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Mensaje por Sergei Hwergelmir Miér Nov 18, 2015 11:43 pm

5:45 am

Prácticamente acababa de llegar de Japón. En avión había viajado hasta Italia, a una de las ciudades que contaba con puerto desde el cual se trasladó por mar hasta Idarion. Ya todo estaba arreglado, unas semanas antes se habían hecho todos los preparativos para que tuviese él un departamento en el cual instalarse por lo que a pesar de la hora pudo desplazarse hasta dicho lugar e instalarse. O eso debió haber hecho, porque en realidad solo abrió las maletas con armamento y las “normales” las dejó casi tal cual llegaron. Solo una había abierto para sacar lo necesario y darse una ducha, tenía algo importante por hacer en cuanto el sol iniciara su habitual recorrido de ese día.

Tenía que admitirlo, se sentía extraño estar de regreso en la isla. A veces todavía le costaba creer el tiempo que había transcurrido desde que se vio obligado a irse de ahí, ahora volver a pisar el mismo suelo parecía… irreal en cierta forma. Extrañaba a Julieta… ¿cómo sería el volver a verla? Quería averiguarlo cuanto antes sin embargo las órdenes de los Sumiyoshi habían sido muy claras, debía primero encontrarse con una vieja conocida de la familia a quien se le había confiado la vigilancia de Julieta desde el momento en que él se separó de ella.

Recordaba a Wyatt como una chica poco accesible, claro que eso había sido hace ya varios años cuando ambos se conocieron siendo mucho mas jóvenes, antes de que la rubia desapareciera junto con su madre. Siempre habían sido leales a los Sumiyoshi quienes les brindaron protección, hasta ese día en que se esfumaron sin decir nada. Llevó tiempo volver a saber sobre ellas pero al parecer aún existía un poco de esa lealtad por parte de Ania, porque la madre había fallecido tiempo atrás. Ahora tenían un punto en común, no grato, pero común al fin y al cabo.

-No recuerdo haber pisado este sitio antes…- murmuró para sí. Ya se había adentrado en la zona de la catedral y a paso calmado se dirigió hacia el punto exacto de reunión. Allí había una banca mas no tomó asiento, prefirió recargarse sobre el árbol contiguo y esperar por la figura femenina que lo pondría al corriente de lo ocurrido con cierta castaña. ¿Qué le diría? Prefería no hacer suposiciones por su cuenta, escucharía y después lo corroboraría personalmente.

Alzó la vista a lo alto de la arquitectura de la iglesia, estar ahí era tan raro como rondar por Idarion sin la formalidad de un traje, después de todo ya no era sirviente de nadie, ahora debía fingir ser un habitante cualquiera del lugar. Tarea más complicada le habían asignado.
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Mensaje por Ania Camorra Sáb Dic 19, 2015 7:55 pm

Aunque me encontraba algo cansada por el concierto de la noche anterior en Francia, no podía darme el lujo de descansar. Viajé en tren hasta Italia y de allí en auto hacia la ciudad portuaria en la que tomaría el yate hacia la isla de Idarion. Ni siquiera en el trayecto hacia allí me había tomado los minutos de dormitar un poco, sino que mi mirada se había perdido todo el tiempo en el panorama exterior que íbamos dejando rápidamente atrás. En esa ocasión no me había acompañado Lionel ya que aún no terminaba con la tarea que previamente le había encomendado para la ocasión.
Mi ceño se frunció ligeramente, sin despegar la mirada del exterior que contemplaba a través de la ventanilla. Con que los Sumiyoshi habían requerido de mis servicios, ¿no? Bueno, lo que me habían pedido no estaba más allá de mis capacidades, y en lo personal no tenía ninguna complicación en llevarlo a cabo. Les había dejado en claro que si les apoyaba en eso, era únicamente porque tenía que saldar la deuda que se les debía, no de mi parte, sino de mi madre. Por ella es que lo hacía, no porque yo directamente me sintiera con el deber de pagarles nada o de profesarles lealtad. Era libre a mis propios ideas y todo aquello externo me tenía sin real cuidado.
Mientras viajaba en barco hacia la isla, me apoyé ligeramente sobre el barandal con desgano y permití que la fresca brisa salina despejara mi mente. Ahora, ¿qué opinarían con respecto a las noticias que portaba? Lionel había hecho un excelente trabajo en filtrarse para obtener la información necesario con respecto a la heredera de los Sumiyoshi, al tanto que yo me encargaba de velar por ella a la distancia. Tarea difícil si se tomaba en cuenta que la jovencita en cuestión hacía muy bien su trabajo de impedir en ser localizada. No sabía hasta dónde nos llevaría todo aquello, y en verdad que no me importaba en lo más mínimo, siempre y cuando esto no me involucrara más de lo que estaba dispuesta. De una u otra forma aquella complicada red de mentiras y engaños tenía que sucumbir y resolverse.
Cuando llegamos al puerto de Idarion, solicité que me dejaran a un par de calles de donde había sido citada por el enviado de los Sumiyoshi, y que el resto de mis pertenencias fueran enviadas a la academia. Ni siquiera había tenido oportunidad de cambiarme de atuendo, por lo que todavía portaba el vestuario usado en el concierto dado no hacía muchas horas atrás. Vaya día pesado me esperaba, qué fastidio. Me coloqué los oscuros lentes para el sol para cubrir el cansancio que mis ojos azules mostraban para después bajar del auto, ignorando los reproches de mis acompañantes y, tomando tanto mi bolso personal como el sobre amarillo que había llevado hasta allí, me adentré en las solitarias calles de Idarion. Era lo más normal si se tomaba en cuenta la temprana ahora, la ciudad no despertaba todavía. Mis zapatillas negras de tacón alto resonaban contra el adoquín de las aceras allí por donde yo transitaba, siendo el eco audible por la escases de ruidos citadinos.
Al fin llegué a la catedral, un extraño lugar para citarse si se pedía mi opinión, y con sólo un simple vistazo pude distinguir a unos cuantos metros una oscura silueta recargada sobre el tronco de un árbol. Enarqué ligeramente las cejas pero no di muestra alguna de haberme percatado en su presencia. En cambio me dirigí a la banca disponible junto a él y con total despreocupación tomé asiento antes de dedicarme a contemplar con calma la maravillosa arquitectura que tenía frente a mí. Nada dije y el silencio nos acompañó por varios minutos.
-Así que Hwergelmir Sergei, ¿cierto? -me encogí de hombros, desinteresada, y volteé a verlo por encima del hombro. Bajé sólo un poco mis lentes de sol para poder contemplarle las facciones sin la oscura obstrucción- ¿Quién diría que nos encontraríamos nuevamente bajo estas circunstancias?
Mi expresión se mostraba serena, inmutable. Ni una sonrisa adornó mis facciones, ni siquiera por cortesía.



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