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Mensaje por Ania Camorra Mar Jun 02, 2015 5:31 am

Me habían pedido de favor que asistiera a la zona de artes plásticas como apoyo para uno de los asesores, quien al parecer se encontraba fastidiado de la vagancia de uno de sus pupilos. Me preguntaba si aquello era una forma disfrazada de mostrarme el mundo de la docencia, como plan de convencimiento para que aceptara el futuro empleo que me ofrecerían tarde o temprano los directivos de aquella institución. Pues bien, dentro de lo que mi opinión cabía, estaban mal encaminados si lo que querían era atraerme, y me apetecía en lo más mínimo tener que lidiar con alumnos desobedientes. Llegué a la hora acordado, fuera de una de las aulas, y allí el profesor me puso al tanto de la actividad especial que deseaba aplicarle a su estudiante: al parecer el susodicho ya esperaba dentro de la habitación, a total oscuridad e imposibilitado de ver en lo más mínimo, en parte por la misma penumbra del recinto, en parte por el vendaje que le cubría los ojos. Habían seleccionado una de mis canciones y la pista ya estaba lista para ser reproducida, yo lo que tenía que hacer era simplemente adentrarme en el aula y cantar... ¿Precisamente para qué? No le hallaba real relación la música con la pintura, pero al parecer el objetivo de aquella curiosa actividad radicaba en que el joven tendría que escuchar mi voz  y de allí echar a volar su imaginación, formarse una figura visual de mi apariencia con sólo mi voz como referencia. Algo de inspiración, al parecer... ¿En dónde radicaba el castigo en todo eso? Ni idea, quizá en el hecho de retenerlo más tiempo después de clases, ¿qué más daba?
Ahora aguardaba pacientemente a que el profesor terminara de instruir a su alumno dentro del salón antes de que me pidiera que entrara. Cuando escuché su rasposa voz pronunciar  un escueto "adelante" del otro lado de la puerta, abrí la misma y entré. Todo estaba completamente oscuro, y aún con los ojos abiertos y enfocados lo más posible por distinguir era casi nula la visión, ahora más aquel pobre ser con la tela como obstrucción. Sin embargo la luz del pasillo logró colarse por la puerta mientras estas se mantenía abierta y así pude apreciar el perfil del joven castigado. Enarqué las cejas al reconocerle. ¿Cuántos años habían pasado ya desde mi partida a japón, sin decirle absolutamente nada de ello a aquel chiquillo pelirrojo? Y ahora el destino me lo hacía cruzar de aquella manera... No sabría si calificarlo como curioso o cruel. Si era sincera, ya había dado por hecho que nunca más lo volvería a ver. Miles de imágenes de mi pasado cruzaron mi mente, sólo en fracciones de segundo porque aunque la sorpresa había sido enorme, ni un momento perturbó en mis acciones ni expresión. Y ya que el alumno en cuestión era pseudo-conocido mío...
Comencé a entonar el inicio de la melodía, que iba en acapella, y el profesor accionó el reproductor de música. Tanto instrumentos, sonidos electrónicos y voz se acoplaron hasta hacerse uno sólo y retumbaro en el interior de las cuatro paredes. Me acerqué al pelirrojo, haciendo resonar el tacón de mis botas negras, y caminé entorno a él mientras la melodía aún seguía. Le canté cerca de su oído cuando la melodía aún era tranquila y grave, y cuando esta comenzó a elevar de tono e intensidad, me aparté y recorrí parte de la estancia mientras seguía cantando el coro, para de nuevo retornar a su lado, cuando la música se calmó, anunciando el desenlace. Me posicioné frente a él y con dulzura le acaricie la mejilla, esos mismos dedos se deslizaron a la parte posterior de su cabeza y de allí deshacer el nudo que mantenía sujeta la venda sobre sus ojos. Se la retiré con lentitud al tiempo que cantaba la última frase y justo en ese momento el profesor encendió una tenue luz, la suficiente para poder ver a nuestro alrededor y que no hiriera a los ojos al mismo tiempo.
