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Esta noche bajo las estrellas~ {Raffaele Vecchierelli}

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Mensaje por Marina Valentine Vie Mar 07, 2014 4:39 am

Ese lugar era el más hermoso del mundo.
Alcé la mirada hacia lo más alto del bello cenador que en esos momentos era iluminado con la tenue luz de la luna. Aquel era uno de mis lugares favoritos de la Academia, rodeado de vegetación y apartado de cualquier edificio. Sólo un pequeño sendero de grava, que casi todos los habitantes de allí hacían bien en ignorar, partía del jardín principal y conducía a este místico lugar, que no dejaba de parecerme como salido de un cuento de hadas.
Con paso danzarín me acerqué a una de las columnas de la antigua construcción de piedra blanda y apoyé suavemente la palma de mi mano sobre dicha superficie, sintiendo con el tacto la frialdad de la misma hasta que lentamente las yemas de mis dedos se fueron deslizando hacia arriba, logrando alcanzar contra apenas una de las ramas de la hermosa enredadera que trepaba por todas las columnas: Jazmín. Cerré brevemente los ojos, aspirando su dulce aroma. Por desgracia, los brotes de aquella maravillosa planta se encontraban demasiado altos para que yo pudiera coger uno, por más de puntitas me pusiera y brinquitos diera. Ya lo había intentado anteriormente y no había resultado, y el hecho de llevar algo a lo cual subirme no me apetecía demasiado, tomando en cuenta la torpeza de mis extremidades. Suspiré con tristeza.
-Tan hermosas... y a la vez tan inalcanzables... -me acuclillé para coger una pequeña florecilla de un blanco pulcro, caída y ya casi marchita. Su aroma seguía siendo maravilloso de todas formas. Sonreí con deleite y la acerqué con extrema suavidad hacia mi pecho antes de volver a erguirme, encaminarme al interior del cenador y comenzar a dar piruetas dentro del mismo, disfrutando de la preciosa noche que se me presentaba en esos momentos.
Paso, paso, paso, giro.
Paso, paso, paso, brinco.
Paso, paso, brinco, giro.
¿Qué importaba si pasaban de la medianoche? ¿Qué importaba si se suponía que ya debería estar en mi cuarto, dormida, y que estaba estrictamente prohibido un caso contrario?  Si alguien me encontraba y me regañaban... No importaba, ya que aquel precioso panorama, que lograba ver por las anchas aberturas entre cada columna, bien valían la pena. Lo amaba, amaba aquel precioso y romántico lugar iluminado por la luz radiante de la luna, con todas aquellas estrellas brillando en el firmamento oscuro como únicas cómplices de mi huída nocturna. Amaba aquel estanque, si bien demasiado pequeño como para ser considerado, aun así sin ser exento de hermosura, el cual servía como espejo a las alturas y a todo lo que le rodeaba. ¿Cómo era posible que un lugar como ese aún fuera un total desconocimiento para los demás? Merecía ser conocido, que todos lo admiraran tanto como yo. Pero por el momento, este sería mi secreto, mi único y más atesorado secreto. Me detuve y me coloqué entre dos de las columnas, observando el suave mover del agua ante la ligera brisa que soplaba por el lugar y lograba arremolinar varios mechones de mi cabellera cobriza y el borde de mi vestido. Ni siquiera me importaba no estar vestida de manera decente, ataviada únicamente por un corto y muy sencillo vestido blanco, el cual era de tirantes y me llegaba contra apenas a medio muslo, acentuando muy ligeramente las casi inexistentes curvas de mi cuerpo. Mi cabello ligeramente alborotado caía con libertad sobre mis desnudos hombros, y no llevaba nada por calzado. Seguramente muchos se avergonzarían de mi desaliño, pero el clima era perfecto para ir vestida de esa manera. Además... ¿Qué probabilidades tenía de que me descubrieran? Casi nulas.
Solamente estábamos la noche y yo. Aquel era mi momento y de nadie más, lo disfrutaría. Cerré de nueva cuenta los ojos por unos instantes, aspirando el perfume de los jazmines una vez más, antes de volver a encaminarme hacia el centro del cenador, volviendo a danzar con elegancia y fluidez por todo el lugar, pasos que mi cuerpo realizaba de forma automática, sin pertenecer a una pieza en especial, sencillamente este se movía como más le convenía y gustaba, pero sin hacerlo de forma desordenada, todo lo contrario.
Comencé a tararear una suave y linda melodía que había aprendido en mi infancia en españa, y la cual siempre me oprimía el pecho por la nostalgia del significado de sus palabras y por la belleza de estas ser expresadas. Sin darme cuenta, el dulce tararear comenzó a formarse en palabras hasta que comencé a cantar en voz alta dicha canción en mi idioma natal, bailando al ritmo de esta y con toda mi concentración puesta en los movimientos de mis extremidades, en nada más. El mundo había pasado a un segundo plano:
-Tan distantes ahora están memorias al perder color y al abrir aquel cofre de mis artes con amor...

canción:
Cenador:
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Vie Mar 07, 2014 8:00 am

Como en otras ocasiones, mis pies se habían movido como por voluntad propia, llevándome hacia algún sitio que el resto de mi persona desconocía. Tan solo me dejaba guiar observando atentamente mi alrededor hasta que finalmente nos deteníamos, en esta noche, en un rincón que parecía salido de una pintura. Supongo que no era tan extraño, después de todo, las obras en lienzo solían ser tomadas o inspiradas en escenas como la que estaba ahora frente a mi, en la que mi extraña persona se atrevía a hacer acto de presencia. Por un momento, mi respiración se detuvo, como queriendo emparejarse con el silencio que inundaba ese instante nocturno, intentando no quebrantar la tranquilidad que ahí reinaba. Pero obviamente, mi sola presencia ya le había alterado y tampoco era capaz de abstenerme por mucho tiempo.

Mis labios se abrieron de golpe para ayudar a tomar aire y sin poder resistir mas, caminé unos tres pasos que fueron suficientes para llegar a la orilla del pequeño estanque. Con una amplia sonrisa me arrodillé  sin importar que el agua alcanzara a mojar mis rodillas, y sintiendo un emocionado palpitar en mi interior, extendí mi mano derecha hasta tocar con la punta de los dedos el frío elemento. Hacerlo revitalizó toda mi esencia, trayéndome una serenidad que con nada mas conseguía experimentar, a fin de cuentas, era parte de mi. Quise sumergir el resto de mi mano y jugar cual niño con el agua, pero… alguien venía. Lo sabía aún sin ser capaz de verlo u oírlo. Rápido cambié de posición, ocultándome tras unos arbustos y el soporte de un árbol que entre sombras y gracias a la oscuridad de la hora, bastarían para disimular mi presencia.

¿Para qué me escondía? No me preocupaba mucho el ser descubierto a horas supuestamente inapropiadas, tal vez confiaba en que el visitante se fuese pronto y me dejara seguir con mi apreciación o… ¿era acaso la curiosidad por descubrir qué clase de ser vagaba al igual que yo por sitios escondidos en los amplios jardines de la academia?

Aliviado al ver que se trataba de otra alumna tomé asiento sobre el césped sin tener en mente algún plan en específico, solo me acomodé a piernas cruzadas y en silencio me dediqué a observar sus pintorescas acciones. ¿Enamorada tal vez? Sí, de los jazmines seguramente. El instinto me susurraba que saliera de mi escondite y diera un poco de ayuda, pero la curiosidad se impuso convenciéndome sin mayor complicación para que aguardara otro poco antes de mostrarme abiertamente. Cual fue mi sorpresa al ver sus pasos casi musicales en aquel blanco cenador, parecía haber sido construido justo para ella, para su arte y precioso talento. No cabía duda, la vida solía presentar obras exclusivas en los lugares y horas menos esperados, justo como ahora. ¿Quién me regaló ese boleto para la función? ¡Mis pies! Claro, ellos nunca se equivocaban en el rumbo que me hacían tomar, incluso a veces parecían ser mas astutos que mi propia voluntad. Siempre sabían a dónde llevarme.

En el momento que apoyé el brazo derecho sobre una de mis piernas, y a su vez el rostro sobre la palma de mi mano, la dulce florecilla mostró algo mas que sólo su danza, entonando suaves notas que poco a poco se tomaron entre sí de las manos y al igual que su dama ensamblaron una desconocida pero profunda melodía. Darme cuenta de que me encontraba literalmente con la boca abierta y la mirada anhelante sobre tan maravillosa pieza de arte me llevó unos cuantos minutos. Ya ni siquiera mantenía el rostro apoyado, sino que me encontraba a medio arrodillar, con una mano en cuanto apenas rozando el suelo como preparado para incorporarme y abalanzarme sobre la jovencita frente a mis ojos. Sorprenderme en dicha posición me fue incomprensible, pero no sería novedad, no dejaría pasar el tiempo en solo intentar analizarme. ¿Qué importaba si mi cuerpo se adelantaba a mis pensamientos? Sonreí cautivado, cerrando la mirada unos segundos para deleitarme con esa bonita y sincera voz que se obsequiaba a mi sentido del oído y después de ello, levantarme finalmente procurando no ser brusco en mis movimientos para no asustarla mas de la cuenta.

