Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
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Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
"[...] Fatigada del mundo, se aleja y apareja
sus palomas de forma, que con su ágil ayuda,
llevan a su señora, a través de los cielos
vacíos, un leve carro, que velozmente,
hacia Pafos dirige su marcha, donde Venus,
entrará en tal clausura que nunca más se vea."
sus palomas de forma, que con su ágil ayuda,
llevan a su señora, a través de los cielos
vacíos, un leve carro, que velozmente,
hacia Pafos dirige su marcha, donde Venus,
entrará en tal clausura que nunca más se vea."
El silencio de la sala era solo roto por el característico sonido de una hoja de algún tomo al pasar página, por el murmullo suave e hipnótico de un bolígrafo o pluma recorrer, grácil, algún folio en busca de preservar una idea, un concepto, unas palabras que pudieran conservarse. Y con esa melodía sutil, efímera y frágil, era que la mirada de aquella joven terminó las últimas estrofas del libro que tenía sobre una de las mesas dispuestas. Dejando a un lado el bolígrafo que había usado para apuntar en un folio algunas frases, dejó dicho libro en la última página de la obra de Shakespeare de Venus y Adonis que, envejecida por el uso, se podía ver perfectamente el transcurso de una vida en ese libro, su tapa desgastada y las ajadas hojas que lejos de causar pena o desprecio, a Shizuka le transmitía una dulce ternura.
La búsqueda de la inspiración, de ideas e imágenes de la imaginación a veces era complicada, otras fluida y libre. En ese caso, el trabajo que tenía que hacer en una serie de ilustraciones que exponer era según una idea común, y aunque había escogido las leyendas y relatos de la mitología clásica, se sintió profundamente atraída a sacar ideas de libros y, en esa estancia, su objetivo tras haber revisado La Iliada, Teogonía y algunas obras de teatro de la Grecia Antigua que podrían otorgarle escenas que representar a su modo y visión. Con un par de frases era suficiente, pero ese comienzo de un trabajo acabó siendo una verdadera fascinación por buscar más y más hasta llegar al punto de haber desviado el tema a coger apartados que simplemente le gustaban a ella. ¿Qué más daba? Estaba en una biblioteca, con miles de libros a su disposición para ser investigados y leídos... ¿y esperaban que Shizuka fuera a prestar sólo atención a un par de referencias a su trabajo? Obviamente no.
Pero el tiempo vuela, y más cuando lo pasas de manera amena. Echó para atrás un par de mechones del oscuro cabello que habían caído por su hombro hasta quedar posados sobre su pecho con ligereza y, al alzar la mirada hacia el reloj de pared disponible en aquella biblioteca, parpadeó varias veces en busca de creer que no se había confundido ante lo que estaba viendo. ¿Cuánto llevaba allí? ¿Llevaba toda la mañana? ¡Ella debía haber vuelto a clase hacía ya horas! Por eso, abruptamente se incorporó y cogió el bolígrafo mientras cerraba el libro para dejarlo donde lo había cogido. E instantes después, con bandolera en mano, ya estaba correteando hacia la salida con la larga cabellera ondeando al compás de sus pasos y el posterior regaño silencioso de la bibliotecaria para que no saliera de esa indebida forma.
Pero no fue hasta ya casi la entrada a la academia cuando se percató del detalle estrella de ese día: no había cogido el folio que había usado para apuntar las referencias. Qué jaleo... pero, no le quedaría otra que volver al día siguiente y, esperar que o siguiese en el tomo que había dejado...o aprender la lección de no distraerse mientras estás trabajando.
...Mejor la primera opción, sin duda.
- Frases en el folio:
"¡Poseidón Dios poderosísimo, escucha mi voz! Estoy convencido de que tú y los dioses del Olimpo han designado que yo sea el Rey. Te pido una señal que compruebe este designio. Haz que salga un toro de mar que tú gobiernas. Si es así, lo sacrificaré en tu honor."
"He visto ya con mucha frecuencia sabios que se decía muertos volver a su morada y verse más honrados; por lo cual, estoy seguro de que yo también, vivo, apareceré como un astro ante mis enemigos."
"Ahora muestra aquí a tu gusto tu insolencia, y roba a los dioses sus privilegios para librarlos a los efímeros. ¿Qué podrán los mortales para aliviar tus penas? En verdad que yerran los dioses en llamarte Prometeo; un Prometeo necesitarías tú para deshacerte de estos hábiles nudos."
"Decidme ahora, Musas que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos, cuáles eran los caudillos y príncipes de los dánaos."
"¡Ah, mísero! No piensas en la muerte, que ya se halla cerca de ti, y vistes las armas divinas de un hombre valentísimo a quien todos temen. Has muerto a su amigo, tan bueno como fuerte, y le has quitado ignominiosamente la armadura de la cabeza y de los hombros.
"Cerca de ambos hay unos lavaderos de piedra, grandes y hermosos, donde las esposas y las bellas hijas de los troyanos solían lavar sus magníficos vestidos en tiempo de paz, antes que llegaran los aqueos."
"Y una deliciosa voz lanzando por su boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquí ellas iban entonces hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodía. Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subía de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquel sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos."
Shizuka Izanagi
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Re: Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
Esto no estaba pareciéndose ni remotamente a un buen día… Al parecer desde que mi padre había decidido que como Gawain vivía mayormente en la Academía, no requería un departamento demasiado lujoso para los días que estuviera fuera…
Bien… Ese “No demasiado lujoso” podía ser tomado, en este caso, como: Cuarto círculo del infierno…
Podía ser estéticamente bastante aceptable y hasta caer simpático a la vista; sin embargo en cuanto a infraestructura era la peor pesadilla de un ingeniero de obras… Y lo había descubierto esa mañana cuando al bañarme, toca la casa se había acabado inundando… Incluida, por supuesto, la sala de parquet.
Conclusión: Había que arreglar la fontanería y cambiar un piso arruinado.
De eso había constado mi mañana. Como para colocarme un hermoso humor.