Todo quedó en silencio y sólo me limité a sonreír de lado, casi en un rictus cínico, mientras dejaba que los ojos contrarios se fijaran en las facciones de mi rostro.
-Haz crecido, Suzugamori Ren.


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Mensaje por Ren Lindgren Vie Dic 11, 2015 10:27 pm

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Que estupidez más grande la de castigarlo porque no prestaba atención a las clases... Por culpa de aquellos estúpidos profesores que al final no encontraban más que un castigo más innecesario que otro... Eran tan aburridos... Pero luego si no prestaba atención se lo reprochaban a él, aunque realmente la culpa la tenían los profesores por aburridos. Pero, al estar en aquella isla y al acudir a aquella academia no tenía realmente muchas otras alternativas para escaquearse con vida de todo aquél embrollo. Estaba sentado, en una habitación totalmente oscura y además con una venda en los ojos... ¿Eso no iba en contra de las normas? Perfectamente podían utilizar eso una escusa para hacer totalmente otra cosa con él. ¿Preocupado? ¡Ni de lejos! A pesar de que no se podían ver sus ojos, sus facciones si denotaban la completa despreocupación que sentía, su letárgico desinterés. Pero, llegó a la conclusión que si quería ser finalmente liberado de aquél castigo no le quedaba más que escuchar las palabras de aquél profesor y cumplirlas, por muy aburridas que le resultaran. Pero, al parecer tampoco era tan complicado, solo tenía que dibujar... A ojos vendados... ¡¿Cómo pensaba que podía hacer algo así?! —Que pereza... ¿No tenía algo más simple, profesor?— Dibujó un cómico puchero mientras dejaba escapar un suspiro de casi exasperación. Tras ser regañado y que el profesor le prometiera estar libre después de aquello, Ren acabó por desistir y pronunciar que permanecería quieto, que aceptaría hacer aquél teodioso trabajo y finalmente empezó: cuanto antes acababa, mejor.

Pero cual fue su sorpresa al reconocer aquella voz. Quizás por el simple hecho que que sus ojos estaban vendados y que por tal era capaz de sentir mejor, quizás porque a pesar de fingir aquel completo desinterés en el fondo realmente recordaba cada uno de sus amigos. Ellos, sus amigos, jamás los olvidaría. Nunca. El ama de aquella voz había sido una de sus más importantes amigas, la había llegado a considerar como una hermana mayor que nunca tuvo... Pero... Se había ido, de la nada, lo había traicionado. Su cabeza no se movió demasiado, simplemente se inclinó un poco al frente y su mano palpó la mesa, en busca del lápiz y, al tomarlo, tampoco tardó en comenzar a trazar una finas lineas... ¿Quería que dibujara lo primero que se le ocurría? ¿Cuál sería la sorpresa del profesor al ver en aquél pulcro papel el retrato de aquella cantante en sus años de juventud? La recordaba, perfectamente y, Ren siempre había sido bueno en cuanto al arte se refería. Que no quisiera hacerlo era otra cosa. Cuando la melodía llegó a su fin únicamente soltó el lápiz, quién por inercia rodó un poco por la mesa. Sintió sus manos, pero, por algún motivo no puso sentir más que un pequeño odio nacer en él. Fue liberado y sus ojos se fueron acostumbrando a la tenue luz que el profesor había encendido. La miró, a ella, a Ania y, ante aquella sonrisa ajena, él mismo esbozó una, algo más retorcida, no muy usual en él.

