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A story to hear [Priv. Natasha]

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Mensaje por Gerhard Leisser Sáb Jun 06, 2015 12:21 am

Lo único que rompía la monotonía de aquella casa era el suave murmurar de la televisión, aunque nadie parecía prestar especial atención a aquello. Más específicamente, las dos personas que residían en ese momento en el departamento no parecían estar atentas a aquello. Y aún así… el destino de aquella noche no iba a ser quedarse allí, no. ¿Sorprendente, verdad? Habría algunas personas que supieran del reconocido cardiólogo austriaco que dirían que en ese caso, el de cabellera de un oscuro púrpura tendría que estar de guardia en el hospital o algo similar, pero no. Esa noche era distinta, y completamente inusual, ya que se puede mencionar. ¿Tan raro iba a ser lo que iba a suceder? Sin duda alguna… si hablamos de Gerhard Leisser, por supuesto.

Las nueve y cuarto. Su reloj de muñeca no fallaba, así que con una impasible calma caminó fuera de su habitación tras recogerlo todo hasta dejarlo como si nadie hubiera entrado allí nunca, y comenzó a andar por el pasillo hacia la amplia sala de estar. Una rápida mirada con sus verdosos orbes fue suficiente para asegurarse que todo estaba correctamente, cosa también bastante sorprendente teniendo en cuenta que en esa casa habitaba un huracán rojo que era su esposa y que, realmente, era la encargada de romper como fuera la rutina y la calma de aquel sitio. ¿Desde cuándo se habían invertido los papeles? Aquello, incluso al serio chico, le resultó algo gracioso, haciendo que en sus labios quisiera asomar una sutil sonrisa ladeada, mas quedó únicamente en un mero amago. Aún así, paso a paso, se fue acercando a la mesita de café disponible en el salón mientras internaba una de sus manos en el bolsillo de su chaqueta y, con cuidado y perfectamente visible, dejaba un par de tickets. ¿De qué eran esos tickets? Entradas para la obra de teatro “La Dama del Alba” de Alejandro Casona. Y aunque no podía decirse que el cirujano fuera realmente amante de la dramaturgia, no podía negar que una buena obra podía llegar a interesarle a pesar de no haber ido a demasiadas a lo largo de su vida. Quizás fuera un buen momento para tomarse de vez en cuando un suspiro… Además, le debía aquello a aquella mujer que desde hacía ya unos años era su centro de atención aunque ella no pareciera pensar lo mismo.

Era complicado poder captar algo de aquel hombre cerrado en sí mismo y gélido como era Gerhard, pero no por ello se podía decir que fuera alguien completamente insensible, si no todo lo contrario. Exigente consigo mismo, quizás demasiado, en todo momento estaba intentando llenar sus auto-expectativas aunque si por ello quedara con su mente y cuerpo agotados por el esfuerzo. Y el verdadero motivo de su exigencia, sobre todo médica, era por aquella frágil chica –en algunos aspectos- que era su mujer. Indirectamente, realmente era alguien bastante protector con aquella joven pelirroja, pero quizás a la vista pudiera parecer que nada le importaba ella… y realmente el problema era él en ese sentido, por no ser capaz de canalizar correctamente sus sentimientos y camuflarse bajo tacos de informes.

Pero aquella vez quería darle un capricho, concederle una de ellas peticiones que tan insistentemente le proponía su esposa. Así que tras dejar todo correctamente y el mando del televisor al lado de aquellas entradas, sencillamente se alejó de allí y comenzó a caminar hacia la puerta que era de la habitación de aquella chica. Extendió su mano y con suavidad golpeó la madera de la puerta con sus nudillos.- Natasha, ¿vas a prestar atención a la televisión? Si no apagala –pronunció con calma antes de comenzar a encaminarse hacia su propio cuarto. Ahora era cuestión de que ella le hiciese caso y se encontrara con aquello. ¿Cuál sería su reacción?
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Mensaje por Natasha Leisser Dom Jul 05, 2015 6:37 pm