Lo único que estaba queriendo era acabar de lidiar con los maestros de obras para poder salir y despejarme de esta agobiante situación; pero las horas se hacían eternas mientras lidiaba con más explicaciones y presupuestos… Si ya de por sí me costaba relacionarme con la gente, no me quería imaginar lo que debía estar siendo mi interacción en un caso tan tedioso.
Cuando, gloriosamente, aquella abrumadora sesión de intercambios acabó, prácticamente huí del apartamento, apenas me di tiempo de tomar las llaves y solo salí disparado de allí en busca de algún refugio para mi cordura.
Mi escape me llevó directamente al único sitio que podía devolverme a mi acostumbrado estado de paz mental: La biblioteca.
La había visto hace algunos días mientras me entretenía paseando por la ciudad; había sido una especie de amor a primera vista pues era mucho más amplia de lo que podía imaginarme para un lugar tan desconocido como Idarion; pero estaba visto que la isla no dejaría de sorprenderme durante mi estadía.
Sin perder tiempo, pues ya había desperdiciado toda una mañana, me aventuré silenciosamente hacia adentro, disfrutando de la ominosa calma que ponderaba en la estancia… El olor amaderado de los libros viejos me inundó el sentido, mientras era atraído casi hipnóticamente hacia la sección de poesías.
No tardé en escoger aquella pieza que quería que me deleitara y me arrancara de las fauces de este mundo agobiante, cuando finalmente tuve en mis manos aquella pieza de Virgilio que había inspirado uno de los principios básicos del Renacimiento, me senté con él en mi poder y me dispuse a leer…
Extraña fue mi sorpresa cuando me percaté de que en la mesa descansaba abandonado un folio manuscrito que parecía haber sido dejado allí recientemente.
Mientras con la mirada rebuscaba a mi alrededor a ver si alguien reclamaba la autoridad de aquel papel, estiré la mano para poder alcanzarlo y proceder a leer los extractos allí plasmados.
Sonreí al reconocer la prosa de Shakespeare en aquellos versos de Venus y Adonis, entretenido por la elección mientras un pequeño plan se trazaba en mi mente para escarmentar al escritor acerca de su distracción.
Sonriendo para mí mismo, me levanté hacia la recepción para pillar allí una hoja del anotador de la bibliotecaria y luego regresar a mi lugar para transcribir mi propia selección de versos de Las Geórgicas .
Al terminar, dejé el folio encontrado entre las páginas del libro de Virgilio y luego me dispuse a buscar la versión de la obra de Shakespeare para esconder entre sus hojas mi propia anotación.
Si el lector era sagaz no tardaría en identificar la obra pertinente a mi escrito y así recuperar sus anotaciones… de lo contrario, entonces habría sobre-estimado a mi oponente.
Muy bien… que el juego comenzara…
Bien… Ese “No demasiado lujoso” podía ser tomado, en este caso, como: Cuarto círculo del infierno…
Podía ser estéticamente bastante aceptable y hasta caer simpático a la vista; sin embargo en cuanto a infraestructura era la peor pesadilla de un ingeniero de obras… Y lo había descubierto esa mañana cuando al bañarme, toca la casa se había acabado inundando… Incluida, por supuesto, la sala de parquet.
Conclusión: Había que arreglar la fontanería y cambiar un piso arruinado.
De eso había constado mi mañana. Como para colocarme un hermoso humor.
Lo único que estaba queriendo era acabar de lidiar con los maestros de obras para poder salir y despejarme de esta agobiante situación; pero las horas se hacían eternas mientras lidiaba con más explicaciones y presupuestos… Si ya de por sí me costaba relacionarme con la gente, no me quería imaginar lo que debía estar siendo mi interacción en un caso tan tedioso.
Cuando, gloriosamente, aquella abrumadora sesión de intercambios acabó, prácticamente huí del apartamento, apenas me di tiempo de tomar las llaves y solo salí disparado de allí en busca de algún refugio para mi cordura.
Mi escape me llevó directamente al único sitio que podía devolverme a mi acostumbrado estado de paz mental: La biblioteca.
La había visto hace algunos días mientras me entretenía paseando por la ciudad; había sido una especie de amor a primera vista pues era mucho más amplia de lo que podía imaginarme para un lugar tan desconocido como Idarion; pero estaba visto que la isla no dejaría de sorprenderme durante mi estadía.
Sin perder tiempo, pues ya había desperdiciado toda una mañana, me aventuré silenciosamente hacia adentro, disfrutando de la ominosa calma que ponderaba en la estancia… El olor amaderado de los libros viejos me inundó el sentido, mientras era atraído casi hipnóticamente hacia la sección de poesías.
No tardé en escoger aquella pieza que quería que me deleitara y me arrancara de las fauces de este mundo agobiante, cuando finalmente tuve en mis manos aquella pieza de Virgilio que había inspirado uno de los principios básicos del Renacimiento, me senté con él en mi poder y me dispuse a leer…
Extraña fue mi sorpresa cuando me percaté de que en la mesa descansaba abandonado un folio manuscrito que parecía haber sido dejado allí recientemente.
Mientras con la mirada rebuscaba a mi alrededor a ver si alguien reclamaba la autoridad de aquel papel, estiré la mano para poder alcanzarlo y proceder a leer los extractos allí plasmados.
Sonreí al reconocer la prosa de Shakespeare en aquellos versos de Venus y Adonis, entretenido por la elección mientras un pequeño plan se trazaba en mi mente para escarmentar al escritor acerca de su distracción.
Sonriendo para mí mismo, me levanté hacia la recepción para pillar allí una hoja del anotador de la bibliotecaria y luego regresar a mi lugar para transcribir mi propia selección de versos de Las Geórgicas .
Al terminar, dejé el folio encontrado entre las páginas del libro de Virgilio y luego me dispuse a buscar la versión de la obra de Shakespeare para esconder entre sus hojas mi propia anotación.
