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¿Y tú quién te crees que eres? {Sergei Hwergelmir}

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Mensaje por Ahri Amattore Vie Mar 07, 2014 7:20 am

'Ahora... ¿A dónde se habrá metido este hombre?'
La Amattore andaba por los pasillos de aquel enorme edificio, sin fijarse realmente en el ir y venir de los demás estudiantes de aquella área; su vista siempre fija en su celular último modelo mientras meneaba sin preocupación y distraídamente un par de sus felpudas colas.
Si creía el Lobbosco que estaría todo el santo día siguiéndole las pisadas, estaba en un error. Ahri podría ser la mejor guardiana del mundo, pero definitivamente no necesitaba estar pegada a él las 24 hrs. del día, como si se tratase de una madre con su recién nacido, para poder cumplir satisfactoriamente aquel cometido.
¡Ah, cierto! Ahora era su sirviente personal y dentro de lo establecido en las normas de aquella aburrida academia, dictaba que el sirviente debía complacer en todo momento a su amo, sin atender otros quehaceres que no fueran los de servir. ¿A quién se le había ocurrido ese ridículo protocolo?
La joven espiritual alzó sus ambarinos ojos sólo unos instantes, los suficientes para clavar su aburrida mirada en un par de estudiantes que la miraban con fijeza y de forma totalmente descarada. ¿Cuántos años tendrían? ¿Quince? ¿Dieciséis? ¡Ja! Par de pubertos. Movió sus negras orejas zorrunas con total desinterés y volvió a fijar su vista en el pequeño aparato electrónico que llevaba consigo. Definitivamente la tecnología lograba cautivarla mucho más que todas aquellas criaturas que en esos momentos la rodeaban.
Dio vuelta a un pasillo y, logrando esquivar a una chica que salía de una aula, siguió con su camino en búsqueda de aquel zorro albino que lograba sacarla de quicio por lo escurridizo que lograba ser.
Aunque su atención estaba centrada en lo que sus manos hacían, de todas formas la pelinegra nunca perdía detalle del entorno en el que se encontraba. ¿Cómo podría llamarse guardiana digna de los Lobbosco si se permitía una mínima distracción? Era por este motivo que lograba esquivar de forma airosa cualquier clase de obstáculo que se le pusiera enfrente, sin necesidad de dirigir una mirada de refilón para lograrlo.
Aunque ciertamente, Salvatore le ahorraría el doble de trabajo si se quedara quieto en el lugar que le correspondía. Y eso era lo que le llevaba a cuestionarse... ¿Qué hacía el estudiante de teatro metido en la zona destinada para los de literatura? Aunque un par de estudiantes, compañeros del chico, le habían dado razones de aquel repentino cambio de ubicación, explicándole que había ido a recoger un guión que un profesor de esa área le tenía preparado; de todas formas Ahri no entendía porqué hacía esa clase de trabajos si para eso había personal encargado a ello. Claro, los sirvientes... Y ella era la sirviente. ¿Eso quería decir que no estaba cumpliendo su trabajo como debía?
Para nada, ella no era sirviente de nadie, ni siquiera de los Lobbosco: su única misión consistía mantenerlo a salvo y en la menor cantidad de partes posibles, no en atenderle caprichitos.
Asintió casi imperceptiblemente ante este hecho. Era bueno que el chico Lobbosco supiera atenderse por sí solito, de esa manera a ella le quitaría una gran carga de encima. Pero si pudiera hacer eso de la manera más localizable posible, se lo agradecería el doble.
Dejó atrás los pasillos y salones de teatro para adentrarse en los oscuros rincones de literatura, lugar que no había explorado con antiguedad, a pesar de todos los años  ya vividos allí, ya que sencillamente no había tenido la necesidad de hacerlo. No eran territorios de su protegido, ¿qué interesaban? Pero ahora sí que interesaban.
Y aunque seguía sumergida en el contenido de su móvil, pudo percatarse sólo sensorialmente que el lugar no distaba mucho del que acababa de abandonar, salvo, quizá, un silencio más persistente y apabullante.
Ya estaba en aquella zona, ahora lo único que faltaba era localizar la oficina del dichoso profesor para dar con el paradero del albino y podría darse por bien servida. Agradeció el menor número de estudiantes andando fuera de sus aulas correspondientes, eso le facilitaba mucho más el trabajo. Aunque le era completamente indiferente ser el centro de las miradas de la población masculina del lugar, lograba ser también bastante cansado, sobre todo si tenía otras cosas mucho más urgentes en las cuales pensar. Como ahora.
Cuando casi llegaba al final del largo corredor en el que se encontraba en esos momentos, una de las puertas del lugar se abrió abruptamente, causando que la pelinegra frenara su rápido andar para evitar la colisión con aquella superficie de madera. Nota a tomar en consideración: alejarse de las paredes cuando había espacio suficiente para andar con libertad por el pasillo.
Separó la mirada de su celular, fijando sus inexpresivos ojos del color del ámbar en  la silueta de quien había osado en interrumpirle de aquella manera tan repentina.
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¿Y tú quién te crees que eres? {Sergei Hwergelmir} Empty Re: ¿Y tú quién te crees que eres? {Sergei Hwergelmir}

