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Mensaje por Lionel Levallois Mar Dic 29, 2015 11:28 pm

“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”

Sus pasos dejaron de golpe de sonar, su mirada verdosa se fijó en aquél que era el cartel que daba la bienvenida a una próxima película que no tardaría en salir. Pero, pensar que a aquél chico de oscuro atuendo lo que le interesaba era la película sería un grave error, poco le podría a él importar lo que en ella pasara, lo que sí llamó su atención fue la frase escrita en letras blancas sobre el oscuro cartel. Sí, una frase que sin posibilidad de evitarlo le recordó su pasado, aquél que desesperadamente había intentado olvidar y que ahora no era más que un simple recuerdo, vagamente doloroso. Pero, comparado al principio no era nada. Sí, Lionel había aprendido a ser fuerte, a volverse cruel, no era para nada inocente e ingenuo como en aquél entonces. En sus labios se formó una cínica sonrisa antes de levantar una de sus manos hacia su oscuro sombrero con rojas flores como adorno y seguir adelante. Sus pasos volvieron a resonar a su alrededor, siendo él realmente el único capaz de escucharlos, pues nadie más caminaba tan cercano de la pared, alejado de la multitud de tiendas y ciudadanos que avanzaban ajenos a todo. En sus labios una peligrosa sonrisa seguía señora... ¿Que la muerte guardaba a los seres queridos? ¿Era realmente así? Él lo dudaba mucho, pero realmente mucho... ¿Acaso esas palabras no habían sido dirigidas a él? ¿Acaso no había sido a su cuerpo inerte en aquél ataúd a quién había saludado por última vez?— Dies, Sigmund. —Fue su dulce susurro, pero altamente venenoso, como si murmurara una maldición mortal.

La comisura de sus labios se inclinó hacia un lado, sus pasos en cambio cesaron una vez más y levantó su mirada, hacia un lado. Perfecto... ¿Dónde era que aquella mujer había dicho que se dirigía? Riddle no lo sabía ¿Que él era su guardián? Eso menos le podía importar. A pesar de que aquella muchacha pareciera frágil, una damita en peligro, sabía de propia fuente que no era para nada así. Las apariencias engañan... Él era el mejor ejemplo de eso. ¿Pero qué culpa tenía él si ella se alejaba de su lado? Vale que tampoco le prestara demasiada atención, pero podía jurar que estaba frente suyo cuando él se paró ante aquél cartel y, efectivamente, algo más al frente vio su larga y dorada cabellera, inconfundible. ¿Pero qué era eso? Podía decir casi con seguridad que el par de hombres que la señalaban 'disimuladamente' no tenían ninguna inocente intención... ¿Ahora qué hacer? ¿Dejarlos morir de vergüenza por ser pateados por una mujer? ¿O actuar como todo un caballero? Claro, la primera idea era mucho más apetecible, pero, tampoco quería demasiados problemas ahí, con tantas personas a su alrededor, ni ser gritado de irresponsable por dejar a su 'protegida' en manos de unos típicos matones. Así que, a pesar de que aquello le resultara extremadamente aburrido comenzó a avanzar hacia aquella joven dama y había que resaltar algo: El largo y oscuro vestido de Lionel, además de aquél sombrero y su porte algo extravagante era realmente llamativo pues ¿quién más además de él llevaría un traje de ese estilo? Como si hubiera llegado de un funeral. Un joven y elegante muchacho vestido de aquella triste manera, pero, seguramente era el motivo que le hacía tan misterioso... Sí, un funeral... ¿Pero de quién?

Mademoiselle. —Pronunció en un perfecto y fluido francés, su idioma natal. Pasó al lado de aquellos hombres y los miró de reojo, con sus penetrantes y hermosos ojos verdes. Venenosos, misteriosos, mentirosos. Sujetó con suavidad a Ania de la cintura, apareciendo a un lado suyo con una sonrisa altiva, dirigida solo a ella en preciso. Claro, para los demás debía de resultar como si fuera su ¿amigo quizás? ¿Su pareja? ¡Nada de más equivocado! La incitó a avanzar al frente, mirando de reojo hacia atrás, asegurándose de que los otros dos no lo siguieran y solo cuando consideró que estaba lo suficientemente lejos se atrevió a soltarla, cruzándose de brazos en un gesto — Eres un peligro andante. Mira que desaparecer de golpe y hacerme buscarte... Y tú tan tranquila, sin saber que estabas siendo a punto de ser víctima de un seguro acoso —Levantó un tanto su barbilla, con clara altivez en sus facciones, casi burla en sus facciones antes de sonreír, quebrantando por completo aquella extraña atmósfera que lo hacían más un maldito a un guardián amable y respetuoso, con aquella sonrisa fue exactamente lo que sucedió, volvió a su apariencia inocente y calmada, incapaz de dañar una mosca— Pero me habría preocupado más por ellos que por ti, Ania —Acabó añadiendo, como si lo anterior no fuera más que una broma. Eran esos los momentos en que más complicado resultaba descubrir cual de los dos era el verdadero Riddle. Ambos, solo uno, quizás ninguno.