Un día aburrido y monónto, como todos aquellos que tenía que padecer dentro de aquellas cuatro paredes que les llamaba hogar. Pero en situaciones como esas no eran más que una lujosa prisión. Estaba harta de tanto aburrimiento, no sabía ya qué hacer para que las horas pasaran más rápido de lo que lo hacían en estos momentos, ¡las malditas sólo me estaban torturando y burlándose a mi costa! Ver la tele, andar de un lado a otro, leer un libro, escuchar música... Nada funcionaba, lo único que me quedaba era ponerme a gritar de la desesperación y no faltaba mucho para ello. Incluso llegué a pensar en ponerme a hacer la cena, sólo para crear un poco de caos en aquella pulcra casa.... ¡Cuánto lo odiaba!
Al final desdeñé la programación que transmitían en esos momentos por la televisión y, sin siquiera molestarme en apagar el aparato, me dirigí a mi cuarto para arrojarme al manojo de sábanas y almohadas que estaba hecha mi cama. Una vez allí rodé y rodé sobre mi misma a lo largo y ancho del colchón, hasta que finalmente del aburrimiento vino la somnolencia y de esta se desencadenó el famoso estado de vigilia, a punto ya de abandonarme al profundo sueño. Pero unos toques a la puerta me hicieron incorporarme parcialmente en mi cama, totalmente asustada, al tanto que mi mente hacía un esfuerzo sobrehumano por captar y analizar lo que decía la voz apagada al otro lado de la habitación. Fruncí el ceño al reconocer al único posible autor de esto.
-Gerhard... -mascullé entre dientes, al borde de la molestia. Cuando escuché sus pasos alejándose tomé la almohada más cercana a mí y la arrojé contra la superficie de madera de la puerta. ¡Cretino! ¿Por qué no la apagó él directamente si vio que no había nadie allí? ¡Tenía que interrumpirme en al fin tan placentera tarea! Me incorporé a regañadientes, maldiciendo en ruso entre dientes mientras lo hacía, y antes de abrir la puerta para salir de mi habitación pateé la almohada al otro lado de la estancia para que no estorbara mi camino.
Con el cabello rojo totalmente alborotado, descalza y vistiendo un ajustado short verde militar junto con una holgada blusa negra promocional de los conciertos de nuestra banda que dejaba al descubierto gran parte de mi vientre, recorrí el pasillo hasta la sala. Estaba en mi casa, ¿no? ¿Para qué vestir formal si ni siquiera planeaba salir?
Me tiré sobre el sofá de mala manera y subí mi pie izquierdo sobre la mesa del café, con el cual me entretuve tratando de atinarle al botón de apagado del control con el dedo pulgar, para así satisfacer los designios de mi querido esposo. Pero mientras esto hacía, mi talón movió un par de pequeños papeles que no estaban antes allí. Abrí ligeramente los ojos con curiosidad y no tuve de otra más que inclinar mi cuerpo para poder coger los susodichos. Mi sorpresa fue mayor cuando la aparencia me hizo sospechar sobre lo que se podría tratar y aún más al leer las letras impresas en los mismos y corraborar mis sospechas. ¿Boletos para el teatro? Fruncí el ceño. ¿Gerhard los habría olvidado allí por error? Imposible... Me puse en pie y sin pensarlo ni dos segundos me dirigí al cuarto del pelimorado, sin molestarme siquiera en tocar antes de abrir la puerta.
-¿Y esto? -pregunté con incredulidad, ¿quizá también una vaga ilusión iluminando mis ojos rojizos?, al tanto que alzaba los dos pequeños boletos para dar énfasis a lo que decía. Me quedé allí en el umbral, sin percatarme de mi propio aspecto desaliñado.
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Mensaje por Gerhard Leisser Mar Dic 15, 2015 11:07 am

Bueno...no era como si no se esperase una reacción...digamos explosiva. Eran más habituales de lo que pudiera parecer pero el chico malo de la película siempre era él, de eso no había duda. Aún así, incluso tras escuchar ese golpe sordo que pudo reconocer como un almohadón o peluche chocar contra la puerta, sencillamente extendió sus manos para colocar en un vago gesto su oscura chaqueta de traje y comenzar a andar hacía su propia habitación para , simplemente, dar un último repaso a todo en la misma, la cual estaba completamente impoluta. Y aún así, se acercó hasta el armario para poder sacar una simple pero elegante gabardina oscura ya que...aunque él no era del sur, tampoco era de una zona tan gélida como era la procedencia de su mujer, aun cuando eso pudiera sonar algo irónico teniendo en cuenta que de aquellos dos, él era el frío y calculador y ella la explosiva. Pero bueno...

