como para desear estar en aquella postura por mucho más tiempo. Como estaba acostada transversalmente, empleé un poco de fuerza con los pies para ir resbalando hasta dejar que mi cabello y cabeza cayeran hacia atrás y quedaran colgando en vilo en el borde del colchón, cambiando de esta manera el panorama de mi visión. Ahora tenía la bonita puerta que conducía a la recámara de Sergei frente a mí, sólo que vista al revés. Me quedé unos cuantos minutos así, dejando que mis manos también tuvieran el mismo destino que mi cabeza y rozando la mullida alfombra con los nudillos. El único sonido que me acompañaba en mi sufrir era el constante, y hasta cierto punto desesperante, tic tac del reloj de pared que colgaba en algún lado de por allí. Otros minutos más y sentí cómo la sangre subía a mi cabeza con aquellas características punzadas en la sien como señal de este hecho. Aún así, me quedé unos momentos más en esa postura, fijando siempre mis ojos castaños en la imperturbable y elegante puerta blanca, esperando que esta se abriera, explotara o cualquier cosa, con tal de sacarme de esa monotonía.
-Aburrido...
Esta vez no iba dirigido a la situación, sino a la persona que se encontraba al otro lado de donde yo miraba con tanta fijeza.
Pero no iba a esperar más tiempo. Traté de ser una niña buena y quedarme quieta en mi habitación como él me lo había solicitado, pero estaba loco si esperaba que esa conducta en mí durara más de media hora. Y ese tiempo ya había finalizado varios minutos atrás.
Me incorporé de un brinco y sin pensármelo mucho, me puse los zapatos y me encaminé hacia el enorme ventanal de mi habitación, que conducía a un pequeño pero bello balcón con vista panorámica a una área verde de las instalaciones de la Academia.
Si salía por la puerta que daba al pasillo, seguramente el amargado de Sergei se daría cuenta y me obligaría a volver. Pero esta vez no se saldría con la suya, yo sí.
Deslicé con despacio la puerta de vidrio que dividía la habitación con el balcón privado y de puntillas me encaminé hacia este, siendo lo más silenciosa y precavida posible.
Cuando llegué al barandal, pasé una pierna por este y me senté a horcajadas sobre el mismo, echando un vistazo hacia abajo y calculando la distancia que existía desde donde yo estaba hasta el suelo. Me encontraba en el segundo piso, claro que la caida iba a ser sumamente dolorosa...
¿Pero qué otra cosa más me quedaba? A volar~
Resoplé con molestia, con la mirada fija en el techo de mi habitación desde hacía más de media hora. Aunque no podía decir que la cama de mi habitación era sumamente confortante, tampoco lo era tanto como para desear estar en aquella postura por mucho más tiempo. Como estaba acostada transversalmente, empleé un poco de fuerza con los pies para ir resbalando hasta dejar que mi cabello y cabeza cayeran hacia atrás y quedaran colgando en vilo en el borde del colchón, cambiando de esta manera el panorama de mi visión. Ahora tenía la bonita puerta que conducía a la recámara de Sergei frente a mí, sólo que vista al revés. Me quedé unos cuantos minutos así, dejando que mis manos también tuvieran el mismo destino que mi cabeza y rozando la mullida alfombra con los nudillos. El único sonido que me acompañaba en mi sufrir era el constante, y hasta cierto punto desesperante, tic tac del reloj de pared que colgaba en algún lado de por allí. Otros minutos más y sentí cómo la sangre subía a mi cabeza con aquellas características punzadas en la sien como señal de este hecho. Aún así, me quedé unos momentos más en esa postura, fijando siempre mis ojos castaños en la imperturbable y elegante puerta blanca, esperando que esta se abriera, explotara o cualquier cosa, con tal de sacarme de esa monotonía.
-Aburrido...
Esta vez no iba dirigido a la situación, sino a la persona que se encontraba al otro lado de donde yo miraba con tanta fijeza.
Pero no iba a esperar más tiempo. Traté de ser una niña buena y quedarme quieta en mi habitación como él me lo había solicitado, pero estaba loco si esperaba que esa conducta en mí durara más de media hora. Y ese tiempo ya había finalizado varios minutos atrás.
Me incorporé de un brinco y sin pensármelo mucho, me puse los zapatos y me encaminé hacia el enorme ventanal de mi habitación, que conducía a un pequeño pero bello balcón con vista panorámica a una área verde de las instalaciones de la Academia.
Si salía por la puerta que daba al pasillo, seguramente el amargado de Sergei se daría cuenta y me obligaría a volver. Pero esta vez no se saldría con la suya, yo sí.
Deslicé con despacio la puerta de vidrio que dividía la habitación con el balcón privado y de puntillas me encaminé hacia este, siendo lo más silenciosa y precavida posible.
Cuando llegué al barandal, pasé una pierna por este y me senté a horcajadas sobre el mismo, echando un vistazo hacia abajo y calculando la distancia que existía desde donde yo estaba hasta el suelo. Me encontraba en el segundo piso, claro que la caida iba a ser sumamente dolorosa...
¿Pero qué otra cosa más me quedaba? A volar~
Julietta Tescotti
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Debí enviar mi reporte al mayor de los Sumiyoshi desde la noche anterior, estaba infinitamente retrasado y justificarme era imposible sin agregar entre mis líneas que el ir y venir por la academia, sumado a las cansadas bromas de Julieta, habían terminado por dejarme exhausto. A causa de ello, el sueño me había consumido a los minutos de cruzar la puerta de mi habitación asignada, adquiriendo así mi primer retraso en la entrega de informes… Anexo a eso, también estrenaba una marca rojiza en la mejilla, resultado de quedarme dormido sentado sobre el suelo y con la cara recargada sobre la madera de una mesa decorativa que se ubicaba justo al lado de la puerta.
Afortunadamente, mi alarma natural seguía en funcionamiento y conseguí despertar temprano como de costumbre. El único problema, era mi deuda hacia la cabeza de la mafia… Tal cual desperté, salí al encuentro de mi ama sin preocuparme en lo mas mínimo por la etiqueta y sencillamente le avisé que estaría listo para bajar en 30 minutos. Obviamente no explicaría razones, pero de inmediato me encerré y dediqué el 100% de mi atención en redactar el dichoso reporte. Contrario a lo que muchos esperarían de un archivo dedicado a tan poderosos hombres, lo que en verdad se me solicitaba eran detalles tan triviales como el menú consumido por la Señorita, la existencia de nuevas amistades en su vida y similares. Lo que nunca debía faltar, era un apartado en el cual debía especificar si la susodicha contaba ya con algún pretendiente, ya fuera real o potencial. Hasta el momento, seguía marcando en negativo.
Una vez finalizado y enviado el encargo de los preocupados tíos, corrí a la ducha para revivir e intentar olvidar la desastrosa cantidad de horas acumuladas en mi contra. Tan express como la anatomía me permitía terminé de alistarme, formal como siempre y con las gafas en mano crucé de nuevo hacia la habitación de Julieta.
No estaba en la cama. ¡No estaba en su habitación!! ¿Dónde se había metido? Mi atención fue captada por el primer movimiento en el lugar, y eso fue la desordenada danza de las cortinas que daban al balcón. Por supuesto, ahí debía estar. Y efectivamente así fue, solo que la escena que me encontré resultó inesperada.
–Señorita Julieta…– le llamé con toda la tranquilidad posible, haciendo un gran esfuerzo por contener la indignación e incredulidad que me provocaba el verla en esa posición y deducir sus posibles intenciones –Baje de ahí. Aún no aprende a volar…– agregué con obvio sarcasmo al acercarme con pasos rápidos hasta el barandal y rodear su torso con cuidado para bajarla de tan inusual asiento. De ninguna forma le permitiría permanecer en tan riesgosa ubicación. –Disculpe la demora– la solté tras unos cinco minutos de haberla arrancado de su sitio – Estoy listo para servirle el día de hoy. Cualquier cosa que necesite, hágamela saber. – confirmé con seriedad y respeto presentando una marcada pero breve reverencia – Peticiones sensatas… de preferencia…– añadí en voz baja enfocando sus orbes castaños. Sabía de sobra que eso era mucho pedir, mas nada perdía con recordárselo ¿o tal vez si? Hasta entonces me coloqué los lentes, me había olvidado por completo de que los llevaba en la mano… Fue suerte que no se arruinaran al sujetar a la niña. Sintiéndome finalmente completo, esperé atento por su primer indicación, deseando internamente que ésta fuera el bajar a desayunar como cualquier persona normal. Aunque de normal, Julieta no tenía nada, de hecho sus ocurrencias se habían agravado desde que llegamos a la academia ¿Tendría algo que ver el que ahora fuera su sirviente y no solo su guardia personal? No, seguramente se debía al cambio tan radical en su rutina…
Afortunadamente, mi alarma natural seguía en funcionamiento y conseguí despertar temprano como de costumbre. El único problema, era mi deuda hacia la cabeza de la mafia… Tal cual desperté, salí al encuentro de mi ama sin preocuparme en lo mas mínimo por la etiqueta y sencillamente le avisé que estaría listo para bajar en 30 minutos. Obviamente no explicaría razones, pero de inmediato me encerré y dediqué el 100% de mi atención en redactar el dichoso reporte. Contrario a lo que muchos esperarían de un archivo dedicado a tan poderosos hombres, lo que en verdad se me solicitaba eran detalles tan triviales como el menú consumido por la Señorita, la existencia de nuevas amistades en su vida y similares. Lo que nunca debía faltar, era un apartado en el cual debía especificar si la susodicha contaba ya con algún pretendiente, ya fuera real o potencial. Hasta el momento, seguía marcando en negativo.
Una vez finalizado y enviado el encargo de los preocupados tíos, corrí a la ducha para revivir e intentar olvidar la desastrosa cantidad de horas acumuladas en mi contra. Tan express como la anatomía me permitía terminé de alistarme, formal como siempre y con las gafas en mano crucé de nuevo hacia la habitación de Julieta.
No estaba en la cama. ¡No estaba en su habitación!! ¿Dónde se había metido? Mi atención fue captada por el primer movimiento en el lugar, y eso fue la desordenada danza de las cortinas que daban al balcón. Por supuesto, ahí debía estar. Y efectivamente así fue, solo que la escena que me encontré resultó inesperada.