¿Y eso te sorprende, Ania?— Apoyó ambas manos en el pupitre y se fue incorporando, sin borrar aquella sonrisa tan particular de sus labios. No era desinteresada, para nada, era más bien, algo maléfica, tenía cierto toque bélico y arrogante que raramente se hacía ver en él. Pero era una verdad absoluta: Ren estaba más caído en la oscuridad que la luz y a pesar de todo no quería salir de ella. Él había elegido y aceptado la oscuridad por delante de la luz. —¿Cuántos años pasaron ya? Perdí la cuenta— Tomó el dibujo y fue caminando hacia el profesor, extendió su brazo, entregándoselo antes de voltear hacia la pelirrubia muchacha que, con el pasar de los años tampoco es como si hubiera cambiado mucho su apariencia —Aún lo recuerdo perfectamente...— Dicho aquello se fue acercando a ella una vez su mano quedó libre del blanquecino papel que poseía los trazados del rostro de la cantante con absoluto detalle. Pero, eso era su última preocupación al momento —Aquél día te fui a buscar y el siguiente también. Te busqué realmente mucho, pero nunca volví a encontrarte. Desapareciste...— Al pasar a su lado paró de golpe, mirándola de reojo, entre las rojizas hebras que poseía y con aquellos ojos del color de la sangre, astutos como los de un zorro —... Me traicionaste— Y aun así, su voz no dejó de sonar una mezcla entre altiva y cruel, aún cuando lo había pronunciado tan bajo como para que solo ella lo escuchara. Levantó un poco su cabeza y sonrió de lado, con cierto sarcasmo.


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Mensaje por Ania Camorra Sáb Dic 19, 2015 7:17 pm

Entrecerré ligeramente los ojos, analizando cada uno de los detalles en la expresión del pelirrojo. Con desenfado apoyé mi cadea sobre el borde de la mesa y me crucé de brazos mientras este le entregaba el trabajo realizado al profesor en cuestión. No había podido apreciar la clase de arte que el contrario había hecho de mí, pero para ser sincera me interesaba muy poco el saberlo. Enarqué una ceja cuando aquel chiquillo que conocí en Japón, ahora transformado en todo un jovenzuelo hecho y derecho, regresó su andar hacia donde yo me encontraba. Sólo le dediqué un rápido vistazo al susodicho antes de enfocar mi atención en el hombre de entrada edad que se encontraba en la estancia junto a nosotros. Este encendió la luz y, por la expresión que su rostro mostraba, se podía apreciar que estaba maravillado con el resultado del talento de mi pequeño amigo. Nuestras miradas se cruzaron y algo en mí debió darle el aviso, por lo que pidiendo las dispensas adecuadas, abandonó el salón para dejarnos completamente a solas sin que nadie se lo pidiera en alta voz. Ahora con aquel inconveniente solucionado, podía prestar real atención a lo que Ren trataba de decirme.
Viré parcialmente mi rostro hacia el único ser vivo en la estancia y le dediqué una penetrante mirada de soslayo mientras guardaba silencio, dándome el placer de tomarme mi tiempo a responder las directas del chico. Aunque era algo que en sí no necesitaba ser respondido, al tratarse de afirmaciones contrarias; de todas formas sentía que él estaba esperando a que dijera algo... ¿O bajo qué otra circunstancia se hubiera quedado allí en lugar de marcharse?
-¿Sientes que te traicioné? -inquirí con indiferencia, con toda la intención de hacerle dudar en la seguridad y temples mostradas por el pelirrojo. Lancé un suave suspiro y una sonrisa sutil apareció en mis labios- Si eso es lo que piensas, entonces está bien que así lo hagas. Debo admitir que no creí que permitieras que alguien fuera capaz de afectarte a tal grado de sentir que fuiste 'traicionado'; aunque las personas cambian, ¿no es así, Ren? Ya no eres aquel chiquillo que correteaba de un lado a otro en busca de un poco de atención -giré un poco mi cuerpo para poder tomar asiento sobre la mesa, apoyando ambas palmas de las manos por detrás de mi cuepo para adquirir mayor sostén y una postura más cómoda. Alcé mis ojos azules e impertérritamente traté de enfocar las orbes contrarias- pero si de algo te sirve para mitigar esa rabia contenida, puedo decirte que no fue decisión mía el irme en aquel entonces, no estaba en mis manos. Pero ciertamente, la forma en que lo hice, sí fue una opción que yo elegí... ¿Por qué? ¿Nunca te lo preguntaste? -arqueé ambas cejas con la incredulidad pintada en el rostro- porque quería evitarme la molestia de una banal despedida, y es que a mí no me interesa de qué modo me recuerdas.
