[CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
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[CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
~ Residencia de las Chicas, en la Academia Soffio Divino Di Angel ~
No pude evitar que una sonrisa maliciosa apareciera en mi rostro, con mi vista totalmente fija en la pantalla del pequeño celular que tenía entre manos, mientras escuchaba el andar de aquí para allá de mi pareja de aquella noche. Pero tenía que contener la risa que amenazaba con embargarme, o el otro entraría al cuarto de baño de una patada y me colgaría del árbol más alto si descubría lo que realmente estaba haciendo.
Desde las cinco de la tarde que yo ya me encontraba totalmente lista, con vestido, zapatillas, peinado y accesorios puestos en su lugar a excepción del bello antifaz plateado que había aparecido el día anterior por la noche encima de mi tocador, lugar en el que se encontraba actualmente, fuera de donde yo estaba. Suponía que Sergei lo había dejado allí para que yo lo usara, ¿quién más podría tener acceso a mi habitación y sabría que asistiría al baile dado por mi familia paterna? Se me hacía un lindo gesto de su parte, sobre todo porque me había ahorrado la fatiga de buscar uno por mi propia cuenta y que fuera a juego con mi vestimenta. Y sí que quedaba perfecto para mi atuendo.
En ese momento eran las 6:24 de la tarde y yo aún seguía encerrada en el baño, sentada en el filo de la tina de baño hecha de porcelana al tiempo que parte de mi concentración se encontraba en lo que hacía, la otra parte estaba atenta a todos los movimientos que hacía Sergei en la otra habitación. Y si realmente estaba lista para partir desde las cinco... La pregunta del millón consistía en qué tanto había estado haciendo en toda esa más de una hora. Sencillo, había tomado prestado el celular de mi protector y le había descargado un juego, Dumb way to die, y me había entretenido subiendo de puntuación en todo este tiempo, disfrutando a su vez de la tortura que le imponía al hombre que esperaba eternamente por mi salida. ¿Pero qué podía decir en mi defensa? ¡Él me había provocado! Aquella noche en la que me pidió que le acompañara, su velada advertencia de que no lo hiciera me había incitado a hacer precisamente eso, a hacerle esperar. Y esa era una oportunidad perfecta que no desperdiciaría para molestarle. Además, ¿de qué se quejaba? El baile a las ocho, había tiempo de sobra.
Hubo un punto en la partida en la que me dediqué de lleno a ella, escuchando sólo vagamente el rechinar del sofá del cuero dándome indicios de que el pelinegro se había tumbado por enésima vez en lo que restaba de la hora. Que se esperara, estaba a punto de romper mi propia marca.
Me puse en pie y grité con júbilo cuando logré pasar de los 3500, momento en que la batería del artefacto se agotó y el celular ajeno se apagó. ¿Pero eso importaba? ¡Claro que no! ¡Había superado mi propia marca! Después de aquel momentáneo festejo, me acerqué al espejo de cuerpo completo que había a un lado para observar mi atuendo y revisar que todo estuviera en orden, verificando que así era y echándole un último vistazo a mi rostro y comprobar que el maquillaje era el justo y que nada se había corrido o desvanecido. Sonreí, radiante, y tras tomarme mi tiempo para abrir la puerta al fin, salí de allí con una expresión de suma alegría en mi rostro. No espere a que mi acompañante reaccionara, sencillamente me acerqué a él y le tendí el celular para hacer que la tomara con una de sus manos.
-Rompí mi propio record y sólo me tomó una hora con veintisiete minutos hacerlo, ¿no es maravilloso? -consideré prudente el retirarme antes de que el otro tuviera oportunidad de percatarse lo que mis palabras significaban. Dudaba que le sentara bien el saber que lo había dejado de lado por un juego, y más que había tomado su móvil para hacerlo- ¡Por cierto! Se le acabó la batería... pero valió la pena, ¿no crees? -le sonreí angelicalmente- Podrás llamar del mío si lo necesitas... ¿Si llegó la botella fría de champagne que encargué? -miré a mi alrededor, en búsqueda de la típica cubeta con hielo que solía contener la bebida para mantenerla a temperatura idónea- Aún hay tiempo, ¿te gustaría tomar una copa conmigo?
Última edición por Julieta Lobbosco el Mar Sep 16, 2014 6:03 pm, editado 1 vez
Julietta Tescotti
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
La primera media hora la pasó en su propia habitación, ni siquiera se preocupó por lo que hacía o dejaba de hacer su compañera al otro lado de la puerta. Estaba mas ocupado enviando el último mensaje del día a los tutores de la chica, en el cual les hizo saber que él, Sergei Hwergelmir, había invitado a su sobrina al baile del cual ya estaban enterados y que ella, amablemente, había aceptado. Una vez que terminó con eso apagó el ordenador, preguntándose por un instante qué pensarían ellos al respecto, quizá esperaban poder leer el nombre de algún joven estudiante a quien investigar hasta la sombra… Ya se enteraría después de la opinión de los líderes… aunque eso en absoluto afectaría su sentir.
Sin mas asuntos pendientes –pero sí un celular ausente– se echó el saco al hombro y cruzó la puerta que daba al espacio correspondiente a su ama a quien no vio por ningún lado. Pronto escuchó ruido en el baño, seguramente la señorita estaría aún a la mitad de sus preparativos por lo que teóricamente mentalizado para esperar tomó asiento en el sofá. Se había prometido no preocupar por el tiempo y por ello había considerado el no portar reloj, pero si no lo llevaba… ¿cómo se aseguraría de llegar puntual a la mansión? Al final decidió usarlo y en el observó la hora. Calculó que en 30 minutos aproximadamente Julieta estaría lista. Era temprano, pero ya pensarían en qué ocupar el resto del tiempo.
Pero transcurrieron los 30 minutos y la susodicha aún no se dignaba a dar la cara. ¿qué tanto hacía? No quería presionarla porque el resultado podría ser catastrófico así que tras dar un pesado suspiro abandonó el asiento dejando el saco sobre el respaldo del mueble. Pasó un rato apreciando la vista que ofrecía el balcón, y tan entretenido estaba que a punto estuvo de quedarse dormido recargado sobre el muro. Ese hecho le hizo cambiar de ubicación y fue entonces cuando comenzó a caminar pausadamente de un lado para otro por la habitación. Al inicio se detenía para observar cualquier cosa que pudiese mantener relativamente ocupada su mente, después de haber repasado de tres a cuatro veces casi cada objeto, la impaciencia hizo acto de presencia manifestándose en un repetitivo ir y venir de sus pasos a lo largo del cuarto, frente a la cama. Volvió a mirar el reloj, después, la puerta tras la cual se encontraba la castaña, luego el balcón, la puerta de salida de la habitación, su reflejo en el espejo ajustando un nudo Eldredge, enseguida la cama y, finalmente, el sillón. Sin mas remedio decidió que recurriría a el nuevamente, pero un llamado a la puerta le obligó a regresar sobre sus pasos y abrir la puerta para averiguar de qué se trataba.
-¿Champagne?- preguntó sin sentido alguno, obviamente eso era, la etiqueta lo gritaba. En ese instante comenzó a preocuparse por el saldo que sobreviviría después de pasar tanto tiempo en manos de la jovencita encerrada como adolescente en el cuarto de baño. ¿Para qué exactamente había tomado su móvil? ¿Para hacer pedidos sin tener que abandonar su refugio? Acomodó la mesa de servicio y sobre ella colocó la cubeta con la botella y… una sola copa. El detalle le pareció extraño, pero el hombre de los recados se había mostrado muy seguro de lo que entregaba, así que… o Julieta había pedido solo una copa o el servicio que brindaban aquella tarde andaba un tanto fallido. Lo que fuera no importaba, fue a tumbarse de nuevo en el sofá pero como pronto se aburrió retomó la caminata sin sentido. A esas alturas ya había entendido qué de eso se trataba todo el asunto, de extinguirle cada gota de paciencia para lo cual no encontraba propósito. Bueno, no sería la primera vez que la chica Lobbosco jugaba con él por motivos incomprensibles.