–Señorita Julieta…– le llamé con toda la tranquilidad posible, haciendo un gran esfuerzo por contener la indignación e incredulidad que me provocaba el verla en esa posición y deducir sus posibles intenciones –Baje de ahí. Aún no aprende a volar…– agregué con obvio sarcasmo al acercarme con pasos rápidos hasta el barandal y rodear su torso con cuidado para bajarla de tan inusual asiento. De ninguna forma le permitiría permanecer en tan riesgosa ubicación. –Disculpe la demora– la solté tras unos cinco minutos de haberla arrancado de su sitio – Estoy listo para servirle el día de hoy. Cualquier cosa que necesite, hágamela saber. – confirmé con seriedad y respeto presentando una marcada pero breve reverencia – Peticiones sensatas… de preferencia…– añadí en voz baja enfocando sus orbes castaños. Sabía de sobra que eso era mucho pedir, mas nada perdía con recordárselo ¿o tal vez si? Hasta entonces me coloqué los lentes, me había olvidado por completo de que los llevaba en la mano… Fue suerte que no se arruinaran al sujetar a la niña. Sintiéndome finalmente completo, esperé atento por su primer indicación, deseando internamente que ésta fuera el bajar a desayunar como cualquier persona normal. Aunque de normal, Julieta no tenía nada, de hecho sus ocurrencias se habían agravado desde que llegamos a la academia ¿Tendría algo que ver el que ahora fuera su sirviente y no solo su guardia personal? No, seguramente se debía al cambio tan radical en su rutina…
Sergei Hwergelmir
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Ya me había hecho a la idea de recibir un buen golpe por la caída, y estuve a punto de arrojarme cuando fuí vilmente detenida justamente por aquel del que estaba huyendo: Sergei.
No pude evitar verle con cara de pocos amigos y dedicarle una mirada que le dejaba en claro que en esos momentos más que nunca no me simpatizaba. Pero sabía que eso a él le tendría sin cuidado. Ni hablar, a resignarse con los planes del día comunes y fuera de lo ordinario.
En cuanto me soltó, yo puse evidente distancia en nuestros cuerpos, mirando a todos lados menos a la otra persona que se encontraba en el balcón junto conmigo.
-Tienes razón, aún no aprendo... ¿Pero cómo lo haré si no me dejas? -le respondí a su sarcasmo con el mío teñido de la misma dosis de ironía. ¿Es que aquel hombre no sabía cómo divertirse? Por más que trataba de todas las maneras posibles de hacerle ver lo monótono de sus días, seguía tan imperturbable como siempre... A veces creía que obtendría mejores resultados si le hablaba a la pared.
¿Por qué se empeñaba tanto en servirme? Era notorio que yo no necesitaba eso de él, y si lo agarraba de conejillo de indias para mis bromas, era porque de cierta manera necesitaba desquitarme de muchas restricciones que su sola presencia me imponía. Aunque claro, muchas de las veces lograba sacarlo realmente de sus casillas. Hasta la fecha seguía sin saber qué era lo que esperaba de él, y si aquellos momentos de furia demostrada por su parte eran algo que consideraba como bueno o malo. Pero algún día lo averiguaría... Tal vez.
Bufé por lo bajo, dirigiéndole una fugaz mirada por el rabillo del ojo, antes de encaminarme de nuevo al interior de la habitación, con paso lento y desganado al tiempo que me cruzaba de brazos.
-Sabes que las disculpas están de más conmigo, no tienes porqué rendirme cuentas... -me dejé caer boca abajo sobre la cama una vez más y permití que quejidos de palabas ininteligibles se ahogaran sobre el colchón de la misma. Una vez terminada mi letanía y sintiendo un peso menos al respecto, solté un hondo suspiro y alcé la cabeza sólo lo suficiente para poder hablar con claridad- ¿Alguna vez te han dicho que eres aburrido? Porque lo eres... ¡Me estoy muriendo! -dramaticé al final, dejando caer de nueva cuenta la cabeza y dejado el cuerpo totalmente flojo e inerte, como si realmente hubiera muerto.
No pude evitar verle con cara de pocos amigos y dedicarle una mirada que le dejaba en claro que en esos momentos más que nunca no me simpatizaba. Pero sabía que eso a él le tendría sin cuidado. Ni hablar, a resignarse con los planes del día comunes y fuera de lo ordinario.
En cuanto me soltó, yo puse evidente distancia en nuestros cuerpos, mirando a todos lados menos a la otra persona que se encontraba en el balcón junto conmigo.
-Tienes razón, aún no aprendo... ¿Pero cómo lo haré si no me dejas? -le respondí a su sarcasmo con el mío teñido de la misma dosis de ironía. ¿Es que aquel hombre no sabía cómo divertirse? Por más que trataba de todas las maneras posibles de hacerle ver lo monótono de sus días, seguía tan imperturbable como siempre... A veces creía que obtendría mejores resultados si le hablaba a la pared.
¿Por qué se empeñaba tanto en servirme? Era notorio que yo no necesitaba eso de él, y si lo agarraba de conejillo de indias para mis bromas, era porque de cierta manera necesitaba desquitarme de muchas restricciones que su sola presencia me imponía. Aunque claro, muchas de las veces lograba sacarlo realmente de sus casillas. Hasta la fecha seguía sin saber qué era lo que esperaba de él, y si aquellos momentos de furia demostrada por su parte eran algo que consideraba como bueno o malo. Pero algún día lo averiguaría... Tal vez.
Bufé por lo bajo, dirigiéndole una fugaz mirada por el rabillo del ojo, antes de encaminarme de nuevo al interior de la habitación, con paso lento y desganado al tiempo que me cruzaba de brazos.
-Sabes que las disculpas están de más conmigo, no tienes porqué rendirme cuentas... -me dejé caer boca abajo sobre la cama una vez más y permití que quejidos de palabas ininteligibles se ahogaran sobre el colchón de la misma. Una vez terminada mi letanía y sintiendo un peso menos al respecto, solté un hondo suspiro y alcé la cabeza sólo lo suficiente para poder hablar con claridad- ¿Alguna vez te han dicho que eres aburrido? Porque lo eres... ¡Me estoy muriendo! -dramaticé al final, dejando caer de nueva cuenta la cabeza y dejado el cuerpo totalmente flojo e inerte, como si realmente hubiera muerto.
Julietta Tescotti
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
En ocasiones olvidaba lo ingeniosa que era la chica para regresar los sarcasmos… De hecho, lo olvidaba la mayorías de las veces y entonces terminaba con una punzada en la cabeza que me recordaba lo fácil que sería perder la calma si bajaba la guardia. Seguí visualmente su recorrido hasta verla terminar nuevamente sobre la cama, acción que no me parecía aceptable considerando la hora, claramente era señal de un futuro berrinche de su parte. –Usted lo recalca todos los días, ¿acaso ya no recuerda sus propias palabras?– casi podía asegurar que dicho calificativo formaba parte de su lista de palabras favoritas… El que me llamara “aburrido” era ya normal, el día que dejara de hacerlo empezaría a preocuparme por su estado de salud y emocional. Como fuera, la importancia del momento radicaba en que al parecer ya había olvidado su alocada idea de aprender a volar de la manera menos grata, un gran alivio para mi estresada vida.
– Y si esta muriendo… lo correcto sería enterrarla prematuramente y ahorrarle a sus tíos los gastos médicos. Con su permiso, procedo a realizar tan fatídica misión. – mi exterior reflejaba indiferencia como de costumbre, sin embargo, internamente saboreaba el extraño plan que surcaba por mis pensamientos, no todos los días se presentaba ocasión de cobrar venganza por sus infinitas tretas, obviamente no despreciaría una. Sujeté uno de lo extremos del edredón y lo dejé caer con un rápido movimiento sobre ella, cubriéndola lo mejor posible. Naturalmente no contaba con su permiso, y los fundamentos en los cuales supuestamente me estaba basando para actuar de aquella forma carecían de sentido, pero de vez en cuando, podía tomarme ciertas libertades.
¿Desde cuándo daba tan poca seriedad a mi trabajo? Las palabras que llegaba a cruzar con Julieta Lobbosco no solían pasar de las estrictamente necesarias para comunicar indicaciones dadas por mis superiores, corroborar algún proceder o reprimirle acciones potencialmente peligrosas. Entonces… ¿por qué ahora era distinto? ¿El ambiente también me había afectado volviéndome blando en mi trato hacia ella? Tendría que corregirme y nuevamente blindar cuanto fuera necesario para proteger a Julieta debidamente. Era evidente que la academia resultaba casi inofensiva al compararla con una bulliciosa ciudad como Japón, pero aún así debía ser precavido, especialmente con el par de Lobbosco que se encontraban en el instituto además de mi ama. Eso haría, restablecer un escudo impecable entre la señorita y todo lo que pudiese hacerle daño, mientras tanto… disfrutaría de verla enredar entre las cobijas y almohadas. – ¿Ha reconsiderado el no ceder ante la muerte? – cuestioné con supuesta seriedad al sostener en mis manos un almohada que estaba dispuesto a hacer colisionar contra ella en cuanto diera signo de levantarse. ¿Cuántas bromas podría cobrarme en esas circunstancias sin caer en la obviedad?
– Y si esta muriendo… lo correcto sería enterrarla prematuramente y ahorrarle a sus tíos los gastos médicos. Con su permiso, procedo a realizar tan fatídica misión. – mi exterior reflejaba indiferencia como de costumbre, sin embargo, internamente saboreaba el extraño plan que surcaba por mis pensamientos, no todos los días se presentaba ocasión de cobrar venganza por sus infinitas tretas, obviamente no despreciaría una. Sujeté uno de lo extremos del edredón y lo dejé caer con un rápido movimiento sobre ella, cubriéndola lo mejor posible. Naturalmente no contaba con su permiso, y los fundamentos en los cuales supuestamente me estaba basando para actuar de aquella forma carecían de sentido, pero de vez en cuando, podía tomarme ciertas libertades.