Pero no tardó en oír como la puerta de su cuarto se abría, seguido de aquella pregunta procedente de la joven completamente revuelta en aspecto. Aquello, hasta casi le hizo gracia, ¿cómo podía ir así incluso en la casa? Para Gerhard, aquello era impensable, incluso cuando estaba relajado y de una manera más informal, seguía luciendo impecable.- Te consideraba más despierta para captar lo que eso significa, Natasha. Y de hecho...-y en un gesto, dejó aquella gabardina sobre su brazo en un calmado gesto y miró el reloj de muñeca que poseía- ...estas tardando en alistarte. ¿Has visto cuándo es la hora de la función? A las 22:30, tienes 45 minutos para prepararte antes de que salgamos de aquí -si, se podía decir que, ese día, el señor Leisser estaba de un humor más aceptable de lo que solía ser. E incluso esbozó una fina sonrisa que fue directa hacía aquella joven mientras hacía bajar su brazo hasta quedó a uno de sus costados, mas no tardó en meter su mano en el bolsillo del pantalón de traje que llevaba.

Como se ha dicho, a aquel prestigioso cirujano y cardiólogo no le desagradaba el teatro ni tampoco el cine o cosas similares, aun cuando no era dado a ellas. Además de, por una muy obvia carencia de tiempo, era que no solía acudir a ese tipo de eventos. Pero...en ese caso, vio la ocasión de poder cumplirse un pequeño capricho, y a su vez, proporcionárselo a su esposa. ¿O acaso no se decía que el estrés era el peor enemigo? En este caso...si, solo estaba buscando liberar un poco de estrés, y si encima lograba suavizar un poco aquel fuerte carácter de su mujer ya de paso, pues ya que decir, era todo ventajas. De hecho...en ese momento, con solo ver aquel suave brillo de emoción cruzar los preciosos orbes carmín que poseía ella, era suficiente para saber que, había acertado.
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Mensaje por Natasha Leisser Dom Dic 20, 2015 1:12 am