Mensaje por Sergei Hwergelmir Sáb Mar 15, 2014 12:45 am

-Debería andar con mas cuidado. – recomendó en seco a la despampanante pelinegra una vez que vio lejos al anciano profesor que acababa de abandonar el aula correspondiente a una de las tantas asignaturas de literatura. Había reconocido a la chica desde que hizo acto de presencia en aquel largo y silencioso pasillo: era la sirvienta del otro Salvatore. Hasta el momento ni una sola vez había cruzado palabra con la susodicha pero sí le ubicaba de vista, bueno, tampoco era algo demasiado complicado, no cuando la dama resaltaba incluso mas que la mayoría de los seres espirituales que rondaban por la academia.

Sin cambiar su expresión de indiferencia, permaneció en su sitio, recargado sobre el barandal del balcón que daba a una de las tantas explanadas de las instalaciones. Adentro, en el salón, se encontraba la joven señorita a quien debía servir y proteger hasta del mosquito que volara en las cercanías, pero en ese preciso instante, la castaña se dedicaba a organizar un proyecto que debía realizar en equipo. O eso se suponía. Pero en vista de que permanecer dentro del aula presenciando cómo los estudiantes intentaban fallidamente organizarse era una pérdida de tiempo y desgaste a su humor, optó por esperar en el exterior donde no fuese necesario soportar diálogos aleatorios de niños. Desde su perspectiva, únicamente Julieta poseía mente rescatable de entre todo ese montón de adolescentes y aún así, le preocupaba que el instinto extremo de la chica la llevara a emprender nuevamente huída por la ventana ubicada en el lado opuesto del edificio. Por ese día y por enésima vez, confiaría en que la señorita se abstendría de cometer locuras, todo fuera por un momento de relativa tranquilidad.

Ajustó por inercia los guantes negros de piel que portaba y sin dar mayor importancia a la inesperada visitante del edificio, sacó del interior de su gabardina una cajetilla de color verde opaco,  la cual invirtió de posición y dio un par de golpes sobre la base antes de tomar un cigarro del interior. En lo que guardaba la caja en el mismo sitio de antes, un fragmento de su atención se vio captado por una parte en específico del cuerpo de la tan mencionada Amattore, específicamente un par de colas blanquecinas que ondeaban con cierta gracia entre las otras… siete que permanecían aparentemente quietas. ¿Cómo podían dormir con todo eso encima? No quería ni imaginar la tortura que debía ser vivir con ello en verano… Aunque siendo legales, no era el mas indicado para criticar y plantear quejas al respecto, él mismo portaba saco, gabardina y guantes sin importar la época del año en que se encontraran y jamás le había incomodado. Era como si todo fuera parte ya de su persona, una extensión mas de sí mismo tal cual sus queridas armas.