En parte eso era cierto, pero además tenía otro motivo por el cual había actuado de aquella forma: porque había creído que de esta forma el joven sería capaz de mitigar mi ausencia sin recurrir a la melancolía. De alguna manera lo había hecho por su bien, aunque de antemano hubiera sabido que este acto de consideración no sería tomado a bien por el chico. Y eso que nunca me había considerado una persona que se interesara por el bienestar ajeno; pocas cosas realmente podían importarme... Pero cuáles eran estas era un punto que, por ahora, no entraría en discusión.
Ladeé suavemente mi rostro hacia un lado, provocando que mi rubia cabellera se posara con suavidad sobre mi hombro derecho.
-Dime, Ren... ¿me odias?
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Mensaje por Ren Lindgren Vie Feb 05, 2016 11:16 am

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Ladeó suavemente su rostro a un costado ante sus palabras, aun manteniendo ese extraña mezcla entre altivo y cruel, casi aburrido de aquellas banales palabras de la otra. Sí, Ren no era el mismo de antes, ya no era un niño tan pesado en lograr aquello que se proponía como ella lo decía, en su corta vida había conocido la oscuridad y había quedado maravillada por ella, tanto que ya no le importaba acunarse en ella. ¿Forma para escaparse del mundo? Bajo ningún concepto, él era él mismo, con sus pros y contras. Pero... Algo que jamás había logrado aceptar era que un amigo lo traicionara, ya lo había sufrido sobre su propia piel, aunque ese chico había intentado hasta el final salvarlo y lo había logrado. Pero Ania era una cosa a parte, era muy diferente.— ¿Acaso no lo hiciste? —Dibujó una sonrisa, algo burlesca— Desapareciste sin dejar rastro, tú que fuiste como una hermana mayor para mi. A quien tanto quise. —Se encogió de hombros. ¿Estaba siendo cruel? Ren lo era, no era para nada inocente, aun cuando fingiera serlo. Aquella cantante de dorados cabellos no vería con tanta facilidad su lado más ingenuo, al igual que los demás no verían esa sonrisa en sus labios postrada ¿O puede que si?— Siempre consideré la amistad más importante que todo, Ania —Dejó en claro. Sus labios seguían teniendo una fina línea que era más una sonrisa torcida que cualquier otra cosa. Pero no se movió, ni mostró duda a la hora de que sus ojos se cruzaran. No tenía miedo, ni nada que esconderle a ella en concreto.— Exacto. Las personas cambian tanto que en ocasiones ese cambio es aterrador. Yo cambié, pero veo que tú también lo hiciste —Entrecerró sus ojos color carmín hasta dejarlos en una fina veta y los volvió a abrir, negando lentamente con un gesto de la cabeza, restándole importancia al asunto. Claro que había cambiado, todos habían cambiado.

Pero su sonrisa desapareció ante sus siguientes palabras, dejando tan solo una neutral expresión en su pálido rostro. ¿Qué estaba diciendo? Ella no tenía idea de lo que pasaba por su mente, claro, nadie de todos aquellos que estaban a su alrededor lo podían saber. La escuchó, sin pronunciar palabra. ¿Lo iba a aceptar así sin más porque sí? Eso era algo que menos le podía importar. Se volvió a encoger de hombros con indiferencia antes de volver a clavar sus ojos en los ajenos— Exactamente es eso lo que más cuenta. Desapareciste sin decir palabra alguna, de un momento a otro te fuiste como si no fueras más que un espejismo —Y ahí sus palabras fueron manchándose de veneno puro ¿Estaba molesto? Sí, muy molesto, tanto como lo había estado con su mejor amigo en un momento dado ¿Habría tenido que aprender la lección? No, porque si Kai se había alejado había sido culpa suya, pero, suya no era la culpa de que aquella chica desapareciera sin haber dejado rastro alguno— Si no me habrías importado, no habría estado durante años preocupado por ti... Pero al parecer ese sentimiento fue solo de parte mía —Se cruzó de brazos, observándola con una extraña mezcla entre seriedad y serenidad— Aquí no se habla de despedidas o menos. Estás terriblemente engañada, Ania. Lo que nunca olvidaré es un rostro. Pero aun así pareciera que te atreviste a pisotear nuestra amistad sin la más mínima preocupación —Pero en aquél momento ya le daba igual. Dio un paso hacia delante, apoyando su mano en la mesa en la que ella estaba sentada y con aquellos ojos astutos cual zorro fijos en la otra se fue acercando. ¿Hacía cuanto no se sentía tan molesto con alguien en particular? ¿La odiaba? ¿Cómo podría hacerlo? Su mano libre tomó los dorados mechones ajenos entre sus dedos y sonrió— ¿Odiarte? ¿Yo? Claro que no —Sonrió, sonrió de nuevo, solo que esta vez fue una sonrisa inocente, infantil, cerrando sus ojos en el proceso— Solo estoy enfadado, muy enfadado —Añadió. Abrió sus ojos y sonrió una vez más, solo que esta vez, si era visible el enfado en sus facciones. Dejó que el pelo ajeno se deslizara entre sus dedos mientras retrocedía y la volvió a observar, fijamente, sin pizca de diversión en sus rojos ojos.    