Fue imposible no fruncir el ceño y mirar de soslayo a mi esposo ante esas palabras iniciales suyas. ¿Acaso estaba de juerga? Odiaba esa actitud suya, cuando me trataba de niñita boba que no podía comprender nada de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
-Deja de jugar conmigo, ¿quieres? -mascullé de mala manera, desviando la mirada al decirlo. Y es que el hecho de que estuviera dormitando no quería decir que mi cerebro no procesara la información como era lo adecuado. Sabía que eran unos boletos de teatro para la función de aquella noche, ¿pero yo cómo rayos iba a saber que uno era para mí? Habían tan variadas posibilidades como personas en este mundo. ¿No pudieron haber sido de un amigo suyo que se los dio a guardar? Sobre todo, era probable que fueran para alguna señorita de desampantante figura y cabellera rubia, una más 'adecuada' para ser su compañera de velada. El sólo pensarlo un pinchazo de celos atravesaba de manera desagradable todo mi pecho y prrovocaba que un pesado nudo se me formara en la garganta. Claro, eso hubiera sido lo más adeacudo...
Salí de mis cavilaciones cuando su voz pronunció algo de unos minutos. Esperen, retrocedan un segundo, ¿de qué diantres estaba hablando? ¡Me había perdido media explicación en el proceso! Primero lo observé con incredulidad, parpadeando sutilmente mientras trataba de hilar todos los cabos sueltos y así sacar mis propias conclusiones, puesto que la información no había llegado completa a mí.
-¿Qué...? -enarqué ambas cejas al comprenderlo. Me estaba diciendo que me apurara, ¡vaya tonte debería de parecer en esos momentos. La duda y el asombro aparecieron en mi expresión- ¿Quieres que vaya contigo? -inquirí, sin poder creérmelo. ¡Claro que eso quería! No lo creía tan descarado para restregarme los boletos de alguien más; pero tampoco se me podía culpar el mostrarme recelosa, no cuando por mi mente habían cruzado pensamientos tan inusuales con respecto a una imaginaria enfermera. Por supuesto que eso él no lo sabría... De un instante a otro mi semblante se iluminó y cual niña pequeña di un liguero saltito de emoción- ¡Perfecto! Te prometo que estaré lista en menos tiempo de lo que te piensas... Es más, estaré lista mucho antes que tú -reté antes de practicamente salir volando de allí, aunque me detuve sólo el tiempo suficiente para devolverle la sonrisa por encima del hombro, con aquellos ojos rojos míos brillando inusualmente. Después de eso desaparecí rumbo a mi habitación.
Ni siquiera quería cuestionarme porqué el cretino había sonreido de aquella manera tan poco usual, sólo me quedaría con la imagen grabada en mi memoria y con aquel ligero vuelco en el corazón como consecuencia de ese gesto ajeno. ¿El otro podría darse una idea de cuánto me significaba? ¿De lo importante que sería para mí? Lo dudaba bastante... Pero por ahora daba igual.
Entré a mi habitación cual remolino en un jardín, dejando desastres y caos tras de mí. Rápidamente, porque el tiempo apremiaba, revisé mi armario hasta dar con un vestido blanco semiformal y me deshice de mi ropa de casa para cambiarla por este, el cual me llegaba a medio muslo y dejaba un amplio escote tanto en mi esternón como en mi espalda. No tenía busto que lucir, pero este había sido confeccionado de modo que aún así luciera, y mi espalda estaba completamente al descubierto hasta casi llegar a la zona de los glúteos. Me coloqué unas sandalias negras de tacón alto y con correas cruzadas. Esto, pensando en que el pelimorado era mucho más alto que yo y no deseaba verme demasiado pequeña a su lado. Una vez que arreglé mi cabello de modo adecuado, no teniendo muchas opciones en peinado al este estar corto, salí de mi recámara segura de que mi atuendo sería al menos aceptable.
De nueva cuenta me apresuré a llegar a la puerta de la habitación de Gerhard, teniendo que sujetarme de esta para no tropezar, y una vez recuperado el equilibrio, sonreí radiante.
-Ya está, ¿qué te dije? Lista~ -canturré, feliz, dando una ligera pirueta sobre mí misma para que el contrario pudiera confirmar esto.
Por supuesto que ni siquiera me había puesto a pensar que el vestido que usaba era más adecuado para el verano y no para una noche fría como aquella, y que ni siquiera poseía abrigo alguno con el cual cubrirme en caso de así necesitarlo. ¿Pero qué más daba? Detalles más, detalles menos... Y ciertamente, yo no me caracterizaba por ser previsora.
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Mensaje por Gerhard Leisser Miér Ago 03, 2016 7:22 pm

Era curioso ver como el humor de ella cambiaba, volátil como una veleta, de un lado y otro a medida que proseguía la conversación, a tal punto que pareció pasar de una clara molestia a una clara consternación para acabar siendo la viva expresión de una niña a la que le acababan de anunciar que se iban a Disneyland.- Claro, ¿quién si no sería quien vendría conmigo? -inquirió mientras la veía dar un saltito y, ante esa especie de reto por parte de ella mientras desaparecía de allí, solo negar con su cabeza sutilmente con un amago de sonrisa en sus labios. De verdad... Si él ya estaba preparado para poder salir.