¿Desde cuándo daba tan poca seriedad a mi trabajo? Las palabras que llegaba a cruzar con Julieta Lobbosco no solían pasar de las estrictamente necesarias para comunicar indicaciones dadas por mis superiores, corroborar algún proceder o reprimirle acciones potencialmente peligrosas. Entonces… ¿por qué ahora era distinto? ¿El ambiente también me había afectado volviéndome blando en mi trato hacia ella? Tendría que corregirme y nuevamente blindar cuanto fuera necesario para proteger a Julieta debidamente. Era evidente que la academia resultaba casi inofensiva al compararla con una bulliciosa ciudad como Japón, pero aún así debía ser precavido, especialmente con el par de Lobbosco que se encontraban en el instituto además de mi ama. Eso haría, restablecer un escudo impecable entre la señorita y todo lo que pudiese hacerle daño, mientras tanto… disfrutaría de verla enredar entre las cobijas y almohadas. – ¿Ha reconsiderado el no ceder ante la muerte? – cuestioné con supuesta seriedad al sostener en mis manos un almohada que estaba dispuesto a hacer colisionar contra ella en cuanto diera signo de levantarse. ¿Cuántas bromas podría cobrarme en esas circunstancias sin caer en la obviedad?
Sergei Hwergelmir
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
-¿Eh?
Las palabras de Sergei me sacaron de la jugada por un momento. Sin previo aviso sentí sus pasos acercándose a donde yo estaba y, de un segundo para otro, la cobija cayó encima de mí, dejándome metafóricamente sepultada entre las sábanas. ¿Pero qué importaba? A él le tocaría después arreglar el pequeño desastre~
Me arremoliné entre la parcial oscuridad que había debajo del edredón y apoyé ambas manos sobre el colchón, para hacer fuerza e incorporarme, pero me detuve a media acción y entrecerré los ojos, percatándome de un hecho fundamental: Mi sirviente aún se encontraba muy cerca de la cama.
Analicé rápidamente cada detalle acontecido desde el momento en que yo me había arrojado a la cama hasta justo este momento, cada palabra dicha y el sentido de cada una de estas. Algo no estaba bien, ¿desde cuando Sergei se tomaba aquellas libertades conmigo? Era obvio que el "enterrarme viva" no era lo único que iba a hacer. Sonreí para mis adentros, felicitándome mentalmente por descubrir parcialmente los planes siniestros de mi subordinado y volví a dejarme caer inerte sobre el mullido colchón. Los segundos pasaron en silencio, hasta que en un rápido movimiento rodé sobre la cama rumbo al final de esta, enredando la cobija entorno a mi cuerpo al hacerlo, hasta caer al suelo, con la alfombra y vestimenta de cama amortiguando mi caída. De allí velozmente me arrastré hasta meterme debajo de la cama, lejos de cualquier extremo para hacerle más difícil mi alcance a cualquiera de las extremidades de mi acompañante. Siseé y bufé cual gato molesto y acorralado, en una clara advertencia de que si no me dejaba a hacer lo que yo quería, no saldría de mi escondite bajo ningún precepto.
-No estoy dispuesta a las negociaciones, tira tu arma y retírate de esta o en caso contrario, no saldré de aquí. Y cuando yo muera por inanición, todos te mirarán feo; serás el hazmerreír y la vergüenza de la familia Sumiyoshi -advertí con un tono serio y solemne en la voz, aunque realmente estaba haciendo uso de todas mis fuerzas de voluntad para no soltarme a reír en cualquier momento. Por supuesto que Sergei no permitiría que algo así me pasara, estaba segura que era capaz de hacer pedacitos la cama y sacarme a rastras de allí antes. Y seguramente, si la situación se prolongaba unos cuantos minutos más, terminaría de un momento a otro recurriendo a ese método tan poco ortodoxo.
Mi sonrisa traviesa se esfumó de mi rostro y cerré los ojos con fuerza al sentir que mi visión se nublaba parcialemente y que todo a mi alrededor daba vueltas lentamente.
-Tsk... -mascullé entre dientes, colocando la palma de mi mano sobre mi frente. Tal vez fuera sólo imaginaciones mías... pero me sentía un poco afiebrada. Ahora comprendía el porqué me sentía tan desganada desde un principio, sólo que hasta ese momento fui capaz de comprender que mi cuerpo requería un poco de atención. El estar encerrada, sin tener nada que hacer, siempre me había enfermado... Quizá aquella fuera la manera de quejarse de mi organismo, daba igual. La cuestión es que necesitaba un poco de aire fresco o iba a morir casi literalmente de hastío.
Utilicé el edredón que había jalado conmigo a mi actual posición y lo abracé con fuerza, recargando mi cabeza con suavidad sobre este y cerré los ojos. Después suspiré.
-Sergei... Tengo fiebre -le anuncié con voz desganada desde mi escondite, esperando a que el otro hiciera algo por obedecerme.
Porque ya le había dicho que yo no saldría de allí hasta que no llevara a cabo mi petición. Y Julieta Lobbosco siempre cumplía con lo dicho.
Las palabras de Sergei me sacaron de la jugada por un momento. Sin previo aviso sentí sus pasos acercándose a donde yo estaba y, de un segundo para otro, la cobija cayó encima de mí, dejándome metafóricamente sepultada entre las sábanas. ¿Pero qué importaba? A él le tocaría después arreglar el pequeño desastre~
Me arremoliné entre la parcial oscuridad que había debajo del edredón y apoyé ambas manos sobre el colchón, para hacer fuerza e incorporarme, pero me detuve a media acción y entrecerré los ojos, percatándome de un hecho fundamental: Mi sirviente aún se encontraba muy cerca de la cama.
Analicé rápidamente cada detalle acontecido desde el momento en que yo me había arrojado a la cama hasta justo este momento, cada palabra dicha y el sentido de cada una de estas. Algo no estaba bien, ¿desde cuando Sergei se tomaba aquellas libertades conmigo? Era obvio que el "enterrarme viva" no era lo único que iba a hacer. Sonreí para mis adentros, felicitándome mentalmente por descubrir parcialmente los planes siniestros de mi subordinado y volví a dejarme caer inerte sobre el mullido colchón. Los segundos pasaron en silencio, hasta que en un rápido movimiento rodé sobre la cama rumbo al final de esta, enredando la cobija entorno a mi cuerpo al hacerlo, hasta caer al suelo, con la alfombra y vestimenta de cama amortiguando mi caída. De allí velozmente me arrastré hasta meterme debajo de la cama, lejos de cualquier extremo para hacerle más difícil mi alcance a cualquiera de las extremidades de mi acompañante. Siseé y bufé cual gato molesto y acorralado, en una clara advertencia de que si no me dejaba a hacer lo que yo quería, no saldría de mi escondite bajo ningún precepto.
-No estoy dispuesta a las negociaciones, tira tu arma y retírate de esta o en caso contrario, no saldré de aquí. Y cuando yo muera por inanición, todos te mirarán feo; serás el hazmerreír y la vergüenza de la familia Sumiyoshi -advertí con un tono serio y solemne en la voz, aunque realmente estaba haciendo uso de todas mis fuerzas de voluntad para no soltarme a reír en cualquier momento. Por supuesto que Sergei no permitiría que algo así me pasara, estaba segura que era capaz de hacer pedacitos la cama y sacarme a rastras de allí antes. Y seguramente, si la situación se prolongaba unos cuantos minutos más, terminaría de un momento a otro recurriendo a ese método tan poco ortodoxo.
Mi sonrisa traviesa se esfumó de mi rostro y cerré los ojos con fuerza al sentir que mi visión se nublaba parcialemente y que todo a mi alrededor daba vueltas lentamente.
-Tsk... -mascullé entre dientes, colocando la palma de mi mano sobre mi frente. Tal vez fuera sólo imaginaciones mías... pero me sentía un poco afiebrada. Ahora comprendía el porqué me sentía tan desganada desde un principio, sólo que hasta ese momento fui capaz de comprender que mi cuerpo requería un poco de atención. El estar encerrada, sin tener nada que hacer, siempre me había enfermado... Quizá aquella fuera la manera de quejarse de mi organismo, daba igual. La cuestión es que necesitaba un poco de aire fresco o iba a morir casi literalmente de hastío.
Utilicé el edredón que había jalado conmigo a mi actual posición y lo abracé con fuerza, recargando mi cabeza con suavidad sobre este y cerré los ojos. Después suspiré.
-Sergei... Tengo fiebre -le anuncié con voz desganada desde mi escondite, esperando a que el otro hiciera algo por obedecerme.
Porque ya le había dicho que yo no saldría de allí hasta que no llevara a cabo mi petición. Y Julieta Lobbosco siempre cumplía con lo dicho.
Julietta Tescotti
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Afilé la mirada, en cuanto dejara la cobija se encontraría con una almohada cargada de venganza suavizada, después de todo no debía desquitar todos los dolores de cabeza contra mi ama, no importaba si era ella la causante del 99% de mis malestares. Pero… ¿por qué no salía? Ese primer movimiento en el bulto del que ahora Julieta formaba parte fue sumamente sospechoso, si algo podía reconocerle, era su capacidad de analizar las circunstancias y tomar el camino que mas le favoreciera. Era astuta, muy astuta, y algo estaba tramando… ¿Saltaría drásticamente para bloquear momentáneamente mi campo de visión y escapar? O tal vez…
–¿Pero qué…?! – ¿se había lanzado al suelo?! ¿en qué estaba pensando? – Señorita Julieta… ¡Salga de ahí! – de inmediato me asomé por debajo de la cama para averiguar cuál era su situación en condiciones tan poco ordinarias. El día de ayer podría haber asegurado que el sitio se encontraba impecable, pero ahora… era imposible afirmar que no se encontraría con residuos hostiles de las cobijas y rastros de polvo. Y, por si fuera poco, fue a hacer huelga en un punto poco accesible, pero eso no me detendría. Si me tiraba por completo sobre el suelo, pecho tierra, sería capaz de sujetar un extremo de la cobija e intentar hacerla salir y si la crisis no veía la luz, no me quedaría mas remedio que seguir sus extraños impulsos y deslizarme igualmente bajo el mueble.
Estaba listo para ello y de no ser por su sentencia lo habría hecho sin dudar. – No tiraré mi arma y lo sabe. Además… ¿qué tiene que ver mi arma? – Obviamente no moriría por falta de alimento, no podía ni imaginarla una primer noche ahí abajo sin probar algún bocadillo de buena pinta. En resumen, su amenaza era insuficiente.