¿Quién había muerto?
Lionel Levallois.
¿Quién era él?
Un Dios de la muerte.
Él era Riddle.
Lionel Levallois
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Mensaje por Ania Camorra Jue Dic 31, 2015 7:18 am

No era dada a asistir regularmente a los centros comerciales, al menos que necesitara algo preciso de allí... Y esta ocasión no había sido la excepción. Un nuevo concierto estaba en puerta y me habían pedido acudir a una prestigiosa boutique de aquel lugar, pues se me había hecho una reservación con la modista para que me tomara medidas y me mostrara una selecta variedad de atuendos para que escogiera los más indicados para la presentación. Eran obligaciones que conllevaba el ser una idol y si bien yo no realizaba la faena con entusiasmo, tampoco lo hacía de mala manera. Sencillamente con profesionalismo, esa era la descripción correcta a la situación.
Para variar, aquel chico que desde hacía tiempo atrás había decidido seguirme los pasos, en aquel momento lo hacía al pie de la letra puesto que caminaba sólo a un metro de distancia por detrás de mí. No es como si me importara si me acompañaba en mis labores o no, pero no podía evitar cuestionarme si el de rubia cabellera no tenía nada mejor qué hacer que estarme pisando los talones. No tenía previsto demorarme, pues no era una persona que soliera entretenerme en las tiendas al carecer de interés por lo que allí pudieran estar vendiendo. Si no las necesitaba y tampoco las iba a comprar, ¿para qué mirarlas? Al menos que resultara ser un objeto que llamara mi atención, situación que resultaba ser por lo demás particular.
Y por lo tanto, seguí mi rumbo con paso sereno, esquivando aquella multitud de personas que también dedicaban su tarde en gastar el tiempo contemplando cosas que seguramente no iban a adquirir... una actividad que resultaba de lo más cotidiana en personas normales, quienes sí podían darse ese lujo. No es que me molestara que lo hicieran, pero resultaba tedioso que no avanzaran y dejaran pasar a quienes sí teníamos un objetivo claro en aquel lugar. Por fortuna, al menos para mí, todos estaban tan sumergidos en sus propios quehaceres que nadie había dado seña alguna de reconocerme, lo cual agradecía profundamente pues de esta manera no entorpecerían aún más mis actividades. Respetaba y quería a mis seguidores, pero también tenía la clara idea de que cada cosa merecía su tiempo y lugar, y aquella hora del día definitivamente no era para recibir entusiastos halagos y peticiones de terceros.
En un punto del camino dejé de escuchar los pasos de Riddle detrás de mí, pero eso poco me importó y consideré innecesario el detenerme para esperarlo. Probablemente había encontrado algo de mayor interés, o sencillamente se había dejado arrastrar por la corriente y ritmo de aquellos que nos rodeaban; fuese una u otra, no era de mi incumbencia. Me acomodé mejor los lentes oscuros que cubrían mis azules ojos y, tras colocar un mechón rubio de mi cabello por detrás de mi oreja, ambas manos las resguardé en el bolsillo del saco oscuro que portaba para protegerme del frío clima de diciembre. Mi plan original era llegar directamente a la boutique por mi cuenta, pero mi vista periférica captó algo que resultó de mi interés, lo suficiente para que detuviera mi andar y girara parcialmente mi cuerpo para contemplar mejor el escaparate a un lado mío. Pocas eran las cosas que lograban hacer que me tomara mi tiempo en mirarles, y lo que allí exhibían era una de ellas: una guitarra acústica de un hermoso elaborado. No tenía ni un minuto admirando dicha obra de arte cuando una voz conocida y un agarre no pedido a mi cintura se hicieron notar. Viré mi rostro para contemplar a mi guardaespaldas y le dediqué una mirada de soslayo, enarcando un ceja con evidente incredulidad mas me dejé guiar por él sin poner reparo alguno. Porque no, no me molestaba su atrevimiento, podía presumir de conocer bastante bien al muchachito en cuestión para saber de antemano que tenía una poderosa razón que le instaba actuar de aquella manera. No lo hacía por gusto, eso era seguro.
-¿Peligro, dices? -inquirí con poco interés, separándome un par de pasos de él en cuanto me soltó- Dime, Riddle... ¿desde cuándo es novedad que me señalen? -definitivamente no lo era, y tan acostumbrada estaba ya a que todo mundo me dirigiera aunque fuera una simple mirada de soslayo que ya había aprendido a ignorar la sensación que estas me causaban. Por ende, el que hubiera sido futura víctima de un acoso me había pasado totalmente inadvertido. Sonreí de lado, casi cínica, ante su frase final. No podía más que darle la razón al francés- ¿Realmente te preocuparías por sujetos de ese tipo? Vaya, te tenía en un mal concepto entonces, mis disculpas, he abierto ahora los ojos: eres un pan de persona. Respecto a lo otro, me considero totalmente inocente puesto que no fui yo quien se separó y sabes ya que si no me lo pides, no te esperaré -teníamos años ya compartiendo los días juntos, y esta sería una situación que se seguiría repitiendo a pesar de ya haberlo hecho innumerables veces en el pasado.
Volví a retomar el curso original de nuestros pasos, hacia la boutique, sin dirigirle una mirada siquiera. Con la vista puesta siempre al frente y la barbilla en alto; con mi andar acompasado y grácil, tan atrayente para los del género opuesto. No, no podía comprender el porqué Riddle se encontraba allí, a mi lado. Era una pregunta que me había hecho ya y que, al menos que el rubio hiciera bien en calmar mi curiosidad, seguiría haciéndomela. Ciertamente eran pocas las cosas que podían importarme y afectarme, debido a mi personalidad tan libre y desapegada a lo que me rodeaba; el que él estuviera allí, sin embargo, no me era indiferente. Si llegaba el día en que este decidiera marcharse y seguir su propio camino, no le detendría ni por un segundo... pero mientras ese momento no llegara, agradecía la compañía ajena aún si mi apariencia imperturbable pudiera denotar otra cosa. Y no porque no tuviera la valía de decírselo, en caso de resultar necesario lo haría sin contemplaciones, pero algo me decía que las palabras sobraban entre ambos. Al fin y al cabo, él era un mentiroso y a mí... eso en realidad no me importaba.
-Es aquí -hablé al fin, deteniéndome frente a la entrada de una lujosa boutique cuyos escaparates prometían sólo lo mejor. Y tras esta breve pausa en mi andar, lo retomé de nuevo para introducirme en el local sin averiguar si mi acompañante me seguía o no.  
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Mensaje por Lionel Levallois Sáb Feb 20, 2016 11:18 am