Si el lector era sagaz no tardaría en identificar la obra pertinente a mi escrito y así recuperar sus anotaciones… de lo contrario, entonces habría sobre-estimado a mi oponente.
Muy bien… que el juego comenzara…
- Frases de Seg:
- "Y vosotros ¡oh númenes campestres! Faunos ligeros, Dríadas silvestres, dejad vuestros selváticos rincones que canto vuestros dones. Y tú, por quien la tierra, El Sol y la Luna herida al golpe de tu gran tridente brotó un caballo, imagen de la guerra, Neptuno prepotente: tú, Palas, inventora del olivo, tú, dado de los bosques al cultivo…""Si a la urbana mansión no te acomodas y aspiras de los mares al gobierno Tetis para su yerno te compra al precio de sus ondas todas, y tu Numen del Nauta venerado hasta la última Thule es proclamado. ¿O astro nuevo te place presidir a los meses del estío y entre Escorpión ardiente y Erigona en el cielo fijar tu poderío?""Ya el escorpión ardiente a un lado se hace y el sitio respetuoso te abandona…. Mas tu destinación sea cual fuere, que nunca el Rey del Tártaro te espere, ni a tan duro reinado tu alma aspire, ni oferta tan cruel nunca te cuadre. Por más que Grecia su Eliseo admire, y lo pondere tanto que aun Proserpina desoyó a su madre por perseguir su ponderado encanto. Da en todo caso bienhechor fomento a mi atrevido intento, y me acompaña por la agreste vía, y como deidad pía tendrás altares ciento.""O de la demasiado abierta tierra los poros más y más constriñe y cierra, para que así soporte sin esfuerzo el sol activo y el helado cierzo. Ni es la tarea a Ceres menos grata de aquel que los terrones desbarata hechuras de la reja, y los campos allana y empareja. Y una vez y otra con el rastro vuelve y los terrones que formó disuelve, y siempre a su labor atento y serio al campo impone su perpetuo imperio.""El campo sometió del arte al yugo, aguzando con sabia providencia del hombre la dormida inteligencia para así desterrar de su reinado el vil marasmo y el sopor pesado. Antes de Jove, en la dichosa era, la propiedad desconocida era, vivíase en común, y blanda y pía, con libre y generoso parto diario, la tierra el alimento necesario sin la gestión de nadie producía. ÉL derramó el veneno de la funesta víbora en el seno; dio al mar borrascas y al pirata lobo el instinto del robo. Su rubia miel arrebató a las hojas, escondió el fuego; y las corrientes rojas de vino, que cruzaban la llanura, Él también reprimió con mano dura.""…cuando del año nuevo el blanco Toro abre las puertas con sus cuernos de oro, y el Can declina a su pesar, y el puesto le cede al astro opuesto. Si labras tus dominios en demanda de rubia mies o candorosa escanda espera a que del mar la fría onda las orientales Pléyades te esconda, y que de Ariana la corona se hunda pálida y moribunda, antes que al surco la semilla fíes esperanza del año y que una tierra en cultivar porfíes solo dispuesta entonces en tu daño. Ni será menos duro el desengaño, de aquel que a sembrar vaya cuando aún reluce en el oriente Maya."
Segwain le Disirous
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Re: Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
Y ahí estaba, de nuevo, al día siguiente y faltando a las horas lectivas que, por abandono causado por desinterés y que con descaro le había advertido al profesor de turno que no se presentaría a sus clases; en la entrada a la biblioteca. ¿Lograría recuperar aquellas anotaciones que con tantas ganas habían trazado con soltura sobre aquel folio? No estaría mal encontrarlas, aunque... la verdad, de haberlas perdido, simplemente buscaría un nuevo libro para satisfacer el hambre de su musa y poder acabar con ese trabajo.
Pero, una vez dentro de la biblioteca y preguntar directamente a la bibliotecaria si había sido prestado aquel viejo tomo de Venus y Adonis, recibiendo un no; fue cuando se dispuso a ir a buscarlo, ya que encima de la amplia mesa dispuesta para los lectores acogidos por aquellas paredes no había papel alguno. Era también, muy pronto. Siquiera daba lugar a que los alumnos se atrevieran a visitar esa biblioteca a esas horas, ya que para eso tenían la propia de la academia.
Paso a paso, con un ligero caminar que solo hacía resonar suavemente sobre la madera del suelo los zapatos de la joven, fue pasando todas las estanterías en la que se disponían los libros de autores clásicos.- ...G...H...I...-murmuró con un suave canturreo mientras avanzaba. Y a su vez, la rojiza mirada de la joven recorría cada uno de los títulos con detenimiento en busca de aquellos libros que, de conocer, sabría que podrían valerle posteriormente. Y es que , el gusto de la lectura lo había adquirido desde pequeñita. Desde aquel momento en que descubrió todo lo que podía implicar de mal donde estaba metida su familia. Desde el momento en que, acabó siendo confinada por protección en aquel palacio oriental repleto de mil y una puertas corredizas de frágil papel...-...J... K... L...-...sin poder salir...- ...M... N...O -...sola a pesar de estar rodeada de tantos guardias que al cabo del día olvidaba sus caras...- ...P...Q... R...-... hasta que, le asignaron a él. Y le enseñó el placer de aprender miles de historias sin necesidad de moverse de su habitación, le enseñó a disfrutar con un simple soporte y el material para poder expresarse con aquella técnica que deseara. Le enseñó incluso a disfrutar con la música y de algo tan insignificante como podía ser una pequeña travesura, un simple juego. Un juego...- Oh... -y, al ver aquel folio que sobresalía directamente del ajado tomo de Venus y Adonis de Shakespeare, sonrió ampliamente y y lo sacó de entre los libros restantes que, en ese momento concreto no eran de su interés.