Pero conocía su terquedad, y aunque sacarla por las malas era funcional… la escena no sería lo mas digno para la dueña de mis atenciones. «Usted gana… » pensé al desenfundar sólo una de las armas que llevaba en la sobaquera bajo el saco, dispuesto a colocarla sobre el suelo para que ella pudiera comprobar que cumplía con mi parte. Pero al parecer, ese no sería el día en que cediera a ese grado ante la joven Lobbosco.
Suspendí a milímetros de dejar la pistola sobre el piso, dándome cuenta hasta entonces, que muy probablemente la castaña se refería a la almohada que sostuve en mano y no a… mi arma literalmente. Exhalé con pesadez tras escuchar con desánimo su voz. – En cuanto salga de ahí le proporcionaré medicamento, o si lo prefiere… – porque ya sabía que tendía a hacerse del rogar cuando se trataba de pastillas – puedo aplicar otro tipo de cuidados, pero deberá hacerse a la idea de guardar reposo. – advertí al incorporarme para rodear la cama y buscar su rostro por el otro extremo. – Sus tíos depositaron a su tarjeta, esperaban que le diera uso y enviara fotografías del resultado. Es una lástima, se perderá de litros de vainilla en nieve. – Si eso no conseguía moverla, tendría que prepararme para atenderla en su nueva ubicación. Ofrecer indirectamente el postre tampoco había sido la mejor de las ideas, pero servía para comprar mi pase a una revisión de su temperatura. Estar en ese rincón solo conseguiría hacerla empeorar.
–¿Pero qué…?! – ¿se había lanzado al suelo?! ¿en qué estaba pensando? – Señorita Julieta… ¡Salga de ahí! – de inmediato me asomé por debajo de la cama para averiguar cuál era su situación en condiciones tan poco ordinarias. El día de ayer podría haber asegurado que el sitio se encontraba impecable, pero ahora… era imposible afirmar que no se encontraría con residuos hostiles de las cobijas y rastros de polvo. Y, por si fuera poco, fue a hacer huelga en un punto poco accesible, pero eso no me detendría. Si me tiraba por completo sobre el suelo, pecho tierra, sería capaz de sujetar un extremo de la cobija e intentar hacerla salir y si la crisis no veía la luz, no me quedaría mas remedio que seguir sus extraños impulsos y deslizarme igualmente bajo el mueble.
Estaba listo para ello y de no ser por su sentencia lo habría hecho sin dudar. – No tiraré mi arma y lo sabe. Además… ¿qué tiene que ver mi arma? – Obviamente no moriría por falta de alimento, no podía ni imaginarla una primer noche ahí abajo sin probar algún bocadillo de buena pinta. En resumen, su amenaza era insuficiente.
Pero conocía su terquedad, y aunque sacarla por las malas era funcional… la escena no sería lo mas digno para la dueña de mis atenciones. «Usted gana… » pensé al desenfundar sólo una de las armas que llevaba en la sobaquera bajo el saco, dispuesto a colocarla sobre el suelo para que ella pudiera comprobar que cumplía con mi parte. Pero al parecer, ese no sería el día en que cediera a ese grado ante la joven Lobbosco.
Suspendí a milímetros de dejar la pistola sobre el piso, dándome cuenta hasta entonces, que muy probablemente la castaña se refería a la almohada que sostuve en mano y no a… mi arma literalmente. Exhalé con pesadez tras escuchar con desánimo su voz. – En cuanto salga de ahí le proporcionaré medicamento, o si lo prefiere… – porque ya sabía que tendía a hacerse del rogar cuando se trataba de pastillas – puedo aplicar otro tipo de cuidados, pero deberá hacerse a la idea de guardar reposo. – advertí al incorporarme para rodear la cama y buscar su rostro por el otro extremo. – Sus tíos depositaron a su tarjeta, esperaban que le diera uso y enviara fotografías del resultado. Es una lástima, se perderá de litros de vainilla en nieve. – Si eso no conseguía moverla, tendría que prepararme para atenderla en su nueva ubicación. Ofrecer indirectamente el postre tampoco había sido la mejor de las ideas, pero servía para comprar mi pase a una revisión de su temperatura. Estar en ese rincón solo conseguiría hacerla empeorar.
Sergei Hwergelmir
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Me quedé allí, esperando a que el otro obedeciera mis palabras al tiempo que me acurrucaba mejor contra la cobija y volvía a tocarme la frente. Sí, efectívamente tenía fiebre, pero no me sentía del todo mal, sólo un poco la cabeza pesada y como si estuviera llena de algodón, pero eso era normal en mi actual situación de afiebrada. Al parecer tenía un cuerpo caprichoso, uno muy caprichoso.
Suspiré al escuchar sus palabras y me acomodé mejor en mi lugar, en una clara evidencia que estaba dispuesta a hacer aquel rincón oscuro y polvoso mi nuevo hogar si él seguía en su actitud rebelde de no acatar mi orden. Abrí los ojos justo en el momento que lograba atisbar cómo el otro estaba a punto de depositar su.... ¿Arma? Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no reír. ¡Había creído que le decía que dejara su arma de verdad! Me mordí el labio inferior con fuerza. Adoraba su ingenuidad mostrada en varias ocasiones, de otra forma mis constantes bromas y travesuras no surtirían el mismo efecto ni causarían el mismo deleite si el otro mostraba no mostraba la actitud adecuada. Y para mi fortuna, el hijo de Robert Hwergelmir sabía reaccionar de la manera más adeacuada. El día que este descubriera que sus reacciones eran las que me motivaban a seguir con mis constantes vagancias hacia su persona, seguramente ese día terminaría mi diversión.
Vi sus pies trasladarse al otro lado de la cama al tiempo que escuchaba sus palabras y sentencias, provocando que bufara con desagrado. No estaba dispuesta a consumir ningún medicamento, estaba segura que no lo necesitaba. Y mucho menos me dejaría encerrar en esas cuatro paredes para cumplir con el obligatorio reposo, eso sólo me mataría en vida lentamente. No, definitivamente no, y eso estaba fuera de discusión.
En teoría ya había soltado la almohada, por lo que yo tenía que cumplir con mi parte del trato y salir. Y en teoría eso haría.
Cuando se asomó por esl resquicio entre la base de la cama y el suelo, alcé la mano y lo saludé como si aquella situación fuera la más común del mundo, pintando una sonrisa y mirada de total inocencia que sabía perfectamente que él no me compraría. Pero bueno, valía la pena intentarlo. Suspiré desganadamente. Lo que estaba haciendo era un golpe bastante bajo y cruel, tomando en cuenta que era adicta a la nieve de vainilla. Pero si creía que iba a sucumbir tan fácilmente de mis convicciones sólo por un poco de helado, entonces aún le faltaba mucho por conocerme. Además... ¿No se había percatado? Estábamos en una academia donde los alumnos eran los hijos de las familias más prestigiosas y millonarias de la sociedad. Sería pan comido conseguir el tan ansiado helado de vainilla.
Sonreí con resignación y asentí ante su petición de salir de mi escondite. Hora de acabar con el juego.
-Está bien... tú ganas, saldré de aquí sólo porque sé cumplir mi palabra y dije que lo haría una vez que soltaras la almohada. También porque no me siento del todo bien y un poco de helado de vainilla me sentaría bien -le dediqué una sonrisa de complicidad antes de extender el edredón hacia él- Por favor recíbeme esto, para poder salir sin obstáculos.
Mientras él se daba a la tarea de sacar la prenda por mí, le miré por un par de segundos antes de salir rápidamente... pero por la otra orilla de la cama. Me incorporé con presteza y emprendí huída, tomando como ventaja el factor sorpresa. Al menos le tomaría unos cuantos segundos para darse cuenta de lo que estaba pasando, y yo ese tiempo lo emplearía para llevar a cabo los planes trazados en mi mente en cuestión de sólo unos segundos.
Corrí hacia el balcón abierto hasta llegar al barandal y con agilidad volví a pasar una pierna por encima de este, volviéndome a sentar a horcajadas sobre este. Sólo en ese momento me permití voltear a verlo.
-¡Jamás me darás medicamento! ¡Jamás conseguirás que tome reposo encerrada en estas cuatro paredes, Sergei Hwergelmir! -Le mostré la lengua de forma infantil y sin más... salté.
¿Cuántas probabilidades tenía de poder alcanzar alguna rama del árbol más próximo que tenía? No muchas, pero al momento de saltar había usado todo el impulso posible para poder conseguirlo. Y mientras caía, hice todo lo posible por asirme de alguna de las muchas ramas de allí, pero sólo conseguí rasparme y arañarme las manos y brazos con cada inútil intento. Hasta que pude sostenerme de forma exitosa con ambas manos de una rama baja que se encontraba a dos metros de distancia al suelo, pero no duré ni tres segundos suspendida al aire con estabilidad cuando la rama cedió ante mi peso y se rompió, cayendo estrepitosamente sobre el mullido zacate.
-Ittattattatta -mascullé ininteligiblemente ante el daño recibido, mientras aún sostenía con ambas manos la rama partida en dos. Si no hubiera sido por esa rama, el peso de la caída hubiera sido el doble de doloroso y seguramente me hubiera hecho mucho más daño del que seguramente hubiera estado dispuesta a hacerme, por lo que desde esa perspectiva tenía que estar agradecida.
Me incorporé con un poco de dificultad, observando los daños recibidos: mi ropa estaba rota en varios lados, por culpa de que se atoraba constantemente en las ramas, tenía tanto brazos como manos manchadas en sangre por las varias cortadas que había logrado obtener en el proceso de aterrizaje. Por el ardor de mi mejilla derecha, supuse que una ramita había logrado lesionarme también allí, por lo que si más me limpié con indiferencia las gotitas de sangre que de allí emanaban. Mi cabello castaño estaba alborotado y lleno de hojitas y pequeños trozos de ramita. En resumen, mi aspecto era totalmente desaliñado y miserable, pero tomando en cuenta qe era capaz de moverme casi en su totalidad con libertad, eso era lo de menos.