Ya resignado y cansado de ver las mismas cuatro paredes, se tumbó otra vez en el sofá. Ahora su vista, libre de gafas desde un inicio, fue a parar en la bonita botella que tenía a un lado. Le observó alrededor de 5 minutos sin nada específico en mente, tan solo le observaba y nada mas. Eso fue hasta que un “¿por qué no?” apareció en sus pensamientos y sin pensarlo ni un segundo mas se aplicó a descorchar silenciosamente la botella, llenando inmediatamente la única copa disponible. Mecía suavemente el contenido que se disponía a probar cuando un emocionado grito de victoria se escuchó desde el otro lado de la puerta. Se mantuvo quieto, sin pensar. No quería hacerlo porque el resultado del análisis no sería para nada favorable, ya podía percibir el tenue aroma a quemado que su humor despedía irreparablemente… Una parte de él quería ir a estamparse repetidamente contra la pared mas cercana pero al menos en esta ocasión, la sensatez fue capaz de tomar las riendas.
El primer comentario de Julieta tras salir de su convento despejó toda duda que el hombre guardaba hasta hace unos segundos respecto a lo que la chica había estado haciendo todo ese tiempo. De manera automática, como si supiera el momento exacto en que ella le entregaría el teléfono, extendió la mano sin girar para verla y recibió el artefacto. En efecto estaba muerto, pero al menos podía agradecer el que no estuviese mojado o con decorativos hechos a base de algún cosmético. – Sí, aquí esta. – respondió con toda naturalidad, como si beber por su cuenta jamás hubiese estado en sus planes - ¿Desde cuándo ordenas alcohol a la habitación? – le cuestionó con interés, no aprobaba el que la chica consumiera bebidas alcohólicas en su habitación y mucho menos tan temprano pero, en vista de que la noche prometía festejo evitaría sermonear a su ama. Al momento se incorporó y giró finalmente hacia ella tanto para escuchar su respuesta como para entregarle la copa casi recién servida sin embargo, ambas cosas pasaron a otro plano.
En la cima de su jerarquía se encontraba nada mas y nada menos que un inútil intento por volver en sí, pues ya llevaba considerables segundos sin poder despegar la vista de una encantadora Julieta. ¿Cuándo había sido la última vez que le vio vestir con tal elegancia…? En cuanto le fue posible parpadear, su expresión dejó la sorpresa para pasar a la satisfacción, dedicándole por milésimas una mirada sugerente que se aseguró de cerrar cuanto antes. – Mi elección fue acertada. – afirmó altivo y enseguida sacó la botella del hielo, meciéndola de un lado a otro para captar la atención de la castaña – Agradecería que compartieras tus planes para el resto del día, especialmente si eso incluye el tomar mas de una copa. Podría ser necesario prepararte una bolsa de papel. –agregó con una pequeñísima intención de tentarle el orgullo. Aquella tarde y futura noche sería diferente, por complicado que resultara para él haría todo lo posible por disolver la formalidad con que siempre la trataba, se olvidaría de la obediencia que debía al rango superior (aunque hacia Julieta nunca había sido precisamente absoluta)y del respeto profesado por un sirviente hacia su amo. A partir de ese momento y hasta el amanecer, le trataría como su igual.
Sin mas asuntos pendientes –pero sí un celular ausente– se echó el saco al hombro y cruzó la puerta que daba al espacio correspondiente a su ama a quien no vio por ningún lado. Pronto escuchó ruido en el baño, seguramente la señorita estaría aún a la mitad de sus preparativos por lo que teóricamente mentalizado para esperar tomó asiento en el sofá. Se había prometido no preocupar por el tiempo y por ello había considerado el no portar reloj, pero si no lo llevaba… ¿cómo se aseguraría de llegar puntual a la mansión? Al final decidió usarlo y en el observó la hora. Calculó que en 30 minutos aproximadamente Julieta estaría lista. Era temprano, pero ya pensarían en qué ocupar el resto del tiempo.
Pero transcurrieron los 30 minutos y la susodicha aún no se dignaba a dar la cara. ¿qué tanto hacía? No quería presionarla porque el resultado podría ser catastrófico así que tras dar un pesado suspiro abandonó el asiento dejando el saco sobre el respaldo del mueble. Pasó un rato apreciando la vista que ofrecía el balcón, y tan entretenido estaba que a punto estuvo de quedarse dormido recargado sobre el muro. Ese hecho le hizo cambiar de ubicación y fue entonces cuando comenzó a caminar pausadamente de un lado para otro por la habitación. Al inicio se detenía para observar cualquier cosa que pudiese mantener relativamente ocupada su mente, después de haber repasado de tres a cuatro veces casi cada objeto, la impaciencia hizo acto de presencia manifestándose en un repetitivo ir y venir de sus pasos a lo largo del cuarto, frente a la cama. Volvió a mirar el reloj, después, la puerta tras la cual se encontraba la castaña, luego el balcón, la puerta de salida de la habitación, su reflejo en el espejo ajustando un nudo Eldredge, enseguida la cama y, finalmente, el sillón. Sin mas remedio decidió que recurriría a el nuevamente, pero un llamado a la puerta le obligó a regresar sobre sus pasos y abrir la puerta para averiguar de qué se trataba.
-¿Champagne?- preguntó sin sentido alguno, obviamente eso era, la etiqueta lo gritaba. En ese instante comenzó a preocuparse por el saldo que sobreviviría después de pasar tanto tiempo en manos de la jovencita encerrada como adolescente en el cuarto de baño. ¿Para qué exactamente había tomado su móvil? ¿Para hacer pedidos sin tener que abandonar su refugio? Acomodó la mesa de servicio y sobre ella colocó la cubeta con la botella y… una sola copa. El detalle le pareció extraño, pero el hombre de los recados se había mostrado muy seguro de lo que entregaba, así que… o Julieta había pedido solo una copa o el servicio que brindaban aquella tarde andaba un tanto fallido. Lo que fuera no importaba, fue a tumbarse de nuevo en el sofá pero como pronto se aburrió retomó la caminata sin sentido. A esas alturas ya había entendido qué de eso se trataba todo el asunto, de extinguirle cada gota de paciencia para lo cual no encontraba propósito. Bueno, no sería la primera vez que la chica Lobbosco jugaba con él por motivos incomprensibles.
Ya resignado y cansado de ver las mismas cuatro paredes, se tumbó otra vez en el sofá. Ahora su vista, libre de gafas desde un inicio, fue a parar en la bonita botella que tenía a un lado. Le observó alrededor de 5 minutos sin nada específico en mente, tan solo le observaba y nada mas. Eso fue hasta que un “¿por qué no?” apareció en sus pensamientos y sin pensarlo ni un segundo mas se aplicó a descorchar silenciosamente la botella, llenando inmediatamente la única copa disponible. Mecía suavemente el contenido que se disponía a probar cuando un emocionado grito de victoria se escuchó desde el otro lado de la puerta. Se mantuvo quieto, sin pensar. No quería hacerlo porque el resultado del análisis no sería para nada favorable, ya podía percibir el tenue aroma a quemado que su humor despedía irreparablemente… Una parte de él quería ir a estamparse repetidamente contra la pared mas cercana pero al menos en esta ocasión, la sensatez fue capaz de tomar las riendas.
El primer comentario de Julieta tras salir de su convento despejó toda duda que el hombre guardaba hasta hace unos segundos respecto a lo que la chica había estado haciendo todo ese tiempo. De manera automática, como si supiera el momento exacto en que ella le entregaría el teléfono, extendió la mano sin girar para verla y recibió el artefacto. En efecto estaba muerto, pero al menos podía agradecer el que no estuviese mojado o con decorativos hechos a base de algún cosmético. – Sí, aquí esta. – respondió con toda naturalidad, como si beber por su cuenta jamás hubiese estado en sus planes - ¿Desde cuándo ordenas alcohol a la habitación? – le cuestionó con interés, no aprobaba el que la chica consumiera bebidas alcohólicas en su habitación y mucho menos tan temprano pero, en vista de que la noche prometía festejo evitaría sermonear a su ama. Al momento se incorporó y giró finalmente hacia ella tanto para escuchar su respuesta como para entregarle la copa casi recién servida sin embargo, ambas cosas pasaron a otro plano.