En sus labios una lobuna sonrisa se fue formando, quizás con un tono más cruel y despiadado de lo que realmente debería ser, pero, tampoco le importaba demasiado que ella lograra percibirla, porque al fin y al cabo, de cierta forma, él era el único que sabía de la mentirosa personalidad de aquella chica, quizás algo orgullosa pues nunca había logrado ver otra parte suya más dulce y atenta. De la misma forma, ella era la única que era capaz de entender su, también, mentirosa forma de ser pues, pensar que Riddle fuera un pan de Dios no era más que uno de los peores errores que la humanidad pudiera cometer, hablando respecto al juzgar una persona. Que supiera fingir inocencia y amabilidad, eso era otra cosa.— ¿Oh? Lady Ania, eso es pan de cada día ya. Me acostumbré a las lascivas miradas que te obsequian cada vez que alguien te ve... No todos, claro, pero sí la mayoría. Pero, ahora son solo miradas ¿Qué pasaría si en algún momento alguien intentara retenerte con la fuerza? —Se encogió de hombros ¿Qué llamara la atención? Bueno, ambos la llamaban, así que, aunque uno no lo hiciera, lo haría el otro, por ende, a esas alturas daba igual si eran uno o dos.— Si no te conociera, pensaría que empezarías a gritar por auxilio como una dama en peligro en espera que su caballero la salve... ¿No sería eso digno de una telenovela? —Ladeó a un costado su rostro, ensanchando suavemente su sonrisa.— Sinceramente me encantaría ver tu hermoso rostro manchado de lágrimas y tu voz aterrada suplicar por ayuda. Pero, creo que los que lo harán serán los estúpidos hombres que se atrevan. —Eso no era bueno, la personalidad de aquella muchacha le quitaba la diversión de verla en peligro, acosada por sus fans hasta un punto demasiado alto. Pero claro, en todo caso sería él y únicamente él, quién pueda ver su lado débil, no por otro motivo, solo porque tenían un contrato y por este estaban unidos, aunque sea solo como 'ama y guarda espaldas', algo bastante banal, pero ¿qué más daba?.