Sólo desperdicié un par de segundos para mirar hacia lo alto, donde se encontraba el balcón de mi habitación. Ni siquiera me detuve a verificar si Sergei se encontraba allí asomado o no, sencillamente di media vuelta y corrí hacia un rumbo desconocido.
Ni yo sabía hacia donde... ¿Pero eso importaba? ¡Tenía mi tan ansiada libertad! Y mientras Sergei no me encontrara, disfrutaría cada instante de ella.
Había cumplido yo también con mi palabra, pero quizá no de la forma como él había esperado.
Suspiré al escuchar sus palabras y me acomodé mejor en mi lugar, en una clara evidencia que estaba dispuesta a hacer aquel rincón oscuro y polvoso mi nuevo hogar si él seguía en su actitud rebelde de no acatar mi orden. Abrí los ojos justo en el momento que lograba atisbar cómo el otro estaba a punto de depositar su.... ¿Arma? Tuve que hacer un enorme esfuerzo para no reír. ¡Había creído que le decía que dejara su arma de verdad! Me mordí el labio inferior con fuerza. Adoraba su ingenuidad mostrada en varias ocasiones, de otra forma mis constantes bromas y travesuras no surtirían el mismo efecto ni causarían el mismo deleite si el otro mostraba no mostraba la actitud adecuada. Y para mi fortuna, el hijo de Robert Hwergelmir sabía reaccionar de la manera más adeacuada. El día que este descubriera que sus reacciones eran las que me motivaban a seguir con mis constantes vagancias hacia su persona, seguramente ese día terminaría mi diversión.
Vi sus pies trasladarse al otro lado de la cama al tiempo que escuchaba sus palabras y sentencias, provocando que bufara con desagrado. No estaba dispuesta a consumir ningún medicamento, estaba segura que no lo necesitaba. Y mucho menos me dejaría encerrar en esas cuatro paredes para cumplir con el obligatorio reposo, eso sólo me mataría en vida lentamente. No, definitivamente no, y eso estaba fuera de discusión.
En teoría ya había soltado la almohada, por lo que yo tenía que cumplir con mi parte del trato y salir. Y en teoría eso haría.
Cuando se asomó por esl resquicio entre la base de la cama y el suelo, alcé la mano y lo saludé como si aquella situación fuera la más común del mundo, pintando una sonrisa y mirada de total inocencia que sabía perfectamente que él no me compraría. Pero bueno, valía la pena intentarlo. Suspiré desganadamente. Lo que estaba haciendo era un golpe bastante bajo y cruel, tomando en cuenta que era adicta a la nieve de vainilla. Pero si creía que iba a sucumbir tan fácilmente de mis convicciones sólo por un poco de helado, entonces aún le faltaba mucho por conocerme. Además... ¿No se había percatado? Estábamos en una academia donde los alumnos eran los hijos de las familias más prestigiosas y millonarias de la sociedad. Sería pan comido conseguir el tan ansiado helado de vainilla.
Sonreí con resignación y asentí ante su petición de salir de mi escondite. Hora de acabar con el juego.
-Está bien... tú ganas, saldré de aquí sólo porque sé cumplir mi palabra y dije que lo haría una vez que soltaras la almohada. También porque no me siento del todo bien y un poco de helado de vainilla me sentaría bien -le dediqué una sonrisa de complicidad antes de extender el edredón hacia él- Por favor recíbeme esto, para poder salir sin obstáculos.
Mientras él se daba a la tarea de sacar la prenda por mí, le miré por un par de segundos antes de salir rápidamente... pero por la otra orilla de la cama. Me incorporé con presteza y emprendí huída, tomando como ventaja el factor sorpresa. Al menos le tomaría unos cuantos segundos para darse cuenta de lo que estaba pasando, y yo ese tiempo lo emplearía para llevar a cabo los planes trazados en mi mente en cuestión de sólo unos segundos.
Corrí hacia el balcón abierto hasta llegar al barandal y con agilidad volví a pasar una pierna por encima de este, volviéndome a sentar a horcajadas sobre este. Sólo en ese momento me permití voltear a verlo.
-¡Jamás me darás medicamento! ¡Jamás conseguirás que tome reposo encerrada en estas cuatro paredes, Sergei Hwergelmir! -Le mostré la lengua de forma infantil y sin más... salté.
¿Cuántas probabilidades tenía de poder alcanzar alguna rama del árbol más próximo que tenía? No muchas, pero al momento de saltar había usado todo el impulso posible para poder conseguirlo. Y mientras caía, hice todo lo posible por asirme de alguna de las muchas ramas de allí, pero sólo conseguí rasparme y arañarme las manos y brazos con cada inútil intento. Hasta que pude sostenerme de forma exitosa con ambas manos de una rama baja que se encontraba a dos metros de distancia al suelo, pero no duré ni tres segundos suspendida al aire con estabilidad cuando la rama cedió ante mi peso y se rompió, cayendo estrepitosamente sobre el mullido zacate.
-Ittattattatta -mascullé ininteligiblemente ante el daño recibido, mientras aún sostenía con ambas manos la rama partida en dos. Si no hubiera sido por esa rama, el peso de la caída hubiera sido el doble de doloroso y seguramente me hubiera hecho mucho más daño del que seguramente hubiera estado dispuesta a hacerme, por lo que desde esa perspectiva tenía que estar agradecida.
Me incorporé con un poco de dificultad, observando los daños recibidos: mi ropa estaba rota en varios lados, por culpa de que se atoraba constantemente en las ramas, tenía tanto brazos como manos manchadas en sangre por las varias cortadas que había logrado obtener en el proceso de aterrizaje. Por el ardor de mi mejilla derecha, supuse que una ramita había logrado lesionarme también allí, por lo que si más me limpié con indiferencia las gotitas de sangre que de allí emanaban. Mi cabello castaño estaba alborotado y lleno de hojitas y pequeños trozos de ramita. En resumen, mi aspecto era totalmente desaliñado y miserable, pero tomando en cuenta qe era capaz de moverme casi en su totalidad con libertad, eso era lo de menos.
Sólo desperdicié un par de segundos para mirar hacia lo alto, donde se encontraba el balcón de mi habitación. Ni siquiera me detuve a verificar si Sergei se encontraba allí asomado o no, sencillamente di media vuelta y corrí hacia un rumbo desconocido.
Ni yo sabía hacia donde... ¿Pero eso importaba? ¡Tenía mi tan ansiada libertad! Y mientras Sergei no me encontrara, disfrutaría cada instante de ella.
Había cumplido yo también con mi palabra, pero quizá no de la forma como él había esperado.
Julietta Tescotti
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Ese saludo y la mirada de niña buena podría haber convencido y conmovido a otros, pero a mi no, al contrario, mi expresión de pocos amigos demostraba lo “divertido” que me resultaba el descaro con que me saludaba.
Asentí parcialmente satisfecho ante su anunciada rendición, sin embargo, algo no encajaba y sabía perfectamente que era: Su sonrisa. Y no una común y corriente, sino ESA sonrisa, la que con el tiempo había aprendido a identificar como alarma de peligro, anunciando una tempestad que solía consumirte sin darte tiempo de nada. Amaba cuando se la dedicaba a alguien mas, conseguía hacerme sentir orgulloso de la futura cabeza de los Sumiyoshi, casi podía imaginarla al mando de toda la mafia. El problema aparecía cuando esa temible sonrisa iba para mi… Era una advertencia pero lamentablemente, no siempre conseguía ver mas allá de sus planes siniestros. – Claro…– recibí de inmediato el edredón retrocediendo en cuanto lo tuve seguro. Me tranquilizaba su muestra de madurez pero… ¿con qué me timaría esta vez? No quería ni pensarlo… – Señorita Julieta, en su condición debería de… ¿Señorita Julieta? – oh no… – ¿A dónde cree que va?! – “A volar” habría sido una respuesta sarcásticamente correcta… Sus pasos le habían delatado, dejé caer la estorbosa cobija al suelo y corrí hacia el balcón. Tarde, para variar, pero a tiempo para presenciar la peor de las escenas de toda la semana. ¿Cómo se le ocurría lanzarse al árbol?! Si algo serio le ocurría, jamás me lo podría perdonar.
El verla caer sumado al estado en el que terminó al descender fueron como un cruda puñalada a mi persona, recordándome que desde nuestra llegada a ese lugar, de quién mas debía proteger a mi ama, era de ella misma. Al menos aún podía levantarse, levantarse y… correr… ¡que bien! – ¿Qué tan malo sería pedir que se torciera un pie como buena damisela en peligro? Así se quedaría quieta… – vaya, de nuevo hablaba conmigo mismo. Pero como fuera, tenía que alcanzarla, razón por la cual ya me encontraba descendiendo rápidamente por la escalera que afortunadamente se encontraba después de dos puertas, dando directo a una sala común en la planta de abajo que al igual que las habitaciones contaba con un balcón a los jardines. Sin dudarlo, me dirigí a la orilla y apoyando lo mejor posible ambas manos sobre el barandal, salté ágilmente para poder seguirle los pasos a Julieta por el jardín. Conseguí caer correctamente, aunque no se podría decir que fue precisamente grato, pero era la mejor opción considerando la ventaja que me llevaba.
El instinto me llevó a querer sacar el arma, como si me encontrara en la persecución del enemigo o un traidor, pero desistí al notar la presencia de alguien unos cuantos pasos mas adelante. – Derecho, ¡todo derecho! – exclamó con voz rasposa y un tanto temblorosa un hombre de edad avanzada a quien reconocía como el jardinero de ese extremo de la academia. No lo creía capaz de mentir, así que seguí sus entusiastas indicaciones. En mas de una ocasión nos había visto realizar mas o menos el mismo tipo de actividad, supuse que por eso se dio una idea de que nuevamente, jugábamos a policías y ladrones…
Efectivamente, no tardé en ver la figura de la castaña mas adelante, y si creía que podía escapar de mi con solo correr, estaba muy equivocada, yo corría todas las mañanas, ella solo siendo arrastrada. Haberle llamado en voz alta para que se detuviera habría sido un error, y de cualquier forma, el que se lo pidiera no conseguiría hacerla cambiar de opinión. Ahora tan solo me arrepentía de no haber llevado conmigo un par de pastillas para obligarle a tomarlas.