Me moví con ligereza al atravesar el espacio que me separaba de la construcción y antes de que ella girara de nuevo topando inevitablemente con mi presencia, alcé con rapidez una mano para robarle a la naturaleza una parte de su blancura materializada en una de aquellas flores de cautivante aroma. Para mi fortuna, cada movimiento encajó como debía, permitiéndome extendérsela en el preciso instante que ella daba otro giro que sin saber la llevó a un paso de mí, posición desde la que gracias a mi improvisación natural fui capaz de alcanzarle con solo dar ese paso que hacía falta para unirnos, terminando de acercarla a mi persona con delicado y respetuoso tacto a su cintura. – ¿Será un jazmín suficiente para agradecer tan hermosa danza y melodía? – cuestioné sonriendo para ella con dulzura, clavando la mirada en los ojos que ahora descubría como castaños, llenos de misterio como el estanque que nos acompañaba junto con un blanco y travieso resplandor de la luna. Con toda naturalidad descendí unos centímetros hacia su rostro, interponiendo en el último instante el fragmento de naturaleza que acababa de cortar especialmente para ella. Desde luego que era insuficiente, pero estaba dispuesto a cortar unas mas si así era su deseo.
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Mensaje por Marina Valentine Miér Mar 12, 2014 6:57 am

Llegado un punto, a mitad de aquel baile improvisado y esa canción que tanta añoranza me traía de mi país natal, cerré los ojos y permití que mi cuerpo se expresara y moviera por sí mismo, tan acostumbrado que ya estaba a eso. A pesar de mi obvia torpeza en todos los sentidos, mi cuerpo era total y completamente libre de este desperfecto cuando me encontraba bailando. Había nacido para bailar, ya si lo hiciera bien o mal, no importaba: yo amaba el ballet y la liberación de sentimientos y emociones que este me permitía, aunque fuera por un muy breve lapso de tiempo.
Paso, paso, paso, giro, paso, paso, brinco, giro, paso, giro.
No necesitaba de nada más que aquello. Mi corazón me decía una y otra vez que estaba en el lugar y momentos adecuados. Sólo la noche, el paisaje, el piso de mármol sobre el cual me encontraba deslizando mis pies con ligereza, el maravilloso aroma a jazmín y yo. Nada más había en aquel mundo, en mí mundo. Cualquier cosa ajena a esto no tenía cabida en él.
Canté la última nota y comencé a girar sobre mí misma, parándome de puntitas, todo lo que mis pies descalzos me permitían, lista para dar el "gran salto". Pero tuve que abortar tal misión al final del giro ya que algo se interpuso en mi camino. O más bien alguien.
Jadeé con fuerza por el susto y me detuve abruptamente, a punto de tropezarme con mis propios pies al ser rota la inspiración de aquella manera. Pero antes de que el extraño pudiera percatarse de aquel momento de torpeza, para nada extraño, de mi parte, me tomó de la cintura y me acercó a su cuerpo cálido.
No pude reaccionar; sencillamente me quedé paralizada con las ojos castaños abiertos desmesuradamente y la vista fija en los ojos del contrario, los cuales poseían un hermoso color azul intenso, o al menos de esa manera se veían en aquella parcial oscuridad, sólo opacada por los rayos platinados de la luna.
¿Quién era él? ¿Qué hacía allí? ¿Me había visto? ¡¿Por qué?!
Mi cuerpo comenzó a temblar ligeramente ante esta idea, y ante el miedo de ser descubierta por alguien que no conocía. Por ser tomada de aquella manera por primera vez en mi vida. Pero más que miedo, muy probablemente se pudieran definir como "nervios". No es como si quisiera hacerme daño, podía notarlo en la expresión de su rostro: era amable y sincera. Permití que el aire volviera a circular en mis pulmones y mis mejillas se tiñeron automáticamente de un ligero tono rosado cuando el otro habló de aquella manera y me mostró un jazmín recién cortado. Abrí ligeramente los ojos nuevamente, pero esta vez por la sorpresa de tal obsequio, y una tímida sonrisa dio señales de querer aparecer en mi rostro, pero volví a contener el aliento cuando el pelinegro se inclinó sobre mi rostro, tan cerca que incluso podía apreciar la calidez de su aliento. Instintivamente eché ligeramente mi cabeza hacia atrás para marcar distancia, más por desear ocultar aquel sonrojo que tenía mis mejillas que por temor. Pero antes de que alzara las manos para empujarle por el torso y de esta manera obligarle a separar su cuerpo del mío, interpuso el blanco y pequeño jazmín entre nosotros, provocando que inmediatamente toda mi atención se centrara en aquella preciosa florecilla. Ladeé el rostro muy suavemente, permitiendo así que mi cabellera cobriza se deslizara con delicadeza hacia un lado de mi hombro, mientras yo contemplaba la flor, como si nada más me importara en el mundo que no fuera apreciar la belleza de aquello que se me ponía enfrente.
-E-en realidad... -susurré muy suavemente, tan bajo que incluso yo dudaba de si realmente lo había dicho en voz alta o no- No fue nada, pero... -acallé sólo por unos segundos, los suficientes para alzar la mirada de la flor y enfocarla exclusivamente en el otro par de ojos que tenía cerca de mí al tiempo que le dedicaba una sonrisa de lo más radiante y sincera, sin importarme ya el color en mis mejillas- ¡Muchas gracias!
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Jue Mar 13, 2014 4:00 pm

¿Qué había hecho durante el día para ganarme tantas maravillas nocturnas? Esa sonrisa que me dio tras observar el jazmín fue realmente preciosa, sin cruzar mayor palabra supe que seríamos capaces de entendernos o al menos, de asimilar una parte del otro. En verdad esperaba que así afuera, porque hacerme a la idea de que aquella sería la única vez que podría disfrutar de sus pasos coordinados no resultaba para nada atrayente. Después de todo, teníamos algo en común, ¿no? El vagar como hijos de la noche por campos poco conocidos de la academia.

Como ella no hizo amago de aceptar directamente mi pequeño obsequio, me tomé la libertad de ser yo quien la llevara hasta su persona. Con cuidado y movimientos cautos solté su cintura y retrocedí tan solo un paso para que no se sintiera invadida por mas tiempo. Su espanto al verme no me había sido ajeno y aunque ciertamente era una reacción inevitable puesto que mi presencia ahí le era desconocida, no pude evitar sentirme un tanto desconsiderado. Debí contemplarlo previamente pero frenarme por esa obvia respuesta habría significado desperdiciar y dejar ir con el viento tan sublime momento. No. No me arrepentía. Ya buscaría modo de compensar apropiadamente mi falta de tacto hacia sus nervios de artista sorprendida en pleno arte privado.

Disculpa, fue instinto. Mi primera intención no fue asustarte, aunque supongo que venía implícito…– rompí el silencio a media voz, como si de alguna forma quisiera evitar el que alguien en las cercanías fuera capaz de escucharme. Encontrar aceptación en su mirar fue sumamente grato para mi y por un momento me pregunté qué le llevaría a observarme con esa inocente insistencia. No sabía si era por efecto visual de nuestro escenario o realmente un tono distinto al del resto de su piel rondaba por sus mejillas, desde luego tendría que quedarme con la duda. –¿Vienes por aquí con frecuencia?– pregunté al alzar mis manos y adjudicarme la labor de trenzar torpemente tan solo unos centímetros de su cabello a un nivel ligeramente mas abajo de su oreja, donde al finalizar coloqué la flor esperando que mi fallida manualidad fuera suficiente para dar soporte y mantener en su lugar la improvisada decoración. –¡Ah! No me he presentado… – avergonzado por mi falta de educación ante la señorita me llevé una mano a la cabeza –Vecchierelli, Raffael Vecchierelli. Estoy en teatro.– añadí mi área al nombre dado por mis padres, ya que ambos éramos estudiantes supuse que especificar el rumbo de mi existencia en la escuela ayudaría a dar un concepto mas claro sobre mi persona. Desde luego que un único término resultaba extremadamente general, pero de algo debía servir. –Imagino que estas en danza, ¿O tal vez música? – agregué recordando la cautivante voz con que inundó a notas el recinto, aún así, la perfección y profundidad con que trazó los anteriores pasos casi aseguraba por verídica la primera opción. Y sin embargo ambas cosas iban tan ligadas que no era de sorprender que alguien tuviera afinidad en ambas ramas artísticas. Cayendo en cuenta de que algo me hacía falta para cumplir con los parámetros de una presentación básica, le extendí una mano, ansiando recibir la respuesta a ese gesto, estrechar su mano y descubrir con ello otro poco de su esencia. La mayoría de las personas recurría a ese acto tan solo como una formalidad carente de valor real, pero para mi, era la forma ideal de conocer una pequeña parte de la otra persona. ¿Había mejor manera que un instante de tacto?
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Esta noche bajo las estrellas~ {Raffaele Vecchierelli} Empty Re: Esta noche bajo las estrellas~ {Raffaele Vecchierelli}