En la cima de su jerarquía se encontraba nada mas y nada menos que un inútil intento por volver en sí, pues ya llevaba considerables segundos sin poder despegar la vista de una encantadora Julieta. ¿Cuándo había sido la última vez que le vio vestir con tal elegancia…? En cuanto le fue posible parpadear, su expresión dejó la sorpresa para pasar a la satisfacción, dedicándole por milésimas una mirada sugerente que se aseguró de cerrar cuanto antes. – Mi elección fue acertada. – afirmó altivo y enseguida sacó la botella del hielo, meciéndola de un lado a otro para captar la atención de la castaña – Agradecería que compartieras tus planes para el resto del día, especialmente si eso incluye el tomar mas de una copa. Podría ser necesario prepararte una bolsa de papel. –agregó con una pequeñísima intención de tentarle el orgullo. Aquella tarde y futura noche sería diferente, por complicado que resultara para él haría todo lo posible por disolver la formalidad con que siempre la trataba, se olvidaría de la obediencia que debía al rango superior (aunque hacia Julieta nunca había sido precisamente absoluta)y del respeto profesado por un sirviente hacia su amo. A partir de ese momento y hasta el amanecer, le trataría como su igual.
Sergei Hwergelmir
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
Mis vista se topó con la copa que Sergei tenía en la mano y de allí la subí para toparme con la mirada de ojos verdosos que mi compañero poseía, enarcando mi ceja izquierda en forma de incredulidad. Conocía su gusto por el buen vino, y no me iba a tragar el hecho de que me había servido una copa con anticipación, de eso nada.
Puse mis brazos en jarros, con las manos sobre mis caderas, y fruncí el ceño al tiempo que lo miraba reprobatoriamente.
-Planeabas tomar una copa sin mí, ¿cierto? -le recliminé seriamente pero con un brillo juguetón en mis ojos castaños. Negué y sonreí, aceptando la copa con mi mano derecha al tiempo que ladeaba el rostro al percatar que no apartaba la mirada de mí. Mi sonrisa se tornó un tanto maliciosa y di una grácil pirueta para que mi acompañante pudiera apreciar cada detalle de mi atuendo desde todos los ángulos posibles- ¿Te gusta? Creo que el vestido está demasiado... no sé, ¿llamativo? No me convence del todo... ¿Parezco infantil? -volteé a verlo con seriedad, deseando obtener una respuesta sincera de su parte aunque... seguramente se negaría a darla, más que nada porque fueron lanzadas muchas preguntas sin oportunidad a réplica alguna. No pude evitar desviar el rostro con la mirada hacia otro punto distante de la habitación para ocultar la expresión de satisfacción que rondaba en ese momento por el mismo. ¿Por qué me sentía tan bien el saber que mi apariencia complacía a Sergei? ¿Alguna vez me había importado su opinión respecto a mi apariencia? ¿Me había importado la de alguien más? Absolutamente no, nunca me había arreglado para alguien que no fuera para mí misma, y ciertamente no era exigente en ese aspecto por lo que cualquier atuendo siempre había sido suficiente.
Hoy no. Realmente quería lograr una buena impresión en el pelinegro y que él se sintiera orgulloso de tenerme como su pareja. La pregunta del millón era: ¿Por qué?
A favor de no pensar más en ello y encontrar una respuesta quizá no muy agradable en el camino, me llevé la copa a los labios y di un pequeño sorbo, degustando el sabor del espumoso líquido dorado mientras trataba de encerrar toda clase de indicio de pensamiento profundo en lo más recóndito de mi mente, y dejarlas encerradas allí hasta que aquella velada terminara.
-¿Hmmm? -volteé a verlo, pasando el licor por mi garganta y observándole con curiosidad en el proceso- ¿Planes, dices? Veamos... -desvié los ojos hacia el techo, meditando bien en lo que me gustaría hacer para pasar el tiempo de manera amena. El acabarnos el champagne sonaba sumamente tentador... además, sería un total desperdicio dejarla abandonada mientras nosotros ibamos a cumplir con nuestro deber de aquel día. Sonreí y volví a centrar mi atención en él- Estoy segura que esa bolsa sería totalmente innecesaria, confío en la resistencia de mi cuerpo hacia las bebidas alcóholicas -me encogí de hombros con indiferencia y me acerqué a él, posando mi mano libre sobre uno de sus hombros y acercando el contenedor de cristal a sus propios labios, ni tarde ni perezosa. Sólo había una copa, ¿no? Y el realizar sola la misión de exterminio de la botella no parecía sumamente alentador, ¿por qué no invitarle un poco de lo que yo misma bebía? Sonreí, mordaz- ¿Tienes miedo, Sergei? En la posibilidad de que terminemos los dos ebrios en esta habitación...
Off: ¡Perdona lo cortito! Pero no creo que me pueda salir más largo sin que quede incoherente el asunto... si de por sí ya me quedó bastante raro... gomen!!! T^T
Puse mis brazos en jarros, con las manos sobre mis caderas, y fruncí el ceño al tiempo que lo miraba reprobatoriamente.
-Planeabas tomar una copa sin mí, ¿cierto? -le recliminé seriamente pero con un brillo juguetón en mis ojos castaños. Negué y sonreí, aceptando la copa con mi mano derecha al tiempo que ladeaba el rostro al percatar que no apartaba la mirada de mí. Mi sonrisa se tornó un tanto maliciosa y di una grácil pirueta para que mi acompañante pudiera apreciar cada detalle de mi atuendo desde todos los ángulos posibles- ¿Te gusta? Creo que el vestido está demasiado... no sé, ¿llamativo? No me convence del todo... ¿Parezco infantil? -volteé a verlo con seriedad, deseando obtener una respuesta sincera de su parte aunque... seguramente se negaría a darla, más que nada porque fueron lanzadas muchas preguntas sin oportunidad a réplica alguna. No pude evitar desviar el rostro con la mirada hacia otro punto distante de la habitación para ocultar la expresión de satisfacción que rondaba en ese momento por el mismo. ¿Por qué me sentía tan bien el saber que mi apariencia complacía a Sergei? ¿Alguna vez me había importado su opinión respecto a mi apariencia? ¿Me había importado la de alguien más? Absolutamente no, nunca me había arreglado para alguien que no fuera para mí misma, y ciertamente no era exigente en ese aspecto por lo que cualquier atuendo siempre había sido suficiente.
Hoy no. Realmente quería lograr una buena impresión en el pelinegro y que él se sintiera orgulloso de tenerme como su pareja. La pregunta del millón era: ¿Por qué?
A favor de no pensar más en ello y encontrar una respuesta quizá no muy agradable en el camino, me llevé la copa a los labios y di un pequeño sorbo, degustando el sabor del espumoso líquido dorado mientras trataba de encerrar toda clase de indicio de pensamiento profundo en lo más recóndito de mi mente, y dejarlas encerradas allí hasta que aquella velada terminara.
-¿Hmmm? -volteé a verlo, pasando el licor por mi garganta y observándole con curiosidad en el proceso- ¿Planes, dices? Veamos... -desvié los ojos hacia el techo, meditando bien en lo que me gustaría hacer para pasar el tiempo de manera amena. El acabarnos el champagne sonaba sumamente tentador... además, sería un total desperdicio dejarla abandonada mientras nosotros ibamos a cumplir con nuestro deber de aquel día. Sonreí y volví a centrar mi atención en él- Estoy segura que esa bolsa sería totalmente innecesaria, confío en la resistencia de mi cuerpo hacia las bebidas alcóholicas -me encogí de hombros con indiferencia y me acerqué a él, posando mi mano libre sobre uno de sus hombros y acercando el contenedor de cristal a sus propios labios, ni tarde ni perezosa. Sólo había una copa, ¿no? Y el realizar sola la misión de exterminio de la botella no parecía sumamente alentador, ¿por qué no invitarle un poco de lo que yo misma bebía? Sonreí, mordaz- ¿Tienes miedo, Sergei? En la posibilidad de que terminemos los dos ebrios en esta habitación...
Off: ¡Perdona lo cortito! Pero no creo que me pueda salir más largo sin que quede incoherente el asunto... si de por sí ya me quedó bastante raro... gomen!!! T^T
Julietta Tescotti
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
El corazón se le tambaleó al presenciar ese giro en su compañera que de manera eficiente consiguió cautivarlo, estaba seguro de que esa había sido la intención, lo había leído en la sonrisa traviesa que le vio trazar segundos antes de lucirse. Peculiar el rumbo que estaban tomando las cosas al haberse despojado de tediosas reglas y formalismos. ¿Quién lo habría imaginado?