Mas cual fue su sorpresa al sacar de entre las hojas un folio que no era el suyo pero que, pulcramente escrito parecía poner versos en una clara referencia a su texto inicial que ella había escrito... solo que...- ...Esto es... -estaba casi segura. Y dando la vuelta al siguiente pasillo donde proseguían los títulos de los autores, se acercó hasta la letra V, acuclillándose para alcanzar el tomo de sencilla cubierta donde, otro papelito que ya reconoció como el suyo propio le hizo sonreír.- Virgilio, eh...-Y tomando ambos tomos junto a las hojas, se dirigió a la mesa tras bajar las escaleras para poder acercarse a donde se encontraba el recibidor y pedir un bolígrafo. Y, en el folio donde aquella letra ajena, desconocida, estaba ilustrada, fue donde también impuso la suya, justo debajo:
"Me lleva lleva el ánimo a decir las mutadas formas
a nuevos cuerpos: dioses, estas empresas mías –pues vosotros los mutasteis–
aspirad, y, desde el primer origen del cosmos
hasta mis tiempos, perpetuo desarrollad mi poema."
Y hecho eso, guardó dicho papel en donde había estado, en el libro de Venus y Adonis pero, inmediatamente su objetivo fue el dirigirse de nuevo al mostrador de la biblioteca y pedir prestado el libro de Virgilio, dejando en él también la que era su hoja de anotaciones.- Y... por favor, ¿podría hacerme el favor de, si viene alguien preguntando por este libro de Virgilio, ofrecerle este? -le pidió a la ya anciana señora que, con curiosidad la miró como si no entendiese de qué hablaba.- Simplemente es un juego. Mañana, se lo devolveré -y con una casi coqueta sonrisa, tomó el recibo que le habían dado y salió de aquella biblioteca. Con un libro entre sus brazos, sus anotaciones, y el inicio de un curioso juego. Uno que, con la respuesta que le había dado de la procedencia de Ovidio del primer libro de 'Las Metamorfosis' le indicaba no solo que lo había encontrado, si no que le instaba a seguir poniéndola a prueba de querer. Porque ella, se amoldaría a aquello que le pusiera delante. Por eso mismo, aquello, era solo el inicio.
Pero, una vez dentro de la biblioteca y preguntar directamente a la bibliotecaria si había sido prestado aquel viejo tomo de Venus y Adonis, recibiendo un no; fue cuando se dispuso a ir a buscarlo, ya que encima de la amplia mesa dispuesta para los lectores acogidos por aquellas paredes no había papel alguno. Era también, muy pronto. Siquiera daba lugar a que los alumnos se atrevieran a visitar esa biblioteca a esas horas, ya que para eso tenían la propia de la academia.
Paso a paso, con un ligero caminar que solo hacía resonar suavemente sobre la madera del suelo los zapatos de la joven, fue pasando todas las estanterías en la que se disponían los libros de autores clásicos.- ...G...H...I...-murmuró con un suave canturreo mientras avanzaba. Y a su vez, la rojiza mirada de la joven recorría cada uno de los títulos con detenimiento en busca de aquellos libros que, de conocer, sabría que podrían valerle posteriormente. Y es que , el gusto de la lectura lo había adquirido desde pequeñita. Desde aquel momento en que descubrió todo lo que podía implicar de mal donde estaba metida su familia. Desde el momento en que, acabó siendo confinada por protección en aquel palacio oriental repleto de mil y una puertas corredizas de frágil papel...-...J... K... L...-...sin poder salir...- ...M... N...O -...sola a pesar de estar rodeada de tantos guardias que al cabo del día olvidaba sus caras...- ...P...Q... R...-... hasta que, le asignaron a él. Y le enseñó el placer de aprender miles de historias sin necesidad de moverse de su habitación, le enseñó a disfrutar con un simple soporte y el material para poder expresarse con aquella técnica que deseara. Le enseñó incluso a disfrutar con la música y de algo tan insignificante como podía ser una pequeña travesura, un simple juego. Un juego...- Oh... -y, al ver aquel folio que sobresalía directamente del ajado tomo de Venus y Adonis de Shakespeare, sonrió ampliamente y y lo sacó de entre los libros restantes que, en ese momento concreto no eran de su interés.
Mas cual fue su sorpresa al sacar de entre las hojas un folio que no era el suyo pero que, pulcramente escrito parecía poner versos en una clara referencia a su texto inicial que ella había escrito... solo que...- ...Esto es... -estaba casi segura. Y dando la vuelta al siguiente pasillo donde proseguían los títulos de los autores, se acercó hasta la letra V, acuclillándose para alcanzar el tomo de sencilla cubierta donde, otro papelito que ya reconoció como el suyo propio le hizo sonreír.- Virgilio, eh...-Y tomando ambos tomos junto a las hojas, se dirigió a la mesa tras bajar las escaleras para poder acercarse a donde se encontraba el recibidor y pedir un bolígrafo. Y, en el folio donde aquella letra ajena, desconocida, estaba ilustrada, fue donde también impuso la suya, justo debajo:
"Me lleva lleva el ánimo a decir las mutadas formas
a nuevos cuerpos: dioses, estas empresas mías –pues vosotros los mutasteis–
aspirad, y, desde el primer origen del cosmos
hasta mis tiempos, perpetuo desarrollad mi poema."
Y hecho eso, guardó dicho papel en donde había estado, en el libro de Venus y Adonis pero, inmediatamente su objetivo fue el dirigirse de nuevo al mostrador de la biblioteca y pedir prestado el libro de Virgilio, dejando en él también la que era su hoja de anotaciones.- Y... por favor, ¿podría hacerme el favor de, si viene alguien preguntando por este libro de Virgilio, ofrecerle este? -le pidió a la ya anciana señora que, con curiosidad la miró como si no entendiese de qué hablaba.- Simplemente es un juego. Mañana, se lo devolveré -y con una casi coqueta sonrisa, tomó el recibo que le habían dado y salió de aquella biblioteca. Con un libro entre sus brazos, sus anotaciones, y el inicio de un curioso juego. Uno que, con la respuesta que le había dado de la procedencia de Ovidio del primer libro de 'Las Metamorfosis' le indicaba no solo que lo había encontrado, si no que le instaba a seguir poniéndola a prueba de querer. Porque ella, se amoldaría a aquello que le pusiera delante. Por eso mismo, aquello, era solo el inicio.