Mensaje por Marina Valentine Miér Abr 02, 2014 6:11 am

No supe exactamente qué fue lo que sentí cuando al fin el joven frente a mí me soltó y marcó un poco de espacio entre nosotros. Por un lado me aliviaba el haber recuperado mi espacio personal de nuevo, al fin y al cabo no estaba acostumbrada a ese tipo de contacto con las demás personas, ni siquiera con mi propia familia; no sabía cómo reaccionar. Por otro lado, aquel abrazo de cierta manera me había dejado una sensación que nunca antes había experimentado, ¿así era como se sentía?
Hice a un lado esos pensamientos, o de otra manera sólo provocarían que me sintiera más nerviosa de lo que ya estaba. Tenía que serenarme, o sí no cometería alguna torpeza, muy típica en mí, y no quería que el joven fuera testigo de eso. Tampoco era como si no estuviera acostumbrada a ser el objeto de burlas y cuchicheos por parte de mis otros compañeros, era inevitable que me miraran con desdén y de cierta manera lo comprendía: no era muy inteligente y mis movimientos resultaban ser siempre torpes.
Le escuché con atención, fijando sólo por unos segundos la mirada en su rostro antes de desviarla a otro punto, lejos de su silueta. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Sonreí con suavidad.
-No te preocupes, sé que no fue tu intención asustarme, pero... -comencé a juguetear un poco con mis manos, intranquila-... no esperaba que alguien pudiera estar observándome. En serio lo lamento... -musité lo último tan suavemente, que casi podía apostar que el otro no había sido capaz de escucharme.
Mi cuerpo volvió a reaccionar por sí solo y se tensó cuando el contrario tomó un mechón de mi cabello castaño para comenzar a trenzármelo. Le miré con asombro. ¿Por qué lo hacía eso? Aguardé la respiración cuando lo vi colocar el jazmín en la parte final de la trenza, a manera de adorno al improvisado peinado que acababa de hacerme. Cuando retiró su mano, fue inevitable para mí alzar la mía para tocar suavemente con la yema de mis dedos aquella decoración en mi cabellera, casi reverenciándola como si se tratara de la cosa más sagrada que jamás en mi vida podría presenciar. Mis mejillas volvieron a adquirir un leve tono rosado y tuve que respirar profundamente al sentir que tanto mi respiración como los latidos de mi corazón se aceleraban a niveles bastante peligrosos. Con lentitud alcé de nuevo la mirada a sus hipnotizantes ojos azules y una asomo de sonrisa apareció en mis labios. Asentí con un movimiento de mi mano.
-Es mi lugar favorito.... -musité en un suave murmullo, calmada y sin poder desviar ya mi mirada de él. ¿Por qué me atrevía a observarle de aquella manera tan incesante? Eso era una falta de cortesía, y aún sabiendo eso me era imposible no hacerlo. ¿Por qué estaba siendo amable conmigo? La única respuesta lógica acudió a mi mente en cuestión de segundos: porque no te conoce.
Pero aquella leve punzada de dolor en mi pecho al saber aquella verdad quedó en un segundo plano cuando se presentó. Sencillamente quedé de piedra, con los ojos abiertos de par en par y lentamente reflejando el miedo que aquel nombre me provocaba al darle un sentido y significado en mi mente.
Raffaele Vecchierelli.
Él era Raffaele Vecchierelli, el actor que me cautivó tras observarle en el escenario en cuestión de unos segundos.
Cuando recién había ingresado a la academia y sólo era una novata más, asistí a una puesta en escena que los alumnos de teatro estaban representando. Fue allí donde lo vi: tan seguro de sí mismo y en lo que hacía, sin dudar ni un momento en su talento y habilidades, provocando que todos quedaran maravillados con su actuación. Adueñándose del papel que le había tocado representar y dándole vida como sólo alguien con un talento innato podría hacerlo. Su seguridad, su presencia, su carisma... todo eso que emanaba de él en ese instante había logrado deslumbrarme.
Lo admiraba, desde el día en que lo vi en su elemento.
De todas las personas que residían en el lugar, él era la persona que menos deseaba que presenciara alguna metedura de pata por mi parte.
Tenía que salir de allí. No importaba cómo, pero tenía que huír.
Mientras todos estos pensamientos cruzaban por mi mente con velocidad, él seguía hablándome, ¿pero qué era lo que me estaba preguntando? No lo sabía... ¡No sabía cómo responderle!
Sintiendo aquella opresión en el pecho, señal de que mi corazón latía con tanta fuerza que estaba a punto de salirse de mi cuerpo, y no pude más que retroceder un par de pasos, con inseguridad, al tiempo que observaba su mano extendida, a la espera de que me presentara y se la estrechara para de esa forma cerrar el ritual de las formalidades. No podía hacerlo, no podía.
Tenía que huir.
-L-lo siento... pero... ya es tarde y... -volví a mirarle a los ojos, con los míos más expresivos que nunca- No puedo...
Me di la media vuelta y eché a correr con todas mis fuerzas por el camino que anteriormente había tomado para llegar hasta el cenador.
¿Por qué?... ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué precisamente ante él, de todas las personas?! Eso no era justo... ¡No lo era!
Aceleré aún más mi carrera cuando dejé atrás a los árboles y arbustos que ocultaban el que había sido hasta hacia unas horas mi lugar secreto, permitiendo que mi cabello y la falda de mi vestido ondearan con el viento. Pude ver a lo lejos, pero visible ya, el edificio del dormitorio de las chicas y mi corazón dio un vuelco de alivio ante eso. En unos cuantos minutos estaría a salvo, sólo un poco más...
Mi pie izquierdo se falseó en medio de la carrera y fue inevitable para mí caer de bruces contra el suelo. Era tan típico en mí que ya comenzaba a resultarme cliché el asunto. Con la respiración agitada logré incorporarme lo suficiente para tomar asiento en el mullido césped y doblar mi pierna derecha para dejar al descubierto mi rodilla desnuda y raspada, consecuencia de la caída. Ardía y punzaba de forma casi insoportable, pero no era el dolor de la lesión lo que provocaba que tuviera ganas de llorar.
¿Por qué tenía que ser torpe? ¡Me habá tropezado con mis propios pies! ¡Nada estaba en medio de mi camino!
-Eres torpe, Marina... sólo una torpe más -musité con suave voz, contenida de amargura, y abracé mi rodilla lastimada al tiempo que escondía parcialmente mi rostro con la ayuda de mi cabello.


Off: Creo que me quedó jodidamente largo... ¡Perdón! >3<
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Miér Abr 09, 2014 12:31 am

¿Le había molestado? Eso parecía. Quizá el irrumpir en su lugar favorito causó disgusto en ella por mas de una razón. No solo le había interrumpido en su momento de inspiración, sino que de paso le estaba interrogando y tal vez fue eso lo que generó incomodidad en su persona. Pero no podía evitarlo, en ocasiones se me olvidaba tener un poco mas de tacto al tratar a los demás, reservar mis comentarios e inquietudes para un momento mas adecuado y al parecer, había cometido de nueva cuenta ese error. ¿Debería disculparme otra vez? Algo me decía que de poco serviría, era ya un intruso en su sitio personal y no parecía muy dispuesta a quitarme los ojos de encima. Y sin embargo, su mirada no parecía estar esperando a que me fuera lejos dejándola en paz, en ellos otras emociones parecían querer asomar. ¿Qué sería?

Mis ojos se cerraron un par de veces, como si con ese gesto las ideas fueran capaces de aclararse en mi mente y comprender lo que sucedía - ¿Eh? ¿Dije… algo malo? – cuestioné confundido sin soltar la profundidad de su mirada, esa profundidad que parecía resguardar algo sumamente frágil en el fondo. ¿Qué era lo que no podía? ¿Estrechar mi mano?? Pero… ¡no le iba a hacer nada! - ¡Hey! Espera… - intenté fallidamente captar su atención cuando la vi dar media vuelta – al menos dime tu nombre… - no tenía ya caso terminar la oración pero fue inercia lo que me hizo pronunciar mi necesidad de conocer al menos ese detalle suyo. Pero obviamente, no me había escuchado. ¿Qué acaso tenía cara de acosador?? Negué rotundamente aún de pie en medio del cenador, por supuesto que mi aspecto no era amenazante y como naturalmente no quería quedarme con dudas de ese calibre encima, me eché a correr en la misma dirección que ella.

Simpática escena para la noche… Si algún profesor nos veía corriendo por los jardines a esas horas iríamos a parar a la dirección irremediablemente y siguiendo la perspectiva de cualquier persona que pudiese fungir como espectador, sería yo quien peor aspecto daría. Cualquiera creería que la chica huía de mí. Bueno, en realidad eso era justo lo que ella hacía, mas no porque yo quisiera hacerle daño de alguna forma. Hasta cierto punto era comprensible, supuse que cualquier dama en sus circunstancias tomaría precauciones y se alejaría de un desconocido que aparece a mitad de la noche entre los arbustos queriendo darle la mano. Lo cierto era que un acosador o similar no se habría presentado ¿o si? – Ah… tal vez si… - me respondí sin dejar de correr, notando aún su figura mas adelante. La habría llamado por su nombre, pero no, no podía, porque obviamente no me lo había dicho. ¿Por qué tenía que ser tan complicado??

Si gritaba “niña de los jazmines”… ¿alguien sacrificaría sus horas de sueño para salir a reprendernos? Esperaba que no, porque el aire para alzar la voz estaba ya listo en mis pulmones, incluso había detenido mis acelerados pasos para hacerle saber que no pretendía lastimarla, que no había necesidad de escapar. Lo habría gritado delatando posiblemente nuestra ubicación y actividades nocturnas, pero en ese preciso instante fui testigo de cómo su silueta tropezaba y terminaba dolorosamente en el suelo… La preocupación hizo acto de presencia en mi persona y seguramente mi rostro lo reflejaba, casi podría decir que hasta a mi me había dolido el golpe. Vaya… ya no tendría que gritarle a mitad del jardín ni seguir corriendo para alcanzarla, mas no podía decir que estuviera contento con la situación, no del todo. Volví a movilizarme con rapidez para acudir en su ayuda. Solo esperaba que mi presencia no le fuese molesta por segunda vez, aunque era altamente probable.