Procuró componer pronto ese desvío de emociones, atendiendo así a las preguntas que le eran lanzadas una tras otra. Sin duda le extrañó que pidiera su opinión directamente puesto que generalmente era el primero en ser ignorado, mas no respondió inmediatamente a ninguna de ellas. Reservó para sí la solución a cada una, disfrutando el sabor que éstas dejaban en sus sentidos, todos a la expectativa de la mujer que tenía delante única y exclusivamente para él en medio de aquellas cuatro paredes. Llegar a ese pensamiento le generó repentina sorpresa casi imperceptible a la vista, no era la primera vez que pensaba en Julieta de esa forma, quizá por eso la inesperada sensación se esfumó sin ser tan notoria. ¿Pero quién podría culparlo? Tener a su cuidado tan hermosa mujer no era culpa de él, verla día y noche (porque ocasionalmente daba rondines a la habitación de la castaña para asegurarse de que todo estuviese en orden, intentando no fijarse mas de lo necesario en su contorno) había pasado de ser una simple labor a un alivio para su estresada alma y si a eso agregaba las recientes sonrisas y miradas cargadas de emociones… terminaba cediendo autoridad a ese lado de él que tanto se había esforzado por mantener lejos de la superficie. Podía culparla a ella, desde luego que si. Desde ese beso obsequiado en el observatorio… todas sus reglas se habían volcado. El problema radicaba en el hecho de que en realidad no le apetecía restablecerlas. En ese caso… ¿era realmente un problema?
Conocer la respuesta causó gracia al pelinegro y si fue pausado ese pensamiento fue porque tenía prácticamente en los labios la copa que hasta hace poco él sostenía. Sí había observado a la castaña probar la fría bebida pero aunque en algún momento le cruzó por la mente el compartir el recipiente, no creyó que la invitación naciera de ella y mucho menos de aquella forma tan… ¿privada?
Su primer reacción fue naturalmente observar lo que se le ofrecía, al segundo siguiente ya clavaba la mirada en los ojos castaños que se mantenían sobre él esperando seguramente que aceptara la bebida, lo cual efectivamente hizo. Dejó que el cadáver que tenía por celular se deslizara por el sillón para así poder dar soporte a la copa, al hacerlo sus dedos se encontraron inevitablemente con los de ella y sin soltarle la mirada en ningún momento, dirigió el ángulo de la copa consiguiendo beber cómodamente el licor que restaba. –¿Miedo? – cuestionó casi con burla, inmerso en la mirada de su pareja hasta que decidió que servir mas bebida era indispensable –¿Qué te hace pensar que le temo a lo que pueda ocurrir en esas condiciones? Me parece que eres tu quién debería preocuparse.– respondió con toda serenidad, envolviendo tan solo sus últimas palabras con un poco de antojo. –¿Qué podría yo perder?
Admito que tal vez no necesites una bolsa, sin embargo…– terminó de verter mas champagne casi hasta el borde –Yo sí pongo en duda tu resistencia al alcohol. No durarías mucho en pie, lo puedo asegurar.– declaró consciente de que eso podría ser considerado como reto. ¿Cuánto tiempo tenían antes de la hora fijada para el evento?
Buscó la hora en el reloj de la pared, descontando el tiempo que les llevaría llegar hasta la mansión Lobbosco… no les dejaba tanto tiempo como él hubiese querido, pero algo podía hacerse. Igual nada les obligaba a ser puntuales, aunque siendo Leone el anfitrión… quizá deberían intentarlo, aún si no se le debía absolutamente nada a aquel hombre de dudosa voluntad. –Hagamos esto…– soltó repentinamente con supuesta seriedad, quitando de en medio la copa sostenida aún entre ambos y en lugar de terminar la oración se inclinó hasta casi rozar los perfectos labios de su protegida y amada. Si no los tomó de inmediato fue porque invirtió milésimas de segundos en observarlos silenciosamente, sintiendo su respiración que tan solo consiguió animarlo a tomar lo que tanto necesitaba: besarla con toda la profundidad que fuese posible. No había olvidado la noche en que después del contacto entre los labios de ambos Julieta había marcado una inesperada distancia, el simple hecho de recordarlo generaba en él un doloroso y molesto ardor. Quería salir de dudas, o mejor dicho, lo necesitaba. Descubriría de una vez por todas si era correspondido con sinceridad o si lo ocurrido aquella noche había sido solo un desliz, un espejismo. De ser ese el caso… bueno, ya pensaría en algo, porque en ese preciso instante no podía. Cada uno de sus sentidos existía para saciarse a través de ese precioso contacto, desde la humedad de su lengua que insistía en ir más allá, hasta el olfato que se empeñaba en memorizar el característico aroma de la piel de Julieta Lobbosco. ¿Lamentaba algo? Oh, claro que sí: tener las manos ocupadas y no poder abrazarla para calmar la tempestad de emociones que amenazaban con invadirle.
Procuró componer pronto ese desvío de emociones, atendiendo así a las preguntas que le eran lanzadas una tras otra. Sin duda le extrañó que pidiera su opinión directamente puesto que generalmente era el primero en ser ignorado, mas no respondió inmediatamente a ninguna de ellas. Reservó para sí la solución a cada una, disfrutando el sabor que éstas dejaban en sus sentidos, todos a la expectativa de la mujer que tenía delante única y exclusivamente para él en medio de aquellas cuatro paredes. Llegar a ese pensamiento le generó repentina sorpresa casi imperceptible a la vista, no era la primera vez que pensaba en Julieta de esa forma, quizá por eso la inesperada sensación se esfumó sin ser tan notoria. ¿Pero quién podría culparlo? Tener a su cuidado tan hermosa mujer no era culpa de él, verla día y noche (porque ocasionalmente daba rondines a la habitación de la castaña para asegurarse de que todo estuviese en orden, intentando no fijarse mas de lo necesario en su contorno) había pasado de ser una simple labor a un alivio para su estresada alma y si a eso agregaba las recientes sonrisas y miradas cargadas de emociones… terminaba cediendo autoridad a ese lado de él que tanto se había esforzado por mantener lejos de la superficie. Podía culparla a ella, desde luego que si. Desde ese beso obsequiado en el observatorio… todas sus reglas se habían volcado. El problema radicaba en el hecho de que en realidad no le apetecía restablecerlas. En ese caso… ¿era realmente un problema?
Conocer la respuesta causó gracia al pelinegro y si fue pausado ese pensamiento fue porque tenía prácticamente en los labios la copa que hasta hace poco él sostenía. Sí había observado a la castaña probar la fría bebida pero aunque en algún momento le cruzó por la mente el compartir el recipiente, no creyó que la invitación naciera de ella y mucho menos de aquella forma tan… ¿privada?
Su primer reacción fue naturalmente observar lo que se le ofrecía, al segundo siguiente ya clavaba la mirada en los ojos castaños que se mantenían sobre él esperando seguramente que aceptara la bebida, lo cual efectivamente hizo. Dejó que el cadáver que tenía por celular se deslizara por el sillón para así poder dar soporte a la copa, al hacerlo sus dedos se encontraron inevitablemente con los de ella y sin soltarle la mirada en ningún momento, dirigió el ángulo de la copa consiguiendo beber cómodamente el licor que restaba. –¿Miedo? – cuestionó casi con burla, inmerso en la mirada de su pareja hasta que decidió que servir mas bebida era indispensable –¿Qué te hace pensar que le temo a lo que pueda ocurrir en esas condiciones? Me parece que eres tu quién debería preocuparse.– respondió con toda serenidad, envolviendo tan solo sus últimas palabras con un poco de antojo. –¿Qué podría yo perder?
Admito que tal vez no necesites una bolsa, sin embargo…– terminó de verter mas champagne casi hasta el borde –Yo sí pongo en duda tu resistencia al alcohol. No durarías mucho en pie, lo puedo asegurar.– declaró consciente de que eso podría ser considerado como reto. ¿Cuánto tiempo tenían antes de la hora fijada para el evento?