Antes de que otra cosa ocurriera, incrementé la velocidad, consiguiendo así acortar lo suficiente la distancia para atraparla por la cintura con ambos brazos, firme y sin sentimiento de culpa. – ¿Pretende pasar el resto del día en esas condiciones? Bien sabe que puede empeorar si no se cuida. – le hablé intentando respirar con normalidad. Ya no podía escaparse de mi, o al menos eso me parecía. Aprovechando la temporal quietud, porque seguramente no tardaría en patalear como la cría que era, pegué una mejilla a la de ella para averiguar su temperatura porque obviamente, no iba a soltarla para hacerlo de la manera acostumbrada. Debilitar el agarre sería un error y no estaba en posición de tomar riesgos.
Asentí parcialmente satisfecho ante su anunciada rendición, sin embargo, algo no encajaba y sabía perfectamente que era: Su sonrisa. Y no una común y corriente, sino ESA sonrisa, la que con el tiempo había aprendido a identificar como alarma de peligro, anunciando una tempestad que solía consumirte sin darte tiempo de nada. Amaba cuando se la dedicaba a alguien mas, conseguía hacerme sentir orgulloso de la futura cabeza de los Sumiyoshi, casi podía imaginarla al mando de toda la mafia. El problema aparecía cuando esa temible sonrisa iba para mi… Era una advertencia pero lamentablemente, no siempre conseguía ver mas allá de sus planes siniestros. – Claro…– recibí de inmediato el edredón retrocediendo en cuanto lo tuve seguro. Me tranquilizaba su muestra de madurez pero… ¿con qué me timaría esta vez? No quería ni pensarlo… – Señorita Julieta, en su condición debería de… ¿Señorita Julieta? – oh no… – ¿A dónde cree que va?! – “A volar” habría sido una respuesta sarcásticamente correcta… Sus pasos le habían delatado, dejé caer la estorbosa cobija al suelo y corrí hacia el balcón. Tarde, para variar, pero a tiempo para presenciar la peor de las escenas de toda la semana. ¿Cómo se le ocurría lanzarse al árbol?! Si algo serio le ocurría, jamás me lo podría perdonar.
El verla caer sumado al estado en el que terminó al descender fueron como un cruda puñalada a mi persona, recordándome que desde nuestra llegada a ese lugar, de quién mas debía proteger a mi ama, era de ella misma. Al menos aún podía levantarse, levantarse y… correr… ¡que bien! – ¿Qué tan malo sería pedir que se torciera un pie como buena damisela en peligro? Así se quedaría quieta… – vaya, de nuevo hablaba conmigo mismo. Pero como fuera, tenía que alcanzarla, razón por la cual ya me encontraba descendiendo rápidamente por la escalera que afortunadamente se encontraba después de dos puertas, dando directo a una sala común en la planta de abajo que al igual que las habitaciones contaba con un balcón a los jardines. Sin dudarlo, me dirigí a la orilla y apoyando lo mejor posible ambas manos sobre el barandal, salté ágilmente para poder seguirle los pasos a Julieta por el jardín. Conseguí caer correctamente, aunque no se podría decir que fue precisamente grato, pero era la mejor opción considerando la ventaja que me llevaba.
El instinto me llevó a querer sacar el arma, como si me encontrara en la persecución del enemigo o un traidor, pero desistí al notar la presencia de alguien unos cuantos pasos mas adelante. – Derecho, ¡todo derecho! – exclamó con voz rasposa y un tanto temblorosa un hombre de edad avanzada a quien reconocía como el jardinero de ese extremo de la academia. No lo creía capaz de mentir, así que seguí sus entusiastas indicaciones. En mas de una ocasión nos había visto realizar mas o menos el mismo tipo de actividad, supuse que por eso se dio una idea de que nuevamente, jugábamos a policías y ladrones…
Efectivamente, no tardé en ver la figura de la castaña mas adelante, y si creía que podía escapar de mi con solo correr, estaba muy equivocada, yo corría todas las mañanas, ella solo siendo arrastrada. Haberle llamado en voz alta para que se detuviera habría sido un error, y de cualquier forma, el que se lo pidiera no conseguiría hacerla cambiar de opinión. Ahora tan solo me arrepentía de no haber llevado conmigo un par de pastillas para obligarle a tomarlas.
Antes de que otra cosa ocurriera, incrementé la velocidad, consiguiendo así acortar lo suficiente la distancia para atraparla por la cintura con ambos brazos, firme y sin sentimiento de culpa. – ¿Pretende pasar el resto del día en esas condiciones? Bien sabe que puede empeorar si no se cuida. – le hablé intentando respirar con normalidad. Ya no podía escaparse de mi, o al menos eso me parecía. Aprovechando la temporal quietud, porque seguramente no tardaría en patalear como la cría que era, pegué una mejilla a la de ella para averiguar su temperatura porque obviamente, no iba a soltarla para hacerlo de la manera acostumbrada. Debilitar el agarre sería un error y no estaba en posición de tomar riesgos.
Sergei Hwergelmir
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Esa sensación de libertad, del viento azotando tu rostro y jugueteando con tu cabello mientras corrías sin rumbo alguno y sin preocupaciones, era de lo más gratificante que un ser humano podría jamás experimentar.
En mi caso sí tenía de qué preocuparme, y ese algo tenía un nombre que consistía de dos palabras: Sergei Hwergelmir. ¿Cuánto tardaría en darme alcance? Mi corazón se oprimió ante la certeza y resignación de que tarde o temprano lo haría, y mi ser gritaba con todas sus fuerzas que fuera más tarde que temprano. Mentalmente puse cronómetro, para contar los minutos que transcurrían mientras el pelinegro averiguaba el rumbo de mis pasos y me daba alcance. Sí no iba a tener la tan ansiada libertad que yo tanto anhelaba, al menos podría divertirme buscándole alguna especie de record a mi guardaespaldas.
Aún así no aminoré mi carrera, a pesar de que me costaba tomar aire y sentía que mis pulmones iban a estallar, junto con mis piernas y mi cabeza, de todas formas seguí corriendo como si mi vida dependiera de ello. No se lo dejaría fácil, eso era seguro.
No habían pasado ni tres minutos cuando escuché pasos detrás de mí y una fugaz mirada por encima del hombro me bastó para percatarme que Sergei ya estaba cerca de mí. Demonios. Traté de acelerar mis pasos, pero fue imposible pedirle a mi cuerpo más esfuerzo del que ya estaba aplicando, por lo que realicé una cuenta regresiva desde el diez, despidiéndome de esta manera de mis cinco minutos de libertad y diversión. Antes de llegar al uno, sus fuertes brazos rodearon mi cintura y frenaron mi marcha y si dejé mi cuerpo inerte entre su amarre, fue única y exclusivamente porque este ya no daba para más.
Traté de controlar el temblor de mis piernas, las cuales hacían huelga para sostener mi peso, y comencé a respirar entre jadeos, tratando de recuperar el aliento lo más pronto posible. Aunque no me consideraba una persona con mala condición física, de todas formas necesitaba realizar un poco más de ejercicio, de esta manera las hazañas del contrario por acorralarme cada día se irían reduciendo. No era justo... ¡¿Por qué lograba capturarme tan pronto?! ¿Y mi caída? ¡¿Qué había de las heridas recibidas por el muy poco cariñoso árbol que se encontraba frente a mi balcón?! ¡Todo esfuerzo inútil!
Traté de mirarlo por encima del hombro con una expresión de pocos amigos que dejaba en claro lo poco que me simpatizaba en esos momentos, pero el roce de su mejilla con la mía provocó que me quedara a media acción, totalmente paralizada. Un ligero sonrojo, que distaba bastante del esfuerzo realizado para efectuar aquella maratónica huída, comenzó a aparecer en mis mejillas.
-¿Qué-qué crees que estás haciendo? -pregunté entre jadeos al tiempo que marcaba evidente distancia entre nuestros cuerpos, sin darle oportunidad para que fuera capaz de tomarme la temperatura como seguramente se habría sido su deseo. Inflé las mejillas con molestia y fue en ese momento cuando comencé a patalear y forcejear contra su atlético cuerpo, valiéndome de todo tipo de métodos poco ortodoxos para conseguirlo. Todo inútil- ¡Suéltame Ser-gae! ¡Me estás lastimando!
En realidad, la única que se estaba lastimando y perjudicándose las heridas con tales movimientos bruscos no era nadie más que yo, pero eso no se lo iba a decir tan abiertamente. Tras unos instantes más de forcejeos, desistí en mi intento; en parte porque mi cuerpo estaba lo suficientemente agotado y pesado como para seguir desperdiciando más energías en tal conducta, en otra porque mi visión se tornó ligeramente borrosa y mis piernas se negaron a sostenerme por más tiempo, teniendo que recurrir al apoyo que el fuerte amarre de Sergeir me proporcionaba para de esta manera no desplomarme en el suelo.
-Está bien... tú ganas -cerré ligeramente los ojos al tiempo que mi voz adquiría un leve tono de seriedad, no tan común en mí- Puedes hacer conmigo lo que se te plazca... Prometo ya no tratar de escapar -¿Tenía de otra? Mantuve el silencio por unos segundos, antes de abrir los ojos y sonreír como si nada, ladeando ligeramente el rostro para poder encontrarme con los ojos de mi acompañante aunque fuera de refilón, mirándole con dulzura e inocencia y haciendo como si nada de aquello hubiera sucedido realmente- ¿Qué hay de mi helado?
En mi caso sí tenía de qué preocuparme, y ese algo tenía un nombre que consistía de dos palabras: Sergei Hwergelmir. ¿Cuánto tardaría en darme alcance? Mi corazón se oprimió ante la certeza y resignación de que tarde o temprano lo haría, y mi ser gritaba con todas sus fuerzas que fuera más tarde que temprano. Mentalmente puse cronómetro, para contar los minutos que transcurrían mientras el pelinegro averiguaba el rumbo de mis pasos y me daba alcance. Sí no iba a tener la tan ansiada libertad que yo tanto anhelaba, al menos podría divertirme buscándole alguna especie de record a mi guardaespaldas.