-¿Te encuentras bien? – pregunté al detenerme atrás de ella apoyando la palma de mis manos sobre mis piernas al inclinarme en busca de su rostro, objetivo que resultó inalcanzable debido a su posición. Al parecer mi pregunta había sido muy tonta, estaba claro que no se encontraba bien. Supuse que estaría lastimada, de lo contrario habría seguido huyendo rumbo a… ¿la residencia de las chicas? Claro, ¿a dónde más iba a ir??? Suspiré desanimado. Ya no le pondría una mano encima sin su consentimiento, cabía la posibilidad de que mi atrevimiento fuese el culpable de la fallida presentación, aunque… en un inicio no parecía haberse sentido amenazada por mi presencia. La ruptura vino después, cuando… ¿di mi nombre? Si, fue después de eso cuando algo salió mal. En ocasiones parecía mejor conservar el anonimato – No creí que mi nombre fuese tan conflictivo… - pronuncié en voz alta dándome cuenta de ello un poco tarde. Lo había… ¡lo había pensado en voz alta! ¿Y ahora?? ¡Debía cambiar el tema y evitar otro vacío entre ambos! – ¡Ah! ¿Quieres… que te ayude a llegar al edificio? Seré cuidadoso, lo prometo. – ensamblé rápidamente una sonrisa aún cuando la culpa y cierto pesar me rondaban. No estaba muy seguro de que mi ayuda fuera bien recibida de su parte, pero nada perdía con intentar.

Buscando ser útil cambié de ubicación, posicionándome frente a ella con la idea de ofrecer nuevamente mi mano solo que esta vez, para ayudarle a levantar. Sin embargo desde ahí también me era imposible encontrar su rostro, necesitaba que alzara sus facciones para así averiguar un poco de la condición en que se encontraba, tal vez le dolía algo… Guardé silencio un par de minutos haciendo un esfuerzo por dejar fuera las sensaciones poco positivas – Te haré compañía hasta que… te sientas lista para caminar. Aunque... si quieres que me vaya, es válido decirlo.– sonreí ligeramente mas animado aún cuando ella no me miraba y sin prisa me senté a un paso de ella. No quería que sintiera invadida otra vez. La verdad era que no tenía intención de abandonarle a mitad de la "nada", solo quería darle la opción de especificar su disgusto si es que ese era el caso. Levanté la vista al cielo nocturno. No estaban mis líneas un tanto torcidas? el ofrecimiento a acompañarla hasta el edificio debió venir después y no antes de mi compañía.
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Mensaje por Marina Valentine Mar Abr 22, 2014 4:14 am

Realmente deseaba llorar: por mi mala suerte, mi propia torpeza y estupidez, por el dolor en mi pierna, por siempre arruinarlo... todo. Pero aquel no era el mejor lugar, por lo que debía contenerme, ponerme en pie y llegar a mi habitación, sólo allí podría darle rienda suelta a mis sentimientos. No era la primera vez que me caía, y mucho menos la última, y siempre me alzaba como si nada hubiera pasado, sin contar lesiones o posibles dolores. Pero ahora era diferente... ahora me sentía... ¿derrotada?
Su voz fue la causante de frenar aquellas lágrimas que estuve a punto de derramar, y mi cuerpo se tensó completamente al percatarme de su presencia. ¿Qué hacía allí? No era como si estuviera escondida como para no poder dar con mi paradero, pero... ¡No debía estar allí! Me abracé con más fuerza a mi pierna lastimada, negándome completamente a enfrentarme con su mirada... no quería encontrar en ella la decepción que seguramente habitaría en sus hermosos ojos azul intenso. ¿Me había visto caer? Mi corazón se encogió de tal manera que me causó un sofoco, por lo que abrí ligeramente mis labios para permitir que un suave jadeo escapara de estos. ¡Claro que me había visto! Y él estaba allí sólo por obligación moral, porque un caballero no podía dejar a una dama tirada a mitad del camino. Una vez que comprobara que yo estaba perfectamente, se burlaría como todos... sus comentarios mordaces no se harían esperar y el imaginarme el desdén de su expresión... Cerré los ojos con fuerza y permití que dos pequeñas lágrimas se escaparan de entre mis pestañas.
¡No deseaba ver eso en el rostro de él!
No lo soportaría...
Lo escuchaba, era imposible no hacerlo, y podía comprender perfectamente cada una de sus palabras... pero no, no quería ni podía responderle, sencillamente mi voz se había esfumado por completo y no era capaz de articular sonido alguno, ni el más ínfimo murmullo; tampoco podía moverme de mi actual posición. Deseaba retrasar el mayor tiempo posible antes de enfrentarme a la verdad de la situación. ¿Por qué dolía tanto saber que la persona que más se admiraba en el mundo iba a detestarte como lo hacían quienes te rodeaban? Quizá por eso nunca me había animado a conocerlo en persona, porque en el fondo no quería encontrarme en la mirada de él cuán insignificante era yo. Porque, ¿qué era yo comparada con él? Absolutamente nada. Admitir ese hecho resultaba menos doloroso de lo que pensé que sería, pues al final, en mi interio,r supuse que esa era la verdad.
-¡Por supuesto que no hay nada malo con tu nombre! -exploté al final, hablando con intensidad y arrebato tras aquel largo silencio que nos había acompañado desde el instante en que él había callado. En cuanto esas palabras salieron con libertad por mis pálidos y temblorosos labios, alcé la mirada para enfrentarme a la suya; en mis ojos anegados en lágrimas se podía ver la confrontación de sentimientos de la que era víctima, pero sobre todo el temor... el temor de ser rechazada una vez más, de ser desairada y no comprendida, de no poder ofrecer nada al mundo más que mi propia torpeza y estupidez. Pero este contacto visual duró sólo un par de segundos, pues inmediatamente después volví a ocultar mi rostro entre mis brazos, permitiendo una vez más que mi cabello fuera aquel escudo que necesitaba para ocultar a los del exterior la verdadera yo.
-Te vi... -musité con voz temblorosa, sin moverme de mi lugar y sin atreverme ya a mirarlo de nuevo.- Hace un año... en aquella puesta en escena que se realizó en el auditorio... Recién había ingresado a la academia y... Te mostrabas tan seguro de ti mismo, de tu talento... de tus propias habilidades, e interactuabas en el escenario con tanta desenvoltura que... -me mordí el labio inferior con fuerza antes de sollozar- Yo quería ser como tú... pero sólo soy una torpe que siempre lo arruina todo... -mi cuerpo temblaba sin que yo pudiera evitarlo, y me encogí sobre mí misma con profundo miedo, a la espera del golpe final- Venga... puedes hacerlo; búrlate de mí...


Off: Sí comencé a llorar a medio post...
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Jue Jul 03, 2014 12:39 am

Spoiler:
-Así que… eso era. – Jamás lo habría imaginado, nunca pasó por mi mente que mi desempeño en escena fuese capaz de hacer sentir tan mal a alguien, la intención siempre había sido opuesta y aunque entendí que el problema en sí no era lo que yo hubiese hecho, no podía negarse que a raíz de ello habían surgido sus sentimientos de inferioridad. Pero… ¿acaso no se daba cuenta de lo equivocada que estaba?? Sonreí a ojos cerrados y arriesgándome como nunca, me atreví a poner una mano sobre su cabeza, deslizándola hacia un lado y otro con cariño. Tan solo unos minutos antes me había dicho a mi mismo que no le pondría una mano encima sin su consentimiento pero…  querer transmitirle un poco de lo mucho que yo estaba sintiendo era inevitable.

-Si fuera a burlarme de algo… sería de mi fallido intento de halagar a una chica. ¡Sólo mírate! Quería que supieras los magnífica que estuviste allá atrás y… tan solo conseguí hacerte llorar… - esa era la verdad. Si no me hubiese metido en su camino ella podría estar todavía en el cenador, danzando libremente con los pasos que le dictaba el corazón y no armando un escudo que la protegiera de mi, lo cual claramente no era necesario… ¿Qué podía hacer? Alcé la vista al cielo oscuro buscando en él algún consejo pero, como de costumbre, nada me sería dictado desde las alturas. La respuesta debía ensamblarla yo mismo. - ¿Sabes? Todo lo que has descrito hace un momento fui capaz de encontrarlo en ti mientras bailabas: segura de ti misma, cada parte de ti reflejaba talento y habilidad y a eso deberías sumarle la belleza que consigues plasmar en cada movimiento. Fuerza y delicadeza al mismo tiempo. Fue… aplastante… - cesé entonces las caricias a su cabello, haciendo un intento por agacharme aún mas consciente de que ni siquiera eso me permitiría encontrarme con esos ojos que tan apasionadamente me habían enfocado antes de que volviese a encerrarse en sus propios brazos. Por que eso había sido, un oleaje cargado de sentimientos que quizá distaban de ser positivos pero poseían por si mismos una intensidad incomparable. Al parecer no se había percatado de que justo eso era lo que necesitaba para seguir adelante, para hacer frente a su inseguridad injustificada, porque talento definitivamente tenía. Sencillamente se negaba a reconocerlo, como a muchos les pasaba.