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Mensaje por Ania Camorra Mar Feb 16, 2016 7:17 am

Mi expresión no podía ser una que totalmente imperturbable, clavando la mirada en las orbes rojizas contrarias mientras permitía que dijera todo lo que tuviera que decir. Que expresara su molestia y frustración como más quisiera, ya fuera mediante una mirada significativa o aquel atrevimiento de tomar mi cabellera y jugar con esta por un breve instante. Me daba igual, y en cierta manera poco me podía importar lo que él hiciera ahora. Ya no era el niño que dejé atrás en Japón cuando me vi forzada a huir junto a mi madre, ni tampoco albergaba esperanza alguna de que aún lo fuera. Como bien habíamos dicho ambos, las personas cambiaban para bien o para mal, y poco podría interesarme las diferencias que ahora podría tener el Ren que tenía ante mí. Él era un desconocido con facciones familiares, eso era todo.
No me inmuté por la intensidad de su mirada, con la cual debaja en claro lo altamente enfadado que se encontraba en esos momentos. Quizá si hubiera sido otro tipo de persona, me hubiera soltado a reír allí mismo ante lo irónico de la situación, o incluso la culpabilidad hubiera hecho mella en mí y me dedicaría en esos momentos a disculparme y explicar mis motivos para tales acciones pasadas. Ni una, ni la otra. Yo no era de esos tipos de personas, ni mucho menos existían ánimos para soltar mis razones de aquella vez. Indiferencia total, como en todo lo demás.
Alcé la barbilla casi imperceptiblemente y guardé un silencio prolongado, en el cual me di a la tarea de penetrar al ajeno con mis gélidos ojos azules.
-No has parado de decir, constantemente, que yo te traicioné. ¿Pero puedo preguntarte para ti qué es una traición? Porque desde el modo en el que se mire, la luz puede mostrar distintos matices... incluso la oscuridad. Desde mi perspectiva, fue lo mejor que pude haber hecho por un chiquillo al que no volvería a ver jamás -recalqué sin más, comenzando a hastiarme un poco de la situación-. Dices que has cambiado, pero no estoy segura que en dicho proceso hayas madurado a la vez -me crucé de hombros y me mantuve serena, sin intimidarme ante la presencia ajena. Totalmente apacible, como si aquella charla no tuviera nada que ver conmigo- no me odias, ¿entonces qué haces? Has dicho que para ti la amistad es lo más importante. Entonces dime, Ren, si realmente esto fuera cierto, ¿no crees que el único que ha traicionado a alguien aquí eres tú? Pues no te tomaste ni un segundo para analizar en si tenía motivos para hacer lo que hice. Desconfiaste de mí casi como si hubieras estado esperando todo el tiempo a que las cosas sucedieran de dicha forma -fruncí el ceño con sutileza- no te mentí cuando dije que poco me puede importar lo que tú o cualquier otra piense de mí. Tampoco esperaba que un simple niño comprendiera la situación. Ahora te pregunto, ¿hubiera cambiado en algo que me hubiera despedido de ti en su momento? En tu discurso mencionaste que esto no se trataba de despedidas, ¿entonces de qué se trata? ¿Es porque me fui? Tendré que reiterarte, una vez más, que iba a irme cuando lo hice, te dijera a ti o no de ello. De no haberlo hecho, probablemente no tendríamos la oportunidad de mantener esta amena conversación entre ambos -aquello último casi podía tomarse como sarcasmo por parte mía, si no se supiera ya de antemano que esas cosas escasamente iban conmigo. Estaba siendo totalmente franca-. Me marché porque no habíamos tenido otra opción, porque era eso o morir -¿Qué podría saber él? No mucho-. Si me lo preguntas, prefiero que tengas recuerdos desagradables míos, la separación es mucho más sencilla si están esta clase de sentimientos nublando el sentir de una pérdida. De haberme despedido, seguramente te hubieras lamentado el triple y no hubieras sido capaz de andar tu camino por cuenta propia.