-¿Por qué solo dos? – cuestionó con una pizca de curiosidad sin especificar contexto alguno. Supuso que la mujer entendería sin mayor problema a qué se refería, y si no era así, se aseguraría de mencionar su despiste en el siguiente reporte que proporcionara a los Sumiyoshi. Teóricamente en espera de una respuesta que realmente no estaba muy seguro de recibir, buscó en el lado opuesto de la gabardina un encendedor metálico con el cual encendió el cigarro que recién se había llevado a los labios. Distraído dio un vistazo a las tonalidades reflejadas en el metal y entonces lo guardó, exactamente en el sitio de donde lo había sacado inicialmente. Solo entonces enfocó debidamente el rostro del ser ilógico que tenía enfrente, analizarle a corta distancia debía tener sus beneficios y seguramente, también sus repercusiones.
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Mensaje por Ahri Amattore Mar Abr 22, 2014 6:12 am

La joven espiritual no apartó la mirada de la espalda del viejo profesor que acababa de salir de una de las aulas, casi arrollándola en el proceso, y que ahora, tras pedir dispensas correctamente, se alejaba sin mayor preocupación más que entregarle el encuadernado que llevaba en manos a uno de los estudiantes de teatro que estaban esperando por él en su oficina. La chica Amattore lo sabía porque podía percibir las intensas emociones que el otro emanaba: preocupación y apuración, todo mezclado. Lo demás lo supuso, sin mayor ciencia, porque podía sentir la presencia de su protegido cerca de allí, en una de las estancias un poco más adelante de donde ella se encontraba. Relacionar una cosa con otra no fue cosa del otro mundo.
Afiló ligeramente la mirada, siguiendo cada uno de los movimientos del anciano profesor, y asintió, satisfecha consigo misma, al ver como este se perdía tras un par de puertas a la distancia. Bien, su misión de localizar al zorro albino había resultado ser todo un éxito.
A punto estuvo de volver a centrar su atención en el aparato celular que tenía entre manos, y salir de allí para esperar a Salvatore al comienzo del pasillo, cuando una voz masculina atrajo su atención. Enfocó su ambarina mirada en el dueño de la voz, y le observó con suma atención, carente de interés y expresión. ¿Quién sería aquel hombre? Ya se veía alguien bastante mayorcito como para tratarse de un alumno, y su aspecto pintaba muy poco a ser profesor o algún empleado de la academia.
-¿Y por qué no? -respondió desinteresadamente a su pregunta, sin apartar aún la mirada de su persona. Se podía dar una clara idea de lo que el hombre estaba pensando debido a que no era tan hermético como él creía, pero sí mucho más que la mayoría de las personas que rondaban por allí. Punto a su favor. Analizó cada detalle ajeno, sus movimientos, sus pausas, sus expresiones y el aura que emanaba acompañada de su actitud. Esa era la obligación de la Amattore, armar un perfil rápido a base de observaciones y análisis de todo lo que consistía el otro como persona, de allí creaba un concepto inicial para después continuar con las indagaciones e investigaciones pertinentes, los cuales la mayoría de las veces sólo servían para afirmar que las hipótesis lanzadas por la pelinegra siempre acertaban, y añadir alguno que otro dato extra al expediente.
Entrecerró su mirada, sin apartarla aún del hombre frente a sí, y dedicó dos minutos enteros de silencio para analizar la información recolectada y ponerle un orden.
-Europeo, muy probablemente del norte occidental... ¿Inglés? Con educación japonesa, miembro de alguna especie de secta o grupo de maliantes... Apostaría por los Yakuza -bajó la mirada al móvil y comenzó a teclear en este mientras seguía hablando- No me equivoco al afirmar que funges como sirviente, pero por tu postura un tanto reticente diría que te consideras más bien guardaespaldas. Como dato extra, no necesitas usar anteojos... Eres predecible, y me aburres, he perdido el interés en ti -añadió al final con franqueza, sin sentir pena alguna por su falta de cortesía- Y por cierto, fumar está prohibidio dentro de los edificios destinados a las clases; deberías averiguar las normas básicas de convivencia de este lugar.
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Mensaje por Sergei Hwergelmir Dom Jun 29, 2014 4:22 pm

Ceniza al suelo cuando finalmente la dama terminó su conferencia, muy interesante por cierto. Pero era una pena que después de tan acertadas deducciones, creyera que al hombre le importaría respetar cada una de las reglas del lugar. Sólo a los Sumiyoshi  obedecía, Julieta incluida, aunque con ella hacía falta aplicar otro criterio. Prolongó el silencio apesar de que la chica espiritual ya había terminado de hablar, le observó con atención y no fue hasta pasados unos minutos que dirigió a ella la voz – Lo siento, he gastado casi todas las monedas. – le dijo con la misma indiferencia de antes, lanzando hacia ella una moneda que esperaba fuese capaz de atrapar en el aire.