¿Solo ahora te das cuenta de ello? —Fingió decepción. Una de sus enguantadas manos pasó a apoyarse en su pecho, en un melodrama.— ¿Eso significa que hasta ahora dudaste de mi? ¿Después de tanto tiempo que trabajo para ti? Me heriste, Milady —¿Eso sería posible? Conociendo al caballero de oscuro sombrero la respuesta sería una bien clara: NO. Había sido abandonado, traicionado por la persona que más quiso, Lionel Levallois había muerto aquél día, junto a aquél ataúd vacío, él ya no era esa persona, solo una que se parecía terriblemente a aquél noble francés que tan poco conocía de la vida y las traiciones que uno podía soportar al largo de una vida. Por eso intentaba permanecer alejado de los sentimientos como cariño... Porque palabras vacías no significaban nada. Bajó su mano, entrecerrando sus orbes a la par que reprendió su avanzar, siguiendo a aquella que sí parecía saber a donde se dirigía. No pronunció nada más a parte de aquello, siquiera prestó atención a sus pasos o a los de ella, estaba ante él, así que, era improbable que la perdiera de nuevo de vista, de echo, anteriormente lo había hecho aún sabiendo que ella seguiría adelante, que no lo esperaría, que no esperaría alma viva... ¡Pero él no lo estaba! En cuanto se acercaron a la entrada de la boutique sus orbes se entrecerraron aun más. Cuanto lujo, todo tan innecesario, sólo para llamar la atención de las mujeres... Mujeres... Obsesionadas con su belleza— ¿Para qué quieres una boutique? —Elegantemente se cruzó de brazos, dibujando aquél que sería el amago de un puchero por lo que estaba viendo... ¡Era un lugar aburrido!— ¿Piensas florecer aún más? —A pesar de todo, tras breves segundos que la mujer comenzó a avanzar, él también lo hizo. Ingresó a aquél lugar y, tras dar unos pasos a un lado, acabó apoyando su espalda contra una pared, en una elegante y desenfadada postura, relajado, como ya era costumbre en él.
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Mensaje por Ania Camorra Dom Abr 03, 2016 4:01 am