-Eres injusta contigo misma. Alzas la vista hacia otros, pero no prestas atención a la escalera que tienes detrás. Te aseguro que no tienes nada que envidiar a los demás, mucho menos a mi… - mientras hablaba distraje mis manos con los dedos de sus pies, sin pensarlo comencé a recorrer cada uno como si fuesen un piano a mi disposición pero naturalmente el camino acabó pronto y a falta de continuación llevé la vista a subir por sus piernas. Belleza inmediata y…. ¿qué? ¿pero qué estaba haciendo?!!  ¿Cómo podía ser posible que de palabras dedicadas con firmeza a la señorita hubiese pasado a recorridos inapropiados de su figura??? No es que le estuviese viendo con malas intenciones… ¡por supuesto que no! Pero con o sin ellas no era correcto… fijar la mirada mas de lo necesario en su cuerpo.

Apenado por mis divagaciones fuera de lugar desvié el rostro, si se daba cuenta del color que seguramente inundaba mi rostro… ¿perderían veracidad mis palabras? No quería eso… definitivamente no. Todo cuanto le había dicho era sincero, no tenía motivos para fingir ante alguien a quien acababa de conocer. – Si hoy en esta noche coincidimos, debe haber una razón. – afirmé en voz alta con absoluta seguridad una vez que estuve nuevamente de pie. Para plasmar dicha firmeza en mis palabras fue necesario recurrir a mis capacidades como actor, pues no siempre era tan seguro de mi mismo como otros creían, pero mostrarme nervioso no ayudaría a sacarla de ese complicado estado que le impedía levantarse. Desde luego aún sentía cierto calor en las mejillas, pero ese tipo de cosas escapaban a mi control. – Vamos. Te acompañaré. – ofrecí por tercera vez mi mano, listo para encontrarme con sus ojos húmedos, observándole con total seriedad. Cada palabra pronunciada había sido pronunciada en serio.
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Mensaje por Marina Valentine Dom Ago 03, 2014 2:06 am


El contacto de su mano sobre mi cabeza me sorprendió como jamás algo lo había hecho antes, tanto que eso fue más que suficiente para que el fluír de mis lágrimas se detuviera abruptamente. ¿En serio no se burlaría de mí?
¿Qué era aquella cálida sensación que me embargaba cada vez más con el pasar de los minutos en su compañía y el escuchar de sus amables palabras? Alguien que por fin me aceptaba como era y, no sólo eso, sino que también mostraba halagadoras palabras a mi talento, lo que había visto de este. En verdad... ¿pensaba eso? Me abracé mejor a mí misma, sin poder salir de mi asombro ni del impacto que me había causado todo lo sucedido. Raffaele Vecchierelli, aquel a quien tanto admiraba desde hacía más de un año, no se había burlado por mi torpeza y, por el contrario, opinaba que yo tenía talento. Aquella emoción era tan intensa que podría provocar que volviera a llorar, pero esta vez de felicidad. Ni siquiera podía hacerlo, era como si me hubieran quitado la capacidad de reaccionar de alguna manera. Sencillamente me quedé allí, ocultando a toda costa mi rostro entre mis rodillas y sintiendo cómo la vergüenza poco a poco teñía mis mejillas de una suavidad tonalidad rosada al tiempo que escuchaba cada una de sus palabras, la una más inaudita y difícil de creer que la anterior. ¿En serio todo aquello no sería un sueño, un producto de mi imaginación?
Cerré los ojos con suavidad y me permití disfrutar del nuevo sentimiento recién descubierto. Si era así, quería atesorar aquel momento por siempre, ya fuera producto de la fantasía o de la realidad, no importaba; quería hacerlo mío y no dejarlo ir. Al fin y al cabo, ¿quién me podría culpar por soñar?
Permití que el silencio volviera a hacer mella en nosotros mientras trataba de digerir todo lo dicho por él, y la situación en sí que para mí resultaba de lo más extraña, inaudita. ¿Quién diría que alguien, además de los profesores, podría valorar los esfuerzos de Marina Valentine en aquella academia? Y también se podría aplicar en todos los ámbitos de la vida: ¿Quién más, a parte de mi adorada nana, me había dicho palabras con el talante de las de Raffaele? Mi familia había sido la principal causa de que yo permitiera de cierta manera hundirme en un oscuro abismo de soledad e inferioridad.
Me percaté que realmente me encontraba a gusto en su compañía, y que no quería irme de allí, al menos no todavía. Quería quedarme a soñar un poco más...
-Sé que tengo talento -musité suavemente en la protección de mi actual refugio. Tomé aire con fuerza y me animé a dejar al descubierto mi rostro; aunque mis mejillas aún estaban húmedas, ya no había rastro alguno en mis ojos que indicara que el llanto podría regresar a mí. Apoyé la barbilla sobre la rodilla que no estaba herida y le miré al rostro, mas no a los ojos; no podía atreverme a hacer algo semejante- Estoy consciente de ello, como también sé que tengo un largo camino que recorrer y que debo mejorar aún más. Para los profesores y el público en general seré muy buena, pero para mí no es suficiente... No se puede llegar a la perfección, pero al menos quiero estar muy cerca de esta porque.... -me detuve abruptamente, mordiéndome el labio inferior con suavidad antes de girar mi rostro hacia el otro lado para que no pudiera verme- ... porque así podré hacer que los demás se sientan orgullosos de mí... -finalice con una voz tan suave, que podría incluso arriesgarme a apostar que él no fue capaz de escucharla. Volví a guardar silencio, sintiendo mis mejillas arder al percatarme que con quien estaba no era otra persona que Raffaele Vecchierelli, este hecho era más que suficiente para provocar que los nervios acudieran a mí. Me puse en pie con ayuda de su mano ofrecida y le dediqué una sutil sonrisa de gratitud, a la vez que de pena. Aproveché que nuestras manos estaban unidas para hacer aquello que no hice en primer lugar, cuando aún estábamos en el cenador- Marina Valentine, ese es mi nombre. Y... asisto a danza -estreché gentilmente su mano antes de soltársela lentamente. Miré a mi alrededor antes de volver a enforcar mi vista en el rostro de mi acompañante. Nunca mirándole a los ojos- ¿Te molesta si declino tu ofrecimiento de acompañarme a la residencia de chicas? No quiero irme... todavía... -alcé la mirada al cielo y sonreí- Las estrellas... brillan más de lo usual esta noche, ¿no crees?
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Sáb Oct 31, 2015 5:18 pm

Una extraña sensación me recorrió. Escuchar su afirmación y lo que ella opinaba al respecto tuvo un efecto inesperado en mi, fue como un golpe directo al espíritu y no porque fuese agresivo o algo parecido sino que iban impregnadas de una fuerza que pocas veces había visto, cargadas de verdad y aceptación, y de algo similar al enojo con uno mismo. No pude evitar pensar que aquella chica sin duda era valiente, pocos somos capaces de analizarnos a nosotros mismos con crudeza y ella lo hacía, aunque sin duda le causaba algo de pesar, su semblante la delataba. Pero eso te hace aún más hermosa, pensé, era como estar frente a un capullo que ansiaba el momento preciso para mostrar al mundo lo bello que podía ser…

Sonreí en el acto, agradeciendo por la noche tan especial que se me había permitido vivir junto a la chica del jazmín, porque su ser era inspiración, me recordaba lo importante de nunca darse por vencido, de perseverar hasta el cansancio… Pero… ¿qué había murmurado? Algo dijo pero como volteó hacia otro lado no me permitió escucharle con claridad. Otros quizá lo habrían dejado pasar, pero algo dentro de mi me decía que no me quedara con la duda. ¿Se ofendería si se lo preguntaba? Debatía al respecto y mientras tanto el silencio se hizo un estrecho espacio entre nosotros hasta que para mi fortuna, ella aceptó mi mano. Feliz la miré, ¿cómo no iba a estarlo si una persona tan pura me estaba dando una oportunidad? ¡Genial! Ya no estaba tan triste, ¿cierto?

Pero sorprendido me dejó al dar su nombre y es que ya había dado por perdido el hecho de que me dijera cómo se llamaba, y con razón lo guardaba, nadie querría que tan bonito nombre fuese pronunciado por una boca cualquiera. Tal vez eran divagaciones mías, pero empezaba a sentirme especial para ella. –Danza– repetí saboreando el nombre de aquel arte que sin duda encajaba perfectamente con Marina Valentine… Iba a decirle lo maravilloso que me parecía su nombre pero toda palabra se atascó en mi garganta porque ella estaba… desechando mi compañía… ¡No, no, no! ¿Estaba yo escuchando bien?! ¡No quería irse, Marina no quería irse todavía! Nuestras manos ya se habían soltado así que me llevé una al pecho, como si eso me ayudara a sobreponerme al susto de ser rechazado.

Me alegra escuchar eso, Marina. Por un momento creí que me dejarías aquí como árbol abandonado. – dije con momentánea expresión de pesar. –Y si, opino lo mismo. Hoy el cielo nos sonríe. Es como si supiera que esta noche es especial y quisiera darnos la mejor de todas las escenografías. – hablé alzando también la vista y sonreí, creyendo realmente lo que decía. Mas no podía tener la vista puesta en lo alto permanentemente, no cuando tenía a un lado a alguien tan deslumbrante como las estrellas.