Shizuka Izanagi
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Re: Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
La casa estaba un poco mejor, pero aún el suelo de madera rechinaba bajo mis pies a causa de la humedad; de seguro tardaría unos días antes de que lo reemplazaran por completo y la casa volviera al habitual cómodo silencio que me reconfortaba.
Por el momento era un nuevo día, y antes que sofocarme en aquel sitio rodeado de gente, prefería irme hasta la biblioteca a pasar el resto del día entre páginas y letras.
Dejé la residencia avanzando por las calles templadas por el clima de la estación; estaba cómodo y relajado, algo que era bastante poco habitual ¿Se debería a que pasaría el resto del día con libros? Seguramente… No tenía otra cosa a la que atribuirle un estado de ánimo tan particular.
Quizás compre un libro para Gawain… Le hará bien leer más… -Susurré para mí mismo mientras repasaba mentalmente los títulos que podrían agradarle- Podría regalarle algo de Tolstoi… o Wilde… ¿Qué le gustara? -¿Qué cosas no lo desilusionarían? ¿Qué cosas lo entusiasmarían y lo llevarían a sumergirse profundamente en un libro… a enamorarse profundamente de un autor… a identificarse profundamente con un género y un estilo? A veces sentía que sabía tan poco sobre el chico en que se había convertido que me sumergía en mi propia nostalgia añorando el pasado en que habíamos sido solo un par de niños completamente ajenos a los pecados de nuestros padres.
Aún así, ahora estaba allí y podía recomponer mi vínculo con él, lejos de cualquier influencia externa que pudiera vulnerar nuestra relación actual, como dos adultos.
Estaba tan sumido en mis pensamientos que por poco seguí de largo de la biblioteca, de no ser por aquel olor tan característico, seguramente no me habría percatado a tiempo del funesto error…
Al detenerme en la entrada, aspiré profundamente aquel aroma que podría haberme arrullado cada noche de mi vida; me recordaba a mi abuela, me recordaba a la ternura y la comprensión…
Ahora me recordaba también a la soledad y la muerte; aún así no podía evitar necesitarlo.
Seguí de largo hacia la mesa más apartada en el rincón más oscuro del lugar… Cuando quise acordarme me encontraba pensando en Las Geórgicas de Virgilio ¿Habría encontrado su folio aquel desventurado lector?
Curioso por ese hecho fui a buscar el libro del prolífico autor, sin embargo no había nada en su sitio…
-Mmm… ¿Lo habrán puesto en orden de títulos? –Recorriendo con la vista los estantes correspondientes con las iniciales de la obra, me aventuré entre decenas y decenas de libros, pero no había ni rastro de Las Geórgicas…- ¡Maldita sea! -¿Y sí se lo habían llegado antes de que el dueño del manuscrito consiguiera recuperarlo? Frustrado por mi propia idiotez me acerqué tímidamente al mostrador mirando con cierta culpabilidad a la bibliotecaria- D---Disculpe ¿El ejemplar de Las Geórgicas? No… No está en su sitio… -Ante mi respuesta la mujer solo atinó a poner los ojos en blanco mientras extendía hacia mí otro libro, cuya portada no me costó reconocer, por ello mismo estaba bastante seguro de que ese no era el tomo que le había pedido- ¿Perdón? –Inquerí tratando de comprobar quién era el que no había logrado descifrar el mensaje de la comunicación-
-No sé, hijo… Pero yo en su lugar me conseguía un motel y me dejaba de tonterías…-Me escupió sin reparos volviendo la vista a su periódico-
-¿Disculpe? –No podría haber estado más desorientado si la mujer hubiera sacado una escopeta de entre sus enormes pechos caídos y me hubiera disparado entre medio de los ojos, sin embargo intenté focalizarme y dejé sola a la mujer con su lectura, mientras yo miraba aquel libro entre mis dedos y huía de regreso a mi rincón. -¿Podrá ser…? –Sin dudarlo abrí aquel ejemplar del libro que había estado transcribiendo aquella persona el día anterior y, efectivamente entre sus hojas me encontré de nuevo con un folio escrito que versaba algunas frases de Las Metamorfosis…
Bien, estaba claro que era lo próximo que iría a buscar, de manera que yo mismo fui a pillar el ejemplar del tomo indicado, rebuscando la página donde resaltaban aquellos versos; ante aquello mi respuesta no se hizo esperar, tomando su folio y debajo de su propia escritura comencé a transcribir una pequeña prosa de Asclepiades de Samos, aunque luego tuve que ir a corroborar que tuvieran el libro en alguna parte, afortunadamente tenían el ejemplar recopilatorio de Sens, y de hecho estaba casi nuevo, como si nadie antes lo hubiera tocado… Quien lo diría… había escogido un libro Virgen como la pura diosa de la caza.
Al terminar de escribir aquellas palabras de Asclepiades las guardé dentro del ejemplar de Ovidio y devolví el libro a su sitio, dos podíamos jugar este juego y pronto llegaría la hora de batirse a duelo mucho más allá de los héroes mitológicos y los retorcidos dioses de la antigüedad…
¿Estaría mi oponente tan bien preparado como en este caso, si lo sacaba de su zona de confort?
No importaba… mientras más lo desafiara estaba seguro de que más me desafiaría y me encontré entusiasmado como pocas veces en mi vida… Como jamás me había pasado en un duelo de espadas.
Pasé el resto del día sumido entre otros autores, divagando acerca de lo que era mejor para regalar a mi hermano, sin embargo realmente no había logrado concentrarme en absoluto pues mi cabeza volvía una y otra vez sobre aquel extraño rival que el destino había antepuesto ante mis ojos ciegos a su identidad…
Algún día lo descubriría… Mientras tanto las cosas no podían ser mejores de lo que eran… O quizás hubieran podido serlo si la bibliotecaria no me hubiera acabado echando cuando estaban ya cerrando el lugar.