-¿Consideras que la vida real es como una telenovela, Riddle? Bueno, puede ser que tengas razón -me encogí de hombros, desinteresada, aunque después una sonrisa un tanto burlesca adornó mis labios. Sólo él podía sacar ese lado mío, ese cruel, juguetón y despiadado que se escondía tras aquella capa de franqueza y desinterés que me conformaba. Era quien era, y por lo tanto no podía negar que dentro de mí existía una oscuridad que no me importaba si llegaba a salir o no, pero que por lo general se mantenía en calma, imperturbable. Como las profundas aguas de un mar calmado que sólo promete desesperación para los más encautos. Y todo aquello tenía un nombre: Ania Camorra-. No estoy interesada en las telenovelas, pero me resulta un dato curioso que tú mueras por ver una. No sabía que fueras un fan asiduo de aquellas baratas, de bajo presupuesto e infestadas de clichés, lo tomaré en consideración de ahora en adelante. ¿Quién sabe? Podría conseguirte el DVD de alguna de tu agrado como regalo navideño, ¿qué me dices?
Me detuve por unos segundos, tras haber cruzado el umbral de entrada de aquella costosa y afamada boutique, sólo para ser capaz de contemplar a mi alrededor con evidente desenfado. En lo personal no necesitaba nada de allí, pero me tomaba muy en serio mi profesión y tampoco permitiría que terceros se hicieran cargo de detalles, por más minúsculos que fueran, y así las cosas se fueran de control. Porque a pesar de mantenerme ajena a todo lo que me rodeaba, existían cosas, escasas, que realmente valoraba y no permitiría dejar ir tan fácilmente; una de ellas era mi carrera como cantante e idol.
Sin previo aviso me giré hacia él, con las lágrimas reflejándose en mis ojos de un intenso color azul, lágrimas que contenía al tanto que mi expresión se tornaba tan mísera como la de una joven damisela en peligro.
-Si eso sucediera, ¿tú estarías allí para salvarme? Es que yo, Riddle, no soy nada sin ti... No permitas que aquellas miradas lascivas se tornen en acciones agresivas que pudieran perjudicarme en un futuro. Por favor... quédate a mi lado -le contemplé con intensidad y anhelo en silencio, antes de que el brillo en mi mirar se apagara y mi expresión se tornara seria e imperturbable. Indiferente-. Allí tienes, sírvete.
De la misma forma en la que le había encarado, retorné mi andar original hacia el interior de la boutique a la espera de ser atendida. Ser una idol conllevaba mucho más que sólo explotar mi talento como cantante, sino que había tenido que estudiar arduamente en actuación y todo aquello que conllevara con el mundo del espectáculo para así poder convertirme en un modelo digno de admiración para terceros. Y lo que había obsequiado a Riddle no había sido otra cosa sino un poco de mi habilidad adquirida a lo largo de esos años. Sabía actuar a la perfección, aun sí mi preferencia radicaba en exclusividad al canto, cosa que explotaba al por mayor, y a pesar de que el resto de la gente se hubiera creído hasta el final aquella pequeña pamtomima, sabía de antemano que mi acompañante no lo hizo ni por asomo. Porque ambos nos conocíamos y comprendíamos sin hacerlo realmente, esa era la clase de relación que manteníamos desde tiempos pasados.
Llegó a mí sin esperar una dependienta, quien se mostró jubilosa y honrada de ser quien me atendiera. Me puso al día con respecto a la conversación que habían mantenido mi representante con la boutique y sobre lo que se esperaba que yo luciera. La escuché con cortesía y permití que me guiara hacia los modelos que tenían ya previamente seleccionados, a la espera de que fuera yo quien diera mi visto bueno. Miré de uno en uno con la debida atención y al final me decanté por tres modelos. Mientras la dependienta salía casi corriendo hacia la trastienda por lo solicitado, dejé que el silencio y tranquilidad reinaran en el lugar antes de girarme hacia mi compañero, quien todo este tiempo se había mantenido en aquella postura desenfadada desde que había ingresado en el local.
-¿Y qué me dices de ti? -hablé al fin, penetrándole con mi gélido mirar- ¿no crees que tú también atraes demasiado la atención de terceros? -dudaba que aquel hombre fuera ajeno de su propia belleza enigmática natural, y si a eso se le sumaba el peculiar atuendo con el que solía vestir... pues bueno, no era de extreñar que más de alguno se cautivara con su presencia. Como aquella chica de la boutique, de la cual no me habían pasado inadvertidas las discretas miradas que le solía lanzar al rubio continuamente mientras me atendía-.¿Tú también necesitarás ser rescatado? -adquirí una postura parecida a la de él, sólo que yo apoyándome sobre el mostrador- aunque... supongo que lo que más desearías es estar lejos de un lugar como este. ¿No tienes nada mejor que hacer? No es necesario que te quedes aquí a examinar cada una de mis acciones -sonreí de lado, con un atisbo de sorna- podrías desperdiciar el tiempo viendo, efectivamente, una telenovela.
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Mensaje por Lionel Levallois Jue Jun 16, 2016 8:45 pm