¿Qué te parece si caminamos un rato? Por las áreas verdes donde no puedan notarnos tan fácilmente.– sugerí señalando con la mano los jardines cercanos donde los árboles y arbustos nos darían algo de cobertura contra los ojos que pudiesen regañarnos. Para ese entonces ya la miraba a ella y animado le ofrecí mi brazo, haciendo una suave reverencia. –Agradecería enormemente su compañía para esta caminata, Señorita Valentine.– agregué un poco de elegancia a mis palabras, vicio de actor. –¡Ah! ¿esta bien si te llamo también por tu nombre? Yo no tengo inconveniente con que uses Raffaele conmigo. – necesitaba saberlo, aunque ya antes había usado yo su nombre y sin pedirle permiso. –Algo habías dicho hace un momento, algo que no alcancé a escuchar con claridad: “Porque así podré hacer…” ¿Hacer… qué? – quedé a la espera, atento a esos ojos que se resistían a mirarme directamente. Estaba bien, no iba a presionarla, después de todo recién nos presentábamos.


Última edición por Raffaele Vecchierelli el Dom Feb 14, 2016 4:47 am, editado 1 vez
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Mensaje por Marina Valentine Miér Dic 16, 2015 7:55 am

Pestañeé un par de veces, contemplándole con incredulidad. ¿Por qué se había llevado la mano al pecho de aquella manera? Acaso... ¿había hecho algo que le desagradara? Sin embargo, su expresión y palabras continuas desmentían esta teoría, y la conversación continuaba con un ritmo tan vertiginoso que por un momento me costó volver a retomar el hilo de lo que me decía para así reaccionar como era esperado. Instantáneamente me sonrojé, apenada por lo que sus primeras palabras querían decir.
-Yo... siento haberte dejado así en el cenador... -musité quedamente, avergonzada, y desviando la mirada una vez más lejos de su persona. No había sido mi intención ser grosera y dejarle abandonado, había actuado por impulso al saber que se trataba del mismo Raffaele Vecchierelli quien me había visto bailar en aquel lugar. Pero no podía culparle si se forjaba una idea de mí por este hecho, al fin y al cabo el ofendido había sido él. Volví a mirarle, sólo que de reojo, cuando estuvo de acuerdo con mi opinión. Le ofrecí una tímida sonrisa en respuesta y agradecimiento por ello.
¿Estaría siendo educado o realmente pensaba de la misma manera? Y es que no podía sacarle de la mente que era inaudito que alguien actuara de la forma como él lo estaba haciendo, sobre todo tratándose justamente de él. No porque pensara que era igual a los demás, sino porque estaba acostumbrada a recibir burlas y maltratos, primero en mi hogar por parte de mi familia, y después aquí a mano del resto de mis compañeros que... No estaba acostumbrada a recibir un trato diferente. Por un momento miré su brazo extendido hacia mí con temor. ¿Estaba bien que aceptara su ofrecimiento? Le idea me agradaba y hasta ilusionaba de una forma que pocas cosas conseguían, una de ellas la propia danza. Fingir por un momento que yo no era la Marina torpe que realmente era, se me antojaba como un sueño del que no deseaba disfrutar, el cual se hacía aún más maravilloso ante la presencia del estudiante de teatro. Sí, por aquella noche y con las estrellas como testigo, me permitiría seguir mis impulsos y dejarme guiar sin preocupaciones. Cuando amaneciera, todo se habría terminado...
-Puedes llamarme Marina -asentí con una suave sonrisa, aceptando su brazo y colocando el mío con gentileza, a penas un suave roce perceptible. Le dediqué una fugaz mirada directo a sus intensos ojos azules antes de finalmente sucumbir a la vergüenza y volver a enfocar mi vista en cualquier otro punto que no fuera él. Permití que el silencio nos envolviera por un breve lapso, el cual no me resultó incómodo. Todo lo contrario, en su compañía me sentía... diferente. ¿Era normal sentirse así ante alguien a quien admiras pero que en realidad no conoces? Cerré los ojos y una sutil sonrisa sincera iluminó mi expresión- Gracias, Raffaele... -susurré para mí, aunque era seguro, por la cercanía, que mi acompañante había sido capaz de escucharme a pesar del bajo volumen. Si me preguntaba por cuál cosa tenía que agradecer, no sabría explicarme; por su grata compañía, por su gentileza, por no haberme juzgado cuando cualquier otro lo hubiera hecho. Pero por supuesto, no era cualquiera quien estaba allí, sino él. Por eso me sentía agradecida.
Abrí los ojos una vez más, con sorpresa, y volteé a verlo sin entender por un momento a qué se refería. Al recordarlo, me sonrojé y desvié la mirada al lado contrario de donde él estaba, contemplando sin poner real atención a un árbol cerca de mí. Me llevé, nerviosa, mi mano libre para juguetear con mi cabello.
-N-no... no era nada con importanc... -me interrumpí, sintiendo cómo mi corazón se detenía por unos segundos que me parecieron eterno. De igual manera detuve mi andar abruptamente y dejé que mi mano se deslizara suavemente por el brazo de él hasta que el mío cayó inerte en mi costado. Miré a mi alrededor, primero sin real relevancia y después con suma desesperación, buscando. Mi otra mano se encontraba sujetando con fuerza un mechón de mi cabello, ese que él me había trenzado espontáneamente cuando aún estábamos en el cenador- No está... -susurré, girando sobre mi eje para recorrer con la mirada el corto trecho que hasta ahora habíamos recorrido- ... el jazmín, no está... -aquel que él me había obsequiado, el primer regalo sin compromiso que alguien antes me había hecho en mi vida. El pelinegro me lo había colocado como decorativo final de aquel improvisado peinado que me había hecho, y ya no estaba allí. Seguramente se me había caído en la carrera- Tengo que encontrarlo -resolví finalmente, regresando. Me detuve a un par de pasos y lo volteé a ver por encima del hombro, fijamente a los ojos por primera vez. En mi mirada se podía apreciar, cual libro abierto, la pena que me embargaba al no tenerlo- es que tú me lo diste y yo... no quiero perderlo -musité con voz ligeramente ahogada.
Quería atesorarlo, como símbolo de que aquella noche realmente había sucedido y no sólo había sido un magnífico sueño, producto de mi imaginación.
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Dom Feb 14, 2016 5:46 am

No sé si era normal sentirme tan feliz por tener permiso oficial para llamarla por su nombre pero así estaban las cosas, en mi interior algo parecía haberse esponjado de alegría y con una sonrisa imposible de ocultar recibí su brazo. Respiré con alivio después de eso y con calma empecé a caminar hacia afuera del camino donde nos encontrábamos en ese momento, el plan era ir por el césped y a paso lento pues recién se había lastimado una rodilla. Puede que no fuera un daño muy serio pero no por eso era menos importante, si llegaba a dolerle esperaba que tuviera la confianza para decírmelo.

Yo nunca había sido precisamente amante del silencio pero misteriosamente ésta noche lo encontraba reconfortante, como un descanso al ruido acumulado a lo largo de los días en mi alma. Si esa sensación se debía a la compañía de Marina tendría que encontrar el modo de hacerla parte de mi vida aunque… ¿no sonaba un poco egoísta el quererla por esas razones? Me lo preguntaba seriamente cuando un agradecimiento no previsto me dedicó la dulce musa que había encontrado en medio de los jardines. –No tienes nada que agradecerme– respondí avergonzado, después de todo yo no había hecho nada digno de sus palabras.

Lo que no esperé fue descubrir que el cielo nocturno y sus habitantes eran un arte fácilmente superable, me di cuenta cuando los ojos castaños de mi acompañante me obsequiaron una mirada, fugaz, pues la apartó de mi después de que su rostro se encendiera por alguna razón que en ese momento escapó a mi entendimiento. ¿Qué tenía Marina que me aceleraba el corazón con tanta facilidad? Incluso ser testigo del color en sus mejillas me pareció delicioso. La observaba atento sin dejar de caminar pero eso no significaba que no le estuviese poniendo atención, creí que me sacaría de la duda pero ni siquiera terminó la frase con que supuse que intentaría dejar en el olvido mi pregunta.

¿Pasa algo?– pregunté intrigado, sus pies se detuvieron abruptamente y con eso mis interrogantes iban en aumento. También se soltó de mi brazo y mi vista enfocó la separación. No era por mi, ¿cierto? Por imitación miré también a mi alrededor intentado descifrar qué podía estar buscando ella, si se trataba de algo pequeño iba a ser complicado encontrarlo entre el pasto y en medio de aquella oscuridad, al menos ya tenía claro que se trataba de algo. Se trataba de… –La flor…– parpadeé cuando por fin lo comprendí, Marina estaba buscando el pequeño jazmín que yo le había colocado. Un sentimiento ligeramente gris debió notarse en mi rostro al enterarme de la pérdida pero lo que sus ojos me demostraron a los pocos minutos definitivamente superaba por mucho mi propio sentir.

Te ayudaré a encontrarlo– afirmé decidido, no quería ver esa tristeza en sus orbes, aún si mi cabeza no entendía el por qué de la gran importancia que la chica daba a un obsequio tan… sencillo de mi parte. Pero no importaba, tiempo tendría después para descubrirlo, primero, había que encontrarlo. –Podemos regresar con facilidad por donde hemos caminado. El viento ha pausado desde hace un rato así que deberíamos ser capaces de encontrarlo.– avancé los pasos que ella había retrocedido para ir en la otra dirección y al pasar a su lado la tomé firme de la mano. No lo medité, actué por instinto tal vez. De mi mano iría segura, no volvería a tropezar y si por algún motivo llegaba a ocurrir podría asistirla de inmediato.