Sin más, me deshice de aquella postura desenfadada que había tenido a lo largo de la charla y me encaminé hacia la puerta, dando por zanjado el tema. Por mi cuenta eso era todo, no habría nada más por aportar a lo ya mencionado. Serían esas, y nada más, las explicaciones que le daría a aquel que nunca creí volver a cruzarme en mi vida. Que cada quien se hiciera dueño y responsable de sus propias acciones y fantasmas de ahora en adelante.
-Así que puedes estarme agradecido, por cortar aquel lazo de dependencia que te unía a mí -volteé a verlo con indiferencia por encima del hombro, antes de que pudiera alcanzar la puerta del aula- ¿tienes alguna pregunta?
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Mensaje por Ren Lindgren Jue Feb 18, 2016 10:09 am

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¿Qué esperaba? ¿Acaso pensaba que iba a abrazarla como un niño pequeño? ¿Qué iba a llorar por aquél reencuentro? ¡Que engañada estaba! ¡Que mal encaminada! ¿Realmente pensaba que sus palabras iban a bastar para hacerle cambiar de parecer? ¿A una persona tan terca como él lo era? ¡Imposible! Ella no sabía nada, absolutamente nada y aun así, seguía hablando con sus argumentos sin coherencia. Además ¿Le estaba diciendo que no había madurado? ¿Ella se atrevía a decirle eso? Una cruel sonrisa se hizo paso a través de la neutralidad de sus facciones mientras la observaba, a pesar de que no había bajado su rostro hacia ella, seguía manteniéndose en una desenfadada pero arrogante postura... Sí, Ren no era ya un inocente niño, a pesar de poder realizar el papel de uno... Pero... No podía perdonarla, a ella y a su extraña y egoísta forma de ver las cosas— No me importa la luz, ni como los demás podrían verla. Yo la veo a mi propia manera, con eso basta —¿Egoísta? Quizás, solo un poco, pero ¿Quién se lo iba a reprochar?— ¿Y tú en cambio? ¿Ania sí maduró? —Sonrió, ladino antes de cruzarse de brazos, manteniendo una mirada, ahora más neutral que la anterior.— No hables como si supieras el tipo de persona que soy ahora. Cambié, al igual que tú lo hiciste, para bien o para mal. Pero, ese no es el problema —¿Por qué debería de serlo? Las personas cambiaban al cabo de cierto tiempo, era imposible que no lo hicieran pues después de todo esa era su naturaleza, constantemente cambiante. Ren había aprendido qué era la oscuridad más honda, la había tocado y se había vuelto, eventualmente, señor de la misma y eso, a pesar de todo no le importaba en lo más mínimo, sino todo lo contrario. Ese lado oscuro suyo era tanto parte de él como cualquier otro. Frunció su ceño ante sus siguientes palabras, en un puchero de descontento, no estaba de acuerdo, nunca podría estarlo, pero, de por si él tenía una particular forma de ver las cosas.