Pero era un hombre paciente, bastante de hecho aun cuando su carácter a veces pudiera ser duro y frío. Por eso, tras apoyarse en una de las cómodas en una calmada actitud, esperó a que su mujer se acabara de preparar, aunque tenía que admitir que por suerte ella no seguía el estereotipo de tardanza extrema cuando se arreglaba, aun cuando estaba escuchando algo de jaleo que indicaba que el caos se había manifestado en su esposa. Y por si había alguna duda al respecto de la manifestación de caos, pudo incluso verla con sus ojos cuando escuchó el apresurado resonar de lo tacones de las sandalias de ella acercarse seguido de un tropezón que fue capaz de ver al alzar su mirada de ese profundo turquesa. Arqueó una de sus cejas por ello, pensando que realmente se iba a matar en algún momento, pero al verla sonreír de esa animada forma y mostrarle su vestimenta, causó que se acercara unos pasos hacia ella mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta la cartera para guardar en ellas los boletos y, una vez a escasos pasos de ella, la observó de arriba a abajo. Iba hermosa, no podía negarlo, pero...- Dejando de lado el... amplio tramo de piel que se ve por ambas partes -sí, sutileza, a pesar de que pudo sonar como un reproche lo dijo con sutileza- ¿No crees que vas con un vestido muy ligero para la noche que hace? -Claro, no hacía precisamente calor, si hasta él llevaba una gabardina por si acaso, ella debería de tenerlo más en cuenta. Pero claro, el médico sabía que su mujer no era precisamente cauta y previsora. Pero para eso estaba él, para compensar eso, aunque quizás más de lo que debería ser, pero...

Por eso mismo, posó sus manos tras volver a guardar la cartera en el bolsillo de su chaqueta en los hombros de la pelirroja y la llevó hacia la habitación de ella para, por si había algún reprocho, simplemente le hiciera caso y cogiera alguna prenda que la cubriera o en su defecto, que se cambiase, ambas le valían. Por una vez no estaba pensando en que era pudiera estar mostrando mucho al resto, su preocupación genuina era, realmente, que no cogiera frío.
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Mensaje por Natasha Leisser Sáb Ago 13, 2016 9:30 pm

Enarqué una ceja, a la espera de una reacción por parte de mi compañero y para nada sorprendida al no recibir un halago por parte suya. ¿Cuándo él me había dicho alguna vez que me veía linda con cualquier atuendo que pudiera llevar? No que yo recordara, ni una sola. Lancé un suspiro de resignación, encogiéndome de hombros al hacerlo.
-A veces, en los conciertos, suelo usar ropa mucho más reveladora, si es lo que eso te preocupa... -le miré con el ceño ligeramente fruncido, aunque en realidad no estaba molesta. ¿Cómo estarlo por que sucedía día con día? No era como si me preocupara a estas alturas del partido. Ladeé el rostro con sutileza, contemplándole-, ¿para la noche que hace? Cariño, ¿necesito recordarte de dónde provengo? No tengo frío...
¿Eso le importaba a él? ¿Siquiera me escuchaba? No. Y a pesar de todo me dejé guiar de regreso a mi habitación, sólo porque con dicha acción pude satisfacer un poco mi gusto de sentir sus cálidas manos sobre mis hombros desnudos. No me sentí ni por asomo avergonzada por el hecho de que él pudiera ver el caos que representaba mi habitación, si se tomaba en cuenta que quien la habitaba, ósea yo, era mucho más revoltosa y desordenada... se podría decir que aquella recámara pecaba de impoluta.
Sin ánimos de renegar ni discutir, puesto que ya se nos hacía tarde y en verdad tenía mucha ilusión de asistir al teatro con él, volví a acercarme al guardarropa y tras un rápido vistazo al contenido de esta, opté por tomar lo primero al alcance que resultó ser una chaqueta de cuero negro, típica de la imagen que proyectaba como vocalista de una banda de rock sinfónico, y que por azares del destino combinaba extrañamente bien con el vestido que tenía puesto. Aquello era más práctico que volverme a cambiar, y el hombre que tenía por esposo no podía negarme lo contrario.
Giré hacia la salida y sin mediar palabra, salimos de la casa tras Gerhard asegurarse que todo quedaba perfectamente cerrado. Me subí al asiento del copiloto y aguardé a que el pelimorado se alistara para arrancar el auto, yo dejando sobre mi regazo la chaqueta de cuero negro que, a mitad del trayecto, terminó por resbalarse hacia el espacio que existía entre ambos asientos delanteros. Como no estaba acostumbrada a cargar con prendas de más al menos que fuese estrictamente necesario, no percaté de que la hacía en falta hasta que no llegamos a nuestro destino y mi marido aparcó en un cajón de estacionamiento disponible.
Al bajarme del vehículo, cerré la puerta y me adelanté un poco, extasiada y emocionada ante lo que prometía aquella velada. Casi parecía como niña chiquita, mirando a mi alrededor como si nunca antes hubiera asistido a una función de teatro. Pero aquella noche era especial, o al menos eso quería yo creer. Esperé a mi acompañante en la entrada del enorme edificio de construcción clásica, mientras este se demoraba cerciorándose que todo estuviera en orden con el automóvil, y justo cuando una ligera brisa helada se alzó fue cuando me percaté que había olvidado mi chaqueta en el interior del coche. Un simple vistazo por encima del hombro me bastó para comprobar que tampoco Gerhard la traía consigo... Más que perfecto, ahora el de cabello morado me iba a estar recalcando este descuido lo que restara de la velada. Qué pocas ganas de escucharle recliminarme por ello, como si fuese mi padre... ¡Ni mi padre era tan insistente ni meticuloso en esos detalles!
Estaba en estas cavilaciones cuando una pesada mano se aferró a mi hombro de forma posesiva, trayendo como consecuencia un estremecimiento involuntario de mi cuerpo a modo de desagrado. Alcé la mirada hacia el desconocido que estaba osando en agarrarme de esa forma tan íntima.
-¿Qué tal, nena? ¿No quieres acompañarnos a mí y a mis amigos a por unas copas? Yo te invito.
Una mirada por encima del hombro ajeno y descubrí que dos tipos más venían acompañándolo, y a por cómo vestían dudaba que estuvieran aquí para entrar al teatro.  
-Lo siento, pero ya vengo con alguien más...
-¡Venga, dulzura, no te pongas refriega! Si te portas bien, hasta consideramos el pagar el hotel...
¡¿Qué?!
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Mensaje por Gerhard Leisser Lun Ago 21, 2017 1:29 pm