Buscó la hora en el reloj de la pared, descontando el tiempo que les llevaría llegar hasta la mansión Lobbosco… no les dejaba tanto tiempo como él hubiese querido, pero algo podía hacerse. Igual nada les obligaba a ser puntuales, aunque siendo Leone el anfitrión… quizá deberían intentarlo, aún si no se le debía absolutamente nada a aquel hombre de dudosa voluntad. –Hagamos esto…– soltó repentinamente con supuesta seriedad, quitando de en medio la copa sostenida aún entre ambos y en lugar de terminar la oración se inclinó hasta casi rozar los perfectos labios de su protegida y amada. Si no los tomó de inmediato fue porque invirtió milésimas de segundos en observarlos silenciosamente, sintiendo su respiración que tan solo consiguió animarlo a tomar lo que tanto necesitaba: besarla con toda la profundidad que fuese posible. No había olvidado la noche en que después del contacto entre los labios de ambos Julieta había marcado una inesperada distancia, el simple hecho de recordarlo generaba en él un doloroso y molesto ardor. Quería salir de dudas, o mejor dicho, lo necesitaba. Descubriría de una vez por todas si era correspondido con sinceridad o si lo ocurrido aquella noche había sido solo un desliz, un espejismo. De ser ese el caso… bueno, ya pensaría en algo, porque en ese preciso instante no podía. Cada uno de sus sentidos existía para saciarse a través de ese precioso contacto, desde la humedad de su lengua que insistía en ir más allá, hasta el olfato que se empeñaba en memorizar el característico aroma de la piel de Julieta Lobbosco. ¿Lamentaba algo? Oh, claro que sí: tener las manos ocupadas y no poder abrazarla para calmar la tempestad de emociones que amenazaban con invadirle.
Sergei Hwergelmir
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
- ¡La canción!:
- Como ya sabemos, quien canta la canción en español siempre canta fatal así que... te la pasaré en su idioma original deseando que aún recuerdes su significado~ ~CLICK AQUÍ~
No podía evitar que aquella sonrisa traviesa y divertida se exibiera orgullosamente en mis labios. ¿Por qué me encontraba tan feliz de haber entrado en terreno minado? Bien rezaba el dicho de quien jugaba con fuego, terminaba quemado... Y ciertamente, la que terminaría perdiendo no sería otra persona salvo yo. Y aún así, estaba tan feliz... ¿Por qué?
Le observé con suma atención mientras el otro ingería el resto del contenido de la copa y una sensación sumamente agradable recorrió mi brazo hasta mi pecho, iniciando por mis dedos. ¿Algo tenía que ver el que los suyos estuvieran rozando los míos? ¡Claro que sí! Sólo el podía embargarme de tal sentimiento, de transmitir su calidez mediante a su tacto. ¿Por qué no me había dado cuenta de eso? O tal vez sí lo había hecho, pero nunca me había atrevido a explotar tal terreno desigual y peligroso. Incluso en esos momentos era sumamente riesgoso adentrarme a él, pero... ¿Por qué no?
Sonreí, pero la expresión de mis ojos mostraba más que una "sana" diversión experimentada. De qué se trataba exactamente lo que estos se atrevían a revelar era algo que no quería averiguar por el momento.
-¿Debo tomarme eso como reto, entonces, Señor Hwergelmir? -pregunté con un toque ligeramente coqueto en la voz mientras el otro se dedicaba a llenar de nueva cuenta la copa hasta el tope. Me mordí el labio para reservarme un comentario sarcástico respecto a su evidente necesidad de alcohol. Muy probablemente él tenía toda la razón, yo no estaba acostumbrada a recibir en mi organismo dosis alcóholicas que sobrepasaran de una copa de vino blanco o tinto en las cenas de rigor. En cambio él... Sergei era un briago de primera.
Tuve que ladear el rostro, ante la imposibilidad de ocultar esa risa suave y divertida que escapó entre mis labios de forma discreta al cruzarme esas palabras en la mente. Era algo que definitivamnte no podía compartir con él, por temor a tentar más de la cuenta su humor y de sus represalias. En otras circunstancias seguramente no me hubiera silenciado, pero por alguna extraña razón no deseaba provocar más de la cuenta a mi sirviente, al menos esa noche no. Quizá... mañana sería otro día, ¿no?
Volví a centrar mi atención en él, pero me llevé la sorpresa de que la ajena no se centraba en el licor, sino en mí. Fue inevitable para mí abrir un poco más de la cuenta los ojos, ante la sorpresa de sentir su cercanía y su mirada puesta en un punto específico de mis facciones. ¿Por qué no me había dado cuenta de la casi nula distancia entre nuestros cuerpos? ¡Ah, claro! Había sido yo quien comenzara a reducirla...
El roce de sus labios fue inevitable y a la ves totalmente esperado. A pesar de no ser capaz de responderle adecuadamente por los primeros segundos, ahora me encontraba totalmente recuperada del momentáneo asombro y le correspondía con la misma intensidad, tratando de controlarme al mismo tiempo para no dejar caer el líquido contenido en la copa que los dos sosteníamos al mismo tiempo. Tensé un poco más mi agarre a la base de cristal, deseando que no fuera esa sino la mano de Sergeí la que estuviera entre mis dedos. Y todas las emociones de aquella noche en el observatorio regresaron a mí, las sensaciones, su calidez... absolutamente todo. Pero esta vez algo había de diferente, y es que esta vez de manera automática decidí desechar los malos pensamientos e inquietudes. ¿A quién le importaba todo eso a estas alturas del camino? Definitivamente a mí no, y al menos por aquella velada no me iba a preocupar. Tendría toda una vida por delante para pagar la consecuencia de mis actos.
Me separé de él sólo un par de centímetros, con urgencia de recuperar un poco el aire. Abrí parcialmente los ojos al hacerlo, para poder disfrutar de sus facciones, pero sobre todo de sus labios tan cercanos a los míos. Sonreí suavemente, con la respiración agitada, y marqué un poco más de distancia. Pero esta vez todo era diferente de aquella noche bajo las estrellas, absolutamente todo. Sin que el otro apartara su mano de la copa, la guié hacia mis labios para ingerior el líquido dentro de esta de un sólo trago. Un gesto bastante temerario de mi parte, pero necesario, me urgía deshacerme de ese estorboso instrumento.
Una vez vacía, se la quité a Sergei para dejarla sobre la superficie más próxima a donde estábamos. Y realizado esto, volví a centrar mi atención en él. Obviamente no podía echarle la culpa al alcohol ingerido de mi necesidad de sentirle lo más cerca posible a mí. ¿Qué podía decir en mi defensa? Nada, salvo que lo necesitaba a él, en ese momento y siempre... Sin embargo ese era un pensamiento que no iba a anlizar en ese momento. Volví a reducir distancia entre nosotros, lo suficiente para que nuestros labios se volvieran a unir al tiempo que mi mano ya libre se colocaba sobre su mejilla, impregnando ternura en mi caricia. Le besé con mucho cuidado y suavidad al principio, pero fue imposible para mí llevar ese ritmo por más tiempo del necesario, por lo que al segundo siguiente ya le volvía a besar con la misma pasión dedicada al anterior. Sólo que esta vez no me detuve allí, sino que recorrí con mis labios la suavidad de la comisura de sus labios, la piel de su mentón hasta finalizar en su sensible cuello, al menos hasta lo que la estorbosa camisa de gala de él me permitía. Allí me dediqué a darle suaves caricias, en un mero intento de exploración de terreno por un momento antes de retornar nuevamente por el mismo camino recorrido hacia sus labios.
Sí, definitivamente no podía culpar al champagne... todavía.
Julietta Tescotti
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
Cada gesto, cada movimiento y sonido suyo eran todo un deleite, incluso esa risa que en algún momento dejó escapar sin aparente justificación. Podía asegurar que tras ella se ocultaba un simpático comentario que no me estaba compartiendo. Ya tendría tiempo después para interrogarle al respecto y hacerle confesar. En este instante sencillamente la disfrutaría al igual que cada una de sus caricias a mi piel, ¿cómo no hacerlo cuando deslizaba los labios tentadoramente hacia mi cuello? De ninguna forma podía estar ella al tanto de lo mucho que disfrutaba el tacto en ese punto y sin embargo, ahí estaba, encendiendo con cada roce un poco de calor por todo mi cuerpo que no estaba muy seguro de querer controlar. Al menos ya tenía una mano libre gracias a ella, mientras la suya se apoderaba con cariño de mi mejilla, la mía fue inmediatamente a rodearle por la cintura. No quería que se alejara, no se lo permitiría a menos de que su desagrado fuese evidente, y me había convencido a mi mismo de que eso jamás sucedería. No por ahora. No esa noche. ¿O tarde? ¿Quién necesitaba esperar a que oscureciera para dejarse llevar por la necesidad de saborear a esa persona que acelera no solo el palpitar? Claramente yo no.