Cargado de una renovada sensación de júbilo, seguí dando vueltas por la ciudad, no quería volver al claustro de la casa… Me hubiera gustado poder dormir a la intemperie y contemplar aquel oscuro cielo invernal del Mediterráneo. Aquel cielo que Dante y Virgilio habían contemplado… Que había inspirado a Shakespeare, que había jugado con Wilde. Sí… sería cierto que las estrella habían brillado para todos ellos… Quizás nunca lo había pensado realmente pero el cielo nocturno era verdaderamente hermoso… sin importar la estación.
Por el momento era un nuevo día, y antes que sofocarme en aquel sitio rodeado de gente, prefería irme hasta la biblioteca a pasar el resto del día entre páginas y letras.
Dejé la residencia avanzando por las calles templadas por el clima de la estación; estaba cómodo y relajado, algo que era bastante poco habitual ¿Se debería a que pasaría el resto del día con libros? Seguramente… No tenía otra cosa a la que atribuirle un estado de ánimo tan particular.
Quizás compre un libro para Gawain… Le hará bien leer más… -Susurré para mí mismo mientras repasaba mentalmente los títulos que podrían agradarle- Podría regalarle algo de Tolstoi… o Wilde… ¿Qué le gustara? -¿Qué cosas no lo desilusionarían? ¿Qué cosas lo entusiasmarían y lo llevarían a sumergirse profundamente en un libro… a enamorarse profundamente de un autor… a identificarse profundamente con un género y un estilo? A veces sentía que sabía tan poco sobre el chico en que se había convertido que me sumergía en mi propia nostalgia añorando el pasado en que habíamos sido solo un par de niños completamente ajenos a los pecados de nuestros padres.
Aún así, ahora estaba allí y podía recomponer mi vínculo con él, lejos de cualquier influencia externa que pudiera vulnerar nuestra relación actual, como dos adultos.
Estaba tan sumido en mis pensamientos que por poco seguí de largo de la biblioteca, de no ser por aquel olor tan característico, seguramente no me habría percatado a tiempo del funesto error…
Al detenerme en la entrada, aspiré profundamente aquel aroma que podría haberme arrullado cada noche de mi vida; me recordaba a mi abuela, me recordaba a la ternura y la comprensión…
Ahora me recordaba también a la soledad y la muerte; aún así no podía evitar necesitarlo.
Seguí de largo hacia la mesa más apartada en el rincón más oscuro del lugar… Cuando quise acordarme me encontraba pensando en Las Geórgicas de Virgilio ¿Habría encontrado su folio aquel desventurado lector?
Curioso por ese hecho fui a buscar el libro del prolífico autor, sin embargo no había nada en su sitio…
-Mmm… ¿Lo habrán puesto en orden de títulos? –Recorriendo con la vista los estantes correspondientes con las iniciales de la obra, me aventuré entre decenas y decenas de libros, pero no había ni rastro de Las Geórgicas…- ¡Maldita sea! -¿Y sí se lo habían llegado antes de que el dueño del manuscrito consiguiera recuperarlo? Frustrado por mi propia idiotez me acerqué tímidamente al mostrador mirando con cierta culpabilidad a la bibliotecaria- D---Disculpe ¿El ejemplar de Las Geórgicas? No… No está en su sitio… -Ante mi respuesta la mujer solo atinó a poner los ojos en blanco mientras extendía hacia mí otro libro, cuya portada no me costó reconocer, por ello mismo estaba bastante seguro de que ese no era el tomo que le había pedido- ¿Perdón? –Inquerí tratando de comprobar quién era el que no había logrado descifrar el mensaje de la comunicación-
-No sé, hijo… Pero yo en su lugar me conseguía un motel y me dejaba de tonterías…-Me escupió sin reparos volviendo la vista a su periódico-
-¿Disculpe? –No podría haber estado más desorientado si la mujer hubiera sacado una escopeta de entre sus enormes pechos caídos y me hubiera disparado entre medio de los ojos, sin embargo intenté focalizarme y dejé sola a la mujer con su lectura, mientras yo miraba aquel libro entre mis dedos y huía de regreso a mi rincón. -¿Podrá ser…? –Sin dudarlo abrí aquel ejemplar del libro que había estado transcribiendo aquella persona el día anterior y, efectivamente entre sus hojas me encontré de nuevo con un folio escrito que versaba algunas frases de Las Metamorfosis…
Bien, estaba claro que era lo próximo que iría a buscar, de manera que yo mismo fui a pillar el ejemplar del tomo indicado, rebuscando la página donde resaltaban aquellos versos; ante aquello mi respuesta no se hizo esperar, tomando su folio y debajo de su propia escritura comencé a transcribir una pequeña prosa de Asclepiades de Samos, aunque luego tuve que ir a corroborar que tuvieran el libro en alguna parte, afortunadamente tenían el ejemplar recopilatorio de Sens, y de hecho estaba casi nuevo, como si nadie antes lo hubiera tocado… Quien lo diría… había escogido un libro Virgen como la pura diosa de la caza.
Al terminar de escribir aquellas palabras de Asclepiades las guardé dentro del ejemplar de Ovidio y devolví el libro a su sitio, dos podíamos jugar este juego y pronto llegaría la hora de batirse a duelo mucho más allá de los héroes mitológicos y los retorcidos dioses de la antigüedad…
¿Estaría mi oponente tan bien preparado como en este caso, si lo sacaba de su zona de confort?
No importaba… mientras más lo desafiara estaba seguro de que más me desafiaría y me encontré entusiasmado como pocas veces en mi vida… Como jamás me había pasado en un duelo de espadas.
Pasé el resto del día sumido entre otros autores, divagando acerca de lo que era mejor para regalar a mi hermano, sin embargo realmente no había logrado concentrarme en absoluto pues mi cabeza volvía una y otra vez sobre aquel extraño rival que el destino había antepuesto ante mis ojos ciegos a su identidad…
Algún día lo descubriría… Mientras tanto las cosas no podían ser mejores de lo que eran… O quizás hubieran podido serlo si la bibliotecaria no me hubiera acabado echando cuando estaban ya cerrando el lugar.