-¿Ha considerado el ofrecer sus servicios de adivina en otra parte? Dudo que la academia permita “vendedores” ambulantes o semejantes. – Agregó con aparente seriedad al ajustarse las gafas dando un leve empujón a éstas por el centro. Había que darle mérito, hasta la fecha no había conocido a alguien cuyas observaciones fueran mas que suficientes para armar un perfil tan atinado en tan poco tiempo, sin embargo no experimentaba sorpresa. Cuando se trataba de seres espirituales, absolutamente todo era posible, eso era lo que odiaba de ellos, no conocerles límite en cuanto a habilidades. Vaya ejemplar que portaba el hijo Lobbosco.

¿Pero qué mas sabía sobre ella? Realmente no todo lo que quisiera. Estaba claro que al igual que él, no se trataba solo de una sirviente, se notaba en el porte altivo del que hacía gala. Y el carácter definitivamente no encajaba con el de alguien que viviese para atender las necesidades y peticiones de otro. Lástima que formara parte de las filas contrarias, ese detalle le hacía verla automáticamente como un enemigo potencial, alguien a quien debía tener vigilada siempre que las condiciones se dieran.  Podría pensarse que el pelinegro exageraba, después de todo los Lobbosco de Italia no habían tocado a Julieta desde su llegada a la isla, de hecho las ocasiones en que ambas partes habían coincidido eran mínimas. Mas no podía evitar sentir una rotunda desconfianza hacia ellos y todo aquel que se les relacionara de manera directa. Temía que tarde o temprano atentaran contra su ama, a eso había que agregar que parte de su trabajo en tan alejado país también consistía en investigar a la familia. De manera personal despreciaba a Leone Lobbosco, desaprobaba la decisión tomada años atrás de separar a sus hijos, o mejor dicho, de alejar a la castaña. ¿Qué clase de padre se deshacía de su propia descendencia…?

En su evaluación dio un vistazo aparentemente superficial a la chica de ojos ambarinos mientras daba otra calada al cigarro. A primera vista no parecía portar ninguna clase de arma, al menos no una “tradicional” pero al ser él un sirviente de armamento permanentemente encima, solía esperar lo mismo de los otros, al menos de aquellos de semblante mas formal y sin embargo lo mas probable era que él fuese el único. Su apreciación resultó mas que amena, lo cual definitivamente no esperaba y aceptarlo le llevó a esbozar media sonrisa que naturalmente no pasaría desapercibida, pero eso no le importó. -¿Acaso el amo se le ha perdido? – cuestionó con burla fijando la vista en los ojos de la dama. Si no portaba arma… ¿de qué forma ejercía su labor de seguridad hacia su protegido? La mujer era letal, eso no estaba en duda.
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Mensaje por Ahri Amattore Sáb Ago 02, 2014 4:42 am