La ansiedad comenzaba a hacer mella en mi persona, quería sus labios de regreso, morder uno mío como único método de contención no resultaba práctico a la larga y mucho menos suficiente para saciarme. Y a pesar de desear sus besos con reprimida desesperación, también disfrutaba, me estremecía al sentirla en otro sitio. Que gran dilema… Fruncí el ceño ante la incapacidad de decidir qué de todo anhelaba más, y fue justo en ese momento cuando finalmente sus labios regresaron a los míos con la misma intensidad de antes. En automático los recibí con amplitud, necesitaba llenarme de ella mientras fuese posible, mientras estuviese al alcance de mi mano. Me aseguré de eliminar cualquier distancia entre ambos, apretando sin remordimiento alguno su cuerpo contra el mío, disfrutando el sentirla tan unida a mi, placer que no quise ocultar, al contrario, sonreí ampliamente sobre sus labios aprovechando una breve pausa que debía darnos a ambos oportunidad de recuperar el aliento. – ¿A dónde fue a parar el reto del alcohol? – pregunté ligeramente agitado sabiendo que difícilmente suspenderíamos para retomar ese otro asunto, aunque ciertamente combinar ambas cosas no estaría nada mal. Hasta entonces fui consciente de que aún sostenía la botella en la otra mano, mi vista bajó momentáneamente hasta el objeto y con molestia por la restricción que representaba la levanté para dar un trago directo después de haber girado un poco el rostro. Hice lo posible por mantener el líquido en mi boca y tras agacharme lo indispensable para dejar la botella sobre el suelo sin importar que estuviese descorchada, me alcé de nuevo hasta Julieta, a quien no había soltado en ningún momento de la cintura. No sabría decir si en el momento me fastidiaba o no el que estuviéramos ya vestidos para el evento, implicaba ciertas restricciones que comenzaban a ser sumamente molestas pero en vista del tiempo restante… tendría que hacerme a la idea de que debían permanecer ahí, o al menos no muy lejos de su lugar. Lo tomaría como un reto, y en base a eso busqué en el bolsillo del pantalón un pañuelo perfectamente doblado, apresuré la pieza de tela hasta el mentón de la hermosa mujer con quien compartía mis días y con el pulgar de la misma mano intenté hacerle separar los labios por poco fuera. De inmediato me apegué con fuerza a ellos, haciendo todo lo posible por traspasarle champagne directo a la boca, tarea difícil de ejecutar de manera impecable pero precisamente pensando en ello había colocado el pañuelo. Ensuciar la ropa distaba de ser una opción, mas no me impediría saborear a la mujer por quien tanto tiempo guardé sentimientos y que finalmente demostraba en medida de mis posibilidades. Quería a Julieta conmigo, no permitiría que nadie la alejara de mi lado.
La ansiedad comenzaba a hacer mella en mi persona, quería sus labios de regreso, morder uno mío como único método de contención no resultaba práctico a la larga y mucho menos suficiente para saciarme. Y a pesar de desear sus besos con reprimida desesperación, también disfrutaba, me estremecía al sentirla en otro sitio. Que gran dilema… Fruncí el ceño ante la incapacidad de decidir qué de todo anhelaba más, y fue justo en ese momento cuando finalmente sus labios regresaron a los míos con la misma intensidad de antes. En automático los recibí con amplitud, necesitaba llenarme de ella mientras fuese posible, mientras estuviese al alcance de mi mano. Me aseguré de eliminar cualquier distancia entre ambos, apretando sin remordimiento alguno su cuerpo contra el mío, disfrutando el sentirla tan unida a mi, placer que no quise ocultar, al contrario, sonreí ampliamente sobre sus labios aprovechando una breve pausa que debía darnos a ambos oportunidad de recuperar el aliento. – ¿A dónde fue a parar el reto del alcohol? – pregunté ligeramente agitado sabiendo que difícilmente suspenderíamos para retomar ese otro asunto, aunque ciertamente combinar ambas cosas no estaría nada mal. Hasta entonces fui consciente de que aún sostenía la botella en la otra mano, mi vista bajó momentáneamente hasta el objeto y con molestia por la restricción que representaba la levanté para dar un trago directo después de haber girado un poco el rostro. Hice lo posible por mantener el líquido en mi boca y tras agacharme lo indispensable para dejar la botella sobre el suelo sin importar que estuviese descorchada, me alcé de nuevo hasta Julieta, a quien no había soltado en ningún momento de la cintura. No sabría decir si en el momento me fastidiaba o no el que estuviéramos ya vestidos para el evento, implicaba ciertas restricciones que comenzaban a ser sumamente molestas pero en vista del tiempo restante… tendría que hacerme a la idea de que debían permanecer ahí, o al menos no muy lejos de su lugar. Lo tomaría como un reto, y en base a eso busqué en el bolsillo del pantalón un pañuelo perfectamente doblado, apresuré la pieza de tela hasta el mentón de la hermosa mujer con quien compartía mis días y con el pulgar de la misma mano intenté hacerle separar los labios por poco fuera. De inmediato me apegué con fuerza a ellos, haciendo todo lo posible por traspasarle champagne directo a la boca, tarea difícil de ejecutar de manera impecable pero precisamente pensando en ello había colocado el pañuelo. Ensuciar la ropa distaba de ser una opción, mas no me impediría saborear a la mujer por quien tanto tiempo guardé sentimientos y que finalmente demostraba en medida de mis posibilidades. Quería a Julieta conmigo, no permitiría que nadie la alejara de mi lado.
Sergei Hwergelmir
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
- Canción:
Era débil, y no había otra verdad que se antepusiera a esta. ¿De qué otra manera, si no, permitiría ceder a la tentación de tenerle cercano? Lo más cercano posible, y cada segundo que transcurría me parecía insuficiente. Deseaba más, poder abrirle mi corazón el cual gritaba desesperado para que el otro se percatara de la triste existencia en la que se había visto sumergido desde el día en que nací... Pero tenía miedo, un miedo terrible que me carcomía día a día.
Débil y miedosa, ¡vaya combinación!
¿Pero qué más podía hacer? Deseaba apartarlo y a la vez sentirlo más y más cerca de mí, y no sólo corporalmente. ¿Sería tan malo demostrarle tal cual soy como una vez lo hice con su padre? Estaba segura que podía confiar en él, Sergei jamás me traicionaría... Esa era una verdad que tenía presente en mi mente y que jamás se derrumbaría. Pero... ¿cómo? ¡¿Cómo?! ¡No sabía cómo! ¡Tenía miedo!
Observé cada una de sus acciones con aparente calma e incredulidad, con mi respiración aún levemente agitada por el beso dado anteriormente, mientras todos estos pensamientos y sentimientos se entremezclaban y chocaban con una fuerza que provocaba que un nudo se formara en mi garganta y el pecho se me contrajera ante tanta brutalidad. La carga sería más ligera si me permitía exteriorizarla frente a él, aunque fuera sólo la punta del iceberg... lo sabía, era consciente de ello, pero aún así la facultad de hacerlo estaba muy lejos de mis manos, aún así aquella insinuación de sonrisa traviesa seguía apareciendo en mis labios como si aquella lucha interna no estuviera aconteciendo. Mi sostén, mi único soporte al cual aferrarme, ¿qué pasaría si llegara a perderla? Me derrumbaría, y yo no quería ni deseaba eso, jamás iba a poder soportarlo; pero más que nada nunca me perdonaría el de lastimar aquellas personas que estaban a mi alrededor y que formaban parte fundamental en mi vida. En la farsa que consistía mi existencia.
Abrí los ojos ante aquella manera tan peculiar de Sergei de compartir el licor conmigo y cerré los ojos inmediatamente para disfrutar de aquella nueva sensación, deseando con todas mis fuerzas que fuera capaz de aplacar la inquietud de mi alma y tumbar todas las dudas que rondaban en mí. Mi mano se deslizó por su mejilla hasta su cuello, donde me aferré con delicadeza de manera que podía atraerlo más hacia a mí. Fue inevitable que un hilillo de champagne se deslizara por mis comisuras entreabiertas y recorriera mi mentón hasta dar a parar al pañuelo previamente preparado por él, pero por lo demás consumí lo mejor posible lo que el otro me ofrecía al tiempo que aprovechaba una vez más de la calidez que sus labios me proporcionaban. De aquella nueva sensación experimentada que no deseaba dejar ir. Una vez que tragué todo, acerqué aún más mi cuerpo al contrario, si es que eso era posible, y le besé con una urgencia que hasta el día de hoy comenzaba a conocer en mí, como si deseara fundirme a él y dejar de ser yo sólo para pertenecerle.