¿Desconfiar? —Ladeó a un costado su rostro, altivo— Yo nunca desconfié de ti, en cambio te esperé, durante mucho, mucho, mucho tiempo... Pero solo ahora te atreves a aparecerte de nuevo ante mi, después de haber empezado a pensar que podrías haber sido tragada por la tierra. —Pronunció, sin modificar su particular, casi burlesco tono de voz— Sí, habrían cambiado bastantes cosas, realmente muchas. Para empezar no habría estado durante tiempo preocupado por ti. Pero te fuiste sin decir nada... Casi como si no hubiera sido más que un pasatiempo, un juguete bajo tus manos. —Estaba empezando a cansarse de repetir las mismas cosas, sin lograr que entendiera realmente ella a que se refería. Lo que le había dolido era haber sido tratado como un juguete al que tirar tras acabar de jugar con él. ¿Cómo podría agradecer algo así? Sobretodo ahora, en ese preciso instante cuando su caprichosa forma de ser le hacía rechazar cualquier relación que significara pertenecerle a alguien. Sí, tenía sus buenos amigos, con quién se divertía y hacía lo que al momento le apeteciera... Pero ella hacía parte de un pasado que simplemente no podía borrar, a pesar de desearlo— ¿Estás insinuando ser tan masoquista y a la vez egoísta que no te importen los sentimientos ajenos y solo los propios? No te sabía de esa forma, al parecer siempre estuve equivocado respecto a ti —Parpadeó. Sus ojos rojos como la sangre relucieron en aquella habitación y se posaron sin piedad sobre los ajenos— Estás equivocada. Me habrías ahorrado mucho sufrimiento simplemente diciendo que tenías que irte. Pero no lo hiciste y aunque no fueras la única culpable, me empujaste en la más oscura de las oscuridades y la desesperación —Sí... Los recordaba bien, esos deseos que aún hoy día le hacían estremecer.

Pero en el fondo debería agradecértelo, me hicieron fuerte, tu egoísmo alimentó al mío. A pesar de todo, alguien abrió mis ojos hace un tiempo y debido a ello ahora ya no puedo agradecerte por cortar tus lazos conmigo así sin más. —Su sonrisa cambió una vez más. Cerró sus ojos y la ensanchó suavemente, en un toque inocente... Ese chico... Era como estar viendo el cielo y el infierno tras un breve parpadear. El más aterrador de los asesinos y el más puro de los santos. Pero, a pesar de ello no estaba mintiendo, Ren era, al fin y al cabo, terriblemente honesto por nacimiento. Entreabrió sus ojos, cambiando de nuevo su sonrisa a una de completo desinterés y a la vez, orgullo y crueldad. ¿Iba a irse? ¿Así sin más? Se encogió de hombros, en un desenfadado movimiento. Ladeó su cabeza a un costado, causando que aquél rojizo cabello se balanceara a un lado, por sus hombros vestidos con la impoluto uniforme de aquél sitio— No, ninguna. De todas formas no parece ser que nuestras formas de pensar puedan coincidir, a pesar de que eso resulte interesante. —De hecho, sería complicado de por si llegar a conocer a alguien que pudiera entender del todo a Ren Suzugamori, siquiera sus más cercanos amigos lo hacían del todo. Unos simplemente escuchaban sus caprichos mientras que otros simplemente intentaban ignorarlo. ¿Qué tipo de relación podría tejer junto a esa particular mujer? Eso estaba aun por verse.
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Mensaje por Ania Camorra Sáb Abr 02, 2016 9:08 pm

Me detuve, con la vista puesta en la perilla que tenía fuertemente asida, mientras escuchaba cada uno de sus reclamos. Y aunque cualquier otro hubiese mostrado un semblante o bien culpable, o bien socarrón, yo sólo me mantenía neutral. Neutral e imperturbable ante cada una de sus acusaciones. ¿Me dolía lo que me decía? No, puesto que yo había actuado pensando en su bienestar en primera instancia, y olvidándome de mí por un momento. Cerré los ojos con suavidad. Quizá no había sido lo mejor, pero era humana y cometía errores como cualquier otro; a veces tomar decisiones conllevaba mantener responsabilidades y ahora tenía que aceptar el rencor que el pelirrojo me profesaba. Y eso era algo que el ajeno jamás entendería, pero si podría liberar un poco su alma de tan pesada oscuridad creyendo que yo era la egoísta de los dos, entonces le dejaría ser pues a mí poco me importaba.