Su aflicción se me había contagiado y mis pies en reacción aceleraron el ritmo, con los ojos bien abiertos fui inspeccionado nuestros últimos metros recorridos y por momentos giraba mi rostro hacia ella para evaluar su condición. –Debí colocarlo con más detalle, así no habría caído– me regañe en voz alta. Llegamos al punto donde habíamos pasado unos minutos a ras del suelo y continuamos otro poco más adelante. Por allí ella había corrido de mi, pero mis ojos seguían sin ver por ningún lado los pétalos blancos del jazmín. –Si no aparece te conseguiré otros, vaciaré el árbol de ser necesario…– murmuré lo último con tanta seguridad que luego me sentí culpable. El árbol no tenía la culpa de mis descuidadas acciones.
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Mensaje por Marina Valentine Dom Feb 14, 2016 7:59 am

Asentí ante su ofrecimiento, con el pesar aún dibujado en mi expresión. Algo dentro de mí se contraía dolorosamente, y eso era probablemente por dos cosas: la tristeza que me embargaba al haber perdido algo que consideraba importante para mí, y por el temor de herir a mi acompañante por eso. Al fin y al cabo a nadie le agradaría enterarse que uno había extraviado un regalo dado, tal cual me comprobó la sombra contrariada que fugazmente apareció en la expresión del chico. No quería ser la culpable de esa emoción en él. Bajé la mirada, librando una batalla interna por contener mis sentimientos, y aprovechando la acción para seguir buscando a mi alrededor.
Sentir la mano ajena aferrarse a la mía tan repentinamente causó que abriera los ojos con desconcierto y vergüenza, pero aún así no volví a alzar mi rostro. Me dejé arrastrar por la impestuosidad contraria, casi como si de una muñeca rota se tratara. Pero no era así, sino que estaba sumergida en mi propia búsqueda y sin ser mi deseo el que mi acompañante fuera capaz de apreciar qué tanto me afectaba aquello. Tal vez pensaría que era una niñería preocuparse por una simple flor, pero para mí no sólo era una flor cualquiera, ni mucho menos una niñería.
No le miré, no le mostré mi expresión, pero no aparté aquella mano que me proporcionaba tanta seguridad y calidez. Algo dentro de mi pecho se contrajo una vez más, pero esta vez por un sentimiento que no supe reconocer en su momento. Volví a asentir otra vez, deseando poder tener la facultad de agradecerle tanta bondad hacia mi persona, pero las palabras sencillamente se atascaban junto al nudo formado en mi garganta. En cambio sólo atiné a corresponder al agarre de nuestras manos, sujetándole con mayor firmeza. ¿De esa forma mis sentimientos podrían ser transmitidos? Esperaba que estos pudieran alcanzarle a través de la punta de mis dedos.
Traté de seguirle el ritmo cuando él aceleró, dando pequeños trompicones de vez en cuando, pues eran mis pies mis peores enemigos; aún más en aquella circunstancia en particular. Por nada desvíe la mirada del suelo, alerta ante el más mínimo atisbo de algo que pudiera ser identificado como la flor que había perdido, pero por ahora no corríamos con tanta suerte. Al fin le miré de reojo, sorprendida e intimidada ante la seguridad que Raffaele mostraba en aquellos momentos. Una parte de esta la pude apreciar un año atrás, cuando él se encontraba en el escenario; fue la causante de que terminara cautivada por su interpretación y por el chico en cuestión. Sin embargo, nada de aquello se podía comparar a la presencia que imponía ahora. Me arrebataba el aliento y me hacía sentir aún más pequeña de lo que por sí solía sentirme, pero no para mal. ¿Qué podía ser aquello que sentía? ¿Qué era? ¡Me sentía tan confundida!
Negué, primero con timidez y después con vehemencia, rehusándome a escuchar esas palabras en la boca ajena, no en aquel momento cuando sentía que mi ser era atraído cual imán hacia él. Me detuve abruptamente y con esto le obligué a él también detener sus pasos, pues no solté su mano ni por un segundo, sino todo lo contrario. No supe de dónde saqué el valor para encararle, pero finalmente busqué la mirada ajena con la mía y mis ojos castaños se clavaron en los azules de él. Por una vez en la vida, no quería ser la débil.
-No vuelvas a decir eso, por favor -a pesar de que mis palabras eran serias y firmes, existía cierta dulzura en estas que no permitía que el otro pudiera sentirse regañado- tú no hiciste nada malo, y si hay que buscar culpables entonces esa debería ser yo, por mi torpeza. Pero eso no es lo quiero -hice una breve pausa, lo suficiente para que pudiera mantener a raya el desbocado latir de mi corazón. Una sonrisa cálida apareció en mis labios-. Al fin pude comprenderlo. Me duele haber perdido esa flor, porque tú me la diste y quería atesorarla como símbolo de que esta noche no fue sólo un sueño más -me sonrojé ligeramente, pero ya no podía detenerme- incluso ahora mismo temo por el momento en que desvíe la mirada y, cuando quiera buscarte, ya no estés aquí junto a mí. No quiero despertar todavía, pero... -negué una vez más, tratando de poner orden a todo lo que me abrumaba- sé que encontraremos esa flor, así será. Pero en caso de no hacerlo, eso no hará que este encuentro no sea real, ¿verdad? Porque aunque ya no nos volvamos a ver, esto está sucediendo... -llevé su mano unida a la mía a mi rostro y cerré los ojos, acariciando los nudillos ajenos con mi mejilla y comisura de mis labios.
Con esta acción deseaba embargarme de su calidez y atesorarla. Aún si, efectivamente, no lo volvía a encontrar en mi camino, algo de él se quedaría grabado en mi memoria: su calidez y seguridad, junto con la valiosa lección que me había enseñado, quizá sin darse cuenta de ello.
No podía dejar de ser quien era, y en mi interior siempre existiría el temor a equivocarme y no ser aceptada por los demás; pero iba a seguir luchando aún si aquello resultaba ser más costoso que cualquier cosa. En un incio mi idea había sido la de disculparme con él, musitar un 'lo siento' tanto por haber perdido el jazmín como por mi propia torpeza. Pero no fue aquello lo que brotó de mis labios.
-Gracias, por haberme permitido conocerte...
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Sáb Jul 02, 2016 8:50 am

De pronto mis ojos notaron algo pequeño y blanquecino más adelante, afilé la mirada en un intento por descifrar si se trataba del jazmín de mi musa nocturna pero sin aviso alguno Marina se detuvo y en automático hice lo mismo. ¿Qué ocurría? Angustiado crucé con su mirada, pensando que quizá la rodilla le estaba dando dificultades al andar. Sin embargo, estaba yo equivocado, no se trataba de eso. La confusión trepó lentamente en mi, lo primero que ella me dijo me hizo sentir regañado, pero pronto comprendí que en realidad Marina intentaba librarme de toda culpa.

Le sonreí sinceramente, preguntándome internamente qué hacer para que no se adjudicara la culpa. –No creo que seas torpe– alcancé a decir antes de que el resto de sus palabras me dejaran anonadado. El calor vino a mi rostro al entender la importancia del jazmín perdido, no recordaba que alguien hubiese atesorado algo mío antes y ahora ella se acongojaba por no tener ya la pequeña flor. ¿Cómo se suponía que calmara ahora los latidos de mi corazón? No encontré respuesta en mi interior, de hecho, sentí que mi ritmo se aceleraba, culpa de lo bella que me pareció Marina al sonrojarse.

¡Por supuesto que es real! – aseguré a toda prisa. Yo también creía firmemente que daríamos con el paradero de la flor, tenía el fuerte presentimiento de que estaba a unos metros de nosotros pero no parecía haber espacio para decírselo. –No lo digas como si tuvieses la certeza de que ésta será la última vez que nos encontremos, por favor…– pedí en voz baja con pesar, absorto visualmente en cómo mi mano guiada por una de Valentine tocaba la suave piel de su rostro. Yo no merecía un trato tan especial de una señorita como ella, me sentía crudamente indigno y sin embargo no quería que cesara. Seguramente ni cuenta se daba de lo fuerte que estaba amarrando mi corazón al suyo.

Marina…– murmuré su nombre e incapaz de contenerme invadí su espacio personal una vez más. El rostro acerqué a las manos que manteníamos unidas, y por ende, al rostro de mi compañera de esa noche. –Soy yo quien debería agradecerte. Esta noche ha sido… sublime. Todo gracias a que te encontré. Así que dime que podremos vernos muchas otras veces, no quiero guardar el recuerdo como si hubiese sido solo un sueño. Es tan real como la calidez que tu piel me regala, ¿no lo crees?– reír en ese instante me fue natural, de alguna forma era gracioso el que ambos insistiéramos en disculparnos con el otro y adueñarnos de una culpa que en realidad compartíamos. Si los dos nos sentíamos afortunados por cruzar nuestros caminos… ¿entonces que nos impedía caminar por el mismo desde ahora?

¡Ven! Puede que tu jazmín esté más adelante. No estoy seguro, pero tengo esperanzas.– le dije sin poder guardarme la sonrisa. ¡Me sentía realizado tras escuchar todas sus palabras dedicadas exclusivamente a mi! Antes de retomar la búsqueda acerqué nuestras manos hacia mi rostro y el dorso de la suya besé con respeto.