Cargado de una renovada sensación de júbilo, seguí dando vueltas por la ciudad, no quería volver al claustro de la casa… Me hubiera gustado poder dormir a la intemperie y contemplar aquel oscuro cielo invernal del Mediterráneo. Aquel cielo que Dante y Virgilio habían contemplado… Que había inspirado a Shakespeare, que había jugado con Wilde. Sí… sería cierto que las estrella habían brillado para todos ellos… Quizás nunca lo había pensado realmente pero el cielo nocturno era verdaderamente hermoso… sin importar la estación.
- Versos de Asclepiades:
- La noche es larga e invernal.Las pléyades destellan en la fresca oscuridad.Ida y vuelta paso ante su puerta,empapado de lluvia y atormentadode deseo por ella- la tramposa.¡Esto no puede ser amor! ¡No!Afrodita me ha atravesado en vez con agonía,un ardiente dardo surgido directamente del fuego.Esta tumba contiene a Archeanasa,la cortesana de Kolofóncuyas arrugas mismas fueron agraciadas con dulce Amor.Oh, ustedes jóvenes que recogieron los frescos capullos de su juventud,¡qué fuego habéis atravesado!
Segwain le Disirous
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Re: Things out of hope are compass'd oft with venturing [Priv. Segwain]
Se encontró de nuevo volviendo al día siguiente, perdiendo una clase cualquiera que poco podría importarle y que, por ello, menos le podía importar perderla. Y, con el oscuro cabello como las dulces moras en un cálido verano agitándose en plena carrera, pues no disponía de tampoco demasiado tiempo, entró en la biblioteca de la ciudad con la respiración agitada e intentando recuperarla, aun cuando eso implicó un regaño por parte de la anciana mujer que estaba encargándose de dicho sitio que transmitía el adictivo aroma de los libros.
- Perdón, perdón - Se apresuró a decir con una sonrisa, como si no sintiera demasiado estar rompiendo con sus jadeos el eterno silencio de aquel sitio. Avanzó sin preocupación hasta la recepción donde la mujer con el ceño más fruncido que había visto en su vida la mira de malas. - ¿Quiere un poco de mi almuerzo? Parece no estar contenta. Seguro que tiene hambre - Soltó con todo el convencimiento del mundo a la mujer, pero eso sí, en un susurro. No quería seguir recibiendo malas miradas... a pesar que las recibió igual. - ¿Qué diablos vienes a pedir ahora, niña? ¿No te es suficiente con hacerme ver como una Celestina? - Parecía ser que la mujer tenía resentimiento por lo que le había pedido ayer, ya que parecía acordarse bien de ella y encima se ofendía. Pero... ¿por qué la referencia a Celestina en ese momento? Shizuka no entendía nada y en su desconcertada mirada rojiza se pudo apreciar aquello, parpadeando levemente varias veces. - Yo solo venía a dejar el libro que pedí ayer... Pero disculpe. No volveré a pedirle nada más. - Y con un pequeño puchero dio media vuelta tras dejar el tomo de Virgilio sobre el mostrador. - Pensaba que esto era una biblioteca... ¿lo lógico no es pedir cosas referentes a libros...? - Murmuró para sí a modo de reproche, con un puchero todavía más marcado y cruzándose de brazos en el proceso.
Pero no tardó mucho en recordar el porqué estaba allí y, de golpe su rostro se iluminó con una divertida sonrisa, comenzando a corretear aun cuando solo pudo recorrer pocos metros antes de recibir un general 'SHHHHHHH!!' donde la pobre joven dio un brinquito envidiable de un cabritillo y corrió todavía más rápido hacia el interior enrevesado de pasillos y estanterías. ¡Qué desagradables todos! Mas no tardó en buscar el tomo de 'Metamorfosis' esperando tener allí una nota contestada y que le diera la siguiente pista a tener en cuenta.
Y una amplia sonrisa divertida se dibujó en sus labios al ver allí, el tomo con la pequeña puntita del papel indicando que su 'rival' está preparado para todo y atacaba. ¡Eso era! ¡Quería una guerra! ¡Emoción! Sacó con entusiasmo el tomo y se dirigió a una de los sillones dispuestos en algunos huecos de aquellos pasillos para poder dejar en su regazo cubierto por la tela de la oscura falda que portaba el tomo y poder curiosear las notas escritas. Pero como parecía no haber cambiado del todo la temática con la que seguía aquello, fue ella quien acabó por contener una risita y, tras releer de nuevo las letras de las frases de amor y deseo tan reconocibles de Asclepíades. - Pero bueno... Qué atrevido - Bromeó con gracia para sí misma, tapando su boca con una de sus manos para ahogar más de ser posible ese susurro. En ese caso... lo sacaría de aquellos clásicos. Por completo. Y se iría hacia su tierra... aunque...
Se incorporó tras cerrar con suavidad el tomo que aún estaba en su regazo y comenzó a encaminarse hacia la sección de literatura extranjera con la opción de poder encontrar el autor que buscaba. ¡Pero qué decepción el ver que no había casi libros procedentes de su patria! Aunque bueno... estaba lejos, al poco de pensarlo comprendió el porqué no habría demasiado. Y debido a que no encontró nada del autor que buscaba en un inicio, acabó por mirar ya por curiosidad y, al reconocer uno de los tomos, sonrió ampliamente y lo tomó entre sus manos junto al libro de 'Metamorfosis'. - Ah... al menos tienen algo de Murakami-sensei - Murmuró en su idioma natal con cariño y, allí mismo, apoyada en la pared de madera de la estantería y tras sacar torpemente uno de los bolígrafos estilográficos que tenía, se apresuró a escribir con diversión.
