Siesta de muerte... (Priv Louie)

El día que llegué a la academia Soffio Divino di Angel  el clima estaba lluvioso y bastante fresco, aún me costaba reconciliar aquellos extraños paisajes con los de mi antiguo hogar; todo en aquella tierra resultaba cautivante, aún si no podía dejar de lado la nostalgia por encontrarme tan lejos de casa por primera vez.

Traté de camuflar aquellas emociones tan intensas lo mejor que pude, a nadie le agradaría un sirviente con cara larga y ojos de cachorro abandonado por su madre; estaba cerca de convertirme en un adulto, tenía que madurar y fortalecerme si quería ayudar a mis padres. Ya había tomado el primer paso, me encontraba a centenares de millas de casa, no había a donde correr a esconderse y buscar refugio; estaba solo y tenía que aprender a lidiar con ello.

El comité directivo se portó sumamente amable conmigo, de hecho tuvieron sumo cuidado de hablarme con suficiente lentitud como para que entendiera bien su inglés, en vista de que mi país empleaba una lengua muy diferente; como sea por momentos parecía que más que extranjero ellos pensaban que tenía alguna clase de déficit de la inteligencia… en especial cuando me explicaron hasta como se utilizaba el baño ¿Habrán pensado, realmente, que en India no hay baños o que los que utilizamos son sustancialmente diferentes a los suyos? Quien sabe, siempre había creído que los europeos eran gente bastante peculiar; aún así no podía decir que me desagradaran… después de todo solo intentaban ser amables.

Al terminar de recibir todas las instrucciones pertinentes, y algunas otras extras por sí las dudas, me permitieron retirarme hacia la Residencia que auspiciaría de hoy en más como mi nuevo hogar. Agradecido atravesé los inmensos jardines hacia el edificio donde se alojaban todas las habitaciones de los alumnos varones.

Solo esperaba que la decisión de delegarme a un amo masculino no tuviera nada que ver con sus especulaciones acerca de mi sexualidad, porque por mal camino iban si estaban evitando tentarme… Desde luego que tener inclinación por mi mismo sexo no era información pertinente a un curriculum, pero así y todo tampoco había sido un tema de conversación en la charla introductoria, desde luego que no,  siendo indio y gay ¡Que Brahma me librara de subir de peso si no quería acabar confinado en un Ghetto!

Dejando atrás mis propias cavilaciones enredadas me tranquilicé un poco cuando por fin ingresé en la Residencia y me percaté de que varias chicas se encontraban al pendiente de algunos varones, teniendo así la certeza de que el género no tendría nada que ver a la hora de elegir que sirviente estaría a cargo de qué maestro.

Con total diplomacia me anuncié en la recepción donde me volvieron a  indicar el funcionamiento de la estancia y la ubicación exacta del cuarto de mi amo. Luego de aceptar los consejos del recepcionista agradecí su colaboración y subí hacia el piso donde se hallaba el cuarto de mi nuevo maestro: Louie Wallace.

Al llegar a la puerta del cuarto llamé, suavemente con los nudillos, sin embargo no obtuve respuesta alguna. Repetí aquel procedimiento otras seis veces, dejando al menos un minuto entre cada llamada. Cuando me percaté de que el amo no se hallaba en el cuarto me atreví a girar la perilla para comprobar si la habitación estaba cerrada y él no quería que nadie ingresara o si había dejado abierto para que cuando yo llegara pudiera ponerme enseguida a trabajar en el orden de la habitación.
Al parecer estaba más acertado en mi segunda hipótesis, por lo que ingresé hacia dentro de aquella dependencia y avancé hacia el cuarto anexo que fungiría como mi alcoba, allí dejé mis pertenencias y me deslicé enseguida al baño para despejarme y vaciar mi vejiga luego de varias horas de retención de líquidos.

Al entrar al baño me di cuenta de que no era necesario ni encender la luz gracias a la luz natural que se filtraba por la alta ventanilla; directamente fui hacia el lavabo y abrí el grifo de agua fría restregando aquel líquido en mi rostro hasta que me sentí renovado; sin perder de vista mi reflejo en el espejo avancé  tres pasos hacia la única dirección donde podía hallarse el retrete, mientras me bajaba la cremallera de los pantalones y me liberaba para poder orinar al fin.

-¡Jodida Vaca Sagrada!-Maldije, al girar mi rostro, cuando me llevé tal susto que acabé subiendo mi cremallera por acto reflejo y me pincé los huevos en el proceso… Y es que delante de mí parecía haberme encontrado con una escena salida de un capítulo de CSI y sobre la taza del baño un cuerpo se hallaba medio destartalado, como si hubiera estado sentado en algún momento y luego hubiera perdido la consciencia.

Aterrado ante la expectativa de que este sujeto fuera mi amo y le hubiera pasado alguna cosa terrible, me arrodillé delante de él colocando mis dedos en su yugular para tomar su pulso; ante lo que me encontré mucho más desconcertado al darme cuenta de la suave respiración regular que ejecutaba.

-¿Dormido? –Sí… al parecer solo había querido echar una siesta sobre tazón; normal que a uno le entrara una buena modorra luego de una evacuación, pero honestamente este sería un tema a tratar en profundidad; en especial luego del susto de muerte que me había llevado y que probablemente me había dejado infértil para el resto de mi vida- Jo---Joven Maestro… ¿Se encuentra bien? –Inquirí con una voz suave mientras le picaba el hombro con el dedo índice