Antes de parar me pareció ver algo color claro en el suelo, por allá.– empecé a caminar sin soltarla, esperándola para avanzar al mismo ritmo y, con la mano que tenía libre, señalé la dirección. En efecto una flor se encontraba a menos de dos metros de nosotros, se trataba de nuestra flor y emocionado busqué los ojos de Marina en cuanto tuve la seguridad de que no me equivocaba. –Será la primera de muchas.– de muchas flores que le obsequiaría, la primera de muchas noches que esperaba compartir con ella y sin duda, una de las infinitas sonrisas que mutuamente nos obsequiaríamos. En mi interior podía sentirlo, anhelaba escuchar sus latidos.
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Mensaje por Marina Valentine Mar Mayo 16, 2017 4:12 am

Abrí los ojos con sorpresa y mis mejillas se tiñeron aún más por la timidez cuando el rostro ajeno fue a acercarse a nuestras manos y, por ende, a mi rostro. Y, a pesar de ello, no desvié mi mirada de la de Raffaele mientras este seguía hablando, sintiéndome más sorprendida y confusa a la vez ante el rumbo de sus palabras.
¿En verdad podíamos? ¿De verdad podía alguien como yo compartir los días, a partir de ahora, con alguien como el chico ante mí? Desde que había llegado a la academia por primera vez, en el primer momento, se convirtió él en mi inspiración, en mi modelo a seguir. ¿Estaba bien que él estuviera conmigo? Aunque estaba llena de dudas y temores, aunque sabía hasta qué punto podía llegar a ser torpe y arruinarlo todo, aun así yo... quería creer. Confiaba en Raffaele.
Cerré los ojos y asentí, suave, ante el futuro que me estaba prometiendo. Quizá mañana todo fuera diferente, pero en ese justo momento no quería retroceder, ni quería dejarme vencer. Me aferraría a esa noble gentileza que el pelinegro me ofrecía, aunque fuera sólo por aquella noche.
Abrí los ojos de nuevo, confusa y nerviosa, cuando los labios ajenos se posaron en mi piel y a punto estuve de cometer una nueva torpeza, producto de mi vergüenza, si no fuera porque el que retomara una vez más el tema de la flor me dejó el doble de confundida y sin palabras para reaccionar, de nuevo. Me dejé guiar cual muñeca sin vida, aún tratando de recapitular todos los hechos hasta aquel momento, y miré con infinito asombro y felicidad aquella pequeña flor de dulce aroma, la que me había obsequiado mi compañero en el cenador y que ahora se encontraba sólo a un par de metros de donde nosotros nos encontrábamos.
Parpadeé con sorpresa, y acto seguido solté la mano de Raffaele sólo para correr a donde estaba nuestro tesoro perdido. Dejé caer mi peso sobre las rodillas, con cuidado, cerca de la flor y la contemplé como si fuera la cosa más preciada y única que pudiera existir en la vida. Extendí mi mano y con dedos temblorosos la tomé con precaución, respetando su fragilidad al hacerlo. Dejé que reposara sobre la palma blanca de mi mano y la contemplé en silencio antes de llevarla suavemente a mi pecho, cerca de mi corazón, y cerrar los ojos con suavidad mientras un quedo 'gracias' brotaba de mis labios sin percatarme de ello.
Significaba mucho más que sólo haber encontrado una flor perdida: representaba mi agradecimiento hacia aquel momento, el haberme encontrado con el hombre que admiraba y sentirme aceptada por quien realmente era. Por tener la oportunidad de atesorar aquella preciosa noche no sólo a través de los recuerdos, sino también en un objeto sólido. Así, en caso de que no pudiera tener la oportunidad de encontrarme con Raffaele una vez más, al menos sabría que aquello no fue un sueño. Fue real, no producto de mi imaginación.
Sentí cómo el peso que residía sobre mis hombros, se desvanecía de golpe, y por un segundo me sentí débil, pero a la vez sumamente liberada. Fui consciente entonces que no había dicho nada a mi acompañante desde el momento en que mis ojos se toparon con la delicadeza blanquecina que ahora reposaba en mis manos. Volteé a verlo con una radiante sonrisa y me incoporé, con un poco de dificultad debido a mi rodilla lesionada y ante mi deseo de no usar las manos para así proteger mi tesoro. Nuestro tesoro.
-Mira, sí es -expliqué al fin, extendiendo mis manos para que la contemplara- me dará un poco de pesar... pero deberé meterla en un libro, sólo así podré conservarla sin que se pudra. ¿Está bien eso para ti? -inquirí con la curiosidad y la duda asomando a mis ojos castaños, centrados en la mirada ajena por unos momentos. Acto reflejo fui a desviar la vista, avergonzada por mi atrevimiento.
Fue cuando contemplé el cielo oscuro y me percaté que el horizonte clareaba ya. Tardé un momento en comprender lo que aquello significaba. ¿Tan tarde era ya? O temprano, no sabía cuál de los dos conceptos era el correcto bajo estas circunstancias. Fue como si la realidad me lanzara una daga y esta se incrustara justo en medio de mi pecho, allí donde sentí un sofoco. No quería que aquel momento acabase, quería que fuera eterno y estar en su compañía tal cual como ahora. Aún  no había tenido suficiente tiempo, aún había cosas que quería preguntarle y decirle a mi inesperado interlocutor.
Pero aquello estaba bien, ¿verdad? Porque si aquel momento acababa, podrían iniciar otros mejores a su lado, podría disfrutar de más emociones nuevas. El mañana era un libro nuevo, esperando a ser abierto y que se descubriera qué había escrito en sus hojas... o quizá fueramos nosotros los que estábamos encargados de llenar sus páginas en blanco con nuestras propias acciones.
-Tenemos que regresar -musité con certeza, pero el pesar se dejó traslucir en mi voz suave. Volví a mirarle, esta vez sin huir- pero nos volveremos a ver, ¿verdad? -sin pensarlo demasiado, extendí una mano y tomé el meñique ajeno con el propio para que estos se entrelazaran con firmeza. Sonreí- será nuestra promesa.
Sin mayor preámbulo me aparté y eché a correr rumbo a los dormitorios para las chicas, pero ya cuando llevaba una veintena de metros recorridos, me detuve para voltear a verle y obsequiarle la mejor de mis sonrisas aquella noche.
-¡Hasta pronto, Raffaele Vecchierelli! ¡Gracias por todo!
Retomé mi carrera, pero esta vez sin detenerme ya.
Confiaría en que volvería a verlo algún día, yo sabía que así sería... Aunque fuera sólo como su espectadora anónima.



Off: Creí prudente también darle cierre a este tema para iniciar con uno más reciente y así avanzar la trama entre estos dos, si es que no te molesta >3< en caso de que sí, siéntete con toda la libertad de avisarme para editarlo n3n/ Puedes responder una vez más si quieres para ya darlo por cerrado o dejarlo así, como más prefieras, pero en caso de ya no responder me avisas por MP para registrarlo en temas cerrados, o tú pasar a registrarlo... como mejor se te acomode, yo estoy a tu disposición -^^-
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Mensaje por Raffaele Vecchierelli Vie Jun 23, 2017 5:52 am

Un susto me vino al ver que Marina se dejaba caer sobre sus rodillas para verificar si realmente habíamos encontrado nuestra flor. Por instinto extendí los brazos hacia ella pero al parecer se encontraba bien. Fue un alivio, mi pecho pudo sentirlo y más tranquilo respiré profundo mientras observaba desde atrás a mi acompañante. Desde mi posición no podía ver su expresión y aunque la curiosidad por observarla me inundaba me contuve, amarré mis deseos de seguirme deleitando con sus facciones y paciente esperé a que por sí sola me buscara visualmente. Porque lo haría, ¿cierto? Y… ¿si no?

En medio de mi duda me encontraba cuando la respuesta llegó por sí sola, deslumbrándome con una hermosa sonrisa, ¿Es que acaso su belleza no tenía fin?! –En un libro estará segura. – asentí  ante su pregunta, intentando calmar mi corazón al enfocarme visualmente en la flor y no en su guardiana. –Esta bien para mi, tendrá un nuevo hogar. – agregué al mismo tiempo que mis ojos cedían al poder ajeno y me perdía de nuevo en los detalles de la chica a quien tenía delante, justo cuando sus orbes igualmente me buscaron. Pero… ¿por qué Marina desviaba tan rápidamente la mirada?! ¿Y por qué rayos mi rostro no podía mantener en orden su temperatura?! Quizá debería agradecer el que Valentine no se percatara del color que sin intención me estaba provocando…

¿Regresar? – por… ¿por qué?? – Oh, cierto. La noche ha terminado…– comprendí al seguir su mirada hacia el cielo, en verdad parecía el fin de un bello cuento, pero mi corazón se negaba a que fuese un adiós definitivo y, para mi fortuna, el de ella también. –¡Sin duda! – respondí a su cuestionamiento con exceso de entusiasmo, tanto que hasta yo mismo me sorprendí. –Te buscaré Marina– agregué forzándome a suavizar la voz para no espantarla y sin dudar permití que se enganchara a mi meñique.

¡Hasta pronto! – fueron mis últimas palabras mientras veía cómo Marina se alejaba, radiante y refrescante. Me hubiese encantado ser pintor y plasmar la escena que tenía frente a mis ojos con lujo de detalle, incluso al marcharse ella lucía perfecta.


Listo! Ahora sí puedes cerrar. Arigato por el tema!!
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