La vida de muchos es como una telenovela, Milady. Amores no correspondidos, traiciones, intentos de asesinato. —Y, en el fondo, sus palabras tenían más de un significado, su propia mirada trasmitía algo más que de costumbre. Él mismo había sido personaje principal en una telenovela real.— La diferencia es que yo prefiero verla al vivo. ¿No cree que las emociones genuinas sean más hermosas? —Se encogió de hombros, sonriendo con desenfado mientras la seguía al interior de aquél, extravagante y pomposo lugar al que las damas tanto amaban asistir. No entendía realmente mucho de aquello, era recargar aún más la hermosura... Sin darse cuenta que, acabarían como hermosas rosas que, tras llegar a la cúspide y tornarse de un sangriento color, inevitablemente iban a marchitarse... Quizás era eso mismo lo que las hacía intentar ser hermosas hasta el final, pero, él no era quién para hablar al respecto, le daba igual, sería una tontería preocuparse por ello a esas alturas.— ¿Un regalo de navidad dice?. —Calló unos segundos, apoyando su incide sobre su barbilla.— Eso no tiene nada de originalidad, Ania. Si quiere hacerme un regalo de navidad le pediré que sea más imaginativa. —Entrecerró sus ojos, astuto como un zorro y el usual velo de misterio que no estaba dispuesto a abandonar su propia existencia, como debía de ser de todas formas. Pero, al entrar en aquella boutique y ver como su 'ama' volteaba hacia él con ojos llorosos, parpadeó unos segundos antes de sonreír de lado, completamente divertido por aquella actuación que había podido presenciar al vivo... ¡Cualquiera estaría desesperado por ver a Ania Wyatt al vivo! Seguramente sus fans lo odiarían si supieran que a él, eso menos le podía importar— Ahh~ Acabo de decir que prefiero las emociones genuinas, no soy como cualquier fan suyo. —Cerrando sus ojos pronunció aquello con todo el descaro del mundo.

Pero, cuando vio llegar a la dependienta y saludar, su hasta el momento neutral rostro, adoptó una agradable y caballerosa sonrisa y de sus labios, como anteriormente, no tardó en escaparse un saludo en un perfecto francés— Bonjour, mademoiselle. —Realizó una ligera reverencia y tras aquello, simplemente dejó que fueran las damas a continuar con lo que debían de hacer. Él era solo su guardián y, a pesar de que su mirada estaba fija en esas dos, sobretodo en su excéntrica ama de dorada cabellera, su pensamiento estaba bastante lejos de aquél lugar. Pero, no lo necesitaba siquiera cerca, su reacción era lo suficientemente rápida como parar a cualquiera que se acercara con malas intenciones y, sabía quizás mejor que nadie que aquella señorita no era para nada desprotegida, que podía volverse una hermosa tirana si eso era lo que se le antojaba. Pero no tenía nada mejor que hacer y, tampoco estaba aburrido, así que, permaneció en una despreocupada postura hasta que ella volvió a dirigirle la palabra— ¿Hum? ¿Eso cree?. —Se había dado cuenta, claro, pero una cosa era darse cuenta y actuar y otra totalmente diferente era fingir ignorancia, Lionel se decantaba por la segunda opción— Probablemente sea así. Pero no estoy interesado en cosas como el 'amor', a pesar de que nada me impide ser cortés con alguna bella dama que se interese en mi... O con una dama en general. —Parpadeó, observándola con calma y, a diferencia de la gélida mirada ajena, él la miró con una extraña calma, inalterable a parte de que solía ser complicado entender en lo que realmente estuviera pensando, o en su defecto sintiendo. A pesar de todo, sus siguientes palabras le causaron cierta gracia que no tuvo problema en demostrar: Cerró sus ojos, dibujando aquella sonrisa por encima de las incontables capas de calma que se había obligado adquirir— Probablemente lo necesité en su momento, pero, ahora se cuidar de mi mismo y, mi deber es cuidarla a usted también. —Fue solo un atisbar, un frágil segundo de casi sinceridad antes de que volviera a su usual forma de ser.

No tengo nada más interesante que hacer. Además, siempre cabe la posibilidad de que pierdas la compostura o dejes de seguir la etiqueta de la alta sociedad. —Se cruzó de brazos— Entonces podría corregirte: "Ese no es un movimiento digno de la aristocracia" Pero dudo que eso te vaya a importar ¿Cierto?. —De hecho, él realmente podría haberlo hecho, a pesar de los problemas por los que su familia había pasado, anteriormente habían hecho parte de la aristocracia francesa y, a él desde pequeño le habían infundido los principios dignos de una noble familia, aunque todos ellos no fueran más que reglas de conducta que en algún momento adoptó sin percatarse, su elegancia y movimientos, su postura, todos ellos seguían una perfecta norma. Otra dependienta se acercó, totalmente diferente a la anterior y, de forma cortés les preguntó si podía tomar sus abrigos y dejarlos colgados en una percha, primeramente se acercó a Ania y, sucesivamente pasó a ofrecer lo mismo a Riddle quién con un agradecimiento acompañado por una agradable sonrisa entregó su sombrero y oscura abrigo que cubría hasta sus rodillas, quedando en unos oscuros pantalones y una camisa blanca elegantemente metida en estos, dándole una apariencia mucho más 'normal' hasta cierto punto. Tras aquello se sentó en un sofá rojo y simplemente fijó su mirada en ella, manteniendo una elegante postura a pesar de todo— Rechazaré tu propuesta y me quedaré a ver esta... Trivial telenovela. —Sonrió, con un deje de malicia.
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Mensaje por Ania Camorra Sáb Ago 13, 2016 9:26 am