-Te equivocas. De principio a fin -volteé a verlo por encima del hombro y una sonrisa sincera apareció en mis facciones, algo imposible de apreciar en mí salvo en escasas ocasiones. La indiferencia en mí podría más que cualquier otro sentimiento, pero aquella ocasión sí que lo merecía-. Ania no maduró... Ania Wyatt ni siquiera existe, Ren -¿existía el dolor en mis palabras? Por supuesto que no, sólo la más cruda franqueza. Sólo la realidad- ahora y siempre. Lo que está ante ti no es otra cosa que un fantasma, como también lo era en aquella ocasión en la que nos conocimos años atrás. Si quieres creer que mis acciones fueron egoístas, en ti está creer lo que quieras.
Por un momento estuve a punto de hacer girar la manija de la puerta e irme de allí, pero en el último momento me arrepentí y de forma impulsiva me viré sólo para recargar mi espalda en la superficia de madera y así obstruirle el paso en caso de que fueran sus intenciones el huir de allí. Mis ojos azules le penetraron con severidad y frialdad por un tiempo prolongado de silencio, buscando encontrar en aquel muchacho el niño que una vez compartí mis días. Pero allí no había nada de eso, sólo un chico que se dejó abatir por las circunstancias y se permitió caer en lugar de salir adelante por su propia cuenta. ¿De verdad ya no era capaz de sentir absolutamente nada? ¿Había matado todo lo que había en sí?
Le contemplé, como quien sólo desea analizar y descubrir, pero que es totalmente ajeno a lo que tiene ante sí. Como si no pudiera afectarme en lo más mínimo los cambios que pudieran radicar en la personalidad y temperamento de aquel joven. Y esa era la verdad, menos me podría importar.
-¿Entiendes tu propia contradicción? Al final, el meollo de esta charla no radica en otra cosa salvo en que me fui sin despedirme de ti. Lo que tú esperabas era una despedida, aún si te empeñas a negarte a ti mismo y creer otra cosa. Y eso era algo que no podía, ni quería ofrecerte. Tal vez, si fueras aquel pequeño, me preocuparía el rumbo por el cual has decidido andar. Pero has crecido, Ren, más de lo que yo me hubiera esperado... y no soy nadie para meterme en tus decisiones, como tampoco he permitido que nadie se meta en las mías desde que tengo uso de razón. ¿Por qué habría, entonces, de privarte de cometer tus propios errores? Vive, sigue creciendo y andando sin dejar que nadie te contradiga nada. Y si está en ti permanecer en la oscuridad, entonces aduéñate de ella... porque si es ella la que se apodera de ti, estarás perdido. Deja que el rencor que hay en ti sea el motor que te impulse a ser aún más grande de lo que esperas ser. Cada quien escoge su forma de vivir, y si la tuya es cerrarte a tus propias creencias y egoísmo, entonces sé el mejor en ello. Pero decir que fueron otros los que te empujaron a las profunidades del abismo... ¿no crees que es dar demasiado crédito a terceros? -mis penetrantes ojos azules se centraron una vez más en las orbes rojizas-. Si estás donde estás, es sólo por causa tuya. Ahora puedes seguir tu destino elegido sin miramientos y cadenas ajenas que puedan atarte; sólo las tuyas propias son las únicas que podrían impedirte el andar. ¿Yo? Yo ni siquiera soy nadie, una persona sin identidad que por casualidad se cruzó en tu camino y que ahora se irá sin volver la mirada hacia atrás. Porque eso fue lo que sucedió: sólo fue una casualidad, nunca estuvo en mis planes volver a toparme contigo. Así que por mí está bien si crees que fui tragada por la tierra.
Ania Camorra
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