Y tras asegurarse de que estaba el tomo en su sitio y guardando todo como era debido, incluido el atusarse el cabello con algún quejido en bajo por tenerlo enredado, volvió a la zona de clásicos, sintiendo que ya había ido de una punta a otra de la biblioteca por esa tontería y se dispuso a buscar el tomo de Asclepíades, prácticamente nuevo y dejando la ya algo ajada hoja de notas para ironía del contraste. Haruki Murakami era una buena opción para romper aquello. Sobre todo porque... no estaban en Japón. Y no era algo usual de encontrar, como ya había comprobado. Si sabía de quién se trataba ese pedazo de conversación, podría esperarse cualquier cosa. Cerró tomo con la hoja, la dejó en su sitio y canturreando para sus adentros salió de la biblioteca no sin antes dejarle una piruleta pequeñita en el mostrador a la bibliotecaria que la miró como quien mira a un trastornado mental. Pero le daba igual. Estaba divertida con aquel juego.
- Perdón, perdón - Se apresuró a decir con una sonrisa, como si no sintiera demasiado estar rompiendo con sus jadeos el eterno silencio de aquel sitio. Avanzó sin preocupación hasta la recepción donde la mujer con el ceño más fruncido que había visto en su vida la mira de malas. - ¿Quiere un poco de mi almuerzo? Parece no estar contenta. Seguro que tiene hambre - Soltó con todo el convencimiento del mundo a la mujer, pero eso sí, en un susurro. No quería seguir recibiendo malas miradas... a pesar que las recibió igual. - ¿Qué diablos vienes a pedir ahora, niña? ¿No te es suficiente con hacerme ver como una Celestina? - Parecía ser que la mujer tenía resentimiento por lo que le había pedido ayer, ya que parecía acordarse bien de ella y encima se ofendía. Pero... ¿por qué la referencia a Celestina en ese momento? Shizuka no entendía nada y en su desconcertada mirada rojiza se pudo apreciar aquello, parpadeando levemente varias veces. - Yo solo venía a dejar el libro que pedí ayer... Pero disculpe. No volveré a pedirle nada más. - Y con un pequeño puchero dio media vuelta tras dejar el tomo de Virgilio sobre el mostrador. - Pensaba que esto era una biblioteca... ¿lo lógico no es pedir cosas referentes a libros...? - Murmuró para sí a modo de reproche, con un puchero todavía más marcado y cruzándose de brazos en el proceso.
Pero no tardó mucho en recordar el porqué estaba allí y, de golpe su rostro se iluminó con una divertida sonrisa, comenzando a corretear aun cuando solo pudo recorrer pocos metros antes de recibir un general 'SHHHHHHH!!' donde la pobre joven dio un brinquito envidiable de un cabritillo y corrió todavía más rápido hacia el interior enrevesado de pasillos y estanterías. ¡Qué desagradables todos! Mas no tardó en buscar el tomo de 'Metamorfosis' esperando tener allí una nota contestada y que le diera la siguiente pista a tener en cuenta.
Y una amplia sonrisa divertida se dibujó en sus labios al ver allí, el tomo con la pequeña puntita del papel indicando que su 'rival' está preparado para todo y atacaba. ¡Eso era! ¡Quería una guerra! ¡Emoción! Sacó con entusiasmo el tomo y se dirigió a una de los sillones dispuestos en algunos huecos de aquellos pasillos para poder dejar en su regazo cubierto por la tela de la oscura falda que portaba el tomo y poder curiosear las notas escritas. Pero como parecía no haber cambiado del todo la temática con la que seguía aquello, fue ella quien acabó por contener una risita y, tras releer de nuevo las letras de las frases de amor y deseo tan reconocibles de Asclepíades. - Pero bueno... Qué atrevido - Bromeó con gracia para sí misma, tapando su boca con una de sus manos para ahogar más de ser posible ese susurro. En ese caso... lo sacaría de aquellos clásicos. Por completo. Y se iría hacia su tierra... aunque...
Se incorporó tras cerrar con suavidad el tomo que aún estaba en su regazo y comenzó a encaminarse hacia la sección de literatura extranjera con la opción de poder encontrar el autor que buscaba. ¡Pero qué decepción el ver que no había casi libros procedentes de su patria! Aunque bueno... estaba lejos, al poco de pensarlo comprendió el porqué no habría demasiado. Y debido a que no encontró nada del autor que buscaba en un inicio, acabó por mirar ya por curiosidad y, al reconocer uno de los tomos, sonrió ampliamente y lo tomó entre sus manos junto al libro de 'Metamorfosis'. - Ah... al menos tienen algo de Murakami-sensei - Murmuró en su idioma natal con cariño y, allí mismo, apoyada en la pared de madera de la estantería y tras sacar torpemente uno de los bolígrafos estilográficos que tenía, se apresuró a escribir con diversión.
Y tras asegurarse de que estaba el tomo en su sitio y guardando todo como era debido, incluido el atusarse el cabello con algún quejido en bajo por tenerlo enredado, volvió a la zona de clásicos, sintiendo que ya había ido de una punta a otra de la biblioteca por esa tontería y se dispuso a buscar el tomo de Asclepíades, prácticamente nuevo y dejando la ya algo ajada hoja de notas para ironía del contraste. Haruki Murakami era una buena opción para romper aquello. Sobre todo porque... no estaban en Japón. Y no era algo usual de encontrar, como ya había comprobado. Si sabía de quién se trataba ese pedazo de conversación, podría esperarse cualquier cosa. Cerró tomo con la hoja, la dejó en su sitio y canturreando para sus adentros salió de la biblioteca no sin antes dejarle una piruleta pequeñita en el mostrador a la bibliotecaria que la miró como quien mira a un trastornado mental. Pero le daba igual. Estaba divertida con aquel juego.
Haruki Murakami escribió:—Te equivocas. La mente no es como gotas de lluvia. No cae desde el cielo, no se extravía entre otras cosas. Si crees en mí firmemente, entonces entiende esto: te prometo que voy a encontrarla. Todo depende de esto.
—Te creo,—susurró ella después de un momento—. Por favor, encuentra mi mente.
Shizuka Izanagi
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