Le contemplé de forma seria y desinteresada, con esos ojos azules míos penetrándole con intensidad aun si en realidad no me importaba en lo más mínimo lo que ajeno pudiera decirme al respecto de lo preguntado. Estaba consciente ya desde un inicio que el otro fingiría demencia y se negaría a dejarme, así que tampoco era algo fuera del otro mundo.
Afilé más mi mirada hacia él ante sus consecutivas respuestas y terminé por encogerme de hombros sutilmente, despreocupada. Algo que me agradaba de este chico era la contradicción que de él emanaba, pues aunque sus palabras pudieras ser directas y sinceras, algo en rubio te dejaba en claro que dentro de sí había mucho más de lo que exteriorizaba, y que en verdad era muy difícil distinguir cuándo mentía y cuando decía la verdad... si es que acaso conocía el real concepto de esta última. Podría decir que en el pasado había intentado descifrarlo, y aunque siempre despertaba mi curiosidad al grado de permitirle seguir a mi lado, lo cierto era que poco podía ser de mi interés saber quién era el real Riddle que vivía dentro de sí. Quizá precisamente por eso era que nuestra relación laboral y de complicidad se había mantenido, hasta cierto punto, estable a lo largo de estos años de convivencia: a ninguno de los dos le interesaba saber del otro a profundidad, le dejaba ser sin inmiscuirse en asuntos ajenos y con la esperanza de que, a modo de recompenza, no se atreviera a inmiscuirse en asuntos que no le incumbían.
Él mismo lo había dicho minutos atrás, aun si había decidido dejar el tema pasar ante mi falta de motivación por continuar con la charla de las telenovelas que tanto le cautivaban a él. El francés no era mi fan, y eso me daba la libertad de saltarme las actuaciones innecesarias.
-Ya... -desvié mi mirada finalmente de él al otro lado del mostrador, por donde había desaparecido la chica que hasta hacía unos momentos me atendía-, como quien dice... no eres hombre de un sólo interés -le miré de reojo, burlona-. ¿Sabías que eso también podría interpretarse como indecisión?
Acallé y cerré los ojos, serena y neutral. ¿Era mi imaginación o el joven ante mí estaba comenzando a ponerse nostálgico? No había nada más que pudiera desear además de una tarde de compras, sino también tener que lidiar con los dramas ajenos. Por fortuna Riddle no era hombre de dejarse abatir, pues tan fácil como dejó relucir sus emociones por unos segundos, de la misma forma rápida volvió a adquirir aquella postura que ya había aprendido a reconocerle como la propia. Bien, así estaba mejor, no tenía tiempo para interrogar sobre asuntos que poco o menos podían importarme.
Entregué mi abrigo cuando otra de las trabajadoras se acercó a nosotros en búsqueda de ponernos más confortables y justo en el instante en que mi acompañante lanzaba aquella categórica decisión que no podía debatir, apareció la primera dependienta, con uno de los conjuntos solicitados. De forma superficial lo analicé antes de tomarlo en mis brazos con cuidado y, sin dirigirle palabra a mi guardaespaldas, introducirme en uno de los cubículos destinados para el cambio de prendas, cosa que hice sin mayor dilatación.
Una vez que salí de allí, con paso tranquilo me dirigí al espejo de cuerpo completo a un lado para contemplar la imagen que el reflejo me fuera a devolver. Sólo así podría comprobar si lo solicitado iba tanto con mis gustos personales como con lo deseado por la agencia que se encargaba de representarme que vistiera. Miré de todos los ángulos posibles para poder apreciar mejor hasta el más mínimo detalle. No iba a adquirir un guardarropa que no fuera a sentar bien con mi cuerpo e imagen.
-Dime, Riddle, ¿no crees que estás un poco equivocado? -hablé por fin tras un largo silencio suscitado entre ambos cuando las dependientas, una vez más, se marcharon para darme un poco de espacio en mis selecciones. Fui subiendo mi mirada por todo el cuerpo de la imagen en la superficie reflejante y finalicé por clavarla en los ojos contrarios, a través del espejo, aprovechando que el sillón en el cual se encontraba cómodamente instalado estaba justo a mis espaldas. Volví a guardar silencio por unos segundos más-. Pasas por alto que las telenovelas están basadas, justamente, en la vida real. ¿Hasta qué punto la ficción se vuelve realidad y la realidad en ficción? -y lo decía por experiencia propia. Era desconocedora del pasado ajeno, pero estaba perfectamente consciente del mío propio-. Bien, creo que este conjunto queda...
Ni bien terminé de decir aquello cuando un ensordecedor ruido atravesó todo el local hasta llegar al lugar en el cual nos encontrábamos Riddle y yo, provocando a su vez que yo volteara a ver con rapidez detrás de mí, alertada.
Eso había sido un disparo.