Le hizo caso, sorprendente. A pesar que su solución fue coger una chaqueta de cuero, pero al menos iba más cubierta. Con el tema de las piernas ya no podía hacer nada... pero bueno, sabiendo cómo era ella, bastante era que le había cedido el gusto de hacerle caso, la verdad...

Pronto salieron de la casa tras confirmar que todo estaba en orden... o bueno, al menos cerrado y asegurado, y se encaminó la pareja al coche para poder realizar el camino hasta su objetivo: El Teatro "Incandescenza Stella" situado en la ciudad de Idarion. No es como si hubiera un trayecto largo, pero sí suficiente para tener que realizarlo en coche. Y, obviamente, no era el único que había pensado en recurrir a un automóvil para llegar hasta allí. Pero no se pudo quejar de la suerte al no encontrar problemas para poder aparcar el coche. Y dejando que Natasha se adelantara hacia el teatro, él se aseguró de que todo estuviera correcto antes de encaminarse hacia la entrada del mismo, acomodando los puños de su camisa en el proceso de manera correcta. Pero para su sorpresa cuando alzó la mirada, su mujer no estaba precisamente sola.

Y aunque en un inicio sólo su ceja se arqueó, mosqueado con el asunto, pasó a ser un ceño fruncido de pura molestia al ver como se acercaban más aquellos tipos impresentables a ella. Por eso aceleró un poco el paso y sujetó la muñeca del hombre que se había atrevido a tocarla, retirando su mano con casi brusquedad mientras en su rostro era palpable la molestia y desagrado que aquello le producía. - ¿Tenéis algún asunto con mi mujer? - Inquirió con seriedad mientras su mirada se entrecerraba en una amenazante mirada y alzaba más su mentón en un claro signo de superioridad, aprovechando el hecho de que él era más alto que todos aquellos sujetos. Eso sumado al fuerte acento que cargaba su voz, no hacía que pareciera menos amenazante, si no todo lo contrario.

Porque no iba a permitir que ninguno de aquellos estúpidos tocara ni un solo pelo de su esposa. Aunque eso conllevara recurrir a soluciones poco pacíficas... - Vamos, Natasha... - La instó a caminar al rodear con uno de sus brazos los hombros de ella, dando media vuelta para volver a encaminarse a las escaleras que daban lugar a la puerta del espléndido edificio clásico.
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