Aún así no aminoré mi carrera, a pesar de que me costaba tomar aire y sentía que mis pulmones iban a estallar, junto con mis piernas y mi cabeza, de todas formas seguí corriendo como si mi vida dependiera de ello. No se lo dejaría fácil, eso era seguro.
No habían pasado ni tres minutos cuando escuché pasos detrás de mí y una fugaz mirada por encima del hombro me bastó para percatarme que Sergei ya estaba cerca de mí. Demonios. Traté de acelerar mis pasos, pero fue imposible pedirle a mi cuerpo más esfuerzo del que ya estaba aplicando, por lo que realicé una cuenta regresiva desde el diez, despidiéndome de esta manera de mis cinco minutos de libertad y diversión. Antes de llegar al uno, sus fuertes brazos rodearon mi cintura y frenaron mi marcha y si dejé mi cuerpo inerte entre su amarre, fue única y exclusivamente porque este ya no daba para más.
Traté de controlar el temblor de mis piernas, las cuales hacían huelga para sostener mi peso, y comencé a respirar entre jadeos, tratando de recuperar el aliento lo más pronto posible. Aunque no me consideraba una persona con mala condición física, de todas formas necesitaba realizar un poco más de ejercicio, de esta manera las hazañas del contrario por acorralarme cada día se irían reduciendo. No era justo... ¡¿Por qué lograba capturarme tan pronto?! ¿Y mi caída? ¡¿Qué había de las heridas recibidas por el muy poco cariñoso árbol que se encontraba frente a mi balcón?! ¡Todo esfuerzo inútil!
Traté de mirarlo por encima del hombro con una expresión de pocos amigos que dejaba en claro lo poco que me simpatizaba en esos momentos, pero el roce de su mejilla con la mía provocó que me quedara a media acción, totalmente paralizada. Un ligero sonrojo, que distaba bastante del esfuerzo realizado para efectuar aquella maratónica huída, comenzó a aparecer en mis mejillas.
-¿Qué-qué crees que estás haciendo? -pregunté entre jadeos al tiempo que marcaba evidente distancia entre nuestros cuerpos, sin darle oportunidad para que fuera capaz de tomarme la temperatura como seguramente se habría sido su deseo. Inflé las mejillas con molestia y fue en ese momento cuando comencé a patalear y forcejear contra su atlético cuerpo, valiéndome de todo tipo de métodos poco ortodoxos para conseguirlo. Todo inútil- ¡Suéltame Ser-gae! ¡Me estás lastimando!
En realidad, la única que se estaba lastimando y perjudicándose las heridas con tales movimientos bruscos no era nadie más que yo, pero eso no se lo iba a decir tan abiertamente. Tras unos instantes más de forcejeos, desistí en mi intento; en parte porque mi cuerpo estaba lo suficientemente agotado y pesado como para seguir desperdiciando más energías en tal conducta, en otra porque mi visión se tornó ligeramente borrosa y mis piernas se negaron a sostenerme por más tiempo, teniendo que recurrir al apoyo que el fuerte amarre de Sergeir me proporcionaba para de esta manera no desplomarme en el suelo.
-Está bien... tú ganas -cerré ligeramente los ojos al tiempo que mi voz adquiría un leve tono de seriedad, no tan común en mí- Puedes hacer conmigo lo que se te plazca... Prometo ya no tratar de escapar -¿Tenía de otra? Mantuve el silencio por unos segundos, antes de abrir los ojos y sonreír como si nada, ladeando ligeramente el rostro para poder encontrarme con los ojos de mi acompañante aunque fuera de refilón, mirándole con dulzura e inocencia y haciendo como si nada de aquello hubiera sucedido realmente- ¿Qué hay de mi helado?
Julietta Tescotti
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Intentaba tomar su temperatura ¿Qué no era obvio? ¿y por qué no podía permanecer quieta al menos unos minutos? No era tan complicado… ¿Pero para qué cuestionarme si de ante mano sabía que algo como eso sucedería? Negué con la cabeza un par de veces al ser llamado por enésima vez con aquel ridículo apodo que ella me había impuesto, el hecho de que lo usara solía ser prueba suficiente de que se sentía sumamente incómoda por mis acciones, pero si de algo estaba seguro, era de que en ningún momento le había lastimado. Quizá le sujetaba con más fuerza de la necesaria y aún así no era suficiente como para llegar a hacerle daño.
Respiraba ya con normalidad cuando de un momento a otro sentí su cuerpo perder fuerzas. Al segundo temí lo peor, después de todo la salud de mi protegida no se encontraba en el mejor de los momentos, y esa carrera desenfrenada definitivamente no haría mas que hacerle empeorar. Sin dejar de sostenerle me incliné con preocupación sobre su hombro derecho, deteniendo por milésimas la vista en una rojiza herida que portaba en su mejilla, producto seguramente de su colisión contra las ramas del frondoso árbol por el cual había descendido con tan poco cuidado. No tuve oportunidad de hacer comentarios al respecto pues su anuncio se llevó irremediablemente toda mi atención. ¿Qué acababa de decir?? Anonadado por sus palabras permanecí inmóvil sin poder deshacerme de escenas que acudieron sin pedir permiso a mi mente, imágenes de dudosa índole que… ocasionalmente se me presentaban entre sueños y que curiosamente, mi memoria siempre conseguía rescatar. En rotundo silencio y sin dejar de observar el perfil de la castaña, recordé la visualización de su joven figura sobre desordenadas sábanas, portando el uniforme propio de la academia con la única diferencia de que en mis horas de sueño, el lazo que decoraba su cuello se encontraba sin amarre, su blusa desabotonada de forma provocativa permitiendo que un encaje asomara interponiéndose entre la tela y su delicada piel, mientras que su falda… ¿Qué...?! ¿En que rayos estaba pensando?! Volví a negar sacudiendo finalmente pensamientos inapropiados, desviando de inmediato la mirada hacia un costado sin mirar realmente nada en específico. Justo a tiempo para no ser descubierto cuando Julieta giró inesperadamente hacia mi con la inocencia y encanto en toda su expresión. Y aunque mi rostro se mantenía tan tranquilo como siempre, internamente me había llevado un susto como si realmente hubiese sido descubierto con perturbadores pensamientos.
-Su nieve llegará cuando su temperatura se haya normalizado, sus heridas sean atendidas y… sus ropas sustituidas por otras en condiciones aceptables. – informé convencido de que en es orden debían cumplirse los desperfectos, haciendo un ajuste de manera automática a mis innecesarias gafas, dejándome obviamente un solo brazo para sostener a la hiperactiva y ocurrente jovencita. – Lo correcto sería llevarla al hospital, pero conociéndola, dudo que cruce por las buenas la entrada al edificio. – preguntar si era capaz de sostenerse en pie habría sido una pérdida de tiempo, el flaquear en sus fuerzas no me había pasado desapercibido pero si le daba opción a responder, seguramente su lado orgulloso daría señales de vida asegurando que era perfectamente capaz de hacerlo, forzándose a si misma a hacer algo extenuante. – Así que como mínimo, irá a revisión en la enfermería de la escuela. Afortunadamente no esta lejos. – y sin esperar mas tiempo me incliné parcialmente para poder alzarla del suelo y llevarla en brazos al destino ya establecido, de esa forma no podría escaparse tan fácilmente. – Sujétese con fuerza. – le pedí encaminándome ya hacia el sitio donde podría ser atendida. Me habría gustado solicitar un poco de buen comportamiento de su parte, pero tratándose de la hija de Lobbosco, eso era casi imposible. Si conseguía hacerle tomar medicamento para la fiebre ya podría considerarme afortunado y victorioso.
Respiraba ya con normalidad cuando de un momento a otro sentí su cuerpo perder fuerzas. Al segundo temí lo peor, después de todo la salud de mi protegida no se encontraba en el mejor de los momentos, y esa carrera desenfrenada definitivamente no haría mas que hacerle empeorar. Sin dejar de sostenerle me incliné con preocupación sobre su hombro derecho, deteniendo por milésimas la vista en una rojiza herida que portaba en su mejilla, producto seguramente de su colisión contra las ramas del frondoso árbol por el cual había descendido con tan poco cuidado. No tuve oportunidad de hacer comentarios al respecto pues su anuncio se llevó irremediablemente toda mi atención. ¿Qué acababa de decir?? Anonadado por sus palabras permanecí inmóvil sin poder deshacerme de escenas que acudieron sin pedir permiso a mi mente, imágenes de dudosa índole que… ocasionalmente se me presentaban entre sueños y que curiosamente, mi memoria siempre conseguía rescatar. En rotundo silencio y sin dejar de observar el perfil de la castaña, recordé la visualización de su joven figura sobre desordenadas sábanas, portando el uniforme propio de la academia con la única diferencia de que en mis horas de sueño, el lazo que decoraba su cuello se encontraba sin amarre, su blusa desabotonada de forma provocativa permitiendo que un encaje asomara interponiéndose entre la tela y su delicada piel, mientras que su falda… ¿Qué...?! ¿En que rayos estaba pensando?! Volví a negar sacudiendo finalmente pensamientos inapropiados, desviando de inmediato la mirada hacia un costado sin mirar realmente nada en específico. Justo a tiempo para no ser descubierto cuando Julieta giró inesperadamente hacia mi con la inocencia y encanto en toda su expresión. Y aunque mi rostro se mantenía tan tranquilo como siempre, internamente me había llevado un susto como si realmente hubiese sido descubierto con perturbadores pensamientos.
-Su nieve llegará cuando su temperatura se haya normalizado, sus heridas sean atendidas y… sus ropas sustituidas por otras en condiciones aceptables. – informé convencido de que en es orden debían cumplirse los desperfectos, haciendo un ajuste de manera automática a mis innecesarias gafas, dejándome obviamente un solo brazo para sostener a la hiperactiva y ocurrente jovencita. – Lo correcto sería llevarla al hospital, pero conociéndola, dudo que cruce por las buenas la entrada al edificio. – preguntar si era capaz de sostenerse en pie habría sido una pérdida de tiempo, el flaquear en sus fuerzas no me había pasado desapercibido pero si le daba opción a responder, seguramente su lado orgulloso daría señales de vida asegurando que era perfectamente capaz de hacerlo, forzándose a si misma a hacer algo extenuante. – Así que como mínimo, irá a revisión en la enfermería de la escuela. Afortunadamente no esta lejos. – y sin esperar mas tiempo me incliné parcialmente para poder alzarla del suelo y llevarla en brazos al destino ya establecido, de esa forma no podría escaparse tan fácilmente. – Sujétese con fuerza. – le pedí encaminándome ya hacia el sitio donde podría ser atendida. Me habría gustado solicitar un poco de buen comportamiento de su parte, pero tratándose de la hija de Lobbosco, eso era casi imposible. Si conseguía hacerle tomar medicamento para la fiebre ya podría considerarme afortunado y victorioso.