Ignorarlo era mucho más difícil de lo que la chica Amattore supuso en un principio. Por más que centraba toda su atención en el hermoso aparato que tenía entre manos en esos momentos, no podía evitar percibir los pensamientos del contrario, y eso comenzaba a cansarle. A cansarle y fastidiarle más de lo que era permitido.
Sin desviar la mirada de su artefacto, alzó la mano y sólo con el dedo pulgar e índice atrapó la moneda que el otro acababa de arrojarle, reservándosela por un momento mientras esperaba a que terminara de expresar aquello que ella ya sabía que haría mucho antes de que así aconteciera. En cuanto terminó de escupir aquellas desagradables palabras, con el doble de fuerza de la que él había utilizado para hacerle llegar el metal, se la devolvió con toda la intención de que esta se estampara en su frente; aunque tampoco descartaba la alta posibilidad de que el pelinegro lograra esquivar eficientemente la agresión de la espiritual.
-A diferencia de ti, quien tiene que recibir un deplorable sueldo por parte de la mafia japonesa, yo puedo subsistir perfectamente sin esa miseria. Quédatela, no quiero ser la responsable de dejarte sin comer toda una semana. Yo no la necesito -respondió seca, sin ningún ánimo de suavizar sus palabras para sonar un poco más cortés. Ese hombre la estaba sacando de sus casillas, y eso no era bueno... para él. Por ahora, su obligación era proteger de Salvatore, pero si de su cuenta tuviera que correr que en determinado momento aquel japonés insufrible desapareciera, se encargaría de cumplir con tal orden de la forma más eficientemente placentera posible.
Lo más sensato hubiera sido retirarse y dejarle desperdiciar su existencia, una que a Ahri le tenía sin el más mínimo cuidado, sin embargo no era conocida por su prudencia mas sí por su instinto, y algo le dictaba que debía permanecer de pie en aquel lugar.
No se había equivocado.
A punto estuvo de romper su preciado celular de tanta fuerza que aplicaba a su sujeción, sin embargo decidió tragarse la molestia que la intención de los pensamientos desagradables del hombre le causaba. No podía leerle tal cual lo que por su mente pasaba, pero era sensible a estos y sabía perfectamente que en ellos la familia Lobbosco estaba involucrada. Cuando Leone salió a relucir, no pudo aguantarlo más y perdió toda concentración del aparato que tenía en manos para centrarla en la persona que tenía frente a sí. Apretó con inusitada fuerza la quijada. Tenía que esperar, sólo un poco más....
Quizá aquella última pregunta por parte del contrario no pretendía ser otra cosa más que una sana burla sin ninguna pretención alguna, pero para la zorra fue como si fuera una declaración abierta de guerra. Poner en mínima duda su eficacia a la hora de llevar su trabajo, cuestionar sus habilidades como la guardiana de Salvatore era totalmente imperdonable, y aquel sujeto se enteraría de en qué sombrío camino se había metido.
En un abrir y cerrar de ojos dejó caer el celular y de un rápido movimiento se acercó al otro ser vivo en aquel solitario pasillo. De un furioso y ágil zarpazo le arrebató el cigarrillo de los labios, sin herirle todavía, sólo para encerrarlo en su puño y aplicar tanta fuerza, que cuando volvió a mostrar la palma de la mano frente a los ojos verdosos de aquel, este se encontraba totalmente destrozado.
-Tu presencia, tu escencia misma me desagrada a tal grado que me provoca náuseas -masculló con voz siseante, altamente peligrosa- Será mejor que te mantengas al límite de tus capacidades y obligaciones si es que no deseas conocer el final de tu destino más pronto de lo que deberías. Y tus armas, aquellas que sueles llevar siempre contigo y a las que tanta confianza les depositas, no me causan temor alguno. Estás lejos del seno del hogar, aquí no es Japón donde con chasquear los dedos te ves rodeado de tus más allegados; este es un territorio desconocido... estos son mis dominios, mafioso -gruñó ligeramente por lo bajo, de forma amenazante, antes de retirarse con cauleta un par de pasos hacia atrás, después de haberle soltado aquello encarándole la cara, a escasos centímetros uno del otro, penetrándole directamente a los ojos con la furia de los suyos ambarinos. Trató de recuperar un poco la serenidad e indeferencia que por lo general habitan en ella- Te burlas de la posibilidad de que perdiera a mi amo; sé perfectamente dónde está... -con un ademán desinteresado señaló un par de puertas más allá, donde Salvatore se encontraba- ¿Y tú, Japonés? ¿Sabes dónde se encuentra tu protegida? Porque lo último que supe de ella, hace escasos segundos atrás, es que planeaba fugarse por la ventana del aula en el que está y que da a la otra cara del edificio. En estos momentos probablemente lo está llevando en práctica con dos de sus compañeros.
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