Lo necesitaba, no había otra forma de poder definirlo. Lo necesitaba como nunca antes creí necesitar a nadie. ¿Pero cómo hacerle ver, hacerle entender esta clase de sentimientos que estaba experimentando en aquel mismo instante? No podía... ¡No podía!
Mientras duraba el beso, por primera vez en mi vida las lágrimas se agolparon tras mis párpados cerrados, los cuales combatían con desesperación para mantener aquel líquido cristalino que sólo representaba la debilidad que había dentro de mí.
"Te quiero, Sergei, por favor.... no te vayas, nunca. No sabría qué hacer sin ti... Date cuenta, date cuenta de cuán inmenso es mi sufrimiento desde que tengo uso de razón..."
Palabaras que jamás podría decirle en voz alta. Una lágrima al fin logró escapar y se deslizó por mi mejilla izquierda. El separarme de él fue necesario, pues el aliento de nueva cuenta se había esfumado. Puse distancia en nuestros rostros, sólo la necesaria para poder observarle a los ojos.
-¿Es muy necesario el tener que asistir a ese dichoso evento? -pregunté, haciendo una ligera mueca, esa que siempre solía poner cuando no deseaba hacer algo que él me mandaba y trataba de convencerle de hacer lo contrario. Aparentando ser motivada por la pereza de asistir antes de admitir que tenía un profundo miedo de reencontrarme con mi pasado, de llegar a la residencia Lobbosco y descubrir que nunca les hice falta ni a mi padre ni a mi hermano en todos aquellos años, que lograron desplazarme como cualquier objeto inservible, que se encontraban mejor sin mí. Enfrentarme a todo aquello que me causaba dolor y miedo: la realidad de que nunca sería necesaria para nadie...
¿En serio era capaz de seguir fingiendo que todo estaba bien cuando mis propios ojos castaños estaban anegados en lágrimas, producto de la lucha interna dentro de mi ser? ¿Hasta ese nivel habían llegado mis mentiras y falsedades?
Terminaría por romperme, tarde o temprano eso pasaría si las cosas seguían de esa manera. Y no habría nadie a mi lado para ayudarme a no caer completamente al vacío de la desesperación...
Julietta Tescotti
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
No necesitaba las habilidades natas de un ser espiritual para darme cuenta de que algo no iba bien con Julieta desde hace tiempo, bastante de hecho. ¿Pero qué derecho tenía yo a entrometerme en su vida? Mi labor siempre había consistido en protegerla y nada más, preguntar si todo marchaba bien o algo le preocupaba resultaba innecesario. Hasta ahora, cuando ya no quería callarme las cosas y estancarme, no cuando finalmente podía afirmar sin temor a equivocarme que entre nosotros existía algo más que lazos forzados. ¿Cómo hacer que se apoye en mi en momentos de incertidumbre? Aunque sus besos fuesen míos en ese instante y éstos me otorgaran satisfacción incomparable, seguía haciendo falta algo. Puede que físicamente solo la ropa nos separara, pero en cuestión de esencia podía sentir todavía una brecha. Solo era cuestión de querer, de convencerse y avanzar hacia el otro. ¿Estaba yo dispuesto a eso?
No me sería fácil, pero buscaría la manera de conseguirlo.
Con necesidad de recuperar el aire me separé lentamente de sus labios, solo entonces abrí por completo la vista para encontrarme con sus ojos. Antes de marcar distancia entre nuestros rostros sentí algo que acaparó mi atención, generando en mí desconcierto puesto que no me explicaba qué de lo sucedido podía estarle causando tanto pesar como para humedecer su mejilla sin remedio alguno. No es que me adjudicara culpa, confiaba en que no era yo lo que le lastimaba a ese grado y sin embargo, comprendí que aún no estaba en posición de preguntar por mas sincera que fuera mi preocupación. Dejé caer el pañuelo sobre la cama, ya no lo necesitaba. –Asistiremos – afirmé con determinación, sin rastro de molestia como solía ser en otras ocasiones cuando le dictaba lo que debía cumplir –Es ahí donde debemos estar esta noche. Lo sabes bien.– seguro que ella ya tenía la respuesta a su propia pregunta incluso antes de formularla, quizá guardaba la esperanza de que yo me resistiera, que negara la necesidad de presentarnos en esa casa. Pero ni todo el odio que profesaba por los anfitriones del evento podía cambiar el presentimiento que ocupaba parte de mis pensamientos. Quizá fuese solo un susurro, pero me convencía de que ir al encuentro de los zorros era algo indispensable. No se podía evitar y entre mas pronto se pasara de ese punto, mejor. O de eso me convencí.
Sin dejar de buscarme en su mirar, sequé con el pulgar el rastro de humedad que rompía en sus facciones, mantuve el tacto sobre su mejilla, apegando entonces mi frente a la de Julieta. – Eres fuerte. Recuérdalo. – casi podía escuchar su negativa o esperar un gesto con el cual insistiera en contradecirme, esa era su especialidad. Pero estaba dispuesto a ser su soporte y no solo su sombra. Permanecería a su lado aún si en algún momento dado intentaba ahuyentarme. Avanzaría con o sin su permiso, si la vida llegaba a derrumbarla, yo estaría ahí para verla levantar y tenderle una mano si era necesario. –Cuando todo esto acabe… te pediré un poco más de tu tiempo. Hay algunas cosas que debes saber. – Me costaría confesar sentimientos actuales y pasados, pero al igual que afrontar a los Lobbosco locales, era justo y necesario. Consciente de que no había marcha atrás no pude evitar sonreír abiertamente, busqué sus manos y las sujeté con firmeza. Deseaba hacerle sentir segura a mi lado, que quisiera quedarse conmigo y no con otro hombre. Por convicción, no por obligación. Me aferraría a ese deseo, a hacerla feliz. Me costaba creer que hasta ahora me percataba de todo lo que sentía por Julieta Lobbosco. ¿Por qué no fui honesto conmigo mismo desde el inicio?
Sergei Hwergelmir
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Re: [CERRADO] Mientras nos dure la noche~ {Sergei Hwergelmir}
Hice una ligera mueca y desvié la mirada a otro lado ante su negativa a mi petición. Sabía que me diría eso exactamente, quizá con otras palabras pero la escencia seguía siendo la misma; nadie podía culparme por intentarlo, ¿o sí? La cuestión es que no entendía del todo porqué era un deber el que estuvieramos allí. No es como si la asistencia fuera obligatoria o me fueran a dar puntos extras por estar allí. Le observé con seriedad por unos breves segundos, analizando su expresión con suspicacia. Si nos apegábamos a las razones que me habían motivado a viajar a esta academia en primer lugar, sí era una obligación mi presencia en la dichosa mansión de los Lobbosco, aquella edificación que un tiempo le había llamado "hogar" y que hoy en día no era otra cosa que una enorme construcción vacía, ajena y extraña a mi persona. ¿Pero cómo él podía saber mis motivos para dejar Japón y encontrarme en esta situación absurda? No, definitivamente no tenía manera de saberlo, ni siquiera a mis propios tíos les había dicho nada, sencillamente me había encaprichado en asistir a la prestigiosa institución de artes de una remota isla del mediterráneo y hasta allí.
¿Qué tanto podía leer Sergei en mí?
Guardé todas mis dudas y pensamientos para otra ocasión y me enfoqué en las acciones que el pelinegro hacía en ese momento. No iba a negar que el simple acto de utilizar su pulgar para borrar aquella lágrima que se había derramado sin mi autorización me había provocado un nudo en la garganta muy difícil de tragar. ¿Qué tenía aquel hombre que lograba desestabilizar mi obligada fachada? No estaba segura de querer averiguarlo, al menos no en aquella noche, la cual prometía ser larga y exhausta, y que era muy importante para mí. Tenía que recurrir a todas mis fuerzas para mantener mi orgullo y dignidad en alto, para que el escaso valor reunido no flaqueara. Definitivamente sería una velada muy, muy larga... Pero si estaba a lado del hombre que tenía frente a mí, estaba segura que podría librarla de manera airosa, era una apuesta que no iba a perder.