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Mensaje por Lionel Levallois Dom Jul 16, 2017 10:39 am

O, en su defecto, como alguien que le gusta intentar muchas cosas diferentes. La vie est courte —Se encogió de hombros con cierta gracia. ¿Qué diferencia hacía decir eso a admitir que quizás estuviese en él el ser indeciso? Aunque realmente no era del todo así, sabía bien lo que ansiaba, sabía bien lo que le empujaba, lo que estaba en la base de su existencia, aunque aquella cosa fuese algo tan poco noble como la venganza, algo tan estúpido como el amor. Miró a Ania dirigirse hacia uno de los probadores y entonces su semblante se ensombreció un poco. Se inclinó hacia un lado, hacia el reposabrazos del rojizo sofá y se apoyó en el con elegancia. Pero era diferente, a ella lo unía un contrato, no importaban los sentimientos que existiesen detrás, en la base había un contrato y queriendo o no, ese contrato debía ser respetado. Ya había comprobado que a nada servían las emociones cuando cambiaban de un momento a otro, desgastando las relaciones de un segundo a otro.

Cuando volvió, vestida de aquella particular forma, casi atrevida se aventaría a decir, desechó a un lado todos sus pensamientos y fijó en ella su atención, observándola mientras ella misma se observaba en el espejo y pudiendo apreciar también cada ángulo, pero de forma opuesta a la de ella. Apoyó au mejilla en sus nudillos y esbozó una pensativa sonrisa a la par que la observaba con atención— Oh, sí... Se ve bien en ti, pero me carcome la curiosidad —Se levantó, dispuesto a avanzar hacia ella— Y realmente no me importa mucho el momento en que se intercepten y cambien su singularida. —Musitó despreocupado— Ahora mi curiosidad es... —Parpadeó ante el estruendo que hasta ellos llegó. Paró sus pasos de golpe y volteó con curiosidad hacia las afueras de la tienda, buscando con la mirada el posible causante de aquél inútil disparo en medio de un lugar tan concurrido. ¿Qué estúpido loco podría hacer tal cosa? Las mujeres parecían aterradas y aquellas que hasta hace unos segundos estaban sirviendo terminaron corriendo hacia el interior con desesperación y un grito que al momento solo causaría más desastre.

Ania. ¿Invitaste a algún escandaloso amigo? —La observó de reojo y con un gesto de la mano le indicó que se alejara de ahí, eran vulnerables, en medio de la tienda, rodeados de ventanales, si era alguien que deseaba acabar con la vida de la cantante, no tendría el menor problema en hacerlo, con un simple disparo. Pero él no permaneció quieto, se fue acercando al pilar maestro, a un lado de la entrada a la tienda y, apoyándose ahí, observó hacia el centro del lugar con atención, minuciosamente. No se podía ver mucho y eso solo por culpa de las personas corriendo de un lado a otro y, como se lo había esperado, un disparo más causó que todos se echaran al suelo, probablemente por una orden que él desde ahí era incapaz de escuchar. Pero bueno... No era buena idea tampoco acercarse... ¿O si?— Realmente parece ser divertido. Pero está creando un alboroto... Creo que deberé ir a pedirle que pare. No es ciertamente algo que se tenga que hacer en un lugar tan concurrido... —Se encogió de hombros y se movió de su escondite, acercándose a la puerta para salir con absurda calma, como aquél que no le temía ciertamente a la muerte.
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