Sergei Hwergelmir
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Re: ¿Y hoy qué haré para pasar el rato?~ {Sergei Hwergelmir}
Fruncí ligeramente el ceño ante su comportamiento tan... ¿extraño? Como si algo le inquietara. No era común en él desviar la mirada para no enfrentarse con la mía, por lo que le observé con preocupación. A punto estuve de preguntarle por eso, cuando el significado de sus palabras adquirieron sentido para mí, y abrí los ojos desmesuradamente al tiempo que me quedaba ligeramente en shock.
¡¿Qué?! ¡Me estaba traicionando! ¡Él dijo que me daría el helado si salía de debajo de la cama y lo hice! ¡Complot! ¡Sabotaje! ¡Que llamaran a la marina, fuerzas aéreas y a los bomberos, que esto era un golpe de estado por rebeldía!
De acuerdo... quizá yo estaba tergiversando un poco sus palabras, pero aun así... ¡Quería mi helado! Le miré con profunda molestia y rencor, y a punto estuve de comenzar a forcejear nuevamente de su amarre al ver mi oportunidad cuando él me sujetó con sólo un brazo para dejar una mano libre y acomodarse los benditos anteojos que.. ¡Oh, por dios, hasta un ciego se daba cuenta que eran falsos! Falsos e inútiles, para variar. Pero una vez más sus palabras me dejaron momentáneamente fuera de la jugada. ¿Llevarme a un hospital? ¡Ja! Que siquiera osara en intentarlo... aunque su amenaza de la enfermería sí que se la creía. Conociéndolo como lo conocía, sabía que podría llevarme a ese deprimente y aplastante lugar sólo con tener una uña rota y no, no estaba dispuesta ni a arriesgarme, ni a comprobarlo.
-¡Por el amor de todos los santos, Sergei, no seas exagerado! Aunque tengo en perfecta cuenta que eso es lo que más quisieras, no me estoy muriendo -exploté al fin, recliminándole por sus atenciones desmedidas hacia mi persona y la supuesta gravedad de mi condición. Algo que sólo estaba ocurriendo en su mente, seguramente, porque yo me sentía de maravilla. Estaría mejor si no lo viera a él, ciertamente; así sería completamente libre de mí y esa asfixia que sólo me provocaba la claustrofobia de saberme encerrada en aquel aburrido lugar desaparecería.
Sí, definitivamente ese era mi mundo perfecto.
Inconscientemente rodeé su cuello con mis brazos cuando el pelinegro me tomó en brazos, dándome cuenta demasiado tarde de lo que significaba esa acción y postura de ambos... ¡Yo no era una princesa lastimada ni una damisela en peligro! Pero lo hecho, hecho estaba, y no podía hacer ya nada para contradecir lo que hacia, por lo que seguí aferrándome a su musculoso y reconfortante cuerpo con aquella dignidad propia de mí.
Volteé a verlo a los ojos, deseando que esta vez me correspondiera el contacto visual.
-Creo recordar que dije claramente que "podías hacer conmigo lo que se te plazca"; sin embargo jamás mencioné que podías llevarme al lugar de tu conveniencia, por lo que exijo que desvíes tu rumbo hacia mis aposentos -le señalé con gravedad. Se había esfumado de mi rostro toda clase de expresión berrinchuda, traviesa o juguetona... dando paso a aquel rostro neutral e impenetrable al que siempre recurría cuando quería reafirmar mi postura seria. Era una orden- Espero que cumplas con lo estipulado, pues no me gustaría verme en la penosa necesidad de romper mi promesa y, en cambio, tratar de forcejear y escapar de ti de nuevo. Si quieres que mi fiebre y heridas sean atendidas, tendrás que hacerlo por tu propiea cuenta -sonreí con suavidad, para tratar de trasmitirle algo de tranquilidad y quitar tensión al ambiente que se había formado entre ambos- Hay un botiquín con todo lo indispensable en mi baño, y prometo acatar cualquier clase de petición que me hagas, siempre y cuando estas no involucren el llevarme a un hospital, enfermería u otra cosa que se le parezca -ladeé el rostro para verle con una expresión de total inocencia y felicidad al tiempo que me aferraba un poco mejor a su cuello- ¡Ah! Y claro, quiero mi helado de vainilla. Prometiste que me lo darías si salía de debajo de la cama y, por lo que veo, ya no estoy allí -miré todo lo que podía de nuestro alrededor, para darle énfasis y sentido a mis palabras. Después le dediqué una mirada de seriedad y ligera preocupación- ¿O es que acaso vas a romper tu promesa?
No, no podía romper algo que no había prometido, pero se trataba de mi postre favorito... en definitiva iba a sacar cuanto pudiera de la situación, y si tenía que utilizar palabras no dichas por él en su contra, lo haría; incluso chantajearle con una que otra miradita de decepción al tiempo que le decía que para mí había sido una promesa y que jamás volvería a perdonarle o creerle. Total, el ser buen actriz ya se me daba a la perfección.
Seguí mirándole con intensidad e interés, a la espera de una respuesta por su parte. Bueno, al menos nadie podría quejarse de mis habilidades: sabía jugar mis cartas, y muy bien.
¡¿Qué?! ¡Me estaba traicionando! ¡Él dijo que me daría el helado si salía de debajo de la cama y lo hice! ¡Complot! ¡Sabotaje! ¡Que llamaran a la marina, fuerzas aéreas y a los bomberos, que esto era un golpe de estado por rebeldía!
De acuerdo... quizá yo estaba tergiversando un poco sus palabras, pero aun así... ¡Quería mi helado! Le miré con profunda molestia y rencor, y a punto estuve de comenzar a forcejear nuevamente de su amarre al ver mi oportunidad cuando él me sujetó con sólo un brazo para dejar una mano libre y acomodarse los benditos anteojos que.. ¡Oh, por dios, hasta un ciego se daba cuenta que eran falsos! Falsos e inútiles, para variar. Pero una vez más sus palabras me dejaron momentáneamente fuera de la jugada. ¿Llevarme a un hospital? ¡Ja! Que siquiera osara en intentarlo... aunque su amenaza de la enfermería sí que se la creía. Conociéndolo como lo conocía, sabía que podría llevarme a ese deprimente y aplastante lugar sólo con tener una uña rota y no, no estaba dispuesta ni a arriesgarme, ni a comprobarlo.
-¡Por el amor de todos los santos, Sergei, no seas exagerado! Aunque tengo en perfecta cuenta que eso es lo que más quisieras, no me estoy muriendo -exploté al fin, recliminándole por sus atenciones desmedidas hacia mi persona y la supuesta gravedad de mi condición. Algo que sólo estaba ocurriendo en su mente, seguramente, porque yo me sentía de maravilla. Estaría mejor si no lo viera a él, ciertamente; así sería completamente libre de mí y esa asfixia que sólo me provocaba la claustrofobia de saberme encerrada en aquel aburrido lugar desaparecería.
Sí, definitivamente ese era mi mundo perfecto.
Inconscientemente rodeé su cuello con mis brazos cuando el pelinegro me tomó en brazos, dándome cuenta demasiado tarde de lo que significaba esa acción y postura de ambos... ¡Yo no era una princesa lastimada ni una damisela en peligro! Pero lo hecho, hecho estaba, y no podía hacer ya nada para contradecir lo que hacia, por lo que seguí aferrándome a su musculoso y reconfortante cuerpo con aquella dignidad propia de mí.
Volteé a verlo a los ojos, deseando que esta vez me correspondiera el contacto visual.
-Creo recordar que dije claramente que "podías hacer conmigo lo que se te plazca"; sin embargo jamás mencioné que podías llevarme al lugar de tu conveniencia, por lo que exijo que desvíes tu rumbo hacia mis aposentos -le señalé con gravedad. Se había esfumado de mi rostro toda clase de expresión berrinchuda, traviesa o juguetona... dando paso a aquel rostro neutral e impenetrable al que siempre recurría cuando quería reafirmar mi postura seria. Era una orden- Espero que cumplas con lo estipulado, pues no me gustaría verme en la penosa necesidad de romper mi promesa y, en cambio, tratar de forcejear y escapar de ti de nuevo. Si quieres que mi fiebre y heridas sean atendidas, tendrás que hacerlo por tu propiea cuenta -sonreí con suavidad, para tratar de trasmitirle algo de tranquilidad y quitar tensión al ambiente que se había formado entre ambos- Hay un botiquín con todo lo indispensable en mi baño, y prometo acatar cualquier clase de petición que me hagas, siempre y cuando estas no involucren el llevarme a un hospital, enfermería u otra cosa que se le parezca -ladeé el rostro para verle con una expresión de total inocencia y felicidad al tiempo que me aferraba un poco mejor a su cuello- ¡Ah! Y claro, quiero mi helado de vainilla. Prometiste que me lo darías si salía de debajo de la cama y, por lo que veo, ya no estoy allí -miré todo lo que podía de nuestro alrededor, para darle énfasis y sentido a mis palabras. Después le dediqué una mirada de seriedad y ligera preocupación- ¿O es que acaso vas a romper tu promesa?
No, no podía romper algo que no había prometido, pero se trataba de mi postre favorito... en definitiva iba a sacar cuanto pudiera de la situación, y si tenía que utilizar palabras no dichas por él en su contra, lo haría; incluso chantajearle con una que otra miradita de decepción al tiempo que le decía que para mí había sido una promesa y que jamás volvería a perdonarle o creerle. Total, el ser buen actriz ya se me daba a la perfección.
Seguí mirándole con intensidad e interés, a la espera de una respuesta por su parte. Bueno, al menos nadie podría quejarse de mis habilidades: sabía jugar mis cartas, y muy bien.
Julietta Tescotti
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