Reí suavemente ante sus palabras y alcé mi mano para acariciarle la mejilla con suavidad al tiempo que le observaba con picardía.
-Estamos hablando de mí, ¿cierto? -volví a reír- ¡Por supuesto que soy fuerte! Es más... -le guiñé el ojo traviesamente y me acerqué aún más a él, aprovechando aquella mano mía que se apoyaba en su rostro para atraerle un poco más hacia mí- ... te puedo apostar, con seguridad de que no perderé, a que soy la mujer más valiente que has conocido... -ni mal terminé de decir aquello cuando mis labios reclamaron los ajenos como propios, con suavidad pero a la vez un ligero matiz de pasión oculta en mi acción. Fue breve, pero lo suficientemente arrebatador como para sentirme satisfecha con ese beso robado. Me separé y le sonreí ligeramente insinuante, de esa manera especial que ya comenzaba a sospechar que sólo le dirigía a él- Necesito otro trago... -me separé de él en búsqueda de la botella y di un trago directo de esta, uno profundo que me permitiera despejar un poco los pensamientos. Bebí rápido, por lo que cuando terminé de pasar el líquido por mi garganta, cerré los ojos y mi cabeza se sacudió en automático. No quería ni imaginarme cómo iba a terminar a causa del alcohol ingerido... Pero mientras mi mente aún se encontra centrada, entre comillas, iba a disfrutar lo que pudiera... ¿Y qué mejor manera de hacerlo que haciéndole la vida imposible a mi amado guardaespaldas y protector?
Con todo y botella en mano, me acerqué al tocador donde mi antifaz se encontraba celosamente reposando en la superficie. Lo tomé de uno de los listones que me ayudarían a fijarlo a mi rostro cuando me lo pusiera, y volví a retornar a lado del pelinegro como quien no quiere la cosa.
-Bien... ya que aún te empeñas en tenerme por pareja de baile esta noche, hagamos esto... -le entregué la botella para que me la cuidara un momento para yo poder tener mis manos disponibles. Con una me sujeté a su hombro para guardar el equilibrio y con la otra me dispuse a quitarme el calzado. Una vez descalza, volteé a verlo de esa manera que él ya sabía que no auguraba nada bueno- ... el último en llegar al exterior, deberá pagar las entradas al cine del próximo fin de semana, ¿de acuerdo? ¿No hay quejas por parte de los presentes? ¡Perfecto! Nos vemos -canturreé lo último, divertida, y sin darle oportunidad a reaccionar y dejándole las manos ocupadas con el champagne, salí por la puerta de mi habitación que llevaba al pasillo y corrí lo más que la falda de mi vestido de gala me lo permitió, tomando a la menor oportunidad un pasillo lateral para después bajar lpor unas escaleras ocultas con prisa, sabiendo que le otro tomaría el camino principal. El alcohol ya hacía mella en mí, pero aún así logré salir del edificio por la parte posterior de manera exitosa y en cuanto el frío aire de la noche golpeó con suavidad mi rostro y mis pies sintieron la textura del césped, detuve mis pasos para dejarme caer sobre el mismo despreocupadamente. Reí.
¿Cuánto tiempo tardaría Sergei en dar con mi paradero? Esperaría por descubrirlo, impaciente ya por saber qué era aquello que tenía que decirme y que yo debía saber.
Traté de normalizar mi agitada respiración y enfoqué mi mirada al cielo iluminado por la radiante luna, acompañada por los titilantes destellos de las estrellas. La seriedad embargó mi ser y toda expresión se esfumó de mi rostro y ojos, dedicándome únicamente a admirar las alturas y sin poder evitar sentirme insignificante por ello. Incluso la belleza de aquel astro nocturno no estaba sola, y yo me sentía terriblemente sola... Siempre había sido así.
-Que envidia...
¿Qué tanto podía leer Sergei en mí?
Guardé todas mis dudas y pensamientos para otra ocasión y me enfoqué en las acciones que el pelinegro hacía en ese momento. No iba a negar que el simple acto de utilizar su pulgar para borrar aquella lágrima que se había derramado sin mi autorización me había provocado un nudo en la garganta muy difícil de tragar. ¿Qué tenía aquel hombre que lograba desestabilizar mi obligada fachada? No estaba segura de querer averiguarlo, al menos no en aquella noche, la cual prometía ser larga y exhausta, y que era muy importante para mí. Tenía que recurrir a todas mis fuerzas para mantener mi orgullo y dignidad en alto, para que el escaso valor reunido no flaqueara. Definitivamente sería una velada muy, muy larga... Pero si estaba a lado del hombre que tenía frente a mí, estaba segura que podría librarla de manera airosa, era una apuesta que no iba a perder.
Reí suavemente ante sus palabras y alcé mi mano para acariciarle la mejilla con suavidad al tiempo que le observaba con picardía.
-Estamos hablando de mí, ¿cierto? -volví a reír- ¡Por supuesto que soy fuerte! Es más... -le guiñé el ojo traviesamente y me acerqué aún más a él, aprovechando aquella mano mía que se apoyaba en su rostro para atraerle un poco más hacia mí- ... te puedo apostar, con seguridad de que no perderé, a que soy la mujer más valiente que has conocido... -ni mal terminé de decir aquello cuando mis labios reclamaron los ajenos como propios, con suavidad pero a la vez un ligero matiz de pasión oculta en mi acción. Fue breve, pero lo suficientemente arrebatador como para sentirme satisfecha con ese beso robado. Me separé y le sonreí ligeramente insinuante, de esa manera especial que ya comenzaba a sospechar que sólo le dirigía a él- Necesito otro trago... -me separé de él en búsqueda de la botella y di un trago directo de esta, uno profundo que me permitiera despejar un poco los pensamientos. Bebí rápido, por lo que cuando terminé de pasar el líquido por mi garganta, cerré los ojos y mi cabeza se sacudió en automático. No quería ni imaginarme cómo iba a terminar a causa del alcohol ingerido... Pero mientras mi mente aún se encontra centrada, entre comillas, iba a disfrutar lo que pudiera... ¿Y qué mejor manera de hacerlo que haciéndole la vida imposible a mi amado guardaespaldas y protector?
Con todo y botella en mano, me acerqué al tocador donde mi antifaz se encontraba celosamente reposando en la superficie. Lo tomé de uno de los listones que me ayudarían a fijarlo a mi rostro cuando me lo pusiera, y volví a retornar a lado del pelinegro como quien no quiere la cosa.
-Bien... ya que aún te empeñas en tenerme por pareja de baile esta noche, hagamos esto... -le entregué la botella para que me la cuidara un momento para yo poder tener mis manos disponibles. Con una me sujeté a su hombro para guardar el equilibrio y con la otra me dispuse a quitarme el calzado. Una vez descalza, volteé a verlo de esa manera que él ya sabía que no auguraba nada bueno- ... el último en llegar al exterior, deberá pagar las entradas al cine del próximo fin de semana, ¿de acuerdo? ¿No hay quejas por parte de los presentes? ¡Perfecto! Nos vemos -canturreé lo último, divertida, y sin darle oportunidad a reaccionar y dejándole las manos ocupadas con el champagne, salí por la puerta de mi habitación que llevaba al pasillo y corrí lo más que la falda de mi vestido de gala me lo permitió, tomando a la menor oportunidad un pasillo lateral para después bajar lpor unas escaleras ocultas con prisa, sabiendo que le otro tomaría el camino principal. El alcohol ya hacía mella en mí, pero aún así logré salir del edificio por la parte posterior de manera exitosa y en cuanto el frío aire de la noche golpeó con suavidad mi rostro y mis pies sintieron la textura del césped, detuve mis pasos para dejarme caer sobre el mismo despreocupadamente. Reí.
¿Cuánto tiempo tardaría Sergei en dar con mi paradero? Esperaría por descubrirlo, impaciente ya por saber qué era aquello que tenía que decirme y que yo debía saber.
Traté de normalizar mi agitada respiración y enfoqué mi mirada al cielo iluminado por la radiante luna, acompañada por los titilantes destellos de las estrellas. La seriedad embargó mi ser y toda expresión se esfumó de mi rostro y ojos, dedicándome únicamente a admirar las alturas y sin poder evitar sentirme insignificante por ello. Incluso la belleza de aquel astro nocturno no estaba sola, y yo me sentía terriblemente sola... Siempre había sido así.
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Julietta Tescotti
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